LA VANGUARDIA - OPINIÓN - 14/10/01

De los avances de la reproducción asistida al mito del clon

 LA SOCIEDAD está recibiendo todo avance, como el de la selección de sexos, con una gran normalidad

De los avances en la reproducción asistida al mito del clon

EN LA CLONACIÓN humana se plantea un problema ético que depende tan sólo de la definición de embrión

LA SITUACIÓN:  JOSEP EGOZCUE

Nunca el hombre ha querido ser Dios. Es cierto que, a lo largo de la historia, ciertos líderes han sido elevados a la categoría de dioses, y que los seres humanos han amado, temido, odiado, despreciado o ignorado a Dios. Pero ninguno ha querido ser como él.

La medicina ha obrado "milagros". Emulando el registro milagroso tradicional es posible comprobar que, en el siglo pasado, la ciencia médica ha logrado que los ciegos vean (extracción de cataratas), los sordos oigan (implante coclear) o que los muertos vuelvan a vivir (técnicas de resucitación). ¿Por qué, pues, ante estos adelantos nadie habló del hombre dios?

Probablemente, la respuesta sea doble. Por una parte, los medios de comunicación tenían una escasa relevancia, y dedicaban menos atención a la ciencia; además, el periodista ha pasado de ser el vehículo de la noticia, para convertirse en su intérprete. Por otra, la medicina se enfrentaba a la muerte, pero aún no había osado manipular la vida. Es esta relación directa con el origen de la vida la que ha llevado a hablar del hombre dios, del hombre que intenta interpretar el papel de Dios.

Cuando se desarrollaron las técnicas de reproducción asistida, lo único que se pretendía era conseguir que las mujeres con una obstrucción de las trompas pudieran tener hijos. Si el óvulo no podía atravesar las trompas, era obvio que había que extraerlo del ovario y llevarlo al útero. Todo esto era relativamente fácil, ya que se disponía de rudimentarios laparoscopios. Pero, puestos a realizar la intervención, ¿por qué no fecundar el óvulo en el laboratorio y transferirlo después? Así se logró poner a punto la fecundación "in vitro" (FIV). Conseguido este objetivo, pronto se vio que algunos espermatozoides eran incapaces de atravesar la cubierta que rodea al óvulo. Se procedió, pues, a inyectar los espermatozoides por debajo de esta cubierta. Un día, la casualidad quiso que la pipeta de inyección penetrase en el óvulo. En lugar de destruirse, el óvulo fecundado empezó a dividirse: había nacido la inyección intracitoplásmica de espermatozoides, basada en la simple intención de ayudar a hombres estériles.

A partir de aquí, y de la ampliación de las posibilidades reproductivas con la donación de óvulos y de espermatozoides, la imaginación de algunos empezó a dibujar familias multiparentales, que lograron sorprender, sino escandalizar, a ciertas mentalidades. Y, sin embargo, las combinaciones interesadas y extravagantes, como el reciente embarazo de una mujer francesa con un óvulo donado por una joven, fecundado con un espermatozoide de su hermano, no son distintas de los contratos matrimoniales, que siempre han existido, cuya finalidad era mantener o incrementar el patrimonio, y que llevaban a matrimonios entre tíos y sobrinas o entre primos para los que se requería dispensa.

La separación de espermatozoides para poder elegir el sexo de los hijos se desarrolló para facilitar el diagnóstico de enfermedades genéticas ligadas al cromosoma X, transmitidas por la madre (como la hemofilia). Separando los espermatozoides con un cromosoma X de los portadores de un cromosoma Y se podían obtener más niñas, que no están afectadas por la enfermedad. Y este diagnóstico se llevaba a cabo en embriones producidos "in vitro", para evitar interrupciones de embarazo en caso de un diagnóstico desfavorable. El que, en la actualidad, la selección del sexo de los hijos empiece a tener demanda social indica con qué normalidad la sociedad recibe estos avances.

