IX Coloquio Internacional de Geocrítica

LOS PROBLEMAS DEL MUNDO ACTUAL
SOLUCIONES Y ALTERNATIVAS DESDE LA GEOGRAFÍA
Y LAS CIENCIAS SOCIALES

Porto Alegre, 28 de mayo - 1 de junio de 2007
Universidade Federal do Rio Grande do Sul


LOS PROBLEMAS SOCIALES EN LOS ESPACIOS
PATRIMONIALES HISTÓRICOS

Rubén Cantú Chapa
CIIEMAD, IPN, México
rcantuch@yahoo.com



Los problemas sociales en los espacios patrimoniales históricos (Resumen)

La reutilización de los espacios patrimoniales históricos en el último cuarto del siglo XX en México analizada en la esfera de las ciencias sociales, tiene dos vertientes, la que resulta de la ocupación del suelo urbano desde la economía de mercado dominante, o de las instancias del Estado, y la que surge del ambiente sociourbano crítico que trae consigo los grandes problemas sociales durante los períodos de crisis que la sociedad civil expresa mediante las movilizaciones.
En ambos casos se desenvuelven con frecuencia juntos, pero de manera contradictoria, y durante más de dos décadas han tenido como escenario el Centro Histórico, convertido esta geografía urbana central en espacio patrimonial protagónico de los problemas sociales. Su ocupación frecuente fue determinada por las crisis y por la herencia histórica de acudir a los sitios donde están las raíces culturales y valores de identidad nacional.
La conservación del patrimonio histórico, cuestionada por los problemas económicos y políticos y las movilizaciones populares, corre al paralelo como espacio actor ante las dificultades sociales que se agregan a las memorias de la ciudad como hechos del Centro Histórico. La salvaguarda de la geografía urbana del Centro Histórico la realiza la propia sociedad civil con su apropiación.

Palabras y/o conceptos clave: espacio patrimonial crítico, geografía urbana protagónica, ambiente sociourbano, reutilización del patrimonio histórico.


The social problems in the patrimonial historical spaces (Abstract)

Reutilization of the hysterics patrimonial spaces in last quarter of century XX in Mexico analyzed in the sphere of social sciences, has two slopes, the one that is from occupation of the urban ground from economy of dominant market, or of the instances of the State, and the one that arises from the critic sociourbano atmosphere that brings I obtain the great social problems during the periods of crisis and that the express civil society by means of the mobilizations. In both cases they develop frequently together, but of contradictory way, and during ms of two decades they have had like scene the Historic Center, turned this central urban geographer protagonist patrimonial space of the social problems. Su occupation frequents was determined by the crises and the historical inheritance to go to the cultural sites where sent races and values of national identity. Conservation of the historic patrimony, questioned by the economics and politicos problems and the popular mobilizations, runs to the parallel like space actor before the social difficulties that are added to the memories of the city like facts of the Historic Center.

Key words and/or concepts: critic patrimonial space, protagonist urban geographer, sociourbano atmosphere, reutilization of the historic patrimony.



En el último cuarto del siglo pasado y los años que van del presente, la naciente sociedad civil de México ha reutilizado y se ha apropiado, una y otra vez, de los espacios urbanos arquitectónicos patrimoniales históricos de la capital del país, así como de otras ciudades de diversas entidades federativas. Esa adjudicación frecuente, se ha realizado para demandar la solución a los problemas económicos, sociales y políticos aparecidos con el modelo de desarrollo económico y por las prácticas políticas adoptadas desde los años ochentas. No es un fenómeno social propio de nuestro país; se ha presentado de diversas maneras en numerosos naciones de América Latina y en otros continentes.

Con la ocupación de sitios de herencia histórica, particularmente de Centros Históricos, la geografía urbana central asumió la función protagónica para expresar los problemas sociales, que antes se presentaban regular y cíclicamente en las áreas de la ciudad más contradictorias del sistema productivo, como son las zonas fabriles o las comerciales y de servicios, mediante huelgas y paros laborales que ponían en jaque al sistema económico, social y político.

De los territorios urbanos de actividades productivas, donde el capital y el trabajo se relacionan de manera contractual mediante los sueldos y salarios, ya para las últimas décadas del siglo pasado, los problemas pasaron a las áreas habitacionales donde también surgieron otras discordancias relacionadas con las pugnan por el salario indirecto que responde a los gastos para la vivienda, el equipamiento y demás servicios urbanos.

Los problemas sociales en los espacios patrimoniales en las últimas décadas muestran la diversidad y la agudeza de la crisis de civilización del liberalismo con poco más de dos siglos de existencia. Estas áreas de la metrópoli centrales, históricas culturales, fueron convertidas en sitios de luchas sociales, generalizando el protagonismo de la geografía urbana del Centro Histórico.


Lugar de grandes rupturas sociedad-estado

El Centro Histórico de la Ciudad de México ha sido la geografía urbana de grandes rupturas sociedad-Estado en nuestro país en las últimas tres décadas. Ahí se mostraron y protagonizaron los grandes problemas motivo de los rompimientos, desde sus antecedentes y surgimiento como nación hasta nuestros días.

Fue lugar de salvamento de la República y de afirmación de la nacionalidad a mediados del siglo XIX, pese a su ocupación por fuerzas extranjeras. Soportó gobiernos espurios por algunos años, pero la apropiación de la población insurgente de los espacios abiertos, durante las grandes crisis nacionales, restauró para si la unidad de lo que permaneció como país, pues otro tanto de lo existente del territorio nacional fue despojado por el imperio norteamericano en ascenso.

