La differenza di essere donna

Ricerca e insegnamento della storia

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Saperi e poteri, Isabel Pérez Molina.
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  • Processo di stregheria contro Blanca Bardiera. Anonimo.

Processo di stregheria contro Blanca BardieraflechaAnonimo.

Fonte
Archivo Capitular de Barcelona, Pía Almoina, pliego de procesos criminales 1, proceso nº 36. 1578, dal 25 novembre al 23 dicembre, Sant Feliu de Llobregat.
Regesto
Blanca Bardiera, francese, è accusata di stregheria ed è processata dalla giustizia locale. Si presentano sedici testimoni d’accusa, che la accusano di uccidere bambini e di far ammalare la gente con pozioni e magia. L’avvocato difensore presenta quattro testimoni a discarico, che elogiano la buona condotta di Blanca. Il 5 dicembre Blanca presta dichiarazione e alla fine del processo si decide di metterla in libertà vigilata.
Traduzione

Sull’avere opinione che Blanca Bardiera, francese, abitante a Sant Feliu de Llobregat, sia strega.

[...]

Bertrana de Caubos, francesa, ahora habitante de la población de Sant Feliu de Llobregat. Testigo citada y que jura por Dios Nuestro Señor y los cuatro Santos Evangelios, etcétera.

E interrogada sobre lo que la curia pide, dice:

Honorable alcalde, lo que yo sé sobre lo que me interrogáis es que el maestro Germán Oriol, de esta población, me contrató a mí y a Blanca un día para quitar las malas hierbas de un campo de trigo. La mañana que teníamos que ir a quitar las malas hierbas a dicho campo, íbamos la dicha Blanca y yo por el camino, yendo yo delante, tengo la presunción de que dicha Blanca, con sus artes diabólicas, me puso algo en mi cuerpo, porque de pronto me encontré con que todo el cuerpo me dolía muchísimo, especialmente el corazón, que me parecía que estaba envenenada, cuando antes estaba muy bien. Y en todo el día no pude trabajar, ni en los cuatro meses y medio posteriores, ni podía comer nada. Hasta el punto que la dicha Blanca un día me llamó a su puerta y me dijo: “Señora Bertrana, venid aquí”. Y yo fui, y me fui con ella, y ella me dijo que si estaba curada, y yo le dije que no. Y ella me dijo que si había comido, y yo le dije que no, que no podía comer. Y entonces ella entró en su casa y buscó una cazuela, y me trajo de dicha cazuela dos porciones, que no parecían sopas de pan, ni sabía yo misma qué podía ser. Y ella me dijo que me comiera aquello, y yo le dije que no las quería, que no me las podía comer. Y ella me dijo que bien que las podía comer, que estaban muy buenas. Y yo, teniendo miedo de que me mataran no me atrevía a comérmelas, y ella me replicaba que me fiara de ella, que si me las comía estaría curada aquí mismo. Y estuve dudando un poco si me las comía, y pensé, no puedo morir más que una vez, y si me mata –pensé- que no me mataría muy pronto, que tendría tiempo de confesar, y también diría que ella me había envenenado. Y después, con la yema del dedo, que no me atrevía a tocar sino con la yema del dedo, tomé de eso que tenía en la cazuela, que no tenía caldo, sino que estaba espeso. Y yo, con cuatro o cinco veces con la yema del dedo acabé, y así que hube acabado, me pareció que tenía sabor de buenas hierbas, especialmente de tomillo. Y en cuanto hube acabado me encontré bien y me pareció que mi dolor no había sido nada. Y entonces pensé y creí que ella no lo hacía sino diabólicamente, ya que me había hecho venir el dolor de pronto y con aquellas sopas se me pasó. Y más mala señal me ha parecido lo de las sopas que lo otro, porque yo de lo otro muchas veces pensaba que entraba mal a la gente, pero lo de las sopas no lo tuve como buena señal, y desde entonces nunca me ha gustado, sino que la he tenido por bruja.

[...]

Montserrat Macià, mujer de Jaume Macià, campesino de Sant Feliu de Llobregat. Testigo citada, y que jura por Dios Nuestro Señor y los cuatro Santos Evangelios.

