Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVIII, nº 1070, 15 de abril de
2014
[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

HACIA LA COMPRENSIÓN DE LOS PROCESOS DE MODERNIZACIÓN.
DISEÑO, PERFILES Y ALCANCE DE UNA BASE DE DATOS: PADRONES Y PAÍS VASCO, 1825-1975

José Urrutikoetxea  Lizarraga
Pedro A. Novo López

Departamento de Historia Contemporánea
Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación[1]

Recibido: 18 de enero de 2014; Devuelto para revisión: 3 de marzo de 2014; Aceptado: 6 de marzo de 2014


 

Hacia la comprensión de los procesos de modernización social. Diseño, perfiles y alcance de una base de datos: padrones y País Vasco, 1825-1975 (Resumen)

Uno de los retos que ocupan a la historiografía contemporánea consiste en tratar de iluminar las claves de su proceso modernizador. Ello requiere cumplir con unos requisitos básicos: disponer de un andamiaje teórico apropiado, optar por un escenario representativo y contar con un corpus documental adecuado y suficiente. A este respecto, el País Vasco ofrece un marco atrayente: relativamente precoz, y plural en sus ritmos, modelos y protagonismos. La mirada se posa en la construcción del marco urbano y en sus protagonismos colectivos: evolución demográfica, comportamientos familiares, estructura de la población activa o formación del capital humano. En este escenario, la rica información de los padrones municipales los convierte en fuente insustituible, pero su simple existencia como documento resulta insuficiente. A partir de aquí se impone la laboriosa tarea de construir una base de datos dotada de sentido y sobre la que sustentar un discurso coherente.

Palabras clave: Modernización, País Vasco, complejidad, población, padrones


 

Understanding the process of social modernization. Design, profiles and scope of a database; registers and the Basque Country, 1825-1975 (Abstract)

One of the challenges that occupy contemporary historiography is to try to illuminate the keys to its modernization process. This requires comply basic requirements: have an appropriate theoretical framework, opt for a representative scenario and have an adequate and sufficient documentary corpus. In this regard, the Basque Country offers an attractive framework: relatively early, and plural in its rhythms, patterns and limelight. The gaze falls on the construction of the urban context and in their collective limelight: demographic, family behavior, structure of the labor force or human capital formation. In this scenario, the rich information of the municipal registers makes them irreplaceable source, but its mere existence as a document is insufficient. From here the laborious task of building a database endowed with meaning and which support a coherent discourse prevails

Key words: Modernization, Basque Country, complexity, population, registers


 

Han transcurrido más de tres décadas desde el momento en el que el profesor González Portilla concibió e impulsó lo que, en adelante, iba a ser un extenso programa de trabajo sobre la “formación y consolidación de la Ría de Bilbao”. Con el tiempo, las potencialidades internas del proyecto fueron generando la necesidad de abrirlo a visiones más amplias que trataran de situarlo en el escenario de la que se iba percibiendo como compleja realidad compuesta por los territorios históricos de Álava/Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. De su mano y en torno al proyecto inicial fue tomando cuerpo nuestro Grupo de Demografía Histórica e Historia Urbana perteneciente al Departamento de Historia Contemporánea de la UPV/EHU[2].

Fruto de esta dinámica son los distintos estudios que han ido viendo la luz a lo largo de estos años. Enumerarlos con detalle excedería los límites y el sentido último de este trabajo. En todo caso, los más importantes irán apareciendo al hilo de la exposición.

A lo largo de estos años, y, de la mano de los proyectos nacidos de esta dinámica, ha ido construyéndose una base de datos que el profesor H. Capel calificó en su momento como de “gran valor histórico”. Es verdad que todos y cada uno de los trabajos publicados por el grupo han venido dedicando una parte de su atención a reseñar las características, potencialidades y límites de las fuentes sobre las que construyen su relato. Nobleza y rigor metodológico obligaban. Sin embargo, ha tenido que transcurrir más de un cuarto de siglo para que hayamos decidido finalmente hacer un alto en el camino. Ha sido preciso que los distintos trabajos realizados a lo largo de estos años hayan exigido ir ampliando el fondo documental, que lo hayan sometido a la tensión de sus exigencias, que hayan podido ir comprobando la verosimilitud de sus hipótesis de partida o que se hayan visto estimulados por la aparición de resultados inesperados y por la expectativa naciente de nuevos horizontes. Y aunque siga siendo cierto aquello de que “siempre es demasiado pronto para concluir”, creemos llegado el momento de detener temporalmente la andadura, mirar hacia atrás y dedicar finalmente una atención expresa a nuestra base de datos. Tratar de hacerlo hace unos años hubiera podido resultar prematuro y hasta presuntuoso; hacerlo hoy, después de casi tres décadas de investigación y de acumulación documental concienzuda, es una necesidad.

Las claves de un proyecto: modernización, sociedades urbanas y complejidad social

Las fuentes documentales existen o no, pero las bases de datos es preciso construirlas. Llegan a ser lo que son debido a que, una vez buscada —y encontrada—, la información recogida se reelabora para ponerla al servicio de las precisas inquietudes que han impulsado su búsqueda. Por ello, más allá de sus mayores o menores dimensiones —aspecto nada desdeñable—, una base documental es una proclamación de intenciones, de inquietudes, de maneras de entender y de abordar la reflexión histórica.

Es sobradamente conocida la máxima según la cual “el ser humano es la medida de todas las cosas” (Protágoras). A comienzos del siglo XIX, en su intento por justificar desde el análisis demográfico su tesis opuesta al modelo foral vasco (al guipuzcoano más concretamente), Vargas Ponze realizará una traducción adaptada, al señalar que “nada sea tan esencial para conocer el vigor y los recursos de un pays como calcular su gentío…”[3]. No es necesario multiplicar las citas. Las dos que se acaban de aducir son suficientes para enmarcar el primero de los compromisos de la larga andadura de nuestro grupo, compromiso que lógicamente se halla grabado en el núcleo central de la base de datos que nos ocupa. Lo podríamos sintetizar haciendo nuestra la denuncia de B. Brecht cuando lamentaba que “en los libros de historia solo [aparecieran] los reyes”[4]. En los años treinta del pasado siglo, en la década de los sesenta con el impulso renovado de la Escuela de los Annales, a finales de la de los ochenta en la que nace este proyecto y —por qué no decirlo— especialmente hoy, es preciso reclamar que se restituya su protagonismo histórico al conjunto de las mujeres y hombres que han dado vida a las distintas sociedades. Hace ya mucho tiempo que no vale con escudarse en la falacia de que la documentación no da para semejantes pretensiones. Hace más de medio siglo que la historiografía viene demostrando lo contrario; y lo hace por muy diversos caminos: demográficos, familiares, socio-económicos y educativos, entre otros. Y es precisamente aquí donde cobra su sentido el recurso a padrones y censos, a registros eclesiásticos y civiles, protagonistas centrales y expresos de esta exposición.

Además de este primer argumento de carácter socio-filosófico, existen otros, y de peso, que abogan en favor de ahondar en este tipo de tratamientos historiográficos. En la tercera parte de este ensayo haremos referencia a algunos de los que consideramos más significativos. Allá nos haremos eco de las capacidades analíticas concretas contenidas en ese tipo de tratamientos y de los planos y dimensiones que es posible sacar a la luz partiendo de las virtualidades contenidas en los fondos documentales y en las bases de datos que, como la que aquí presentamos, se diseñan a ese efecto.

Claro que, lejos de moverse en un plano de consideraciones genéricas, el grupo, sus proyectos y la base de datos que aquí se presenta nacen en un contexto muy concreto y fruto de unas inquietudes analíticas muy precisas. En último término, todos sus esfuerzos están orientados a indagar en las dinámicas de la modernización, del cambio social. En su complejidad teórica y analítica, “modernidad” y “modernización” son conceptos que, enredados entre sí con  excesiva frecuencia, tratan de recoger las muy variadas y distintas  claves que caracterizan el proceso por el que determinadas sociedades (básicamente occidentales) construyen su paso desde los marcos estamentales de Antiguo Régimen a los nuevos horizontes liberal-burgueses del capitalismo industrial[5]. Desde un comienzo, preocupaba conocer la estructura, los factores, los protagonistas, los logros y costes, las dinámicas y los recorridos seguidos por un proceso que nos interesa como historiadores y como ciudadanos.

Como es fácil comprender, se optó por hacerlo con la mirada puesta en un horizonte que, por cercano y familiar, parecía ofrecer una plataforma de despegue conocida, firme y con las debidas garantías. De ahí que la “Modernización vasca” se convirtiera en el eje central de la reflexión. Pero no era ésta la única razón de peso. Junto al de la cercanía, fueron consolidándose paulatinamente otros argumentos de notable entidad conceptual y analítica. La relativa precocidad y fuerza con que, dentro del contexto español, había arraigado la modernización industrial en parte muy importante de la actual Comunidad Autónoma de Euskadi era una razón de peso a la hora de insistir en la apuesta por este escenario. No en vano, se trataba de entender las transformaciones sociales que acompañaban a sus procesos de modernización industrial.