La consolidación de Estado mexicano con la Revolución de 1910 permitió durante más de siete décadas expresar su hegemonía en los espacios patrimoniales históricos con actos de reafirmación e identidad nacional. No sin manifestaciones sociales que mostraron grietas del sistema debido a la desigual distribución de la riqueza generada, una mayor acumulación del capital en sectores sociales minoritarios ante una pobreza cada vez mayor en amplias capas de la población del país.

Además de registrarse durante el siglo XX las rupturas sociedad-Estado en el espacio central de la metrópoli, ahí se canalizaron los descontentos sociales y el aplazamiento de conflictos mayores ante el desastre y descrédito de los Poderes de la Nación y de sus instituciones.

El Centro Histórico ha sido el espacio donde se condujo la vasta inconformidad de los grupos y clases sociales ancestralmente explotadas y engañadas. En 1968 y años después en la década de los setentas, los estrategas del Estado comprendieron los riesgos que enfrentaba la nación si continuaban con la supresión del derecho que consagra la Carta Magna para manifestar las demandas sociales y el uso de los espacios abiertos de la ciudad para expresarse con libertad. El movimiento estudiantil-popular del 68 fue el parte-aguas político de la nación y el inicio del protagonismo intensivo del Centro Histórico como espacio crítico.

Sin embargo, el antagonismo social expresado en el Centro Histórico fue paralelo a la permanente emigración de la población del centro y sur del país al norte del territorio, unos para cruzar la frontera y otros para trabajar en las maquiladoras que desde mediados de la década de los años sesentas fueron instalados. Se puede afirmar que las vastas emigraciones de población al norte del territorio nacional y al vecino país, evitaron mayores conflictos sociales. Todo esto en el marco de un Estado poderoso políticamente mediante el corporativismo sindical, así como por el subsidio que se adjudica la Administración pública de la riqueza del petróleo, aun de la nación.

A las expresiones de grandes rupturas sociedad-estado en el país y en la capital de la República, particularmente en el Centro Histórico, había que abrir las válvulas de escape social permitiendo las marchas, mítines y manifestaciones en el lugar que inició el protagonismo de los problemas sociales: el Zócalo. Asimismo, se consintió, una tolerancia obligada por la presión social, a los vendedores ambulantes en esta área de la metrópoli para mitigar el desempleo y los bajos salarios impuestos desde los organismos estatales de control social, como la Secretaría de Trabajo, en combinación con un sindicalismo mayoritariamente deteriorado y en descomposición gremial.

Los movimientos sociales en México casi siempre tomaron como punta de lanza el Centro Histórico, que ya conquistado por los ciudadanos inconformes, resultaría peligroso para el Estado mexicano continuar con la represión de décadas anteriores, ante la debacle de la economía del país en la década de los ochentas, amén de las políticas públicas deterioradas por la propia administración gubernamental y el descrédito del partido de Estado de más de medio siglo en el poder político.


El protagonismo de la geografía urbana del Centro Histórico ante los desastres naturales

La pauta que marcó otra forma de conquista de los espacios abiertos de la geografía urbana de la ciudad y específicamente el Centro Histórico fue el extraordinario sismo de septiembre de 1985 que sacudió también a la sociedad y a las diversas instancias del Estado mexicano, como pocas veces en la historia de los temblores del Valle de México habían sucedido.

La magnitud del siniestro, por el número de víctimas que ocasionó y la cantidad de edificaciones dañadas unas y destruidas otras, dio origen a un movimiento popular y aun ambiente social urbano jamás tenido en la capital del país. Así como destruyó las áreas de vivienda y equipamiento urbano, condujo también a la necesaria organización social de numerosos barrios, conjuntos habitacionales y colonias de los más diversos sectores y clases sociales. Las calles habían sido tomadas por la población para protegerse de los nuevos sismos tanto del área central de la ciudad como de demás lugares daños por los temblores.

Al salario deteriorado que resulta de la relación directa capital-trabajo en la década de los años setenta, ahora se le añadía la quiebra del salario indirecto con la destrucción de la vivienda, los servicios y el equipamiento urbano.

Sin embargo, la economía informal permitida en el Centro Histórico a la par con las manifestaciones y tomas de Zócalo por los sectores sociales inconformes; los “salvavidas” y puntales de un Estado extremadamente debilitado por la incapacidad política y soberbia, de décadas tras décadas, fueron las remesas de quienes emigraron a los Estados Unidos por un lado y por el otro, los remanentes del petróleo que apuntalaron las dificultades de la macroeconomía del país. El fraude electoral que está en la conciencia de la más de un tercio de la población nacional y quizá rebase la mitad de la misma, y la descomposición político-administrativo desde las más altas esferas del poder, se observó con los resultados de las elecciones del año 2006, suceso sexenal que cuestionó seriamente las instituciones de la República.

Ahí emerge la geografía de un Centro Histórico vivo, crítico y protagónico de los problemas sociales, donde se registran las grandes dificultades de la nación y las luchas sociales más relevantes del país. Donde no sólo se asienta el mayor patrimonio histórico y cultural urbano arquitectónico, también está presente el lugar de identidad nacional de un amplio espectro crítico.

Al espacio de la ciudad que preserva la historia viva se le agregó la función urbana de protagonizar las inquietudes sociales, políticas. También se añadió la quiebra de la economía en el marco de la debacle del liberalismo local y global.


