Ar@cne. Recursos en Internet para las ciencias sociales.
Universidad de Barcelona, nº 21, 1997.

LA UNIÓN EUROPEA.

Jaime López Doval


El pasado veinticinco de marzo se conmemoraba el cuadragésimo aniversario de la firma del Tratado de Roma, por el cual seis estados europeos (Alemania, Francia, Luxemburgo, Holanda, Bélgica e Italia) establecían las bases de un proyecto de unión que pretendía garantizar el bienestar económico y social, la unión política y la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales. Dicho acuerdo no era algo aislado, venía precedido por un tratado en el que los mismos países creaban un espacio económico común en lo referente al comercio del carbón y del acero. De este modo, en 1951 surge la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), para dar respuesta a la difícil situación por la que atravesaba Europa en esos momentos, dando lugar a la apertura de fronteras y a la reducción de aranceles. Pero lo establecido en Roma seis años más tarde distaba considerablemente del tratado del año 51 puesto que de simples acuerdos económicos pasamos a un proyecto de unión política que iba más allá de lo estrictamente económico y que se denominaría Comunidad Económica Europea (CEE) .

Este proceso, no ha estado exento de períodos de crisis, incerteza y de momentos de desconcierto. Pero hasta el momento hemos sido testigos de un aumento de sus competencias y de sus objetivos, al mismo tiempo que un número cada vez mayor de países europeos solicitaban su ingreso. De este modo, en enero de 1973 se produce la primera ampliación con la adhesión de Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido. Ocho años más tarde lo haría Grecia y en 1986 España y Portugal, pocos meses antes de la firma del Acta Única de Unión que vendría a alterar substancialmente lo establecido en Roma en 1957. Con la incorporación de Austria, Finlandia y Suecia en 1995 llegamos a los actuales quince paises miembros que, tras el Tratado de Maastricht de 1992, tienen como objetivo prioritario la unión económica y monetaria y la instauración del euro, como moneda única, a principios de 1999.

De este modo, de seis estados miembros en 1957 pasamos a quince en la actualidad y con expectativas de ampliación hacia países de la Europa del Este a quienes se les exige, a priori, el hecho de constituir un estado soberano cuyas instituciones garanticen una práctica política democrática y de profundo respeto a los derechos humanos fundamentales. No obstante cabría señalar que han existido países como Dinamarca y Noruega que han preferido por propia iniciativa y mediante consulta popular permanecer al margen.

Al igual que han variado la cantidad de estados miembros, también lo ha hecho el número de instituciones existentes. Lo interesante es saber si éstas son capaces de llevar todo el peso político que supone los acuerdos establecidos por los “quince” en Maastricht, de lo que se deriva infinidad de políticas dirigidas a la consecución de la unión monetaria, proyectos de convergencia de las principales magnitudes macroeconómicas y de disminución de las diferencias interegionales. De este modo, Europa se dota de una completísima infraestructura institucional para garantizar la fiabilidad de sus objetivos. Así, surge el Parlamento Europeo, órgano que con los años ha ido incrementando su papel e influencia, dejando de ser un simple ente consultivo y pasando a desempeñar poderes legislativo, presupuestario y ejecutivo; el Consejo, institución desde donde los estados miembros establecen acuerdos, objetivos y se coordinan políticas de diversa índole; la Comisión, centro de todo el proceso político de la Unión y la mayor de sus instituciones; el Tribunal de Justicia, órgano que garantiza el respeto de los derechos fundamentales del Tratado de Unión; el Tribunal de Cuentas, considerado la “conciencia financiera” de Europa, encargándose de supervisar el destino de lo presupuestado; el Comité Económico y Social, representante de distintos sectores de la vida económica y social de los quince; el Comité de las Regiones, órgano representativo de las distintas instancias de gobierno más cercanas al individuo; el Banco Europeo de Inversión, institución prestataria que destina recursos a proyectos de desarrollo y, en último lugar, el Instituto Monetario Europeo, órgano financiero creado en 1994 para facilitar la unión monetaria y la instauración del euro.

Parece evidente que una nueva Europa no debe establecerse al margen de millones de personas que constituyen, en gran medida, su razón de ser. De este modo, ha de estar en un primer plano para que la opinión pública pueda juzgar aquellos aspectos que quedan implícitos en la articulación de esta nueva realidad. Por el momento los argumentos esgrimidos en ese sentido han dado como resultado dos líneas de pensamiento claramente diferenciadas: los “europeistas” y los “euroescepticos”. Los primeros, creen que lo fundamental es continuar con lo establecido en el actual proceso de unión que durante cuarenta años lleva garantizando la paz y la prosperidad a una Europa que, en estos momentos, ocupa un lugar privilegiado en el nuevo orden mundial y ante el proceso de globalización de la economía. Los euroescepticos, por su parte, cargan contra los criterios económicos que exige la unión y hacia la prioridad que supone la consecución de la moneda única, que establece fuertes restricciones presupuestarias a los estados miembros. Lo cierto es, que aunque el proyecto goce de cierto prestigio a escala internacional, queda todavía un arduo camino por recorrer, especialmente en lo que se refiere a la aproximación del proceso y de sus instituciones a las necesidades propias de los ciudadanos, quienes, en cierta medida, confían en una Europa panacea de sus grandes problemas cotidianos. Faltarían por saber dos cosas: si la fórmula elegida es la más adecuada y cuales son las diferencias entre lo que se establecerá en el futuro y los objetivos programados en la actualidad.

Internet desempeña un destacado papel en el acercamiento a la opinión pública de los acuerdos y políticas de la unión. Las autoridades comunitarias ponen a disposición de los usuarios de la red diversas direcciones electrónicas donde podemos consultar una amplia gama de recursos con información acerca de las diversas etapas del proceso de unión, sus objetivos e instituciones actuales. De igual modo, accedemos a diversas publicaciones, caso del Diario Oficial, y otras de interés general sobre la Unión, recortes de prensa , a las fuentes estadísticas de la Eurostat ( Oficina de Estadísticas de las Comunidades Europeas ) y a las redes de distribución de información Data-Shop y Eur-Op. Ello posibilita una visión global de lo que está aconteciendo en Europa en estos momentos, útil para estar al día en estos temas y enjuiciar sobre los mismos. He aquí un listado de algunas de las direcciones electrónicas más recomendables y visitadas:

http://europa.eu.int

La mejor y más completa página Web , con opciones en castellano y en el resto de lenguas comunitarias.

http://www.europarl.es

Dirección que corresponde a la oficina española del Parlamento Europeo.

http://www.europeonline.com

Información especializada en cada uno de los quince países miembros.

© Jaime López Doval

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