Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVIII, nº 1013-1, 15 de febrero de
2013
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

UNA LECTURA CRÍTICA DE LOS ESCRITOS DE HORACIO CAPEL SOBRE LA GEOGRAFÍA Y LAS POSIBILIDADES DE INTERNET[1]

Rubén C. Lois González

Departamento de Xeografía
Universidade de Santiago


Una lectura crítica de los escritos de Horacio Capel sobre la geografía y las posibilidades de Internet (Resumen)

 La figura de H. Capel como referente obligado de la Geografía española merece un estudio crítico de su obra, encuadrado en los análisis teóricos de nuestra disciplina. De hecho, nos encontramos ante el geógrafo más renovador e influyente de la España que iniciaba su período democrático, si bien su obra manifiesta contradicciones y lagunas que se enumeran. Desde finales de los 1990 Capel ha sido pionero en la consideración y utilización de las TIC en el ámbito de la Geografía. La segunda parte de este trabajo da cuenta de sus interesantes aportaciones, así como de las deficiencias encontradas en su obra centrada en dicha temática.  

Palabras-clave: Internet, Geografía urbana, Teoría y método de la Geografía, TICs, TIGs, sociedad de la información.


A critical study of the works of Horacio Capel about the Geography and the possibilities of Internet (Abstract)

The figure of Horacio Capel as a necessary reference in the world of geography in Spain is deserving of a critical study of his output, within the wider framework of theoretical analyses of our discipline. We are indisputably talking about the most innovative and influential geographer of a Spain that had recently undertaken the transition to democracy, although his work displays significant contradictions and lacunae that are listed here. Since the late nineteen-nineties Capel has pioneered the introduction and use of ICTs in the sphere of geography. The second part of this study looks at the interesting contributions he has made in this field, as well as the deficiencies that appear in his output in this respect.  

Key words: Internet, urban geography, theory and method in geography, ICTs, GIS technologies, information society.


Para los geógrafos que hemos vivido en nuestra juventud la transición y el afianzamiento de la democracia en España, la obra de Horacio Capel (y de otros colegas de su generación) no nos deja indiferentes. El período de la transición se acompañó de un debate apasionado (más aparente que de fondo), que pretendió cuestionar las bases hasta entonces inmutables de la Geografía académica, absolutamente adscrita al enfoque regional-paisajístico de inspiración vidaliana. El debate se planteaba en términos kuhnianos, donde las tímidas formulaciones cuantitativas, de la percepción y las aportaciones de la Geografía radical (había muchos profesores que militaban en partidos de izquierda), abrían una vía de contestación frente a un paradigma agotado y que, sobre todo, se mostraba como el responsable de los abusos que en la promoción profesional se habían registrado durante el franquismo (Capel, 1976). De todo este período han quedado realizaciones de indudable interés para el colectivo del que formamos parte, como la fundación de la AGE bajo unos supuestos democráticos[2], y la afirmación generacional de un grupo de líderes de nuestra disciplina, que ha marcado profundamente a la Geografía española en el tránsito entre los siglos XX y XXI.

En este contexto general, la figura de Horacio Capel ha brillado con luz propia. Sin duda, por la originalidad y calidad de sus aportaciones, pero también por un aparente aislamiento de la comunidad (oficial) de geógrafos, y por alguna creación práctica de indudable valor para nuestra disciplina (la revistas Geocrítica, Scripta Nova o Biblio3W, que sin mantener una calidad homogénea, han conseguido ser incluidas en las clasificaciones internacionales de impacto científico). Además, Horacio Capel posee un enorme prestigio como geógrafo urbano y teórico de la Geografía, pero cuando trata de explicar las posibilidades que internet, el ciberespacio en general, ofrece al conocimiento científico y a nuestra disciplina en particular, la tentativa se revela poco exitosa.


La respuesta la trae el viento…

Sin lugar a dudas, Horacio Capel cimentó su prestigio como gran profesional y analista con sus obras de Geografía urbana, a las que unía una permanente preocupación por la teoría y el pensamiento geográficos. Entre las primeras, destacan Estudios sobre el sistema urbano de 1974, que supondría una continuación de la temática desarrollada en su Tesis Doctoral, La red urbana española 1950-1960 y, de manera muy especial, Capitalismo y morfología urbana en España, publicada por primera vez en marzo de 1975. En este libro de bolsillo, se nos planteaba el proceso de crecimiento y formación de la trama urbana de nuestras ciudades, introduciendo una aproximación estructural al espacio interior de la urbe. Se desarrollaba una interpretación crítica, de inspiración marxista al proceso de urbanización, que culminaba con un amplio capítulo dedicado a la producción del espacio urbano. Las dinámicas inherentes al proceso de crecimiento y renovación urbanas, como expresión de las lógicas del capitalismo, un tema central abordado desde una perspectiva novedosa, que se complementaba por estudios más convencionales y analíticos (de tradición anglosajona y germánica) referidos a las redes y sistemas urbanos. Tanto el enfoque centrado en el papel de la ciudad en el territorio, como el de los procesos, usos y formas del conjunto urbano eran tratados de forma brillante, sugerente para el panorama que expresaba nuestra disciplina en los 1970. De hecho, frente a una Geografía urbana muy poco cultivada en España en esos momentos[3], Capel recogía influencias de la sociología francesa, de geógrafos anglosajones y de los urbanistas de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, para construir aportaciones que cambiaron la forma de entender la ciudad y la urbanización a muchos de nosotros. Sin duda, estos trabajos empezaron a crear un mito del nuevo geógrafo que unos meses después impulsaba la revista más renovadora del panorama español (Geocrítica), introduciendo temas insospechados en el debate disciplinar del período de transición[4]. Quizás la escasa capacidad de nuestro colectivo para generar mensajes abiertamente rupturistas como los de Capel, aunque numerosas tesis, monografías y movimientos asociativos fueran animando un cambio profundo de período en la Geografía española, justifica que se focalizasen en este autor las nuevas posibilidades de investigación y de crítica asociadas a nuestra disciplina. Se magnificó a un autor cuando la expansión de los enfoques cuantitativo y radical en la Geografía británica y norteamericana, las indudables aportaciones en teoría social crítica y la asunción de las influencias de la urbanística italiana, confluían en una universidad española en cambio necesitada de nuevos paradigmas y prácticas profesionales.

Además, y lo hemos apuntado, el encumbramiento de la obra de Horacio Capel se asentaba en otro pilar no menor: su preocupación, pionera en España, por la teoría de la Geografía. En concreto, este autor comienza en los últimos años del franquismo a editar en la Universitat de Barcelona traducciones de geógrafos emblemáticos en la trayectoria de nuestra disciplina como F. Schaefer o B. Varenio. Con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, estas ediciones prologadas y comentadas de autores tan diversos se planteaban como parte de la construcción del ideario del geógrafo innovador, magnificado en un período de aceleración de los cambios históricos. La obra de Varenio poco tenía que ver con las preocupaciones contemporáneas de la Geografía y la de Schaefer tan sólo ilustraba algunos aspectos novedosos de estudio del sistema territorial. Sin embargo, se jugaba con el postulado ideológico de contestación frente a la comunidad geográfica anclada en un conjunto de vicios, en un momento donde muchos científicos sociales apostaban por la ruptura política con el legado del franquismo, y se formulaba en términos kuhnianos como un cambio de paradigma, el debate que marcaba el tránsito de una época a otra. La culminación de estas preocupaciones teóricas de H. Capel se produce con la obra Geografía y Ciencia en Geografía contemporánea, publicada en 1981, y precedida por escritos de contenido semejante en 1980. En este tratado, el autor asume de forma ortodoxa los postulados de Kuhn sobre los paradigmas científicos, los cambios revolucionarios en los mismos y el progreso de las disciplinas académicas a través de períodos de crisis donde todo se cuestiona, aplicándolos a la historia de la Geografía. Para muchos de nosotros la lectura de este amplio trabajo supuso descubrir Humboldt y Ritter como padres de la Geografía contemporánea, conocer la trascendencia de los fenómenos de institucionalización para las disciplinas científicas, acercarnos por primera vez a Ratzel, situar las aportaciones de Vidal de la Blache junto a otras más en la historia de nuestra disciplina, y concluir con la evidencia de que las contribuciones cuantitativas y radicales más recientes conducían a la ciencia geográfica a un estadio evolutivo difícilmente superable en el corto y medio plazos. En Filosofía y Ciencia  interesaban especialmente la claridad y la contundencia de las explicaciones de H. Capel. Unas explicaciones bien documentadas mediante el recurso a una bibliografía abundante, por fin auténticamente internacionalizada. Se había planteado un nuevo tema básico para la Geografía, su historia y su bagaje teórico, y se nos daba una solución global a las curiosidades y dudas que se nos presentaban. En la seriedad del trabajo y en la modernidad (y aquí apelamos a la polisemia del término) de sus aportaciones radicó el éxito de su propuesta. Una propuesta santificada por muchos y que, desgraciadamente, ha sido continuada por un desinterés general hacia el debate teórico e histórico sobre la Geografía en la comunidad académica española.

