Segregación sexual del mercado de trabajo


La segregación sexual del mercado de trabajo es uno de los aspectos básicos a la hora de entender la realidad del empleo en Europa. La particular evolución histórica del empleo en cada estado miembro determina en gran manera las formas y consecuencias de dicha segregación.

Hemos de diferenciar entre dos tipos de segregación: la vertical y la horizontal:

-La segregación horizontal se refiere a la concentración de las mujeres en algunos sectores de la actividad económica. Partiendo de la clásica separación en tres sectores, primario (agricultura, minería), secundario (industria y producción manufacturada) y terciario (servicios), a nivel europeo se ha ido produciendo una concentración del empleo femenino en el sector servicios.

Dentro de estos sectores se produce además una fuerte segregación de las ocupaciones y las profesiones según el sexo de los trabajadores. Los empleos fuertemente feminizados cuentan con menos posibilidades de promoción y movilidad profesional, menor salario, y menor estatus dentro de la escala ocupacional. El abanico ocupacional femenino es mucho más reducido que el masculino. Las mujeres están presentes en mayor medida dentro de los servicios en los llamados trabajos de cuidados o de proximidad o en aquellos empleos que exigen cualidades y competencias relacionales, tradicionalmente reconocidas como competencias específicas de las mujeres y que están fuertemente desvalorizadas en términos salariales en el mercado de trabajo.

-La segregación vertical se manifiesta en la escasa presencia de mujeres en los puestos directivos y de administración de las empresas. La discriminación vertical, se expresa mediante el llamado "techo de cristal", que impide el acceso de las mujeres a los puestos de mayor responsabilidad y de toma de decisiones.
 
"Un obstáculo sumamente real en la práctica para que las mujeres alcancen puestos de alto nivel es la responsabilidad que llevan sobre sus hombros de cuidar de sus hijos y de realizar las tareas de sus hogares. El trabajo profesional -y especialmente el directivo- se caracteriza a menudo por las largas horas que hay que dedicarle para conseguir reconocimiento y eventuales ascensos. Las políticas y estructuras de promoción en las empresas están pensadas con frecuencia para destacar el periodo comprendido entre los 30 y los 40 años de edad como el más importante para el desarrollo de una carrera. Pero estos años son precisamente los que exigen una dedicación más intensiva al cuidado de los hijos. Así, las mujeres que quieren tener a la vez una familia y una carrera han de hacer auténticos malabarismos con pesadas responsabilidades en ambas esferas. La cosa es más sutil aún porque, incluso las mujeres que no tienen responsabilidades familiares son vistas como madres potenciales, con el resultado de que a menudo se presta menos atención a las inversiones requeridas para ofrecerles formación y oportunidades de progresar en sus carreras que la que se les brinda a los hombres que desempeñan su mismo trabajo, lo cual reduce sus oportunidades de ascender más adelante a los puestos más altos." (Mujeres en puestos directivos, CINTEFOR, OIT. web: http://www.ilo.org/public/spanish/bureau/gender/fact.htm)
 
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