Centro histórico: escenario protagónico de luchas sociales y políticas

Las manifestaciones llevadas a cabo en el Zócalo del Centro Histórico de la Ciudad de México desde la década de los años ochenta del siglo pasado, y de magnitudes considerables en los últimos años como nunca antes habían ocurrido, tienen por lo menos dos lecturas. Por un lado, la sociedad movilizada configura una imagen urbana en el marco del patrimonio cultural urbano-arquitectónico, que construye una y otra vez, una fisonomía y un ambiente sociourbano diferente a la morfología citadina instituida por décadas y siglos. Por el otro, asume el carácter de espacios metropolitanos de luchas sociales; esto es, dicho lugar de la ciudad se convierte en escenario protagónico de la vida urbana además de ser testimonio de las demandas de vastos conflictos sociales, políticos y económicos.

Lo más significativo de las movilizaciones sociales, por los alcances y los propósitos inéditas en el México contemporáneo, al menos el año pasado, son: la lucha contra la descomposición social expresadas con la delincuencia y la impunidad en el Área Metropolitana de la Ciudad de México (efectuada en el mes de junio de 2004), y dos meses después, en agosto, otra movilización social en defensa del gobierno local contra la expresión de la globalización que se muestra en las políticas macroeconómicas, (esto es, para el caso de la ciudad de México, contra el desafuero del Jefe de Gobierno del DF opositor político al gobierno federal). Las demás manifestaciones fueron con relación a los problemas de la vivienda, los problemas del empleo y los servicios urbanos.

El Centro Histórico en tales condiciones, va más allá de ser el espacio urbano depositario de la historia y el lugar donde se guarda la mayor parte de su pasado cultural, particularmente urbano-arquitectónico. Rebasa la tradición de la zona para el turismo nacional e internacional y sobrepasa la función de ser el centro de las actividades comerciales y financieras que en otros tiempos lo caracterizaron. Aunque perduran y se eternizarán en el Centro Histórico su naturaleza historicista y esteticista, además de continuar la actividad mercantil en una considerable cantidad de giros comerciales, llama la atención la conversión producida, cada vez más frecuente, como espacio de afirmaciones ciudadanas y contestatarias.

Es el único lugar del país utilizado con más periodicidad por los diversos sectores populares de la metrópoli y de todas las entidades federativas para manifestarse por la solución de los problemas sociales, económicos y políticos, o contra los actos de poder de la autoridad local o federal. Es también ahora, el territorio de las contradicciones políticas y otras formas de luchas de las clases sociales, y de ser el sitio protagónico de la sociedad urbana. Por tanto, se convierte entonces, en el mayor escenario popular en el marco de la legalidad y la construcción constante de la democracia del país.

El Centro Histórico acrecentó su esencia de geografía urbana porque ahí se registra la historia que escribe la sociedad en el marco del medio ambiente sociourbano, creado con las movilizaciones sociales. Estas marchas fueron las que resultaron de las grandes dificultades que tienen en la metrópoli las clases sociales y los gobernantes, la lucha política entre estos y los problemas que surgen por el derecho a la ciudad, es decir, el empleo, la vivienda, el equipamiento urbano y los servicios y últimamente, la seguridad pública.

Las grandes expresiones populares de los últimos días, meses y también años, muestran ese carácter que adquirió después de tantas batallas campales en la zona de la ciudad de mayor asentamiento del pasado histórico y cultural de la nación. Como la calle, donde se representa de manera cotidiana los resultados de la política neoliberal, el Centro Histórico, también es el espacio de inflexión de la globalización neoliberal. Ahora como arena en el marco de un medio ambiente sociourbano resultado de más de dos décadas del cambio del proyecto de nación que emanó de la primera revolución social del siglo XX. Hace un siglo las batallas se libraron en el medio sociorural, ahora, continúan en el ambiente sociourbano.


Surge la geografía de un centro histórico crítico

El Centro Histórico de la Ciudad de México ha sido el espacio urbano crítico emergente de los actos y actitudes antidemocráticas de los órganos del Estado, de todas las campañas negras y guerras denominadas “sucias” promovidas en las décadas pasadas y presentes. Ha protagonizado todas las luchas sociales de la historia de México y ha reivindicado las demandas sociales más sentidas de la población del país, así como escrito en sus páginas del patrimonio urbano arquitectónico los problemas nacionales más amplios.

La geografía del Centro Histórico de la Ciudad de México protagonizó en el último tercio del siglo XX y el que va en el presente, la socavación definitiva de la capacidad de la ideología liberal para continuar su papel histórico.

La salvaguarda del Centro Histórico por la que pugnan los gobernantes y el capital inmobiliario está basada en la preservación física de los edificios considerados como patrimonio histórico urbano arquitectónico y para dar vía libre a su uso en la actividad de los servicios urbanos, comerciales y financieros, etc.

La ausente consideración por las instancias del Estado de lo que sucede en el exterior de esos inmuebles, como son las expresiones de protestas, movilizaciones sociales, marchas, manifestaciones, que supuestamente no tienen por que afectar lo que se realiza al interior del patrimonio histórico cultural, llevó al surgimiento de la geografía de un Centro Histórico crítico. Estimar que no tienen nada que ver los actos internos en los inmuebles con las acciones externas de las movilizaciones sociales, conduce por el contrario necesariamente al cambio en la naturaleza del Centro Histórico. “Escribir” en los edificios remodelados la historia parcial de la ciudad y del país por parte del Estado, no disminuye la historia en los espacios patrimoniales. Menos aún plasmar la semblanza de sus reconstructores, de los que aportaron el capital para su expresión formal urbano-arquitectónico.

Pretender quitarle al Centro Histórico el carácter testimonial de la vida social, económica, política y cultural de la sociedad y el propio Estado; de hacerlo a-histórico el centro urbano de la metrópoli, no le suprime la identidad por la que surgió, ni el matiz o la referencia nacional y/o local, y poner otra que exprese lo otro, lo externo, el capital con que la remodelaron.


