Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796]
Nº 110, 5 de septiembre de 1998

EL ORINOCO: 500 AÑOS DE HISTORIA
Alberto J. Rodríguez Díaz y Francisco Escamilla Vera 


En este año de 1998 se cumplen 500 años del primer encuentro de los europeos con el gran río Orinoco. Al respecto, Pablo Vila señala: "El día 1º de agosto de 1498, cuando Colón, en su tercer viaje, costeaba la isla de Trinidad por el sur, rumbo al golfo de Paria, vio por primera vez tierra del continente sudamericano. Era un saliente del Delta del Orinoco, que corresponde actualmente a la Punta Bombeador, accidente avanzado entre los brazos Mariusa y Macareo. La abundancia de aguas dulces en aquel mar, le hizo suponer que provenía de un gran río procedente de "tierra infinita". No quedaba descubierto el Orinoco, pero se entrevió su existencia" (VILA, Pablo, 1960, p. 264).

Por su parte, Rafael de León A. y Alberto J. Rodríguez Díaz, en su obra El Orinoco aprovechado y recorrido también se refieren al conocimiento "indirecto" de ese gran río: "Intuyó el sagaz Almirante la existencia del gran río y así lo expresa con exaltación en la carta de relación de su tercer viaje (1498): "Cuando yo llegué a esta punta del Arenal, allí se hace una boca grande de dos leguas de Poniente a Levante, la isla de la Trinidad con la tierra de Gracia… Fallaron siempre cinco brazas de fondo y el agua muy dulce… y entonces conjeturé que los hilos de la corriente y aquellas lomas que salían y entraban en estas bocas con aquel rugir tan fuerte, que era pelea del agua dulce con la salada… no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo" (DE LEON y RODRIGUEZ DIAZ, 1976, p. 22).

Sin embargo, tuvieron que transcurrir más de 450 años para que con la expedición franco-venezolana a las fuentes del Orinoco se completara la exploración y conocimiento de su cuenca en su totalidad (RISQUEZ IRIBARREN, 1954).

Y con el desarrollo de los modernos sistemas de cartografía computarizada a partir de imágenes obtenidas desde satélites se logró fijar la frontera con el Brasil (que en su mayor parte pasa por la divisoria de aguas entre las cuencas del Orinoco y del Casiquiare por un lado y la del Amazonas por el otro) con mucha mayor precisión, lo que involucró una modificación territorial importante (de unos 4.440 Km2) y un nuevo trazado de algunos ríos en la parte sur del ahora Estado Amazonas, en especial, el de los ríos Mavaca y Siapa con sus afluentes. Estos cambios pueden observarse comparando las ediciones de 1969 y 1979 de los mapas del Atlas de Venezuela que publicó la Dirección de Cartografía Nacional (M.A.R.N.R., DIRECCION DE CARTOGRAFIA NACIONAL, 1969, 1979).

Bibliografía acerca del Orinoco. Aspectos generales

 No resulta sencillo agrupar la extensa bibliografía existente acerca del río Orinoco y su cuenca en temas coherentes, algo que pudiera servir de punto de partida para la investigación en los diferentes campos del conocimiento histórico y geográfico. En gran parte, esa dificultad se deriva de la falta de correspondencia entre la escala de las obras generales y los trabajos de investigación específicos: a menudo, las primeras no suelen hacerse con un sentido crítico que investigue la "filiación" y la calidad de los trabajos detallados que puedan servirles de fundamento. Stephen Jay Gould señala que: "The beauty of nature lies in detail; the message, in generality" (GOULD, 1989, p. 13), aunque creemos que la "esencia" de ese mensaje debe estar sustentada también por el detalle.

Hemos utilizado como base para la presente reseña bibliográfica, las recopilaciones hechas por Alberto J. Rodríguez Díaz en 1973 y 1975 (RODRIGUEZ DIAZ, Alberto J, 1973, 1975a, 1975b), a las que hemos añadido algunas obras importantes que han aparecido posteriormente.

La obra del ilustre bibliógrafo venezolano Manuel Segundo Sánchez (SANCHEZ, 1914, edición de 1964) y la valiosa labor bibliográfica de Pedro Grases (GRASES, 1968) han sido también fundamentales en la investigación bibliográfica que la presente reseña exigía, en especial, la que se nombra en primer término, excelente reseña de la bibliografía venezolanista hasta comienzos del presente siglo.

Otro libro fundamental acerca de la Historia del conocimiento del Orinoco es el de Eduardo RÖHL: Historia de las ciencias geográficas de Venezuela (1498-1948) que, aunque se refiere a la Geografía Histórica de todo el país, desarrolla numerosos aspectos acerca del conocimiento del gran río (RÖHL, 1990).

Las obras que se indican en los temas que se presentan a continuación son apenas una muestra más o menos representativa de cada uno de ellos y podrían considerarse como un punto de partida general que puede servir para iniciar un análisis más profundo y completo de dichos temas.

Obras generales 

Se incluyen aquí algunas obras que se han seleccionado entre las muchas que estudian el Orinoco desde puntos de vista relacionados con el conocimiento de su geografía e historia.

El primer tomo de la Geografía de Venezuela de Pablo Vila desarrolla los aspectos físicos de la Geografía de la cuenca del Orinoco de una manera a la vez amplia y detallada. A pesar de que han pasado casi cuarenta años desde que se editó esta obra, todavía tiene vigencia y, en algunos aspectos, no ha sido superada, como puede verse más adelante. Y el segundo tomo de la misma obra constituye el estudio más completo de la Geografía Histórica y Humana de toda Venezuela y, por ende, de la cuenca del Orinoco (VILA, Pablo, 1960, 1965). Otra obra fundamental de Don Pablo Vila es la de Visiones Geohistóricas de Venezuela, que representa una recopilación de trabajos de investigación sobre la Geografía Histórica de Venezuela, varios de los cuales se dedican al Orinoco y su cuenca (VILA, Pablo, 1969). Sin duda alguna, las obras de Pablo Vila, aunque se refieren a Venezuela en su totalidad, constituyen los trabajos de investigación más completos de la cuenca del Orinoco, tanto desde el punto de vista geográfico como del histórico.

