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Luisa Muraro. Feminismo y política de las mujeres.
Al cuidado de Gemma del Olmo Campillo.

Luisa Muraro.
Feminismo y política de las mujeres.

Al cuidado de Gemma del Olmo Campillo.


Selección de artículos escritos por Luisa Muraro: Más mujeres que feministas , Feminismo y política de las mujeres y El poder y la política no son lo mismo (Español)

El máximo de autoridad con el mínimo de poder 1


Introducción2

Los artículos ofrecidos en esta recopilación se pueden encontrar publicados en la revista Duoda. En concreto, los seleccionados son: Más mujeres que feministas 3, Feminismo y política de las mujeres 4 y El poder y la política no son lo mismo 5. Los tres artículos han sido escritos por Luisa Muraro, una de las principales autoras del pensamiento y práctica de la diferencia sexual o, mejor, una de las pensadoras más interesantes del siglo XX. Antonio Negri hace la siguiente afirmación respecto a esta autora:

La primera excepción que ha conocido el siglo XX Italiano, la primera fuerza filosófica y política que ha sabido meterle mano a lo real y recobrar las potencias primordiales del Risorgimento y del anticapitalismo, esta excepción ha sido el obrerismo, la obra de Mario Tronti. Luego ha estado, contemporánea, casi escondida pero activa en lo más profundo, otra excepción: el pensamiento feminista de la diferencia desarrollado por Luisa Muraro. Son estos los dos únicos elementos de innovación teórica en la ontología Italiana del siglo XX. Ambos parten de la consideración de las formas fundamentales de la constitución de la explotación, explotación hombre por el hombre y de la mujer por el hombre. Son dos, por tanto, las formas de la explotación: la capitalista y la patriarcal. 6

Luisa Muraro nació en 1940 en Montecchio Maggiore (Vicenza), Italia, se licenció en Filosofía en la Universidad Católica de Milán, donde inició su carrera de docente que se ve truncada por su participación en una ocupación de la universidad dentro de unas protestas del alumnado, la expulsan de la universidad y comienza a dar clases en Secundaria. Durante ese periodo inicia un experimento didáctico para una escuela antiautoritaria.

Tuvo un inicial interés por la filosofía de la ciencia (su tesis doctoral fue sobre Emile Meyerson), después por la filosofía de la religión (sobre todo de Dietrich Bonhoeffer) y más tarde por la historia (La Signora del gioco), pero, con el movimiento feminista de los años 70 , se acercó a los grupos de mujeres, a su pensamiento y a su política 7. En concreto, entra en contacto con el grupo DEMAU (Desmitificación del autoritarismo patriarcal), un grupo de mujeres y hombres feministas. Allí conoce a Lia Cigarini. Con ella, y algunas más, funda en 1975 la Librería de Mujeres de Milán, de la que aún forma parte. Esta librería, con el tiempo, se convertirá en un lugar histórico del feminismo europeo, que en la actualidad continúa activo y abierto al público.

Muraro participa, así, en la redacción de uno de los libros más relevantes del pensamiento de la diferencia —No creas tener derechos (1987)— y en la fundación de la revista "Via Dogana" (el primer número salió en 1991 y continua editándose en la actualidad, trimestralmente). Al tiempo que a la política, dedica también su esfuerzo a la filosofía por lo que crea, junto a otras mujeres, la comunidad filosófica femenina Diótima (http://www.diotimafilosofe.it/). Su nombre lo toma de Diótima de Mantinea, la maestra de Sócrates en la obra de Platón El Simposio. En esta obra el personaje de Diótima afirma que el fin del amor (físico y espiritual) es alcanzar la inmortalidad.

La comunidad filosófica femenina Diótima nace, según cuentan ellas mismas 8, en Verona, a partir de la lectura de un texto publicado por la Librería de Mujeres de Milántitulado Più donne che uomini (Más mujeres que hombres), conocido con el nombre de Sottosopra verde, donde, entre otras cosas, se afirma que para tener una existencia libre las mujeres deben poder inscribir sus deseos en la realidad social 9, deseos que, en muchos casos, serán muy diferentes de los contemplados por el sistema dado.

Antes de Diótima hay un primer grupo que recibe el nombre de Fontana del Ferro (FF), por el nombre de la calle en la que tenían lugar las reuniones. Corría el mes de diciembre de 1983 . Un mes más tarde, en enero de 1984 , comienzan a reunirse en la universidad y se constituyen como un colectivo de investigación dentro de la Universidad de Verona ya con el nombre de Diótima.

En esa misma época está estudiando la mística en la figura de Guillerma de Bohemia, a través de la cual descubre a Margarita Porete y su obra El espejo de las almas simples, cuya lectura le irá descubriendo el Dios-Amor de las místicas cristianas, muchas de las cuales fueron declaradas herejes. Hay, pues, un pensamiento religioso en los márgenes de lo oficial, un Dios-Amor 10 alejado del Dios autoritario y vengador, dentro de la apuesta arriesgada de no aceptar la mediación de la Iglesia oficial en su relación entre ellas y lo divino (en su mayoría eran mujeres).

Luisa Muraro ha publicado numerosas obras, entre las que se pueden destacar La Signora del gioco. Episodi della caccia alle streghe (Milán, Feltrinelli, 1976), Maglia o uncinetto. Racconto linguistico-politico sulla inimicizia tra metafora e metonimia (Roma, Manifiestolibri, 1981), Guglielma e Maifreda. Storia di un’eresia femminista (Milán, La Tartaruga, 1985), L’ordine simbolico della madre (Roma, Editori Riuniti, 1991), Lingua materna scienza divina. Scritti sulla filosofia mistica di Margherita Porete (Nápoles, D’Auria, 1995), La folla nel cuore (Milán, Pratiche, 2000), Le amiche di Dio (Nápoles, D’Auria, 2001), Il Dio delle donne (Milán, Mondadori, 2003), Al mercato della felicità. La forza irrinunciabile del desiderio (Milán, Mondadori, 2009) y Non è da tutti. L’indicibile fortuna di nascere donna (Roma, Carocci, 2011).

