Adaptación de los edificios bibliotecarios a funciones cada vez más dispares: ¿y ahora, qué pasará?

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Santi Romero
Arquitecto 
Jefe de la Unidad de Arquitectura Bibliotecaria
Gerencia de Servicios de Bibliotecas. Diputación de Barcelona


Gil Solés, Daniel (2018). Del templo simbólico a la desmaterialización: un recorrido por la arquitectura bibliotecaria del siglo XX al XXI. [46] p. ISBN 9781718079113. Disponible en: <http://eprints.rclis.org/33979/>. [Consulta: 06/06/2019].


Todavía ahora, si alguien nos pidiera que definiéramos la biblioteca con dos palabras, muy probablemente diríamos que las bibliotecas son edificios donde hay libros. Aunque puede ser una descripción muy simple, no por ello es inadecuada. Una biblioteca está formada por un continente, o sea, un espacio físico, y un contenido, o sea, información. Estos dos conceptos van de la mano y han tenido que evolucionar en paralelo, aunque a veces haya sido a velocidades diferentes. La biblioteca, en su concepción global, ha pasado de ser un lugar donde se custodiaba el conocimiento a un espacio de información, de relación, de cultura y de formación. Así pues, los edificios bibliotecarios han tenido que adaptarse a la evolución tanto de lo que se entiende por biblioteca como de los sistemas de información.

Daniel Gil Solés nos habla de esto pero enmarcándolo en un intervalo de tiempo determinado, que va desde el inicio del siglo pasado hasta más allá de nuestros días. El libro se centra en el espacio físico de las bibliotecas, y tiene la peculiaridad de que se atreve a pronosticar un futuro en donde, quizá, en algunos casos, este continente dejará de existir; en una especie de desafío en el que, por primera vez, el contenido no necesitará del continente para poder seguir cumpliendo su función. 

El libro consta de un prólogo firmado por el arquitecto Josep Maria Miró i Gelida, autor del proyecto de la futura Biblioteca Pública Provincial de Barcelona, un prefacio, una introducción, seis capítulos, unas conclusiones, un epílogo y una extensa bibliografía.

En el prólogo, José Maria Miró considera que el futuro que espera a las bibliotecas nadie lo sabe, y destaca el acierto del autor en no hacer futurología, sino un sencillo y preciso repaso por la arquitectura bibliotecaria sin abrazar muchos siglos anteriores, iniciándolo en el siglo XX a través de una selección nítida y aclaratoria de ejemplos que tienen como denominador común la flexibilidad y el confort, y esbozando los elementos que pueden condicionar los nuevos contextos de las bibliotecas sin menospreciar funcionamientos atemporales que posiblemente nunca desaparecerán.

En el prefacio, Daniel Gil puntualiza que el libro es el resultado de la ampliación y la mejora de un artículo que escribió en junio de 2017, y el objetivo es establecer una evolución en la arquitectura de las bibliotecas en los siglos XX y XXI y su capacidad de adaptarse a los cambios propios de cada momento histórico. Estructura esta evolución en cinco grandes transformaciones arquitectónicas, en cada una de las cuales analiza algunas bibliotecas paradigmáticas a partir de citas de fuentes externas y también con sus propios argumentos.

El punto de partida de su análisis lo sitúa en 1915, cuando la Mancomunitat de Catalunya impulsó un modelo innovador, con edificios concebidos como auténticos templos simbólicos de sabiduría y de cultura, construcciones emblemáticas y elegantes con aire neoclásico, aisladas de otras edificaciones y rodeadas de aire y vegetación, como si se tuviera que peregrinar para acceder a la cultura. 

La primera transformación se inicia quince años después, y presenta dos ejemplos que muestran un nuevo diálogo entre biblioteca y arquitectura: la Biblioteca Pública de Estocolmo de Erik Gunnar Asplund y la biblioteca de Viipuri de Alvar Aalto. En la primera, con sus formas clásicas, destaca la gran planta circular central, iluminada cenitalmente, donde se almacena una gran parte del fondo documental, con un mostrador de préstamos que se convierte en el centro neurálgico de la biblioteca, añadiendo por primera vez el concepto de panopticismo. En la biblioteca de Viipuri, destacan los espacios abiertos y sin obstáculos, en donde la luz natural entra con la proporción justa, una constante en todas las bibliotecas de Alvar Aalto. 

