La diferencia de ser mujer

Investigación y enseñanza de la historia

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Admiración de las obras de DiosTeresa de Cartagena.

Fragmento
Edición
Teresa de Cartagena, Arboleda de los enfermos y Admiraçión operum Dey, ed. de Lewis J. Hutton, Madrid 1967, pp. 11-114. [Anejos del Boletín de la Real Academia Española XVI].
Regesto
Teresa de Cartagena acaba de publicar el libro Arboleda de los enfermos. Algunos y algunas humanistas de su entorno le acusan de plagio diciendo, con fingida admiración, que una mujer no puede haber escrito una obra así. Ella se defiende escribiendo, a petición y ruego de su amiga Juana de Mendoza, otro libro, titulado Admiración de las obras de Dios, en el que argumenta que a las mujeres les ha sido concedido, por gracia, su divino propio y, a los hombres, el suyo. Este libro es el primero conocido en lengua castellana escrito por una mujer participando en la Querella de las Mujeres.
Versión

“Introducción

Muchas veces me es dado a entender, virtuosaseñora, que algunos de los prudentes varones y, también, hembras discretas se maravillan o se han maravillado de un tratado que, con la gracia divina administrando mi flaco entendimiento femenino, escribió mi mano. Y como es una obra pequeña, de poca sustancia, estoy maravillada. Y no se crea que los prudentes varones se inclinan a quererse maravillar por tan poca cosa; pero, si su maravillarse es cierto, bien parece que mi insulto no es dudoso, pues no se manifiesta esta admiración por lo meritorio de la escritura sino por el defecto de su autora o compositora; como vemos por experiencia cuando una persona de simple y rudo entendimiento dice una palabra que nos parece en algo sentida: nos maravillamos de ello, no porque su dicho sea digno de admiración sino porque el ser mismo de esa persona es tan censurable y bajo y tenido en tan poca estima que no esperamos de ella nada bueno. Y, por eso, cuando sucede, por la misericordia de Dios, que esas personas simples y rudas dicen o hacen algo que, aunque no sea del todo bueno, es poco corriente, nos maravillamos mucho por la relación ya dicha. Y por la misma relación creo ciertamente que se han maravillado los prudentes varones del tratado que yo hice: no porque en él se contengan cosas muy buenas o dignas de admiración sino porque mi propio ser y justo merecimiento con la adversa fortuna y enfermedades crecientes dan voces contra mí e incitan a todos a admirarse diciendo: ‘¿Cómo puede haber algún bien en una persona en la que se asientan tantos males?’ Y de esto se ha seguido que la obra femenina y de poca sustancia, que digna es de reproche entre los hombres comunes, con mucha razón sería hecha digna de admiración en la aprobación de los hombres singulares y grandes, pues el prudente no se maravilla sin causa cuando ve que el necio sabe hablar. Y diga quien quiera que esta ya dicha admiración es elogio, que a mí insulto me parece; y, por mi voluntad, prefiero que se me ofrezcan insultos injuriosos que elogios vanos, pues ni me puede dañar la injuria ni beneficiar el elogio vano. Pues yo no quiero usurpar la gloria ajena ni deseo huir del propio insulto. Pero hay otra cosa que no debo consentir, pues la verdad no la consiente: parece ser que no solamente se maravillan los prudentes del tratado mencionado, sino que incluso algunos no pueden creer que sea verdad que yo haya hecho tanto bien; que en mí menos es de lo que se presupone, pero en la misericordia de Dios mayores bienes se hallan. Y como me dicen, virtuosaseñora, que el citado volumen de papeles en borrador ha llegado a la noticia del señor Gómez Manrique y vuestra, no sé si la duda que rodea al tratado se le ha presentado a vuestra discreción. Y, aunque la obra buena, que ante el sujeto de la soberana verdad es verdadera y cierta, no resulta muy dañada si es tenida por dudosa –como esta- en la acogida y juicio de los hombres humanos, ello puede destrozar y destroza la sustancia de la escritura; e incluso parece retirar muy mucho el beneficio y gracia que Dios me hizo. Por todo esto, en honor y gloria de este soberano y liberal Señor, de cuya misericordia está llena la tierra, yo, que soy un pequeño pedazo de tierra, me atrevo a presentar a vuestra gran discreción esto que a la mía, pequeña y flaca, se le ofrece por ahora.”