Todas estas obras forman parte de la apuesta política del pensamiento y práctica de la diferencia sexual, que podría decirse que consiste en “repensar la subjetividad según una ontología de la diferencia” 11 poniendo en el centro la libertad femenina y las prácticas que muestran esta libertad. Se trata, sin duda, de una apuesta arriesgada.

Los tres artículos propuestos analizan la tensión existente entre la autoridad y el poder, entendiendo aquí autoridad de una forma distinta a la que muchas veces se usa en la cotidianeidad, por lo que parece necesario hacer una pequeña introducción aclarando esta figura y ofreciendo alguna indicación más para situar mejor el pensamiento de Luisa Muraro. Esta introducción, por tanto, no tiene como finalidad hacer un análisis exhaustivo de las propuestas del pensamiento Italiano de la diferencia sexual, sino que solo pretende ser un acercamiento a su política para la mejor comprensión de los textos ofrecidos en esta selección.


Autoridad

La práctica de la autoridad es una de las figuras clave del pensamiento de Luisa Muraro porque evidencia que es posible relacionarse con el mundo de otra forma dado que el poder no es la única manera de interpretar y valorar lo real. El patriarcado nunca lo ha ocupado todo, ya que a lo largo de la historia ha habido muchas mujeres y algunos hombres que no han dado crédito al poder 12 y se han relacionado de espaldas a él.

La autoridad, en el sentido que aquí se ofrece, es el desarrollado por la Librería de Mujeres de Milán. No es un equivalente al poder, no tiene nada que ver con ejercer dominio o con el autoritarismo, sino que está próximo al crédito y la confianza que se le da a alguien. Es decir, para entender lo que significa la autoridad en el pensamiento de Luisa Muraro y de la Librería de mujeres de Milán, es preciso acudir a Hannah Arendt, quien señala que "autoridad" viene del latín, de auctoritas, que a su vez deriva del verbo augere, que significa "aumentar" 13. Con este término, Arendt pretende recuperar el valor de la “ autoridad prepolítica que rige las relaciones entre adultos y niños, profesores y alumnos” 14 del mundo clásico y que se ha ido perdiendo en la modernidad. El siguiente fragmento aclara mucho este significado:

“El sustantivo auctoritas deriva del verbo augere, ‘aumentar’, y lo que la autoridad o los que tienen autoridad aumentan constantemente es la fundación. Los provistos de autoridad eran los ancianos, el Senado o los patres, que la habían obtenido por su ascendencia y por transmisión (tradición) de quienes habían fundado todas las cosas posteriores, de los antepasados, a quienes por eso los romanos llamaban maiores.” 15

Y añade: “la característica más destacada de los que están investidos de autoridad es que no tienen poder16, de modo que la autoridad no se puede confundir con el poder. A pesar de ello, en muchas ocasiones sí se produce esta confusión porque la violencia cumple la misma función que la autoridad: que la gente obedezca, como advierte Arendt:

“La autoridad siempre demanda obediencia y por este motivo es corriente que se la confunda con cierta forma de poder o violencia. No obstante, excluye el uso de medios externos de coacción: se usa la fuerza cuando la autoridad fracasa.” 17

A partir de la obra de Hannah Arendt, el pensamiento y la práctica de la diferencia sexual reinterpretó este análisis sobre la autoridad y la reinventó para incorporarla a su política, ocupando un lugar central en su práctica. El nuevo sentido dado por las integrantes de la Librería de Mujeres de Milán, entre quienes también se encuentra Luisa Muraro, se puede ver en el siguiente fragmento:

“Nosotras hemos descubierto (¿inventado?) la autoridad como cualidad simbólica de las relaciones, como una figura del intercambio, de manera que nadie es ‘la autoridad’; esta, en cambio, es reconocible en el incremento que da al círculo virtuoso de las relaciones mediadoras. En el contrato entre hombres hay siempre un tercero (el Estado, el derecho) que da a los contratantes un poder de exclusión. También en las relaciones sobre las que estamos reflexionando hay un tercero, que es el orden simbólico de la madre, que no es excluyente. Se crea así un acuerdo del que está ausente todo poder de exclusión: la relación se abre a todas y a todos porque su propia existencia depende del multiplicarse de las relaciones. Con respecto al cuadro tradicional, hay un salto con el cual se pasa, de un mundo anclado en signos externos (la cátedra, los grados, las togas, el púlpito, el cargo, la firma, etc.), a la palabra, que hace el mundo fluido y móvil, ocupado siempre en la contratación del significado de las cosas. Porque lo real no es fijo, mas que cuando desesperamos de poder participar en la aventura de su interpretación y cambio.” 18

Así pues, la práctica de autoridad consiste en que una persona "hace crecer" a otra con los conocimientos que posee pero, a diferencia del poder, la autoridad no se impone, se reconoce. Para que se pueda llamar relación de autoridad debe cumplir una condición imprescindible: la persona interesada es quien tiene que reconocer la autoridad, no se puede imponer ni obligar, debe surgir libremente. La dirección en la que se establece la autoridad tiene que estar muy clara porque es ahí donde se encuentra la libertad. La dirección es, reitero, desde la persona que la reconoce libremente a la persona que es reconocida, de no producirse así no es autoridad. De modo que, insisto, lo que distingue a la autoridad del poder es que mientras la autoridad se reconoce libremente, el poder se impone.