La sostenibilidad del centro histórico

La sostenibilidad del Centro Histórico está determinada por la salvaguarda de la geografía patrimonial urbano arquitectónico depositario de la historia y socialmente compartida; es delimitada por la atención y preservación de la esencia y la naturaleza del ambiente sociourbano ahí creado en las últimas décadas del siglo pasado y por la reciente función urbana adquirida de protagonizar los magnos problemas nacionales.

El carácter sustentable del Centro Histórico surgiría del resguardo de la identidad del área urbana con vastas referencias del pasado cultural, social e histórico, depende de la formación social existente, aunque cuestionado por un ambiente social limitado por la pobreza en más de la mitad de la población nacional. La sostenibilidad del territorio patrimonial de la ciudad no es la preservación de lo físico espacial urbano-arquitectónico, sino lo que representa su historia y la historia misma que escribe la sociedad actual en el propio espacio urbano de la ciudad. Podrá restaurarse la edificación patrimonial histórica pero no la racionalidad de la distribución de la riqueza generada, ni las grandes desigualdades sociales que genera el capitalismo.

Por ser el lugar depositario de la historia y porque protagoniza la historia viva de la sociedad actual, sería sostenible en su ámbito del Centro Histórico en la medida en que exprese a una sociedad organizada, preserve la identidad con vastas referencias del pasado cultural e histórico y coadyuve a la sostenibilidad de la ciudad y la nación.


Las grietas del liberalismo en el centro histórico

En el Centro Histórico de la Ciudad de México se exhiben las grietas del liberalismo de nuestro país. Se presentan con rigor a partir de la década de los años ochenta y sus expresiones continúan hasta nuestros días mediante los aspectos más relevantes: los problemas sociales y políticos que se exponen a través de las manifestaciones y marchas populares y las muestran de las dificultades económicas desplegadas con el comercio ambulante, testimonio del subempleo y desempleo.

Es el Centro Histórico el espacio geográfico de la metrópoli que protagoniza los conflictos sociales más agudos y donde una y otra vez se signa el debilitamiento de las instituciones del Estado, la inestabilidad de los organismos de gobierno y la caída acelerada de la ideología liberal. Depositario de la historia y lugar donde se guarda gran parte del pasado cultural de la ciudad y de la nación, en el sitio se registra el rechazo de las clases sociales a la política económica que más las han empobrecido tanto en la ciudad como en el campo.

Cuando las marchas se suceden una tras otra, como nunca antes, rumbo al Zócalo del Centro Histórico, ellas se inscriben en las memorias de la Ciudad de México al tener como testigos a la arquitectura del lugar. Las expresiones de repudio al liberalismo y a sus portaestandartes en el Estado mexicano van desde las jornadas contra la carestía de la vida hasta los procesos privatizadores en las que el Estado se desentiende de las protecciones de seguridad para los propios trabajadores tanto de la industria, el comercio, como al servicio del mismo Estado. Ya es una constante, no sólo manifestarse en la explanada del Zócalo del Centro Histórico de la Ciudad de México, sino llenarlo de ciudadanos dicho espacio histórico de la capital del país. Los hechos vienen sucediendo desde las décadas de los años ochentas a la fecha, con la asistencia de diversos sectores y clases sociales.

Entre los últimos casos presentados en el lugar de actos de masas, fue el detonador que surgió con la pérdida de la soberanía alimentaria reflejada con el incremento en los precios de los artículos de primera necesidad, en menos de dos meses del actual sexenio gubernamental, tan severamente cuestionado desde su ascenso recientemente en el año 2006. Durante la lucha contra la carestía de la vida emergió la Declaración del Zócalo y el compromiso de unidad de las diversas organizaciones sindicales, campesinas, civiles y políticas, en una nueva etapa que pugnan por las demandas de los sectores mayoritarios de la sociedad mexicana. También se exigió la soberanía nacional sobre los energéticos así como la defensa del salario y del empleo. Fueron nueve puntos tendentes a la construcción del Nuevo Pacto Social que a todos beneficia al iniciar el año 2007[1].

Si las grietas más severas del liberalismo, como fue el caso de 1968, que de manera simultánea se presentó en varios países y entre ellos México, las impugnaciones al mismo liberalismo en las distintas naciones fueron similares aunque con modalidades distintas. En ese año se refutó tanto a la socialdemocracia como al socialismo real, y se rebatía luego a la izquierda histórica (apud I. Wallerstein) en el Centro Histórico de las naciones para escribir ahí la historia como función esencial de ese espacio de la ciudad.

En México como en otras naciones, las fisuras del sistema se registraban en el centro y en los sitios históricos debido a que no resolvían las demandas sociales, políticas y económicas. Grietas que fueron el inicio y el anuncio a la vez que poco más de una década después se generalizó con la toma de los espacios públicos abiertos por los diversos movimientos sociales, particularmente urbanos y radicalizados por el problema de la vivienda que puso al descubierto los sismos de 1985 en el caso mexicano. Surgió luego, un medio ambiente sociourbano en los centros históricos como nunca antes.

La globalización del trance del liberalismo lo signó la connotada crisis ambiental, problema que marcó también la crisis de civilización. La Sociedad-naturaleza en crisis, marcó la profunda mutación de dos siglos del liberalismo, esto es, desde 1789 en Europa hasta 1979 en el mismo continente (apud I. Wallerstein) sólo que extendido hasta donde llegó el sistema en esas dos centurias. El hecho histórico de la ruptura liberal se reafirmaba como tal en la gran mayoría de los centros históricos de un considerable número de naciones del mundo.