Inicialmente, fue la historia de la industrialización de la Ría de Bilbao (1876-1930) la que centró el argumento de este relato. Sin embargo, la propia evolución de las investigaciones pondría pronto de manifiesto que el marco de operaciones en que se había desarrollado el proceso modernizador presentaba una amplitud de calendarios, escenarios y modulaciones bastante más rica y compleja[6]. La propia dinámica de los estudios llevó a que esta “modernización vasca” sustituyera esa su primera formulación por otra más plural y abierta. La “modernización” en singular confesaba sus propias limitaciones analíticas y proponía sustituirlas por un discurso más abierto que hablara de “modernizaciones vascas” en plural. Se imponía distinguir entre experiencias modernizadoras diferenciadas en el tiempo y en el espacio. Desde el punto de vista cronológico era obligado deslindar dos procesos claramente diferenciados: la Primera Industrialización (1876 -1930) y la Segunda (1950/1975). Por su parte, la  especificidad y articulación interna entre los distintos factores que las componían y su peculiar asentamiento espacial  imponía marcar claras diferencias entre, cuando menos, dos modalidades de carácter distinto y marcadamente peculiar: la de la “Ría de Bilbao” y la “guipuzcoana/vizcaína oriental”.  La ampliación paulatina del fondo documental y la riqueza expresiva de la base de datos, releída y redescubierta una y otra vez, jugó un papel fundamental en este avance. A medida que se ahondaba en su conocimiento, cuanto más intenso y minucioso era el contacto directo con ella, la constatación de la complejidad se hacía más evidente.

Pronto se tuvo el convencimiento de que no hubiera resultado fácil dar con un escenario espacialmente tan reducido, pero dotado, al mismo tiempo, de dinámicas y potencialidades tan plurales. Se trataba, sin ninguna duda, de un reto atrayente. Era la tercera razón de peso que venía a refrendar el acierto de la elección. Las reducidas dimensiones del marco espacial permitían, por una parte, abordar su estudio atendiendo prácticamente a la totalidad del territorio. Por otra, la riqueza de sus distintas trayectorias hacía posible entrar de lleno en el terreno sugerente y creativo de las comparaciones, de los contrastes, de los matices. Se trataba, en realidad, de una invitación en toda regla a intervenir en el debate en torno al complejo tema de las modernizaciones: componentes y modelos, valor analítico de los paradigmas reconocidos como referentes universales, validez o no de las  jerarquizaciones que se establecen a partir de ellos, etc.

No se trataba, por tanto, de un empeño erudito por añadir casos y más casos a una lista inacabable. Muy al contrario; se hacía una apuesta decidida por enriquecer cuantitativa (número de padrones y registros) y cualitativamente (diversidad geográfica, territorial, económica y cultural) la base de datos desde un convencimiento firme. Tan solo desde el reconocimiento de la pluralidad, de las aparentes paradojas, de los resultados inesperados que afloraban en las “modernizaciones vascas”, era posible entender realmente el país y, lo que es más importante, poner esta reflexión al servicio de un debate conceptual más ambicioso.

La microfilmación cada vez más ambiciosa de padrones, la codificación y digitalización detallada de la información contenida en ellos y la construcción creciente de nuestra base de datos respondían a estos propósitos.  Nada sería posible sin el contacto inmediato con ella. Y no solo por los datos que ofrecía, sino por las líneas analíticas que proponía, por los marcos relacionales que apuntaba y por los esbozos de hipótesis que sugería. Es obvio que las bases de datos responden al dictado y a las pautas de quienes las construyen. No obstante, hay circunstancias en las que las fuentes de partida se resisten ante la rigidez excesiva de determinados esquemas. Esta capacidad de “insumisión” y el imprescindible cambio de impresiones que propicia son elementos centrales en cualquier investigación.

Los padrones municipales soporte de una base de datos

Fuentes, geografía y calendario: criterios de selección

La fuente principal de nuestra base de datos la constituyen los padrones de población de diversas localidades seleccionadas al efecto a lo largo y ancho de las tres provincias vascas citadas.

A la hora de definir lo que es un padrón de habitantes y, sobre todo, a la hora de diferenciarlo de los censos de población, nada mejor que recoger la propia definición que de ambas fuentes formula el  Instituto Nacional de Estadística:

 “El Padrón Municipal es un registro administrativo cuya formación y mantenimiento corresponde a cada uno de los ayuntamientos. Su finalidad es acreditar qué personas residen habitualmente en un municipio y su domicilio en el mismo. Su contenido está determinado por Ley y sus datos proceden de ficheros administrativos que se actualizan de forma continua con las solicitudes de alta de los propios ciudadanos (que dan lugar a la baja en el municipio de procedencia) y de los cambios de domicilio y datos personales. Los datos también se actualizan con información procedente de otras fuentes administrativas (nacimientos y defunciones inscritos en los Registros Civiles).

La suma de estos datos, coordinados por el INE para evitar duplicidades de inscripción, da como resultado las cifras de población que, mediante Real Decreto, son declaradas oficiales. El periodo de referencia de los datos es el 1 de enero de cada año”.

“El Censo de Población —por su parte— se realiza cada 10 años mediante cuestionarios exhaustivos al conjunto de la población. Sus cifras tienen una consideración meramente estadística, es decir, no son cifras oficiales de población y están amparadas por el secreto estadístico. Con la explotación de los datos del Censo se conocen en profundidad las características sociales y demográficas de la población”

Históricamente, el padrón municipal de habitantes nace a mediados del siglo XIX a partir del  Real Decreto de 14 de marzo de 1857[7]. En él se establecía taxativamente: “…se formará por empadronamiento nominal y simultáneo de todos los habitantes nacionales y estranjeros (sic)…” (art. 2), [y su] empadronamiento empezará y concluirá en un mismo día en todos los pueblos.”(art. 3). Desde 1870 su periodicidad pasó a ser  quinquenal. En 1924 el Estatuto Municipal y Reglamento de Población de ese año estipulará dos últimas premisas: la rectificación anual y la obligatoriedad de que los sujetos recogidos en el padrón fueran exclusivamente vecinos de un solo municipio. El padrón municipal se constituye, por tanto, como un documento administrativo, elaborado por los ayuntamientos y sometido a constante actualización. Por su parte, el censo de población es un documento estadístico que se elabora cada diez años por el Instituto Nacional de Estadística[8].

Realizada esta precisión inicial, es necesario señalar a continuación que son dos, básicamente, los criterios que han regido la construcción de nuestra base de datos: el espacial y el cronológico. Desde el punto de vista de la geografía de los municipios incluidos en ella, ésta ha ido modificándose —y completándose— en función de los distintos proyectos de investigación que el grupo ha ido desarrollando y de las distintas tesis doctorales que se han ido elaborando a su calor. En un principio, esta geografía de municipios vascos nació de una constatación a partir de la cual se gestó un doble foco de interés. La intensidad de las tasas con que crecían determinados municipios y comarcas a partir del último tercio del siglo XIX a lo largo y ancho del País Vasco marcó indudablemente los primeros perfiles del proyecto. Desde una perspectiva cronológica, estudios y recogida de documentación se centraron, como ya se ha señalado, en el primer impulso industrializador del País Vasco (1876-1930), mientras que, desde el punto de vista temático, se atendió a los distintos modos económicos vigentes en el país durante ese periodo: agrícola, pesquero, artesanal e industrial. Se entendía que intensidad del crecimiento poblacional y diversificación económica eran criterios discriminantes de primer orden. La combinación entre ambas variables y su aplicación al panorama vasco de la modernización permitieron realizar una primera aproximación a su rica complejidad y elaborar un mapa y un cronograma de las comarcas y etapas a las que parecía oportuno otorgar una atención prioritaria. De este modo fue posible conocer los distintos ritmos a que se atenían los procesos de innovación y modernización económica, social, cultural y política de los tres territorios y los de sus respectivas comarcas geográficas. La paulatina entrada de cada uno de ellos en el escenario de la modernización fue marcando las prioridades analíticas y, lógicamente, el peso que cada caso terminaría por alcanzar en la base de datos final.