Transcripción

“Introduçión

Muchas vezes me es hecho entender, virtuosaseñora, que algunos de los prudentes varones e asy mesmo henbras discretas se maravillan o han maravillado de vn tratado que, la graçia divina administrando mi flaco mugeril entendimiento, mi mano escriuió. E como sea vna obra pequeña, de poca sustançia, estoy maravillada. E no se crea que los prudentes varones se ynclinasen a quererse marauillar de tan poca cosa, p[er]o sy su marauillar es çierto, bien paresçe que mi denuesto non es dubdoso, ca manifiesto no se faze esta admiraçión por meritoria de la escritura, mas por defecto de la abtora o conponedora della, como vemos por esperençia quando alguna persona de synple e rudo entendimiento dize alguna palabra que nos paresca algund tanto sentida: maravillámonos dello(s), no porque su dicho sea digno de admiraçión mas porque el mismo ser de aquella persona es asy reprovado e baxo e tenido en tal estima que no esperamos della cosa que buena sea. E por esto quando acaesçe por la misericordia de Dios que tales personas sinples e r[u]d[a]s dize[n] o haze[n] alguna(s) cosa(s), avnque no sea del todo buena, (e) sy no comunal, maravillámonos mucho por el respecto ya dicho. E por el mesmo respecto creo çiertamente que se ayan maravillado los prudentes varones del tractado que yo hize, y no porque en él se contenga cosa muy buena ni digna de admiraçión, mas porque mi propio ser e justo meresçimiento con la adversa fortuna e acresçentadas pasyones dan bozes contra mí e llaman a todos que se maravillen diziendo: ‘¿Cómo en persona que tantos males asyentan puede aver algund bien?’ E de aquí se ha seguido que la obra mugeril e de poca sustançia que dina [es] de reprehensyón entre los onbres comunes, (e) con mucha razón sería fecha dina de admiraçión en el acatamiento de los singulares e grandes omes, ca no syn causa se maravilla el prudente quando vehe que el nesçio sabe hablar. E diga quien quisyere que esta ya dicha admiraçión es loor, que a mí denuesto me paresçe(r) e, por la mi voluntad, antes se me ofrescan injuriosos denuestos me paresçe que no vanos loores; ca ni me puede dañar la injuria nin aprovechar el vano loor. Asy que yo no quiero vsurpar la gloria ajena ni deseo huyr del propio denuesto. Pero ay otra cosa que [no] devo consyntir, pues la verdad non la consyente, ca paresçe ser no solamente se maravillan los prudentes del tractado ya dicho, mas avn algunos no pueden creer que yo hisyese tanto bien ser verdad: que en mí menos es de lo que se presume, pero en la misericordia de Dios mayores bienes se hallan. E porque me dizen, virtuosaseñora, que el ya dicho bolumen de papeles bor[r]ados aya venido a la noticia del señor Gómez Manrique e vuestra, no sé sy la dubda, a bueltas del tractado, se presentó a vuestra discreçión. E como quier que la buena obra que antel subjeto de la soberana Verdad es verdadera e çierta, non enpeçe mucho si nel acatamiento e juizio de los onbres vmanos es avida por dubdosa, como ésta, puede estragar e estraga la sustançia de la escritura, e avn paresçe evacuar muy mucho el benefiçio e graçia que Dios me hizo. Por ende, a onor y gloria deste soberano e liberal Señor de cuya misericordia es llena la tierra, e yo, que soy un pequeño pedaço de tierra, atréuome presentar a vuestra grand discreçión esto que a la mía pequeña e flaca por agora se ofresçe.”

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