Sin duda, es un tipo de relación que puede resultar familiar porque es frecuente que se dé en el aula, con la madre, entre amigos o amigas, etc. Es habitual tener relación con personas en las que confiamos porque nos parece que saben mucho de algo o que tienen un buen criterio hacia determinadas cosas, y les prestamos especial atención. En general, se trata de un vínculo muy positivo porque nos "hace crecer" como seres humanos.

Son relaciones que solemos tener a lo largo de nuestra vida pero, esto es importante, se trata de relaciones libres, no obligadas ni mediadas por el poder, que proporcionan una sensación de crecimiento personal y de libertad que no puede enmarcarse dentro de una estructura de poder, incluso aunque se desarrollen en una institución que sí se configure basándose en la lógica del dominio. La finalidad de la autoridad es desarrollar a las personas, no dominarlas, por eso es una figura política que excede la lógica del poder.

Por otra parte, es preciso tener en cuenta que no se reconoce autoridad a alguien de una vez para siempre y para cualquier cosa, sino solo en algunos aspecto de la vida, en algunas cosas, porque la autoridad, para que sea tal, debe circular, no debe fijarse y hacer de alguien un monumento a la sabiduría 19, como si una persona pudiera saberlo todo y estar siempre en posesión de la verdad. La autoridad para que sea política tiene que circular.

Pero, ¿entre quién circula?, ¿a quiénes concedemos autoridad? Porque parece claro que no nos dejamos guiar por cualquiera ni reconocemos las capacidades de todo el mundo por igual. Solo algunas personas nos transmiten confianza y cierta seguridad, y nos dejamos guiar y aconsejar por ellas o, para decirlo de manera más clara, la autoridad se genera, no se impone ni se espera. Solo así es política.

Es decir, la autoridad es política porque es un corte en el sistema dado que se basa en el poder, y es una práctica llevada a cabo sobre todo por mujeres, aunque también algunos hombres dan la espalda a la lógica de la fuerza. Este rechazo que muestra la libertad de no dar crédito al poder, el sistema de valoración dominante, es un aspecto fundamental de la política de las mujeres por la que apuesta el pensamiento y práctica de la diferencia sexual Italiana.


Política

En palabras de Ida Dominijanni: “Lo que nosotras entendemos por ‘política’ no es más que una acción relacional, capaz de desarrollar en lo real las consecuencias de una posibilidad impredecible, la libertad femenina, desautorizada por el orden social y simbólico” 20. Es decir, la libertad femenina es lo no pensado en el orden social del poder, no está contemplado como posibilidad, por eso esta libertad tiene la capacidad de hacer el corte con lo establecido y situarse fuera, en otro lugar, el que da espacio a los propios deseos. Y la autoridad es una de las prácticas que lo hacen posible.

No es, desde luego, el uso que los medios de comunicación, por ejemplo, dan a la política, que siempre la asocian a los partidos y al poder. Y, sin embargo, en la práctica y el pensamiento de la diferencia sexual, la política de los partidos es la política segunda porque se rige por el orden de lo dado, porque está dentro del sistema establecido y no hace una ruptura. La política primera será, pues, la que hace un corte en el orden social dado y, por este motivo, es por la que apuestan las mujeres de la diferencia sexual Italiana.

La consideran política primera por varios motivos, vinculados todos ellos entre sí: porque es previa al sistema legislativo dado, porque debe estar sostenida por deseos singulares, en primera persona, y porque las transformaciones humanas y sociales profundas se originan en ella y no en las leyes 21. No obstante, esto no quiere decir que haya dos políticas:

“Queda una pregunta: entonces ¿hay dos políticas? y ¿cuáles deberían ser, en la práctica, las principales consecuencias de la jerarquía entre la primera y la segunda? No, no hay dos políticas porque los sexos son dos pero el mundo es uno, habitado por mujeres y hombres. El nombre de ‘política primera’ lo hemos colocado como puente para los (y las) que se llaman políticos, con el fin de que entiendan la razón para no cerrarse en el politicismo y se les ocurra mirar hacia las innumerables mujeres y hombres que, con su compromiso, hacen civil la civilización y humana la humanidad.” 22

De modo que la política primera es la política de las mujeres, la que muestra un orden simbólico distinto al orden social basado en el poder. La libertad femenina realiza un corte en el orden establecido y muestra la posibilidad de una forma de interpretar lo real fuera del poder, o con el poder en su mínima expresión, únicamente latente como posibilidad.

Es necesario ese corte porque, como afirmó Audre Lorde, “las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo” 23. Oponerse y luchar contra el poder desde dentro del poder reproducirá aquello que se pretende combatir, no dará lugar a una verdadera transformación. Esta se llevará a cabo cuando, de espaldas al orden de la fuerza, sin actuar en contra o a favor de este, se dé paso al propio deseo, a lo que cada cual quiera poner en el mundo. Es la forma de llegar a la independencia simbólica del poder, o de otra manera, es una apuesta clara por la política del deseo 24, por que cada cual hable desde sí de lo que quiere y siente, pero sin olvidar que su voz es sostenida por las relaciones establecidas a lo largo de su vida. Llevar a cabo el propio deseo es fundamental para ser, para encontrarse, para vivir.

Sin embargo, en este punto también es preciso admitir que no es fácil saber lo que se desea y que tampoco es fácil realizarlo. Necesitamos a otras personas para saber lo que de verdad queremos, así como también las necesitamos para saber quiénes somos, pensarnos o interpretar el mundo, sin olvidar que precisamos ayuda también para llevar a cabo nuestro deseo. La libertad es siempre relacional 25. Esto es, la libertad se obtiene gracias al apoyo de las y los demás.