E interrogada sobre lo que la curia pide, dice: Señor procurador, lo que yo sé sobre lo que me decís es que yo tenía una niña de dieciséis o diecisiete meses, más o menos, que ya andaba, y siempre la señora Blanca la llamaba y la tomaba, y cada día venía a casa tres o cuatro veces y se quedaba casi medio día. Y un sábado, estando la niña muy bien, se comió un plato de sopas caliente y después de dárselas, al cabo de una hora le cambié los pañales y la acosté en la cama, estando muy buena y sana. Y al llegar la medianoche, pienso que podría ser entre las doce y la una, se despertó la niña con un enorme grito y llanto, llamándome mi marido: “¡señora de la casa, despierta!”. Según dice, no me podía despertar. Y cuando me desperté me la encontré toda desgarrada y magullada, que me parecía que estaba rota por la espalda, y le dije: ¡No!. Y así me levanté como pude, y cogí a la niña para darle el pecho, porque todavía mamaba, y la niña nunca pudo tomar el pecho, sino que gritaba y gritaba. Y hacia el amanecer la niña se durmió, y yo me levanté, fui abajo y abrí la puerta, y una vez abierta se despertó la niña y yo la tomé y la puse en la cuna para cambiarla. Entonces Blanca vino a buscar fuego y me dijo al entrar: “¿Qué hace vuestra niña, cómo se encuentra?” Y yo le dije qué haría, estando muy asustada, al decir aquellas palabras, no habiendo salido a aquellas horas nadie de casa. Y entonces ella entró a buscar fuego y se estuvo un buen rato antes de irse. Y estando ella [mirando] por la ventana, quise ver qué hacía, y así la vi, que estaba agachada alrededor del fuego, removiendo las brasas con su bastón, y después se fue diciendo: “¡Adiós!”. Y yo le dije: “Id en buena hora”. Y desde entonces nunca más ha entrado en mi casa, ni se atrevió a hablar con mi niña, que por doce o trece días le duró la enfermedad, con ahogos, toda la vecindad venía a mi casa a ver a la niña, y ella nunca se atrevió a entrar, sino que un domingo que le vino un ahogo, que todo el vecindario vino a mi casa, dicha Blanca, estando sentada delante de mi casa, en la casa del ladrillero, se encerró en su casa, por lo que me sorprendí mucho de que, después de haberse hecho ella tan amiga mía, no hablara ni viniera a ver a la niña. Y antes de que la niña muriera le encontramos todas las partes azules. Y entonces aquella noche le vinieron los gritos, soltando sangre por la boca y otras partes. Y cuando mi niña hubo muerto, tuvimos discusiones en la calle las dos, diciéndome ella: “tú dices que te he matado la niña”. Y yo le dije: “Ya lo sabes”. Y ella me dijo algunas malas palabras. Y yo le dije: “¿Por qué ahora no vienes a casa?, que antes no salías”. Y ella respondió: “Porque ahora no lo necesito”.

[...]

Beatriu Castellví, mujer de Pere Castellví, campesino de Sant Feliu de Llobregat. Testigo citada y que jura por Dios Nuestro Señor.

E interrogada sobre el primer artículo de la defensa de dicha Blanca, dice que ella, testigo, la tiene por mujer de bien y por buena cristiana, de lo que ella la conoce, y que ha tomado muchas veces a sus criaturas, que tiene muchas, pero que no ha sabido de ningún mal de los que le atribuyen.

Sobre el segundo, dice que ella la tiene como narra dicho artículo, aunque es cierto que ha visto que algunos se quejan de ella, todavía la tiene por mujer de bien.

[...]

Trascrizione

Sobre de tenir parer que na Blancha Bardiera, francesa, habitant de Sanct Feliu de Llobregat, és bruxa.

[...]

Bertranda de Caubos, francigena, nunc vero habitatrix in villa Sancti Felicis de Lupricato. Testis citata et que juravit ad Dominum Deum et eius sancta quator Evangelia, etcetera.

Et, interrogata super curie prenentis, dixit:

Honorable balle, lo que jo sé sobre lo que.m interrogau és que, mestre Germà Oriol, de aquesta vila, me llogà a mi un dia y a na Blancha per a xercholar un camp de blat. Lo matí que havíem de anar a exercholar lo dit camp, anaremnos- ne la dita Blancha y jo y, anant pel camí, jo anant devant, tinch presumció que ella dita Blancha, ab sa art diabòlica, me posà alguna cosa en mon cos, perquè ab un prompte me trobí que tot lo cos me feia grandíssim mal, specialment lo cor, que.m paraxia que estava emmatzinada, com abans estigués molt bona. Y de tot aquell dia jo no poguí trebellar, ni de quatre mesos y mig aprés, ni podia ninguna cosa menyar. Fins a tant que la dita Blancha un dia me cridà de la sua porta, y.m digué: “Madó Bartrana veniu assí”. Y jo hi aní, y con fuy ab ella, ella me digué si estava gorida, y jo li diguí que no. Y ella me digué si j’avia dinat, y jo li diguí que no, que no podia menyar. Y les hores ella se’n entrà dins sa casa y sercà una scudellera, y.m va portar ab dita scudellera duas miquetas, que no tenian cara de soppas de pa, ni sabia jo mateixa què podia ésser. Y ella me digué que menyàs allò, y jo li diguí que no les volia, que no les podia menyar. Y ella me digué que bé les podia menyar, que eran molt bonas. Y jo, tenint por que no.m matassem no gosava menyar-les, y ella sempre replicava que fiàs d’ella, que si les menyava aquí mateix seria gorida. Y jo estiguí un poch dubtant si les menyaria, y pensí, no puch morí sinó una volta, y si.m mata –pensí- que no.m mataria molt promptament, que tindria temps de confessar, y que també diria que ella me havia emmatzinada. Y aprés, ab lo un cap del dit, que no.y gosava tollar sinó ab lo cap del dit, prenguí de allò que tenia en l’escudella, que no.y havia brou, sinó que estava spesset. Y jo, ab quatre o sinch dittades aguí acabat, y aquí mateix me haguí acabat, y.m paragué que tenia sabor de herbes bonas, specialment de ferigola. Y aquí mateix que haguí acabat me trobí bona, qu.m paregué que mon mal no era estat res. Y jo les hores pensí y creguí que ella no.u feia sinó diabòlicament, per lo que me havia fet venir lo mal encontinent y ab un emprompte, y ab aquelles miguetas ab un prompte me passà. Y més mal senyal me ha apparagut lo de las michas que l’altre, perquè jo de l’altre també moltes voltes pensava que venia mal promptament a la gent, però de les miquetas no.u tinguí a bon senyal, y de les hores ensà may m’a agradada, antes l’e tinguda per bruxa.

