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X Coloquio Internacional de Geocrítica

DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN EL MUNDO, EN LA GEOGRAFÍA Y EN LAS CIENCIAS SOCIALES, 1999-2008

Barcelona, 26 - 30 de mayo de 2008
Universidad de Barcelona

TERRITORIO, PARTICIPACION CIUDADANA Y NIVEL DE CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES OFICIALES

Ramón Díaz Hernández (rdiaz@dgeo.ulpgc.es)
Juan M. Parreño Castellano (jparreno@dgeo.ulpgc.es)
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria


Territorio, participación ciudadana y nivel de confianza en las instituciones oficiales (Resumen)

Canarias es una de las regiones españolas que registra mayores niveles de abstención en las diferentes consultas electorales. Este comportamiento puede explicarse por razones de diverso tipo, pero sin duda, la falta de confianza en los cargos públicos electos y en las instituciones es uno de los factores de mayor peso. Con este fin, en la presente comunicación se expone resumidamente una reciente experiencia realizada en Canarias por el Grupo de Investigación en Geografía Social y Económica de la ULPGC consistente en situar las diferentes respuestas que dio una muestra de ciudadanos residentes en las Islas a una encuesta de opinión confeccionada al efecto sobre el grado de confianza que le inspiran las instituciones oficiales. A su vez, los opinantes fueron desagregados por islas, comarcas y municipios, poniéndose en evidencia la enorme pluralidad y complejidad que es capaz de albergar una sociedad moderna como la canaria.

Palabras clave: participación ciudadana, democracia, confianza en las instituciones

Territory, civil participation and confidence in public institutions (Abstract)

The Canary Islands is one of the Spanish regions that register major levels of abstention in the different elections. This behavior can be explained for different reasons, but undoubtedly, the lack of confidence in the elected politicians and in the public institutions is one of the factors with major weight. With this purpose, in this work, a recent experience carried out in the islands by the Group of Research in Social and Economic Geography (GEYS) of the University of Las Palmas de Gran Canaria is exposed briefly. Different answers gave in a poll by a sample of resident citizens in the islands, about the confidence degree that the public institutions inspire, is evaluated. The results were analyzed by islands, regions and municipalities, proving the enormous plurality and complexity of the modern canary society.

Key words: civil participation, democracy, confidence in public institutions.


 

En el debate actual sobre los sistemas y regímenes políticos modernos, la pregunta por la calidad de la democracia ha dejado de ser una interrogante retórica para pasar a convertirse en un componente de interés estratégico. Desde mediados de la década de los noventa ha aparecido gran cantidad de literatura que presenta orientaciones útiles para avanzar en la tarea de obtención de medidas e indicadores que aporten pistas acerca del funcionamiento real de los sistemas políticos, de las condiciones de estabilidad de los mismos, de cómo son percibidos y aceptados por los ciudadanos. En sintonía con lo anterior y siguiendo una línea de investigación inspirada en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (gobernabilidad democrática y ciudadanía), abordamos las interrogantes sobre la calidad de la democracia en nuestra región en relación con el desarrollo humano y desde una perspectiva territorial. Por una parte, el presente trabajo ofrece una reflexión desde la teoría democrática, y por otra, se hace un esfuerzo por avanzar apoyándose en métodos cualitativos y herramientas prácticas para poder observar y decir algo respecto de lo que ocurre en el seno de nuestra democracia. Necesitamos explorar en las motivaciones que conducen a los sujetos a comportarse de tal o cual modo utilizando metodologías cualitativas, de carácter no directivo[1].

Como ha dicho Julián Marías (Soler Plana, 1973): "La democracia significa la intervención de las personas como tales en la vida colectiva. Por eso es incompatible con toda forma de totalitarismo, y la demagogia es su profanación y desvirtuación, porque elimina el carácter personal y se convierte en una manipulación de las masas. La democracia tiene que estar inspirada, vivificada, por el liberalismo, que consiste en la apelación a la condición personal del hombre, intrínsecamente libre, proyectivo, y por tanto imaginativo".  En consecuencia, la participación política en un contexto liberal no puede entenderse más que como la acción de los ciudadanos destinada a influir en el proceso político de su país y en su resultado. Aunque existen otras muchas, la forma más frecuente de participación política es aquella que se manifiesta en los procesos electorales.