La pérdida de referentes

Después de esta publicación, y si efectuamos un repaso a la trayectoria de Horacio Capel desde 1982 hasta bien entrada la década de los 1990, se observa una periferización de las temáticas abordadas en su obra, la multiplicación de artículos de contenidos no necesariamente conexos, y el abandono de las cuestiones centrales del análisis y la reflexión geográficas. Parece que el período comprendido entre mediados de los 1970 y 1981 hubiese supuesto para el autor el momento clave en sus propuestas de investigación y divulgación científicas, y que luego no hubiese continuidad en esta senda, optándose por un refugio en cuestiones apartadas de las preocupaciones de una Geografía y unas ciencias sociales en España, que conocieron un indudable cambio en toda esta etapa de  consolidación democrática.

A un nivel concreto, las contribuciones Horacio Capel entre 1982 y 1993 pueden calificarse como poco relevantes e incluso contradictorias con algunos de sus postulados precedentes en teoría de la Geografía, salvo dos excepciones a las que nos referiremos. Así, en estos doce años Capel publicó más de 30 artículos (de tamaño y contenido diversos) sobre el conocimiento geográfico en la época moderna y en el siglo XIX. Desde una introducción a “Gabriel Kramer y la ciencia ginebrina del siglo XVIII” hasta “La Física Sagrada. Creencias religiosas y teorías científicas en los orígenes de la geomorfología española” pasando por “Remediar con el arte los defectos de la naturaleza”, dentro de los ejemplos que podríamos elegir. El problema de este amplio conjunto de aportaciones es doble. Por una parte, una tendencia del autor a diversificar las cuestiones abordadas (se va de un siglo a otro y se deambula por contextos territoriales muy diferentes). Por otra, y esto quizás es más importante, la ausencia de un proyecto de integración de todos los estudios particulares en la gran narración de Filosofía y Ciencia. Si en esta monografía se afirmaba que el nacimiento de las disciplinas sociales y humanas se producía en el momento de ruptura revolucionaria que supuso tanto la Ilustración como los acontecimientos desarrollados en Francia desde 1789, sorprende el énfasis posterior de Capel por analizar la Geografía, y otros conocimientos afines, de los siglos XVI al XIX, que poco tienen que ver con nuestra concepción contemporánea del análisis territorial. Además, llama la atención que el Horacio Capel rupturista y propositivo de los 1970 fuese sustituido por otro interesado en cuestiones del pasado de la Geografía sin repercusión práctica en el presente. El autor innovador, comprometido que, siguiendo los postulados de T.S. Kuhn y K, Marx, pretendía forzar una ruptura epistemológica de la etapa anterior se convertía en un erudito estudioso de cuestiones muy secundarias y que al tiempo cimentaba su aura de prestigio en función de sus monografías publicadas en los años previos. Algunos autores han pretendido relacionar esta etapa de la obra de H. Capel con el auge del pensamiento postmoderno y relativista, una vinculación que en nuestra opinión no se observa en el caso de este autor.

En este largo período es cierto que H. Capel dirigió un buen número de Tesis Doctorales y conformó una escuela de profesionales prestigiosos interesados también por los temas urbanos, y de teoría de la Geografía[5]. Una segunda, y positiva novedad, de estos años es la consolidación del tema iberoamericano en la trayectoria del autor. Se comienzan a dirigir trabajos, a realizar artículos sobre la América hispana y portuguesa y, de forma muy particular, se entiende el interés que para la Geografía española posee construir un amplio espacio de reflexión común con las naciones ultramarinas con una cultura e idioma idéntico o próximo.

Dentro de esta etapa con un H. Capel replegado sobre sí, nos encontramos dos publicaciones de cierto valor. La primera, editada en 1987, se tituló Geografía Humana y Ciencias Sociales y poseía un carácter divulgativo. En la misma se abordaban dos reflexiones muy pertinentes. Se enunciaba la vinculación entre la historia, las matemáticas y nuestra disciplina en el principio de la época contemporánea (corrigiendo en parte la desconexión entre los múltiples artículos del autor y la tesis de Filosofía y Ciencia), y se planteaban las relaciones de la Geografía actual con otras Ciencias Sociales (la sociología, la economía y la antropología), siguiendo un discurso ya iniciado en otros libros anglosajones o franceses sobre la cuestión. La obra consigue su objetivo de divulgación, del mismo modo que su gran trabajo del decenio anterior, Capitalismo y morfología urbana, también se había editado en un formato de bolsillo. En 1990 el autor coordina la obra colectiva Los espacios acotados. Geografía y dominación social, expresión de la influencia de las aportaciones de M. Foucault sobre nuestra disciplina (Foucault, 1978). Aunque el planteamiento del libro es muy sugerente, la presentación que realiza H. Capel desilusiona y nos conduce a una enumeración de las temáticas que muchos de sus jóvenes doctores (y otros colegas) han realizado, oscilando entre propuestas claramente foucaultianas como la de P. Fraile hasta trabajos de Geografía urbana histórica, como los de J. Oliveras o I. Muro.

Apenas tres años más tarde, en la bibliografía de H. Capel nos encontramos con una realización diferente, la edición de un número monográfico de la revista Anthropos dedicada a Horacio Capel (en mayúsculas). Investigación en teoría e historia de la Geografía y de la ciencia. Una visión crítica (Anthropos, 1993). Estamos ante un trabajo colectivo interesante y desigual, donde llama la atención el discurso autocentrado que anima este geógrafo, con una primera parte titulada simplemente “Horacio Capel”, que se extiende desde la página 8 a la 33, una segunda denominada “Argumento”, que incluye una serie de artículos laudatorios hacia el autor de personas próximas a su trayectoria (páginas 33 a 55), en tercer lugar un “Análisis temático” (páginas 55 a 80), que podría asemejarse más a una colección de recensiones (sin asomo de crítica, salvo las dirigidas a otros geógrafos que no siguen la estela del intelectual homenajeado), para concluir con la reproducción de dos trabajos del propio autor. En conjunto, nos hallamos ante una aportación sorprendente de una revista científica de prestigio, donde la magnificación creada por una serie de obras, no muchas, de Geografía urbana e Historia de la Geografía de los 1970 y principios de los 1980, permite abordar el trabajo de un profesor al que distaban muchos años para su jubilación, y del que se esperaban al menos dos respuestas fundamentales en relación a su obra. ¿Cómo se resolvía la evidente contradicción entre los contenidos de Filosofía y Ciencia y las restantes contribuciones del propio autor numerosas, menores y dispersas sobre historia del pensamiento geográfico? ¿Podíamos estarnos refiriendo a un gran analista de la realidad urbana, como afirmaba C. Gavira, a partir de un exitoso libro de bolsillo completado con otros trabajos de corte más convencional? Las respuestas quedaban en el aire, pero la colección de fotografías del profesor homenajeado con personalidades diversas no hace sino reforzar la sensación de un ensalzamiento promovido, sin resolver las antinomias de su discurso.

El número de Anthropos al que nos referimos fue complementado unos meses después por otro titulado, La Geografía hoy. Textos, historia y documentación (Anthropos, 1994). En el mismo se recogen una serie de contribuciones de diversos autores, entre los que destacan Th.S. Glick y especialmente H. Capel. De nuevo, un título totalizante, que se desmiente en la propia presentación firmada por Dónoam, “Ciencia, historia, transdisciplinariedad”, que vuelve a convertirse en una loa a Capel. Un autor que en sus artículos va pasando de Isidoro de Antillón y el padre Las Casas como geógrafo al desafío de América al pensamiento geográfico, y a la Geografía y las periferias urbanas. En definitiva, un reflejo de la diversidad de temas que en este período interesaban a Capel bajo un proyecto aparentemente unificador y omnisciente sobre nuestra disciplina.


El universo Geocrítica

Los restantes años 1990, en especial desde 1994, no permiten percibir un cambio en la trayectoria de H. Capel. El autor publica un elevado número de contribuciones, sin demasiadas aportaciones substanciales a su discurso, y continúa dirigiendo tesis y reforzando su proyección al mundo latinoamericano. Sólo en 1999 se aprecia una novedad significativa, el inicio de los Coloquios Internacionales de Geocrítica, que con una periodicidad anual, se mantienen hasta el presente. A este respecto, cabe señalar que la creación pionera y rupturista de Geocrítica se ha ido transformando con el nacimiento de estos Coloquios en algo muy diferente. Unas reuniones a las que se presentan un elevado número de trabajos, en una amplia gama de temas previamente formulados, con una desigualdad en su rigor científico y temática, y donde el organizador (H. Capel) presenta, concluye y homenajea a algún geógrafo o científico social destacado por su trayectoria (y evidentemente próximo al animador de estos encuentros)[6].

En este planteamiento, se reproduce el modelo denostado de los congresos generales o temáticos de la Geografía que animaban nuestras asociaciones representativas de profesores y profesionales de la disciplina hace años. Todo esto se realiza desde una construcción personal, privada, de un autor que levantó su aura de teórico y estudioso de la Geografía en el cuestionamiento a los modos de entender la producción, la calidad y la transmisión del conocimiento de base espacial y territorial. No sólo no se corrigen las antinomias planteadas en la propia obra, sino que se crean otras nuevas en relación con el funcionamiento de la comunidad académica de la que formamos parte. Por último, cabe señalar que durante todo este período la propuesta sugerente de Geocrítica se ha dividido en tres paralelas, la revista Scripta Nova (la más atendida), Biblio3W y Ar@cne. Tres medios de difusión francamente bien considerados en el mundo hispanohablante y en Brasil que, del mismo modo que los Coloquios de Geocrítica, han sustituido el carácter alternativo e innovador por otro más convencional, con algunas incertidumbres en los sistemas de control de calidad de los artículos publicados en sus números.