[...]

Montserrata Maciana, uxor Jacobi Macia, agricola ville Sancti Felicis de Lubricato. Testis citata, et que juravit ad Dominum Deum et eius sancti quator Evangelia.

Et interrogata super curie prenentis, dixit :

Senyor procurador, lo que jo sé sobre lo que.m diueu és que jo tenia una xicha de setse o deset mesos, poch més o manco, la qual caminava ja, y sempre madó Blancha la cridava y la prenia, y cada cada dia venia en casa tres, quatre vegades, que quasi mig dia s.i estave. Y un dissapte, estant la xicha molt bona, menyant-se un plat de sopas escaldadas, després li haguí dades les sopas, al cap de una hora la bolquí i la posí en lo llit, estant molt bona y sana. Y com vingué a la mija nit, o entre les dotse y una, que penso podia ésser, se despertà la dita xicha ab grandíssim crit y plor, y cridant-me mon marit: “Mestressa, despertau-vos!”. Segons ell me digué, may me podia despertar. Y com fuy despertada me trobí tota cruxida i magollada, que.m parexia estava trencada per la squena, Y li diguí: “No”. Y així me alsí com puguí, y prenguí la xicha per donar-li la mamella, perquè encara mamava, y la xicha may pogué prendre la mamella, sinó sempre gisclava y cridava. Y envés la matinada la xicha se adormí, y jo.m vaig llevar, y devallí baix y obrí la porta, y en havent ubert la porta se despertà la xicha y jo la prenguí y assegui’m de sobre lo brassol per mudar-la. Y aquí mateix vingué dita Blancha a cercar foch, y.m digué en entrant: ¿”Què fa la vostra minyona, com se troba?”. Y jo li diguí què faria, estant jo molt espantada, com deia aquellas paraulas, no havent axit en aquellas horas ningú de casa. Y les hores ella se’n entrà a sercar foch, y estigué una gran estona antes no.n isqué. Y estant ella [guaitant] per una finestra, volguí vèurer què feia, y així la viu, que estava arropida entorn del foch, remanant les brases ab un bastó d’ella, y després se’n anà dient: “Adéu siau!”. Y jo li diguí: “Anau en bona hora”. Y de les hores ensà may pus és entrada en ma casa, ni may pus gosà parlar ab la mia xicha, antes per dotse o tretse dies li durà la malaltia, venint-li baschas, tot lo veÿnat venia en ma casa per vèurer dita xicha, y ella may no gosà entrà; antes un diumenge que li vingué una bascha, que tota la gent del veÿnat vingué en ma casa, ella dita Blancha, estant asseguda devant ma casa, en casa del rajoler, se tancà dins sa casa, del que.m meravellí molt que, abans fahent-se ella tant amiga mia, no parlàs més ni vingués a veure la dita xicha. Y abans dita xicha no morís li trobarem totes les locades blaves. Y encontinent en aquell vespre li vingueren los giscles, se soltava en sanch per bocha y altres parts. Y com la mia xicha fou morta, haguerem raons al carrer les dues, dient-me ella: “Vós dieu que jo us he morta la minyona”. Y jo li diguí: “Vós vos ho sabeu”. Y ella me digué algunas malas paraulas. Y jo li diguí: “Per què ara no veniu a casa?, que abans no.y ne axieu”. Y ella respongué: “Perquè no.y he mester hara!”.

[...]

Beatrix Castellvi, muller que est de Petri Castellvi, agricola Sancti Felicis de Lupricato. Testes citata et que juravit ad Dominum Deu.

Et interrogata super primo articulo ex articulus deffensionum, dicte Blanca dixit que ella, testimoni, la té per dona de bé y per bona chrestiana, del que ella la coneix, y que li ha moltes vegades presas ses criatures, que.n té moltes, però que may ha conegut ningun mal del que li aproposen en ella.

Super secundu, dixit que ella la té com narra dit article, encara que cert n’a vist quexar alguns d’ella, totavia ella la té per dona de bé.

[...]

Temi: Saperi e poteri

Autrici

Isabel Pérez Molina
Isabel Pérez Molina

Isabel Pérez Molina è nata a Barcellona. Si è laureata in Storia Contemporanea presso l’Università di Barcellona, dove ha preso una specializzazione in Storia delle donne e un dottorato in Storia Moderna. Dal 1991 al 1994 è stata segretaria esecutiva del Centro di Studi delle Donne Duoda dell’Università di Barcellona. Dal 1996 al 2000 è stata docente titolare di Studi Ispanici presso la “University of Technology, Sydney, UTS”, a Sidney, Australia. La sua tesi di dottorato fu pubblicata nel 1997 dalla casa editrice dell’Università di Granada, serie Feminae, con il titolo Las mujeres ante la ley en la Cataluña moderna. Una versione diversa e attualizzata è stata pubblicata in inglese nel 2001, Honour and Disgrace: Women and Law in Early Modern Catalonia (Florida, Dissertation.com, 2001). Oltre a diversi saggi e libri didattici, ha partecipato all’elaborazione e ha curato la pubblicazione di Las mujeres en el Antiguo Régimen: Imagen y realidad (Barcellona, Icaria, 1994). Ha una figlia nata a Sidney, Australia, nel 1998.

