EL PERIÓDICO - EL ARTÍCULO DEL DÍA - 09/05/02

Las ventajas de los óvulos congelados

  DRA.  MARÍA CASADO

Directora del Observatorio de Bioética y Derecho (Universitat de Barcelona).

 

Los poderes públicos deben autorizar como técnica viable el uso de la crioconservación de ovocitos para la reproducción humana.

A menudo algunos de nuestros políticos se ven impulsados a responder a bote pronto, sin la precaución ni el tiempo para reflexionar ni atender a las recomendaciones de las propias comisiones (creadas de forma específica para aportar criterios sobre las cuestiones debatidas), como es el caso la Comisión Nacional de Reproducción Asistida, que ya en su primer informe de 1999 se pronunció a favor de valorar experimentalmente la crioconservación de ovocitos.

El artículo 11.2 de la ley 35/1988 de técnicas de reproducción asistida dice: "No se autorizará la crioconservación de óvulos con fines de reproducción asistida, en tanto no haya suficientes garantías sobre la viabilidad de los óvulos después de su descongelación". La previsión llevó a los redactores de la ley a establecer una cautela para la congelación de óvulos, basada en la necesidad de control de riesgos técnicos, ya que dicha práctica no era entonces fiable.

FUE LA prudencia la que condujo al legislador a fijar, como impreciso límite a la moratoria, el momento en que se diesen las condiciones para congelar óvulos con seguridad. La frase "en tanto no haya suficientes garantías" indica que, de haberlas, debería autorizarse. Pero quienes deben aportar esas garantías son los investigadores, mediante la utilización de métodos científicos. Una vez que se ha convenido en que la crioconservación de ovocitos constituye una técnica viable, los poderes públicos deben autorizar su utilización para la reproducción humana.

La congelación de óvulos disminuye las molestias que implica para las mujeres participar en un proceso de reproducción asistida o de donación de ovocitos, permite mantener las posibilidades de reproducción a mujeres que se encuentran en situaciones especiales de riesgo y contribuye a disminuir el problema de la existencia de embriones sobrantes.

Así, toda vez que desde el punto de vista de los científicos ya se dan estas garantías (de hecho, han nacido ya niños sanos utilizando óvulos congelados), resulta necesario levantar la moratoria existente en la ley. Para ello no es necessario modificarla; bastaría con el correspondiente desarrollo reglamentario que autorice la aplicación clínica de una técnica que comporta ventajas y que disminuye inconvenientes en los procesos de reproducción asistida.

Las tasas de éxito que se consiguen utilizando óvulos congelados (aunque inferiores a las que corresponden al empleo de embriones crioconservados) son tres veces superiores a las que se obtenían con la fecundación in vitro cuando se produjo la noticia del nacimiento de Louise Brown. Lo que constituye un indicador de que la ley de reproducción asistida --de 1988-- asumió en aquel momento mayores riesgos de los que ahora se plantean. Entre otras cosas, por ser la primera en este campo. O quizá por ser otro el contexto parlamentario. Sabido es que, en cuanto tiene que ver con el inicio o el fin de la vida, las decisiones no son neutras sino que están claramente dominadas por la ideología en el poder.

LA DUDA sobre si se puede o no se puede asumir el riesgo de caminar por la zona fronteriza (como ha sucedido en estos días con la actuación de la clínica Cefer) es la eterna duda sobre la letra de la ley y la certeza del derecho: el terror al espacio jurídico vacío reclama seguridad a toda costa y llamamos a Papá Derecho para que nos dé la mano.

Los criterios de actuación en bioética deben ser revisados periódicamente, en función del desarrollo de la ciencia. Nuestra ley de reproducción asistida fue aprobada hace ya 14 años y si bien fue pionera en su momento presenta hoy importantes desfases y lagunas. Como no podía ser de otra manera.

El ritmo del avance tecnocientífico es muy rápido y si los poderes públicos no asumen las decisiones que les corresponden por miedo a perder votos, no por ello la realidad dejará de existir y la vida continuará transcurriendo. Ignorar la situación, no decidir, ni tomar las medidas necesarias no es no decidir, es decidir igualmente; no actuar es una forma de actuar.

 


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Última actualización: 15/09/03