El libro de J. A. De Armas Chitty acerca de la Guayana venezolana representa una buena introducción a la Historia relacionada con el Orinoco (DE ARMAS CHITTY, 1964).

El libro de Rafael de León y Alberto J. Rodríguez Díaz titulado El Orinoco aprovechado y recorrido dedica su primera parte al estudio de "El hombre en la cuenca del Orinoco" (DE LEON Y RODRIGUEZ DIAZ, 1976) la cual se divide en los siguientes temas: Los aborígenes, los conquistadores, los misioneros y religiosos, los contrabandistas y piratas, los libertadores, los exploradores y científicos, los ingenieros y los cartógrafos y geógrafos. El resto del libro se refiere a los siguientes temas: Rutas para el desarrollo de Venezuela, Rutas suramericanas de navegación interior, Recursos en la cuenca del Orinoco, El desarrollo industrial de Ciudad Guayana e Ideas y proyectos para el desarrollo y aprovechamiento de las cuencas del Orinoco, río Negro y Cuyuní. Cuidadosamente editado por la Corporación Venezolana de Guayana y el Ministerio de Obras Públicas, y muy bien ilustrado, constituye una referencia casi obligada en cualquier investigación que se emprenda acerca del Orinoco.

El número 45 de la Revista Bigott, correspondiente al segundo trimestre de 1998, constituye una edición especial titulada Orinoco Imaginario que incluye artículos como "El soberbio Orinoco de Jules Verne", "Tres tiempos en el espacio yanomami". "La fauna del Orinoco en los cronistas coloniales españoles", "El Orinoco pasa por Apure", "Fragmentos para armar un gran río" y otros, todos ellos, excelentemente ilustrados (FUNDACION BIGOTT, 1998). El primero de los artículos señalados hace referencia al hecho de que en 1998 se cumplen cien años de la primera edición de la novela El soberbio Orinoco, sobre la cual se habla más adelante. Este número de la Revista Bigott es excelente aunque presenta varios errores que debieron haberse corregido: en la página 63 se dice que "En 1536, Nicolás de Federmann... parte de la recién fundada Barquisimeto...". En realidad, partió de la ciudad de Coro, fundada unos 8 años antes, puesto que la fundación de Barquisimeto fue en 1552. Y en la página 66 se dice que "Diez días después, luego de explorar el golfo de Paria, la Boca del Dragón y la isla de Margarita, alcanza (Colón) la desembocadura del Orinoco". Al respecto, conviene aclarar que el itinerario de Colón se hizo en sentido inverso al que aquí se indica. Y en la página 70 no se menciona al Ventuari entre los afluentes importantes del Orinoco, siendo así que su caudal es similar al del propio Orinoco, debido a su amplia cuenca.

Publicaciones periódicas 

Si la cantidad de publicaciones científicas que desarrollan aspectos que se refieren al Orinoco es enorme, el número de revistas y otras publicaciones periódicas que han incluido artículos y estudios especializados acerca del gran río venezolano es todavía mayor y su investigación solo se justificaría para tratar de buscar fundamentos en el análisis de algún problema específico. Ello significa que no tiene mucho sentido incluir una lista, forzosamente parcial e incompleta, de publicaciones periódicas que han incluido trabajos sobre el Orinoco, puesto que ello solo serviría para comprobar que siempre ha existido mucho interés en todas partes del mundo en conocer los aspectos de interés económico o aquellos que son maravillosos, peculiares o exóticos de la cuenca de este gran río.

Por eso no debe extrañarnos que revistas como la Royal Geographic Magazine, la Scottish Geographic Magazine (1896 y 1903), la Deustchland Rundschau (1889), Ausland (1865, 1871), Asphalt Teerind. Zeit. (1905), Globus (1868, 1883, 1889), Zeitschr. Ges. Erdkunde (1858), Quarterly Journal of Science (1820), England Miner. Journal (1901), Scientific American, Life en Español, Journal of Sedimentary Petrology (1967), Edinburgh Review, Geographical Journal, National Geographic Magazine, Boletín de la Real Sociedad Geográfica y muchas otras, hayan publicado trabajos acerca de algún tema relacionado con el Orinoco. Y dentro de Venezuela, revistas especializadas importantes, como Vargasia, El Cojo Ilustrado, La Opinión Nacional, El Farol, la Revista Shell, (ya desaparecidas) y muchas otras vigentes o de épocas más recientes, como la Revista Nacional de Cultura, Antropológica, Líneas, Boletín de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, Acta Científica Venezolana, Revista de Fomento, el Boletín de la Sociedad Venezolana de Antropología, el Boletín Indigenista del Ministerio de Justicia, Scientia Guayanae del I.V.I.C. (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas), Boletín y Revista Técnica del M.O.P. (Ministerio de Obras Públicas), los Anales de la U.C.V. y muchas otras que sería prolijo señalar, también han tratado temas relacionados con el Orinoco. Mención aparte merece El Correo del Orinoco, del que se publicaron 128 números entre el 27 de junio de 1818 y el 23 de marzo de 1822 en la ciudad de Angostura, hoy Ciudad Bolívar, y que constituyó durante ese tiempo el portavoz oficial del gobierno venezolano y, por ende, el primer periódico publicado en territorio independiente de un país iberoamericano. En esos años tuvo lugar la campaña de la Nueva Granada, en la que el ejército de Simón Bolívar, remontando el Orinoco y el Arauca y tras la victoria de Boyacá, consiguió la independencia de lo que es ahora Colombia. A esta campaña se refiere el historiador Hiram Bingham a comienzos de siglo (BINGHAM, 1908). Algunos artículos de El Correo del Orinoco tienen gran interés desde el punto de vista geohistórico, como sucede con: "Derrotero-Navegación del Orinoco" (Nº 7, p. 3; Nº 8, p. 3); "Colonia inglesa en el Orinoco" (Nº 29, p. 4); "Misiones del Caroní" (Nº 31, p. 1); Censos del Alto Orinoco, Río Negro y Casiquiare" (Nº 56, p. 3; Nº 60, p. 3) y otros.