Introduzione

Durante il Medioevo, prima dell’istituzionalizzazione delle corporazioni, dei governi comunali e delle università, le donne occupavano spazi in ogni campo, furono oltre che contadine, maestre di vari mestieri, colone, badesse, scrittrici, e inoltre si dedicarono a diversi ambiti della conoscenza umana, tra cui quelli compresi nella denominazione di “scienza”. Una scienza che per le donne all’epoca si concentrava principalmente nel campo della medicina. Le donne andarono oltre i limiti imposti loro dai modelli dominanti di genere e diventarono un problema per l’élite maschile feudale e patriarcale.

Come reazione, a partire dal XIII e XIV secolo prende corpo tra sacerdoti ed eruditi, uomini privilegiati, una corrente di opinione misogina, a cui risposero donne come Christine de Pizan, dando luogo alla cosiddetta “querelle des femmes”.

Durante il Rinascimento la corrente misogina si consolida, dando luogo a un periodo di regressione per le donne in ogni campo. È allora che la lotta per il controllo maschile della conoscenza, della scienza, si inasprisce, e comincia la caccia alle streghe.

Tutte siamo streghe. Lo spettro sociale delle streghe

Qualsiasi donna che godesse di qualunque tipo di indipendenza poteva essere considerata strega. Gli inquisitori credevano che le donne che restavano fuori dal controllo maschile, al margine della loro tutela attraverso la famiglia, o che si mantenevano fuori o ai limiti dei ruoli femminili prescritti per loro, fossero elementi perturbatori dell’ordine sociale stabilito. Donne sole, nubili o vedove, povere, vecchie, straniere, malinconiche, guaritrici, lo spettro poteva essere vario.

Le donne senza uomini, nubili o vedove, con più di quarant’anni, facilmente potevano essere considerate streghe, ma molte anche erano sposate, giovani... Anche le straniere potevano essere un obiettivo facile, dato che essendo donne e appena arrivate erano oggetto di sfiducia. Molte streghe erano donne che avevano o mostravano indipendenza, che erano disposte a replicare e a difendersi. In Inghilterra le donne che sapevano nuotare erano considerate streghe, giacché se sapevano nuotare era perché l’acqua le rifiutava.

In molti casi le streghe erano donne di estrazione contadina o povera. Questo è certo per la maggior parte delle guaritrici, anche se ce n’erano di condizione sociale benestante. Le guaritrici di estrazione povera e contadina lavoravano per la comunità, per le classi popolari. In generale erano le uniche ad assistere i poveri.

D’altra parte, un altro settore che patì la persecuzione durante la caccia alle streghe fu quello delle levatrici. Molte delle donne accusate di stregheria furono levatrici. Questo si spiega con il fatto che durante il Medioevo e l’Età Moderna c’era l’idea generalizzata che la nascita aveva qualità magiche e che per questa ragione le levatrici, conoscendo i misteri della nascita, avevano poteri speciali. Con l’istituzionalizzazione della medicina nelle università, l’ostetricia restò l’unica area legata alla medicina e alla salute riservata alle donne, finché gli fu anch’essa portata via nel XIX secolo. Le donne rimasero escluse dalla pratica della medicina, con l’eccezione menzionata, finché apparve la figura dell’infermiera alla fine del XIX secolo, in particolare con Florence Nightingale. L’infermiera appare legata al ruolo di cura delle donne, completamente subordinata ai medici.

Secondo Mary Daly, nella storia delle streghe e della caccia alle streghe bisogna tener conto dell’esistenza di resti di ciò che lei chiama “Vecchia Religione”, prepatriarcale e precristiana, di adorazione della Dea, che sarebbe stata mantenuta dalle donne. La Dea evoca la presenza femminile nella società, la donna forte, indipendente e sapiente, che si tenterà di distruggere con la caccia alle streghe, smembrando e uccidendo la Dea.

Le guaritrici: trasmettitrici della medicina popolare

Un grande numero di donne condannate a morte durante la caccia alle streghe erano donne che esercitavano l’attività di guaritrici nelle loro comunità.

Le donne facevano le guaritrici da secoli, c’è una lunga genealogia di donne guaritrici. In Europa furono le responsabili della salute della comunità fino a quando iniziò la caccia alle streghe, essendo le conoscitrici, trasmettitrici e verificatrici di una sapienza ancestrale popolare trasmessa di madre in figlia. Di fatto, sono considerate da diversi studiosi e studiose le prime mediche e anatomiste della storia occidentale, oltre che le prime farmacologhe, per la loro coltivazione e raccolta di piante medicinali. Erano le conoscitrici dei segreti della medicina empirica.

Per questa ragione erano conosciute dalla comunità come “donne sapienti”. Tuttavia le istituzioni, temendo la loro influenza, le chiamarono “chafarderas” (pettegole), prima di chiamarle streghe.