Luisa Muraro encontró libertad en las comunidades religiosas de mujeres de la Edad Media, y también en las beguinas y en las mujeres que vivían solas, porque mantenían relación con lo que les rodeaba. Dependían de otras personas, y lo asumían como una riqueza, algo positivo en sus vidas. Por eso pudieron tomarse la libertad de ser libres y no esperar a que las leyes fueran menos injustas. Asumieron que eran libres y lo fueron, con sus complicaciones y dificultades, no hay que ocultarlo ni idealizarlo porque es verdad que tuvieron muchos problemas, pero consiguieron llevar a cabo su deseo de hablar de Dios y con Dios, de no casarse, de no renunciar a su dinero, de hablar en público...

Además, a todo esto hay que añadir que cuando se habla de libertad hay que hablar también de la no libertad 26, de la lógica del poder, porque no debemos hacernos la ilusión de que podemos sustraernos completamente a la presión del poder, esa presión y, por qué no decirlo, tentación, está presente, ya que suele ser un camino corto, fácil y habitual de conseguir algo, así como un juego del que mucha gente forma parte. Acudir a la fuerza es una tentación indudable. En este sentido cabe preguntarse si es posible eliminar completamente la lógica del poder a la hora de interpretar lo real. Quizá la respuesta más realista sea que no, que solo cabe reducirla al mínimo posible. Pero este reducirla al mínimo es ya un reto importante porque pone en evidencia que “el poder y la política no son lo mismo”.27

La lógica del poder puede resumirse en tres puntos, señala Luisa Muraro 28: el primero es "que quiere durar", el segundo "que tiene siempre la espada por el puño" y no soporta la vulnerabilidad, y el tercero que "usa todo y a todos, también a quienes lo poseen". Estos tres puntos son nefastos, desde luego, para fomentar el deseo y la libertad, por eso el abrazo del poder es letal para la política. 29


Feminismo y política de las mujeres

30 La política de las mujeres, es decir, las prácticas que han hecho un corte con el orden simbólico dominante, realizadas a lo largo de la historia por muchas mujeres y algunos hombres, y que han mostrado la fuerza del deseo, son las que han conseguido llevar a cabo una obra de civilización, en el sentido primario de conciliar convivencia y libertad. 31

No obstante, algunos feminismos han hecho una interpretación muy distinta de estas prácticas o, mejor dicho, las han considerado desde el punto de vista del sometimiento y la falta de independencia, de modo que no han sido reconocidas en su valía. Así, estos feminismos tienen una idea muy pobre de lo que es la política, en opinión de Luisa Muraro, porque la equivalencia que hacen de igualdad y libertad obvia, precisamente, la relevancia de estas prácticas que hacen un corte en el orden simbólico dado.

En este sentido, Muraro parece dudar a la hora de considerar la política de las mujeres dentro del feminismo, pues, como hemos visto, algunos feminismos no reconocen la valía de esta política. Se trata de una duda que señala un problema sobre el que es necesario detenerse y pensar. Si el feminismo se convierte en una ideología más, en una reivindicación de la igualdad que no critica el sistema de ordenación dado, entonces la política de las mujeres excede ese marco del feminismo.

Es esto lo que yo descubrí, es la decantación del feminismo. El feminismo seguiría siendo, en buena parte, un movimiento ideológico, o un movimiento de liberación y de emancipación como su tendón y por lo demás una ideología. Pero el feminismo de Lia Cigarini—no sé si llamarle así, ella sí le ha llamado siempre feminismo— era una práctica de relación, el partir de sí y la eficacia que tiene la modificación de sí, de la propia relación con las personas y las cosas. 32

Luisa Muraro no pretende contraponer la política de las mujeres al feminismo, pero sí señalar que el feminismo reivindicativo de derechos y de igualdad no concibe la libertad femenina en sentido grande. Si se entiende el feminismo como el acceso al poder de las mujeres, entonces, para esta autora, no hay un verdadero cambio, porque el sistema de dominación sigue intacto, lo cual es un problema porque es un sistema que no contempla la libertad femenina que “trasciende las formas de la democracia tal y como los hombres la entienden” 33. La libertad no se consigue con más derechos o más poder. En ocasiones es cierto que puede ayudar pero lo que hace sobre todo es confundir, porque hace creer que la libertad está fuera de sí, cuando no es cierto; depende fundamentalmente de cada una y de cada uno, lo cual no quiere decir que las circunstancias no influyan, sino que la libertad depende de una misma y de uno mismo mucho más de lo que nos atrevemos a aceptar.

La libertad que interesa a Luisa Muraro es una libertad-trascendencia 34 que parte de la constatación de que conocer los deseos e intentar llevarlos a cabo es el camino de la libertad, de sentirse libre. Es verdad, insisto en ello, que los derechos pueden obstaculizar o facilitar esa libertad, pero, esto es importante, la libertad no está en los derechos sino en los deseos, en el partir de sí, en el orden simbólico autónomo elegido para decir y para decirse, para ordenar y para ordenarse, o de otra forma, la libertad no la dispensa una legislación sino que se sale al encuentro de ella, buscando el sentido del mundo a partir de sí.

No se trata, pues, de un rechazo del feminismo en general, porque, reconoce Luisa Muraro, “la idea de que se puede crear libertad y de que la libertad es, a su vez, creadora de mundo, me la ha dado el feminismo con su invención de la libertad femenina35. En mi opinión, se trata de una crítica hacia los feminismos demasiado condescendientes con el sistema dado que solo aspiran a que las mujeres se incorporen a él. Una posición que no solo no tiene en cuenta lo que han hecho las mujeres a lo largo de la historia sino que, además, es desafortunada porque confunde y desorienta, toda vez que supone una renuncia a sí, a los propios deseos, dado que supondría tomar como válidos los valores, interpretaciones y construcciones que menosprecian las prácticas femeninas y dan crédito únicamente a las masculinas. Incorporarse al sistema dado, basado en el poder, es un suicidio simbólico, una anulación del deseo que a Luisa Muraro le parece inadmisible.

