Ronald Dworkin


"La idea de que la vida comunal de una comunidad es tan solo su vida política formal es desilusionante pues parece desvirtuar la idea de integración, o dejarla sin función. La idea de que las vidas de las personas deberían ser consideradas como integradas a la vida de su comunidad sugiere, a primera vista una emocionante expansión de la teoría política. Parece prometer una política dedicada tanto a promover el bien colectivo como a -o tal vez en lugar de proteger los derechos individuales. La concepción antropomórfica de la vida comunal -según la cual la vida de la comunidad refleja todos los aspectos de la vida de los individuos, incluyendo sus elecciones y preferencias sexuales- parece cumplir dicha promesa. Este argumento afirma que un ciudadano integrado rechazará la tolerancia liberal en favor de un compromiso hacia los patrones sexualmente saludables impuestos a todos, porque preocuparse por la comunidad significa preocuparse porque la propia vida sea buena y justa. Pero mi sugerencia -que la vida comunal se limita a las actividades políticas- no amplía la justificación oficial más allá de lo que los liberales ya aceptan. Si la vida de una comunidad se limita a las decisiones políticas formales, y si por lo tanto sus logros críticos dependen únicamente del éxito o fracaso de sus decisiones legislativas, ejecutivas y adjudicativas, entonces podemos aceptar la primacía ética de la vida de la comunidad sin abandonar ni comprometer la tolerancia y neutralidad liberal con respecto a la buena vida. Simplemente repetimos que el éxito en las decisiones políticas exige tolerancia. Desde luego, esta proposición puede ser -y ha sido- cuestionada. Sin embargo, el argumento en favor de la integración añade un nuevo reto a los que ya se han planteado a la tolerancia, solamente si asume una visión antropomórfica de la comunidad, o por lo menos una que incluya algo más que las actividades políticas puramente formales. Si limitamos la vida comunal de una comunidad a sus decisiones políticas formales, la integración no presenta amenazas para los principios liberales, y esta es precisamente la razón por la cual parece decepcionante.

No obstante, sería un error concluir que la integración es una idea que no presenta consecuencias, que no añade nada a la moral política. El ciudadano que se identifica con la comunidad política, al aceptar las prioridades éticas de la comunidad, no ofrecerá nuevos argumentos sobre la justicia o sabiduría de ninguna decisión política. Sin embargo, asumirá una actitud totalmente diferente hacia la política. Podemos apreciar la diferencia al contrastar su actitud, no con el individuo egoísta en sus fantasías, sino con la persona que para los críticos del liberalismo es modelo de liberalismo, persona que rechaza la integración pero obedece a un sentido de la justicia. Esta persona votará, trabajará y cabildeará tan solo por las decisiones políticas que cree imperativas para la justicia. Sin embargo, establecerá una clara línea divisoria entre lo que la justicia requiere de ella y los logros críticos de su propia vida. No considerará que su vida es menos exitosa sí, a pesar de sus propios esfuerzos, su comunidad acepta una marcada desigualdad económica, si mantiene formas de discriminación racial o semejantes, o limitaciones injustas a la libertad individual."

  • Dworkin, Ronald: La comunidad liberal. Facultad de derecho de los Andes, 1996. P. 177-178.