Le donne conoscevano le applicazioni medicinali di molte erbe e piante e tali conoscenze si imparavano di generazione in generazione da tempi anteriori alla istituzionalizzazione del cristianesimo. Allo stesso tempo scoprirono nuove formule e applicazioni attraverso la sperimentazione. La gente considerava questa conoscenza come un certo tipo di magia, così come lo credevano le gerarchie delle chiese cristiane e i governanti degli stati. Pare che queste donne mescolassero le pratiche curative con vecchi riti pagani anteriori al cristianesimo. La patina magica che rivestiva la conoscenza delle piante e l’elaborazione di creme e unguenti sembra derivare da questi vecchi riti religiosi. Questo fu uno dei fattori che contribuì a considerare l’esistenza di una relazione speciale tra queste donne e il corpo, con il guarire il corpo ma anche con il rapporto tra mente e corpo. È documentata la pratica di alcune streghe di strofinarsi il corpo con unguenti preparati da loro stesse.

A volte gli inquisitori collegavano l’uso di unguenti alla presunta capacità di volare delle streghe, come si vede in un processo di stregheria del 1620 a Puigcerdà. Il processo descrive una specie di aquelarre (sabba o tregenda) di streghe in cui una donna incita un’altra chiamata Jonga a togliersi i vestiti e mettersi un unguento, e come lo fa questa esce volando attraverso il camino.

Le streghe-guaritrici usavano analgesici, calmanti e medicine digestive, così come altri preparati per diminuire i dolori del parto, nonostante la posizione contraria della Chiesa, secondo la quale a causa del peccato originale le donne dovevano partorire con dolore. Usarono la belladonna per fermare le contrazioni dell’utero in caso di minaccia di aborto e alcune fonti indicano una strega inglese come scopritrice della digitale, che si usa oggi per curare le malattie coronariche. Queste donne sapienti consigliavano inoltre le donne sui metodi contraccettivi e praticavano aborti. Di fatto Paracelso, considerato il “padre della medicina moderna”, affermò nel XVI secolo che tutto quello che sapeva lo aveva imparato dalle streghe. Con la caccia alle streghe parte di questa conoscenza si perdette.

D’altro canto, le fonti studiate finora indicano che stabilirono reti e che si riunivano per scambiare conoscenze su erbe medicinali e insieme si costituivano mediatrici per la divulgazione di diversi tipi di notizie, alimentando i rapporti tra donne. È possibile che queste reti fossero in rapporto con le ribellioni contadine dell’epoca, per esempio contribuendo alla loro diffusione.

La stregheria e la professionalizzazione della medicina

A partire dal XII secolo apparvero le università legate alla Chiesa, e questo significò che discipline come la medicina e il diritto venissero insegnate nel quadro di tale istituzione, dando inizio a un processo di istituzionalizzazione e professionalizzazione che, secondo Michel Foucault, avrebbe avuto come obiettivo ultimo la legittimazione dell’ordine sociale stabilito dai settori del potere. Era necessario il controllo delle fonti del sapere da parte degli uomini dei ceti dominanti. Le discipline si svilupparono sotto il controllo della Chiesa, nei limiti delineati dalla fede cristiana. Di fatto, giuristi e medici collaborarono ed ebbero un ruolo nella caccia alle streghe, fornendo una cornice legale o agendo come consiglieri nei tribunali.

Si vietò la pratica della medicina a tutti coloro che non ne avessero titolo, e questo significava che alle donne fu tolto il diritto di praticare la medicina come guaritrici, non potendo avere accesso alle università. Le donne che avevano esercitato per tutta la vita e per generazioni l’attività di guaritrici, videro allora che gli veniva vietato svolgere il loro lavoro. Tuttavia, affinché la proibizione fosse effettiva, era necessario sradicare la loro influenza nella comunità, farla finita con il rispetto di cui godevano tra i popolo. Era necessario anche annientare la competenza di queste donne, che potevano mettere in discussione la capacità dei professionisti che si laureavano nelle università.

I professionisti uomini, provenienti da famiglie abbienti, fecero pressione contro la possibile concorrenza delle donne guaritrici, ottenendo l’appoggio dei ceti privilegiati, che si resero conto dell’importanza del controllo delle fonti del sapere, e la medicina era una delle prime discipline che la Chiesa e lo stato avevano particolare interesse a controllare. L’organizzazione istituzionale della medicina era importante in questo processo di controllo delle fonti del sapere, dato il prestigio e la reputazione che comportava ma soprattutto perché implicava il controllo di decisioni sulla vita e la morte, su follia e non follia ecc. Le donne erano ovviamente escluse da questo circolo elitario.

Le prime donne guaritrici accusate furono donne istruite che lavoravano per clienti della medesima estrazione sociale, cioè per i ceti privilegiati. Nel XIII secolo l’Univeristà di Parigi accusò Jacqueline Felicie di praticare la medicina illegalmente. Nessuno dubitava della sua capacità o professionalità, al contrario questo fu usato contro di lei, perché osò guarire altri essendo donna, mettendo in discussione la competenza dei medici e dimostrando che poteva curare casi a cui i medici avevano rinunciato.