Por lo que respecta a la primera etapa de este largo “siglo industrial” o Primera Industrialización (1876-1930), la construcción de la muestra se centró en la recogida de la información que reflejara la realidad del espacio vasco dominante en cada una de las fases de que se compone. En el punto de partida del recorrido (1875/1876), se trató de recoger testimonio de lo que se entendía como un espacio de clara decantación rural pero atravesado por la relativamente fuerte implantación de pequeños núcleos urbanos de corte artesanal y mercantil diseminados fundamentalmente por las provincias costeras de Bizkaia y Gipuzkoa. El estudio de la siguiente etapa —proceso industrializador de la Ría de Bilbao (1876-1890-1900)— aconsejó reorientar el rumbo de la búsqueda y prestar una atención privilegiada a la recogida de documentación referida a este espacio concreto de la geografía vasca. Ello se tradujo en el reforzamiento de la presencia de esta comarca en el conjunto de la muestra.  Con el inicio del siglo XX y a medida que el proceso modernizador se iba asentando en el territorio guipuzcoano, la muestra fue haciendo lugar a la documentación referida a este territorio y, más concretamente, a la comarca significativa del Deba. Finalmente, en el caso alavés, la muestra recogida atendía básicamente a los municipios agrícolas. Así lo aconsejaba el carácter marcadamente agrario que ofrecía la provincia a lo largo y ancho de esta primera etapa. En todo caso y aunque tardía, su inserción en el proceso modernizador a partir aproximadamente de 1920 empujó a enriquecer la muestra con la presencia de los dos municipios que —excepción hecha de la capital Vitoria-Gasteiz— experimentaron esos cambios de manera más clara: Laudio/Llodio y Amurrio.

Quedaba así configurada una amplia red de municipios vascos para los que se dispone de información desde 1821 para el caso de Álava, desde 1825 para el de Bizkaia y desde 1857 aproximadamente para el de Gipuzkoa. En los tres casos, la información referente a esta primera etapa alcanza hasta 1930.

Posteriormente, y fruto del interés combinado de la Fundación BBVA y del Grupo de Demografía Histórica e Historia Urbana por completar el análisis en profundidad de la totalidad del “siglo industrial” hasta 1975, se abordó  la recogida e informatización de  los padrones de población de los municipios de la Ría de Bilbao hasta 1970. De este modo, el horizonte temporal se ampliaba hasta abarcar toda la Segunda Industrialización (1950-1975). Posteriormente, la propia dinámica impuesta por los proyectos trabajados por el Grupo ha llevado a avanzar hasta esas mismas fechas de finales del franquismo la recogida general de información. En este caso, su objetivo se ha centrado en las ciudades intermedias de los tres territorios vascos, ciudades cuyo estudio había quedado marginado hasta el momento.

En síntesis, el resultado final de este amplio esfuerzo de recogida y catalogación  podría resumirse del siguiente modo. En el caso vizcaíno se dispone de 180 padrones correspondientes a 39 municipios distintos y que contienen información referida a 496.877 habitantes. En el caso guipuzcoano las cifras se elevan a 64 padrones, 15 municipios y 189.123 habitantes y, en el alavés, a 56 padrones, 13 municipios y 87.111 habitantes.  El cuadro 1 que  viene a continuación  recoge los datos, expuestos ya de manera pormenorizada:

Cuadro 1
Municipios y muestras de población según provincias

ÁLAVA

1821

1857

1860

1871

1887

1900

1910

1920

1930

AMURRIO

1659

1155

 

979

1107

 

1259

 

1910

ARTZINIEGA (Arceniega)

454

       

1205

     

ARAYA ASPARRENA

979

   

1751

1606

   

1804

 

BERNEDO

622

   

726

 

648

   

684

CAMPEZO

857

409

 

1596

371

   

1839

1480

ELCIEGO

1139

       

1475

1490

 

1446

LAGUARDIA

1922

 

1887

   

1797

 

1690

 

LAUDIO/LLODIO

2045

     

2005

   

2239

2379

RIBERA BAJA

642

703

 

695

 

574

   

865

SAN MILLAN

1905

 

2374

   

1973

 

2260

 

LEGUTIO (Villarreal)

1377

   

1736

1427

1490

 

1442

1406

ZUIA

1397

       

2097

   

1981

VITORIA-GASTEIZ

3749

817

           

8204

GUIPUZKOA

1857

1860

1877

1887

1900

1910

1920

1930

1940

1950

1960

1970

AIA

   

2263

 

2301

 

2309

2659

       

BERGARA

   

1961

 

3103

3678

 

5267

 

3858

3207

 

EIBAR

 

2778

 

2795

4025

   

4754

 

5266

5522

4502

ELGETA

       

1315

1335

 

508

       

LEGAZPI

 

1322

     

1393

 

1898

       

ARRASATE/
MONDRAGON

2082

   

2968

2012

   

3810

 

3916

   

OÑATI

2999

   

3907

2965

3108

 

3320

       

SORALUZE/
PLACENCIA

 

2087

   

2148

 

2630

3105

 

3466

   

ERREZIL (Régil)

1705

     

1659

 

1574

         

ERRENTERIA(Rentería)

 

2185

 

2588

 

2989

 

3427

       

TOLOSA

4207

 

4258

 

3751

   

4079

6086

 

6339

5760

ZEGAMA

 

2453

 

2148

2213

 

2018

         

ZIZURKIL

   

782

 

880

998

 

1333

       

ZUMAIA

     

1953

     

2443

       

DONOSTIA-S.S.

             

5880

       
BIZKAIA

1825

1857

1860

1877

1890

1900

1910

1920

1930

1940

1950

1960

1970

ABADIÑO

1576

                       

ABANTO Y CIÉRVANA

       

1761

4265

   

4630

       

ALONSOTEGUI

       

967

 

1524

           

ARCENTALES

432

                       

ARRAZOLA

219

                       

AXPE

345

                       

ARTEAGA

   

1014

   

1326

   

1522

       

BALMASEDA

1642

   

2094

 

2528

3459

 

3876

       

BARAKALDO

2099

1858

   

3982

4338

4123

 

4524

6019

 

6992

5932

BASAURI

524

   

913

 

1142

   

3537

       

BERMEO

2590

2835

       

3140

 

3061

11808

     

BERRIZ

1157

1412

     

1467

   

2138

       

BILBAO

2907

       

6004

   

5778

   

8978

14973

CARRANZA

2169

                       

CEANURI

1893

2502

       

2267

 

2378

       

CEBERIO

 

1861

     

1926

   

2263

       

DURANGO

2332

2815

   

3681

 

3113

 

3504

5420

 

5414

8460

ELANTXOBE

   

1084

       

1345

         

ELORRIO

2305

2735

                     

ERANDIO

     

1808

3508

6594

 

2381

         

ERMUA

448

                       

GARAI

266

                       

GALDAMES

630

     

1450

 

2095

 

2007

       

GETXO

1247

     

876

3226

 

3384

     

6165

8094

GARDEXOLA

 

1753

 

1499

 

1564

   

1916

       

GUEÑES

861

       

503

 

1762

         

JEMEIN

772

       

1300

1247

 

1348

       

LEJONA

       

941

1963

 

3125

     

7531

10654

LEKEITIO

1813

 

1975

       

2850

 

4408

4813

 

4976

LEMONA

         

1047

 

1426

1562

       

LEZAMA

 

834

 

850

 

1105

1221

1260

         

MALLAVIA

966

                       

MARKINA

1319

             

1601

 

2118

4069

 

MENDATA

676

   

1008

643

   

1249

         

MORGA

     

595

682

   

860

         

MUNGIA

1720

 

1838

   

1623

   

2931

4987

 

5342

5054

MUNTIBAR

       

821

   

1241

1198

       

ONDARROA

                 

5576

6745

   

URDUÑA/ORDUÑA

1688

   

2435

 

2268

 

3356

3612

       

ORTUELLA

       

1433

 

3270

2438

         

PLENTZIA (Plencia)

1185

 

1335

 

1582

   

1782

         

PORTUGALETE

1125

     

2244

3071

 

3505

 

4871

 

5152

3791

SAN SALVADOR
DEL VALLE

     

1011

4703

   

6938

3395

   

4964

5942

SANTURCE

966

   

1129

1162

2077

             

SESTAO

     

1077

 

7872

     

3581

3464

   

TRUCIOS

395

 

955

 

875

977

 

1023

         

YURRE

               

3137

       

ZALLA

1087

 

1520

 

1378

1331

 

1657

         

Una descripción de los padrones: sus contenidos

El tratar de responder a esa inquietud exigía, desde el punto de vista metodológico, organizar una estrategia de búsqueda, recogida y ordenación de la documentación deseada. Obviamente, el primer paso consistía en acudir a los distintos archivos municipales con el fin de seleccionar los padrones adecuados. Más allá de lo que cabía esperar, esta búsqueda deparó dos regalos que resultaba imposible rechazar y que invitaban a dirigir la mirada hacia atrás en el tiempo: los Padrones alaveses de 1821 y el Censo de policía vizcaíno de  1825.

Padrones alaveses de 1821

Estos Padrones constituyen una fuente única en lo que se refiere a la fecha de su elaboración, ya que no existen fuentes similares en ninguno de los dos otros territorios. Ofrecen un panorama completo de la realidad alavesa, ya que atienden a la totalidad íntegra de los municipios de la provincia, con la sola excepción de la capital. Desde el punto de vista de su riqueza informativa, se trata de una fuente a todas luces interesante. Recoge, como cabía esperar, la información más habitual en este tipo de fuentes: nombre y un solo apellido, estado civil, edad en años, profesión  y calificación del cabeza de familia. Pero —y lo que ya no es tan habitual— ofrece además información sobre la actividad de la población adulta, tanto masculina como femenina.

