EL PERIÓDICO - SOCIEDAD - 28/03/04

Los límites del trasplante

ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

• La técnica permite el cambio de cara, pero su repercusión ética cuestiona que sea legalizado
• El receptor del tejido facial necesitaría una intensa preparación psicológica, dice un experto
 

Descartada la posibilidad de que algún día se trasplante un cerebro humano, la incorporación de una cara ajena, que sustituya los rasgos que han identificado al individuo receptor, se ha convertido en el límite definitivo de este tipo de cirugía. La técnica quirúrgica está a punto de superar, si no lo ha hecho ya, los riesgos vasculares que implicaría un trasplante del tejido facial completo, aseguran los responsables sanitarios. Lo que mantiene la imposibilidad legal de intentar este trasplante en España, y en el resto de la UE, no es una barrera técnica, sino ética.


"No tengo dudas de que ya es posible, y hay cirujanos preparados para hacerlo, pero antes de autorizar un trasplante de cara deberemos valorar si vamos a mejorar la salud del receptor o le crearemos un problema", afirma Jordi Vilardell, director de la Organització Catalana de Trasplantaments, adscrita a Sanitat. "La incógnita del resultado, y el hecho de que el estado de la cara no es un factor que ponga en peligro la vida, son elementos que frenarán que se llegue a permitir", añade Vilardell.
Un eventual trasplante de cara se aplicaría, siempre, a personas que han sufrido la destrucción facial por un traumatismo: un quemado, las secuelas de un cáncer, una herida de bala o una malformación congénita. No se aceptarían razones estéticas.
"Está en juego la identidad psicológica del enfermo --advierte Vilardell--. El receptor de una cara ajena no sólo debería ser informado, sino que sería imprescindible estar seguros de que ha entendido el significado del cambio facial. Creo que necesitaría una preparación extraordinaria para que, al despertar de la anestesia, no se rechazara a sí mismo".

EL ENVEJECIMIENTO
La necesidad de aceptar una nueva identidad al mirarse al espejo no sería un problema insalvable, a juicio de María Casado, directora del Observatori de Bioètica de Catalunya. "Si los riesgos técnicos están superados, y no se trata de hacer ciencia ficción, creo que un trasplante de cara sería positivo", afirma. "No estamos hablando de una mejora estética, sino de reparar situaciones muy graves, por ejemplo, las de aquellas mujeres a las que les rociaron la cara con ácido y se convirtieron en casi un monstruo".
Casado considera que todos los seres humanos se enfrentan constantemente a crisis de identidad. "A medida que envejeces, te sorprendes viendo que ya no eres aquella adolescente ideal", asegura. "Si alguien sufre un trauma importante, siempre le será más beneficioso recibir el tejido facial de otro que llevar una máscara. El riesgo de rechazar su identidad existe, pero es superable".

IRRECONOCIBLE
El anonimato del donante no se vería alterado en el caso de un trasplante de cara, opina el doctor Vilardell. "Nadie asociaría dos caras por más que su tejido muscular fuera el mismo. No existen dos estructuras óseas idénticas. Nunca sería reconocible".
Lo que no hay que olvidar, añade, es la tendencia de los receptores de órganos a establecer una relación especial con el donante, al que no han conocido. "Crean fantasías sobre la persona que les ha salvado la vida y sienten una gratitud infinita hacia ella", explica Vilardell. "Con frecuencia, ponen la mano en el órgano recibido, imaginando cómo sería su donante. No sé qué sucederá en el caso de la cara", añade. El receptor de un trasplante de mano en Holanda, recuerda, la ha repudiado.
 


OPINIÓN // EL APUNTE
Piel y personalidad


JOSEP EGOZCUE
CATEDRÁTICO DE BIOLOGÍA CELULAR (UB)

Trasplantar una cara no es colocar la de un cadáver a otra persona, sino usar músculos, huesos y piel para reparar un rostro deformado por un accidente o un cáncer. El trasplante es posible, pero se le oponen razones médicas y psicológicas. Médicamente, el probable rechazo debido al exceso de piel utilizada es solucionable. Los psicólogos plantean la dificultad de aceptar una cara distinta a la propia. Pero pregunten a los pacientes --y no a los psicólogos-- si prefieren su cara desfigurada o una nueva. Incluso con riesgo de rechazo, porque la personalidad no reside en el rostro.
 

 

 

 

 

 

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Comentarios: obd@pcb.ub.es
Última actualización: 31/03/04