Di fatto, le conoscenze che i medici imparavano nelle università dell’epoca erano molto ridotte. Si limitavano sostanzialmente alle opere di Galeno e al corpo della medicina ippocratica, con tutti i relativi preconcetti. Non ricevevano alcun tipo di insegnamento pratico né niente che potesse mettere in discussione l’ortodossia cristiana. In questo contesto, il salasso era la pratica più comune, in particolare per le ferite. Anche la superstizione era presente sotto forma di riti religiosi, preghiere o pratica di formule magiche, oltre al fatto che i medici avevano bisogno del consiglio del sacerdote e non potevano curare quelli che non si erano confessati.

La teoria secondo la quale la creazione delle università portò con sé un’evoluzione positiva e un progresso in cui la superstizione popolare fu sostituita dalla scienza, è quanto meno discutibile. Sarebbe più esatto affermare che i nuovi “professionisti” imposero con la forza la loro “superiorità” contro coloro che potevano disturbarli e sfidarli. Per le storiche Pina Cavallo e Milagros Rivera, c’è un rapporto tra i cambiamenti riguardanti il controllo della scienza e i rapporti sociali tra i generi, e insieme il fatto che questi cambiamenti coincidono con l’inasprirsi della persecuzione delle streghe. Questo legame si esprime concretamente nella separazione tra la magia naturale, forma premoderna della scienza di cui si appropriano gli uomini, e la magia nera, sotterranea e perseguitata, che definiva quella praticata dalla donne.

Alcuni studi suggeriscono che la Chiesa aveva anche altri interessi a limitare il ruolo delle guaritrici. Per esempio, c’erano streghe-guaritrici che consigliavano la gente di moderare il consumo di zucchero, dato che avevano individuato malattie collegate a tale consumo. Ma per la Chiesa, che aveva interessi nell’industria dello zucchero, era più conveniente un aumento del suo consumo che il contrario.

Una volta che professioniste come Jacqueline smisero di essere un problema, venne il turno delle donne di strati sociali più bassi. Queste furono le principali vittime della caccia alle streghe.

Storia di un ginocidio

Per intendere il significato della caccia alle streghe, non è sufficiente la spiegazione della concorrenza delle guaritrici, la professionalizzazione della medicina o l’istituzionalizzazione e il controllo della scienza da parte del potere stabilito. La caccia alle streghe fu un atto cosciente di ginocidio da parte delle élites del potere, che si nutrì di una rinnovata misoginia che prese forza a partire dal XIV secolo. Questa misoginia fu alimentata dalla Chiesa sotto l’influenza dei testi di Tommaso d’Aquino, venne allo scoperto in Francia nel XV secolo e poi si estese per tutta l’Europa.

Come si è detto più sopra, questa Rin ovata misoginia si accompagnerà, agli inizi dell’Età Moderna, a un arretramento per le donne in tutti gli aspetti della loro vita, in coincidenza con il Rinascimento. La cronologia della caccia alle streghe coincide con questi cambiamenti. Teologi e inquisitori affermavano che “dove ci sono molte donne ci sono molte streghe”.

Diversi studi hanno riconosciuto che la caccia alle streghe fu un fenomeno fondamentalmente politico più che religioso o di altro tipo, e che appare legato a un processo volto a rendere omogenea la cultura, processo legato a sua volta all’espansione del potere dello stato. Non è un caso che la maggior parte delle persone processate e condannate siano state donne. La caccia alle streghe non fu semplicemente un’esplosione di isteria collettiva che cercò un capro espiatorio nelle streghe - benché naturalmente le istanze di potere approfittassero anche di questo aspetto, mentre si sbarazzavano di elementi perturbatori, per deviare lo scontento della gente dalle cause sociali che avrebbero potuto incitare alla rivolta - ma fu una persecuzione cosciente promossa e diretta contro le donne che, per la loro sapienza, per la loro indipendenza o semplicemente per la loro inadeguatezza rispetto ai limiti imposti loro, mettevano in discussione con il loro modo di vivere lo stesso corpo sociale, un corpo sociale che, con parole di Mary Daly, rappresentava il corpo mistico di Cristo, sostanzialmente privilegiato e patriarcale, in un momento in cui avviene un aumento del controllo della “sapienza”, definendola entro limiti ufficiali.

La caccia alle streghe comprende i secoli che vanno dal XIV al XVII, raggiungendo la massima intensità durante il XVI secolo e, soprattutto, la prima metà del XVII. Fino alla fine del XV secolo le pene per stregheria sono lievi, generalmente consistono in multe. Fu in coincidenza con la bolla del papa Innocenzo VIII e con la pubblicazione nel 1486 del Malleus Malleficarum o “Martello delle streghe”, scritto dagli inquisitori domenicani tedeschi Heinrich Kramer (o Henri Institoris) e Jakob Sprenger, che cominciò il giro di morte. L’apparizione della stampa contribuì alla diffusione di questo manuale degli inquisitori.

Gli inquisitori, con la loro visione patriarcale, non potevano accettare che le donne avessero sapienza o potere, per cui affemarono che il potere delle streghe non era proprio ma proveniva dall’atto sessuale con il diavolo. La perversione sessuale degli inquisitori si manifestò nei processi, in cui le loro fantasie sessuali si esprimevano con dettagli osceni, descrivendo l’atto sessuale tra la strega e il diavolo. Quando le donne agivano in maniera razionale era perché agivano come strumenti del diavolo, dato che appartenevano al partito del diavolo. Questo poteva far riferimento alle reti che esistevano tra le donne e fu usato per farle denunciare i nomi delle loro vicine, amiche ecc.