Censo de policía vizcaíno de 1825

Prácticamente en paralelo, las fuentes vizcaínas guardaban una segunda sorpresa: el Censo de Policía de 1825 que se conserva en el Archivo Foral de Bizkaia dentro de la colección documental trasladada del Archivo de la Casa de Juntas de Gernika. Se trata de una fuente no de carácter fiscal sino político y se elaboró con el objetivo de poder ejercer un control sobre los movimientos de la población. Desde el punto de vista de sus contenidos, el Censo guarda información sobre  el nombre y un solo apellido de cada individuo, su edad en años, estado civil, destino u ocupación, origen (naturaleza) y tiempo de residencia en el pueblo. Informa además de la casería en que se habita y del barrio en que ésta se halla situada.

Por lo que respecta a la posibilidad de trabajar la actividad económica, la calidad de la fuente alcanza, por lo general, niveles destacados. De hecho, las tasas de actividad femenina que se deducen de sus datos son un indicador fiable de la calidad de la fuente. Excepción hecha de Barakaldo y Durango, donde apenas se recoge esta referencia, en el resto de los casos estas tasas alcanzan niveles muy elevados.

Padrones de 1857-60

Al margen de pequeñas variaciones en el año de su recogida, los padrones de 1857-60 y posteriores rompen con la excepcionalidad de los dos que acabamos de mencionar. De hecho, todos ellos cubren la totalidad de los municipios del País.  De ahí que los tratemos de manera unitaria y homogénea en esta descripción valorativa.

El padrón de 1857 se elabora en función de las cédulas de inscripción repartidas y recogidas en cumplimiento de la Real Decreto de 14 de Marzo de 1857. Si se compara con la de los padrones anteriormente citados, la información que éste recoge resulta escasa. Ofrece información referida a los nombres y apellidos de los individuos, su edad, estado civil y profesión (solo para la población adulta), pero  adolece de cualquier tipo de información referente al origen de la población

El padrón de 1860 presenta algunas diferencias positivas respecto al anterior. Por un lado, hace constar en una casilla la referencia al número de cédula familiar; recoge información sobre la profesión de toda la población (aunque aparecen muchos “idems” y comillas); y transmite, además, información  sobre el grado de alfabetización de la población (“sabe leer y escribir”).

Padrones de la década de los setenta

Los padrones municipales de la década de los setenta se localizan cronológicamente en el año de 1871 en el caso de Álava, y en 1877 en los de Bizkaia y la mayor parte de los de Gipuzkoa. En el primero de los casos —el de la Álava de 1871— los padrones recogen la información que ya resulta habitual a estas alturas del siglo. Contemplan incluso los años de residencia en el municipio. Son, sin embargo, bastante menos regulares a la hora de hacer constar la profesión —la información varía según los municipios— y omiten, finalmente, los datos referidos a la capacidad de “leer y escribir”.

Los últimos padrones de esta década, los de 1877, avanzan en calidad sobre los anteriores. Dan noticia del individuo, su edad en año, mes y día, grado de parentesco respecto del cabeza de familia, tiempo de residencia y nivel de instrucción elemental. Añaden, además, noticias referidas a la religión y, curiosamente, a los defectos físicos notorios.

Padrones de la década de los ochenta

Los padrones de la década de los ochenta presentan algunos déficits y divergencias respecto de la situación informativa inmediatamente anterior. Son territorialmente irregulares en lo que se refiere a la calidad de la información recogida en torno a la alfabetización de la población. En el caso guipuzcoano, todos los municipios dejan constancia de dicha circunstancia. Esto no ocurre, sin embargo, en el caso de Álava y lo hace de manera aleatoria en los  municipios vizcaínos. En cuanto a la actividad femenina, en este último caso se observa, por lo general, una muy elevada calidad informativa en los municipios rurales (por ejemplo Mendata o Morga), cosa que no ocurre en los industrializados o en las ciudades intermedias. En ambos contextos, la recogida de la actividad femenina es más irregular. Comienza a constar en todos los casos como definitoria del estatus femenino la actividad doméstica de “amas de casa”, mientras que entre las profesiones así definidas destaca una presencia especialmente bien recogida: la de “sirvienta”.

Padrones de primer tercio del siglo XX (1900-1930)

Si hay un apartado informativo que, con todos los matices que sean precisos, experimenta una lenta evolución a lo largo de estos treinta años es el referido a la actividad femenina. Los padrones de 1900 siguen pautas informativas muy similares a las de finales del siglo anterior: la actividad de las mujeres sigue apareciendo bien recogida en los municipios en los que predomina la actividad agrícola (Zeberio o Xemein por ejemplo); no así en el resto de municipios. Y, también ahora, son las sirvientas las que merecen un registro más completo. 

Esta situación  mejora de forma intermitente e irregular en los padrones de 1910, 1920 y 1930. Se refuerza la tendencia a recoger con mayor fidelidad la actividad de labradoras y sirvientas. Los padrones de 1930 ofrecen testimonio relativamente preciso sobre la actividad femenina en aquellos contextos en los que existe un predominio de la actividad agrícola. Es ahora el caso de Arteaga, Xemein, Gordexola, Lemoa, Zuia... Pero la inquietud informativa inicia lentamente su apertura hacia otros colectivos. En determinados casos, como los de Galdames (en Bizkaia) y Bergara y Errentería  (en Gipuzkoa), se deja constancia de la existencia de un nuevo colectivo: el de las jornaleras. En este sentido, la diversidad ocupacional femenina recibe paulatinamente una atención creciente. Y si es verdad que esa información se recoge de manera bastante correcta en el caso de las mujeres solteras de Bilbao, Durango, Orduña, Vitoria, Mondragón u Oñate, también lo es que resulta francamente deficiente en la mitad de las poblaciones recogidas.

Pero no son sino unos primeros indicios. Todavía siguen siendo las “amas de casa” las que acaparan, bajo esa denominación genérica y profundamente imprecisa y tendenciosa, la situación laboral de la mujer.  Es más, a medida en que nos aproximamos a 1930, se refuerza esa contaminación conceptual y cultural. El avance imparable del número de mujeres registradas oficialmente como “amas de casa” seguirá ocultando en realidad el verdadero fortalecimiento de la actividad femenina en sectores distintos y ajenos a las tareas del hogar.

En otro orden de cosas, a lo largo de estos años los padrones universalizan la recogida de información sobre el grado de alfabetización. De los 27 municipios informatizados para ese año, tan solo dos carecen de esa información: Eibar y Arrasate/Mondragón.

Padrones de la etapa franquista

Los padrones de las décadas centrales del siglo XX presentan características muy similares a todos los anteriores. Siguen recogiendo prácticamente la misma información. Se pueden mencionar, en todo caso, dos novedades relativas. Por una parte, la mayoría de los padrones de las dos últimas décadas de la etapa franquista hacen mención al centro de trabajo o empresa donde se ejerce la actividad laboral. Por otra, en seis de los 11 municipios seleccionados para las décadas de los años cuarenta y cincuenta, aparece la variable salario/renta. No durará mucho la alegría. Desafortunadamente, esta información desaparece en las dos décadas siguientes. Tan solo la Markina de 1965 permanece como testigo solitario de un intento informativo definitiva y desgraciadamente fallido. 

La construcción de la base de datos

La selección de padrones no es, en todo caso, sino el primer paso de un proceso metodológico más largo orientado a la definitiva construcción de la base de datos. Antes de proceder al tratamiento estricto de la información es preciso, en todo caso, realizar una primera opción. Si la población que se va a estudiar supera los 5000 habitantes, se selecciona una muestra con 99,7 % de nivel de confianza y un ± 2% de error. Con ello se garantiza la calidad de los resultados que se obtengan de dicha muestra. A continuación se digitaliza la información seleccionada (anteriormente se microfilmaba) y se traslada a papel, para proceder posteriormente a su codificación e informatización.

Por razones estrictamente prácticas, el proceso de codificación se lleva a cabo sobre el propio papel. Se realiza, en primer lugar, una agrupación adecuada de las unidades familiares. No hay que olvidar que los padrones se realizaron en su momento siguiendo el criterio familiar dominante de la familia nuclear. Esta circunstancia distorsiona la realidad sociológica de determinadas poblaciones en las que la existencia de las estructuras familiares troncales es un hecho contrastado pero no reflejado. Conviene señalar que esta doble circunstancia se produce en no pocas de las poblaciones de determinadas comarcas del País Vasco[9]. Este proceso de “recomposición familiar” se realiza con garantías gracias a que  la documentación que se maneja recoge una amplia información cuyos datos se cruzan a fin de establecer las relaciones familiares reales.

