Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVIII, nº 1036, 5 de agosto de
2013
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

VALLADOLID. DEL CRECIMIENTO SOBRE SÍ MISMA A LA ARTICULACIÓN INTERURBANA DE FIN DE SIGLO

Ana Ruiz
Universidad San Jorge, Zaragoza
 E.T.S. Arquitectura

Recibido: 25 de febrero de 2013. Aceptado: 30 de abril de 2013


 

Valladolid. Del crecimiento sobre sí misma a la articulación interurbana de fin de siglo (Resumen)

Durante los años setenta y ochenta, Valladolid es objeto de diversos estudios críticos con respecto a las transformaciones morfológicas de la ciudad. Con especial énfasis en las lecturas que Leopoldo Uría y Manuel de Solà-Morales realizan en 1975 y 1985 respectivamente, la base de estudio propuesta por los autores tomaba el hecho concreto del esquema de crecimiento deficitario forjado durante finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Precisamente ambas lecturas son críticas con el intento de crecimiento unidireccional del municipio propuesto en el Plan Mesones, aprobado definitivamente en 1970.

El presente texto pretende retomar tal lectura hacia la apertura de nuevos planteamientos, haciendo eco de la idiosincrasia y condicionantes urbanos actuales. Para ello, a través del estudio de las actuaciones urbanas correspondientes a estas últimas décadas, se plantea la posibilidad de reconsiderar el crecimiento de la ciudad y su contemplación razonada como piezas vinculadas a un sistema de vías interurbanas.

Palabras clave: peri-urbanización, Valladolid, vías interurbanas, estrategia de crecimiento



Valladolid. From the steady re-grow of the core to the linkage of inter-urban road network (Abstract)

During the 70s and 80s, Valladolid is object of several critical studies with respect to the morphological transformations of the city. With special emphasis in the interpretations that Leopoldo Uría and Manuel de Solà-Morales did in 1975 and 1985 respectively, the core of the study proposed by both architects credited the fact that the city presents a lack of a growth structure, developed from the end of the 19th century and the first half of the 20th. Precisely, both interpretations charge at the intent of the unidirectional growth of the city proposed in the first Masterplan in 1970.

This text try to approach on the morphological interpretation that give answer to those particularities and the current urban condition. It is through the study of the last decade’s urban interventions the possibility of reconsidering the growth of the city appears as an accumulation of pieces linked to a system of interurban network.

Keywords: peri-urbanisation, Valladolid, inter-cities routes, growth strategies



En 1975, el arquitecto y profesor de la Universidad de Valladolid Leopoldo Uría escribía en Arquitecturas BIS[1] “Valladolid, de granero a garaje”,  o de cómo el crecimiento de la ciudad, su particular deterioro y deficitaria estructura urbana quedaba ligado al proceso de desarrollo industrial, entendido éste como uno de los principales elementos de destrucción de la realidad física de la ciudad: implantación de la gran industria en emplazamientos fuera de toda previsión (el caso de Michelín en el norte), o de polígonos industriales -destinados a pequeñas y medias industrias que se alejan del casco histórico- en conflicto con el planeamiento municipal existente (Polígono industrial de Argales)[2]. En este contexto, el autor se refería a dos actuaciones urbanas como operaciones morfológicas de verdadera entidad en la labor de planificación de la ciudad Ifugura 1): De un lado, la creación del Paseo Zorrilla, iniciada a partir de 1944, que suponía un eje de crecimiento sur que daba continuidad hasta más allá del Campo Grande al centro histórico de la ciudad. De otro lado, la extensión oeste de la ciudad ocupando los terrenos correspondientes al otro margen del río Pisuerga, históricamente eje estructurante del desarrollo de la ciudad, a partir del polígono residencial de Huerta del Rey a comienzos de la década de los sesenta[3].

 

Figura 1. Diagrama de crecimiento de Valladolid en los años 1950
1. Río Pisuerga; 2. Huerta del Rey; 3. Polígono industrial Argales; 4. Principales ejes de comunicación.
Fuente: elaboración propia.


Diez años más tarde, el recientemente fallecido Manuel de Solá-Morales abría en 1985 el primer número de la revista UR[4] con el artículo “Valladolid: la constante reforma de crecer sobre sí misma”, fundamentado en la indecisión de los siglos XVIII y XIX -momento en el que se inicia su condición de centro industrial especializado- y que se puede sintetizar, en primer lugar, en la ausencia de cualquier tipo de mecanismo de proyectación adecuado para planear la extensión de la ciudad (pese a ciertos intentos de extensión de la ciudad, siendo el más notable la propuesta de Ensanche definida por César Cort (figura 2)[5], así como en las debilidades de auto-remodelación interna de la ciudad existente (“conflicto entre viejo monumento, fragmento decimonónico y bloque especulativo”) que, junto con los condicionantes históricos de la ciudad (nueva superficie de suelo del núcleo urbano puesta en el mercado del suelo gracias al proceso desamortizador del Valladolid conventual de finales del siglo XIX, agrupaciones marginales de vivienda desde mitad de siglo XIX en terrenos rústicos en torno a vías de acceso a la ciudad), a la postre hacían que las categorías de centro y periferia, o de centro histórico y extensión fueran prácticamente desconocidas.