La stregheria era considerata un “crimen exceptum”, cioè un delitto speciale, diverso dagli altri. Nel XVI secolo la differenza tra streghe buone (molte di loro guaritrici) e cattive sparisce totalmente. Gli inquisitori assicurarono che le buone erano peggiori delle cattive. A ciò contribuirono personaggi come Jean Bodin, che con la sua demonologia contribuì al ravvivarsi della caccia alle streghe alla fine del XVI secolo. Le streghe avevano meno diritti degli altri rei e i giudizi erano sempre accompagnati da torture. La presunzione non era sufficiente per condannare a morte.

A ogni accusata gli inquisitori chiedevano un altro nome, dando inizio a una catena di morte e barbarie. Chiunque poteva denunciare, e una volta denunciata la prima strega, iniziava la catena. Inoltre, in questo “delitto” gli inquisitori usavano minori, in particolare le bambine, su cui si faceva pressione perché testimoniassero contro le loro madri. Arrivò un momento, agli inizi del XVII secolo, in cui le accuse furono fuori controllo. Chiunque poteva essere accusato, persino le mogli dei funzionari e degli inquisitori, persino gli stessi accusatori. L’unico modo di impedirlo fu fermare tutto il processo. Così, le stesse autorità che alimentarono la catena di uccisioni, cominciarono a negare e a screditare le accuse di stregheria.

L’enormità del massacro è difficile da determinare, dato il vuoto che ancora esiste sul tema nonostante i vari studi esistenti, la reticenza ad accettare alcuni studi realizzati da donne e la tendenza dei ricercatori uomini a evitare la questione o trattarla con un eccesso di prudenza. Le stime più conservatrici indicano 200.000 persone giustiziate in questo periodo. G. R. Quaife fornisce una stima di circa un milione di persone e Matilda Joslyn Gage, già nel 1893, di 9 milioni, stima che sarà sostenuta da Mary Daly. La proporzione di donne va dall’80 al 100%, a seconda del momento e del luogo.

Geograficamente, la caccia alle streghe cominciò sulle montagne di Germania e Italia, espandendosi poi rapidamente dentro e fuori tali paesi, in Francia, Inghilterra, nel nord Europa, in Spagna. In Germania, Francia e Belgio la persecuzione fu più brutale che in altri paesi. Anche se non pare esserci molta differenza tra paesi cattolici e protestanti, si stima che la persecuzione sia stata più dura nei paesi protestanti. In Spagna, per esempio, gli inquisitori si concentrarono di più su certe eresie religiose, come quella degli “illuminati”, essendo meno proclivi a credere nella stregheria, ma nonostante ciò anche gli inquisitori spagnoli furono infestati dalla caccia alle streghe nella sua epoca culminante, fine XVI e inizi XVII secolo.

Così, in Spagna la persecuzione fu meno acuta che in altri paesi europei, dato che l’Inquisizione spagnola agì con maggior precauzione in questo tipo di processi. Tuttavia nell’epoca culminante della caccia alle streghe il numero di esecuzioni crebbe notevolmente, pur senza arrivare al rigore di altri paesi. Diversamente che nel resto d’Europa, l’Inquisizione spagnola mantenne una posizione più scettica riguardo alla stregheria. Era necessario avere delle prove e la confessione di per sé non bastava, dato che, secondo la stessa Inquisizione, la tortura o la paura di essa, così come le domande orientate, potevano portare a dichiarare cose mai accadute. Il tempo di tortura era limitato a un’ora, mentre in Germania poteva durare da un giorno e una notte fino a quattro giorni e quattro notti.

Anche se in alcune regioni sembra si siano dati più casi di stregheria che in altre, si potevano trovare streghe da qualsiasi parte, specialmente nelle zone rurali. Pare che la maggiore o minore concentrazione fosse dovuta alla maggiore o minore abbondanza di erbe medicinali nella zona e alla persistenza o no di riti religiosi anteriori al cristianesimo. Fu nei Paesi Baschi che si ebbero più condanne. Nel 1610 furono condannate le streghe di Zugarramurdi. Altri processi rilevanti sono quelli di Toledo e di Granada. Nel 1655 furono giustiziate 40 persone a Valencia, 31 delle quali erano donne. Anche la Galizia era considerata territorio di streghe, le meigas. In Catalogna tra il 1616 e il 1619 furono condannate alla forca 300 donne. All’interno del Principato catalano alcuni borghi erano noti per l’esistenza di streghe; tra questi Caldes de Montbui, Vallgorguina, Terrassa, Ullastret e Girona. Alcune tracce restano tuttora, o sono rimaste fino a relativamente poco tempo fa, come il toponimo di “Pla de les bruixes” (Pian delle streghe), o la palma che si legava al balcone ogni anno per spaventare i cattivi spiriti.

Il processo a Blanca Bardiera

Il processo a Blanca Bardiera non è un processo dell’inquisizione ma del tribunale locale. In Catalogna la persecuzione della stregheria sembra si stata più intensa da parte delle autorità locali che da parte dell’Inquisizione. D’altra parte, i tribunali locali ammettevano più facilmente prove generalmente non ammissibili in diritto, anche se questo abbiamo visto essere frequente in generale nei processi per stregheria.