Por lo tanto, en nuestra democracia la participación ciudadana en los asuntos políticos se limita a votar o no votar cada cierto tiempo a los candidatos que proponen las diferentes fuerzas partidarias en listas cerradas. Se da por sentado que la mayoría de los ciudadanos acepta las reglas de juego que el sistema democrático ha ido poniendo en práctica con todas sus consecuencias (ley electoral y monopolio de los partidos políticos de acuerdo con la Constitución de 1978). En este contexto la participación se convierte en un claro indicador de la salud del sistema especialmente cuando los niveles de participación son elevados. El problema se plantea cuando los electores por desinterés, por razones técnicas o por rechazo al sistema empiezan a no acudir a las urnas de forma más o menos persistente y los niveles de participación bajan hasta límites críticos. Es entonces cuando se habla de deslegitimación social y de crisis de la democracia.

De las tres variables más conocidas[2] que explican la abstención, en el presente trabajo se estudiará sólo las que se apoyan en la confianza o desconfianza en las instituciones democráticas. La medición de la confianza es imposible sin la colaboración de los propios actores por lo que tuvimos que recurrir a una encuesta para preguntar directamente a los potenciales electores sus opiniones. Hemos seguido a Hernández Bravo de Laguna (2002) cuando afirma que “los estudios electorales identifican tradicionalmente la abstención electoral con la ausencia del ejercicio del derecho de sufragio activo, es decir, con el no acudir a votar en un proceso electoral determinado. Esta abstención electoral puede tener su origen en una discrepancia radical con el régimen político (o, incluso, con la democracia), en los que no se desea participar de ninguna forma, en un desinterés por la política o en un convencimiento de que nada puede cambiar realmente gane quien gane las elecciones, entre los principales motivos que fundamentarían esta actitud”.  Tomando estos conceptos de abstención como punto de partida, analizando y comparando la conducta electoral a nivel de España y Canarias, apreciamos como en las Islas este fenómeno se presenta de forma más acusada que en el resto del Estado (figura 1). Pero un resultado así no nos coge de sorpresa porque si nos remontamos a las tres elecciones generales que se celebraron en España durante la 2ª República (1931, donde únicamente votaban los hombres mayores de 23 años, las de 1933, boicoteadas por la FAI-CNT y en la que votaron por primera vez las mujeres, y las de 1936 que condujeron a la victoria del Frente Popular) la abstención en las dos circunscripciones provinciales canarias fue muy elevada. Por ejemplo, en las elecciones de 1936, las que obtuvieron una mayor participación, con sólo un 28 por ciento de abstención de promedio estatal, registró una abstención en las Islas cercana al 50 por ciento.

Una vez reinstaurada la democracia, diez son las elecciones generales al Congreso de los Diputados que se han celebrado en España desde 1977 hasta 2008. Para todos los comicios la abstención ha cosechado un promedio del 25,94 por ciento respecto del Censo electoral en el conjunto estatal, en tanto que en Canarias el porcentaje medio de electores que no acude a votar siempre ha sido superior (32,63 por ciento) con lo que se nos presenta un diferencial de 6,69 puntos por encima de los valores medios estatales.

Figura 1
Evolución de la abstención al Congreso de los Diputados en España y Canarias (en porcentaje)

Fuente: Ministerio de Interior

A esta situación se ha llegado aun teniendo en cuenta que las decisiones políticas que más influyen sobre el modus vivendi cotidiano y que condicionan el desarrollo de cualquier país tienen origen estatal, y que, por lo tanto, la participación electoral crece proporcionalmente al posible beneficio que el ciudadano espera alcanzar con los resultados. Esta es una constante que, con mayor o menor relevancia, se repite en todos los estados gobernados mediante democracias formales y el Estado español no es una excepción en este sentido.

