La diferencia de ser mujer

Investigación y enseñanza de la historia

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Trabajos en relación y saberes de las mujeresTeresa Vinyoles Vidal.

Introducción

Propongo una reflexión acerca del trabajo femenino en el mundo medieval. Por eso podríamos partir de la teoría feudal de la sociedad tripartita: los que rezan, los que luchan y los que trabajan; pero los pensadores medievales ya se dieron cuenta de que en esta estricta división social era muy difícil clasificar a las mujeres, y un clérigo irlandés se apresuraba en afirmar: No digo que la función de las mujeres sea rezar, trabajar o luchar, si no que ellas están casadas con aquellos que rezan, trabajan y luchan, y ellas les sirven. A este “servir” podríamos darle un doble sentido. En primer lugar podríamos interpretar que ellas efectúan unas tareas serviles, que en sentido propio son tareas manuales y pesadas, aquellas para las cuales se recurría también a las esclavas; así mismo podemos decir que realizan una tarea que va más allá del trabajo remunerado, ellas sirven, son útiles. Siguiendo el texto al pie de la letra tendríamos que decir que la misión de las mujeres consistía en ser útiles a los hombres de la comunidad; dándole un sentido más amplio podríamos afirmar que se reconoce que sirven a toda la comunidad.

El trabajo manual, especialmente el trabajo de la tierra, era propio de los siervos, hombres y mujeres; todas las tareas cotidianas del hogar eran propias de las mujeres de cualquier clase social. A lo largo de los siglos medievales se consideraron serviles los trabajos que se realizaban propter lucrum, no específicamente los trabajos manuales, si no sólo los remunerados, aquellos trabajos no se podían llevar a cabo en domingo. Muchas tareas cotidianas femeninas podían parecer materialmente serviles, es decir manuales, pero eran formalmente libres, ya que no estaban remuneradas; así no se considerarían moralmente serviles, por lo que se podrían realizar en domingo. De este modo, de hecho, se dignifica el trabajo del ama de casa, pero sus tareas no tienen fin, no disponen para sí mismas de ningún día de ocio. La vida de las mujeres es una vida llena de trabajo.

Comentaba que los trabajos de las mujeres podían parecer meramente manuales, pero sabemos que no es así: podemos afirmar que el trabajo de las mujeres se presenta de dos formas distintas: como trabajo servil y como “trabajo emocional”; el trabajo servil, se relaciona con las largas jornadas de tareas domésticas repetitivas, con resultados efímeros; el trabajo emocional son una serie de tareas y prácticas muy complejas, de transmisión, de relación, de esmero. Algunos pensadores medievales reconocían esta función: No ignores que cuando alguien se encuentra sano o enfermo (las mujeres) sirven muy diligentemente, y mejor, y más limpiamente que los hombres. Fijémonos que se insiste en el sentido de “servir”.

Hay unas habilidades de las mujeres, acumuladas durante generaciones y transmitidas de madres a hijas, de señoras a sirvientas, incluso de sirvientas a señoras, de maestras a aprendizas; son saberes propios del colectivo femenino; entre las muchas cosas que tenían que saber hacer, hemos de pensar también en la gestión y la administración. Estos trabajos eran a menudo opuestos en un nivel teórico a la tarea espiritual; los sermones hablaban de Marta y María; el trabajo de María, el contemplativo, que hasta cierto punto podríamos considerar intelectual, estaba reservado casi exclusivamente a las monjas; el resto de mujeres, incluso las nobles o las burguesas, tenían que ser Martas, es decir, todas ellas tenían que esforzarse en la dedicación a la familia, de las tareas y el gobierno del hogar, al trabajo con la rueca. Mientras que para los hombres de las clases acomodadas se proponían momentos de ocio, se pedía a todas las mujeres que estuvieran siempre ocupadas.

El hogar medieval, tanto si es una masía, como un castillo, como una casa urbana, es una unidad de producción, consumo y reproducción; la mujer de todas las clases sociales se hacía cargo de la administración y el buen gobierno de la casa, colaboraba en las actividades profesionales del marido, a quien en ocasiones sustituía, se hacía cargo de todo al convertirse en viuda; tenía que conocer unas técnicas y poner en práctica unas estrategias, con lo cual se le pedían unas capacidades y también unas actitudes, en definitiva tenía que ser sabia. A la mujer le conviene vivir sabiamente y gobernar con juicio a sí misma y a su casa, e instruir sus hijos y sus hijas, y su compañera.