De vuelta a la morfología y la organización de la ciudad

Existe una coincidencia cronológica entre la celebración del primer coloquio de Geocrítica y una significativa reanimación del currículum de H. Capel en los años iniciales del presente siglo. Es cierto que el autor continúa manteniendo su consustancial diversificación, pero al mismo tiempo se constata un incremento en el ritmo de sus publicaciones y, lo que es más importante, un retorno a los grandes estudios de Geografía urbana a través de la publicación de varios libros. De hecho, ha editado una monografía sobre La cosmópolis y la ciudad en 2003, ha coordinado otro volumen sobre Ciudades, arquitectura y espacio urbano el mismo año y ha elaborado un trabajo sobre El modelo Barcelona: un examen crítico en 2005. Resulta evidente que Capel retoma un ámbito de reflexión muy querido y, en el caso de Barcelona, se convierte en un documentado y contundente crítico del modelo de ciudad-espectáculo que se ha afirmado con  los gobiernos municipales democráticos (y especulativos) desde los 1980 y, de manera especial, con la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992 (Delgado, 2007). Sin embargo, el principal esfuerzo de H. Capel a lo largo de todo este período se ha concentrado en editar una enciclopédica Morfología de las ciudades, en dos volúmenes y con un total de 1.200 páginas, con la que se pretende aportar un gran tratado sobre el espacio urbano, sus formas y procesos (Capel, 2002 y 2005).

La Morfología de las ciudades se ha subdividido en dos gruesos libros, con su publicación separada por tres años de distancia, donde se pretende acometer primero los aspectos relacionados con “la sociedad, la cultura y el paisaje urbano” y en segundo término el “Aedes Facere: técnica, cultura y clase social en la construcción de los edificios”. En esta reseña crítica, vaya por delante el mérito de H. Capel al plantearse un estudio con voluntad totalizadora sobre una cuestión muy relevante para el conocimiento geográfico. En el primer volumen, la narración se estructura en cinco partes que van desde una general de presentación referida al “Estudio de la morfología urbana” hasta otra conclusiva titulada “La morfología como reflejo de la complejidad histórica y funcional”, pasando por “Las formas de crecimiento tradicionales…”, “Los jardines y las innovaciones del diseño urbano”, y “El nuevo urbanismo”. Sin duda, nos hallamos ante un tratado completo de las grandes cuestiones de estudio de las formas de la ciudad, desde una perspectiva clásica y bastante ortodoxa. En cuanto al segundo volumen su articulación interna es diferente, pues no se establece una división en partes que agrupen capítulos, sino que éstos asumen directamente la construcción del discurso. Un total de doce sirven de estructura a un voluminoso libro de más de 600 páginas, centrado en el análisis de la edificación. Se parte, desde una concepción muy tradicional de la Geografía, de la adaptación al medio para pasar a un relatorio de las diferentes fases históricas de evolución de la vivienda y a un repaso contemporáneo sobre los edificios, clasificados por tipologías (públicos institucionales, equipamientos sanitarios, para la educación y la cultura, edificios comerciales, oficinas y edificios industriales). Un compendio de voluntad enciclopédica sobre la unidad básica del espacio urbanizado, la clave última de comprensión de la morfología de las ciudades.

Como hemos adelantado, el mérito de H. Capel abordando un amplio y documentado estudio sobre las ciudades destaca en un contexto, como la Geografía y las Ciencias Sociales en España y Latinoamérica, donde la mayoría de los autores rehúyen escribir más allá de los análisis de caso, bien acotados, o recurriendo a infinidad de artículos en revistas que pueden considerarse de impacto. Sin embargo, esta consideración fundamentalmente positiva no puede hacernos olvidar que esta gran obra del Capel maduro de los años 2000 vuelve a contener imprecisiones conceptuales y manifiesta, bien a las claras, ciertas debilidades del autor como analista de los espacios urbanos (consúltese a este respecto, Bellet, 2003).

Dejando al margen la falta de unidad que supone organizar los dos volúmenes de la obra de forma diferente, lo primero que llama la atención es la desconexión del título del primer libro con sus contenidos. Estamos ante un estudio tradicional de morfología urbana, con una parte cinco que reproduce de forma casi exacta la segunda mitad del libro Capitalismo y morfología tantas veces citado, donde las referencias a la sociedad, la cultura y el paisaje urbanos (como se indica en el título) no se aprecian con nitidez. En cierta medida, nos encontramos ante la reiteración de los estudios morfológicos de los 1960 y 1970 (pensemos en manuales como los de H. Carter o J. Bastié y B. Dézert), pues las nuevas preocupaciones de la antropología y la sociología en contextos ciudadanos, el creciente papel concedido a los actores sociales o a los comportamientos colectivos en el marco de la globalización, no aparecen por ningún lado. Todavía más, no se integran en una lectura novedosa de los condicionantes de las formas de la ciudad, como se propone en una serie de manuales extranjeros referidos a esta cuestión. En el segundo volumen la edificación, a partir de una tipología formalista y discutible, lo abarca todo. H. Capel se sitúa conscientemente en el límite escalar de los estudios de arquitectos-urbanistas y de geógrafos. Sin embargo, esta voluntad de trabajar sobre unidades concretas del paisaje urbano, pierde bastante interés al formularse un acercamiento anticuado y en parte obsoleto en la clasificación propuesta. A lo largo de toda la obra, sorprende la lectura sobrepasada del concepto de paisaje (que en muchas ocasiones se confunde con el de morfología), obviando las interesantes aportaciones que en el caso español han efectuado J. Nogué o J. Maderuelo. También la escasa calidad de muchas reproducciones de planos y figuras, precisamente en una época en la que la Geografía ha reforzado su proyección exterior gracias al nuevo valor alcanzado por los mapas temáticos y los sistemas de edición de antiguas piezas cartográficas (volvemos a las imágenes aburridas, poco claras, de los manuales de urbana de hace decenios).

Entre las carencias de esta monumental obra, quizás la más importante sea la dificultad del autor por analizar las formas creadas por la ciudad actual. En este sentido, que en la cuarta parte del volumen 1 se utilice la expresión “nuevo urbanismo” para referirse a la Carta de Atenas nos dice mucho de un H. Capel geógrafo urbano quizás un poco anclado en el pasado. Las ciudades y sus aglomeraciones han registrado el periodo de mayor crecimiento y transformación en los últimos decenios del siglo XX, algo que el tratadista no consigue ver, actualizando mínimamente su lectura estructural de la ciudad respecto a la que había efectuado en Capitalismo y morfología (el contenido de la parte 5 del primer volumen es buena prueba de ello). Otra cuestión en la que los críticos de la Geografía urbana tendremos que detenernos en el futuro es el excesivo protagonismo que Capel otorga al jardín en la innovación del diseño urbano; un debate que emprenderemos en otro momento.

Por lo que concierne al volumen segundo, cabe apuntar de una parte que todo el enfoque adoptado es enormemente historicista, demasiado preocupado por la ciudad del pasado, en tanto que sus transformaciones de los últimos sesenta años parecen no entenderse (o no querer asumirse). Estamos ante un autor que sigue mirando más hacia la ciudad del XVIII o del XIX, que a los enormes cambios de la urbe que se sitúa frente a sus ojos. H. Capel siempre ha mantenido un punto de vista crítico respecto a la ciudad como expresión de las injusticias del capitalismo, como producto social, pero cuando se trata de analizarla y codificarla surgen dificultades al aproximarse a sus contenidos recientes en más de 1.200 páginas de texto. De otra parte, y con esto finalizamos nuestro comentario, la caracterización tipológica del autor es muy discutible para algunos casos. Así, no se entiende cómo en un capítulo titulado “La morfología de los edificios industriales” se estudian los aeropuertos y las estaciones del ferrocarril; cómo “La morfología de los edificios y espacios públicos e institucionales” se asocia al templo y sus servidores (sic), o cómo los edificios de gobierno comparten capítulo con cuarteles y establecimientos penitenciarios. En definitiva, después del impresionante esfuerzo que ha supuesto escribir esta morfología de las ciudades, nos queda la impresión de que nos hallamos ante un geógrafo tradicional, poco permeable a las nuevas ideas que se han sucedido en los últimos decenios.

El temprano descubrimiento de las potencialidades de las TIC

En el carácter de H. Capel no debe llamarnos ya la atención que el geógrafo urbano muy tradicional de principios de los 2000 conviva con el profesional atento a las posibilidades de internet, mucho antes que la mayoría de sus colegas. Esto es evidente cuando en los últimos años del siglo pasado impulsó la nueva etapa de Geocrítica, articulada a través de tres revistas electrónicas que se desarrollan en paralelo. También mediante la publicación de una serie de artículos, que sirven de preámbulo a los dos donde concentraremos nuestro análisis crítico, referidos a las posibilidades de la red para la Geografía y el conocimiento científico en general. El profesor Capel es capaz de darse cuenta pronto de la importancia del mundo virtual, donde entramos al conectar el ordenador. No obstante, junto a una serie de lecturas y reflexiones muy interesantes, siempre emerge el narrador dispuesto a emitir doctrina, que sólo mira a partir de su obra personal.