Al comprobar que no estamos ante un hecho aislado sino ante un fenómeno de mayor calado, que hunde sus raíces en el pasado y se repite sistemáticamente en cada proceso electoral (incluidas las convocatorias al Senado, elecciones locales, autonómicas, al Parlamento Europeo y de modo especial en los cuatro referéndums celebrados desde 1976 a 2005), hemos decidido intentar conocer las causas de ese diferencial recurriendo al trabajo de campo[3] para comprobar si existen razones específicas que determinen el por qué los electores insulares desconfían más que los del resto del Estado de la política y de las instituciones públicas. En el presente trabajo pretendemos demostrar que la escasa confianza que tiene una parte significativa de los ciudadanos hacia las instituciones oficiales y hacia la gestión de la cosa pública es una de las causas principales que provocan un generalizado desinterés al tiempo que una destacada desafección a las urnas y a la participación activa en las tareas políticas y partidistas.

(Des) interés por la política

Para salir de dudas sobre todas las cuestiones planteadas más arriba decidimos preguntar directamente a las personas representadas en la muestra cuál era su grado de interés en los temas de naturaleza política. Sus respuestas carecen de ambigüedad porque se concentraron en un mismo sentido: sólo una cuarta parte de la población residente en Canarias siente algún tipo de interés por la política. De todos ellos, el 18,8 por ciento manifiesta estar bastante interesado y el resto (7 por ciento) muestra un interés todavía mayor por los temas de naturaleza política. Pero frente a esta minoría se alza nada menos que un 74,2 por ciento de los canarios que dice sentirse poco o nada interesado por la política. En otros términos, la mayoría de los canarios es radicalmente escéptica respecto a los asuntos relacionados con el interés general y con las administraciones públicas. Puestos a territorializar (figura 2) este fenómeno, la poca población que está algo o bastante interesada por estos asuntos reside mayoritariamente en las comarcas del centro y norte de Fuerteventura (municipios de Betancuria, Antigua, Puerto del Rosario y La Oliva); en las comarcas de noroeste y norte de Lanzarote (Yaiza, Tinajo, Teguise y Haría) y en el noroeste de La Palma (Barlovento, Garafía, Puntagorda y Tijarafe). La población nada interesada por la política abarca por entero a las dos islas capitalinas (en donde vive la mayor parte de la población canaria), a las islas de La Gomera y El Hierro así como extensas comarcas de Fuerteventura, La Palma y algo de Lanzarote. 


Figura 2
Grado de interés por la política de la población encuestada

Fuente: Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006 (EPSC-2006). Elaboración: TSA

Confianza en las instituciones

Iniciaremos este apartado analizando el grado de confianza que siente la población residente en Canarias hacia las instituciones y organismos públicos. Lo primero que se pone de manifiesto es que, salvo las organizaciones no gubernamentales, que obtienen un amplio nivel de fiabilidad entre los ciudadanos canarios (66,7 por ciento), las restantes instituciones y organizaciones (como son la justicia, prensa, Naciones Unidas, parlamentos europeo, español y canario, sindicatos, partidos políticos y políticos), son vistas con bastante desconfianza. En otras palabras, los ciudadanos de Canarias recelan de las organizaciones e instituciones que les representan. Tal es así que los valores que reflejan el grado de poca o nada fiabilidad se imponen en la gráfica a los que reciben una mejor aprobación. Es de resaltar que muchas de estas entidades en donde se toman las grandes decisiones que afectan al mundo actual y a la vida cotidiana de la mayoría de las personas son prácticamente desconocidas para la ciudadanía canaria, como bien se aprecia a través de los porcentajes de “No contesta”. Es el caso, por ejemplo, de las Naciones Unidas, parlamentos español, europeo y canario (entre 16 por ciento y 21,8 por ciento) en donde los ciudadanos o no tienen opinión o no saben qué responder.

Figura 3
Nivel de confianza generada por instituciones y organizaciones

Fuente: Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006 (EPSC-2006). Elaboración: TSA

Dicho lo cual, merece la pena hacer un comentario general sobre el gráfico que antecede (figura3). La crisis de credibilidad de la política está plasmada en el mismo y puede que los resultados alcanzados tan bajos de confianza ayuden a explicar en qué medida influyen sobre el elevado y constante abstencionismo que se viene produciendo en Canarias, prácticamente desde la reinstauración de la democracia en España. En efecto, el mayor descrédito lo obtienen los políticos y las organizaciones partidarias, ya que sólo un 9,65 y 10 por ciento de la población se fía de ellos. Los medios de comunicación están también bastante desprestigiados ante los ciudadanos, tal es así que no llegan a sentirse respaldados más que por debajo del 30 por ciento de los residentes en las Islas. Especialmente llamativo es el caso de la televisión (el medio de comunicación más frecuentemente utilizado como fuente de información de lo que acontece en la actualidad y de temas relacionados con la política) que obtiene un crédito irrisorio: menos del 21 por ciento de la población canaria de 16 y más años confía en la información que ésta suministra.

