El ciudadano romano.


La ciudadanía romana aparece con la fundación de la ciudad el 753 a.C. La Roma primitiva es una monarquía en la que el reconocimiento de la ciudadanía se limita a los patricios, que son los hombres mayores de 17 años que participan militar y financieramente en la ciudad.

La República (a partir de 504 a.C.) inaugura, bajo influencia ateniense, un cambio en las instituciones políticas que conlleva una modificación en la ciudadanía. El rey primitivo es sustituido por dos magistrados, los cónsules, que constituyen un poder ejecutivo, evitando así, que el poder recaiga en una sola persona como en los tiempos de la monarquía. En la ser ciudadano, a diferencia del período anterior, significa velar por la res publica, por la "cosa pública", en definitiva: por el bien común.

La república romana no es una democracia. Aunque a Roma le corresponde el mérito de extender el status de ciudadano a una gran parte de la población, estos no son ciudadanos activos. Porque, aunque todo hombre libre nacido en Italia a partir del siglo II a.C. es considerado ciudadano romano no puede participar activamente en política ya que la ciudadanía creada por Roma se caracteriza por la creación de status diferenciados de ciudadanía. La participación política basada en un sistema censitario y en la manipulación electoral lleva a una progresiva aristocratización de la república romana. Esta ciudadanía aristocrática constituye una elite que supone el fin de la república y el triunfo del imperio.

Con el imperio vuelve un sistema político que se rige por unos intereses personales, familiares o dependientes de otros vínculos que están sobre el bien común, tal y como defendía la república, aunque fuera sólo teóricamente.

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