Blanca Bardiera era una donna povera, che lavorava in diverse attività contadine, dalla vendemmia allo strappare le erbacce, e a volte trovava lavoro anche come domestica o lavandaia. La sua età è indefinita, anche se la lettura del testo sembra indicare che dovesse essere tra la metà dei trenta e l’inizio dei quaranta. È sposata, ma suo marito resta assente per tutto il processo, apparendo solo come garante per la libertà vigilata. Blanca affronta il giudizio da sola, senza l’aiuto e la protezione che si suppone dia il matrimonio. D’altra parte è straniera, francese, immigrata a Sant Feliu de Llobregat all’epoca delle ondate di immigrazione francese in Catalogna avvenute durante il XVI e XVII secolo, con tutti i problemi di integrazione e xenofobia connessi ai movimenti migratori in cui sono protagonisti i poveri.

Benché durante il processo Blanca negasse le accuse, dalle dichiarazioni dei testimoni sembra ovvio che conoscesse alcune ricette curative, da cui però non si deduce che fosse una guaritrice, anche se non sappiamo se lo fosse stata in Francia. Le viene attribuita la guarigione di una testimone grazie a una zuppa di timo preparata da lei. Molte donne conoscevano rimedi casalinghi che facevano parte della sapienza popolare, diffusi da guaritrici, trasmessi di madre in figlia e tra vicine e parenti.

Blanca era inoltre una donna che rispondeva alle accuse, erano noti i suoi dissapori con una vicina Maciana, che l’accusava di aver causato la morte della figlia di 16 o 17 mesi.

Il processo inizia il 27 novembre con l’interrogatorio di dieci testimoni. Il giorno seguente Blanca è rinchiusa in prigione e il 5 dicembre fu presa la sua dichiarazione, in cui respinge tutte le accuse. Il pubblico ministero chiede che si approvi l’applicazione della tortura, che viene autorizzata ma che non viene applicata, a quanto pare perché l’autorità locale non lo considerò necessario in questo caso. Qui Blanca fu fortunata, dato che i processi per stregheria erano di solito accompagnati da torture. Fu positivo anche il fatto di avere quattro testimoni che testimoniarono in suo favore. I sedici testimoni dell’accusa l’accusano di provocare la morte di neonati, di predire e/o causare la malattia o la morte di altre persone e di fabbricare pozioni e curare con zuppa di timo. La lettura del processo mostra l’alta mortalità infantile dell’epoca e che dietro alla morte di alcuni di questi neonati si trovano non solo malattie ma anche negligenza e maltrattamenti di cui era facile incolpare qualcuno al di fuori della famiglia. I testimoni della difesa dichiarano la bontà dell’accusata nei confronti degli altri. In totale furono interrogate dodici donne e quattro uomini da parte dell’accusa e tre donne e un uomo da parte della difesa. Otto testimoni dell’accusa e uno della difesa erano francesi.

Alla fine del processo Blanca esce in libertà vigilata. Probabilmente fuggì da Sant Feliu per sistemarsi in un altro posto dove non la conoscessero. Sicuramente molte altre streghe avranno agito allo stesso modo. Se aveva la possibilità di inserirsi e non arrivavano voci del processo precedente, forse sarebbe sopravvissuta senza grandi problemi.

Indicazioni didattiche

Osserva i grafici sui processi per stregheria presso il tribunale dell’Inquisizione di Barcellona durante il XVII secolo, confrontando uomini e donne per età. Quali differenze di genere si deducono?

A partire dal grafico lineare sull’evoluzione dei processi per stregheria presso il tribunale dell’Inquisizione di Barcellona nel XVII secolo e dal testo, spiega la storia dei processi per stregheria e del conseguente ginocidio.

Bibliografia: Saperi e poteri
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  • BARSTOW, Anne L. Witchcrace: New History of the European Witch Hunts San Francisco, Harper San Francisco, 1995.
  • CARO BAROJA, Julio, Las brujas y su mundo. Barcellona, Alianza Editorial, 1986.
  • DALY, Mary, "European Witchburnings: Purifying the Body of Christ". DALY, Mary, Gyn/Ecology. The Metaethics of Radical Feminism. Londres, The Women's Press, 1979, 179-222.
  • EHRENREICH, Barbara; ENGLISH, Deirdre, Le streghe siamo noi. Il ruolo della medicina nella repressione della donna. Traduzione a cura di Luciana Percovich e Andreina Robutti, Milano, La Salamandra, 1975.
  • GRAS, Mercè, Bruixes a Sant Feliu de Llobregat. El procés a Blanca Bardiera (1578). Sant Feliu de Llobregat, Edicions Ajuntament de Sant Feliu de Llobregat, 2000.
  • MICHELET, Jules, La strega. Torino, Einaudi, 1971.
  • QUAIFE, G. R. Magia y maleficio. Las brujas y el fanatismo religioso. Barcellona, Crítica, 1989.
  • RIVERA GARRETAS, María-Milagros, Textos y espacios de mujeres. Barcellona, Icaria, 1990.
  • RIVERA GARRETAS, María-Milagros, Nominare il mondo al femminile. Pensiero delle donne e teoria femminista. Traduzione di Emma Scaramuzza, Roma, Editori Riuniti, 1998.

Note al testo

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