Realizada esta primera tarea preparatoria, se procede inmediatamente a la codificación y digitalización del resto de la información. A partir de ella se va construyendo una base de datos en la que se recoge un amplio panorama de variables por persona. Unas se refieren a la identificación del domicilio: calle, nº. de la casa, barrio, distritos (tal y como aparece recogido en el padrón y de acuerdo con las variaciones temporales). Otras atienden a la identidad de los individuos y familias: código familiar, sexo, edad, estado civil, grado de parentesco en relación al cabeza de familia, tipología familiar según clasificación de Laslett[10], municipio y provincia de nacimiento, años y meses de residencia en el municipio,  profesión y grado de alfabetización “sabe leer y escribir”. En resumen, se informatiza toda la información que aporta el padrón con la excepción de los nombres y apellidos. En los contados casos en que constan, se incluyen también los datos referidos a rentas o salarios.

El contacto con tantos padrones distintos ha ido planteando diversidad de problemas a los que ha sido necesario ofrecer una salida metodológica unitaria y coherente. Quizás, el más significativo de todos ellos ha sido el de la necesidad de unificar criterios a la hora de codificar la variable referida a las profesiones. De hecho, nos hemos visto obligados a ir modificando y readaptando algunos de los criterios metodológicos utilizados en este sentido.

Conviene tener en cuenta que la base de datos abarca un periodo de tiempo muy amplio. A lo largo de todo él y hasta que se consolida definitivamente la sociedad industrial moderna, se producen importantes variaciones en las formas de organización del mundo del trabajo, lo que tiene un evidente reflejo en la recogida de la información sobre profesiones.  La heterogeneidad de clasificaciones profesionales que se deriva de esta situación es realmente notable. En sus inicios, la elaboración de los padrones estaba marcada por el predominio de una perspectiva centrada en las economías familiares. Con el tiempo esta decantación de partida irá siendo sustituida por criterios de carácter individualista y patriarcal que llegan, incluso, a ocultar el trabajo femenino. A la hora de construir la base de datos, esta circunstancia ha obligado lógicamente a hacer frente a la necesidad de elaborar unas categorías propias de clasificación profesional. 

En un comienzo, se optó por ordenar toda la información en torno a seis grandes ámbitos profesionales, ámbitos que, en un segundo nivel, se subdividían a su vez en otras categorías. Aquellos grandes grupos respondían a criterios regidos por la actividad de la población: jornaleros, labradores, artesanos, servicios, profesiones liberales y rentistas. Por su parte, la población considerada como inactiva acogía a amas de casa, niños, escolares/estudiantes y jubilados. A ello se añadía, finalmente, el resto de población: los “sin clasificar”.

Pronto pudo observarse que esta categorización tan solo era válida para recoger la realidad laboral de hasta 1930. Desde luego, no servía a la hora de clasificar la población activa de la segunda mitad del siglo XX. Resultaba obsoleta; nos manejábamos en nuevos tiempos. A este problema se le añadía otro que nos perseguía desde tiempo atrás. Nos referimos a la manifiesta dificultad que se planteaba a la hora que tratar de comparar el panorama laboral resultante de un caso con el de otros contextos. Si resultaba posible hacerlo en el caso de los labradores o de las sirvientas, por ejemplo, no ocurría lo mismo cuando se trataba de hacerlo con otros sectores (y conceptos).  Un claro ejemplo: el  concepto y realidad del “jornalero” vasco poco o nada tenía que ver con el del “jornalero” andaluz. La solución al problema llegó de la mano de la adopción de una nueva categorización socio-profesional basada en HISCO (Historical International Standard Codification of Ocupations)[11]. Esta herramienta de trabajo, desarrollada entre varios grupos de investigación europeos, ha permitido subsanar las dificultades que, a la hora de establecer las oportunas comparaciones, compartíamos diversos grupos de investigación que trabajamos con padrones en toda España. En síntesis; el proceso consiste en codificar en letra la profesión, para luego convertirla en  unos códigos socio-profesionales (MAYOR GROUP[12]). Se trata —y ésta es quizás su mayor virtud— de una clasificación abierta a una constante revisión, lo que le permite adaptarse y hacer frente a los cambios históricos que, a lo largo del tiempo, se han ido produciendo en el seno de los procesos productivos y, derivadamente, en el panorama laboral. Originalmente, HISCO se basó en la codificación de los títulos profesionales masculinos y femeninos más frecuentes en los conjuntos de datos de distintos países: Bélgica, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Países Bajos, Noruega, Portugal, Cataluña y Suecia. Las referencias de empleo utilizadas cubren, por otro lado, un amplio panorama histórico. Arrancan de 1690 (dentro todavía del Antiguo Régimen) y se prolongan hasta 1970, si bien es cierto que, en su mayoría, proceden del siglo XIX.

Esta codificación garantiza la combinación adecuada de las actividades agrícolas, industriales y comerciales, de las tecnologías antiguas y las de nuevo cuño y de las formas tradicionales y modernas de organización.

Se puede concluir afirmando que, efectivamente, nuestro principal caballo de batalla a la hora de plantear la metodología de la construcción de la base de datos a partir de los padrones municipales ha sido el referido a la clasificación de la actividad y, dentro de él, el que concierne a la actividad femenina. Aunque pudiera parecer paradójico, se observa cómo, a medida que avanza la fecha de la redacción de los padrones, los testimonios documentales referidos a la actividad femenina se van difuminando paulatinamente hasta hacerse invisibles, recluidos definitivamente en limbo de la domesticidad. Y pasará tiempo hasta volver a tener constancia expresa de ella.  Tan solo volverá a aflorar en los últimos padrones de los años setenta del siglo XX.  Esta involución  en el registro de la actividad femenina responde claramente al cambio ideológico que patrocina la nueva sociedad burguesa industrial. Se pasa de reflejar fielmente la actividad femenina dentro del contexto de las economías familiares a erradicarla de las estadísticas, a hacerla no oficial, no constatable y por lo tanto documentalmente inexistente.

De la construcción de una base de datos a la elaboración de materiales para un discurso sobre la modernización industrial

Ni la construcción de la base de datos a la que nos venimos refiriéndo ni el proceso reflexivo que se ha ido construyendo de su mano, han seguido una ruta definitivamente marcada desde un comienzo. Fruto, sin duda, de una idea básica de partida y resultado de un proyecto definido con la suficiente claridad, los resultados de los que disponemos en estos momentos, los marcos explicativos que creemos poder defender o las hipótesis de futuro que nos atrevemos a diseñar son, por el contrario, resultado de una larga dinámica en la que planteamientos de partida, expresividad y aportación documental de las fuentes y suma de trabajos se han ido combinando a través de confirmaciones, refutaciones o correcciones sucesivas. El avance no siempre se ha dado de manera lineal ni necesariamente por los caminos esperados y previstos. Búsqueda y descubrimiento han avanzado de manera paulatina.

Es precisamente esta constatación la que nos lleva a estructurar esta parte de la exposición de acuerdo con un triple criterio. El primero, de carácter más formal y descriptivo, trata de poner de manifiesto las virtualidades analíticas que ofrecen los padrones, independientemente del caso concreto a que se refieren. Su riqueza y versatilidad informativa permiten reconocer ámbitos informativos múltiples, desde los relacionados con los análisis demográficos más tradicionales o con los modelos y comportamientos familiares, hasta los que tienen que ver con la movilidad de la población y sus tipologías, con los perfiles de su estructura productiva o con los mecanismos alfabetizadores que alimentan la formación del capital humano. El segundo criterio, de vocación articuladora más ambiciosa, trata de aproximarse al sentido integral del juego de interrelaciones que se establece entre aquellas variables en el marco de los modelos socio-históricos concretos en los que arraigan, a los que se deben y a los que tratan de otorgar la necesaria consistencia y capacidad reproductiva. Finalmente y ya en un tercer nivel de reflexión más ambicioso, se entra en consideraciones de carácter epistemológico y conceptual, imprescindibles para una adecuada andadura por el territorio de las ciencias sociales.

Las virtualidades analíticas de la base de datos: un primer nivel de aproximación

Son múltiples las virtualidades analíticas que se contienen en una base de datos construida en lo fundamental sobre la documentación recogida en padrones y censos. Antes, sin embargo, de entrar en la descripción detallada de las variables más significativas y de los planos analíticos en los que cobran sentido, quisiéramos, como primera aproximación de alcance, detenernos por un momento en la consideración de una potencialidad de primer orden que habitualmente suele pasar desapercibida y que, consecuentemente, resulta desaprovechada. Nos referimos a un tratamiento de carácter metodológico y de valor introductorio, que no precisa necesariamente de conocimientos ni de técnicas sofisticadas.  Se trata de aprovechar las virtualidades hermenéuticas que ofrece una primera aproximación general a la evolución que experimenta la población de un contexto determinado.

