Antecedentes de los "okupas": La ocupación de inmuebles en Europa occidental.

El fenómeno "okupa" tal y como lo entendemos actualmente, que conjuga la necesidad de alojamiento con la ocupación de viviendas y edificios vacíos para convertirlos en base de operaciones de actividades políticas y culturales alternativas, tiene sus orígenes en la Gran Bretaña de los años 60 y principios de los 70, cuando grupos contraculturales (hippies primero, punkies después) se establecieron de forma más o menos permanente en viviendas que no eran utilizadas por sus dueños. El movimiento "squatter" -término inglés equivalente a "okupa"- tuvo mucha fuerza debido al gran número de viviendas abandonadas, la mayoría propiedad de los ayuntamientos, que no sabían que hacer con ellas al carecer de fondos para modernizarlos.

El movimiento se extendió rápidamente por Dinamarca, Holanda o Alemania con distintos matices en cada caso. A finales de los años sesenta, ciudades alemanas como Berlín, Hamburgo o Friburgo empezaron a ser objeto de numerosas "hausbesetzung" -"okupación" en alemán -. La primera ola de "okupaciones" alemana estuvo relacionada con la revolución de estudiantes de 1968. La segunda ola germana de "okupaciones" comienza en los años 1978-79, a causa de la declaración de zonas en barrios antiguos de Berlín como zonas de "saneamiento"; la situación llegó a ser escandalosa, mientras infinidad de pisos quedaban vacíos la demanda de vivienda ascendía vertiginosamente. En estas circunstancias reapareció el movimiento "okupa", del que sus primeros objetivos fueron esas casas afectadas por esos planes de saneamiento.

En Holanda, y como consecuencia de las ideas emitidas por los provos y los kabouters, a finales de los años setenta y principios de los ochenta, estudiantes y antiguos provos ocuparon edificios deshabitados, propuestos para el derribo. La "okupación" -"Krakers" en holandés- fue muy popular entre los jóvenes de Amsterdam.

Por su parte, en Italia, se inició uno de los referentes más significativos para la ocupación actual. Se trató de una oleada de ocupaciones extendida a viviendas, locales vacíos, fábricas. En la mayoría se dejó sentir la influencia de las reivindicaciones políticas tanto del comunismo partidista -PCI-, como de otros grupos de izquierda más radicales y antiparlamentarios como Autonomía Operaria.

Posteriormente la situación fue evolucionando de forma distinta en cada país. En Inglaterra, en 1991 se registraron más de 2000 casas ocupadas, 1700 de las cuales eran propiedad de las autoridades locales. No era raro ver en Londres a familias que vivían en un "squat" equipado con lavadora, televisión, fax, teléfono y agua caliente. Algunos "squatters" firmaron contratos de alquiler y otros propietarios permitieron la ocupación hasta que no necesitaran el inmueble para alguna finalidad. Sin embargo los "squatters" no pudieron frenar la aprobación de la Criminal Justice and Public order Act (o Criminal Act Bill) en 1994, por la cual se vendieron un considerable número de edificios por los ayuntamientos a cooperativas y asociaciones semiprivadas para que se encargaran de reformarlas y venderlas a bajo coste; también instaba a los "squatters" a que aceptaran sumisamente las viviendas oficiales, penalizando la "okupación" con cárcel y acelerando los trámites de desalojo, "una forma de comprar a los jóvenes, que así no protestan", lo que hizo que el número de "squatters" fuera disminuyendo.

En diciembre de 1980 hubo enfrentamientos violentos en Berlín a causa del desalojo de unas 12 casas "okupadas", lo que supuso un impulso vital para el movimiento. Sin embargo, este aumento produjo también el inicio de la división entre los miembros del movimiento. Por un lado aparecieron grupos llamados "autónomos" que se proponían objetivos más políticos tendientes a cambiar o reformar la sociedad a partir de la reapropiación de un patrimonio considerado como colectivo, y por el otro los "espontaneístas" para los que el objetivo sería conseguir un lugar donde vivir, mostrándose dispuestos a entrar en negociaciones". Todo esto coincidió con una situación de vacío de poder político en el gobierno de la ciudad, lo que permitió el desarrollo del movimiento que llegó a su punto álgido en 1984 con 170 casas ocupadas. Con la formación de un nuevo gobierno municipal se entró en una línea dura de desalojos. A inicios de los noventa el ayuntamiento optó por una política de concesiones y diálogo, la "línea berlinesa", que se fundamentaba en el criterio de que "las casas sólo debían ser desalojadas cuando no hubiera otra solución". Paralelamente, se siguió una línea muy dura con aquellas casas que se negaban a negociar, en las cuales, a petición del propietario, se procedió al desalojo y derribo inmediato o a la rehabilitación de alto standing. El resultado de esta nueva actitud de las autoridades berlinesas fue la división definitiva entre los que no estaban dispuestos a negociar y aquellos que sí.

La caída del muro tuvo consecuencias para el movimiento "okupa" en ambos lados de la ciudad. En Berlín occidental alguno de los barrios con muchas casas "okupadas" se encontraban precisamente en zonas muy próximas al muro, zonas hasta entonces marginales. La caída del muro supuso una reorganización urbanística de la ciudad que vino acompañada de cambios de normativa y actuaciones urbanísticas. El barrio de Kreuzbberg dejó de ser un guetto situado en los límites de la ciudad para convertirse en parte del centro histórico y comercial de la ciudad. El suelo en consecuencia se vio revalorizado considerablemente y la situación general favoreció un incremento de la presión especulativa en estas zonas.

En el Berlín oriental, la indefinición sobre el derecho de propiedad de muchas casas junto con la antigua práctica de la RDA de quién ocupaba una casa y la reformaba estaba legitimado a negociar un contrato de alquiler, provocó una gran efervescencia del movimiento y el desplazamiento del centro de gravedad hacia el este, donde calles enteras fueron ocupadas. Pasado un tiempo de indefinición, tras la llegada al poder de Schümbhlm y sin valorarse los resultados positivos alcanzados en las negociaciones del oeste, se optó por una línea dura de desalojo inmediato que culminó en un enfrentamiento de dos días en Mainzerstrasse.

En este aspecto, es quizás Holanda, el país europeo donde el movimiento "okupa" más se ha estabilizado al encontrar una actitud de diálogo y apoyo por parte de las administraciones. En este sentido por ejemplo, la entrada en vigor de la Ley 12305 estableció que un inmueble tan solo podía estar un año sin que nadie hiciera uso, y en Amsterdam, por ejemplo, el ayuntamiento edita un catálogo de casas ocupables cuando los propietarios, además de tenerlas vacías, no han cumplido un mínimo de exigencias de conservación


vuelve al Índice