Por último, Mundo Nuevo, revista de Estudios Latinoamericanos del Instituto de Altos Estudios de América Latina, de la Universidad Simón Bolívar, dedica su edición de enero-junio de 1998 a la celebración del quinto centenario de la llegada de Colón a la Tierra Firme en su tercer viaje, con varios artículos acerca del Orinoco (BARANDIARAN, 1998; GEORGESCU, 1998) y sobre Humboldt (VERACOECHEA DE CASTILLO, 1998).

Tendría probablemente cierto interés el análisis de algunos artículos o trabajos de investigación con respecto al Orinoco realizados por geógrafos, historiadores o científicos muy conocidos ya que, en algunos casos, estos trabajos están al servicio de fines no estrictamente científicos, sino mas bien políticos, económicos o personales, pero ello quedaría fuera de los objetivos de la presente reseña. El artículo de Passarge, por ejemplo, resulta muy significativo en este sentido, ya que se refiere al viaje realizado por este geógrafo, comisionado por un sindicato alemán, para la adquisición de la finca "El Caura" con fines relacionados con su explotación (PASSARGE, 1903). Y Ratzel escribió una biografía de Philip von Hutt (o Hutten) a fines del siglo pasado, con el fin de resaltar la importancia histórica de los alemanes en el exterior: Hutten fue el último gobernador alemán de la provincia de Venezuela, decapitado por Juan de Carvajal cuando regresaba de una expedición que llegó hasta el Guaviare buscando infructuosamente "El Dorado" y Ratzel quería, hace más de un siglo, fundamentar desde el punto de vista histórico, unos "supuestos" derechos alemanes sobre el territorio venezolano o, al menos, justificar el interés de Alemania por Venezuela al que se refiere la obra de Herwig (HERWIG, 1991). Geógrafos famosos (además de Humboldt, Passarge y Ratzel ), como RITTER (1851), RECLUS (1893), HETTNER (1897), BECKER (1920), SAUER (1955) y otros han escrito partes de obras generales o artículos que se refieren a temas relacionados de alguna manera con el Orinoco.

Descripciones geográficas y relaciones de viajes

La recopilación bibliográfica realizada por María Luisa Ganzenmuller de Blay resulta muy apropiada para emplearla como punto de partida en el desarrollo de este amplio tema (GANZENMULLER DE BLAY, 1964).

Siglos XV y XVI.

Como se ha dicho, las primeras referencias al Orinoco aparecen en la relación del tercer viaje de Colón. Parece ser que ese primer contacto significó algo más que una simple intuición ya que involucró una percepción a través de los sentidos, incluyendo el oído: el ruido del agua dulce al sobreponerse a la del mar produce un rumor de un pequeño, pero continuo oleaje que en el Amazonas llaman "pororoca" y en el Delta del Orinoco "macareo", al igual que uno de los brazos o "caños" del Delta. Este nombre de macareo podría ser de origen indígena, aunque el Diccionario Enciclopédico Salvat le atribuye un probable origen portugués, tomado de las colonias de Portugal en el continente asiático, mientras que en la Enciclopedia Espasa-Calpe se hace referencia a los "vientos macareos". En todo caso, éste es un tema que requiere, como muchos otros de la cuenca del Orinoco, un proceso de investigación más detallado y profundo. Los primeros días de agosto corresponden a la época de mayor caudal del río Orinoco, lo que vino a acentuar la impresión que la magnitud del río en su desembocadura causó a los europeos hace cinco siglos. Es probable también que supieran interpretar el hecho de la coexistencia de varios ríos muy juntos entre sí de una manera correcta, por estar familiarizados en el Mediterráneo a las desembocaduras en forma de delta. Fray Bartolomé de Las Casas, que acompañaba a Colón en su tercer viaje y que escribió su Historia General de las Indias también hace una descripción de la desembocadura del gran río. No resulta fácil de entender el que Colón siguiera de largo ante el encuentro con este gran río, a no ser que aceptemos la tesis del historiador español Juan Manzano Manzano (MANZANO MANZANO, 1972), según la cual, la premura que tenía se debía a su deseo por llegar a la isla de Margarita, muy rica en perlas (que supuestamente ya conocía desde 1494) para tomar oficialmente posesión de ella. Al parecer, en 1494, Colón había tenido la ocasión de salir de la isla de Santo Domingo sin hacer ninguna relación de tal viaje. El conocimiento exacto del itinerario que tenía que seguir después de salir del Golfo de Paria (de la Tierra de Gracia, como fue denominada), nos da pie para pensar en la posibilidad de que dicha tesis haya sido realidad.

Los hermanos Pinzón penetraron en los brazos del Delta del Orinoco al año siguiente (1499) y en el mapa realizado por Juan de la Cosa, que viajaba en esa expedición, se nombra a la Boca de las Serpientes (entre el Delta y la isla de Trinidad) como Mar Dulce (VILA, Pablo, 1965). Desde el punto de vista geográfico y cartográfico, podría considerarse al trabajo de Martín Fernández de Enciso, editado en Sevilla en 1519 con el nombre de Suma de Geografía, como la primera obra sistemática en hacer referencia, no sólo al nombre de Venezuela, sino a la desembocadura del Orinoco en el mar ya que en ella también aparece con esa denominación de Mar Dulce (FERNANDEZ DE ENCISO, 1519, 1948).

