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La desinformación como reto de futuro para profesionales de la información: aprendizajes de la COVID-19 para próximas pandemias e infodemias

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Alexandre López-Borrull
Estudis de Ciències de la Informació i de la Comunicació
Director del grau d'Informació i Documentació
Universitat Oberta de Catalunya (UOC)


Salaverría, Ramón (2021). Entender y combatir la desinformación sobre ciencia y salud. [Madrid]: Ministerio de Ciencia e Innovación. 25 p. Disponible en: <https://hdl.handle.net/10171/60223>. [Consulta: 14/07/2021].


Como es sabido, la pandemia de la COVID-19 ha venido acompañada, ya desde los inicios, de lo que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) llamaba infodemia, es decir una excesiva cantidad de información, mucha de la cual es falsa. Este hecho ha preocupado desde el primer momento a los gobiernos y las organizaciones internacionales, dado que en un momento de incertidumbre como han sido las diferentes olas, la gran cantidad de desinformación podía afectar a la gestión sanitaria de la crisis, al alejar a la ciudadanía de las medidas y recomendaciones que se estaban dando, a veces con más certezas y a veces por comparación con otras crisis sanitarias.

Este fenómeno ha sido muy relevante y ha conducido a diversos estudios tempranos a analizar qué tipo de rumores y fake news circularon, qué actores jugaban un papel y qué efectos pueden tener. Así pues, nunca como en esta crisis se ha sido consciente de la necesidad de una gestión eficiente y rápida de información de alto valor añadido. En relación con las redes sociales, donde la escala y la capacidad de viralización ha sido más elevada que nunca, encontramos este informe coordinado por Ramón Salaverría, profesor de comunicación de la Universidad de Navarra, y que ha sido un encargo del Ministerio de Ciencia e Innovación al Grupo de Trabajo Multidisciplinar que les asesora en relación con las materias científicas relacionadas con la COVID-19 y sus consecuencias futuras. También forman parte del grupo José M. Ordovás (presidente), Mariano Esteban, Rocío García-Retamero, Beatriz González López Valcárcel, Alfonso Gordaliza, Marco Inzitari, Pedro Jordano, Itziar de Lecuona, Laura M. Lechuga, Ramón López de Mántaras, José Molero, Agustín Portela, Diego Puga, José Javier Ramasco, Francisco Sánchez Madrid y Alfonso Valencia. En este informe concreto también ha colaborado Mª Jose Rementeria.

El informe se estructura en seis apartados. El primero sitúa el contexto de la desinformación y hace un recorrido histórico. Conceptualmente, hace una precisión muy relevante al diferenciar entre misinformation y disinformation, términos mucho más claros en la lengua anglosajona. En el primer caso, y teniendo en cuenta la dificultad por evitar que todo lo que llegue a la comunicación pública sea cierto, asume que en los procesos comunicativos tienen lugar confusiones, malentendidos y equívocos involuntarios. Estos forman parte de una cierta normalidad en la eficiencia del mensaje y es por ello por lo que los protocolos periodísticos deberían ser capaces de detectar la mayor parte, incluso rectificarlos a posteriori. En cambio, en el concepto de disinformation, la desinformación es premeditada, es una falsedad deliberadamente difundida. Y es esta la preocupante, y es precisamente la de este tipo que ha tenido un efecto y una escala muy elevada durante la crisis sanitaria de la COVID-19. En el recorrido histórico que se describe, se menciona que en el siglo XXI hemos visto cómo la desinformación ha tenido un efecto en los procesos electorales y de comunicación política en el caso del Brexit, las elecciones Trump-Clinton del 2016 y, evidentemente, el propio proceso independentista catalán.

En la última parte del primer apartado, se menciona el marco institucional y normativo de la desinformación, desde el ámbito judicial español, pero también el europeo, donde ha sido una preocupación relevante desde los trabajos del 2018 del grupo High-Level Expert Group on Fake News and Online Disinformation que dio lugar a la publicación del informe que marcaba las estrategias a seguir para enfrentarse al fenómeno de las fake news y la desinformación. Habría que añadir que también ha dado lugar a la creación del European Digital Media Observatory, el informe La lucha contra la desinformación en línea: un enfoque europeo y de los códigos de prácticas en desinformación. Desde mi punto de vista, también es relevante cómo sitúa con acierto la creación y el apogeo de los verificadores, unos actores muy relevantes que han llevado la verificación al nivel casi de servicio público en la época infodémica, como por ejemplo Maldita o Newtral, que han creado canales de verificación directa para la ciudadanía.