Las amas de casa tenían que administrar la economía doméstica y realizar las tareas cotidianas, aunque tan sólo las mujeres de condición más humilde las hacían ellas solas; en los hogares más acomodados y a veces no tan acomodados, había alguna sirvienta o esclava que ayudaba en las tareas más pesadas; podría parecer, pues, que las amas de casa estaban a menudo ociosas, pero, como veremos, no era así, normalmente estaban al corriente de los negocios y las rentasfamiliares y también ellas trabajaban con las manos.

Las mujeres de las clases populares era evidente que no podían dejar de trabajar, de forma muy directa hacía referencia Eiximenis que de las mujeres simples y las menores de aquellas no hace falta hablar, pues forzosamente se tienen que ocupar si quieren vivir. Ellas, además de las tareas domésticas, tenían que dedicar parte de su tiempo a algún trabajo remunerado, como auxiliares en las tareas del campo, en el obrador de las familias menestrales, o con un oficio propio, normalmente poco calificado y mal pagado. La impresión que da la documentación medieval es que todas ellas eran capaces de realizar multitud de actividades, conocían técnicas muy diversas, los trabajos ocupaban sus horas y sus días, muchos de estos trabajos estaban vinculados a los quehaceres diarios, es decir, a la vida. También observamos que eran depositarias y transmisoras de una cultura que, en parte, difería de la cultura dominante.

Viudez activa

El documento que presentamos nos ofrece una muestra de los múltiples trabajos, de los sorprendentes saberes, de la actividad constante de una viuda de la nobleza. Se trata de unos fragmentos de un libro de contabilidad de la nobleSancha Ximenis de Cabrera, que suponen un recorrido por la alimentación, la economía doméstica, la administración de las rentas feudales, por los vestidos, la relación con sus hijas, la correspondencia, el trabajo manual y la gestión de un obrador de hilatura; así mismo podemos introducirnos en la cultura de esta mujer, y por extensión de las mujeres de su tiempo y de su clase; pero también podemos ver su relación con otras mujeres de las clases populares con las que mantenía contactos profesionales.

Cuando escribió el que ella intituló Primer libro memorial, Sancha Ximenis hacía veintitrés años que era viuda, se había casado en el año 1408 con un hijo de la condesa de Foix, Arquimbau de Grailly, con quien tuvo dos hijas, y del que enviudó tras nueve años de matrimonio. Dejó las tierras del condado de Foix en una fecha que no podemos precisar, sin haber recuperado del todo la dote que le debían; invirtió su dinero y su esfuerzo en la capilla de Santa Clara de la catedral de Barcelona y en la adquisición y la administración de los derechos del valle de Osor (La Selva, Girona) que compró a su hermanastro Ramón de Cabrera. Murió vieja, tendría unos ochenta años, en el año 1474, es decir, permaneció viuda durante cincuenta y siete años.

Los moralistas remarcan que la viuda debía distinguirse por la austeridad en el vestir y en su diligencia. Dice san Jerónimo: no sólo la viudez debe mostrarse en las vestiduras negras y grandes, también en cualquier adorno... Oh, qué hubiera dicho san Jerónimo en estos tiempos si hubiera visto nuestras viudas tocadas a la castellana, pintadas en la cara... en sus casas nunca se hacen las tareas, o pocas, pero de la cama a la mesa y de la mesa a la ventana. Evidentemente, no es el caso que nos ocupa: en sus libros de contabilidad difícilmente se citan vestidos, con la excepción de un número considerable de velos; en casa de Sancha, como veremos, se trabajaba y no poco.