Sin embargo, se considera "oficialmente" a Diego de Ordaz (compañero de Hernán Cortés en la conquista de México), como el primer descubridor y explorador del gran río en 1531y 1532, cuando lo remontó hasta la desembocadura del Meta y los raudales de Atures. El siglo XVI constituye, tanto en Venezuela como en otros países, el período de la Conquista, al cual hace referencia las obras de Fray Pedro de Aguado y de Fray Pedro Simón (AGUADO, 1581, edición de 1918; SIMON, 1626, edición de 1882). Los nombres de Jerónimo Hortal, Alonso de Herrera, Nicolás Federmann, Lope de Aguirre, Antonio de Berrío, Sir Walter Raleigh y muchos otros estuvieron ligados desde esta época a la exploración progresiva del gran río Orinoco (FERNANDEZ DE NAVARRETE, 1825; DE LEON y RODRIGUEZ DIAZ, 1976).

Los intentos de fundación de poblaciones por parte de Antonio de Berrío (San José de Oruña en Trinidad en 1592, Santo Tomé de Guayana a orillas del Orinoco, 1595) fueron los primeros en tener éxito, un éxito interrumpido por las expediciones de piratería de Sir Walter Raleigh en 1595 y 1617. Antonio de Berrío murió en 1597, pero dejó iniciada su labor colonizadora en la Guayana (OJER, 1960, 1966). La búsqueda de El Dorado, que había sido iniciada por los Welseres a partir de 1528, se convirtió en el objetivo fundamental de todas las expediciones de exploración y conquista del siglo XVI, como puede verse en una obra muy significativa del propio Sir Walter Raleigh (RALEIGH, 1595). Además de la búsqueda de El Dorado, la "cacería" de indios para llevarlos como esclavos a las Antillas (donde casi desaparecieron muy pronto porque, además de su escasez numérica, fueron los primeros en sufrir el impacto de la conquista, es decir, de los efectos de la guerra, de la esclavitud y, sobre todo, de la introducción de enfermedades desconocidas en América) se convirtió también en una consecuencia indeseable del proceso de conquista (JIMENEZ, 1986). La población indígena de la cuenca del Orinoco era más bien escasa a comienzos del siglo XVI, por lo que los efectos de la esclavitud indígena no fueron tan graves, además de que la intervención de Fray Bartolomé de Las Casas logró que se aboliera la esclavitud de los indígenas en una fecha relativamente temprana.

Siglo XVII

En el siglo XVII se consolidan las instituciones españolas en el territorio americano en general y se desarrolla considerablemente la creación de poblaciones fundadas por misioneros, algo que se va a prolongar en el siglo XVIII, que se acentuó en las tierras guayanesas del Orinoco con la llegada de los capuchinos catalanes. La introducción del ganado vacuno y caballar en los Llanos, considerablemente impulsada a partir de la fundación de San Sebastián de los Reyes a fines del siglo XVI, hizo posible la ocupación progresiva del espacio a través de la creación de Hatos o Fundos ganaderos, lo que vino a darle al poblamiento de esta región una característica algo distinta al que se venía produciendo en los Andes, en la región Norte y en las costas. Ello se debió a que, lo mismo que sucedía en la Pampa argentina, los recursos económicos y la población autóctona eran bastante escasos en los Llanos, por lo que la introducción de la ganadería significó una nueva actividad económica que le brindó también una nueva forma de vida, desconocida hasta entonces en América. Como consecuencia de ello, en el poblamiento de la región llanera el mestizaje fue menor que en otras partes y la población de origen peninsular, principalmente, de Castilla, Extremadura y Andalucía (los pobladores procedentes de las islas Canarias fueron aumentando en número en épocas más recientes durante la Colonia), fue superior, proporcionalmente, a la de otras partes, como se puede deducir del análisis de varias obras del historiador Virgilio Tosta (TOSTA, 1976, 1980, 1982) y en la Geografía de Venezuela de Pablo Vila, ya citada. Las obras de Fray Pedro Simón, (SIMON, 1626) y de Fray Jacinto de Carvajal, que se refirió al descubrimiento del río Apure (CARVAJAL, 1648) pueden considerarse como una referencia histórica de primera mano con relación a esta época.

Siglo XVIII

En el siglo XVIII prosigue la exploración de la cuenca del Orinoco, como puede verse en las obras de RIVERO (1736), GUMILLA (1740), CISNEROS (1764), DE LA CONDAMINE (1778), CAULIN (1779) y DE LA TORRE (1782-1783). En especial, la obra de Gumilla resulta fundamental para la comprensión histórica del Orinoco y constituye un libro enciclopédico y de un nivel científico bastante elevado, como señala DONIS (1986) al referirse al valor cartográfico de los mapas que contiene. En este siglo ya se había descubierto la comunicación entre el Orinoco y el Amazonas a través del Casiquiare, un hecho peculiar que el padre jesuita Manuel Román ya conocía por sus contactos con los portugueses que venían del Amazonas y que narra en su obra Descubrimiento de la comunicación del Orinoco con el Marañón y relación que hace el Padre Manuel Román de su viaje de Carichana al río Negro desde el 4 de febrero hasta el 15 de octubre de 1744 (DE LEON y RODRIGUEZ DIAZ, 1976, p. 28).

La primera edición de la obra Descripción exacta de la Provincia de Benezuela, de Joseph de Cisneros (CISNEROS, 1764) ha dado origen a un problema bibliográfico por el hecho de que en la portada se indica que fue impresa en Valencia, pero no se dice si es la Valencia venezolana o la española, lo que nos lleva a la interrogante de si existían imprentas en Venezuela antes de 1806, fecha en la que, según Humboldt, se introdujo la primera imprenta en Caracas por el francés M. Delpeche. La edición de 1912 de esta obra incluye una portada facsimilar de la edición original y el problema es discutido en la obra de Manuel Segundo Sánchez quien, después de exponer las opiniones distintas de varios escritores, se muestra inclinado a la idea de que se trataba de la Valencia venezolana (SANCHEZ, 1964, Tomo I, pp. 50-57).