Los trabajos publicados por  H. Capel y relacionados con internet se elevan a seis, solo o en colaboración, como preámbulo a su intervención en el Congreso de Geógrafos Españoles celebrado en Ciudad Real en 2009. Todos han sido incluidos en dos de sus revistas de la marca Geocrítica, los tres más antiguos en Biblio3W y los tres más recientes en Ar@cne. Siguiendo un orden cronológico, el primero de ellos data de 1999 (año de inicio de los Coloquios Internacionales de Geocrítica), y recibe el atractivo título de Lecturas de Geografía urbana a través de Internet. Su estructura interna es simple: consta de una página de presentación, donde se insiste en la importancia de la red como fuente de consulta, y luego a lo largo de las trece restantes se pasa a una enumeración bibliográfica, organizada por grandes temas, de un conjunto amplio de libros y artículos que se pretende sirvan para preparar la asignatura Geografía urbana. En esta relación de materiales de clase, vuelve a surgir el Capel centrado en sí mismo que ve poco más allá de lo editado por su grupo en Barcelona, por Geocrítica, y por profesionales muy próximos a su trayectoria. Así, en esta relación se llega a incluir la “Geografía de los riegos” (dos citas) de F. Calvo García-Tornel, pero no hay nada de autores tan relevantes como P. Knox, M. Pacione, R. Sinclair, E. Soja, B.J. Berry, D. Pumain, J.-B. Racine o G. Dematteis, entre otros, sin olvidarnos de F. Zoido, M. Valenzuela, M.A. Troitiño, R. Mas o A. Campesino, en el ámbito español. El segundo artículo sobre esta temática data del año 2000 y constituye una noticia amplia (de diez páginas) sobre la Tesis Doctoral de E. Machado Gonçalves presentada en el área de Ciencias de la Comunicación en la Universitat Autònoma de Barcelona, de cuyo tribunal formó parte. En la misma, con un carácter narrativo ameno, se reitera la significación de internet para el mundo actual, se comenta cómo el autor ha abordado la evolución del periodismo, y cómo la difusión de noticias ha entrado en la era digital, una tendencia que se reforzará de cara al futuro. En un diálogo con el autor del trabajo, se plantea la posibilidad que las nuevas tecnologías ofrecen para la creación democrática e interactiva de noticias, también las dificultades que surgen en un contexto inicialmente más abierto. Sin duda, una reseña que abre un debate interesante y que es digna de celebrar, por cuanto el miembro de un tribunal de Tesis hace un esfuerzo loable por difundir sus contenidos más significativos.

Si continuamos con la argumentación, una vez más frente al Capel útil, necesario en la difusión de nuevas ideas, nos encontramos con el profesor que intenta que todo lo relevante gravite sobre él en el tercer artículo de temática vinculada a la red que publicó en 2005, con el título Las TIG en los concursos de habilitación para Profesores Titulares de Geografía Humana: una cuestión nada anecdótica. En el mismo arranca con una afirmación polémica, cuando dice: “Como no es posible que una docena de docentes universitarios se unan para redactar un artículo informativo de veinte páginas, debemos considerar dicho trabajo como una especie de manifiesto de los profesores de esas técnicas en la enseñanza universitaria española”. Al analista crítico de la realidad geográfica que pretende ser referente en este ámbito, no le preocupa que sus colegas (a través de asociaciones académicas y profesionales) se hayan puesto de acuerdo y negociado crear un Colegio Profesional, lo que conlleva la redacción de muchos manifiestos y declaraciones conjuntas, que hayan consensuado documentos para clasificar las revistas científicas de la disciplina o que hayan elaborado, de una forma abierta y democrática, un Libro de Grado de Geografía y Ordenación de Territorio, el profesor Capel obvia todo esto e ironiza sobre lo que no quiere conocer. Prefiere que el debate sea entre un colectivo pequeño de profesores (redactores de un documento sensato) (Chuvieco et alt, 2005) y la autoridad científica que desde los 1970 sigue impartiendo doctrina. Volviendo al contenido de este artículo, en unas breves siete páginas se reitera la importancia de las TIGs, que deben ser consideradas en las habilitaciones, su carácter de ramas emergentes del conocimiento geográfico (restándoles el protagonismo que el artículo comentado, obra de importantes expertos en las mismas, les concedía), y vuelve a plantear el tema (de nuevo, el retorno a los orígenes) de la unidad de la Geografía, de su carácter de paraguas frente a los riesgos de escisión interna. En definitiva, una serie de comentarios normales, muchos de ellos animados por una mezcla de sentido común y mirada a los debates de hace más de treinta años, que procuran reafirmar la posición propia del autor que teoriza sobre cómo se deben seleccionar los futuros profesores y qué debemos hacer para conservar la disciplina unida que nos han legado.

En dos de los artículos más recientes que H. Capel ha escrito sobre la Geografía en internet coincide la temática, prácticamente el título y el carácter de textos firmados con otros autores (en particular con J. Chaparro Mendivelso). Se trata de repasos bien ordenados sobre la trayectoria de la revista Ar@cne. El primero de ellos se publicó coincidiendo con los diez  años de existencia de este medio (1997-2006), mientras que el segundo valora los cambios que se han producido en la revista en el último trienio (2007-2009). La revista Ar@cne, y así se reitera, pretende ayudar a difundir la información de calidad asociada a la utilización de internet como fuente de difusión del conocimiento. En ambos artículos se describe la evolución de la revista, su periodicidad, el idioma utilizado por los autores, la procedencia de sus contribuciones y la visibilidad de las mismas. En la aportación más actual, se precisa que se ha logrado una regularidad mensual en los nuevos números, que se ha progresado en la seriedad de sus contenidos y se enuncian una serie de avances logrados en su difusión. Sin duda, estamos frente a dos informes técnicos de interés, que hacen balance de un proyecto editorial necesario.

Por último, y en nuestra opinión el antecedente directo de las contribuciones que H. Capel ha redactado resultado de su participación en el Congreso de la AGE (lo que puede mostrar un renovado interés de este importante autor por los trabajos e iniciativas de la asociación), nos encontramos con el extenso y sugerente artículo titulado La enseñanza digital, los campus virtuales y la Geografía. De nuevo, un compendio de la capacidad de discernir temas relevantes y de impacto por parte de Capel; también una medida de sus carencias. En este trabajo de 2009, H. Capel trata de referirse al fenómeno consolidado de lo que denomina “departamentos virtuales de la Geografía”, basados en la utilización de la web 2.0 y de la educación en colaboración. Sigue insistiendo en las potencialidades de internet, en las profundas transformaciones que la función educativa ha experimentado a partir de su generalización, en el nuevo papel que juegan profesores y alumnos, y en la importancia que han alcanzado las plataformas de gestión del aprendizaje. También hace una serie de consideraciones pertinentes sobre la necesidad de jerarquizar los buscadores de información y retoma el tema ya tratado de las TIGs en el conocimiento geográfico del presente. Una serie de referencias útiles, de cierta actualidad, en un tema muy querido por el autor que actúa divulgando sobre un conjunto de desarrollos con gran influencia en el conocimiento geográfico. Pero al mismo tiempo, cuando se aborda el apartado “Campus virtuales en Geografía”, Capel inicia una digresión sobre un tema próximo a sus preferencias, las posibilidades de internet, y no acaba aludiendo a los múltiples ejemplos de enseñanza especializada de la Geografía basada en el uso de la red, y que ayudan a superar la distancia profesor-alumno. Tampoco se aporta información sobre el crecimiento de materiales didácticos existentes en internet y disponibles para su empleo (exceptuando el universo Geocrítica, que aparece con reiteración), ni evidencias sobre la conformación de redes sociales muy activas de investigación en el análisis espacial y territorial. Del mismo modo, cuando escribe sobre la proliferación de mapas se reitera en demasía sobre la vulgarización de la cartografía, se enuncian datos poco relevantes y no sistematiza las opciones que abre la red para conformar auténticos campus virtuales encargados de difundir mapas de calidad para los estudiantes y para otros investigadores. Siguiendo una vía que ha utilizado en otras contribuciones, la última parte del artículo (justo antes del epígrafe final) la dedica a enumerar “Campus virtuales de geografía y ciencias de la tierra”, que no deja de ser una relación de cuatro páginas y media, sin ningún comentario ni orientación, de sitos web donde nos podemos encontrar con información sobre los temas analizados. No se discriminan direcciones relevantes de otras más superfluas. En definitiva, seguimos sin saber si metodológicamente H. Capel ha realizado una investigación exhaustiva, rigurosa, apoyada en criterios científicos serios, o simplemente se han buscado palabras de referencia de forma rápida para añadir este relatorio desigual y desordenado, exceptuando de nuevo el apartado sobre la enseñanza digital de la geografía en España, donde el website de Geocrítica contabiliza 14 referencias, otros sitios de España un total de 7 y de Iberoamérica 24.