Los espacios patrimoniales históricos siempre han sido los depositarios de la historia, plasmada en el patrimonio cultural edificado, pero detrás de ello, están escritos los acontecimientos históricos que han conmocionado a las naciones.  La reutilización de los espacios urbano arquitectónicos patrimoniales históricos está determinada por la necesidad que tiene de su apropiación, la sociedad en conflictos. Esta apropiación de los espacios urbanos, está definida por las acciones de la sociedad civil.  

El primer punto de inflexión del neoliberalismo en nuestro país fue la calle de la Ciudad de México. La expresión cotidiana de las crisis económicas y políticas fue la vasta movilización social en las calles intensificadas desde la década de los años ochentas hasta nuestros días[2].

Surgió del sesgo neoliberal la aparición del medio ambiente sociourbano, expresado a través del incremento contestatario de las marchas y los mítines derivados de los grandes problemas de la economía nacional, así como del aumento del número de vendedores ambulantes apostados en las aceras y cruceros de avenidas, que hoy prolifera y se extienden por todas las ciudades metropolitanas. El impacto de la globalización neoliberal también se desplegó hacia las ciudades medias, incluso en las pequeñas localidades.

Otro punto más de inflexión de la política neoliberal en nuestro país, fue el rechazo a leyes, como la Reforma Fiscal, en la Cámara de Diputados. Su impacto fue mayor debido al surgimiento de las nuevas formas de expresión social de descontento en la ciudad con las protestas conjuntas de la sociedad civil y representantes de la clase política, mediante la presencia en las protestas públicas de varios diputados y senadores del Poder Legislativo de distintos partidos políticos.

Como contraparte, la otra cara del punto de inflexión es la construcción de los corredores viales, aun en proceso, que también muestran las necesidades a resolver de la ciudad globalizada en la que está insertada la Ciudad de México.


El desmantelamiento del empleo

El vasto desempleo existente en la ciudad de México y su área metropolitana muestra, de manera palpable, el deterioro de la vida urbana. En el campo es aun más grave. La esencia de la metrópoli se menoscaba cuando se desmantela el empleo; cuando las nuevas empresas, que entran al mundo de la competencia, no son suficientes para ocupar a los desocupados del sistema.

Cada cierre de fuentes de trabajo, producto de la competencia entre ellas, manda a la calle a cientos y miles de obreros y empleados, y exhibe la incapacidad del Estado para dirigir la economía de la nación. El impacto de la economía desorganizada y de la propia sociedad, conduce al desorden de la ciudad y al deterioro de la fisonomía urbana.

“Mandar a la calle a los trabajadores”, es precisamente poblar las aceras de las avenidas con desempleados y subempleados por medio del comercio ambulante. Se exhibe también en las imágenes de los cruceros de las calles con las personas que limpian autos; con la mendicidad deambulando en todas sus formas por cualquier parte de la ciudad, hasta llegar a los extremos de lo que produce la devastación del empleo, como es la descomposición social, es decir, el robo y el atraco, con la violencia urbana en la “selva” asfaltada del neoliberalismo[3].

Con el considerable desmantelamiento del empleo, el hombre se vuelve “superfluo” y no restablecen el trabajo con esa competencia atroz de producir más sin obreros, es decir, con la robótica (Forrester, 1997: pág.19). Una parte notable de los habitantes en la edad productiva ya no puede vivir del trabajo, y buscan salidas desesperadas, como emigrar a la frontera norte con la esperanza de trabajar en el vecino país del norte o entrar en un proceso de descomposición social a través de hechos delictivos, lo que en ambos casos, la ciudad deja de funcionar como tal.

Desde la década de los años treinta del siglo pasado, en la Carta de Atenas, aun motivo de orientación en el gremio de los urbanistas y arquitectos, Lecorbusier planteaba una serie de postulados en los que destacaba las cuatro funciones básicas de la ciudad, como son: habitar, trabajar, circular y el cultivo de la personalidad. Si bien, todas ellas no se cumplen a cabalidad en las actuales condiciones socioeconómicas, quitar, entonces, sustancialmente la segunda función, el trabajo, la ciudad ya no desempeña su papel real en la organización de la vida urbana.

 

Movilizaciones sociales hacia el Centro Histórico. Década de
los años ochentas y noventas (Foto cortesía del periódico
Excelsior para la tesis doctoral del autor)


La ciudad es testigo del desempleo y las calles el último refugio para sobrevivir. Son múltiples las evidencias del impacto del desmantelamiento del empleo sobre la metrópoli. Sólo organizada la sociedad, tarea aun difícil en la actualidad, puede ordenarse el espacio para vivir: la ciudad (apud Arq. Cubano Fernando Salinas [+]).


La negación del espacio público

La realidad social ha incumplido las funciones de la ciudad. Este espacio de vida urbana vinculada a los derechos ciudadanos, supuesto territorio de hombres y mujeres libres con las mismas igualdades, ya no es objeto de promesas para sus habitantes, ni menos su realización y formalidad. Numerosas ciudades grandes, medianas y pequeñas, han sido golpeadas por los problemas de la economía, la deslealtad de la clase política para con los subalternos y la complicidad de los gremios de profesionales e intelectuales orgánicos, que no pugnaron por ordenar y regular el desenvolvimiento de la ciudad. Al contrario contribuyeron a su disfuncionalidad.

