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S'acaba de publicar el llibre María-Milagros Rivera Garretas

S'acaba de publicar el llibre María-Milagros Rivera Garretas

EL PLACER FEMENINO ES CLITÓRICO
María-Milagros Rivera Garretas



Disfrutar del placer de ser mujer es una aventura peligrosa y fascinante en nuestro tiempo. Por un lado le amenaza la acusación de transfobia; por otro le ataca la violencia hermenéutica universitaria, empeñada desde hace siglos en imponer a las mujeres un orgasmo inexistente; por otro, le amarga el gusto la invasión de medicamentos, ideologías, cirugías y algoritmos que ignoran el sentido libre de la diferencia sexual. Entretanto, silenciosa, la sorpresa de la libertad femenina se ha impuesto por todas partes sin necesidad de leyes ni de argumentos. Este libro habla de historias, poesías, Diosas Madre sin coito, enigmas, imágenes, pensamientos y obras de arte que dicen que el placer femenino es clitórico.
Tiene cuatro capítulos: 1) Equivocarse de orgasmo; 2) La violencia hermenéutica o clitoridectomía simbólica; 3) Glosa del placer clitórico; 4) Concebir cuerpos sin coito y conceptos sin falo.

Puedes comprarlo en versión electrónica o en papel:
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PRIMERAS PÁGINAS:
El placer femenino libre: placer del sentir, de las entrañas y del alma ¿Puede haber placer femenino que no sea libre? ¿Puede haber placer que no sea libre? Si una o uno busca respuesta en lo que ha aprendido en los libros del pensamiento del pensamiento, ese pensamiento que construye mentalmente opiniones de autores que se citan los unos a los otros en cadenas ininterrumpidas de conocimiento racional y sin divino, dirá que sí, que lo hay, que hay placer no libre; y probablemente, en su vida, se equivocará de orgasmo. Lo digo por experiencia. En cambio, si busca respuesta en su libro de la vida, o sea, en su experiencia personal y en el pensamiento de la experiencia,[1] entonces contestará que no, que el placer es siempre libre, y que si no es libre, libre de espíritu y carne, no es placer sino una mezcla corrupta de dolor y violencia. Y, en su vida, no se equivocará de orgasmo. Los libros del pensamiento del pensamiento enseñan con tratados, manuales, novelas, teatro, leyes, imágenes y poesía que el masoquismo y el sadismo existen, dan placer y son incluso rasgos propios de mentes sofisticadas y elegantes. Nos lo enseñan sobre todo a las mujeres, que somos, en realidad, las que menos lo necesitamos porque nacemos con una predisposición propia y particular para el placer, la libertad de espíritu y el orgasmo. “Masoquismo” y “sadismo” son palabras de hombres del siglo XVIII-XIX oscuramente patriarcales, palabras que la madre nunca o casi nunca enseña ni pronuncia al enseñar a su criatura a hablar y, hablando, a traer al mundo el mundo,[2] su mundo. Masoquismo y sadismo son palabros que carecen de raíz en la lengua materna. Derivan del apellido de dos sardónicos y mediocres escritores que quisieron demostrar que hay placer sexual en el dominio, el dolor, el sometimiento y el maltrato. Son palabros que contribuyeron mucho, junto con otras teorías médicas masculinas del siglo XX sobre el alma humana, a que las mujeres y, probablemente, también los hombres, nos equivocásemos de orgasmo. El libro de la vida, el de la experiencia personal padecida y gozada en todas sus facetas, enseña, en cambio, que todas las cosas se buscan y se encuentran con lo que ellas mismas son: el placer con el placer, el amor con el amor, el dolor con el dolor, el dominio con el dominio, el maltrato con el maltrato, y así sucesivamente. No el placer con el dominio ni el placer con el dolor ni con el sometimiento. El libro de la vida es la expresión del sentir, sentir que todo el mundo tenemos, sentir de las entrañas que a los seres humanos nos acompaña y nos sostiene y orienta siempre, aunque no siempre conectemos con él o nos fiemos de él. María Zambrano (1904-1991) lo llamó, filosóficamente, “sentir originario”, sentir que es origen y origina: que es origen porque viene de la madre, tu madre concreta y personal, y que, como ella, origina creaciones por miles en fidelidad a su genealogía femenina y materna, la genealogía de las Tres Madres de las culturas y religiones mediterráneas prepatriarcales.[3] Escribió María Zambrano de mayor, rememorando sus recuerdos: “y entonces hablé del sentir originario en vez de la subconsciencia, de que el hombre es el ser que padece su propia trascendencia y que busca sin tenerla identidad, pero que algún día, quién sabe dónde, [...] la encontrará: que no se trata de tener ya el ser, ni de conformarse con el ser, ese ‘es’, sino de ir –vuelvo al agua– más allá de sí mismo.”[4] María Zambrano se separó así radicalmente, o sea, desde la raíz originaria, del afamado inconsciente de la doctrina psicoanalítica y de otras interpretaciones machistas del siglo XX sobre el alma humana, convertida por ellos en psique, palabra que jamás acompañó una caricia. Y se inclinó por el agua, principio por excelencia del placer femenino y, también, de su fecundidad: el agua de su propio nombre, María, la mujer anterior a la separación de las aguas y la tierra, como la diosa sumeria Tiamat que reinaba en el Todo desde el Mar, o la Laia ibera, Diosa Arquera cuyo arco era la Luna y reinaba sobre los cinco elementos (agua, aire, cielo, tierra y quintaesencia), o la Mari vasca o la diosa Ops Consiva itálica o la diosa délfica Gea o las Tres Madres (Abuela, Madre, Hija) mediterráneas o Santa Ana y la Virgen María del cosmos cristiano, que reinaban en el Todo desde la Tierra, todas ellas mujeres divinas que conciben cuerpos sin coito y conceptos sin falo, como las mujeres clitóricas (libres del patriarcado y su contrato sexual) [...]

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