Como podemos apreciar en la figura 4 la confianza en los políticos y los partidos políticos es abrumadoramente poca o ninguna tanto en las Islas como en sus correspondientes comarcas. Dentro de este clima de desconfianza generalizada sobresalen todas las comarcas de Gran Canaria menos la del nordeste en donde se encuentran núcleos urbanos con importante volumen de población como la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, Telde o Arucas en donde la credibilidad en los cargos electos y las estructuras partidarias es muy reducida. Ese sentimiento de total desconfianza se repite en el norte de Tenerife (en donde se localizan destacados núcleos urbanos como La Orotava, Puerto de la Cruz, Los Realejos e Icod de los Vinos), también en la mayor parte de la isla de La Gomera, en el sur de Fuerteventura y en el centro y norte de Lanzarote.

Otro aspecto a tener en cuenta es la desconfianza que la mayoría de los residentes en Canarias sienten hacia los medios de comunicación. En efecto, la territorialización de los niveles de (des)confianza en la televisión (20,7 por ciento) y la prensa (29,6 por ciento), que son los principales (cuando no los exclusivos) proveedores de información de naturaleza política y de la gestión de los asuntos públicos, dibuja una trama homogénea en donde prevalece el poco o ningún crédito de fiabilidad, con la única excepción del noroeste de Gran Canaria en donde se percibe una sensación de bastante respeto hacia la prensa. Por el contrario, en Lanzarote, los habitantes de los municipios de Arrecife, San Bartolomé y Tías son los que menos se fían de la televisión de toda Canarias.

Figura 4
Confianza en los políticos y partidos políticos

Fuente: Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006 (EPSC-2006). Elaboración: TSA

Centrándonos en los tres niveles parlamentarios que los electores deben renovar en sucesivos procesos electorales (parlamentos europeo, español y canario), ninguno de ellos genera suficiente confianza entre la población canaria. La credibilidad de los parlamentos europeo y español es baja (con 22,7 por ciento y 28,2 por ciento, respectivamente), pero es especialmente llamativo el caso del Parlamento canario, que dispone en conjunto de un aval ciudadano sumamente bajo (sólo 20,6 de cada cien canarios confían en su labor). En este sentido, una visión del panorama por Islas y comarcas permite descubrir la existencia de unos niveles de desconfianza hacia las tres cámaras legislativas significativamente elevados que pueden apreciarse mejor en la figura 5.

En el Parlamento europeo confían bastante únicamente los residentes en la comarca central de Fuerteventura (municipios de Antigua y Betancuria) y poco o nada se fían de él en el resto del Archipiélago. El Congreso de los Diputados es receptor de bastante confianza únicamente entre los vecinos de las comarcas del noroeste y sureste de La Palma y de los herreños, pero en el resto de las Islas recelan de sus funciones. Por último, el Parlamento de Canarias goza de suficiente aval sólo en el noroeste de La Palma, en toda la isla de El Hierro, en el suroeste de Gran Canaria y poco o nada en el resto. Se trata por tanto de unos resultados descorazonadores ya que sólo tienen un mayor crédito en algunas comarcas de escasos continentes demográficos.

Figura 5
Confianza en los Parlamentos europeo, español y autonómico

Fuente: Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006 (EPSC-2006). Elaboración: TSA

A modo de conclusión podemos cerrar este apartado señalando que salvo las ONGs, la escasa credibilidad que suscita la mayoría de las instituciones fundamentales del sistema democrático pone en evidencia un estado de opinión altamente escéptico y preocupante que contribuye muy poco de cara a la salud del mismo en términos de legitimación social. Con un panorama así no es difícil diagnosticar algunas de las razones (si no la más importante, a nuestro juicio) que determinan el que muchos ciudadanos no deseen participar activamente en las convocatorias electorales y en asuntos de naturaleza política sobre los que recelan.