Otra cosa muy distinta ocurre con la política de las mujeres, esto es, con las prácticas que históricamente han realizado muchas mujeres para dar espacio a su libertad. Estas han puesto en el mundo una forma de sentir, pensar y mirar muy diferente al orden establecido basado en el poder y la confrontación. A partir de estas prácticas Luisa Muraro (y junto a ella las mujeres del pensamiento y la práctica de la diferencia sexual que se desarrolla en Italia) se da cuenta de que la manera en la que muchas mujeres se han relacionado a lo largo de la historia ha sido a través de la práctica de la autoridad, algo que, a su vez, ha originado una forma de relacionarse e interpretar el mundo fuera de la lógica del poder, creando un orden simbólico libre y autónomo. Son prácticas civilizadoras, menospreciadas por el sistema dado pero significativamente valiosas. A pesar de su falta de reconocimiento, la relevancia de la política de las mujeres ya no puede pasar desapercibida.


Bibliografía Abreviada

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Publicaciones

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Luisa Muraro, Feminismo y política de las mujeres, Duoda. Revista de estudios feministas, 28, 2005, pp. 39-47.

Luisa Muraro, Feminismo y política de las mujeres, presentado en el encuentro La política de les dones, celebrado en Reus el 30 de noviembre de 2002.

Luisa Muraro, El poder y la política no son lo mismo, Duoda. Revista de estudios feministas, 37, 2009, pp. 47-59.

Luisa Muraro, Introduzione di una idea, Potere e politica non sono la stessa cosa, Nápoles, Liguori, 2009, pp. 5-13.

1 Expresión de Vita Cosentino. Ver Vita Cosentino, Il massimo di autorità con il minimo di potere, en Via Dogana, n. 4, marzo 1992, p. 5-6.

2 Partes de esta introducción han ya sido publicados en Gemma del Olmo Campillo, Lo divino en el lenguaje. El pensamiento de Diotima en el siglo XX, Madrid, Horas y horas, 2006.

3 Luisa Muraro, Más mujeres que feministas, trad. María-Milagros Rivera Garretas, en Duoda. Revista de estudios feministas, 21, 2001, pp. 27-34.

4 Ead., Feminismo y política de las mujeres, trad. María-Milagros Rivera Garretas, en Duoda. Revista de estudios feministas, 28, 2005, pp. 39-47.

5 Ead., El poder y la política no son lo mismo, trad. María-Milagros Rivera Garretas, en Duoda. Revista de estudios feministas, 37, 2009, pp. 47-59.

6 Antonio Negri, La diferencia italiana, trad. María-Milagros Rivera Garretas, en Duoda. Revista de estudios feministas, 30, 2006, p. 24.

7 Datos extraídos de http://www.diotimafilosofe.it/dio_2002.html.

8 Ver Chiara Zamboniy Luisa Muraro, Appendice. Cronaca dei fatti principali di Diotima, en Diótima, Il pensiero della differenza sessuale, Milán, La Tartaruga, 2003, 175-184; pág. 175, y Luisa Muraro, Diótima comunidad , en Diótima, Traer al mundo el mundo. Objeto y objetividad a la luz de la diferencia sexual , trad. María-Milagros Rivera Garretas, Barcelona, Icaria, 1996, 225-233; pág. 225.

9 Ver Chiara Zamboni y Luisa Muraro, Appendice. Cronaca dei fatti principali, pág. 175 y Librería de Mujeres de Milán, Sottosopra, gennaio 1983. Più donne che uomini, (Sottosopra verde), apartado Alla luce di un desiderio vivo, http://www.libreriadelledonne.it/news/artico-li/sottosopra83.htm.

10 Ver Luisa Muraro, Il Dio delle donne, Milán, Mondadori, 2003, pág. 23.

11 Ida Dominijanni, El estrabismo de Venus: una mirada a la crisis de la política desde la política de la diferencia, Duoda. Revista de la Diferencia Sexual , Universidad de Barcelona, n. 40, 2011, p. 23.

12 Ver Librería de Mujeres de Milán, El final del patriarcado ha ocurrido y no por casualidad (enero, 1996: Sottosopra rosso), en La cultura patas arriba. "Selección de la Revista Sottosopra con el final del patriarcado, 1973-1996", trad. María-Milagros Rivera Garretas, Madrid, Horas y horas, 2006.

13 Hannah Arendt, ¿Qué es la autoridad?, en Ead., Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, trad. Ana Luisa Poljak Zorzut, Barcelona, Península, 1996, 101-153; pág. 133.

14 Ibíd., pág. 102.

15 Ibíd., pág. 133.

16 Ibíd., págs. 133-134.

17 Ibíd., pág. 102.

18 Librería de Mujeres de Milán, El final del patriarcado…, pág. 206 (la cursiva es suya).

19 Ver Luisa Muraro, Autoridad sin monumentos, en Duoda Revista de Estudios Feministas, n. 7, 1994.

20 Ida Dominijanni, El estrabismo de Venus, p. 12.

21 “Los cambios profundos, los únicos eficaces, tienen que producirse antes de que la ley intervenga”, María-Milagros Rivera Garretas, Violencia impensable, El País , 28 de enero de 1998, edición catalana, pág. 7.

22 Librería de Mujeres de Milán, El final del patriarcado , pág. 222.

23 Audre Lorde, La hermana la extranjera , Madrid, Horas y horas, 2003, p. 115.

24 Ver Lia Cigarini, La política del deseo. La política femenina se hace historia, trad. María-Milagros Rivera Garretas, Barcelona, Icaria, 1996.