A pesar de lo que nos dice Eiximenis, la situación de las viudas había empeorado notablemente en Cataluña a partir del siglo XIV; las nuevas leyes, tales como la llamada Recognoverunt Proceres (1284) y las que se aprobaron en las Cortes de Perpiñán de 1351, que recogen la tradición del derecho romano, disminuían los derechos de las mujeres e incidían en las viudas que perdían el usufructo vitalicio que les reconocía el derecho anterior y las dejaba a merced de la dote, si lo podían recuperar cosa que en ocasiones no era fácil, y de la voluntad del marido, que podía dejar bien provista la mujer o bien materialmente en la calle transcurrido el año de duelo. No querría profundizar en el aspecto de la viudez pues se desplaza del tema central del comentario, que es el mundo del trabajo; pero sí que debo constatar que las viudas, por su peculiar situación económica y legal, son las mujeres que la documentación nos muestra más visiblemente que trabajan; estoy convencida de que todas las mujeres trabajaban, pero su participación en el mundo laboral queda a menudo más escondida cuando ellas están casadas. Todas las mujeres colaboraban en la empresa familiar, tanto si ésta consistía en el gobierno de un feudo, como de un negocio mercantil, una explotación agraria o un obrador.

Esta colaboración no estaba contemplada en los estatutos gremiales, quedan escasos contratos laborales de mujeres y el trabajo que hacían en muy pocas ocasiones era reconocido. De todos modos tenemos evidencias: algunas viudas se quedaban con las herramientas de su difunto marido, se da por sentado que para continuar trabajando, ya que ellas conocían las técnicas del oficio; parecería evidente que fuera así en el caso de las viudas de los tejedores, los sastres, u otros artesanos relacionados con el vestido; pero también las viudas de menestrales de oficios que nos pueden parecer alejados de las tareas que creemos que habitualmente realizaban las mujeres, tenían interés en quedarse alguna herramienta del obrador. Así, por ejemplo, la mujer de un afilador barcelonés compraba muelas en los encantes con los bienes de su difunto marido. O el caso sumamente interesante de Isabel, viuda de Genís Solsona, boticario barcelonés, muerto en el año 1445, que recibía como legado testamentario de su difunto marido una almazara con todas las herramientas necesarias para la producción de almidón, que sería la tarea que ella realizaría habitualmente en el obrador y de la que sería una profesional experta.

Una vez muerto el marido, parecería que la viuda pudiera actuar por sí misma, pero a veces no era así, la pobreza impedía a muchas viudas hacer cualquier otra cosa que no fuera sobrevivir, especialmente vemos desamparadas a las viudas mayores y sin hijos. También encontramos viudas jóvenes que tienen que sostener innumerables pleitos para conseguir recuperar la dote, y otras que están controladas por la familia o los herederos del marido, u otras separadas de sus hijos e hijas ya que el marido no las había dejado como tutoras. De hecho, la sociedad ejercía un control sobre las viudas, pero evidentemente más alejado del que podía ejercer el padre sobre las hijas o el marido sobre la mujer.

Sancha Ximenis, durante su larga viudez, tuvo que afrontar circunstancias adversas; de todos modos, en la época del texto que comentamos, la década de 1440, tendría menos de cincuenta años, la encontramos llena de energía, lúcida, sabia, prudente, decidida, tozuda y activa, esencialmente muy activa.

Vivía habitualmente en Barcelona con un pequeño grupo de sirvientas y sirvientes; pero viajaba a menudo a las tierras gerundenses donde tenía sus dominios y donde vivían otros miembros de la familia Cabrera. Queda muy claro que ella personalmente iba a llevar las cuentas y a cobrar sus derechos y que también ella misma lo anotaba en su libro de contabilidad: Hoy, que es miércoles, que estamos a 18 del mes de abril del año 1442, dentro del castillo de Verges, yo, Sancha Ximenis de Foix y de Cabrera, señora del Valle de Osor, he venido a contar. Y he contado con Pedro Sobirà, lugarteniente del baile de dicho valle. Pasa cuentas de los ingresos: recibía parte de los censos en dinero y el resto en cereales y legumbres, que no cobraba en especias si no el importe de venta una vez vendidos, también recibía derechos del vino, de la carne, del cáñamo y de otros productos; así mismo recibía alguna cosa en especias tales como castañas.