Siglo XIX

Este siglo se inicia con las obras de HUMBOLDT y BONPLAND (1808-1834, 1956) y DEPONS (1806), obras enciclopédicas y de carácter monumental, que se complementan mutuamente y cuya comparación entre sí nos brindaría algunas respuestas y muchas interrogantes en torno al conocimiento científico del territorio venezolano (y americano en general) para la época. Estas obras vinieron a marcar una pauta con respecto al carácter de las expediciones científicas que se realizaron a lo largo del siglo XIX y gran parte del actual. De hecho, gran parte de los viajeros, naturalistas, pintores y exploradores que visitaron el territorio venezolano vinieron siguiendo las "huellas" de Humboldt, atraídos por las descripciones maravillosas y algunas veces exageradas o erróneas de sus obras. La obra de Carl Sachs podría citarse como un ejemplo de lo que se afirma, ya que este médico alemán vino para estudiar a los tembladores (los gimnotos de los Llanos) que habían sido descritos por Humboldt varias décadas antes. Los resultados del viaje de Sachs fueron la obtención de varios ejemplares de tembladores que se llevó de regreso a Alemania y la edición de un libro en donde se narra la vida venezolana con un enfoque crítico (y racista en cierto sentido), pero que casi no aporta nada nuevo desde el punto de vista científico, como señala el Dr. José Izquierdo en el prólogo de la traducción que hizo de la obra (SACHS, 1879, traducción al castellano de 1979). Bellermann viajó durante varios años por el territorio venezolano atendiendo una solicitud del propio Humboldt para que pintara los paisajes que éste había descrito y el resultado fue una estupenda colección de óleos que parecen casi fotografías a color de la exuberante naturaleza venezolana (BELLERMANN, 1894, 1977). La fundación de la Colonia Tovar con un grupo de colonos alemanes, iniciativa de Agustín Codazzi, sirvió para que muchos científicos y exploradores de Alemania (Alexander Benitz, autor de los grabados del Atlas de Venezuela de Codazzi, Karl Moritz, Ferdinand Bellermann, Anton Goering, Carl Ferdinand Appun, etc.) vinieran a establecerse temporal o definitivamente en ella y realizaran una obra de gran interés acerca de la naturaleza intertropical del territorio venezolano. A ellos hace referencia el libro de Eduardo Röhl Exploradores famosos de la Naturaleza venezolana (RÖHL, 1948).

Entre muchas otras publicaciones que se refieren al Orinoco y que se escribieron en el siglo XIX merecen citarse las de BOLINGBROKE (1807), DAUXION-LAVAYSSE (1813), BOUSSINGAULT (1825), WICKHAM (1827), THIRION MONTAUBAN (1846), LEVEL (1847), MICHELENA y ROJAS (1859), ERBACH (1892) y BRISSON (1896). La obra de Bolingbroke no presenta mayor interés salvo por el hecho curioso de que exponía al Gobierno británico la conveniencia de enviar un ejército a conquistar la orilla occidental del Orinoco, para aprovechar los acontecimientos de Caracas con el proyecto independentista de Francisco de Miranda. En cambio, las de Dauxion-Lavaysse, Boussingault y, sobre todo, la de Francisco Michelena y Rojas representan obras fundamentales en cuanto al tema de la comprensión histórica del Orinoco, las dos primeras, en el campo de las ciencias naturales y la tercera, en el de la exploración sistemática del territorio. Jorge Brisson, ingeniero francés al servicio del gobierno colombiano hace referencia a los Llanos colombianos en su obra sobre el Casanare (conviene aclarar que, aunque los Llanos del Orinoco se extienden en los territorios tanto de Colombia como de Venezuela, esta denominación de Llanos del Orinoco hace referencia, en el lenguaje común, sólo a los Llanos venezolanos, mientras que la porción llanera de Colombia recibe el nombre de Llanos del Casanare, por ser éste el nombre de uno de los ríos de dicha porción). Mención aparte merecen las obras de Hermann Karsten y Wilhelm Sievers en los campos de la Geología y de la Geografía Física y, especialmente, la de Adolfo Ernst, quien supo exponer y divulgar la más amplia información cultural de la época a través de centenares de artículos y trabajos científicos de todo tipo, de los que apenas se han seleccionado como muestra dos que están relacionados directamente con el tema de la presente reseña (KARSTEN, 1886; SIEVERS, 1896; ERNST, 1885, 1891).

Siglo XX

En el siglo XX cambian ligeramente los propósitos de muchos de los viajes de exploración y de investigación que se realizan en la cuenca del Orinoco. Las exigencias del extraordinario desarrollo científico, y en especial, de las ciencias naturales, hacen que muchas de las expediciones que utilizan los nuevos medios de transporte y comunicación, reduzcan la escala temática de la investigación y amplíen, en consecuencia, la riqueza del detalle que se puede lograr a través de ellas. Este cambio de enfoque, que ya se había iniciado en la segunda mitad del siglo XIX (por ejemplo, la obra de PATDUILLARD y GAILLARD, 1889, acerca de los champiñones del Orinoco) puede verse en muchas de las obras que se nombran en la presente reseña, como sucede con la de Eugène André Un naturalista en las Guayanas (ANDRE, 1904), en la que, a pesar de un título tan general, enfatiza sólo dos aspectos del tema: la ornitología y la descripción de las orquídeas de la región. Estos cambios en la escala o perspectiva de trabajo son los que ponen de relieve el valor de las iniciativas que, como la de Pablo Vila, tratan de ofrecer una visión mucho más integradora y completa del conocimiento del territorio venezolano.