 

Figura 2. Plan Cort, 1939
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid

 

Figura 3. Barrios de vivienda oficial en Valladolid.
1. Jose Antonio Girón; 2. Jose Antonio Primo de Rivera; 3. Jesús Aramburu.
Fuente: elaboración propia y A. Font et al, 1977

 

 En ambos casos, su lectura proporcionaba una imagen ramplona de la capital cultural y administrativa castellana, provista de un esquema morfológico deficiente. A ello habría que sumar que las únicas experiencias que se materializaron con cierto interés sobre el territorio vallisoletano durante aquella época venían de la mano de la política de vivienda oficial –pertenecientes al I Plan de Vivienda (1944-1955) y II Plan Nacional de Vivienda (1955-1960)-, con unos rasgos morfológicos comunes a modo de pequeños corpúsculos puntualmente localizados en segmentos de territorio periférico, generalmente rústico y desconectado del centro histórico (figura 3) [6]. Tejidos urbanos basados en la repetición del módulo de viviendas en altura, bien formando manzanas cerradas o semi-abiertas con un espacio libre interior como espacio relacional, bien bloques serializados de viviendas en hilera simple o doble, o bien definiendo un patrón de ordenación de marcado carácter rural; sea como fuere, se trataba de unidades asiladas con pretensión de autosuficiencia con respecto a los usos complementarios al residencial -en algunos casos planteada también para suplir la falta de equipo urbano de áreas aledañas- y que en gran medida justificaba la arbitraria localización de éstos con respecto al centro consolidado (en busca de parcelas rústicas de menor carga económica) y su marcada morfología independiente del contexto más próximo.

Por ello, a la nostalgia con que a los ojos de Solá-Morales puede mirarse la propuesta de Cort de plantear un trazado de ensanche relacionando el Valladolid histórico por un mecanismo de trazado de vías con el río como elemento estructural que relacionara las dos nuevas fachadas de la ciudad -histórica y contemporánea-, habría que sumar el escenario de descomposición corpuscular que planteaba un punto de inflexión en el hasta ahora pretendido crecimiento concéntrico de la ciudad. Este impás desconcertante acabó de manera tajante en la década de los setenta, cuando fue aprobado el primer Plan General de Ordenación de la ciudad, a cargo del arquitecto Javier de Mesones. Tal contexto de indeterminación se aprovecharía para plantear un crecimiento unidireccional de la ciudad, paradigmático a nivel internacional por su rotunda adscripción a los supuestos teóricos en los que se sustentaba, y que a la postre vendría a confirmar el salto de escala morfológico que ambos autores anteriores coincidieron en calificar como grotesco, descuidado y “en ningún caso el modelo de solución para el problema urbano de Valladolid”, sobre todo con respecto a la dimensión de la gestión.


La propuesta de crecimiento unidireccional y la respuesta del Plan en la década de los años 1980

Frente a esta situación de indeterminación en el modelo de crecimiento de la ciudad vallisoletana a mediados del siglo XX (recordemos que hasta la fecha la ciudad se regía por el Plan de Alineaciones de 1950[7] del centro urbano consolidado como instrumento de planificación de conjunto), o gracias a ella, el equipo capitaneado por el urbanista Javier de Mesones fue capaz de proponer, aprobar y en gran medida materializar el crecimiento de la ciudad a partir de un modelo unidireccional (figura 4); esto es, de cómo se planteaba la expansión del centro del núcleo histórico (coincidente con el centro geométrico del crecimiento radio-concéntrico que históricamente había caracterizado a la ciudad) de modo que éste no colapsara ante la imposibilidad de transformación dinámica (“la constante reforma de crecer sobre sí misma”), sino que continuara relaborándose y extendiéndose en base a un crecimiento rectilíneo y jerárquicamente organizado. El planteamiento se basaba en la propuesta doxiadiana de crecimiento dinámico de la ciudad en su expansión direccional, como parte integrante de la nueva ciencia ekística[8], de modo que “la dinápolis, la ciudad del futuro, [sea] concebida como una ciudad que puede extenderse y estar siempre a punto para crear un nuevo centro y nuevos barrios”[9].

