La guerra y la actividad de los clubs femeninos.


La actividad de dichas sociedades superó muy pronto la misión deliberativa y educativa. La declaración de Guerra y la Insurrección de agosto llevaron, en 1792, a las sociedades a ejercer funciones de vigilancia y de control, así como labores de retaguardia: atención a los enfermos, heridos y prisioneros. A partir de 1792, y por lo que hasta ahora se conoce de la actividad de los clubs femeninos y las declaraciones públicas de mujeres en las sociedades fraternales, las mujeres apoyaron activamente la guerra y extremaron el control de los intentos contrarevolucionarios.

Las reivindicaciones feministas creían encontrar en su apoyo activo al movimiento revolucionario, legitimación mas que suficiente para esperar el reconocimiento de sus derechos. Sin embargo, las viejas aspiraciones seguían pendientes, como lo muestra la Petición de las mujeres a la Asamblea Legislativa en la que Etta Palm, actuando como portavoz, recuerda una vez más que:

"Las mujeres han compartido los riesgos de la Revolución ¿Por qué no han de participar de sus ventajas?. Los hombres son libres al fin y las mujeres son esclavas de mil prejuicios". Y reclama : que la Asamblea nacional conceda una educación moral y nacional a las chicas; que sean declaradas mayores de edad a los 21 años; que la libertad política y la igualdad de derechos sean comunes a los dos sexos; que el divorcio sea decretado." (Abril 1792, Acta de la Asamblea Legislativa)

Al mismo tiempo, Pauline Leon pedía -infructuosamente- ante la Asamblea la posibilidad de portar armas.


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