Richard Rorty


"Desde un punto de vista pragmatista, la noción de "derechos humanos inalienables" es un eslogan ni mejor ni peor que aquel otro de "obediencia a la voluntad de Dios". Lo que hacemos al invocarlos como motores inmóviles es expresar en otras palabras que hemos tocado fondo, que hemos agotado todos los recursos argumentativos a nuestra disposición. Estos discursos sobre la voluntad de Dios o los derechos del hombre, al igual que esos otros sobre "el honor de la familia" o "la patria en peligro" no son unos objetivos demasiado adecuados para el análisis y la crítica filosóficas. El intento de ir a ver qué hay detrás de ellos no dará ningún fruto. Ninguna de esas nociones debería ser analizada, pues todas terminan por decir lo mismo: "Aquí me detengo: no puedo hacerle nada". Son menos razones para la acción que anuncios del hecho de que se ha estado meditando a fondo sobre el asunto y tomado una decisión.

Al preguntar cosas como "pero, ¿hay un Dios?" o "¿tienen los seres humanos esos derechos realmente?" la filosofía tradicional ?según la cual la moral se basa en la metafísica? lleva esas nociones demasiado lejos. Tales preguntas presuponen que el progreso moral es, en parte, como mínimo, una cuestión de incrementar el conocimiento moral, el conocimiento de algo que no depende (le nuestras prácticas sociales, algo como la voluntad de Dios o la naturaleza de la humanidad. Semejante idea, sin embargo, es vulnerable a la idea nietzscheana de que tanto Dios como los derechos humanos no son más que una superstición, una treta de los débiles para protegerse de los fuertes. Mientras que los metafísicos replican a Nietzsche que existe una base racional para la creencia en Dios o los derechos humanos, los pragmatistas responden que no hay nada malo en las tretas. Los pragmatistas pueden estar alegremente de acuerdo con Nietzsche en que solo a los débiles ?esa gente dominada por los valientes, fuertes y felices guerreros que él idolatra? se les podía haber ocurrido la idea de fraternidad humana. Para los pragmatistas, sin embargo, ello afecta tan poco la idea de derechos humanos como la fealdad de Sócrates afecta su explicación de la naturaleza del amor; o las pequeñas neurosis privadas de Freud afectan su explicación del amor; o los intereses teológicos y alquimistas de Newton afectan su mecánica; o el carácter moralmente reprochable de Heidegger afecta su obra filosófica. Una vez desechemos la distinción entre razón y pasión también dejaremos de discriminar una buena idea por culpa de sus orígenes sospechosos. En lugar de ser clasificadas por sus fuentes, las ideas serán clasificadas por su utilidad relativa."

  • Rorty, Richar: Pragmatismo, una versión. P. 216-217.