 

Figura 4. Plan de Alineaciones (1950) frente a Plan Mesones (1970)
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid, Figueroa, 2000 y C. Doxiadis, 1963.


La apuesta por el equipo de Mesones constituía un punto de inflexión en el entendimiento y continuidad del crecimiento urbano de la ciudad vallisoletana desde sus orígenes hasta entonces. Con unos rasgos de descomposición corpuscular de la corona periférica de la ciudad, Valladolid -la que históricamente fuera una de las ciudades arquitectónicamente más ricas de la península- vio fuertemente violentado el tradicional crecimiento concéntrico del centro histórico, no sólo por las numerosas violentas transformaciones que automáticamente le han valido el calificativo de “desastre urbanístico”[10], sino para convertirse en uno de los ejemplos más paradigmáticos de crecimiento direccional de un municipio dentro del ámbito urbanístico español.

Inicialmente focalizado hacia el sur de la ciudad, la estrategia de crecimiento se basó en la definición de una unidad mínima urbanística adscrita a la lógica de adición jerárquica, planteando un proceso iterable de unidades conclusas servidas por una potente red viaria como patrón ordenador, donde la relación de adición entre las diferentes piezas quedaba fijado normativamente según criterios de proximidad, ubicación y cuantificación de los diferentes usos, aludiendo a la Teoría de las Comunidades como estudio de referencia clave[11].

A través de esta lógica de adición jerárquica, y en su propósito de prolongar el centro de actividades del casco histórico en continuidad hacia el sur, el Plan definía en último término un eje central como usos cívico-comercial de mayor jerarquía, con capacidad de proporcionar servicios y equipo urbano a las más de 650 hectáreas planeadas en super-manzanas autosuficientes y autónomas servidas por una potente red viaria, lo que significaba un incremento de población del 100 por ciento en una época en la que la transformación urbana se polarizaría en gran medida en la producción residencial por parte de la iniciativa privada.

Pese a que constituyó una propuesta global de crecimiento que desde finales de guerra quedaba pendiente, tanto Leopoldo Uría como -y especialmente este último- Solá-Morales dejaban una crítica feroz de lo que había supuesto el Plan Mesones para la ciudad. Si el primero hacía hincapié en cómo el tecnicismo elaborado se estrellaba con la organización administrativa, ni adaptada ni mentalizada para tal “plan-reglamento”, Solá-Morales arremetía contra la grosera geometría y su imposibilidad de solucionar la complejidad urbana vallisoletana, fomentando a su vez, por su sobredimensionamiento, expectativas de mercado que condicionarían actuaciones futuras[12]. Al deficiente esquema morfológico referido, habría que añadir que el Plan Mesones mantenía la estructura urbana y organización social de las áreas de crecimiento de la ciudad desde mediados del siglo XX: la división social de los sectores oeste y sur por un lado (tradicionalmente zona residencial de las clases medias y acomodadas, y objeto del crecimiento unidireccional propuesto) y de los sectores norte y este (barrios históricamente más degradados donde había quedado conformada agrupaciones discontinuas de viviendas obreras y barrios marginales), variable apuntada por García Fernández[13].

 

Figura 5. Espacios libres y Equipamiento.
Valor catastral de viviendas.
De menor a mayor valor según escala de grises.
Fuente: elaboración propia.

 

Sería precisamente esta segregación en la estructura de crecimiento identificada por García Fernández, y que permanecía en el Plan Mesones (figura 5), la que fue puesta en duda por el Plan Ynzenga a comienzos de los 80. Tras una exhaustiva fase de análisis urbano en la que se sistematizan una serie de indicadores urbanos que daban razón fundamentalmente del máximo alcanzado con respecto al censo de viviendas por un lado, y por otro, del estructural desequilibrio residencial con respecto a los servicios y equipo urbano[14], el Plan Ynzenga definió el modelo de ocupación y crecimiento como isótropo y equilibrado (figura 6).

Figura 6. Plan Ynzenga
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid

 

Raíz y origen esencial que diversos estudios sectoriales tomaron como el inicio de un cuidado “desarrollo equilibrado”[15], los criterios que el Plan desarrolló para redefinir esta estructura de crecimiento isótropo pasaban por, primero, la reducción del aprovechamiento del patrimonio edificado; segundo, por la adecuación del déficit de servicios y equipo urbano principalmente en el cinturón noreste del núcleo de la ciudad; y tercero, por una mayor libertad de mezcla de usos. De este modo adquirían mucha importancia tanto los espacios intersticiales de la periferia de la ciudad como la posibilidad de fijar un patrimonio público de suelo valioso, aspectos ambos que favorecían el re-equilibrio de la estructura urbana, evitando la posible expulsión o marginación de las clases populares frente a un proceso inmobiliario ávido de suelo dotado de infraestructura.