25 Ver Ead., Libertad relacional, trad. María-Milagros Rivera Garretas, en Duoda. Revista de estudios feministas, n. 26, 2004, págs. 85-91. También en Ead., Libertad relacional, trad. María-Milagros Rivera Garretas, conferencia leída en el X Simposio de la Asociación Internacional de Filósofas (IAPH), "La pasión por la libertad. Acción, pasión y política. Controversias feministas", Barcelona, del 2 al 5 de octubre de 2002, http://www.libreriadelledonne.it/news/articuli/iaphCigariniES.doc

26 Ver Luisa Muraro, Feminismo y política de las mujeres, p. 39.

27 Ead., El poder y la política no son lo mismo, p. 52

28 Ibíd.

29 Ibíd.

30 Título del artículo de Luisa Muraro publicado en 2005, en el número 28 de "Duoda. Estudios de la diferencia sexual".

31 Luisa Muraro, Más mujeres que feministas, p. 31, y Ead., Feminismo y política de las mujeres, p. 44.

32 Clara Jourdan, Luisa Muraro (1940), trad. María-Milagros Rivera Garretas, Madrid, Al-Mudayna ediciones del Orto, 2006, p. 29.

33 Luisa Muraro, Feminismo y política de las mujeres, p. 46.

34 Ead., Diótima comunidad , pág. 230.

35 Ead., Feminismo y política de las mujeres, p. 45.


Feminismo y política de las mujeres (Español)

Feminismo y política de las mujeres

Artículo publicado en la revista Duoda. Revista de Estudios feministas, n. 28, 2005, pp. 39-47. Traducción de María-Milagros Rivera Garretas.

A principios de octubre pasado, como quizá sabéis, hubo en Barcelona un congreso de filosofía, el décimo congreso de la Sociedad de Filósofas. Su tema principal fue la libertad. Mi intervención se titulaba Enseñar la libertad

Enseñar la libertad, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, conferencia leída en el X Simposio de la Asociación Internacional de Filósofas (IAPH), “La pasión por la libertad. Acción, pasión y política. Controversias feministas”, Barcelona, del 2 al 5 de octubre de 2002. [Versión sin traducir en http://www.libreriadelledonne.it/news/articuli/iaphMuraroIT.doc]

, y dije que no se puede enseñar la libertad sin enseñar la no libertad. Partía de una constatación que recojo de nuevo aquí.

Vivimos en una época de cambio de civilización. Las cosas materiales requieren tiempo para cambiar, pero las formas simbólicas con las que vivimos y pensamos la realidad, pueden cambiar muy deprisa, y es a esto a lo que estamos asistiendo y en lo que estamos participando.

Las mujeres tienen que ver con este cambio, tal vez más de lo que somos capaces de ver. Tienen que ver con todo lo que afecta al cambio de las relaciones entre los sexos y a las formas de la vida familiar. Han cambiado o están cambiando las relaciones entre los sexos y entre las generaciones. Estoy pensando en especial en las relaciones entre madres e hijas que, aunque entreveradas con las peripecias de cualquier relación íntima, se están convirtiendo en una fuente de fuerza y de competencia femenina. La presencia de las mujeres está modificando también la vida pública y el mundo del trabajo. Pensemos en la universidad, poblada de mujeres jóvenes autónomas e inteligentes. Algunas características de los nuevos movimientos políticos –la red más que la organización, la primacía de las relaciones, el valor de las diferencias, la incomodidad para con los líderes y los representantes, derivan de formas y prácticas del movimiento político de las mujeres que se desarrolló hace treinta años y que en muchos países –como este- sigue vivo.

Pero las mujeres no tienen que ver con ello solo en positivo. En este momento histórico –dije en Barcelona-, en las sociedades ricas del mundo occidental, las mujeres se benefician de una promoción social sin libertad. En consecuencia sucede, o puede suceder, que su presencia se traduzca en un menos de libertad. Incluso el feminismo se puede convertir en un factor de no libertad para mujeres y hombres. Es una paradoja, porque el feminismo lo conocemos como movimiento de liberación, pero no sería nada nuevo en la historia humana.

Me fue pedido, con razón, que me explicara mejor. 1 Con esas palabras me refería a ciertos hechos propios de las sociedades ricas del mundo occidental. Uno es la competición entre mujeres y hombres. Las mujeres se ponen o son puestas a competir con los hombres en muchos campos, por ejemplo en la política y en el trabajo. Esta, yo sostengo, es una promoción social sin libertad, porque no da a las interesadas la posibilidad de inventar su modo original de estar en la vida pública: tienen que estar de manera que resulten mejores que sus colegas hombres, sin atender a su malestar, sin darle valor a su diferencia, como caballos que corren en un hipódromo y no como caballos que corren libres por las praderas.

Sobre este tema ha escrito Lia Cigariniel artículo Libertà senza emancipazione (Via Dogana 61). En su opinión, la competición con los hombres no responde a un deseo verdadero de las mujeres: “Las mujeres se mueven en la sociedad (en el mundo) con un sentido fuerte de sí que se expresa como deseo de independencia económica y de autorrealización”, escribe. Pero –añade- “en este sentido fuerte de sí yo no reconozco una voluntad de entrar en competición con los hombres”. Probablemente tiene razón, pero el impulso hacia la competición se hace notar. Un pensador político ha dicho muy explícitamente que se promueve la igualdad para favorecer la competición. Esto dice mucho de la insistencia, ahora ya corriente, en favor de la igualdad entre mujeres y hombres.

Otro hecho: la denuncia, cada vez más persistente, de que son pocas, en comparación con los hombres, las mujeres que llegan a ocupar puestos de mando o de prestigio. La denuncia en sí sería justa, pero resulta ambigua porque no va acompañada de una comprensión profunda de las razones de este fenómeno, y no tiene en cuenta que hay mujeres que no desean llegar a esos puestos a cualquier precio. Pues, a veces, se trata de una elección libre: hay mujeres que prefieren puestos menos visibles pero humanamente más gratificantes. Otras veces, se trata de un rechazo de la manera masculina de mandar y de gobernar: hay mujeres que dejan la carrera política porque no soportan el ambiente de los políticos profesionales.