El comentario de estos seis artículos, precedentes directos de Geografía en red..., que ha motivado la realización de este trabajo, nos sitúan frente a la verdadera dimensión de H. Capel como geógrafo y analista de la realidad. Por una parte, este autor continúa mostrándose consciente de que el desarrollo de internet y de los nuevos espacios virtuales abre un apasionante período para la difusión del conocimiento científico y en especial para la Geografía. Su respuesta al desafío es pertinente, modélica como lo habían sido algunas de sus propuestas rupturistas de los 1970, iniciando una segunda época en Geocrítica a partir de la construcción de tres revistas electrónicas complementarias. H. Capel, tan interesado por la proyección en Latinoamérica y por reforzar una alternativa de discurso científico al margen del inglés (de apología del español), aprovecha las oportunidades que le otorga el nuevo contexto para crear un amplio espacio ibero-americano de relación académica basada en la cotidianeidad que aporta el uso de internet. Sin duda, este autor sigue demostrando su capacidad para conocer la importancia de las tendencias más novedosas y para sacarle partido. No obstante, al profundizar en el examen de sus discursos nos volvemos a encontrar ante un predominio de lo repetitivo, en especial cuando se destaca la obra personal frente a un contexto internamente percibido como de escaso interés. Así, todas las contribuciones comienzan con la misma y repetida loa a internet, siguen con un ensalzamiento no muy riguroso del ámbito creado por Geocrítica y termina con una serie de afirmaciones, análisis y valoraciones que de haberlas realizado un joven doctorando o un más maduro investigador que se enfrenta a un tribunal, hubiesen recibido todo tipo de críticas y comentarios negativos. De hecho, las lecturas de Geografía urbana propuestas no poseen mayor valor que el estudio de un autor y su círculo próximo. En las aportaciones sobre las TIGs le interesa más reafirmar su papel como regulador omnisciente de la disciplina, que teoriza sobre el acceso a los puestos de profesor estable, que el propio debate sobre las Tecnologías de Información Geográfica que el grupo de expertos sobre este tema habían abierto de forma honesta. Además, el artículo sobre los campus virtuales no deja de ser una repetición de fórmulas valorativas ya planteadas con anterioridad, una serie de reflexiones apartadas del tema central del trabajo, y un nuevo ejercicio que reivindica a Geocrítica y al ámbito iberoamericano de reflexión geográfica. Por último, donde H. Capel sí obtiene buenos resultados es en el grupo de informes técnicos, simples, directos e informativos, que ha redactado (sólo o en colaboración). En concreto, en la revisión de la revista Ar@cne se ofrecen datos relevantes, y en el resumen de la Tesis Doctoral en cuyo tribunal ha participado, se difunde a un público más amplio un interesante trabajo de investigación.


Predicando la buena nueva con retraso

Una vez finalizado el comentario de estos seis trabajos sobre Geografía e internet, pasamos a centrarnos en lo que fue la participación de H. Capel en el XXI Congreso de Geógrafos Españoles sobre Geografía en red a comienzos del tercer milenio. Bajo este título, y en las dos referencias bibliográficas paralelas que hemos mencionado al comienzo de este artículo, se organiza un discurso dividido en tres partes de tamaño similar: la web 2.0 y sus implicaciones para el trabajo científico; la comunidad científica de geógrafos y la investigación en colaboración, y una tarea colectiva para los geógrafos españoles. El autor explica en un primer momento la innovación que ha supuesto internet y desde 2004 sus posibilidades de aplicación interactiva. Luego analiza la importancia que este nuevo conjunto de herramientas posee para la investigación geográfica. En último lugar, y como es lógico en un artículo que surgió de una invitación a pronunciar la conferencia inaugural de un Congreso de Geógrafos Españoles, plantea una serie de retos que, a su juicio, debe asumir la comunidad disciplinar de la que formamos parte en el nuevo marco creado de trabajo en red. Las tres partes ocupan una extensión parecida, si bien la introducción a la importancia de la web 2.0 se alarga algo más.

En los párrafos de introducción se nos vuelve a comentar el profundo cambio que ha supuesto la irrupción de internet y sus desarrollos posteriores. Como se ha repetido, se establece la diferencia entre los nativos y los inmigrantes digitales para justificar la desigual incidencia que la red tiene en nuestra formación. Una vez comenzado el apartado “La web 2.0 y sus implicaciones para el trabajo científico” se acometen unas páginas básicamente informativas sobre el significado de la web 2.0, las posibilidades de colaboración a través de la misma (redes sociales, wikis e indexación social), la web 2.0 y la difusión del conocimiento científico, y la creación de un espacio muy favorable a la labor científica colectiva. Un desarrollo lógico que, en cierta medida, trata de contarnos una buena nueva, un proceso que está cambiando en profundidad la forma de concebir la investigación y de abordar las innovaciones en el ámbito del conocimiento. Nos acabamos de referir de una forma en parte irónica a la buena nueva en tanto que se realiza una exposición demasiado complaciente sobre las virtualidades de la red y de la web 2.0. Una exposición donde, una vez más, el geógrafo nos cuenta significativas noticias de actualidad, muchas de las cuales ya conocíamos. Un retorno al espíritu realmente original de los 1970, con numerosos elementos de seriedad en el trabajo (por ejemplo, la profusión de referencias bibliográficas), pero que se desarrolla sobre una cuestión en la que no es un auténtico experto. Sin embargo, lo que llama más la atención de esta primera parte son dos ausencias de importancia: la no presencia de la Geografía, en una narración que se pretende centrada en el conocimiento científico general, y la falta del más mínimo atisbo de crítica social. Respecto a la primera omisión, las razones son lógicas, pues como hemos tratado de demostrar H. Capel ha construido durante años una imagen de pensador central, que en este caso nos cuenta lo auténticamente significativo que está sucediendo en el mundo científico a un grupo disciplinar necesitado de información en este campo. Respecto a la ausencia de crítica social en todo el argumentario, se trata de una carencia sin duda sorprendente. Internet es una poderosa herramienta, las posibilidades de difundir y recibir información se han multiplicado, y la interactividad en el trabajo científico son avances incuestionables. No obstante, nada se dice de las desigualdades de acceso a la red, de los perfiles sociales (bien contrastados) de sus usuarios, de la posibilidad de que la información utilizada se banalice y del uso que distintos estamentos del poder realizan de internet para manipular, coartar voluntades o simplemente adormecer las conciencias. Sorprende en el caso de Capel, por cuanto este autor se había caracterizado por sus denuncias de las injusticias sociales en la sociedad urbana contemporánea en los años 1970, mientras que en el inicio del nuevo milenio se nos muestra complacido con el progreso técnico (¿igualitario?) que está teniendo lugar.

En un plano más concreto, y siempre centrándonos en este primer apartado, la complacencia y posición de autoridad a la que acabamos de aludir se sintetizan en dos frases extractadas del texto en su primera página: “En las últimas décadas Internet ha cambiado el mundo” y “El futuro es de los jóvenes, pero tal vez nosotros podemos ayudar con nuestra experiencia”. Además, el webactor del que se habla como nuevo protagonista del presente se caracteriza por carecer de atributos socioeconómicos, está ausente de las desigualdades que definen al mundo actual. Como buena parte de los pensadores críticos, H. Capel hace una encendida defensa del software libre, pero quizás se eche de menos una referencia a las corporaciones multinacionales que siguen organizando la mayoría de la información en red, a través de servidores e instrumental tecnológico que se renuevan en periodos cada vez más cortos, siguiendo muchos de los rasgos que para el capitalismo tardío enunciaba D. Harvey (Harvey, 1989). Al analizarse los ejemplos de actitud colaborativa en internet, Capel vuelve al tono ensalzador de los elementos positivos que trae consigo este nuevo mundo. Un nuevo mundo al que no todos acceden, que ha planteado problemas graves que ponen de manifiesto patologías de la sociedad actual (acoso de personas, violación de la intimidad, etc.). Del mismo modo, el cántico ensalzador de las wikis, de las nuevas fuentes de información que han proliferado, debería presentarse con claroscuros: es cierto que iniciativas como wikileaks han permitido difundir muchos secretos diplomáticos, que todos nosotros teníamos derecho a conocer, pero al mismo tiempo también el sistemático mal uso de wikipedia (alabada por H. Capel), de otras enciclopedias y bases de información disponibles en la red, se convierte en un nuevo y severo problema para el desarrollo de la función docente. Sin duda, internet es la herramienta poderosa que se describe, pero también queda claro que su funcionamiento deja al descubierto muchos problemas de la sociedad en que nos insertamos (desigualdades, relaciones de poder, escaso nivel cultural y de discernimiento al tratar la información, etc.); aspectos todos ellos que deberían haber sido abordados por un Capel que no se aparta apenas del discurso de la buena nueva. Únicamente, cuando comenta los sistemas de indexación científica que se han desarrollado formula críticas juiciosas a algunos excesos que tienen lugar: “Lo que, de hecho, encontramos en las indexaciones sociales son procedimientos para recuperar información, y ordenar resultados de la búsqueda, sin que exista un orden lógico en el acceso a ella”; “La información disponible ha crecido intensamente. Pero es de valor desigual. Hay mucho “ruido” en la web, lo que hace cada vez más difícil su uso, a pesar de la potencia y eficacia de los buscadores existentes. La multiplicación de información puede dar lugar a desinformación y, en muchos casos, llega a generar ansiedad. Algunos hablan de “infoansiedad”, de “infoxicación”. La confusión en la red es muy grande (…). De ahí la contundencia de algunas críticas que se hacen a la web 2.0”.

