Las iniciativas educativas libertarias: la agrupación Mujeres Libres.


Tanto anarquistas como socialistas, los dos grupos mayoritarios del movimiento obrero español, creían que la educación era la base de la emancipación de la clase obrera, así como, el medio fundamental para lograr la emancipación femenina. A pesar de ello, y del reconocimiento explícito de que las obreras carecían de facilidades para educarse, ninguno de los dos grupos les había dedicado un esfuerzo semejante a las facilidades ofrecidas a los trabajadores masculinos.

En el programa anarquista siempre figuró la educación integral de ambos sexos y la emancipación de la mujer. Se había hecho incapié en el fomento de la educación popular alternativa ya que pensaban que la educación y la pedagogía eran cuestiones capitales para el desarrollo integral del individuo. Si bien el movimiento libertario dedicó más atención a la educación femenina que los demás sectores de la clase obrera, las iniciativas no estaban muy extendidas y se realizaban de forma esporádica. Aunque los programas de los Ateneos incorporaban temas de importancia para las mujeres, su programa educativo no contemplaba la educación femenina como tal.

Hacia finales de los años 20, la participación de la mujer en los centros culturales obreros había aumentado considerablemente, aunque todavía existían ciertas suspicacias respecto de su presencia. Paralelamente, las mujeres tomaron más conciencia del tratamiento sexista del que eran víctimas, afirmándose aún más en su rechazo a los prejuicios de los hombres en relación a la educación femenina. Se volvieron más beligerantes en contra de las normas culturales que concedían escasa importancia a las aspiraciones femeninas en relación a la cultura y la educación, y especialmente contra la insistencia de los hombres en que las mujeres permanecieran en un estado de ignorancia perpetuo, opiniones que incluso provenían desde sectores radicales de la izquierda.

Hasta que las mujeres no empezaron a organizarse, no se abordó seriamente la cuestión de una educación epecífica para ellas. La creación de la organización femenina anarquista Mujeres Libres en abril de 1936, se debió a la conciencia de algunas mujeres que deseaban acceder a la cultura y a la educación pero que se desanimaban tanto a causa de los obstáculos legales de las estructuras oficiales, como de los prejuicios sexistas de los hombres. La primera agrupación la formaron unas cuantas mujeres que se sintieron aisladas debido a la hostilidad masculina en el transcurso de las clases que se celebraban en la Federación Local del sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Una de las fundadoras, Mercedes Comaposada, dejó claro que los objetivos de la agrupación eran culturales y educativos, concebidos para formar a las mujeres, propocionarles autoestima y ampliar sus horizontes laborales y sociales.

Mujeres Libres compartía sin duda la estrategia anarcosindicalista de lucha de clases y la visión comunista libertaria de la CNT y la FAI, pero entendía que en ese marco cabía desarrollar sus objetivos organizacionales específicos, resumidos en dos consignas: capacitación y captación. Lo primero se refería al trabajo educativo, para ayudar a las mujeres obreras y campesinas a superar las enormes carencias de instrucción formal que padecían, lo cual era condición básica para acceder a lo segundo, pues las mujeres que se superaban a través de la educación podrían incorporarse y participar activamente en el proceso de transformación social impulsado por el movimiento libertario español en las áreas donde tenía mayor predominio.

Es necesario señalar que las ideas y la existencia misma de Mujeres Libres suscitó no pocas resistencias incluso dentro del mismo ámbito libertario, donde, a pesar de proporcionar apoyo financiero, locales de funcionamiento y espacio en la prensa ácrata, no se quiso reconocer a la Agrupación como un organismo igual a las otras ramas del movimiento libertario (CNT, FAI y Juventudes). Ciertamente tal resistencia a reconocer la especificidad y necesidad de autonomía en la lucha femenina puede interpretarse como una muestra de la tradicional separación de géneros, que llevaba a un importante sector del anarquismo español a ver la lucha de Mujeres Libres con condescendencia pero como algo secundario. Ni que decir tiene que, fuera del ámbito anarquista, eran vistas como la expresión más acabada de la "locura anarquista", infamia que luego se usaría para justificar un desdén que para algunos sigue vigente aún.


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