Se trata, en efecto, de un instrumento propedéutico que ofrece posibilidades pre-analíticas diversas. Permite, entre otros objetivos, clasificar y detectar modelos y ritmos de crecimiento, agruparlos por criterios de homogeneidad y seleccionar, con un mínimo nivel de garantías, aquellos casos (poblaciones, comarcas, etc.) que se perciben como especialmente representativos y/o significativos. Y esto es válido, tanto cuando se trata de destacar aquellos modelos “modernos” que experimentan cambios bruscos en su trayectoria y en los que se detecta el papel central que desempeñan las realidades migratorias (cambios), como cuando lo que preocupa es centrar la mirada en los modelos “tradicionales” que se caracterizan por el estancamiento y por su anclaje en el pasado (permanencias).  A la hora de tratar de definir las coordenadas espacio-temporales y temáticas en que se sitúa un determinado problema histórico, una adecuada concatenación y gradación cronológica o una acertada combinación entre tendencias de largo plazo, ciclos y coyunturas permiten graduar y situar el sentido de esos interrogantes y avanzar posibles líneas de análisis[13].

Este provisional modo de aproximación fue el que permitió al grupo establecer el mapa de la amplia diversidad de modelos socio-económicos, hereditarios y culturales que caracterizan a los tres Territorios Históricos vascongados a las puertas de su modernidad (1860). Es quizás uno de los logros más significativos de la obra Vivir en familia, ordenar la sociedad[14]. La adecuada combinación entre la distribución de las tasas de crecimiento demográfico de los distintos municipios y la de sus índices de miembros por familia permitió a los miembros del grupo dar un primer paso imprescindible para una más correcta comprensión de la realidad vasca: desmontar la imagen convencional de un país uniforme, tradicional. Es cierto que, desde años atrás y de la mano de este mismo instrumento introductorio, se había avanzado por la vía de una comprensión más matizada de su diversidad real[15]. Se confirmaba la existencia, todavía genérica, de dos amplias geografías vascas: la atlántica y la mediterránea.

A fuerza de ser sinceros, hay que reconocer que esto no suponía un gran avance. Ya los romanos habían acertado a distinguir entre el “saltus vasconum” y el “ager vasconum”. Pero, en cualquier caso, significaba retomar las claves de complejidad de unas pautas explicativas que se habían ido difuminando hasta desaparecer prácticamente en aras a determinadas lecturas interesadas. Pero no quedó ahí la aportación. El tratamiento pormenorizado de tasas e índices permitió, no solo ir más allá de las divisorias geo-climáticas, sino superar incluso la referencia articuladora de las jurisdicciones provinciales, hasta elaborar un mapa complejo en el que se hacían presentes 12 áreas. Caracterizadas por comportamientos demo-familiares y fidelidades socio-culturales diferenciados y de acuerdo con una gradación perfectamente identificable, estas áreas o modos se agrupaban en torno a una de las dos culturas dominantes: la troncal y la nuclear. Curiosamente, sin embargo, la geografía a la que se atenían una y otra no se correspondía necesariamente ni con los condicionantes geo-climáticos, ni con las jurisdicciones administrativas provinciales y ni tan siquiera con los marcos jurídico-hereditarios hegemónicos en cada uno de los territorios provinciales. Dentro de innegables referencias comunes, el País Vasco (más concretamente la actual Comunidad Autónoma de Euskadi) se manifestaba como un escenario mucho más complejo y dinámico de lo que se venía reconociendo. No era un mal punto de partida. Sería precisamente sobre esta base sugerente sobre la que, a partir de ese momento, se iba a apoyar el grupo en el diseño posterior de sus proyectos.

El diseño de una geografía vasca de los procesos de modernización: ampliación cronológica, ejes articuladores y diversidad de modelos.

Una primera cuestión de cronologías. El “Siglo Industrial” (1876-1975): de la Primera (1876-1930) a la Segunda Industrialización (1950-1975)

En realidad, la historia de los esfuerzos del grupo por comprender las claves de la modernización vasca tiene un inicio y una fuente reconocidos: el estudio en torno a La formación de la sociedad capitalista en el País Vasco[16].  A partir de este trabajo y bajo su impulso, el autor encabezará un triple esfuerzo concurrente: ahondar de forma conceptual, temática y espacialmente articulada en el proceso industrializador, crear un grupo de investigación dedicado a su estudio y construir un ambicioso fondo documental cuyo eje básico girara en torno a la creación de una base de datos lo más completa posible.

En esos momentos historiográficos —década de los ochenta del pasado siglo— el entorno de Bilbao se manifiesta como el escenario más adecuado para el estudio de ese esfuerzo modernizador[17]. Durante años, será la historia de su primer impulso industrializador (1876-1930) la que centre el argumento fundamental de este relato. Son muchos los estudios que nacen como fruto de ese esfuerzo[18]. Y el grupo que dirige el profesor González Portilla centra en él su atención prioritaria. La obra que marca expresamente el hito inicial de este largo programa de trabajo en torno a la formación de la sociedad capitalista en el País Vasco encuadra su análisis dentro de una doble coordenada espacial y temporal[19]. El por entonces conocido como “caso vizcaíno” y su primera concreción industrializadora terminan por adquirir una imagen sólida y reconocible. La propia evolución de las investigaciones llevará, sin embargo, a acuñar una manera mucho más precisa de definirlo. Los términos “metrópoli” y “Ría del Bilbao” sustituyen al concreto y exclusivo de “Bilbao”. No se trata de un logro irrelevante. Este binomio léxico inseparable sintetiza por sí mismo una realidad, un espacio, su marco de relaciones y su manera jerarquizada de hacer frente a los retos de la modernidad industrial.

Durante algún tiempo, esta referencia cronológica (Primera Industrialización) será la que defina el calendario en el que se desenvuelvan la mayor parte de los trabajos del grupo. Pero la historia de esta búsqueda —y la de la selección, recopilación y ordenación de la información documental requerida— no se pliega definitivamente a ella. A medida que se avanza en el conocimiento de la primera modernización industrial, se va ampliando indefectiblemente el marco cronológico de estudio. Se amplían así las coordenadas temporales, de manera que la comprensión de la Primera Industrialización (1876-1930) da paso necesariamente al análisis de la Segunda (1950-1975). De este modo el calendario del esfuerzo modernizador se extiende a todo “el siglo Industrial”. Lo sintetizan de manera ajustada dos proyectos. El primero, ya finalizado, atiende a la prolongación del estudio sobre la Ría de Bilbao hasta 1975, final del “Siglo Industrial”[20]. El segundo, en fase final de realización, trata de indagar en el papel desempeñado por las “ciudades intermedias” del País Vasco a lo largo de esta segunda fase industrializadora[21].

Principales ejes articuladores: transición demográfica, migraciones, familia, actividad  y alfabetización.

Se precisan denominaciones, se completan cronologías, pero se avanza, lógicamente, en contenidos. También desde este punto de vista, es el propio avance en la investigación el que exige marcar unas prioridades y elegir como centrales determinadas líneas de investigación que se consideran nucleares y a las que se reconoce una función articuladora de primer orden. Son básicamente cinco: transición demográfica, migraciones, familia, actividad y formación del capital humano (alfabetización/educación). 

Se profundiza en el conocimiento de los cambios demográficos y en los factores económicos, laborales, sanitarios, higiénicos, alimenticios, educativos y culturales que los sustentan[22]. Encuentran, de este modo, su espacio los problemas relacionados con la vivienda, su escasez y el hacinamiento humano[23]. Ello conecta directamente con la atención que se dedica a la consideración de las condiciones de vida a las que se enfrentan los protagonistas de estas historias[24]. El estudio de las características antropométricas de la población ayuda a avanzar en esta línea. Y lo hace gracias a la formación de un fondo específico destinado a recoger este tipo de información. Este fondo proviene de la documentación de filiación de los reemplazos de las tres provincias vascas, existente en el Archivo General Militar de Guadalajara.

En estrecha conexión con la creación de los distintos sectores económicos y mercados de trabajo[25], se presta atención especial al capítulo central de unos movimientos migratorios sin cuya presencia resulta imposible comprender los distintos procesos modernizadores vascos. Se observan las geografías de procedencia y de destino de los migrantes, su perfil (edad, género, profesión, alfabetización, etc.), las distintas tipologías a que se atienen en su movilidad (en solitario o en familia), los factores y resortes que los propician y favorecen (redes familiares, vecinales, procesos en cadena…), la capacitación laboral y educativa que les caracteriza, etc.[26]. Y se toman en consideración los cambios profundos que se producen a lo largo del tiempo en los flujos migratorios[27].

Se ahonda en la constitución y evolución de la realidad familiar, en las tipologías hegemónicas que definen espacios, modelos y cronologías, con una atención preferente a las estrategias que ponen en funcionamiento: jerarquizaciones, distribución de papeles en virtud de la edad, situación laboral, etc. Se dedica atención a las relaciones de género sobre las que se construyen las distintas realidades familiares[28] y se pone paralelamente un especial énfasis en sacar a la luz y recuperar el sentido y alcance de un trabajo femenino casi siempre oculto en las fuentes[29].  No se descuida, en ningún caso, el esfuerzo por situar en su debido contexto histórico los modos de comportamiento familiar (básicamente los vinculados con la cultura troncal) proclives durante tanto tiempo a tratamientos idealizadores.