Niveles de confianza en un contexto europeo

A estos aspectos vamos a dedicar nuestra atención seguidamente. No obstante, solo trataremos cinco de todas las instituciones que figuran en el gráfico, porque son aquellas de las que disponemos de datos comparativos con la Encuesta Social Europea de 2005[4]. Estas cinco instituciones son: justicia, políticos (es decir, cargos electos), Parlamento autonómico, Parlamento europeo y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Empezaremos por el poder judicial. Ya hemos visto con anterioridad la opinión nada favorable que tienen los ciudadanos canarios respecto al funcionamiento del sistema judicial. Comparativamente, el porcentaje de isleños que manifiesta tener mucha o bastante confianza en la justicia (43,4 por ciento) es inferior del promedio europeo (59,3 por ciento), pero eso sí, superior al del conjunto español aunque sea por poca diferencia (European Social Survey, 2005).

Los países nórdicos y del centro de Europa son los que muestran una confianza en la justicia extendida por toda su población. Con proporciones por encima del 60 por ciento, estos países demuestran la fortaleza y el respeto que se siente por su poder judicial. Piénsese que Dinamarca, por ejemplo, dispone de una confianza ciudadana de tamaño doble de la que se dispone en Canarias. Por su lado, los países menos confiados en su justicia corresponden a la región oriental europea y en su caso al área mediterránea, excepción hecha de Grecia e Italia, que singularmente destacan con niveles de confianza altos.

El 64,9 por ciento de los canarios recela de la justicia, en tanto que más de un 40 por ciento manifiesta confiar en ella. Pese a todo y como se puso de manifiesto al principio (figura 2), el sistema judicial canario es la segunda organización mejor valorada por los isleños a bastante distancia detrás de las ONGs. Aunque la desconfianza en la justicia está distribuida socialmente, es decir, está extendida en todo el cuerpo social, sin embargo destaca el estrato social bajo en su desconfianza, a buen seguro por sentirse más afectado por el sistema judicial (sobre el que suele decir que no entiende ni su lenguaje), y por no disponer de suficientes recursos económicos y sociales para afrontar una justicia más propicia a sus intereses.

Figura 6
Confianza en los políticos en Europa (2005) y Canarias (2006)

Fuente: Encuesta Social Europea (2004-05) y Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006.

Respecto a los cargos electos, en toda Europa los políticos (inadecuadamente definidos como clase) están bajando peldaños en cuanto a consideración social se refiere. Cada día que pasa pierden enteros ante sus votantes, estamos ante un valor en declive. Se registra, pues, cómo una ola de escepticismo está sacudiendo al Viejo Continente. Fruto de esa indiferencia es que tan sólo una media de 34 de cada cien ciudadanos europeos sea capaz de mantener mucha o bastante confianza en sus propios cargos electos, a bastante distancia de países tan singulares como Dinamarca en donde los políticos gozan del más alto nivel de fiabilidad conocida por nosotros.

Comparativamente (figura 6), la confianza que dan los españoles a sus representantes públicos desciende al 26 por ciento; en tanto que en Canarias, tal y como expresamos antes, el aval que los ciudadanos conceden a sus representantes en las instituciones ha caído en picado hasta situarse en el más raquítico de toda Europa, detrás incluso de países como Polonia, que cuenta en su haber con la clase política más desprestigiada de la UE.

Aunque avanza en todas partes el escepticismo de los ciudadanos frente a sus instituciones, es conveniente resaltar que en Dinamarca sólo 28 de cada cien ciudadanos desconfía de su Parlamento nacional. Estamos por lo tanto ante una situación modélica realmente excepcional. Sin embargo, a nivel general la confianza que los europeos y los españoles conceden a sus respectivos parlamentos sólo abarca aproximadamente a la mitad de sus respectivos ciudadanos. En Canarias, ni la cuarta parte de sus habitantes manifiesta tener confianza (bastante o mucha) en su Parlamento. En este sentido ocupa un lugar destacado, pero en la cola en relación con el resto de países europeos (figura 7).