La introducción en el genoma de un individuo de genes de otras especies o de genes modificados es un fenómeno que se da de forma natural y espontánea. Cuando se conoció su existencia, se pensó en la posibilidad de hacer lo mismo en el laboratorio para conseguir vegetales más resistentes a plagas y pesticidas, con mayor producción o portadores de vitaminas, para obtener bacterias o animales que fabricasen productos de interés farmacéutico, o para curar enfermedades genéticas. Dado que la eficiencia del método era muy baja, se pensó en mejorarla haciendo copias de aquellos animales en los que el gen funcionaba. Así, casi medio siglo después de los primeros intentos de clonación en anfibios por pura curiosidad científica, se llegó a clonar a "Dolly".

La diferencia entre producir animales en serie por inseminación o producirlos por clonación (salvadas las dificultades técnicas) no es tan grande, y la finalidad es la misma: la producción de animales excepcionales. Trasladar la clonación a la especie humana, ¿qué ventajas podría reportar? Tan sólo un loco anunció que iba a clonarse... para emular a Dios. Objetivamente, ¿en qué habría emulado a Dios este individuo delirante? En todo caso, se habría limitado a utilizar una vía de reproducción alternativa, pero en ningún caso habría creado vida.

Otros potenciales clonadores de seres humanos (cuya actividad, dadas las posibilidades tecnológicas actuales, quizá un juez calificase de estafa) han planteado esta posibilidad como una alternativa para la reproducción en parejas estériles que rechazan la donación de gametos, es decir, como otra modalidad de reproducción asistida.

Una forma especial de usar los métodos de clonación, aún no ensayada, consistiría en el trasplante del núcleo del embrión de una mujer portadora de una enfermedad mitocondrial (por mutación del ADN en las organelas llamadas mitocondrias) a un óvulo sin núcleo procedente de una mujer con mitocondrias normales. En el fondo, esta forma de trasplante en poco se diferenciaría de las ya habituales.

La clonación embrionaria consiste en convertir algunas células de un embrión preimplantacional en una línea de células madre, totipolenciales, para intentar diferenciarlas en tejidos, o en órganos muy simples, con la finalidad de realizar trasplantes para el tratamiento de enfermedades como la diabetes (páncreas), procesos degenerativos del sistema nervioso (neuronas), etcétera. Esta forma de trasplante en nada se diferencia de los trasplantes de riñón, de corazón o de médula ósea, aunque cada uno de ellos dependa de una tecnología especial y específica. En la clonación de embriones se plantea un problema ético, que hay que resolver, pero que depende tan sólo de la definición del estatus del embrión preimplantacional. Sin embargo, en este campo la mejor recomendación es actuar con precaución, sin precipitaciones, para evitar perjudicar a los pacientes. El trasplante de células madre a enfermos de Parkinson realizado hace algunos meses en Estados Unidos dio resultados desastrosos, debido a su prematuridad.

Las mujeres de una cierta edad tienen mayores dificultades para conseguir embarazos, y tienen un mayor riesgo de que alguno de sus hijos sufra una anomalía cromosómica. Para solucionar su problema se han propuesto dos enfoques novedosos. Uno de ellos (que también puede ser útil en parejas con abortos de repetición) parece tener una cierta utilidad, y consiste en estudiar los embriones, producidos "in vitro", antes de su transferencia, y seleccionar tan sólo los embriones normales. El otro se basa en la creencia de que la inyección de citoplasma de un óvulo joven a un óvulo de una mujer mayor puede "rejuvenecerlo" y facilitar el embarazo. Hasta el momento, esta técnica no ha dado resultados comprobables, y puede ser peligrosa. Sin embargo, conceptualmente, en nada se diferencia de una inyección de eritropoyetina (EPO) como es habitual en ciertos medios deportivos.

El que estos avances de la ciencia hayan llevado a algunos a comparar al hombre con Dios, o a hablar incluso del hombre dios muestra que la imaginación humana es activa, polifacética y atrevida. Pero, aunque a posteriori los embriólogos que fabricaron a "Dolly" titularon su libro "La segunda creación", ninguno de los científicos involucrados en estos temas ha realizado nunca sus actividades pensando en emular a Dios, sino con la finalidad de poner en claro procesos biológicos o resolver problemas prácticos con los que debe enfrentarse en su actividad investigadora o clínica diaria. Jugar a ser Dios, ¿para qué?

J. EGOZCUE, catedrático de Biología Celular, Univ. Autònoma de Barcelona


Comentarios: obd@pcb.ub.es
Última actualización: 06/09/01 12:26:26