La cuenca del Orinoco y las ciencias naturales durante el siglo XX

Vegetación

Son muy numerosas las obras generales y específicas del siglo XX que tratan acerca de las ciencias naturales en la región del Orinoco o de algún aspecto de las mismas. A manera de ejemplo podemos citar en el campo de la Botánica, las de MAGUIRE y PHELPS (1951), ARISTIGUIETA (1954), DUNSTERVILLE (1956, acerca de las orquídeas de la Guayana venezolana), GEORGE (1988, sobre la tesis de que la erosión de los "tepuyes" o mesetas de la Guayana ha dado origen a la formación de "islas en el tiempo" en la historia de la evolución de las especies vegetales), NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIETY (1989, con la misma tesis de Uwe George), Jesús HOYOS, de la Sociedad de Ciencias Naturales de la Salle, autor de numerosas obras excelentemente escritas e ilustradas acerca de la flora venezolana (aunque no es la más representativa, se cita como ejemplo, su obra de 1985 sobre La Flora emblemática de Venezuela), PITTIER (1926, 1939, 1972), STEYERMARK (1962), TAMAYO (1972) y WILLIAMS (1942).

Con relación a la tesis de las "islas en el tiempo", y sin ser especialistas en el tema, creemos que el atractivo de la misma está en su simplicidad, pero una lectura de la exposición de GOULD, en la obra ya citada, nos mostraría que la evolución de las especies es algo mucho más complejo, por lo que la interacción que se presenta de unas mesetas a otras y entre ellas y las zonas más bajas es mucho más intensa de lo que parece ser cuando estamos hablando de períodos geológicos del tiempo.

Henri Pittier, geógrafo de la Universidad de Lausana (Suiza), desarrolló una larga e intensa actividad científica en Venezuela en el campo de la Botánica y del estudio, dentro de la Geografía, de los llamados pisos de vegetación, es decir, del efecto orográfico sobre las especies vegetales en el medio intertropical. Su principal colaborador y seguidor de los estudios tan amplios de la Botánica en Venezuela fue Francisco Tamayo, con una fecunda labor de investigación en la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales y de quien se citan dos obras, una que desarrolla las características de la vegetación de Los Llanos (1972) y otra, más general, que se refiere a la región de la Guayana venezolana (s.f., c. 1980).

Fauna

En el estudio de la fauna pueden citarse, entre muchas otras, las obras de MOSQUEIRA MANZO, acerca de las tortugas del Orinoco (1945), HITCHCOCK (1948, relatos de una expedición naturalista, con énfasis en el estudio de las aves), YEPEZ (1972), sobre la fauna venezolana en general, PHELPS, que desarrolla el estudio de las aves (1979) y RAMO y AYARZAGUENA (1985), sobre la fauna general de los Llanos.

La fauna de la cuenca del Orinoco es muy rica en especies, especialmente en cuanto a aves se refiere. Los Llanos del Orinoco constituyen una de las zonas más ricas del mundo en este sentido y, literalmente, como se señala en libros con excelentes fotografías y en folletos turísticos, Venezuela es un paraíso de aves: garzas, corocoras, flamencos, loros, guacamayas y tucanes, aves de presa y muchos otras especies son muy abundantes en los Llanos (FERRARO y LENTINO, 1992). El Orinoco y sus afluentes también tienen una gran variedad de especies acuáticas, como el delfín del Orinoco (que en el lenguaje popular recibe el nombre de "tonina"), el manatí, el perro de agua y otros, entre los mamíferos; entre los reptiles, la anaconda, la tortuga arrau y la matamata, esta última de un aspecto sumamente extraño (VARESCHI, 1959), los caimanes, las babas (similares a los caimanes, pero de tamaño más pequeño) y otras especies. Y con respecto a los peces, entre más de 300 especies identificadas en el río Orinoco, podemos citar muchas de interés económico, como el valentón o lau-lau (que es una especie de bagre que alcanza más de dos metros de longitud y es de carne muy apreciada), la curvinata, la palometa, la zapoara, la cachama, el caribe (piraña) y muchas otras especies, algunas de las cuales se están criando en lagunas o en los propios ríos (NOVOA y RAMOS, 1978). La pesca fluvial sobrepasó las 37000 toneladas en 1994 en el territorio venezolano de la cuenca del Orinoco (más de 15000 toneladas en el Estado Apure), sin incluir las capturas realizadas en el Estado Delta Amacuro, porque parte de las mismas se obtienen en el océano Atlántico (OCEI, 1996, p. 279). Los animales acuáticos son más abundantes en el Orinoco y en los afluentes de la margen izquierda que en los afluentes guayaneses del gran río (es decir, los afluentes de la margen derecha). Los monos aulladores (araguatos) abundan en las llamadas "matas" de los Llanos (áreas de selva en los lugares más húmedos de la sabana). La danta o tapir, el oso hormiguero, la pereza (o perezoso), el chigüire (el roedor de mayor tamaño del mundo, que en Brasil recibe el nombre de capibara) y muchas otras especies también abundan en la cuenca del Orinoco.

Ecología

Con relación a los temas ecológicos podrían citarse numerosas obras, por ejemplo, las de EWEL y MADRIZ (1968), acerca de las zonas de vida en Venezuela; la de la FUNDACIÓN DE EDUCACION AMBIENTAL (1983), sobre los amplios Parques Nacionales venezolanos; la de GONZALEZ, V.C. (1987), sobre la palma moriche (Mauritia flexuosa), tan útil en la cultura indígena; la de WEIBEZAHN, ALVAREZ, y LEWIS, editores (1991), que estudia integralmente a la cuenca del Orinoco como un ecosistema y el ensayo de MARAVEN (1985), acerca del deterioro ambiental en Venezuela . Sin embargo conviene señalar aquí, que la visión tan negativa acerca de la ecología y sobre el impacto de los seres humanos en el paisaje que se describe en alguno de los trabajos de MARAVEN, debería ser matizada en el caso de Venezuela, donde se ha destinado una gran parte de la superficie del país al establecimiento de parques nacionales y de otras Areas Bajo Régimen de Administración Especial (A.B.R.A.E.). Cuando se vuela en avión sobre los Llanos, pueden identificarse los pueblos y ciudades como verdaderos oasis de vegetación en medio de la sabana donde pastan millones de cabezas de ganado, y centros urbanos que permanecen desde hace siglos casi completamente cubiertos por una capa de árboles sembrados por sus habitantes a partir del momento de su fundación, que constituyen los centros de una transformación del espacio que, en su mayor parte ha sido, y sigue siendo, muy positiva.