Este planteamiento, por tanto, no haría referencia sino a un modelo de ocupación y estructura de crecimiento cuyos rasgos básicos venían definidos fundamentalmente por un sistema viario en rondas adaptado a los barrios consolidados, reduciendo los sectores a desarrollar a un tercio de la superficie previamente planeada al tiempo que iniciaba una importante distinción entre las actividades y usos permitidos por un lado, y el régimen de utilización de la edificabilidad por el otro[16].


Los dos grandes crecimientos periféricos: Parquesol y Covaresa

En el marco que definían las disposiciones normativas elaboradas por los dos instrumentos de planificación anteriores, la ciudad vallisoletana fue objeto de las dos propuestas de crecimiento periférico de carácter residencial más extensas de su historia reciente: de un lado Covaresa, como crecimiento sur (figura 7); de otro lado Parquesol, extensión oeste al otro margen del río Pisuerga (figura 8).

 

Figura 7. Localización
(1) Parquesol, (2) Covaresa.
Fuente: elaboración propia
.

 

Figura 8. Parquesol
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid.


Con una propuesta de extensión de la ciudad por el lado oeste y sur, zonas históricamente destinadas a la clase social burguesa, en ambos casos se trataba de actuaciones residenciales iniciadas desde los presupuestos de crecimiento unidireccional del Plan Mesones, dando inicio a un megalómano crecimiento de la periferia vallisoletana a comienzos de los setenta, hasta entonces nunca contemplado. Ambos desarrollos periféricos abrían paso a un nuevo modo de construcción de la ciudad a través del desarrollo de grandes sectores de suelo y de su posición clave en el crecimiento de la ciudad por extensión.

Parquesol, cuyo Plan Parcial fue presentado en 1974 por el mismo equipo encargado de elaborar el Plan General de la ciudad, con sus casi 300 hectáreas se erigía como la ciudad ex-novo al otro lado del Pisuerga ávida de albergar a una población prevista próxima a 48.000 nuevos habitantes y, cuyo desarrollo, casi cuarenta años más tarde, aún no ha concluido. Como peculiaridad más significativa -obviando la difícil topografía sobre la que se situaba- habría que referirse al momento en que se redactó el Plan Parcial:

“un momento en que existe una intensa demanda de viviendas, la cual, como consecuencia de las carencias infraestructurales de servicios, de equipamiento y de calidad ambiental de la oferta existente, es capaz de absorber indiscriminadamente cualquier tipo de oferta urbana de vivienda, a poco que mejore las calidades de la oferta existente. Este es el caso de Parquesol: el Plan Parcial oferta, en las circunstancias del momento, un tipo de edificación abierta, situada sobre una red viaria que cumple con holgura la demanda de tráfico (uno de los temas cruciales más sentidos en la actual ciudad supercongestionada, la facilidad para circular y aparcar), unos niveles de equipo urbano mínimos, pero que se sitúan bastante por encima de la oferta en otras áreas urbanas, y unos servicios nuevos que mejoran también la calidad de los que se ofrecen en las barriadas externas de la ciudad”[17].

A esta circunstancia habría que añadir la cercanía tanto al centro de la ciudad como al ya referido Paseo Zorrilla, lo que permitía contar al polígono con una relación de proximidad con las áreas de mayor actividad urbana y comercial al tiempo que ofrecía un patrón de descongestión circulatoria. Pero sobretodo, esta relación entre la ciudad existente y el nuevo patrón de desarrollo periférico quedó reforzada a propósito de las reservas cívico-comerciales y de equipo urbano del sector propuestas al servicio del conjunto de la ciudad, ya que, al comprobarse que “el equipo complementario tornaba ligeramente excesivo en relación al equipo estrictamente necesario ara el servicio del propio núcleo” (se alcanzaba una cifra de 152 m3/vivienda según lo previsto en el Plan Mesones, frente al máximo teórico admisible de 70 m3/vivienda), la consecuencia inmediata planteaba la posibilidad de “reservar un área para centro cívico-comercial mayor que la planteada, para equipo comercial o de reserva para equipo metropolitano que podría producirse por traslado hacia el exterior de la ciudad de ciertos elementos del equipo urbano necesitados de ampliación o de mayores facilidades de accesibilidad o de aparcamiento”[18].