Probablemente este mermado apego popular a la máxima institución parlamentaria regional se deba a múltiples razones: tratarse de un ente público relativamente joven y sin tradición todavía entre los residentes en las Islas; al desconocimiento que los ciudadanos tienen de sus funciones; a que su labor está concentrada en una sola isla (Tenerife) y no tiene proyección regional o a la propia opacidad de sus trabajos. No falta quienes apuntan a que sus debates y trabajos no alcanzan todavía un nivel adecuado o a que se percibe como una instancia lejana respecto de los ciudadanos. Cualquiera de estos aspectos (dentro de un contexto general de emergente escepticismo hacia las superestructuras políticas) pudieran ser constitutivos del creciente divorcio que se da entre el poder legislativo regional y los ciudadanos de las Islas. En muchos casos, porque la complejidad técnica de los asuntos que se tratan supera el nivel de información, e incluso de comprensión, que tiene el ciudadano medio; y en otros casos porque ha sido desinformado a propósito, y se cree que sabe lo que no sabe.

Figura 7
Confianza en sus propios Parlamentos. Europa (2005) y Canarias (2006)

Fuente: Encuesta Social Europea (2004-05) y Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006.

La elevada abstención en las elecciones europeas está demostrando el débil interés que todavía suscita en España y Canarias todo lo que se refiere a Europa. En el último referéndum para la Constitución europea celebrado en el 2005, frente a una abstención del 57,68 por ciento en toda España, en Canarias se abstuvo de votar el 63 por ciento de las personas censadas. A la luz de esos resultados, Canarias quedó registrada desde entonces como una de las regiones más euroescépticas del Estado español. Eso ayuda a explicar los resultados de nuestra encuesta (figura 8). Comparativamente con el resto de España, mientras que allí se produce en efecto un interés más expreso en términos relativos a los asuntos que conciernen al Parlamento europeo, por encima incluso de las cifras medias, la confianza que tienen los canarios en ese mismo Parlamento es en cambio el más bajo de toda Europa.

Figura 8
Confianza en el Parlamento europeo. Europa (2005) y Canarias (2006)

Fuente: Encuesta Social Europea (2004-05) y Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006.

La explicación más simple de esta actitud podría centrarse en el desinterés general que existe hacia organismos de toma de decisiones supranacional, en los recelos que provocan a ciertas sensibilidades la cesión de soberanía a otras instancias extranacionales, en culpar a la lejanía geográfica o a la desconfianza generalizada hacia los gobiernos y los políticos;  pero no se agota ahí el razonamiento puesto que estamos ante un fenómeno de desafección con causas y consecuencias más complejas y profundas que se repiten igualmente respecto de otros organismos como son el Parlamento español o la Organización de Naciones Unidas (figura 9).

Lo mismo que sucede con las instituciones europeas se puede aplicar también a la Organización de las Naciones Unidas, en donde otra vez Canarias se sitúa en el último puesto en cuanto a niveles de confianza se refiere. La explicación de estos resultados tan poco halagüeños respecto a lo que se piensa que algún día sea el Parlamento y el Gobierno del Planeta, tal vez se deba (además de la proverbial actitud introvertida del isleño que suele interesarse poco o nada por lo que sucede en el exterior del Archipiélago) al desconocimiento y escaso valor que, en general, tiene la mayoría de los ciudadanos acerca del funcionamiento, composición y utilidad práctica de estos organismos internacionales.

Y es que aquí nos encontramos sin duda ante una casuística multivariable consistente en el ya señalado desinterés por informarse que tiene una buena parte de la ciudadanía de un lado y de otro el déficit pedagógico real puesto que estas organizaciones suelen descuidar la comunicación. Pero, además y por último, asistimos a una suerte de perversión predominante hoy en día en las estrategias informativas en donde la eficacia mediática se apoya en la simplificación y en la enfatización de lo negativo. Eso explica el por qué muchos ciudadanos medios están mejor informados de los grandes fracasos que se cosechan en la gestión de las Naciones Unidas o de la Unión Europea que de sus numerosos (y/o pequeños y grandes) logros.