Las misiones y los estudios indigenistas

Entre los estudios sobre la labor misionera que se refieren a la cuenca del Orinoco pueden citarse los del BUENO (1933), VEGAMIAN (1944), ARMELLADA (1960) y COCCO (1972). El segundo de ellos forma parte de una obra más amplia que enfatiza la labor de los misioneros capuchinos, primero castellanos y después catalanes, en el Orinoco, pero que desarrolla también aspectos históricos del área a partir de 1498. La obra de Armellada hace referencia a la labor de los capuchinos durante los siglos XVII, XVIII y XX. Como podrá observarse, no se nombra el siglo XIX ya que en 1817, los últimos misioneros del Caroní murieron fusilados en Caruachi, en uno de los hechos más lamentables de la Guerra de la Independencia. Más de cien años después (en 1919), los capuchinos reanudaron su acción misionera en Tucupita, en el Delta del Orinoco. La obra del sacerdote salesiano de origen italiano, Luis Cocco, se refiere a la labor misionera entre los yanomamos, indígenas localizados a ambos lados de la frontera brasileño-venezolana.

Entre las numerosas investigaciones acerca de los indígenas de la cuenca del Orinoco pueden citarse las de ACOSTA SAIGNES (1961), sobre Etnología antigua de Venezuela, la de CARDONA (1945) sobre lenguas indígenas, la de LAYRISSE y WILBERT (1966), sobre los grupos sanguíneos de las sociedades indígenas y la de WILBERT, sobre los indios de la región del Ventuari (1963). La primera de las obras ha servido de base para la preparación de la mayoría de los trabajos acerca de la población indígena venezolana durante la época prehispánica, como sucede, por ejemplo, con el Atlas de Venezuela de la Cartografía Nacional (M.A.R.N.R., 1969, 1979). Sin embargo, desde el punto de vista geográfico podrían señalarse muy serias reservas, e incluso críticas, tanto al señalamiento de la horticultura como modo de vida de los otomacos, grupo indígena localizado en el ángulo formado por la confluencia del Apure con el Orinoco, como a la delimitación de un área muy amplia extendida desde la península de Paraguaná hasta el río Meta como una región "homogénea" desde el punto de vista de la población indígena y de su cultura. La localización de los otomacos coincide con un área de inundación en la época de lluvias, que se cubre de depósitos de arena procedente del Orinoco durante la época de sequía, como nos indica el nombre de dos poblaciones del área (La Arenosa y Los Médanos), área a la cual se hace referencia en el tema que se identifica más adelante como "Problemas geográficos e históricos del Orinoco". El propio Pablo Vila, en el segundo tomo de la Geografía de Venezuela, señala la precariedad del modo de vida de los otomacos quienes, por las dificultades geográficas del medio donde vivían, tan solo se dedicaban a la pesca y a la recolección (VILA, 1965, pp. 238-239), por lo que prácticamente, la horticultura resultaba imposible de desarrollar.

Podríamos considerar a Félix Cardona Puig como el explorador más importante de la Guayana venezolana de todos los tiempos. Nacido en Malgrat (Barcelona, España) en 1903, comenzó a realizar expediciones (simples excursiones según su entender) a las selvas guayanesas en 1927, en compañía de Joan Mundó, quien ya tenía varios años conociendo esta amplia región de Venezuela. Pasó casi toda su vida en la Guayana venezolana, caminando, conviviendo con los indígenas y aprendiendo sus lenguas, buscando diamantes para "financiar" su modo de vida, colaborando con el gobierno venezolano en la fijación de las fronteras y realizando muchas otras actividades. Miembro honorario de la American Geographical Society, colaboró con Pablo Vila en la preparación de sus trabajos geográficos. Fue el verdadero descubridor del Auyantepuy, del Chimantá, del Salto Angel y de muchas otras áreas y ya en 1934 había solicitado la ayuda de la Generalitat de Catalunya para realizar un proyecto de exploración integral de la cuenca del Orinoco, ayuda que no pudo obtener por los sucesos del seis de octubre en Barcelona, por lo que regresó a Venezuela y siguió las exploraciones por su cuenta. Más de dos docenas de especies vegetales y animales llevan ahora el nombre de Cardona.

Las ciencias geográficas

Ya nos hemos referido a las obras de Gumilla y Ballin en el siglo XVIII. En el siglo XIX, además de la de Humboldt y Bonpland, pueden citarse, entre muchas otras, las de Depons, CODAZZI (1841), MICHELENA Y ROJAS (1867), LANDAETA ROSALES (1896), Sievers y Ernst (ya señaladas), por lo que sólo faltaría señalar algunas obras del siglo actual que desarrollan diversos aspectos geográficos de la cuenca del Orinoco.

Geografía

En épocas recientes, Leví Marrero, en su texto titulado Venezuela y sus recursos (MARRERO, 1964) desarrolla muy bien los aspectos geográficos, tanto de la Guayana venezolana como de los Llanos. Muchos de los mapas morfográficos que contiene fueron elaborados por Erwin Raisz, lo que hace más atractiva la obra, a pesar de algunas fallas menores (como el hecho de que en el mapa del Estado Apure no se representa la extensa zona de dunas que existe en lo que es ahora el Parque Nacional Santos Luzardo, que constituye un ecosistema único en el mundo).