De esta forma, se reservaron las zonas bajas para edificación en baja densidad sobre laderas de fuerte pendiente y, fundamentalmente, para elementos del equipo urbano a nivel de toda la ciudad, concentrando a la población en las cotas altas –ocupando fundamentalmente la planicie superior del territorio- según tipologías de edificación abierta, permitiendo una más fácil segregación y construcción por elementos, apoyados sobre una red viaria simple, lo que a la postre facilitaba la puesta en el mercado de viviendas a precios económicos, y cuyos servicios aparentemente mejoraban los servicios de la ciudad tradicional.

Figura 9. Tipologías residenciales en Parquesol
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid.


Con objeto de adecuarse a cualquier posible demanda residencial de la época, el Plan no sólo contó con una amplia oferta en la variedad tipológica residencial (figura 9), sino que, además, la ejecución y promoción de viviendas siguió una secuencia temporal explicada más por razones de tipo comercial que en base a la necesidad de ir creando una estructura urbana definida, lo que Alonso Velasco explicaría como “un aislamiento de las edificaciones (bloques de diez o más plantas) que se relacionan exclusivamente a través de la red viaria rodada y una carencia de espacio urbano más habitable tal como se había venido entendiendo tradicionalmente a través de los conceptos de la calle y plaza”[19].

Tal como ya lo hiciera el patrón de crecimiento oeste de Parquesol, la propuesta de crecimiento sur también aludía al Paseo Zorrilla como elemento urbano clave, traído a colación no sólo por su relación de proximidad como hiciera Parquesol, sino por plantearse su prolongación como extensión del centro de actividades comerciales del centro urbano, reducto último del crecimiento unidireccional propuesto en el Plan Mesones.

Figura 10. Covaresa
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid.

 

Figura 11. Parque Alameda y sus diferentes unidades morfológicas.
(A) Paseo Zorrilla; (B) Retícula este; (C) Ciudad Jardín; (D) Cañada de Puenteduero; (E) Equipamiento.
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid.

 

Con el precedente de Minaya en 1967, que no se materializaría, el sector de Covaresa contaba con una primera versión a cargo del ya nombrado José Manuel Alonso Velasco, que ordenaba un área superior a las 200 hectáreas. Posteriormente, tras la aprobación del Plan Ynzenga, el sector fue objeto de una segunda propuesta de ordenación presentada en tres Planes Parciales consecutivos, a saber, Covaresa (1986), Parque Alameda (1991) y Paula López (1991) (figura 10).

El Plan Parcial Parque Alameda (50, 8 hectáreas) sería el que planteara el mayor número de alternativas de continuidad al paseo Zorrilla (figura 11), habida cuenta de las preexistencias a conservar (Cañada de Puente Duero, Las Villas). Precisamente, la ordenación del sector de Parque Alameda resultaba clave fundamentalmente por su posición entre las dos grades infraestructuras viarias (Rondas interior y exterior) definidas por el Plan Ynzenga, actuando como pieza ordenadora de su entorno, “orden que ha de consistir en cuanto a sus aspectos formales y funcionales en la adopción de una super-malla y de actividad integradora de los barrios colindantes”[20]. Fue esta idea de retícula viaria la que acabó fijando el patrón del nuevo desarrollo residencial sur. La propuesta definitiva optó por desviar el eje de máxima actividad cívico-comercial como prolongación al Paseo Zorrilla, en su interés por incorporar las trazas prexistentes de carácter edificatorio y paisajístico como elementos de un tejido residencial complejo e integrador.

De modo consecuente, frente a la arbitraria variedad tipológica que ofrecía Parquesol, el tejido residencial que planteaba Parque Alameda respondía a unos criterios comunes de edificación en baja altura y mayor ocupación de suelo con prioridad a la formación de alineaciones y trazas geométricas, alternando tipos edificatorios en las diferentes áreas y manzanas del sector. A través de la mezcla de usos en plantas bajas se llegaba a definir un sistema de espacios libres y usos cívico-comerciales en continuidad y los diferentes requerimientos específicos de las áreas de solape permitirían definir la propuesta según determinadas “piezas morfológicas”, básicamente siguiendo el criterio de regulación a alineaciones a vial[21]: trama reticular de edificación en manzana cerrada o semi-cerrada como fachada a eje comercial, trazado curvo de vivienda unifamiliar aprovechando las trazas arboladas existentes, semi-manzana configurando un patio exterior compartido con tipologías de vivienda prexistente, u ordenación en manzanas destinadas a usos singulares de carácter dotacional, por citar algunas.