Esos gremios de profesionales orgánicos a los poderes del Estado y al capital se adhirieron al proceso del dominio privado sobre lo público, con los resultados de ciudad que padecemos. Negaron al interés social y al espacio público y estos a la vez, niegan al privado. (El “Botín del Paraje San Juan” de Iztapalapa, un problema urbano en ascenso, muestra el cuestionamiento al Poder Judicial y a los profesionales orgánicos, que privilegian lo privado sobre el interés publico de la vida urbana en la capital del país).

En la metrópoli dejaron crecer e incrementar vastos espacios urbano-arquitectónicos selectivos y de “desarrollo” comercial, con la contraparte de acumulación de déficit en el desempleo, la vivienda y los servicios urbanos, que la historia lo depositó en la vida urbana y cuyo testimonio es la misma ciudad.

La paradoja de los que han gobernado y administrado la ciudad durante décadas para el capital industrial, el comercial, el financiero e inmobiliaria, es por un lado, la necesidad del espacio público para el funcionamiento y la gobernabilidad del territorio, y por el otro, su negación para convertirlo en un espacio residual (Apud Jordi Borja y Zaida Muxi). Mientras sea rentable y segregado en lo social y lo urbano en pos de la ganancia, el espacio público adquiere la hegemonía con la clase dirigente y los propietarios de la ciudad.

Esos empresarios financieros y del gran comercio, requieren de espacios abiertos en vialidad para circular y dar las condiciones para el desarrollo capitalista en las esferas de la producción, la distribución y el consumo, sin la cual el sistema no puede funcionar. También, como fraccionadores inmobiliarios, el espacio público lo optimizaron dejándolos reducidos y en su mínima expresión y el resultado es, que ahora se ahogan en los mismos sitios y dificultan la propia realización de la ganancia, al hacer las calles y avenidas insuficientes en sus dimensiones. De ahí surgiendo las “horas picos” en el transporte y los numerosos “infartos” urbanos por la mañana y por la noche, incumpliendo una de las funciones de la ciudad: la circulación, sin la cual el trabajo y la vivienda entran en crisis, así como el proceso de distribución en la vida urbana.

El espacio privado en la ciudad nació a condiciones de crear su contrario: el espacio público. A semejanza del capital, este no puede surgir si no procrea su opuesto: el obrero. De manera similar el espacio privado no puede funcionar si no tiene el espacio público a su lado o inmerso en él, a pesar de sus limitaciones como lo creó aquel. La ciudad se expande de manera paralela con su funcionamiento; pero como el capital, tiene un desarrollo desigual y combinado.

El poseedor del espacio privado que lo hace rentable se opone históricamente al público desde el nacimiento de éste. Pero también es su salvación para sobrevivir. A medida que en el espacio privado se acumula capital y entorpece las relaciones de producción, debido a sus funciones y formas de acumulación, en el espacio público se genera la oposición con la ocupación de los diversos gremios sociales que pugnan por sobrevivir en el sistema desigual y de segregación. En el espacio público se genera el reclamo por el derecho a la ciudad y por los derechos urbanos. Su valor de uso democrático ocupado por la sociedad en pos de las demandas sociales se contrapone al valor de cambio impuesto por la propiedad privada del suelo urbano.

En el espacio público se demandan los derechos ciudadanos, el derecho al trabajo y salarios justos, se exigen la vivienda y el acceso a la educación media y superior, cada vez más segregada. Se reclaman los servicios básicos de salud y el derecho a la vida y con todo ello, restituyen o pugnan en los hechos, por la democratización de la ciudad a través de los espacios públicos. Así como espacio privado niega al espacio público, esto lo niega aquel, a pesar de que vive de él.

Los espacios públicos con identidad urbana, como el Zócalo del Centro Histórico, son las trincheras infranqueables en la defensa de la vida ciudadana y el derecho a la ciudad, por ser los lugares de las raíces políticas, sociales y patrimoniales, a pesar de negarlo como espacio público, cuando la sociedad se apropia de él.

 

Ocupación contestataria del Zócalo del Centro Histórico por la sociedad
civil  (30 julio 2006) http://www.gobiernolegitimo.org.mx/fotogaleria/


La rehabilitación del centro histórico

El inicio de rehabilitación de la infraestructura urbana y el remozamiento de algunas fachadas arquitectónicas en edificios de varias calles del centro histórico de la ciudad de México es un propósito importante del gobierno de principios del siglo XXI de la metrópoli con relación a la defensa y salvaguarda del espacio histórico patrimonial de la ciudad. Es una señal de respeto a los valores en el ámbito social y cultural del área, y la probable continuación de restauración al resto del centro histórico, representaría la consideración a los derechos civiles y políticos de los habitantes de la capital y de todo el  país.

Durante el siglo pasado hubo una labor de destrucción del centro histórico con el pretexto de la adecuación física y de sanidad. La demolición y reconstrucción en la zona, remplazando los edificios demolidos por otros nuevos, muchas veces sin imitar el entorno, se debió a las exigencias de funcionalidad y a la rentabilidad del capital comercial e inmobiliaria. Se trataba de organizar con la mayor eficacia la producción, circulación y consumo capitalista, soportada en la especulación de la rama de la construcción y en una mayor renta del suelo urbano.

La actividad artesanal que predominaba en la ciudad precapitalista, mezclada con el comercio y la vivienda, permitía la convivencia entre los diferentes estratos sociales y una mayor durabilidad de las edificaciones en el área. La nueva traza de la ciudad que abrió el lugar a la división del trabajo inició el proceso de transformación urbana, acelerada con el incremento de la actividad industrial. Esta revolución industrial, basada en una mayor división del trabajo, se tradujo en la modificación de funciones en la zona central de la ciudad que crecía con las transformaciones productivas.