Sin duda, y coincidimos con H. Capel, con la web 2.0 ha cambiado la propia actividad científica. Entre otros aspectos novedosos, la difusión del conocimiento ha aumentado de forma exponencial, y se consigue una inmediatez en el acceso a las ideas y descubrimientos que se van generando. Por otra parte, se hace posible formular una labor científica en colaboración. Existen, y el autor cita importantes ejemplos, numerosas construcciones científicas actuales que basan sus resultados en la interacción que permite la red. Un poderoso instrumento que también posibilita una formación exigente y el compromiso. No obstante, después de este discurso interesante y muy aprovechable y que nos permite ordenar nuestras reflexiones, reaparece Capel intentando dictar una lección. En la página 6 de la publicación en Scripta Nova y en las 24 a la 26 del libro coordinado por F. Pillet, Mª.C. Cañizares y Á. R. Ruiz, se suceden afirmaciones como:

1) “Los académicos no deberían continuar ensimismados solo en el trabajo científico individual que realizan. Han de pensar también en la colaboración, en que juntos pueden hacer mucho más. Hacen falta proyectos amplios y ambiciosos, que comprometan al conjunto de la comunidad científica y que sean un modelo para otros”. Aquí, Capel hace afirmación de su desconocimiento, acompañado de una posición de superioridad. ¿No es cierto que en los últimos 10-15 años toda la investigación geográfica en España, Francia o Gran Bretaña se ha organizado en grupos? ¿No es igualmente cierto que las candidaturas a proyectos de investigación europeos, españoles o autonómicos deben articularse a partir de la conformación de grupos? La propia estructura en departamentos, institutos o centros de investigación que ha proliferado desde los 1980, ¿no nos conduce de forma natural al trabajo en colaboración? Entonces, ¿Por qué se ignora todo esto?

2) “Necesitamos una nueva forma solidaria y cooperativa de hacer avanzar el conocimiento y mejorar el mundo. El trabajo científico ha de servir para el bienestar de la Humanidad y de cada país. Los problemas son muy graves. La crisis económica actual los ha agravado. Está claro que hemos de cambiar nuestras formas de vida y disminuir nuestros niveles de consumo”. Nos preguntamos si estas argumentaciones, ¿responden a un discurso científico o moral? Compartiendo en el fondo los principios ilustrados de Capel, ¿es este el lugar de plantearlos?

3) “Hoy parece dominar la desmesura en todo, la producción y el consumo masivo se ha extendido a la ciencia, con la ansiedad por publicar, por acumular un capital de publicaciones. Pero al igual que en la economía y en la vida social, se hace urgente reaccionar y actuar con mesura, parsimonia y prudencia en todo. También en la producción científica. No podemos seguir realizando una ciencia que no posea un agudo sentido de los problemas que tiene la Humanidad”. Sin duda, y aunque se escapa del tema central del artículo, esta serie de reflexiones de Capel son acertadas. Como apuntaba D. Harvey, la producción y el consumo compulsivo de objetos de corta duración constituyen un atributo de la fase actual del sistema capitalista. Esto es cierto y podemos aplicarlo a nuestra comunidad científica que hemos escrito demasiado, muchas veces careciendo de orientación. No obstante, que H. Capel emita estas opiniones es contradictorio para un autor que se complace con un currículum personal de más de cien páginas, que ha escrito de los temas más diversos, que se ha dispersado temáticamente, y que en los Coloquios Internacionales de Geocrítica admite decenas y decenas de comunicaciones e interviene tres, cuatro y hasta cinco veces durante su celebración.

4) “Los profesores universitarios que recibimos un sueldo del Estado y tenemos el puesto de trabajo asegurado tenemos más responsabilidades, y se nos ha de exigir más que a otros”. “No podemos admitir que se sigan haciendo en cada curso y en cada universidad multitud de trabajitos que no tienen apenas incidencia en la formación del estudiante y en el avance del conocimiento, ni para la difusión a la sociedad de los pocos avances que se aportan”. “Los profesores y estudiantes universitarios somos unos privilegiados y debemos retornar una parte de nuestro trabajo a la sociedad”. Estamos ante tres afirmaciones moralizantes y poco académicas. Aparte de que los profesores y los estudiantes no formen per se una clase o un grupo social diferenciado (los hay privilegiados y explotados, hijos de papá y pobres, etc.), de que sobre la calidad de los trabajos universitarios existen múltiples informes contrastados que analizan su evolución, sus fortalezas y problemas, y que en relación a la ética del funcionariado también hay opiniones mucho más autorizadas, lo chocante de estos párrafos es su inclusión en un texto titulado Geografía en red a comienzos del tercer milenio, que se elaboró a partir de una conferencia inaugural impartida en un  Congreso de Geógrafos Españoles y que se sitúa en un apartado que lleva por título “La web 2 y sus implicaciones en el trabajo científico”. Algo falla en el discurso teórico de cabecera y en nosotros, que nos negamos a efectuar críticas sobre estas frases tan poco afortunadas.

5) “Es incomprensible e inaceptable que en España la supresión del servicio militar obligatorio, no haya dado lugar, como sustitución del mismo, a un servicio social obligatorio al servicio de la comunidad (como, por cierto, tuvieron en un primer momento los objetores de conciencia). Los estudiantes universitarios, que son unos privilegiados en un mundo con graves desigualdades sociales, deben ser conscientes de este privilegio y dedicar una parte de su tiempo en beneficio de la comunidad. Lo cual debe extenderse a la difusión social de los trabajos científicos que realizan y de la experiencia que se adquiere en la universidad”. Respecto a estas frases, no caben apenas más comentarios. Únicamente recordar que la perspectiva del género permitió descubrir que la mitad de la historia y del presente humanos han sido y son protagonizados por mujeres, aunque no sean visibles en la mayoría de los ejércitos.

En el segundo apartado del artículo, “La comunidad científica de geógrafos y la investigación en colaboración”, encontramos numerosos contenidos coincidentes con el artículo que el propio H. Capel escribió en 2005 sobre el uso de las TIG en los concursos de habilitación del profesorado universitario. No obstante, en estas páginas el autor está mejor documentado que cinco años atrás, esfuerzo que es digno de agradecer. Así, el epígrafe dedica un espacio similar a la reflexión sobre las nuevas tecnologías de la información geográfica, la colaboración en Geografía y los mapas en colaboración, y los metadatos en Geografía. En cuanto a las TIG, se describen las virtualidades de los SIG, los GPS y la Geomática; incluso recoge la posibilidad apuntada por algunos especialistas sobre el surgimiento de un paradigma Geotecnológico. De hecho, H. Capel se extiende en unos pasajes de enorme interés sobre el carácter multidisciplinar de las TIG (en especial, los SIG), cómo las mismas han hecho cambiar la propia concepción del análisis territorial, y cómo se ha renovado por completo la ordenación y presentación de datos. La exposición incluida en estos párrafos insiste en una idea con la que concordamos, la significativa mejora en la visibilidad de la Geografía. Una disciplina que ha desarrollado su bagaje técnico y avances apreciables del conocimiento sobre un elemento fundamental en el mundo de nuestros días, el espacio y sus dinámicas en un contexto de globalización. Sin embargo, la calidad de este tramo del artículo desaparece por completo cuando se afirma textualmente: “Una muestra del interés amplio que existe hoy por los datos geográficos puede ser el caso de Angelina Jolie, que se ha tatuado en el hombro la latitud y la longitud de los lugares de nacimiento de los cuatro hijos que ha adoptado, lo que inmediatamente dio lugar a la aparición de un gran número de sitios web y de blogs con información sobre estos lugares, incorporados por los admiradores de la actriz”. Sorprendente, en medio de una narración que se pretende normativa acaban apareciendo estas banalidades.

