Directora del Observatorio de Bioética y Derecho (Universitat de Barcelona).

La falta de acuerdos en Johanesburgo no debería sorprender, se veía venir. Está claro que los poderosos no buscan el bienestar general, persiguen seguir siendo ricos e impunes.

Lo asombroso es tolerar este estado de cosas que perjudica a los más y beneficia a los menos. Los 1.500 millones de personas sin agua corriente son un dato que tambalea convicciones. ¿Cómo es posible que tantos puedan ser sojuzgados por tan pocos? Lo cierto es que por debajo de un mínimo bienestar no hay democracia, ni autonomía, ni dignidad que valgan; se trata de mera supervivencia. La solidaridad se ha convertido en una cuestión de justicia: sin voluntad política los pobres serán más pobres, y los ricos, más ricos.