Los jóvenes, más allá del consumo de drogas

Sonia Fuertes, profesora del Máster, nos ofrece esta reflexión entorno a los sociedad actual y el rol que las drogas pueden desempeñar entre los y las jóvenes.

drogas jovenes

Ya hace varios años que el debate en torno al consumo de drogas y su regularización ha ido cobrando una renovada vigencia de la mano de los clubes cannábicos y de algunas propuestas legislativas que abogan por despenalizar, cómo sería el caso de Uruguay. Una vez más, confluyen en este tema múltiples dimensiones que nos advierten de la complejidad del mismo y que nos invitan a la prudencia, prudencia que no se debe confundir con el miedo a abrir un diálogo.

Los aspectos legales, médicos, culturales, económicos… enriquecen la mirada sobre la cuestión aunque, en ocasiones, dificultan también ubicar cada posición y articular una respuesta menos ideologizada y más acorde a la realidad de nuestro contexto.

Un tema donde estas contradicciones aparecen de forma notoria es cuando nos referimos al consumo de drogas por parte de los/las jóvenes. El tratamiento que suele darse al tema por parte de los medios de comunicación no parece proporcional a la incidencia de este consumo o a su gravedad. Sin ánimo de frivolizar una cuestión que sin duda debe ser abordada con rigor y prudencia, si recorremos a informes como el último emitido por UNAD (Unión de Entidades y Asociaciones de atención al drogodependiente) y correspondiente a 2016, sólo un 2% de las personas atendidas en la red eran menores de edad. Efectivamente el hecho de estar en tratamiento es una circunstancia que, en general, hace referencia a una relación abusiva o dependiente hacia el consumo. Esta no suele ser la situación de los jóvenes aunque no significa que su relación y percepción del consumo puedan ser susceptibles de ser abordados desde una óptica preventiva o de gestión de riesgos y placeres.

Desde la mirada profesional, ¿qué podemos decir de este consumo de drogas en los jóvenes? ¿Debe ser motivo de preocupación?

En primer lugar, debemos destacar que, si algo hemos aprendido a lo largo de nuestra experiencia, es que la relación de cada persona con el consumo de drogas es particular, dinámica y sujeta a cambios. Justamente este es el motivo por el cual podemos intervenir, porque siempre existe la posibilidad de operar un giro en esta relación. No es la sustancia la que hace el adicto ni tampoco es el consumo puntual lo que lo convierte en dependiente. El proceso, su duración, intensidad y posible virulencia, guarda relación con multiplicidad de variables de carácter subjetivo y también social. La relación de cada uno/a de nosotros mantiene con la norma y la ley, las estrategias y herramientas que tenemos para afrontar el aburrimiento o la presión grupal, nuestra autopercepción… todas estas cuestiones se establecen en nuestro proceso de socialización, a través de la educación que recibimos en la familia, en la escuela, en nuestro grupo de iguales y, sin duda, en los valores y prácticas que nos transmiten desde la comunidad social amplia. Y aquí es donde queremos también poner la mirada.

Los jóvenes no son seres al margen de la sociedad; forman parte de ella y son también hijos/as de una época.

Quizás convendría pues interrogarse sobre el modelo de sociedad que compartimos, un modelo que se caracteriza por, entre otros rasgos, la inconsistencia de los vínculos sociales, el consumo alocado de todo tipo de objetos y la falta de integridad ética que genera a la vez desafección y falta de confianza en nuestras instituciones.

Quizás algo de lo que les ocurre a estos jóvenes (que no son todos) guarda relación con este estilo de vida que cuestionamos tan poco. Quizás algo de la desafección y de la anestesia emocional (con la comida, con la medicación…) radica también en el sustrato de sus posiciones. Correspondería entonces aceptar una parte de nuestra responsabilidad como comunidad.

