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L'experiència de l'escriptura femenina avui

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ALBA RAMOS MARTÍN

L'experiència de l'escriptura femenina avui

En mi escritura tiene relevancia mi diferencia sexual. De hecho, creo que puedo decir que la diferencia sexual que encarno es el impulso que me hace escribir. Tomando una imagen preciosa de un poema de Carmen Conde, “El arrebato”, mi diferencia sexual es el empuje de océano que hace que el río de mi sentir retome su cauce con palabras a la vez que lo lleva siempre a desbordarse.

Cuando reanudé la escritura en el diario, en los años de universidad, las páginas se poblaban de preguntas. Yo escribía y escribo porque tengo la necesidad de hacer pasar mi experiencia, que casi nunca entiendo, por las palabras, en un deseo de interrogarla e ir al fondo de mí. Un fondo que me imagino lleno de agua, inagotable, salada, caótica, como las profundidades del mar. Interrogo no para entender sino para aprender y para tocar y dejarme tocar por la vastedad de lo que no sé; por aquello que me hace presentir el infinito y que me viene a anunciar el misterio. La escritura me permitía y me permite que las preguntas se deslicen, en espiral, finalmente, en afirmaciones, que están más allá, o más acá, de la razón. Afirmaciones sencillas: afirmaciones de amor. Siento que la diferencia sexual es la condición de mi ser que me reclama más amor y yo lo encuentro, entre otras prácticas, hilando mi sentir y mi experiencia con las palabras.
En las preguntas que escribo hay una presión del neutro. Muchas surgen del dolor producido por la cultura del neutro; por no saberme encontrar, por no lograrme ver, por desconfiar de mi sentir, por borrar los límites de mi cuerpo y cederlos a un espacio y tiempo y mediación que no eran ni son los míos. Pero creo que algo en mí sabía y sabe desde siempre que, aunque las preguntas sean consecuencia del dolor del neutro, nacen en el deseo de vivir desde mi verdad femenina y de poner en juego en el mundo mi sentido libre de ser mujer. En otras palabras, diría, también, que las preguntas son consecuencia de medirme como mujer vaginal, a la vez que se enraizan en el placer clitórico. Y, porque aquí había una raíz viva y allí ramas secas y muertas, la escritura me llevaba a afirmaciones de amor femeninas.
Por lo tanto, no creo que sea escritura femenina porque surja del dolor del neutro. Si fuera así, la escritura femenina tendría una raíz débil, impropia, nacería de un no, de una oposición. Creo que es escritura femenina porque, sencillamente, surge de mí: de un Sí donde resuena mi placer de ser mujer. Un Sí con el que la escritura femenina se encuentra y al que hace resurgir, trayéndolo a mi realidad; como si lo pusiera a mi disposición para que yo lo bebiera, palabra a palabra, eso es, experiencia a experiencia, sentir a sentir. Un Sí que deja un espacio abierto al cielo del misterio.
Con el hilar de las palabras, siento que abro la afirmación de mi experiencia femenina. Palabras que ya no son neutras, pues surgen de un reclamo de mi cuerpo, mi cuerpo de mujer. Una afirmación que deshace el nudo que crea en mi cuerpo el falso neutro y que desata, haciéndolo disponible, el amor a mi ser mujer. Creo que con la escritura reparaba y reparo, como en un tejido, los nudos y los desgarros dolorosos del neutro. Y creo que esto solo se puede hacer, yo, siendo mujer, con escritura femenina. Es una evidencia de los sentidos. Lo escribe María-Milagros Rivera, a propósito de un principio de la mística femenina beguina medieval: “todas las cosas hay buscarlas con lo que ellas mismas son: el Amor con el Amor, la fuerza con la fuerza, riqueza con la riqueza, el Todo con el Todo” y, añade: “la mujer con la mujer, la lengua materna con la lengua materna, la escritura femenina, con la escritura femenina”1 . Y es que ¿podría ser de otra manera? ¿Podría yo haber encontrado una afirmación de amor sin escritura femenina?
Unos pocos años después de retomar la escritura del diario me atreví a escribir unos versos, que se convirtieron en un poema; que escribo a continuación. No me había atrevido antes a escribir en verso porque pensaba que solo los poetas escribían poesía. Hasta que las palabras de una amiga me hicieron dar un giro de sentido femenino a la palabra poeta y poesía. En este poema quise decir mi dolor, pero sobre todo quise decir mi placer de ser mujer. Y esto lo he visto en mucha de mi escritura.

Desmembrar-se. (no)-
cos (des)-
fet d’esquinçament
pactat –on?– i
el desig a la pupil·la
de reconèixe’s cos desitjable. Encara
no.
Cal la renúncia total
al ritual
del sempre.
Cal la interrupció llunada
de la mirada
de qui s’ha fet sol.
Després de mirar-se ara pit,
ara mà
ara llavi, ara cama
Després de mirar-se, dic,
amb els ulls a les finestres
amb els ulls a les aixelles

Encara no
però ja Sí.


Es curioso porque al escribir no siento que me equivoque. Como si las palabras serpentearan por entre las piedras, esquivando peligros y trampas, y encontraran su camino, porque ellas, sencillamente, saben el camino. Saben la urgencia de lo que debe ser dicho en el momento oportuno para hacer simbólico de la madre. Las palabras saben porque las guía el sentir; ese sentir al que María Zambrano llamó sentir originario. Yo confío en ellas. Es curioso, básicamente, porque yo siempre he tenido miedo a equivocarme; siempre dudo y no me muevo –aunque no moverse sea un movimiento también, diferente, quizás de otro alcance, porque la vida nunca queda suspendida. No obstante, el movimiento de mi mano siempre es un movimiento abandonado al deseo: entre el dejarse dar y el dar, entre el saber y el no saber, entre el miedo y el placer, entre el no y el sí. La escritura femenina, porque en ella hay placer y deseo, tercia. Si esto lo siento así es porque la escritura sale de mi placer de escribir; un placer que no se equivoca de orgasmo porque se reconoce el verdadero en todo el cuerpo: es un placer clitórico. Quizás una deja de dudar o tener miedo a la equivocación cuando sabe, desde la sabiduría del corazón, del cuerpo, es decir, del alma, cuál es su placer verdadero. Y se abandona a él.



1 RIVERA GARRETAS, María-Milagros (2019). Sor Juana Inés de la Cruz. Mujeres que no son de este mundo. Madrid: Sabina editorial. p. 18.

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