Es un error ver siempre y solo exclusión, del mismo modo que es erróneo tomar el feminismo como un movimiento de mujeres que aspiran a las metas masculinas. La libertad femenina existe. El hombre de sexo masculino no es la medida de la humanidad femenina. El punto de partida del movimiento feminista fueron mujeres que se distanciaron de la sociedad masculina y se negaron a medirse con los hombres: mujeres que buscaron, en las relaciones con otras mujeres, la fuerza y las palabras para ser fieles a su experiencia y a sus deseos. O sea, la fuerza de ser originales, no imitadoras. Pensemos en esa obra maestra de la política que es Tres guineas, escrita por Virginia Woolf en 1937 . Se puede decir que el feminismo de la diferencia tiene su origen en este libro, que, en la lucha contra el fascismo, pone en el primer lugar la independencia económica y simbólica de las mujeres. Al hombre antifascista que le pide que se una a él en la lucha, ella le responde, al final de una larga y apasionada discusión: “Tanto las mujeres como los hombres hemos decidido hacer todo lo posible para destruir el mal de la guerra: vosotros con vuestros métodos, nosotras con los nuestros. Está claro, en realidad, que la mejor manera de ayudaros a prevenir la guerra no es repetir vuestras palabras y seguir vuestros métodos, sino encontrar palabras nuevas e inventar métodos nuevos”.

Para una mujer, el pasaje a la libertad es el sentido libre de su diferencia, como mujer y como ella, tomada en singular, las dos cosas a la vez. Sentido libre significa que ella misma, en relación con sus semejantas, en el contexto en el que vive, con los recursos de la lengua materna, intenta leer su experiencia, orientarse en el mundo y actuar en él.

Sin ese pasaje, no es libertad sino emancipación. Con demasiada frecuencia se confunde la una con la otra. Existe una propaganda que se basa en la emancipación femenina para proclamar la superioridad de Occidente sobre otras culturas y civilizaciones. Es un fenómeno histórico no nuevo, que ha vuelto a salir después del 11 de septiembre de 2001 . Pasando por encima de toda consideración hacia las diferencias culturales, se contraponen nuestros usos y costumbres con los de otras civilizaciones, haciendo de ello a la vez una cuestión de libertad femenina. Esta propaganda llega hasta la mistificación: en Italia, después del 11 de septiembre se presionó a las feministas para que apoyaran el partido de la guerra de Afghanistán como si fuera una guerra de liberación de las mujeres.

La emancipación de tipo occidental no es la libertad y no es indispensable para la libertad, ni siquiera para la nuestra; menos todavía para la libertad de mujeres que viven en otras culturas, lo cual quiere decir en otros contextos, otros lenguajes, otras mediaciones. Hablando a la prensa occidental, ha dicho una protagonista de las luchas contra la construcción de grandes diques que destruirían el hábitat, en el curso del río Narmada, en la Índia: “Las mujeres indias no admitimos que se nos represente como un sexo oprimido”. 2

En el fondo de la cuestión me parece ver una contradicción que nos afecta a todos, mujeres y hombres. Por una parte, crecen y se multiplican las oportunidades de vivir más y mejor, que nos vuelven más exigentes e inquietos; por otra, se ha empobrecido la concepción de la política. La política se entiende como una técnica de gestión del poder, reservada a los políticos profesionales, una categoría humana que está perdiendo prestigio, y, por lo demás, en lo relativo a la gente común, la política se identifica con la defensa de un número creciente de derechos. El lenguaje es un indicador importante: a todo lo que nos plantea problemas se le responde haciendo de ello una cuestión de derechos.

La política así entendida no puede bastar: no es suficiente para los problemas de la humanidad y no es suficiente para dar sentido a la vida de las personas concretas.

El individuo postmoderno se está transformando en un consumidor hipertrófico, que frecuenta supermercados y supermuseos, agobiado por problemas de seguridad, dependiente de un gran número de bienes y de servicios que corren el riesgo de convertirse en el único espejo de sí, a falta de experiencias relacionales que pongan a prueba su capacidad de aguardar, de esperar, de amar, de gozar, de sufrir, de entender... No me extiendo en el análisis social o psicológico. Intento escuchar un sufrimiento del plano simbólico, sufrimiento que intuyo en el cuerpo social, en mis estudiantes, por ejemplo, o tomando en consideración ciertos fenómenos, como la cantidad de dinero que afluye de pronto a las arcas de esta o aquella asociación humanitaria, o leyendo la crónica de sucesos y observando a la gente que trato.

Entre las causas del sufrimiento habría que incluir también el egoísmo obligatorio y el endurecimiento del corazón en la defensa del propio bienestar. Yo procedo de una región tradicionalmente católica que, en los últimos decenios, se ha vuelto rica rápidamente. Este cambio ha traído euforia, como es natural. Pero ahora, a la euforia le está siguiendo una especie de espanto ante los nuevos problemas que se plantean, entre ellos el de la seguridad, que tal vez esconde un sentimiento de culpa para con una humanidad necesitada que llama a la puerta. Las prácticas antiguas de acogida de las personas necesitadas han dejado de existir porque estaban vinculadas con una cultura y una economía que han dejado de existir.

Por una parte, la competitividad, que se extiende a todos los ámbitos y que cada vez empieza antes, ahora ya en los pupitres de la escuela; por otra, la defensa cada cual de sus derechos: el proceso de desarrollo así orientado está diseñando un mundo en el que la convivencia generosa y confiada resulta impracticable.

