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Textos de la Era de la Perla

La violencia de tantos hombres contra las mujeres

Las mujeres y las niñas son sagradas, intocables e inviolables

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ADRIANA ALONSO SÁMANO

Las mujeres y las niñas son sagradas, intocables e inviolables

Imagen de Tina Modotti: Dos mujeres de Tehuantepec con jicalpextle

Todos los días en México y el mundo gran cantidad de hombres de toda clase y edad violan y asesinan a mujeres y niñas en sus propias casas o en las calles ante los ojos de cualquiera como “crímenes comunes, corrientes y tradicionales”, que sólo producen silencio e indiferencia cómplice en la sociedad y no una genuina y verdadera negación rotunda a aceptar lo inaceptable: el ginocidio(1) milenario que ha sido el patriarcado.

Juzgan y culpan a las madres de las niñas y jóvenes violadas y asesinadas: “la madre tenía problemas mentales”, “descuidó a su hija”; culpan y victimizan a las propias mujeres: “ella se lo buscó, ella lo provocó”; negando la existencia y diferencia femenina: “los homicidios son iguales para todos”, “eliminemos el término feminicidio”, “el verdadero problema es el neoliberalismo” como dijo el actual presidente y sus funcionarios; “no todos los hombres”, “ni unx menos”, “a los hombres también nos matan”.

Todo lo reducen falsamente a un problema de “violencia de género”, término falso que oculta el sentido y origen de mi ser cuerpo y palabra sexuada y materna, su medida original e infinita de sentido, dada en sí misma, en el hecho de ser lo humano materno y sexuado, sustituyéndola con una medida falsa de poder reducida a la proyección de un género disociado del cuerpo y el origen materno, una proyección falsa y genérica del “sujeto neutro universal” masculino intercambiable, que reproduce las representaciones y fantasías masculinas misóginas sobre los sexos, que niega la autoridad femenina y materna y la diferencia sexual vaciándolas de sentido. No coincide el cuerpo y su verdad con el término de poder abstracto y engañoso que encubre al patriarcado en extinción, desesperación y agonía.

Decir “violencia de género” es intentar ocultar la inhumana e inocultable violencia de los hombres contra las mujeres y atribuirla falsamente a un problema “neutro” de “toda la humanidad” y de las mujeres mismas indiferenciadamente; es deslindarse de ser sexuadas y sexuados, nacidas y nacidos de nuestra madre.
“Como suele ocurrir con lo políticamente correcto, oculta lo fundamental: en este caso, "violencia de género" oculta que son hombres quienes ejercen la violencia en cuestión, y mujeres quienes la padecemos.” (…) “Yo sostengo que la violencia contra las mujeres no es violencia de género. Entiendo que la violencia contra las mujeres intenta destruir y destruye las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana (1); o sea, las prácticas de autoridad, guiadas por el amor, que son, históricamente, más (mucho más) de mujeres que de hombres. La violencia de género es, en cambio, lucha de poder entre los sexos.” (María-Milagros Rivera Garretas) (2)

Como si se tratara de una simple oposición dialéctica y masculina “lucha de poder entre los sexos”, se niega la responsabilidad masculina de ejercer la violencia contra las mujeres, se iguala y reduce el deseo femenino al masculino, pretendiendo que las mujeres deseamos estar y debemos estar en guerra por el poder, como en realidad lo están ellos.

De la misma manera, tradicionalmente se ha llamado irresponsablemente a la violencia de los hombres contra las mujeres simplemente “violencia intrafamiliar” o “violencia doméstica”. Las propias mujeres también las cercanas o lejanas, por acción u omisión resultan “culpables del patriarcado”, -leí con asombro a una mujer “humanista” contemporánea que sustentaba con ridiculez esta teoría-.

Detrás de lo que muchas veces se llama irresponsablemente “problema femenino” está el verdadero problema masculino, oculto. Esto lo aprendí de la profesora Clara Jourdan de la Librería de Mujeres de Milán, en las valiosas lecciones de su asignatura: La política de lo simbólico, del Máster online de DUODA.