Figura 9
Confianza en las Naciones Unidas. Europa (2005) y Canarias (2006)

Fuente: Encuesta Social Europea (2004-05) y Encuesta sobre Participación Social en Canarias 2006.

Conclusiones

Es evidente que los ciudadanos lo que de verdad desean es que la transparencia unida a la honestidad sean la mejor tarjeta de presentación por parte de los que les gobiernan en todas las instancias de la administración pública. Tal vez los partidos políticos y los altos cargos públicos no han caído en la cuenta de que los ciudadanos lo que quieren sobre todas las cosas es sentirse bien administrados a todos los niveles, pero especialmente que su entorno más próximo sea tal como ellos anhelan porque para eso tienen unos derechos adquiridos y pagan sus impuestos. Y eso se reduce con frecuencia a ambicionar cosas muy sencillas como que su barrio o su ciudad estén limpios, sin delincuencia, sin paro, disponer de una educación y sanidad de calidad, con buenos transportes públicos, etc. Sin embargo, acabamos de ver como son muchos (aunque no mayoría) los ciudadanos que acaban desconfiando de las instituciones y de los gobernantes que les representan. Se muestran a su manera convencidos de la existencia de prácticas éticamente reprobables cuando no claramente delictivas (ejemplos de corrupción como los denunciados en Telde, Mogán, Santa Cruz de Tenerife o Santa Brígida que han tenido un enorme impacto social). Cosas nada ejemplarizantes como las referidas determinan el que tristemente se extiendan a ciertos círculos sociales expresiones como que “La democracia no es el gobierno del pueblo sino de los políticos”.

Esta actitud de creciente rechazo crítico - o como mínimo recelosa- se traslada también hacia las demás instituciones legislativas como son los Parlamentos regional, nacional y europeo incluyendo a la Organización de las Naciones Unidas, a la justicia, a la prensa, a los sindicatos, a la televisión, a los funcionarios, etc. Es verdad que en ese distanciamiento se ofrecen diferentes grados de aceptación/rechazo entre unos y otros. Como también es verdad que se salvan sólo las Organizaciones No Gubernamentales que siguen siendo muy bien estimadas por la mayoría de residentes en las Islas. En cualquier caso la desconfianza en las instituciones conduce al desinterés que es la primera causa aducida por los encuestados que admiten no haber ido a votar en las elecciones. Fuera de la denominada abstención pasiva, existen otras justificaciones como "estar fuera, de viaje", "no pudo por motivos personales"; "enfermedad"; "descontento, desengañado de la política" y "no se enteró o no se acordó". Pero eso no agota ni mucho menos la extensa axiología abstencionista que se nutre de numerosos y complejos agregados.

El alejamiento de los ciudadanos no obedece sólo a un tema de buenas o malas prácticas en el gobierno de las instituciones. Ni siquiera a cuestiones más o menos técnicas o personales. Puede responder a causas más profundas que residen en el mismo núcleo del sistema. Hasta ahora hemos creído en las bondades de nuestro modelo de democracia porque ha funcionado bien para la gente que hizo la transición, toda vez que tuvo el gran mérito de liberarnos de una dictadura y de sus potenciales epígonos conduciéndonos al “extra democratiam nulla salus”. Pero las estructuras democráticas tienen que revalidar su éxito día a día renovándose y vivificándose. Las instituciones de la democracia están llamadas a ser escenarios transparentes y abiertos al debate público si se desea que sigan siendo legítimas (Habermas, 1998). Como dice Vidal Beneyto (2008): “Pretender hacer más democrática la democracia conduciría a su explosión; desistir de mejorar sus instituciones contribuiría a la implosión democrática”. Hay mucho de esto último en nuestra experiencia reciente y eso explica el que del fervor inicial se haya pasado enseguida al desencanto.