Sancha Ximenis, como señora del valle, cobraba redenciones y otros derechos banales, constan varias entradas: como acuerdo de arrendamiento un certificado de redención de hombres y de mujeres de varias masías del valle de Osor. Podemos citar la redención de un hombre que se consigna en la cantidad bastante elevada de 43 sueldos, en cambio la hija de un campesino se redime por la cantidad mínima que prevé la ley en caso de redención de jóvenes vírgenes que salían de la masía para casarse, 2 sueldos y 8 dineros, si bien no lo cobra todo la señora ya que 3 dineros serán para el salario del baile. Distintamente, para entrar una mujer en la masía paga 25 sueldos. Si tenemos en cuenta que es probable que la muchacha se redimiera de la masía del padre para irse a vivir a la masía del marido, sumado la dote, al vestido nupcial y a otros gastos, una boda en el campo era bastante cara para el poder adquisitivo de los campesinos del siglo XV.

Hablábamos antes de una cierta precariedad en las referencias a los vestidos, en general los gastos de Sancha son austeros. Sólo parece tener tres debilidades: la capilla de la catedral, la defensa de sus derechos por los cuales emplea dinero y esfuerzos, y los regalos para sus hijas que vivían en Bearn.

Sancha Ximenis pertenecía a las clases privilegiadas, esto presuponía entre otras cosas el acceso a la cultura escrita; Sancha era una mujer letrada que llevaba personalmente su contabilidad y una activa correspondencia de la que desgraciadamente nos ha quedado muy poca. En el texto que comentamos ella misma nos dice que escribía y enviaba cartas y que recibía y las contestaba: escribía a sus hijas, o a personas allegadas a ellas, a otros miembros de la familia, a autoridades diversas, tanto religiosas como civiles, sobretodo escribía para reclamar sus derechos o los derechos de sus hijas.

Técnicas y saberes cotidianos

El texto que comentamos contiene en buena parte la contabilidad doméstica. Sancha era una ama de casa y se ocupaba del buen gobierno y la administración del hogar, entre otras cosas de la alimentación cotidiana, de los gastos ordinarios, tales como el pan y de los extraordinarios, la comida de las fiestas. Por lo que respecta al pan, es el alimento básico, se ocupaba de todo el proceso de elaboración: compraba el trigo normalmente por medio de un clérigo servidor suyo, y pensamos que lo hacía así para ahorrarse alguna tasa, lo hacía cribar y moler, para lo cual pagaba tanto el trabajo del molinero como el del portador y la ayuda o impuesto debido. El pan lo amasaban en casa, muy probablemente lo haría alguna sirvienta y después se llevaba a cocer al horno, por la hornada pagaba a la panadera. Lo anota de forma minuciosa: Empezamos a amasar dicha harina el jueves 7 de noviembre; el sábado 7 de diciembre pagué a María, la panadera, para cocer el pan.

Cuidaba de la ropa, anotaba puntualmente la lista de la lavandera, es decir, todas las piezas de ropa que se enviaban a lavar fuera de casa y que se depositaban en las manos de una profesional para que las devolviera limpias; a menudo podemos leer: Memorial de ropa que se lavó fuera de casa. Era ropa blanca, sábanas, manteles, toallas, servilletas, paños, cortinas...

Normalmente no hay gastos superfluos, los objetos y las cosas que se rompen las hacía arreglar, así se remienda un colchón de lana o unas alfombras. En la casa se criaban gallinas y se fabricaban confituras, sobre todo de membrillo para lo cual se compraban los membrillos y la miel.

Para las fiestas de Navidad se fabricaban en casa de Sancha Ximenis, y suponemos que en muchas casas más o menos acomodadas de su tiempo, turrones y angelets, que creo que serían barquillos, y el vino piment o la clareia. Conjuntamente con su fiel colaboradora, elaboraba los turrones para la Navidad de 1440, Sancha anotaba en su libro una semana antes de las fiestas: por turrones con alegría, y que fue madona Constanza, 4 libras de miel, 4 libras de avellanas tostadas, y una libra de vino y una libra de alegría; regalaba turrones a algunas mujeres de la familia y celebraba la fiesta del obispillo para los mozos que estaban a su servicio o de su entorno.

Trabajar en un entorno femenino

Lo que más nos puede sorprender del libro de cuentas de Sancha Ximenis son las páginas dedicadas a su actividad profesional. Leído detenidamente el libro llegamos a la conclusión que gestionaba un obrador de hilatura, en el que trabajaba ella misma y cuatro o cinco mujeres más. En primer lugar tendríamos que citar a madona Constanza, su principal colaboradora durante aquellos años y mujer de confianza; también estaba Juliana, la castellana, y Esperanza, Magarola consta como hiladora y también como costurera. Tenía a su servicio a Servalls que muy probablemente trabajaba en el obrador y que además hacía encargos fuera de casa.