Para explicar la siguiente transformación, Daniel Gil analiza la biblioteca de Exeter, en la cual Louis I. Khan culmina esa búsqueda de la forma que ha de tener la biblioteca, que se compone del espacio para la exhibición de libros en el interior, el espacio de relación entre los lectores y los libros y, finalmente, al lado de las ventanas, el espacio de relación íntima entre el lector, el libro y la luz.

La tercera etapa la sitúa ya en el inicio del siglo XXI, con la inauguración de la mediateca de Sendai, proyectada por Toyo Ito, una biblioteca altamente tecnificada y un punto de inflexión hacia un modelo de integración invisible de la digitalización con el edificio. Toyo Ito define su biblioteca como un «autoservicio de media», de la misma manera que un supermercado almacena diferentes productos en las estanterías. Gil destaca la novedad que en el año 2001 supuso esta concepción de edificio tan abierto, al que ahora ya estamos acostumbrados.

La cuarta transformación muestra un avance hacia una biblioteca sin libros, producto de la digitalización. Analiza la biblioteca de la Universidad de Amsterdam, abierta en el año 2010. Los arquitectos, en lugar de estanterías con libros, proponen grandes espacios vacíos, que se llenan de personas que interactúan y conversan. Además, los mostradores se han sustituido por cajas de plástico donde los estudiantes recibirán los libros que han pedido antes por vía telemática.
En esta etapa destaca también tres aspectos que han acelerado esta transformación. En primer lugar la fachada, cada vez más abierta y transparente, como metáfora del acceso universal al conocimiento, augurando una posible desaparición de la misma, cuando la biblioteca se mimetice con la ciudad. El siguiente es la luz natural, que ha de llegar a todos los rincones con la calidez ambiental adecuada. Y, finalmente, la forma en cómo se resuelve la organización y circulación interior, que marcará la diferencia entre una biblioteca usable y una que no lo es. En palabras del autor, en una biblioteca se tiene que poder pasear, pero al mismo tiempo hay que tener claro en todo momento dónde nos encontramos.

La quinta y última transformación, según el autor, consiste en una desmaterialización de la biblioteca, una reducción de su escala en porciones más pequeñas, más flexibles, más dinámicas y, sobre todo, más urbanas. Para demostrar que no hay un edificio icónico de esta nueva forma de entender las bibliotecas, Daniel Gil analiza tres bibliotecas, que ha escogido precisamente por su carga simbólica.
Finaliza este capítulo con una propuesta: el edificio de la biblioteca ha de dejar de ser un gran embalse de agua, protegido y estable, para convertirse en unos pequeños charcos, a pie de calle, simples y cercanos. Pero esto no significa que haya que desmontarse el actual sistema bibliotecario, sino añadir una alternativa diferente en el engranaje bibliotecario, poniendo como ejemplo experiencias efímeras que ya se están llevando a cabo, como las biblioplayas.

En el epílogo del libro, el autor recupera, mejora y amplía tres artículos que escribió en su blog. En el primero, reflexiona sobre la biblioteca como «espacio desaparecido de los bibliotecarios», en que las personas son el auténtico valor de las bibliotecas del siglo XXI, y donde quizá los bibliotecarios no serán necesarios para la gestión del espacio de las bibliotecas. Aquí Daniel lanza la siguiente pregunta: ¿Los bibliotecarios nos hemos sabido vender tan bien como hemos vendido nuestras bibliotecas? En el segundo, habla sobre la biblioteca como «espacio para la fascinación», reivindicando que las bibliotecas tienen que poder volver a ser un oasis en medio de este frenesí cultural que deifica todo lo inmediato. En el tercero, habla del «Unum bibliotecario», capaz de anclar a los seres humanos en su entorno social, humano y cultural, según una lógica basada en el orden la estructura y el arte.

Nos encontramos delante de una obra ágil y concisa, muy interesante de leer, en la que se entremezclan informaciones provenientes de diversas fuentes, todas ellas muy bien contextualizadas, junto con opiniones y reflexiones del propio autor.
En conclusión, un libro que despertará en el lector el interés por las bibliotecas entendidas como los edificios icónicos más representativos de la información y de la cultura.