Conclusión: la articulación interurbana o el crecimiento periférico de fin de siglo

Desde finales de los años ochenta hasta la actualidad, el Plan Ynzenga fue actualizado (1997) y adaptado (2004) según la nueva legislación aprobada, manteniendo en esencia sus presupuestos básicos de crecimiento equilibrado y contenido en todas las direcciones (figura 12): de un lado, a través de la ordenación de los sectores entre rondas, completando la corona periférica noreste (Los Santos-Pilarica; Los Santos 2; Zambrana; Canterac; Campo de Tiro; Pinar de Jalón; Arcas Reales; La Florida); del otro, a través de la definición de centros y ejes de centralidad a escala municipal y regional (Ciudad de la Comunicación; talleres Renfe; Los Viveros).

Figura 12. Localización de las nuevas áreas residenciales en los años 1990
(1) Fuente Berrocal; (2) La Galera; (3) La Victoria; (4) Carretera a Burgos; (5) Soto de Medinilla; (6) Ribera de Castilla; (7) Los Viveros; (8) Los Santos-Pilarica; (9) Los Santos 2; (10) Campo de Tiro; (11) Canterac; (12) Zambrana; (13) Pinar de Jalón; (14) La Florida; (15) Azucarera CIA; (16) Cuarteles de Artillería; (17) Ciudad de la Comunicación; (18) Villas Norte; (19) Villas Sur; (20) El Peral; (21) Santa Ana; (22) Villa del Prado.
Fuente: elaboración propia.

 

Sin embargo, la actualización del Plan de 1997 mostraba claramente cómo el crecimiento vallisoletano, reflejo del proceso industrializador con que iniciábamos el texto, resultaba un modelo agotado[22]: la crisis económica y consecuente reajuste laboral dejaban unos valores de estancamiento demográfico en el término municipal de Valladolid, frente a una dinámica casi generalizada de fuerte recuperación demográfica en los municipios del entorno en relación proporcional a la mayor proximidad y mejor comunicación con respecto a la ciudad vallisoletana. Todo ello venía a confirmar un primer esquema de periurbanización con respecto a la capital vallisoletana, en relación de proximidad con respecto a la ciudad central.

En este sentido, el patrón ordenador clave sugerido por la propia actualización del Plan de 1997 para la planificación de los nuevos sectores vendría de la mano de la fácil accesibilidad y principio de ortogonalidad como mejor aprovechamiento de la superficie, planteando asimismo una sistematización del conjunto de vías, bien urbanas o interurbanas.

Los ejemplos son abrumadores por su cantidad, quedando justificada, según los términos anteriores, una excesiva “mono-diversidad tipológica” preferente. En otras palabras, los nuevos sectores venían definidos por una parcelación donde no sólo existía una falta de multiplicidad de usos, abocados a una mera repetición isótropa de los mismos, sino que además esta problemática se veía agravada por una paulatina homogeneidad de tipologías residenciales por manzanas, bien en su versión de vivienda unifamiliar aislada (Santa Ana, Fuente Berrocal, La Galera), o en su versión de tipología residencial en manzana con grandes patios mancomunados y bloques lineales de viviendas (La Florida, Villa del Prado, Arcas Reales). Sea como fuere, se trataba de adaptarse a los sectores urbanizables repitiendo una parcelación de geometrías ortogonales, donde se evidenciaba por su ausencia la completa falta de una mezcla de tipologías residenciales en una misma manzana (figura 13).

 

Figura 13. Plan Parcial Los Santos 2; Arcas Reales; La Florida
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid.

 

De este modo, la retícula, en lugar de utilizarse como mero elemento ordenador primero de un posterior desarrollo urbanístico basado en la multiplicidad y la diferencia tipológica, se convertía en elemento excesivamente urbanizador de toda la actuación como un bloque, vinculado a un eje de penetración viaria interurbana, internalizando estas infraestructuras para el acceso y uso específico del sector. Además, este recurso fue extendido no sólo a los nuevos sectores residenciales, sino también a los micro-polígonos industriales o centros integrados dotacionales (figura 14).

 

Figura 14. Ciudad de la Comunicación; Talleres Renfe; Los Viveros.
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid.


Es decir, la ordenación de los nuevos sectores residenciales según el uso de la retícula se podía entender como una clara “especulación conceptual” y nula pretensión de solucionar la fase final de diseño, en el sentido de que “reivindica la superioridad de la construcción mental sobre la realidad […] Su equivalencia invalida, de golpe, todos los sistemas de articulación y diferenciación que han guiado el diseño de las ciudades tradicionales”[23]

Pero no sólo eso, sino que independientemente del tamaño y criterios morfológicos de los sectores residenciales, se incrementaba el ratio superficie de usos complementarios por viviendas en casi un 50 por ciento con respecto a las anteriores propuestas[24]. Este ratio no sólo respondía únicamente a dar respuesta a las exigencias normativas con respecto a los mínimos de espacios libres, equipamientos, reservas dotacionales a escala de ciudad ya previstos en la Ley de 1975 y posteriores, así como a las especificaciones propias de las leyes autonómicas a partir de 1998, sino que el incremento de este ratio para los nuevos desarrollos respondía a la constante de fijar como tipología residencial preferente la vivienda unifamiliar aislada con jardín, o los bloques de viviendas con un patio interior mancomunado de grandes dimensiones; en cualquiera de los casos, se trataba de un espacio libre privado que se sumaba al espacio libre público exigido desde la propia Ley y no de nuevo espacio público para la ciudad en tanto que Bien Común de la Sociedad Civil.