Y de los millones de hombres violadores y asesinos ni hablar, hombres influyentes y famosos, adorados y corrientes que están en nuestras familias y trabajos, en nuestra vida diaria, que son los padres, hermanos, esposos, doctores, maestros, políticos del poder, curas, jefes, proxenetas, reyes de la pornografía, la prostitución y asesinato de bebés, niñas y mujeres con emporios poderosos en todo el mundo, de la cultura masiva abrumadoramente misógina, los comentarios cotidianos de odio a las mujeres, las redes repletas de pedófilos, de los cientos de miles de violadores y feminicidas que la ley masculina impuesta perdona, de ellos ni hablar, ni capturarlos, ni juzgarlos, ni nombrarlos, son los grandes ausentes de responsabilidad en la historia; de los montones de hombres maltratadores y asesinos de mujeres y niñas cada día en el planeta Tierra protegidos por el estado, las instituciones y la cultura, ni hablar. Del verdadero problema de negación de lo femenino, fundante hace miles de años de la cultura masculina impuesta y en franca decadencia, ni hablar. Para los grandes analistas y expertos sólo resulta: “violencia de género”.

De la auténtica autoridad femenina y materna creadora de la vida, la lengua y la civilización humana, ni hablar, de las madres, abuelas, hermanas, tías, amigas, maestras, amas de casa, niñeras, cocineras, lavanderas, jardineras, curanderas, parteras, enfermeras, cuidadoras, médicas, estudiantes y profesionales brillantes que están llenando las escuelas y el mundo con su excelencia, escritoras, pensadoras, místicas, sabias, diseñadoras y ordenadoras del mundo que con su don, su más y su amor, hacen política primera y de primera, y la obra civilizatoria verdadera (Anna Maria Piussi) que da orden y sentido a la humanidad y al mundo. De la libertad y excelencia que las mujeres traen al mundo con tanta potencia ni hablar, aunque estén revolucionándolo todo.

Mientras, hablan y hablan de cómo torturan, de cómo debemos tener miedo por ser mujeres y cuidarnos de no tener la culpa por ser violentadas, violadas y asesinadas.

La violencia de los hombres contra las mujeres no es “violencia de género” (María-Milagros Rivera Garretas), es la violencia de millones de hombres y su desprecio e intento de negación de lo femenino libre y su innegable más, su excelencia e infinito de sentido propio original y libre, libre e independiente de toda medida, referencia y representación masculina. La violencia de los hombres contra las mujeres es la obstinada negación y ocultación de la autoridad femenina y materna, natural y simbólica, precedente original de la vida humana y todas sus competencias. Como nos recuerda María-Milagros Rivera Garretas: “la madre viene siempre antes, antes hay siempre una mujer, y genera, genera cuerpos, conceptos, palabras de lengua materna, relaciones, sintaxis, política.” (3)

“Cuando a la violencia contra las mujeres se le llama violencia de género, se hace una cesión enorme de simbólico de la madre a lo que queda del patriarcado, alimentándolo. La cesión de simbólico está en el olvido del amor, sustituido ahora por el lenguaje con poder.” (María-Milagros Rivera Garretas) (2)

Vida y lengua, cuerpo y palabra, dones siempre recibidos de cada madre, y quien por ella(4), habiendo sido dado ya por ella el don del cuerpo y la palabra, colabore transmitiendo su orden materno y sus competencias, cuidando de su obra, del origen y sentido materno del cuerpo, la palabra y la humanidad.

Las mujeres y las niñas son sagradas, intocables e inviolables.
04/04/20

Notas
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(1) Ginocidio: “Término acuñado por Mary Daly para referirse al asesinato premeditado de mujeres.” http://www.ub.edu/duoda/diferencia/html/es/glosario.html

(2) María-Milagros Rivera Garretas: La violencia contra las mujeres no es violencia de género, Duoda: Revista d'estudis feministes, ISSN 1132-6751, Nº. 21, 2001, págs. 37-42

(3) María-Milagros Rivera Garretas: La naturaleza se reivindica sobrenatural.
“Porque, como escribió incansable Sor Juana Inés de la Cruz en poesía, prosa y teatro, la madre viene siempre antes, antes hay siempre una mujer, y genera, genera cuerpos, conceptos, palabras de lengua materna, relaciones, sintaxis, política. Esta precedencia que tanto atormentó al patriarcado vuelve a ser hoy una evidencia de los sentidos (María Zambrano) finalmente decible por las mujeres y, quizás, por los hombres.”
http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/1/252/>

(4) Luisa Muraro, El orden simbólico de la madre, 1991.

Universidad de Barcelona
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