EL DIARIO VASCO - OPINIÓN - 16/12/00

Libertad personal

  

CORAL RODRÍGUEZ FOUZ

Licenciada en Medicina y ex-senadora del PSOE

Cada cierto tiempo la eutanasia acapara portadas y titulares en todos los medios de comunicación. De vez en cuando una chispa -la muerte de Ramón Sanpedro en 1998 o la aprobación de la ley holandesa la semana pasada- hace saltar la polémica. No se trata, en la mayoría de las ocasiones, del debate informado y sereno que sería preciso para avanzar en la búsqueda de los consensos que habrían de hacer compatibles las diferentes concepciones sobre la naturaleza de la vida humana que existen en nuestra sociedad plural, sino más bien de una simple polémica dada a posturas dogmáticas, rígidas e inflexibles que hacen tremendamente difícil el ejercicio de esa deseable convivencia que se basa en el respeto y la tolerancia mutuos.

La aprobación en la Cámara baja holandesa de una ley despenalizadora de la eutanasia -reservaré este término, como hacen en Holanda, para la comúnmente conocida como eutanasia activa- ha traído de nuevo a la luz pública el debate sobre si la libertad y la dignidad personales en el morir incluyen o no el derecho a disponer de la propia vida en esas circunstancias de enfermedad terminal o irreversible y de sufrimiento insoportable.

Las declaraciones de destacados miembros de la Iglesia Católica manifestando su furibundo rechazo no se han hecho esperar. Y han venido a sumarse a su insensata y anacrónica aportación al debate del Día Mundial contra el Sida: la obstinada prohibición del uso de preservativos como método preventivo. Siendo esas opiniones respetables y claramente respetadas, hemos de añadir que obviamente no comprometen más que a sus fieles. Y sólo a ellos. Son los creyentes católicos quienes habrán de guiarse, en su caso, por las recomendaciones de papas y obispos. Esas creencias personales no incumben más que a aquellos que las profesan. Por tanto, la jerarquía eclesiástica no debería seguir empeñada, como hasta ahora, en hacer de sus convicciones morales dogmas de fe universales. Porque vivimos en una sociedad plural. Y es más, con la Constitución de 1978 los ciudadanos españoles apostamos por un Estado aconfesional y laico que nos libra de tener que seguir sin rechistar dictados de religión alguna.

En estas fechas en las que conmemoramos su aprobación no estaría de más que se asumiera desde todos los estamentos de nuestra sociedad lo que ese laicismo supone. Y es que los católicos no deberían pretender que su dogma sobre la concepción de la vida y de la muerte, su creencia en el valor absoluto de la vida humana, sea compartido por todos. Nuestra Constitución establece como derecho fundamental la libertad ideológica, religiosa y de culto, de modo que no cabe la imposición de ningún dogma religioso. Este ha de ser nuestro punto de partida en el debate que tenemos pendiente sobre la eutanasia.

Y no recurramos a la falacia. Quienes presentan las posibles leyes como "leyes que nos harán suicidables o, por mejor decir, eutanasiables a todos", olvidan -no sé si deliberadamente- que la esencia de la eutanasia es que sea una solicitud racional del paciente en el uso de su libertad personal. Su esencia es el respeto a la voluntad, a la autonomía de las personas. Yo no reclamo el derecho a la eutanasia para los demás, no lo pido para usted que está leyendo este artículo. Lo reclamo para mí. Usted puede encontrar sentido al dolor, a la decrepitud, a la falta de conciencia... Y puede no desear morir. Una ley como la holandesa no le obligaría a pedir la eutanasia, no le obligaría a morir. Pero yo, ante la irreversibilidad de alguna de esas circunstancias, puedo entender que no me merecería la pena seguir viviendo. A mí la prohibición actual sí me obligaría a seguir viviendo contra mi voluntad.

Recordaré aquí al teólogo Hans Küng, que ha escrito que "nadie ha de ser obligado, ni siquiera animado a morir ni un día ni una hora antes de lo que desea. Pero, al contrario, tampoco, se puede obligar a nadie a seguir viviendo en cualesquiera circunstancias. El derecho a prolongar la vida no es de cumplimiento obligado; el derecho a la vida no es imposición de la vida".

Hace casi tres años el suicidio asistido de Ramón Sanpedro -la repercusión que tuvo en los medios de comunicación y el aldabonazo que supuso en muchas conciencias de este país- sirvió de acicate, sin duda alguna, para que en el Senado se constituyera una Comisión Especial de estudio sobre al eutanasia y el derecho a una muerte digna. A nadie se le escapa que la iniciativa del Grupo Socialista de constituir esa comisión no habría contado con el apoyo unánime de todos los Grupos Parlamentarios si no fuera por la presión que en aquellos días ejercía una ciudadanía especialmente sensibilizada por la dramática muerte de Ramón Sanpedro. Quizás la repercusión de la ley holandesa sirva ahora para que se continúen los trabajos que quedaron interrumpidos al disolverse las Cámaras a principios de este año. Y tal vez en esta ocasión quienes tienen -como en la pasada Legislatura en el Senado- la mayoría absoluta decidan tomarse en serio lo que este debate significa y, sobre todo, lo que el pluralismo de esta sociedad supone.

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Última actualización: 12/09/03