Ante esta perspectiva, me inclino a preguntarme críticamente sobre la revolución feminista y a volverme positivamente hacia la política de las mujeres. Entendiendo como tal esas prácticas –sobre todo femeninas- de creación y recreación de la vida humana y la convivencia, prácticas que han formado y siguen formando un tejido poco aparente pero esencial de la civilización, en las cuales el amor desempeña una parte importante, ya sea como inteligencia o entendimiento (pues existe un entendimiento del amor), ya sea como fuerza de transformación. 3

No contrapongo la política de las mujeres al feminismo; la planteo como algo que el feminismo está llamado a descubrir y a valorar a la luz de la libertad femenina. El feminismo que se limita a defender y promover derechos y oportunidades favorables para las mujeres, no sale de la parábola de lo postmoderno y su pobrísima concepción de la política.

Menos todavía propongo una vuelta al sacrificio de sí que les fue inculcado a nuestras madres en la sociedad patriarcal. Quiero, sin embargo, destacar la obra de civilización hecha por mujeres para templar convivencia y libertad. Que es –sostengo- el sentido primario de la política. Lo repito: la convivencia cerrada de la competitividad, por una parte, y la defensa de los propios derechos, por otra, es insuficiente. Lo es dos veces: con respecto a los problemas que se plantean hoy con la llamada globalización, y con respecto a las posibilidades de expansión libre de sí que llevamos dentro como un tesoro que no sabemos que tenemos (mejor, que somos) o que, peor, no sabemos cómo gastar. En este último aspecto me voy a detener.

A la concepción moderna de la política, yo contrapongo una idea que he descubierto prácticamente –con la práctica de la relación por sí misma (la relación sin fin, la llama Milagros Rivera

María-Milagros Rivera Garretas, Historia de una relación sin fin: la influencia en España del pensamiento italiano de la diferencia sexual (1987-2002), en Duoda. Revista de Estudios feministas, n. 24, 2003, pp. 19-37.

)- y de la que he encontrado algunas pruebas espléndidas estudiando el pensamiento femenino de un pasado lejano. Lo diré con palabras muy sencillas: es posible ensanchar el horizonte y alzar el cielo, o sea, es posible hacer que el mundo sea más grande y generoso. ¿Cómo? Creando libertad . De la libertad se suele hablar como de una conquista o como de un derecho, pero la libertad puede ser también mirada como una creación, para sí y para los demás, de posibilidades que antes no estaban y que ahora están. Es decir, como un incremento de ser cuyo origen está en nosotras y nosotros o, con más precisión, en nuestras relaciones. No me alargo porque, aunque no exista una doctrina de la libertad así entendida, hay, en cambio, una experiencia femenina y feminista de estos años que nos la hace reconocer intuitivamente.

La idea de que se puede crear libertad y de que la libertad es, a su vez, creadora de mundo, me la ha dado el feminismo con la invención de la libertad femenina.

Nuestra libertad no la hemos conseguido ocupando el lugar del otro ni levantando barreras contra el otro, sino inventando prácticas nuevas y relaciones nuevas, o dándoles a las relaciones antiguas un sentido nuevo. Pienso especialmente en las genealogías femeninas, en las que hemos sabido reconocer un lugar de competencia simbólica en torno a la vida y la figura de una autoridad femenina no basada en el poder. La idea de la genealogía femenina, avanzada genialmente por Luce Irigaray (en Sexes et parentés, 1987) fue acogida inmediatamente y puesta en práctica por muchas, de forma simbólica y de forma literal, en la relación con la propia madre o con las propias hijas. También la práctica de reunirnos entre mujeres y de cultivar relaciones con mujeres por sí mismas, sin hombres, hay que verla como una relación nueva con el otro sexo. No es una paradoja, porque la ausencia no cancela al otro, más bien al contrario. El resultado es una libertad femenina que no es copia de la masculina ni su extensión a las mujeres, una libertad que no se resume en el hecho de que las mujeres tengamos los mismos derechos que los hombres. Una libertad, pues, que trasciende las formas de la democracia tal y como los hombres la entienden, y sobre la que hay toda una reflexión teórica que hacer, que podría ayudar a encontrar caminos nuevos para salir de la crisis a la que aboca la democracia representativa. (Pensad en el número cada vez más escaso de personas que van a votar).

En el movimiento de las mujeres, no hemos tenido necesidad de organizarnos ni de votar ni de elegir representantes. ¿Qué hacemos entonces para estar de acuerdo y para actuar concertadamente? Intensificar las mediaciones y modificarnos, hasta crear un terreno de entendimiento parcial, y, para el resto, dejar las puertas abiertas, a la espera de nuevos acuerdos posibles. O de nuevos conflictos. Los conflictos no son incompatibles con las relaciones, y pueden incluso ayudarlas. Los conflictos no son las guerras.

Los nuevos movimientos políticos han inventado un eslogan muy bonito: “otro mundo es posible”. El paso siguiente es que nos demos cuenta de que este otro mundo no hay que construirlo, porque ya existe, como una posibilidad dentro del mundo real, y que la idea de este otro mundo no hay que contraponerla con el mundo real, porque el mundo real está –cómo decirlo- grávido del mundo posible. De la política de las mujeres, los nuevos movimientos pueden aprender cómo se da vida al “otro mundo”. No con el antagonismo, no poniéndose ante el mundo existente como ante un obstáculo que derribar, sino abriéndolo a sus ocultas e inesperadas riquezas. ¿Cómo? Inventando prácticas nuevas e intensificando las mediaciones: haciendo de manera que la realidad, que era rígida, se vuelva plástica, como un metal cuando llega al punto de fusión.

1 Adrià Chavarria, de la Universidad de Barcelona, en la entrevista Luisa Muraro: la llibertat no és una qüestió de drets, Illacrua 106 (febrero 2003) 35-37.

2 La noticia completa en la página de la Librería de mujeres de Milán: http://www.libreriadelledonne.it

3 Sobre esto, véase VV. AA., De dos en dos. Las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana, Madrid, horas y HORAS, 2000.

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