 

Figura 15. Crecimiento inter-urbano del área metropolitana vallisoletana en formación, 1950-1970.
Fuente: Archivo Municipal de Valladolid y Google Earth.

 

Así pues, generalizado este esquema de crecimiento residencial periurbano en el que los usos complementarios al residencial y la red viaria se tornaban fundamentales en el consumo de suelo (figura 15), es irrenunciable exigir nuevamente un esfuerzo más para ahondar en las posibilidades que plantea una ordenación de los sectores residenciales de modo que ofrezcan mayor variedad y diferenciación tipológica por manzana, posición que contrasta claramente con la actual solución de piezas insertas en una trama parcelaria vinculada a un sistema de vías interurbano. Sea como fuere, lo cierto es que la constante del crecer sobre sí misma se ha desvanecido ante la mirada hacia una periferia urbanizada a base de piezas completamente dislocadas entre sí, únicamente vinculadas a un sistema viario inter-urbano, sistema que, por sí solo, nunca ha hecho ciudad.


Notas

[1] Revista de arquitectura y urbanismo editada en Barcelona entre el año 1974 y 1985, dirigida por Rosa Regàs, Federico Correa, Lluís Domènech, Fernando Villavecchia y Enric Satué. La revista se caracterizaba por un espíritu crítico ausente en las actuales revistas científicas españolas especializadas en la materia, tal como expresaron recientemente Rafael Moneo, Oriol Bohigas o Manuel Solà-Morales, todos miembros del consejo de redacción junto con Helio Piñón, Luis Peña y Tomás Llorens. Cfr. Presentación del CD recopilación de la revista, Universidad Politécnica de Valencia, 25 de mayo de 2004.

[2] El polígono industrial de Argales constituyó un ejemplo valioso de la descoordinación interdepartamental y debilidad de los organismos encargados de la planificación urbanística por aquella época. Con fecha 29 de abril de 1969, cuando el Plan Mesones había sido presentado, y se encontraba en proceso de obtener la aprobación inicial, el alcalde de Valladolid, D. Martín Santos, dirigiéndose al Director General de Urbanismo, D. Pedro Bidagor, escribe: “‘Mi querido amigo:/ El equipo de técnicos Mesones-Baeza ha entregado ya en este Ayuntamiento, completamente terminado, el Plan General Comarcal de Ordenación de Valladolid y trece municipios más, hallándose en estos momentos sometido a la tramitación que la Ley señala para obtener la aprobación definitiva de ese Centro directivo. Simultáneamente se está tramitando también el Primer Plan Parcial de la zona sur, que comprende la Granja Minaya e inmediaciones, con sujeción estricta a la normativa de dicho Plan General, pero resulta –y este es el principal objeto de esta carta- que estos días se ha presentado en Minaya personal técnico para llevar a cabo mediciones y toma de datos, por encargo de la Gerencia de Urbanización de ese Ministerio, con objeto de preparar expropiaciones a fin de llevar a efecto otro Plan –llamado al parecer Argales- cuya existencia y características aquí ignoramos. /Como esto representaría una falta absoluta de coordinación y actuaciones dispares e inconexas inspiradas en principios distintos, entiendo que se hace necesario detener toda actuación en tanto en cuanto se aprueban los aludidos Plan General y su complementario Parcial a fin de evitar el incurrir en errores que, como usted mejor que nadie sabe, serían fatales para el futuro urbanístico de esta capital. /De ahí que le ruego su intervención al objeto expresado…”; Cfr. Ruiz 2011, p. 105.

[3] La materialización de este polígono es el resultado de un concurso convocado por el Ayuntamiento de Valladolid en 1959, pese a que posteriormente fue la Dirección General de Urbanismo quien se hizo cargo del desarrollo del proyecto.