Hilaban todas juntas, Sancha anotaba en su libro las madejas que había hilado cada una de ellas y el peso del hilo. Y hace constar que ella hilaba y después anotaba con su propia letra hilado por mí, Sancha Ximenis. Después hacía blanquear el hilo, Berala, blanqueadora de hilo, era quien habitualmente se encargaba de esta tarea por la que cobraba tres sueldos por libra; esta profesional recibía el hilo crudo y tenía que someterlo a una serie de operaciones para extraerle las impurezas que llevaba por naturaleza y que le daban una cierta tonalidad, de manera que quedara blanco, a lo largo de esta operación el hilo perdía peso. Es por ello que Sancha Ximenis pesaba las madejas de hilado antes y después del blanqueado.

Una vez hecha esta operación se llevaba el hilo a tejer, sobretodo lo encargaba a profesionales tejedoras, también a algún tejedor, pero en la mayoría de ocasiones son mujeres tejedoras las que trabajaban para Sancha: Aldonça, esposa de Gabriel Bofill; Catalina la Aragonesa, Creixells, Seguera o Cortadella, tejedora de la calle del Carmen de Barcelona; serían tejedoras de velos o tejedoras de lino.

Cuando iba a las tierras de Girona para llevar las cuentas de sus dominios podríamos pensar que rompía con su actividad y rutina diarias; pero no era así, le acompañaban las mujeres de su casa y se llevaban el trabajo y continuaban hilando: el miércoles 26 de septiembre pedí a Torruella, seguramente desde Osor donde había ido a llevar las cuentas con el baile, que me remitieran a Barcelona a Bofill 33 madejas de hilo, 10 madejas estaban hiladas por la mano de madona Constanza y las otras 22 por todas nosotras. Podría ser hilo para que lo tejiera Aldonça, esposa de Gabriel Bofill.

Cuando anota todos sus gastos nos menciona también una tendera, Margarita Esiberta a quien hizo algunas compras; a María, la panadera que les horneaba el pan; a las lavanderas María y Salvadora que se llevaban la ropa para lavar fuera de casa.

Este entorno de transmisiones y de relaciones iba más allá de las paredes de casa. Sancha, hacia el septiembre de 1440, anotaba minuciosamente la receta para conservar berenjenas, de manera que podemos seguir el proceso paso a paso. Pienso que podría haber recibido la receta oralmente de alguna campesina y ella, mujer letrada, la puso por escrito, convirtiéndose en un peldaño de transmisión de cultura femenina.

Indicaciones didácticas

Con este texto, escrito con una finalidad eminentemente práctica, un libro de contabilidad, se puede hacer un repaso a los saberes que nacían de la práctica, de la experiencia; es decir, del trabajo, del aprendizaje, del magisterio, que siempre parten y se proyectan en relación. Podemos hablar del abastecimiento, la cocina, la conserva de alimentos, la confección y cuidado de los vestidos, la celebración ritual de las fiestas, la medicina hogareña, la preocupación por las hijas y los hijos, y de todo un cúmulo de sabiduría popular, sabiduría femenina, prácticas de relación, cuidado del otro y cuidado de las cosas al servicio de los demás.

Es un reconocimiento de los trabajos femeninos, los remunerados, generalmente mal remunerados, y los no remunerados; los reconocidos, normalmente sólo medio reconocidos, y los silenciados. Es un acercamiento a la otra cultura, que corría –aún corre- paralela a la cultura dominante, y que estaba en manos de las mujeres y que se transmitía de una mujer a otra.

Imágenes
El cuidado de los enfermos

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Marta sirviendo la mesa

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Mujer hilando

Mujer hilando

Taller de hilados y tejidos

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“La quien és preste ha tote vostre honor Sanxe Ximenis de Fox e de Cabrere”

“La quien és preste ha tote vostre honor Sanxe Ximenis de Fox e de Cabrere”

Sancha Ximenis leyendo a otras mujeres

Sancha Ximenis leyendo a otras mujeres

Imagen yaciente del sarcófago de alabastro de Sancha Ximenis

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Maestra enseñando a bordar a un grupo de niñas

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