Bibliotecas y librerías: los espacios de la palabra vivida

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Carme Galve Montore
Directora de la Biblioteca Jaume Fuster
Biblioteques de Barcelona


Chartier, Roger (2018). Bibliotecas y librerías: entre herencias y futuro. Bogotá: Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc). 48 p. (Breves). ISBN 978-958-671-217-0. Disponible en: <https://cerlalc.org/publicaciones/bibliotecas-y-librerias-entre-herencias-y-futuro/>. [Consulta: 09/02/2019]. 


Bibliotecas y librerías: entre herencias y futuro es un breve ensayo sobre los desafíos que los libreros y los bibliotecarios afrontan en la transformación digital de la sociedad. A pesar del profundo cambio, estos profesionales han sido agentes clave en la construcción del mercado y el consumo editorial y, por tanto, las consecuencias de la irrupción de los soportes digitales no suponen la primera gran mutación que experimentan. 

Para apoyar esta afirmación, el autor comienza el discurso refiriéndose a la etimología moderna de los términos «librero» y «bibliotecario» y relata cómo han ido variando sus perfiles y sus funciones profesionales desde la Época Moderna (siglo XVI) hasta la actualidad. En definitiva, una diacronía marcada por dos paradojas: mientras que los libreros deben superar el binomio capitalismo-proteccionismo, los bibliotecarios abordan el equilibrio entre la preservación, la selección y la difusión. 

Con la consolidación de la imprenta, los libreros son los grandes difusores del conocimiento en los siglos XVI-XVII, lo que suscita no pocos recelos: desde las acusaciones de difusión de copias fraudulentas a espaldas de los autores, al desprestigio por parte de intelectuales que ven en la circulación de documentos la desvirtuación del sentido de los textos. El siglo XIX supone una verdadera convulsión en el mundo lector y editorial: se separan los roles de los libreros y editores, se multiplican las maneras de leer (en voz baja o en la intimidad de la habitación), aumentan los perfiles de lectores (con el acceso femenino, infantil y de clases populares) y se incrementan las modalidades comerciales para dar respuesta al desarrollo de la alfabetización de la sociedad, por ejemplo, con el acceso a los documentos mediante las subscripciones.

Actualmente, los libreros deben enfrentarse a la concentración de los puntos de venta, y consecuentemente, a la inminente desaparición de librerías, a la competitividad de gigantes de la distribución, la reducción de las tiradas editoriales, la impresión bajo demanda y un consumo editorial que pierde lectores o, como mínimo, grandes lectores.

En cuanto a la etimología del concepto moderno de «biblioteca», emergen rápidamente tres significados: el espacio, la selección de textos y la obra intelectual que da noticia bibliográfica de estos textos. Además, la biblioteca tiene una fuerte carga simbólica de bien común, en contraposición a la librería, de cariz más privado. Continuando con la evolución histórica de las bibliotecas, su transcurso ha sido configurado por la continua apelación a la exhaustividad, la selección de contenidos y el acceso de los usuarios a estos contenidos.

Por ahora, aunque la revolución digital parezca que augure el fin de las bibliotecas por la (teórica) facilidad de acceso total al conocimiento, estos servicios tienen la gran oportunidad de poner en valor la materialidad del libro. Una materialidad que nos proporciona una información de contexto que permite profundizar en los mensajes eminentemente discursivos de los textos. Recordemos que una constante de la obra de Chartier es la invocación de dos procesos en la lectura que se producen simultáneamente: la literalidad del texto, entendida como la descodificación del mensaje, y la legibilidad, es decir, toda aquella información coyuntural del soporte y las prácticas en la apropiación del mensaje que hace el lector.   

En segundo término, vale la pena señalar el potencial formador que tienen los bibliotecarios en la apropiación que hacen los lectores de los nuevos soportes textuales, así como en la selección de contenidos en un entorno de crecimiento exponencial de información.

A modo de conclusión, como ámbitos de crecimiento y evolución comunes a ambas profesiones, se apuntan cuáles son las tres razones por las que las librerías y las bibliotecas pervivirán en la era digital: en primer lugar, son lugares que permiten la relación física y material con el libro. Un soporte perdurable que, a pesar de la aparente sencillez, resulta sofisticado vistas las múltiples formas de uso.

El segundo argumento es la gran labor de selección y prescripción que hacen los libreros y los bibliotecarios, que orientan a los lectores entre la gran oferta editorial.

Finalmente, tanto librerías como bibliotecas se convierten en valiosos espacios públicos de socialización de la palabra, es decir, lugares de intercambio donde hay creación artística, preservación de la memoria colectiva, diversas prácticas de lectura y, en definitiva, transformación de información en conocimiento a fin de crear ciudadanos con espíritu crítico.

Bibliotecas y librerías: entre herencias y futuro es un pequeña muestra de los temas recurrentes de Roger Chartier que son, de entre otros, la doble naturaleza del soporte libro, el valor de los espacios en la circulación de los textos y las diferentes disrupciones que ha experimentado el mundo de la lectura a lo largo del tiempo. La obra es interesante e invita a internarnos en conceptos, ahora bien, lo más relevante es su aportación crítica a la revolución digital dado que, gracias a su visión de historiador, relativiza éxitos (y fracasos) de los soportes digitales defendiendo la convivencia de los soportes y la plena vigencia de un soporte tan complejo y versátil como es el libro. 

Roger Chartier es uno de los grandes referentes en el campo de la historia cultural y la historia de la lectura y el libro, y es el principal representante de la cuarta generación de la corriente historiográfica de la escuela de los Annales. Ha ejercido la docencia en el prestigioso Collège de France (2006-2016), fue jefe de estudios del École des Hautes Études en Sciences Sociales (1984-2006) y se convierte en gran colega del influyente sociólogo Pierre Bourdieu (véase la gran dialéctica que se establece entre ambos en la obra El sociólogo y el historiador, publicada en Madrid por Abada en 2011). 

Entre otros reconocimientos ha recibido el Annual Award de la American Printing History Association (1990) o el Prix Gobert de la Académie Française (1992).

Sus obras más destacadas son Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna (Alianza, 1993), Las revoluciones de la cultura escrita (Gedisa, 2018)1, La historia o la lectura del tiempo (Gedisa, 2007) así como la coedición, junto con Guglielmo Cavallo, de la esencial Historia de la lectura en el mundo occidental (Taurus, 2011), ensayo de cabecera para entender los habitus de los lectores de las sociedades occidentales.

Nota. Esta reseña se publica simultáneamente en el Blog de l’Escola de Llibreria.


1 Puede verse una reseña aquí (N. de la R.)