La colaboración en Geografía y los mapas en colaboración constituyen otro de los temas abordados en este segundo apartado. Se retoma la explicación bien fundamentada sobre el trabajo de realización de mapas a través de internet, contando con autores distanciados, pero que cooperan, y las posibilidades de construir mapas interactivos, buscando nuevas correlaciones de datos. Capel explica la emergencia de voluntarios digitales aportando nuevas informaciones que se pueden incorporar a la interpretación cartográfica de la realidad, enumera una serie de iniciativas relevantes en este ámbito y plantea una reflexión general sobre las puertas que está abriendo el trabajo en colaboración con estos nuevos recursos. A continuación, el autor introduce el término neogeografía tomado de un reciente trabajo de Hudson-Smith et al (Hudson-Smith et alt, 2009), que trata de incluir las nuevas prácticas de trabajo utilizando la web 2.0 para la difusión, el desarrollo de análisis más democráticos de contenido territorial y de una cartografía participativa, que en ocasiones puede ser empleada para poner de manifiesto las injusticias espaciales. Sobre esta palabra, el propio Capel llega a recoger una cita de wikipedia que contrapone la neo y la paleogeografía o geografía académica (sic). Para terminar este segundo apartado, el autor reserva una serie de párrafos a abordar el tema de los metadatos en Geografía. En los mismos se formulan disquisiciones sobre los problemas asociados a la utilización de una toponimia no regulada en numerosos mapas de lugares, sobre la necesidad de establecer criterios desde la Geografía (de la UGI, se menciona), para normativizar el uso de términos, conceptos y traducciones que pueden acabar desvirtuando las referencias originales al territorio en cuestión. Siguiendo este argumento, estos últimos pasajes del apartado también hacen alusión a la enorme cantidad de fotografías e imágenes que internet pone a nuestra disposición, facilitando la labor docente.

El último apartado se dedica a plantear “Una tarea colectiva para los geógrafos españoles”, título lógico para un autor que se representa a sí mismo como regulador omnisciente de nuestra disciplina. Se parte de una descripción claramente constructiva, que abarca los tres primeros párrafos. Básicamente, se indica que con la estructura organizativa y departamental existente en la Geografía española, con el trabajo y rigor de sus profesionales, la posibilidades de aprovecharse de los trabajos en colaboración a través de la red abren un conjunto de desarrollos hasta hace poco inimaginables. Pero luego, resurge el H. Capel displicente indicando: “Tal vez el mayor obstáculo que existe para poner en marcha estos proyectos derive del ambiente de competencia que se difunde como valor dominante en la sociedad, y que se ha extendido a las universidades y a la actividad científica en general”. Una vez más el retorno al sermón moralizante, pues la colaboración y el voluntarismo servirían para superar esta situación (se supone que pecaminosa). También la tendencia a mezclarlo todo un poco, ya que aparecen opiniones sobre cuestiones superpuestas como cuando se apunta: “Una sana competencia entre las distintas universidades y entre las regiones puede ser muy útil. Deberíamos evitar que el deseo de distinción de las nacionalidades, regiones y universidades lleve a la atomización y a la puesta en marcha de proyectos con metodologías diversas. Se verá la capacidad de diseñar proyectos y llevarlos adelante. A la preocupación que hoy existe por el reconocimiento científico y los sexenios se unirá la de la utilidad social de los proyectos y el reconocimiento ciudadano”. En esta homilía, como a veces ocurre, llegamos al alegato final que no entendemos.

Tras esta particular presentación, se enumeran proyectos que la Geografía española en colaboración debe llevar adelante. Un total de quince iniciativas que se van desgranando hacia los párrafos finales del artículo. En primer lugar, se plantea realizar El Diccionario Geográfico de España, que se construiría de forma abierta, con especialistas de los diversos departamentos universitarios (y ciudadanos), siguiendo un modelo similar a wikipedia. En esta iniciativa se apela al protagonismo que debería tener la AGE (asociación a la que Capel no pertenece y con la que siempre se ha mantenido muy crítico) para su coordinación. En segundo término, se recomienda un proyecto sobre El paisaje español, centrado en la localización y clasificación de imágenes disponibles en la red, que permitan organizar un amplio archivo de paisajes. Esta propuesta se hace ignorando por completo la enorme tradición de estudios sobre el tema, tanto de J. Nogué como de J. Maderuelo o F. López Silvestre, los volúmenes sobre paisajes españoles, de la Comunidad de Madrid o del Tajo de autores como R. Mata, C. Sanz y J. Gómez Mendoza[7], la participación de F. Zoido en la redacción de la Convenio Europeo del Paisaje, etc. La tercera iniciativa se refiere a la conformación de Web temáticas, que permitirían intercambiar material de distintas ramas de la disciplina o crear una base informativa que facilitaría la realización de estudios locales y regionales. La cuarta idea alude a la Ordenación del Territorio, donde se vuelve a insistir que la disponibilidad de un elevado número de investigaciones y su clasificación en la red permitiría consultar una amplia información sobre el tema, a la que se podrían añadir las contribuciones que realizan algunas organizaciones no gubernamentales, profesionales de otros ámbitos y ciudadanos. Una quinta propuesta enunciada se refiere a Programas informáticos de interés geográfico, que plantea desde aprovechar los software elaborados con información geoespacial hasta las opciones que se abren para utilizar la red en másters y cursos de TIGs pasando por las virtualidades de cooperación.

La sexta propuesta de esta larga relación que formula Capel aborda un tema tratado en sus trabajos, La cartografía en colaboración, donde se insiste en aspectos ya conocidos, pero centrados en el ámbito español. La séptima sugerencia alude a La terminología geográfica y la insistencia del autor sobre el correcto uso del lenguaje y de la sintaxis (castellana) frente a la penetración de anglicismos. Un discurso que enlaza con una breve referencia, y es el octavo punto, a la Toponimia. En el mismo se defiende la introducción de una base de datos relevante sobre la materia en la información espacial disponible en la red (que, según su afirmación, la está perdiendo) y con este fin se hace un llamamiento para que se vayan incluyendo de forma generalizada nombres de lugares a escalas de cierto detalle (de 1:500 a 1:10.000). Resulta curioso cómo en esta cuestión, H. Capel no considera los enormes esfuerzos realizados por numerosas Comunidades Autónomas, en particular Cataluña y Galicia, en la recuperación de microtopónimos. En noveno lugar, se anima a que una vez más la AGE contribuya a difundir, mediante un portal específico, los manuales y las obras de geografía más relevantes. Del mismo modo, y como décima idea complementaria, se recomienda la elaboración de otro portal de Biografías de científicos y en particular de geógrafos. De hecho, se entiende que el Diccionario Biográfico Español impulsado por la Academia de la Historia presenta muy graves problemas, que han sido objeto de un intenso debate público.

En esta enumeración prolija, la undécima línea a desarrollar se refiere a Proyectos de Investigación, donde tan solo se recomienda la publicación de los resultados de los ya concedidos y de las solicitudes, mucha de cuya información ya está disponible. También breve es la propuesta centrada en las Revistas geográficas, en la que se reclama de manera urgente la digitalización de las mismas en España, así como del conjunto de publicaciones elaboradas por los departamentos universitarios. La idea número trece aborda Las redes sociales en geografía, donde se valora de forma negativa la escasa implicación de los geógrafos españoles en foros de debate a través de internet, se recomienda su impulso inmediato y se ponen algunos buenos ejemplos de estas prácticas. La propuesta catorce es muy sugerente, pero poco viable, y se refiere a la necesidad de construir un Atlas de la cibergeografía y de los espacios virtuales. En el mismo se podrían clasificar numerosas representaciones e imágenes de los lugares y territorios, para conocer la potencialidad que posee la creación de realidades virtuales con incidencia en el conocimiento geográfico. De modo complementario, también se sugiere trabajar en un análisis de cómo esas imágenes cartográficas o espaciales recreadas influyen en nuestra percepción. Por último, H. Capel se refiere a la Prensa digital de una forma voluntarista y, sin duda, soñadora argumentando que la crisis del papel prensa y la multiplicación de los medios digitales de comunicación pueden construir un futuro donde la producción y consumo de noticias llegue a realizarse de forma gratuita y desinteresada (insistimos una vez más en cierto utopismo que caracteriza al autor ya maduro). En este contexto, sugiere, podrían nacer importantes medios impulsados por la Universidad y que contasen con la colaboración ciudadana, donde la información geográfica y/o las aportaciones que la Geografía puede hacer para enriquecer las noticias fuesen realidad.

Después de quince propuestas muy desiguales (o animadas por el entusiasmo que a Capel le ha proporcionado difundir a la Geografía española la buena nueva), se redacta un breve epígrafe final. En el mismo se recapitula sobre todo lo expuesto y se insiste en favorecer una actitud colaboradora entre los geógrafos, las posibilidades inmensas que abre internet y las terrae incognitae que todavía quedan por descubrir, y el cambio que en la propiedad intelectual ha generado la difusión universal de informaciones y estudios de todo tipo. Un buen cierre de un trabajo con muchos elementos de interés, pero que se devalúa como argumentador cuando H. Capel se convierte en un autor moralizante y con tendencia a la dispersión.