Y conviene hacerlo no sólo desde la vertiente de asunción de responsabilidades sino también, y en especial en la acción social, desde la dimensión de apertura de posibilidades. Desde su inclusión en el espacio público (la expulsión de los jóvenes de este es especialmente notoria en la ciudad) hasta su participación en la vida comunitaria y política, tenemos un amplio recorrido de mejora. Debemos operar un tránsito desde esta asociación jóvenes-problema para convertirlo en algo menos problematizado y más lleno de promesa que de dificultad.

Ahora bien, este cambio no es un simple cambio de cartas en la línea del maquillaje conceptual que tanto se estila en nuestros días. Requiere de acciones valientes, innovadoras y diferentes que contemplan diversos aspectos que no podemos pasar por alto y que están jugando a la vez. Nos referimos en concreto a las políticas de empleo y los recorridos formativos. Un aspecto que se ha recogido estos días es la posible incidencia del consumo en la trayectoria escolar y formativa. A nadie se le escapa que el consumo de drogas en edades jóvenes resulta difícil de compatibilizar con los hábitos de estudio, con el esfuerzo y la continuidad. Ahora bien, resulta interesado y sesgado esgrimir este como factor explicativo del denominado fracaso escolar.

La creciente desigualdad social, la escasa incidencia de la institución escolar en los resultados académicos de los alumnos (aún hoy el mayor predictor “de éxito” es el nivel académico de los padres y madres, especialmente de esta última), la falta de mecanismos que garantizan la equidad, la ausencia de indicadores de evaluación del profesorado… Es evidente que nos queda camino por recorrer para dotar de condiciones esta relación que él o la joven, puedan establecer con el saber y con el aprendizaje. Mucho de la sorpresa y la curiosidad forman parte de nuestras ganas de vivir y este es un aspecto que debemos atender con especial cuidado. Hay que añadir por otro lado que…

la falta de expectativas en cuanto al trabajo o al acceso a puestos precarios e inestables operan asimismo en una línea antitética a la reseñada, erosionando la capacidad de ilusionarse por lo que está por venir.

Y aquí es donde el consumo de drogas puede jugar un rol determinante; no de manera absoluta pero sí importante. Efectivamente el consumo de drogas puede conllevar efectos no deseados y no exentos de riesgos, especialmente cuando se trata de personas jóvenes. Ciertamente no hablamos sólo de la dimensión orgánica, de los efectos en el sistema nervioso (más “vulnerable” que el de una persona adulta en la medida en que se encuentra todavía en proceso de maduración) sino también de la dimensión social. El estatus de ilegalidad de algunas sustancias favorece el tránsito de los/las jóvenes por espacios alejados de aquellos que supuestamente consideramos socializadores. Desde la acción profesional debemos intentar incrementar la visión de riesgo asociada al consumo de alcohol y cannabis y no banalizarlo pero debemos reducir también los riesgos para cuando esta ingesta se produzca ofreciendo acciones de reducción de los daños que puedan derivarse -se de este consumo.

Las drogas han existido siempre. Hemos experimentado con ellas utilizándolas como remedio curativo, huyendo del dolor, buscando el placer, promoviendo otros estados de conciencia… y, por algunas personas, el consumo de drogas forma parte de este tránsito a la edad adulta que hemos venido a denominar adolescencia, sin que por ello se configure como consumo problemático ni necesariamente se establezca una relación de dependencia con la sustancia en cuestión. Nuestra prioridad debe ser justamente favorecer que esta situación no se cronifique, se pueda ubicar en su lugar y hacerlo desde un lugar técnico, ni moral ni ideológico.

Sonia Fuertes

Profesora del Máster de Drogodependencias UB – IL3. Presidenta de la federación de Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS) y vicepresidenta de la Mesa de Entidades del Tercer Sector Social de Cataluña, y de la red de Mujeres Directivas y Profesionales de la Acción Social (DDiPAS). Subdirectora del Área de Inserción Social, Reducción del Daño en Drogodependencias y VIH-Sida de la Fundación Salud y Comunidad. Licenciada en filosofía y ciencias de la educación y educadora social. Experta en adiciones y acción social.

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