Las iniciativas regeneracionistas llenan el vacío de la enseñanza pública.



Durante las tres últimas décadas del siglo XIX se produjo en España una enconada polémica entre los sectores intelectuales y sociales en relación a la educación, y muy especialmente a la educación de la mujer. La polémica giró en torno a tres cuestiones básicas: centralización, secularización y coeducación, enfrentando a dos corrientes culturales irreconciliables, la tradicional, católica y conservadora, y la liberal, laica y burguesa. La primera se oponía a cualquier cambio que pueda amenazar la estructura social tradicional. Será entre los sectores burgueses más liberales donde encontraremos las principales iniciativas que cuestionan el modelo educativo tradicional y que proponen la incorporación de la mujer a la cultura.

Sin lugar a dudas, una de las iniciativas más importantes de este período fue la de los krausistas, los cuales, rechazando el modelo católico tradicional, aspiraban a una mujer complemento armónico del hombre, aparentemente más igualitaria y que no necesariamente estaba destinada al matrimonio. El objetivo fundamental que animaba a los krausistas era la regeneración social y para conseguirlo, la educación de la esposa y madre, se convirtió en un instrumento primordial. Nunca llegaron a cuestionarse las finalidades tradicionales de las mujeres, pero la introducción de nuevos elementos abrieron caminos que desembocarían en una futura emancipación.

Una de las primeras iniciativas llevadas a cabo por las krausistas fue la puesta en marcha, en 1869, de las Conferencias Dominicales para la Educación de la Mujer, con el objetivo de crear un clima de opinión favorable a la educación de las mujeres, y diseñar el marco educativo que debía basarse en ofrecer a las mujeres conocimientos de religión, higiene, bellas artes, pedagogía, ciencias naturales, lengua española y literatura. En el marco de las Conferencias se defendía el acceso de las mujeres a la instrucción, siempre y cuando no se transgrediera el orden establecido. El acceso de las mujeres a la cultura se consideraba adecuado desde dos puntos de vista: como un soporte fundamental para la consolidación de la institución familiar, en la que la misión de la "nueva mujer" era la de ser virtuosa e instruida para así ocuparse mejor de la educación de los hijos; y como formación para aquellas mujeres que desearan o se vieran en la necesidad de realizar un trabajo remunerado fuera del hogar.

Las Conferencias Dominicales abrirían el camino a toda una serie de iniciativas que vinieron a llenar el vacío existente en lo que a la educación femenina se refiere: la Asociación para la Enseñanza de la Mujer (1870-1871); la Escuela de Comercio para Señoras 1878-1879); la Escuela de Correos y Telégrafos (1883); la Escuela primaria y de Párvulos (1884); un curso de Bibliotecarias y Archiveras (1894) y la Segunda Enseñanza (1894).

Las iniciativas krausistas no tuvieron una repercusión inmediata en la incorporación laboral de sus estudiantes femeninas, ya que no se debe olvidar que su alcance estaba limitado a círculos reducidos de la burguesía. Los centros educativos creados en torno a los ideales krausistas solamente incidieron sobre un sector minoritario de la sociedad, en un contexto general en el que el resto de la enseñanza, estatal o religiosa, tan sólo ofrecía a las alumnas una enseñanza básica impregnada de un fuerte sentimiento religioso y basada en principios que desarrollaban exclusivamente la función maternal. Sin embargo, proporcionó a la mujer española los primeros cursos preparatorios para el ejercicio de determinadas profesiones que se consideraban adecuadas para el carácter femenino.

Del núcleo principal de krausistas nació, en 1876, la Institución Libre de Enseñanza, como reacción a las diversas tentativas del primer gobierno de la Restauración de suprimir la libertad de enseñanza y de investigación en la universidad española. Fue creado como un instituto privado, libre y laico, y consideraba que la cultura y la educación debían constituir un elemento regenerador del país. Se mostraba partidaria de la enseñanza pública, gratuita, obligatoria en todos los niveles primarios y sobretodo coeducativa, ya que según sus fundadores era el único modo de garantizar el acceso igualitario de las mujeres a la enseñanza. Aunque la ILE fue el primer defensor en España de la coeducación, es evidente que en aquellos años el concepto no tenía el mismo significado que hoy en día. No se pretendía, en absoluto, que la escuela mixta acabara con las diferencias de género, más bien, el modelo krausista que iluminaba la Institución buscaba la armonía de las diferencias, no su eliminación. En palabras de Francisco Giner, uno de los principales valedores de la ILE, el modelo coeducativo podía admitir la división entre sexos "cuando se trata de especialidades peculiarísimas a uno y otro sexo."

El caso del Institut de Cultura i Biblioteca Popular de la Dona, fundado en Barcelona en 1909 por Francesca Bonnemaison, representa un ejemplo del carácter contradictorio y complejo del feminismo social. Fue una de las instituciones educativas más importantes en España, con un número importante de alumnas que alcanzaron las 8.000 anuales durante los años treinta. Ofrecía un curriculum amplio de cultura y enseñanza, economía doméstica y formación profesional en las nuevas carreras de oficinista o administrativa. Su filosofía y enseñanza expresaron su identificación confesional con los presupuestos del reformismo católico y con la orientación política del nacionalismo catalán burgués. Dirigida preferentemente a la educación de las niñas de la pequeña burguesía y de la clase obrera, que tenían mayoritariamente una enseñanza gratuita, tuvo una fuerte orientación de clase al transmitir valores políticos y culturales de la burguesía catalana.


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