Este extenso comentario crítico sobre H. Capel y sus últimas contribuciones dirigidas al colectivo de geógrafos, no se han planteado tanto como una confrontación con el autor sino como un elemento clave de reflexión sobre lo que somos. H. Capel manifiesta limitaciones e incongruencias, pero no por ello debemos olvidarnos de que nos encontramos ante uno de los profesionales que más ha contribuido a renovar y a hacer avanzar nuestra disciplina en los últimos cuarenta años. Capel ha otorgado un papel fundamental a la Geografía urbana como rama de la disciplina que explica las contradicciones de la sociedad actual, ha introducido la teoría e historia de la ciencia en nuestros debates (frente a muchos que negaban públicamente la conveniencia de hacerlo, en especial por parte de los jóvenes), ha conseguido crear una amplia y respetable escuela, y se ha adaptado a los tiempos reconvirtiendo su proyecto de revista Geocrítica en un conjunto de medios digitales de gran impacto. Sin embargo, la actitud reglamentista y moralizante del autor, las propias frases y comentarios científicos de dudosa calidad que proliferan a lo largo de su obra deben ser analizadas. Pero el problema no radica únicamente aquí, el H. Capel situado en un nivel  pretendidamente superior condiciona (casi nadie se ha atrevido a valorar con un mínimo rigor su obra), ha contribuido a que prácticamente ningún estudioso en España se dedique a la teoría de la Geografía y ha generado un papanatismo respecto a su figura que nos retrata como colectivo científico con numerosas carencias. El escritor holandés Cees Nooteboom afirmaba que la realidad del siglo XX podía definirse como la proyectada por un espejo; H. Capel ha sido y es el espejo en el que una buena parte de los geógrafos españoles han querido reflejarse (admirándolo sin atisbo de crítica, no cuestionando en público sus palabras, etc.). Por lo tanto nuestro colectivo disciplinar debe abrir una reflexión en profundidad asumiendo que renovar continuamente nuestros valores científicos es lo adecuado, que en ciencia no existen científicos al margen de los defectos, que trabajar sobre teoría de la Geografía es tan normal como dedicarse a la urbana, la climatología o la ordenación del territorio, y que en el debate permanente (y democrático) entre nosotros, un debate no exento de críticas a cualquiera, podremos aportar mucho más a una sociedad que demanda de manera creciente analistas espaciales y territoriales.


Notas

[1] En este trabajo nos planteamos revisar las contribuciones de Horacio Capel, “Geografía en la red a comienzos del tercer milenio: para una ciencia solidaria y en colaboración”, Scripta Nova, Vol. XIV, núm. 313, 1 de Febrero de 2010, y “Geografía en la red a comienzos del tercer milenio: para una ciencia solidaria y en colaboración”, en F. Pillet, Mª.C. Cañizares y Á.R. Ruiz (Eds.), Territorio, paisaje y sostenibilidad. Un mundo cambiante. Pp. 15-47. Ed. del Serbal. Barcelona. El primer artículo constituye la versión amplia, y con citas bibliográficas abundantes, de un trabajo que en el capítulo del libro que recoge las ponencias del XXI Congreso de Geógrafos Españoles se presenta sin referencias y simplificado. Anótese que, en ambos casos, nos encontramos ante una autoedición: la versión culta en la revista que ha impulsado y popularizado el autor; la versión simple en la Colección “La estrella polar” de libros de Geografía y análisis territorial que dirige Horacio Capel.

[2] A este respecto, fueron extraordinariamente clarificadores algunos debates y conferencias que tuvieron lugar en Oviedo, en el 2001, con motivo de la celebración del XVII Congreso de Geógrafos Españoles, que coincidía con los 25 años de la existencia de la AGE. Sobre la fundación de la AGE resultaron de enorme interés las intervenciones sugeridas por la Mesa Redonda “Maestros de la Geografía española e iberoamericana”, donde participaron J. García Fernández, A. Cabo, Carlos A. Figueiredo, J. Vilà y R. Mata; en especial, las informaciones aportadas por J. García Fernández complementadas por otras de F. Quirós. De este Congreso, resulta muy pertinente para el tema leer a J. Gómez Mendoza: “La Geografía española: final y principio de capítulo”, en Actas del XVII Congreso de Geógrafos Españoles, Pp. 19-29. Oviedo, 2001. Más recientemente hemos planteado algunas de estas cuestiones en Lois González, R.C. (2009): “La geografía y el análisis territorial en España: argumentos para la reflexión”, en Boletín de la AGE, núm. 50, pp. 7-43. Murcia.

[3] Entre los pioneros del estudio de la ciudad y la urbanización, las redes y los sistemas urbanos en España, cabe referirse, en primer lugar, al profesor J. Bosque Maurel y a su contribución pionera. Bosque Maurel, J. (1962): Geografía urbana de Granada. Universidad de Granada. Granada. Antes de 1975, la producción de artículos y monografías fue notablemente escasa, destacando algunas aportaciones de J. Estébanez, M. Ferrer, A. Precedo y J. García Fernández: Estébanez, J. (1974): Cuenca. Estudio Geográfico. Instituto de Geografía Aplicada, CSIC. Madrid; Ferrer Regales, M. et alt. (1972): “Un ejemplo de integración regional y sistemas urbanos en España”, en revista Geographica, núm. 2. Pp. 179-201; Precedo Ledo, A. (1974): “Galicia: Red urbana y Desarrollo Regional”, en Boletín de la Real Sociedad Geográfica, Tomo CX. Pp. 1-12; García Fernández, J. (1974): Crecimiento y estructura urbana de Valladolid. Ed. Los Libros de la Frontera. Barcelona. Un conjunto de estudios de historia y jerarquías urbanas pioneros, a los que seguirán otros realizados por un buen número de discípulos de M. de Terán en Madrid, y publicados entre 1975 y 1980 (los de M. Valenzuela, A. García Ballesteros, E. Martínez de Pisón, E. Ruiz Palomeque, J. Vinuesa, Mª.D. Gavarrón, D. Brandís, R. Mas, M.A. Troitiño, L. López Trigal, A. Moreno, I. del Río). De finales de los 1970 también se deben reseñar las aportaciones de A. Zárate sobre la ciudad de Vitoria, A. Quintana sobre el sistema urbano de Mallorca, E. Murcia y G. Morales desde Oviedo, P. Borobio desde Zaragoza y M. Burgos desde Málaga.

[4] Un repaso del contenido de los siete primeros números de la revista Geocrítica, entre enero de 1976 y enero de 1977, nos da la medida de la propuesta renovadora de H. Capel. Así, el número 1 se dedicaba a un tema tabú para nuestra disciplina hasta el momento, un análisis crítico de la Geografía española desde la Guerra Civil y tenía la autoría del propio Capel, en el 2 se planteaba el mito de la unidad de la Geografía, en el 3 las fronteras de la investigación geográfica, en el 4 y 5 (siguiendo, como se adelantó, un enfoque kuhniano) la Geografía y la teoría revolucionaria, en el 6 la planificación urbana y el neocapitalismo, y en el 7 la reflexión de J.-B. Racine sobre discurso geográfico y discurso ideológico. Sin duda, una apuesta totalizante, individualizada por su carácter alternativo, que sorprendió a la comunidad geográfica del país, entusiasmando a sus miembros más jóvenes.

[5] Entre las Tesis dirigidas por H. Capel de 1978 a comienzos de 1990 están las de C. Carreras (de tema urbano), Alberto Luis (didáctica de la Geografía), J.E. Sánchez (organización del espacio), L. Urteaga (historia de la Geografía), À. Alió (Geografía urbana), E. Sierra (historia de la Geografía), P. Fraile (Geografía histórica), J. Oliveras (Geografía urbana histórica), F. Nadal (ordenación del espacio urbano), J. Martí (historia de la Geografía), Mª.I. Cárdenas (didáctica de la Geografía), M. Tatjer (Geografía urbana histórica), J. Melcón (didáctica de la Geografía), J. Josa (historia del pensamiento naturalista), F. López del Amo (Geografía histórica), X.M. Souto (Geografía urbana) y L. Osorio (pensamiento geográfico).

[6] Por poner algunos ejemplos de la mecánica de estos Coloquios, el primero se desarrolló sobre 8 temas y acogió la presentación de 51 comunicaciones. Si damos un salto hasta el VI, comprobamos que los ejes temáticos se elevan a 14 y que las aportaciones presentadas alcanzan las 84. En el último revisado, el XI, la dispersión y la masificación avanzan hasta los 19 ejes temáticos y las 163 presentaciones. Durante la celebración de este último, H. Capel participó en la Sesión Inaugural, entregó el Premio internacional Geocrítica 2009, impartió la Conferencia Inaugural, participó en la Sesión de Clausura, entregó el Premio internacional Geocrítica 2010 y se aprovechó su realización para nombrarlo Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires.

[7] Los profesores J. Nogué, J. Maderuelo y F. López Silvestre han dirigido durante los últimos años una prestigiosa colección de tratados sobre el paisaje, bajo la forma de libros de bolsillo, que ha incluido algunos de sus trabajos más emblemáticos y traducciones de auténticos expertos internacionales sobre la materia (A. Berque, J.L. Besse, etc.). Se trata de una colección que se ha popularizado y que ha tenido un importante volumen de ventas, pero que el teórico-regulador de la disciplina ignora. También el grupo de geógrafos de la Universidad Autónoma de Madrid, coordinado por R. Mata, J. Gómez Mendoza y C. Sanz ha publicado una serie de atlas/libros referidos a la tipificación de paisajes de Madrid, España y del Tajo, entre otros. Son obras de referencia para nuestra comunidad científica y, en general, para todas las personas interesadas en el análisis territorial que, de nuevo, Capel pasa por alto o desconoce.

 

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Ficha bibliográfica:

LOIS, Rubén. Una lectura crítica de los escritos de Horacio Capel sobre la geografía y las posibilidades de internet. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de febrero de 2013, Vol. XVIII, nº 1013-1. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1013-1.htm>. [ISSN 1138-9796].