La alteración y degradación que sufrió el centro histórico de la Ciudad de México, como en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, particularmente durante el siglo pasado, fueron debido a la sustitución de la arquitectura antigua por la contemporánea del siglo XX; también al cambio de todas las funciones urbanas que ahí se desarrollaban, por las funciones dedicadas a la actividad terciaria (administración, finanzas, crédito, comercio seleccionado, etc) y, asimismo, a la expulsión hacia la periferia de los estratos de la población económicamente débiles (Campos: 1981, pág 159-160). A esto habría que agregarle la transformación que hizo del centro histórico la crisis económica y política, al convertir el Zócalo en el espacio protagónico de los grandes problemas del país, en actor urbano contestatario a las políticas del Estado mexicano en las dos últimas décadas del siglo XX.

El modelo capitalista de crecimiento urbano fincado en la división territorial del proceso productivo, distribución y consumo, modificó las funciones anteriores de la ciudad. Hizo mutaciones similares en la mayoría de las ciudades fundadas antes del siglo XX y transformó la ciudad de antaño por los nuevos requerimientos de la ciudad industrial.

A pesar del reconocimiento de centro histórico de la ciudad de México como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, no se hizo la suficiente protección y salvaguarda, como el asentamiento humano vivo que era, condicionado por una estructura física urbano arquitectónica, proveniente del pasado y reconocido como el espacio representativo de la evolución del pueblo mexicano. Tampoco se protegió con anterioridad en 1980, cuando se hizo la declaración de centro histórico por decreto presidencial, debido a que era el territorio con mayor densidad de monumentos y edificios de valor patrimonial y artístico, y que fuera encargando al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para su protección y salvaguarda.

 

Ocupación del Centro Histórico por la sociedad civil (2005-2006)
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Las posibilidades de planificación urbana son mayores cuando se respeta y restaura el centro histórico y sobre todo cuando se ejerce la democracia. También la rehabilitación física y de sanidad fueron pretextos para los cambios, destrucciones y reconstrucciones de los centros históricos. También, se explican como los asentamientos humanos formados antes del desarrollo industrial capitalista.  (Campos, 1981, pág 159)

Los asentamientos humanos activos, condicionados por una estructura física urbano arquitectónica, proveniente del pasado y reconocidos como representativos de la evolución de un pueblo, son definidos como centros históricos (Coloquio de Quito, 1977). Sin embargo, a partir de la década de los años ochentas y debido al deterioro de la economía y su impacto directo en la política y en la vida social, el Centro Histórico adquirió un nuevo carácter, además de lo establecido en el Coloquio de Quito, como fue, protagonizar los problemas sociales y el surgimiento de un ambiente sociourbano diferente al resto de la metrópoli.


Intentos de rescate del centro histórico

El Centro Histórico de la Ciudad de México en las actuales condiciones del país, no escapa a los múltiples intereses de carácter económico, comercial e inmobiliario, ni al grupo hegemónico del poder político del país. Tampoco lo eluden las políticas macroeconómicas que dirigen el proyecto de nación de los últimos decenios, relacionadas con la desregulación de la economía y la privatización de la vida urbana en todos sus aspectos. Menos aún deja el Centro Histórico la sociedad civil que ve en el lugar las raíces ancestrales y el origen de su identidad. Son varias determinaciones que de manera latente actúan sobre ese espacio de la ciudad, muchas veces de manera atentatoria contra el espacio patrimonial.

No hace mucho tiempo el Centro Histórico fue abierto en canal con el paso de línea No 2 del Metro, al iniciar la década de los años setentas. Poco después hubo un segundo intento para instalar en el corazón de la ciudad, otra línea más (la No 8). La misma fue interrumpida por la intervención de varios organismos defensores del patrimonio nacional, civiles e institucionales y desviados hacia los límites del Centro Histórico. El decreto de Zona de Monumentos Históricos en abril de 1980 coadyuvó de alguna manera en la defensa de esa área de la ciudad.

Ahora la amenaza parte de la gran actividad financiera y en si del proceso de globalización en pleno apogeo. Este proceso privatizador que va adquiriendo el Centro Histórico, al que le llaman rescate del sitio en cuestión, privilegia más todavía la rentabilidad de los inmuebles sin que coadyuve a fortalecer el carácter del espacio histórico patrimonial, advirtiendo por consiguiente el riesgo de perder la expresión de identidad nacional de esa área central de la ciudad. En oposición a ello, se presenta la otra salvaguarda surgida de la sociedad civil al tomar posesión de los espacios abiertos y su real rescate social del espacio urbano histórico patrimonial.


Conclusiones

La reutilización de los espacios urbano arquitectónico patrimoniales en los períodos de crisis económica y social tiene una connotación diferente a la concebida por el Estado de índole liberal y neoliberal. La salvaguarda del patrimonio urbano arquitectónico en los tiempos de serias dificultades estructurales del liberalismo, después de más de dos siglos de predominio local y global, se presenta como una forma de conservación distinta a la que surge del concepto liberal. Es esta conservación para sí, de los sectores y clase sociales, mediante la reutilización de los escenarios de herencia histórica patrimonial para expresar sus demandas sectoriales y los esfuerzos por consolidar la organización social y política.

La reutilización social del patrimonio histórico cultural, particularmente del Centro Histórico, de esa geografía urbana protagónica de los problemas nacionales, ha sido un tema vasto de hechos gremiales contestatarios durante décadas, pero fuera de la discusión o poco tratado por los urbanistas, arquitectos y demás especialistas. El espacio patrimonial se fue consolidando como la herencia histórica de la sociedad civil en casi todos los períodos gubernamentales desde la consolidación de la República en el siglo XIX a la fecha.