Por lo que respecta al segundo apartado, se centra en una vertiente más de descripción de la investigación llevada a cabo en el grupo de investigación del propio Salaverría.1 Así, dando una vuelta más al concepto de desinformación, sitúa el inicio del fenómeno fake news ligado a Donald Trump y también describe el estudio que llevaron a cabo en su universidad sobre los rumores en relación a la COVID-19, donde ya decía que no se podía hablar no solo de fake news, porque muchos de los contenidos llegaban fuera de los medios de comunicación. También se describe la distinción que hicieron de cuatro tipos de rumores: bromas, exageraciones, descontextualizaciones y engaños. Así mismo, se describe el efecto ingente de las redes sociales y los intentos de las plataformas para borrar contenidos falsos. Por lo que a los motivos se refiere, a pesar de la gran diversidad, habla de afán de notoriedad, voluntad de perjuicio a otro, y de forma interesante la aparición de intereses geoestratégicos en relación con la desinformación.

Un vez nos adentramos en el tercer apartado, se describen los factores diferentes que favorecen la desinformación sobre ciencia y salud. En lo que llamamos factores endógenos, se comenta la gran cuantidad de artículos que se han publicado en relación con la COVID-19 (el concepto de ciencia exprés), así como el efecto de los preprints no revisados por la comunidad científica. Además, relaciona algunos de los problemas de la propia comunicación científica, como la crisis de reproductibilidad y la insuficiente implantación de la ciencia en acceso abierto, sobre todo por la falta de un marco consolidado de ciencia abierta. Como factores exógenos, diferencia los de tipo tecnológico (como los algoritmos de recomendación), los de tipo psicosociológico (como las cámaras de eco y los filtros burbuja), factores políticos (polarización y negacionismo climático, por ejemplo) y de tipo mediático (saturación informativa y aparición de pseudomedios de comunicación) y factores educativos (insuficiente alfabetización mediática). A continuación, en el apartado cuarto se mencionan, a modo de ejemplo, una serie de noticias falsas y desinformación.

El capítulo de recomendaciones es uno de los más destacados, y en concreto sus sugerencias se centren en:

  1. Utilizar el término desinformación en lugar de fake news.
     
  2. Promover una cultura de transparencia desde las instituciones públicas y privadas.
     
  3. Activar sistemas de alerta temprana y respuesta rápida ante la desinformación.
     
  4. Impulsar la alfabetización mediática.
     
  5. Crear una base de datos o repositorio de acceso público sobre contenidos desinformativos en relación con la COVID-19.
     
  6. Impulsar estudios multidisciplinarios sobre la desinformación.

Finalmente, en el capítulo de referencias bibliográficas encontramos una recopilación actualizada de fuentes actuales relevantes en relación con la desinformación. 

Como informe breve y de trabajo, el estudio debe ser entendido como el inicio de un trabajo más profundo y digerido para entender lo que está teniendo lugar en relación con la desinformación y que de explorar más unas recomendaciones y un plan de acción más definido para un futuro. La próxima infodemia puede ser ya el cambio climático u otras pandemias todavía no conocidas, pero el aprendizaje en el uso de las redes sociales no puede hacernos pensar en un período muy lejano, el largo plazo para la alfabetización mediática ni dejarlo todo a la aproximación únicamente tecnológica si no incorpora la curación de contenidos realizada por profesionales de la información y la comunicación.

A modo de cierre, podemos decir que se trata de un informe interesante:

  • Para el colectivo científico, para ver cómo la desinformación en procesos de crisis sanitaria y pandemias puede afectar a los procesos habituales de comunicación científica.
     
  • Para las bibliotecas, tanto universitarias como generales por la necesidad de conocer un fenómeno que se sitúa en la raíz misma de la sociedad de la información y el conocimiento, donde ya no todo es un problema de cantidad (infoxicación) sino también de calidad, tal y como ya se entrevé en el próximo fenómeno de las deep fakes.
     
  • Para el colectivo de profesionales de la información en general, porque sigo pensando que de la misma forma que está siendo una oportunidad para los profesionales de la comunicación para repensar procesos y llegar a ser todavía más útiles, para los de la información puede resultar una nueva oportunidad de tener más centralidad social, política y científica.2

1 Salaverría, Ramón; Buslón, Nataly; López-Pan, Fernando; León, Bienvenido; López-Goñi, Ignacio; Erviti, María-Carmen (2020). «Desinformación en tiempos de pandemia: tipología de los bulos sobre la Covid-19». El profesional de la información, vol. 29, n.º 3, 15 p.

2 López-Borrull, Alexandre; Vives-Gràcia, Josep; Badell, Joan-Isidre (2018). «Fake news, ¿amenaza u oportunidad para los profesionales de la información y la documentación?». El profesional de la información, vol. 27, n.ª 6, p. 1346-1356.