[4] Revista dedicada a la difusión, crítica y debate de los problemas de la forma de las ciudades y del territorio, dirigida por el propio Manuel de Solà Morales, consejo de redacción formado además por Joan Busquets, Josep Parcerisa, Maria Rubert, Jordi Bellmun, y publicada entre 1985 y 1992 por el Laboratorio de Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona

[5] El Proyecto de Ensanche y Extensión de la capital con el Plan General de Alineaciones para el Interior, a cargo del urbanista alicantino César Cort, se presentó en Valladolid escasas semanas más tarde de que el conflicto civil se diera por finalizado: la propuesta, con clara referencia a las enunciaciones americanas y a la manzana Radburn, fijaba la extensión de las nuevas agrupaciones urbanas, organizadas en torno al núcleo primitivo y relacionadas a través del sistema de comunicaciones, lo que definía superficies productivas para el autoabastecimiento de la población. Sin embargo, la propuesta de Ensanche no llegó a materializarse por su extrema ambición frente a la realidad y posibilidades económicas de la ciudad y, a diferencia de la mayor parte de las ciudades españolas de la época, Valladolid no contó con un plan de Ensanche como crecimiento por extensión de la ciudad.

[6] A este respecto, el hecho de que se pusiera en marcha una política de construcción de viviendas coincidiendo con la época en la que la iniciativa privada fue incentivada desde la Administración sería uno de los desencadenantes en los que se basó Fernández Sánchez en su tesis del sometimiento económico a la política de vivienda vallisoletana. Fernández Sánchez 1991.

[7] El Plan de Alineaciones al Plan General de Valladolid, de febrero de 1950, básicamente consistía en una propuesta de rectificación de alineaciones a lo largo de todas las vías arteriales de la ciudad con objeto de obtener un mayor aprovechamiento del suelo urbano de interiores de manzanas o espacios de difícil acceso.

[8] El hábitat humano como fin último del arquitecto. Del griego oikos, que significa casa o habitación, domicilio, morada o vivienda: es la ciencia de las agrupaciones urbanas. Doxiadis 1968.

[9] A diferencia de un crecimiento dilatado del centro hasta la zona edificada de la periferia por el que la ciudad estática vería colapsada su estructura al no disponer de nuevas áreas de expansión, y recurriendo a su empleo práctico a través de propuestas realizadas, Doxiadis dejaba ver el principio de la dinápolis aplicado a una ciudad existente, afirmando que “la dinápolis no morirá estrangulada, sino que se dilatará parabólicamente y tomará progresivamente forma geométrica sobre la base de un sistema rectilíneo de ejes”. Doxiadis 1964, p. 109.

[10] Una lectura más profunda la realiza Álvarez Mora, quien sostiene cómo la construcción del ferrocarril sería uno de los principales hechos históricos al que atribuir un gran número de las reformas planteadas en el espacio tradicional vallisoletano. Álvarez Mora 2005, p. 95 y siguientes.

[11] El autor, Miguel Durán Lóriga realizó un exhaustivo estudio, inicialmente por encargo de la Gerencia de Urbanismo, que posteriormente no sería considerado, y que finalmente llegaría a tener gran repercusión en todo el ámbito español, al ser publicado por partes a partir de 1964 en la revista Temas de Arquitectura. Durán Lóriga 1964 y siguientes.

[12] Uría, mayo 1975, p. 16; Solá-Morales 1985, p. 12.

[13] García Fernández 1974.

[14] Pese a las grandes reservas de usos cívico-comerciales planeadas en el crecimiento sur, todavía no materializado, la situación de partida en la que se encontraba la ciudad era de un déficit equipamental generalizado aunque no homogéneo, tendiendo a ser mayor en las áreas donde residían las clases populares y en el caso de dotaciones que debían haber sido aportadas por la iniciativa privada y no lo fueron por razones de especulación, tolerancia o actuación congestiva sin contrapartidas. La memoria del Plan concluía que “Valladolid apenas cuenta con un tercio del espacio dotacional que correspondería al tamaño y estructura de su población: menos de 200 hectáreas, frente a un total óptimo del orden de 600 Hectáreas”. VVAA 1984, p. 103.

[15] Calvo 1991; Solá-Morales 1985.

[16] VVAA. 1984, p. 272.

[17] Alonso Velasco, J.M., 1988, p. 21.

[18] VVAA, 1974, p. 22 y ss.

[19] Alonso Velasco, J.M., 1988, p. 21.

[20] García-Pablos Ripoll, J.M.; Gago Dávila, Jesús, 1990, p. 74.

[21] García-Pablos Ripoll, J.M.; Gago Dávila, Jesús, 1990, p. 74.

[22] VVAA 1993, p. 84.

[23] Koolhaas 2004, p. 20.

[24] Ruiz, 2011.

 

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Ficha bibliográfica:

RUIZ, Ana. Valladolid. Del crecimiento sobre sí misma a la articulación interurbana de fin de siglo. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 5 de agosto de 2013, Vol. XVIII, nº 1036. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-1036.htm>. [ISSN 1138-9796].