La apropiación del espacio central de la ciudad fue y continúa siendo una constante gubernamental por ser la sede de los Poderes de La Unión y por la presencia aledaña de otros poder relacionados con la economía e ideología predominante de la nación, tanto lo que atañe a la educación como lo relativo a los usos, costumbres y creencias de la población

Sin embargo, al finalizar el siglo XX y lo que va del actual se presentaron impactos sociales considerables en el Centro Histórico, surgidos de las crisis de la economía y las prácticas políticas. Fueron hechos también de ocupación social del espacio urbano patrimonial como nunca antes. El área central de la capital del país adquirió una nueva función al protagonizar los grandes problemas nacionales y locales, expresados durante más de dos décadas casi de manera permanente. La sociedad civil en ascenso tomó el sitio para exponer el deterioro de sus condiciones de vida, las dificultades de la economía y el menoscabo político del sistema.

Por tanto, los problemas sociales del país no sólo están presentes en los espacios patrimoniales históricos; escriben ahí su historia y forman parte de esta como la propia arquitectura y los espacios urbanos del lugar. Se trata entonces de entender los sucesos en el sitio histórico, explicar el problema existente en el área y dar los elementos necesarios para su conservación y reutilización del mismo. El acertado planteamiento de la problemática coadyuva a una solución más objetiva del lugar de mayor identidad nacional existente. Si la problemática nacional condujo a una reutilización por la sociedad civil del Centro Histórico, mediante manifestaciones y marchas, su salvaguarda corresponde tanto a sociedad política como su relación con la sociedad civil.

Desde hace más de dos décadas hay una defensa y apropiación social y política de los espacios abiertos del Centro Histórico por los sectores y clases sociales, hechos a los que adhirió el gobierno local del Distrito Federal, de cierta independencia del gobierno federal desde 1997, mediante una serie de actos culturales de masas en co-salvaguarda con la sociedad civil. Se inicia una alternativa social y política que puede ser la mejor opción para salvaguardar el Centro Histórico: la apertura democrática al espacio crítico de mayor protagonismo social de la metrópoli.


Notas


[1] Acto seguido fue la intervención del candidato que fue despojado de su triunfo (Andrés Manuel López Obrador) en las elecciones del 2006 en el que anunció cinco acciones específicas que promoverá como gobierno legítimo ante la escalada de aumento de precios en las mercancías aplicadas por el gobierno severamente impugnado a la fecha (Felipe Calderón). Las acciones a impulsar que expresan los manifestantes como actores sociales en el marco del protagonismo urbano del Centro Histórico de la ciudad de México son: el aumento salarial de emergencia, el apoyo a los productores de alimentos básicos e impedir la entrada en vigor el Tratado de Libre Comercio relacionado con la importación del maíz y el frijol, asimismo, reducir el precio de la tortilla, detonador del actual movimiento social contra la carestía de la vida, y por último, lo relacionado con la iniciativa que trata de los precios y el contra de los monopolios.

[2] En 2004 hubo 5 marchas diarias y se manifestaron 6.5 millones de personas. Equivale a las 2/3 de la población del DF. El promedio fue de 17,800 manifestantes por día con destino final en el Centro Histórico, particularmente en el Zócalo. En los cuatro años de los gobiernos local y federal hubo 7 mil 530 eventos en vía pública, con una participación total de 34 millones 600 mil personas. Un promedio de 5.2 marchas diarias con 23,700 manifestantes cada una. Las principales movilizaciones a la fecha de este congreso fueron los 350 mil ciudadanos que salieron a las calles (27 de junio del año 2003 sólo fue para reclamar seguridad a los habitantes de la ciudad). En el mismo año salieron a las calles 100 mil simpatizantes que caminaron hacia el Zócalo el 29 de agosto para protestar contra el desafuero del Jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador (Periódico El Universal 29/XII/2004). El 7 de abril de 2005 volvieron a salir a las calles por la misma causa, más de un millón de habitantes (Periódico La Jornada, 8/IV/2005).

[3] Los informes de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) muestran el desmantelamiento del empleo de un modelo económico que no logra corresponder con la sociedad: 6.1 millones de personas que terminaron la licenciatura o una carrera tecnológica no tienen empleo. Esto exhibe la gravedad de la vida urbana y la forma como el problema cuestiona la ciudad, impugna la organización del territorio urbano para la vida social, económica, política y cultural. De los 36´563,000 que integran la Población Económicamente Activa (PEA) en el país, 10´786,000 de personas están desocupada o subempleada, es decir, casi el 30% de la PEA. El desempleo abierto crece en un promedio de 22,495 personas diariamente. A la vez, según datos del secretario de Desarrollo Económico del DF, Héctor Flores Santana (en pág. web) el desempleo abierto en la Ciudad de México asciende a 5.3%, lo que significa que 150,000 habitantes buscan empleo sin encontrarlo. Los de ocupación parcial y desocupación, es decir, con trabajo de menos de 35 hrs a la semana, son el 23.5%. Por otro lado el cetemista, Juan S. Millán Lizárraga, planteó que entre 1976 y 1994 la participación de los salarios en el PIB disminuyó de 45 a 24%, mientras que las utilidades crecieron de 46 a 51%. ¿Cómo puede haber mercado interno con la reducción de los sueldos y salarios?


Bibliografía

CAMPOS VENUTI, Giuseppe.Urbanismo y austeridad, Siglo XXI, Madrid, 1981.

FORRESTER, Viviane. El horror económico, FCE, Argentina, 1997.

WALLERSTEIN, Emmanuel. Después del liberalismo, Siglo XXI, México, 2003.


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