La formación del capital humano por la vía de la instrucción pública y de la alfabetización permite finalmente precisar la modernidad, los logros y las deficiencias de un modelo socioeducativo que, en algún caso, llega incluso a definirse como impulsor de una “revolución social”[30]. El panorama alfabetizador del país, sus precedentes, sus modalidades y sus procesos evolutivos ofrecen interesantes puntos de reflexión en torno a los procesos modernizadores: factores y alcance de la alfabetización; relación entre alfabetización, modernidad y progreso; aspectos positivos y conflictivos del bilingüismo, etc.

Claro que todo lo referido hasta aquí no refleja sino una de las dos caras del trabajo desarrollado por el Grupo de Demografía Histórica e Historia Urbana. Si la “Demografía Histórica” sintetiza uno de los dos grandes ámbitos de investigación que componen el proyecto unitario sobre “Metrópoli de la Ría”[31], el “Urbanismo” completa ese binomio indisoluble. La construcción de la modernización industrial encuentra en el desarrollo urbano su nicho natural de arraigo y desenvolvimiento. Desarrollo económico y urbanización se explican mutuamente. El crecimiento, desarrollo y estructura socio-urbana de núcleos como los de Bilbao, Barakaldo, Sestao, Portugalete, “ciudades mineras”, Getxo o Leioa, entre otros, merecen, así, la atención de los miembros del grupo[32].  En realidad, todas y cada una de las localidades se explican tan solo en la media en que se transcienden a sí mismas y se sitúan en relación con el eje unitario y jerarquizado de la “Ría de Bilbao”.

Se analiza la historia evolutiva de una ciudad tradicional que el proceso de industrialización transformó en su organización interna, en su papel y en sus relaciones con el espacio exterior. De ahí que el análisis se organice en torno a dos ejes. El primero se centra en la organización del espacio interno: atiende, de este modo, a la interrelación entre  las distintas unidades (casco antiguo, ensanche, barrios), a la distribución de los usos del suelo (residencial, industrial, servicios, infraestructuras y equipamientos) y al grado de ocupación. El segundo, por su parte, se detiene en las claves de su organización a nivel externo: expansión de dentro a fuera del organismo urbano (ciudad central y áreas complementarias industriales, suburbios obreros y residenciales terciarias), red de transportes y comunicaciones interurbanas y extraprovinciales: red viaria, ferrocarril, puertos y canalizaciones, etc.

A partir de dicho proceso surge la ciudad industrial, de compleja estructura y de la que es heredera la ciudad actual. Ésta responde, por tanto, a la conjunción de factores y elementos imposibles de disociar: un territorio sometido a los condicionantes de una topografía adversa, el peso de los sucesivos proyectos que se han ido formulando o el legado de las diferentes fases constructivas asociadas a la ciudad. Todo ello se ha ido concretando en el desarrollo de unas formas de vida que han debido adaptarse a los imperativos económicos dominantes, a la distribución de distintas funciones, en una dinámica que trataba, con mayor o menor éxito, de conjugar el desarrollo óptimo de las actividades productivas y el servicio a las necesidades básicas de la población.

La conquista de la complejidad industrial y modernizadora vasca: territorios, comarcas y modelos.

Con tener un carácter relevante, la “modernización de la Ría de Bilbao” no resume en sí misma toda la experiencia modernizadora vasca y de su entorno. A medida que se ahonda en su conocimiento, la constatación de su complejidad se hace más evidente y sus marcos de relación se abren a una amplia geografía.

La constatación de la existencia jerarquizada de las plurales “ciudades de la Ría” estimula el interés por ellas y, a partir de ellas, por conocer qué es lo que ocurre en las numerosas “ciudades intermedias” diseminadas a lo largo y ancho del País. Una amplia muestra de 16 localidades permite ahondar en ellas, en sus diversos comportamientos y dibujar un sugerente mapa de modulaciones[33]. Entre 1950 y 1975, el estos tres Territorios del País Vasco se manifiesta como un auténtico mosaico de coloraciones plurales.

Destacan, en primer lugar, aquellas “ciudades” de tradición industrial temprana y consolidada. Con un hinterland rural muy urbanizado, se caracterizan por el dominio de la familia nuclear y por el asentamiento de los valores de un laicismo creciente. En un segundo peldaño, se sitúan las “ciudades” de tradición industrial en proceso todavía de consolidación. Aunque dinamizadas también por la presencia industrial, mantienen todavía un diseño familiar con importante presencia de la troncalidad y se debaten entre los valores tradicionales y la apertura a la modernidad. Las poblaciones intermedias de la franja costera reivindican un tercer espacio propio. Asentadas en la actividad pesquera y, en menor medida, en la industria alimentaria (conservas), se apoyan en el eje articulador “abierto” de sus puertos. Su carácter peculiar se construye sobre la hegemonía indiscutida de la tipología familiar nuclear y se caracteriza por unas maneras igualmente distintivas de acceder a la modernización. Por último, y en el polo de permanencias más arraigadas, nos encontramos con poblaciones que mantienen durante tiempo un talante mixto en el que una tardía industrialización convive con un amplio entorno rural de carácter más tradicional.

Efectivamente; más allá de la Bizkaia de La Ría de Bilbao, existen “otras Bizkaias”[34]: la Bizkaia campesina, pero también la Bizkaia de larga tradición artesana y, después, de predominio de la pequeña y mediana empresa, o la Bizkaia de los pueblos costeros, mercantiles, pesqueros e industriales.

Pero los horizontes vascos apuntan más allá. Otras modernizaciones se hacen presentes en la rica e igualmente compleja realidad guipuzcoana. Su diversidad comarcal, e incluso local, y la especificidad paralela de sus procesos modernizadores exigen completar los contados estudios realizados hasta el momento[35]. Las ciudades medianas y pequeñas se especializan económicamente, lo que se traduce en que, en cada una de ellas, determinadas actividades productivas alcanzan un mayor peso frente al resto. Se pueden poner algunos ejemplos: Eibar y Soraluze-Placencia se especializan en el sector armero, Arrasate-Mondragón en el cerrajero y en la industria de línea blanca, Bergara en el textil y metalúrgico, Tolosa en el papelero, Donostia-San Sebastián, Zarautz y Deba en el turístico, etc.

En ello está el estudio que aborda los procesos modernizadores del Valle del Deba[36]. Su carácter intermedio en cuanto a la representatividad de la diversidad de los comportamientos modernizadores guipuzcoanos permite alcanzar una idea cabal de los modos y matices que componen unos cauces de modernización industrial específicamente distintos de los que definen a los vizcaínos. Estos parten de la eclosión poderosa y resuelta de un núcleo hegemónico centralizado y jerarquizado que se abre posteriormente hacia el resto del territorio de manera radial. Aquellos, de ritmo más contenido y paulatino, lo hacen, por el contrario, a partir de una pluralidad de ejes dinamizadores dispersos por la totalidad del territorio, poco o nada jerarquizados entre sí y que paulatinamente caminan hacia el encuentro. 

Y existen todavía otras realidades, otros contextos. El caso alavés  espera que se dé continuidad y amplitud al trabajo de A. Rivera sobre la ciudad de Vitoria[37]. El Valle medio y alto del Nervión ha merecido ya sus primeras aproximaciones[38]. Este análisis también se puede extender a otras ciudades de la red urbana cuyo centro económico-financiero es la Ría de Bilbao. Ello dejando respetuosamente de lado consideraciones y análisis referidos a un país que, definido con el máximo respecto a cualquier sensibilidad como Vasconia, Euskal Herria, Euskadi, País Vasco o País de los Vascos), es algo más que la suma de los tres Territorios que aquí se analizan.

Hacia un esfuerzo de categorización

En lo limitado de sus dimensiones geográficas, este “País Vasco” presenta una rica red de rutas que conducen hacia la sociedad industrial. Las formas y los ritmos plurales por los que llegan a la modernización industrial invitan a ir más allá de las simples referencias eruditas. Por ello, en este apartado conclusivo quisiéramos adelantar unas breves consideraciones teóricas a partir del contraste entre los dos “modelos” mejor analizados hasta el momento: el de la Ría de Bilbao y el que sintetiza las aproximaciones guipuzcoanas a la experiencia modernizadora urbano-industrial[39].

De carácter relativamente precoz, intenso, rotundo y centralizado, el primero crece sobre un soporte económico y humano de dimensiones sólidas y reconocidas. Con base en la exportación de su mineral de hierro, la Ría construye un modelo de desarrollo modernizador integral en el que se conjugan la presencia de una potente industria siderometalúrgica y naval, el desarrollo de una poderosa economía mercantil y financiera y la explosión de un capital humano llegado de muy distintas procedencias. Por otros derroteros y casi al mismo tiempo, determinadas comarcas guipuzcoanas protagonizan su propia experiencia modernizadora. De manera más contenida, desde focos dinamizadores plurales territorialmente diseminados y escasamente articulados y con un ritmo más sosegado, logran sacar rendimiento a capacidades menos deslumbrantes, de carácter más local y, en muchos casos, vinculadas a la actualización de viejas potencialidades. Se está gestando una manera propia de acceder a la modernización que sería analíticamente arriesgado tratar de comprender  y valorar desde la relación obligada al modelo de la Ría.