En primer lugar hay que decir que todo poder por sí mismo desgasta, desencanta, cansa y cuando alcanza cierto límite incluso se autocorrompe y degrada. Y, en segundo lugar, hay que señalar también que la escasa voluntad de inyectar más calidad a nuestro sistema democrático, el desistimiento a mejorar el funcionamiento de las administraciones, el descrédito de ciertas prácticas de gobierno y las conductas reprobables de determinados cargos electos junto a las rivalidades partidistas con continuos enfrentamientos y bloqueos en instancias de poder tan sensibles como el judicial o el Tribunal Constitucional, no sólo han erosionado el prestigio de las instituciones, sino además al propio sistema democrático liberal (que se presenta como única opción, sin otra alternativa) contribuyendo a una “implosión democrática” en la terminología empleada por el profesor J. Vidal. En consecuencia, el sistema democrático sin rival, sin competencia, indefenso y desprotegido se está quedando solo y alienta a su pesar un sentimiento de "inutilidad" del votante ante un aparato de poder que no puede transformar vote a quien vote. En esa suerte de impotencia reside en buena parte la base de la justificación de la abstención antisistema, que es, sin duda, la expresión más radical de la abstención política. A poco que profundicemos en todos estos factores y analicemos su incidencia relativa en el acto volitivo de la abstención, llegamos a la conclusión de que la "abstención activa" es ante todo una abstención política.

Pero si esto sucede entre los que comparten un ideario por una democracia de mayor calidad, también se ha de considerar que en el arco político existen abstencionistas ideológicamente antisistemas y antidemocráticos tanto en la izquierda como en la derecha más extremas. En otras palabras, se abstienen porque no están de acuerdo con la democracia.

En Canarias la abstención activa y pasiva se nutre de todos los elementos expuestos porque la distancia geográfica y el aislamiento, unidas a otras cuestiones no menos relevantes (sensación de olvido y desconsideración de los poderes extrarregionales, antecedentes y condicionantes históricos, sentimiento de recelo a todo lo que proceda del exterior, escasa interiorización de la cultura democrática, etc.), ensanchan las causas de la desconfianza y el desinterés de los electores que en otras partes del Estado la cercanía ha contribuido a acolchonar.

En cualquier caso queda claro que la recuperación de la confianza y la credibilidad de los ciudadanos hacia sus instituciones públicas requiere tomar iniciativas en el terreno de la pedagogía política, aproximando las prácticas administrativas a los deseos de la ciudadanía, informando más exhaustivamente de lo que hacen, de cómo lo hacen y de lo que no pueden hacer, aportando más transparencia a la gestión de todas las instancias involucradas en la toma de decisiones, ejecutando las reformas necesarias en el refuerzo de la participación ciudadana, en la normativa electoral y en la democratización y transparencia de las estructuras partidarias y regulando aquellas conductas que optimicen los valores éticos más plausibles y ejemplarizantes, así como el cumplimiento de los programas de gobierno presentados en las campañas electorales.

 

Notas

[1] El presente trabajo se inscribe dentro de una línea de investigación creada y desarrollada por un grupo de profesores (geógrafos, sociólogos y economistas) de las dos universidades canarias sobre la sociedad civil organizada, la participación formal e informal, el asociacionismo y la calidad de la democracia que ha dado ya algunas publicaciones como: Díaz Hernández y Hernández Guerra, 2007; Souza Iglesias, 2007  y Díaz Hernández, 2007.

[2] Desinterés, problemas técnicos (enfermedad, ausencia involuntaria, distancia y alejamiento, mal tiempo, no estar inscrito en el censo electoral por alguna razón, causas laborales, internamiento en prisión, servicio militar, etc.) y discrepancia radical con el régimen político o con el propio sistema democrático.

[3] Ficha técnica de la Encuesta Telefónica: Ámbito (La Comunidad Autónoma de Canarias), realizada a finales de 2006; Universo (población mayor de 16 años de ambos sexos residentes en viviendas unifamiliares); Datos de referencia (Padrón municipal de habitantes a 1-1-2004, en donde figura una distribución de la población por sexo y edad); número de entrevistas (un total de 1.710 entrevistas efectivas); sistema de muestreo (polietápico estratificado por conglomerados con submuestreo y con selección de las unidades últimas por cuotas de sexo y edad garantizándose la adecuada representación poblacional de la muestra); empresa TSA.

[4] Encuesta Social Europea 2005, 2ª Edición. Tiene carácter bianual, está financiada por la Fundación Europea de la Ciencia y la Comisión Europea dentro del 6º Programa Marco de Investigación.

 

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Referencia bibliográfica

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