Curiosamente, llegado el momento final de su doble experiencia modernizadora, ambas rutas permiten alcanzar las mismas o muy similares cotas modernizadoras. Es posible medirlo a través de distintos indicadores: crecimiento demográfico, evolución de los modelos familiares, niveles de calidad de vida, modernización del tejido productivo y tasas de actividad, perfil de su capital humano, talante cultural, etc. El supuesto paradigma vasco de modernización no deja de ser una abstracción que pudo ser válida en un momento como punto de partida analítico, pero que se manifiesta incapaz de hacer comprensible la compleja red de modernizaciones que protagoniza el país.

Todo ello permite conectar con un debate de mayor calado: el que se cuestiona por el supuesto valor universal de determinados paradigmas. Con excesiva frecuencia se ha tratado de comprender, valorar y dictaminar sobre los procesos de desarrollo y modernización que experimentan las distintas sociedades a partir de su comparación con determinados casos que, a modo de profecías autocumplidas, se definen a sí mismos como referencias ineludibles. La mayor o menor adecuación a ellos ha sido la razón última desde la que se ha solido dictaminar sobre la modernidad y el éxito de las distintas experiencias. De este modo, el “modelo de la Ría”, merecería una consideración más benigna. Así parecería garantizarlo su mayor proximidad al paradigma industrializador británico. Por el contrario, el “modelo guipuzcoano”, caracterizado como más tardío, de menor entidad  y menos rupturista, se vería desplazado a un segundo plano. La realidad, sin embargo, pone de manifiesto la viabilidad efectiva de esta otra vía pretendidamente heterodoxa.

Ofrece, con ello, la oportunidad de recapacitar sobre la validez o no de los esquemas interpretativos de carácter maniqueo que, de manera necesariamente excluyente, clasifican los procesos modernizadores como precoces o como tardíos, como triunfadores o como inevitablemente fracasados. Permite, de este modo, entrar en la consideración sobre el papel que en este tipo de procesos desempeñan los esfuerzos innovadores de carácter épico y rompedor, los que viven de la difusión e imitación, pero, también, sobre el efecto transformador que le incumbe al trabajo más callado y cotidiano de las adaptaciones. Obliga a reflexionar sobre la relación existente entre el presente y el pasado, sobre el papel creativo de las continuidades y discontinuidades, de las capacidades y de las incapacidades adquiridas. Y, desde aquí, permite mirar a un futuro en el que las soluciones que se propongan no vengan necesariamente condicionadas por unas pautas o unos modelos a los que, con sospechosa facilidad, se les viene oficialmente reconociendo un valor de paradigmas universales.

Los procesos modernizadores no se producen en las esferas abstractas o en modelos de diseño, sino en el devenir cotidiano. Los cambios se hacen realidad en el seno de las sociedades y no aisladamente en uno cualquiera de los planos que componen el prisma social; mucho menos en mesas de laboratorio. Y en ellos juegan un papel crucial la pluralidad, los contrastes, las excepciones, las paradojas, las aparentes contradicciones e, incluso, los descubrimientos imprevistos e inesperados.

El acceso a la documentación y la posterior construcción de las bases de datos no son momentos de segundo orden en el proceso de desarrollo de un proyecto de investigación. Forman parte de su misma sustancia. Son, al mismo tiempo, fruto e inspiración de su propio diseño.

 

Notas

[1] Miembros del Grupo de Demografía Histórica e Historia Urbana del Departamento de Historia Contemporánea / Gauregungo Historia Saila, de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea.

[2] Este artículo se enmarca dentro de los resultados del Proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación HAR2010-18033 titulado: Flujos migratorios y cambios sociodemográficos. Diferencias internas: un análisis desde las ciudades intermedias del País Vasco, 1940-1975

[3] Vargas Ponze, 1805, p. 33.

[4] B. Brecht, 1935.

[5] Entendemos el alcance del concepto “modernidad” desde la perspectiva ilustrada entendida desde las “categorías sólidas” que reivindican los dictados de la razón humanista. Con el término “modernización”, hacemos referencia, por el contrario, a las distintas experiencias concretas— contradictorias y no pocas veces fraudulentas— con las que el mundo occidental dice estar cumpliendo con el compromiso “civilizador” acorde con aquellos principios.  Ver L. A. Costa Pinto, 1980, p. 145-152; J. A. Schumpeter, 1984, 2010; A. Touraine, 1993, 1994, 1997; A. Matterlart, 2000; I. Martínez Sauquillo, 2001; Z. Bauman, 1999; 2001; 2011; A. Maalouf, 2009; T. Judt, 2010; D. Rodrik, 2012; J. Fontana, 2013.

[6] En esta primera parte de la exposición nos limitaremos simplemente a apuntar estas líneas generales de desarrollo. En la tercera, las desarrollaremos de manera extensa, deteniéndonos en la explicación detallada de esta lógica expansiva y en la identificación precisa de cada uno de esos pasos. 

[7] García Pérez, 2007

[8]Cusidó i Vallverdúy Gil-Alonso, 2012, p. 29-68.

[9] González Portilla et al,  2003.

[10] Laslett, and Wall, 1972.

[11]van Leeuwen, et al., 2002.

[12]Estas categorías socio-profesionales son las siguientes:  0/1.- Professional, technical and related workers;  2.- Administrative and managerial workers;  3.- Clerical and related workers; 4.- Sales workers; 5.- Service workers; 6.- Agricultural, animal husbandry and forestry workers, Fishermen and hunters; 7/8/9.- Production and related workers, transport equipment operators and labourers.

[13] Urrutikoetxea Lizarraga, 1999, pp. 23-57.

[14] González Portilla et al., 2003.

[15] Urrutikoetxea Lizarraga, 1985 y 2000.

[16] González Portilla, 1981.

[17] Fusi Aizpurua, 1975; Olábarri, 1978; Corcuera,1979.

[18] A fin de evitar la pesadez característica de las listas bibliográficas exhaustivas, nos limitaremos a citar tan solo aquellos trabajos que consideramos más representativos o de mayor alcance dentro de cada uno de los ámbitos analíticos específicos a los que hagamos referencia.

[19] González Portilla, et al., 2001.

[20] González Portilla, et al., 2009.

[21] González Portilla, M. (dir.): “Flujos migratorios y cambios socio-demográficos. Diferencias internas. Un análisis desde las ciudades intermedias del País Vasco, 1940-1975”. MEC-HAR 2010/18033. 

[22] Pareja Alonso, 2000, p.431-448; Serrano Abad, 2002, p. 223-243; Bustillo Merino, 2005; González Portilla y Zarraga Sangroniz, 1998; González Portilla y Pareja Alonso, 2007, p. 15-71.

[23] Novo López, 1999, p. 77-115; Bustillo Merino, 2004, p. 283-310.

[24] Arbaiza Vilallonga, 1995, p. 65-97; Pareja Alonso, 1997.

[25] Montero García, 1990; y 1995.

[26] González Portilla y Zarraga Sangroniz, 1996; Pareja Alonso, 2005.

[27] Serrano Abad, 1999.

[28] González Portilla y Urrutikoetxea Lizarraga, 2005, p. 81-99.

[29] García Abad, 1999, p. 93-115; García Abad y Pareja Alonso, 2002, p. 301-326.

[30] García Abad, Pareja Alonso, y Zarraga Sangroniz, 2007, p. 23-58; Garaizar Axpe, 2008. Ruiz de Loizaga Vélez, 2011; González Portilla, M. et al., 2011, p. 311-341.

[31] Beascoechea Gangoiti, 2005.

[32] Beascoechea Gangoiti, 1995; Serrano Abad, 1993; González Portilla, et al., 2010, p. cit., pp. 31-365.

[33] Por orden alfabético, la muestra en cuestión está compuesta por las “ciudades intermedias” guipuzcoanas de Arrasate/Mondragón, Azpeitia, Bergara, Donostia-San Sebastián, Eibar, Errenteria Legazpi y Tolosa; las vizcaínas de Balmaseda, Bermeo , Durango, Lekeitio, Markina y Mungia; y las alavesas de Laudio/Llodio y Vitoria-Gasteiz.

[34] Serrano Abad, 1993.

[35] Castells Arteche, 1987; Luengo Teixidor, 1990; Gárate,  y Martín,  1995; Larrinaga, 1999; Barcenilla, 1999; Walton, 2003, p.:251-265.

[36] González Portilla y Urrutikoetxea, 2012.

[37] Rivera, 1992.

[38] Heredia Agorreta, 2008; Merino Zulueta, 2011.

[39] González Portilla y Urrutikoetxea Lizarraga, 2012.


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