La obra de CARDENAS (1985), aunque se refiere a la Geografía Física de toda Venezuela, presenta una exposición de la Guayana y de los Llanos venezolanos muy completa y sólida desde el punto de vista geográfico, a pesar de algunos errores, seguramente involuntarios, que pueden verse en la identificación de varias ilustraciones. CUNILL (1985) se refiere a los Recursos y territorios en la Venezuela posible, con una visión positiva del medio intertropical, la cual resulta tan necesaria para un país como Venezuela, cuyos suelos (por poner un ejemplo) no pueden evaluarse con los criterios edafológicos y climáticos de un agricultor del "Corn Belt" del Medio Oeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Debemos tener en cuenta que en los suelos más pobres y rocosos de la Guayana venezolana pueden crecer y prosperar muchas plantas, desde especies autóctonas como el merey (anacardium occidentale), tan valioso por sus semillas y que crece espontáneamente en auténticos pedregales (y también la piña y muchas otras plantas de cultivo), hasta cultivos alóctonos como la "patilla", nombre que recibe en Venezuela la sandía. En resumen, se trata de sustituir una visión determinista y negativa que subestima la capacidad productiva del medio intertropical o que lo interpreta con un enfoque obsoleto (por ejemplo, LEE, 1968) por otro punto de vista más positivo, realista y objetivo.

Algunos libros recientes se refieren a ciencias geográficas específicas, como es el caso de la Geomorfología (GOVEA DE CARPIO, 1974) o el de la Morfodinámica de las costas, tan interesantes en el Delta del Orinoco (LARA, SUAREZ Y MARCUCCI, 1997). Y otras se refieren al estudio geográfico de las distintas regiones venezolanas, como es el caso la Geografía de la región de Guayana de Rodolfo HERNANDEZ (1985) o la Geografía de la Región de Los Andes, de Orlando VENTURINI (1983), que se cita aquí porque esta región incluye al Estado Barinas y parte del Estado Apure, que forman parte de los Llanos venezolanos y, por ende, de la cuenca del Orinoco.

Cartografía

En el tema que se refiere a la Cartografía Histórica puede analizarse, como punto de partida, la selección publicada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia de mapas del territorio venezolano editados entre 1635 y 1946 (INSTITUTO PANAMERICANO DE GEOGRAFIA E HISTORIA, 1946). La recopilación bibliográfica hecha por Alberto J. Rodríguez Díaz en 1975 incluye un gran número de mapas de la cuenca del Orinoco existentes en el Archivo General de Indias de Sevilla, el Museo Naval de Madrid y en otras instituciones (RODRIGUEZ DIAZ, 1975b). La obra de Iván Drenikoff, Jefe de la sección de Libros Raros y manuscritos de la Biblioteca Nacional, acerca de Impresos y mapas antiguos de Venezuela (DRENIKOFF, 1975) y la obra más reciente de GONZALEZ OROPEZA (1983) resultan también fundamentales acerca del tema y se refieren a la Cartografía Histórica, aunque no solo del Orinoco, sino de toda Venezuela.

La Cartografía actual puede considerarse representada, entre muchas otras, en las obras del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (por ejemplo, M.A.R.N.R., 1979), organismo del cual depende ahora la Dirección de Cartografía Nacional, en el Atlas de la Corporación de Desarrollo de la Región Sur (CODESUR, 1973), y en el Atlas de Petróleos de Venezuela S. A. titulado Imagen Espacial de Venezuela (PEDEVESA, 1992), que ya se ha citado.

Hidrografía.

Los temas hidrográficos de la cuenca del Orinoco son sumamente complejos y presentan problemas que requieren un mayor grado de reflexión y de investigación en adición a lo que se ha realizado hasta la fecha. Entre estos temas podemos citar la asimetría territorial de la cuenca que se debe a la disposición territorial de las tres grandes formas del relieve de la América del Sur, es decir, de los Andes, los Llanos y el Escudo de Guayana (hay que recordar que Venezuela es el único país latinoamericano que tiene en su territorio parte de esas tres grandes formas regionales del relieve), la propia asimetría del Delta (señalada por VILA, Pablo 1960), el régimen fluvial del Orinoco y de sus afluentes, las posibilidades hidráulicas de los saltos y raudales del propio Orinoco y de los ríos de la margen derecha, los fenómenos cársticos en la cobertura sedimentaria constituida por las areniscas de la Formación Roraima, los problemas y posibilidades de navegación, etc.

Entre los estudios específicos dedicados a la hidrografía de la cuenca del Orinoco podemos señalar, entre otros, los que se dedican a las mediciones del caudal (SIFONTES, 1926, 1947; ALVAREZ, 1964; M.O.P., 1972), a la navegación, al Delta del Orinoco (ERBACH-ERBACH, 1892; FREILE, 1963), al descubrimiento y exploración de las fuentes y del curso superior del Orinoco (RISQUEZ IRIBARREN, 1954; ANDUZE, 1960; CONTRAMAESTRE, s.f., c. 1962), al río Negro (TAVERA ACOSTA, 1906; JAHN, 1909; HAMILTON RICE, 1921), al río Casiquiare (STERN, 1954; VARESCHI, 1959), al Ventuari (VINCI, 1956; WILBERT, 1963), al Caura (CHAFFANJON, 1895-97; WILLIAMS, 1942), al Apure (RODRIGUEZ DIAZ, 1975 y 1980), al Inírida (MONTOLIEU, 1913), al problema de la coloración de las aguas (ríos de aguas blancas y de aguas negras), un problema tratado por Humboldt y Bonpland a comienzos del siglo XIX y, entre otros muchos, por REINDL a comienzos del actual (1903) y, más recientemente, por VARESCHI (1959) y por Pablo VILA (1960). Existen muchos informes especializados acerca del río Orinoco que sería prolijo señalar (y prácticamente imposible) y que pueden consultarse en algunas instituciones oficiales del gobierno venezolano, como es el caso, entre otras, del antiguo Ministerio de Obras Públicas (que forma parte ahora del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales), el Ministerio de Energía y Minas, COPLANARH (Comisión de Planificación Nacional de los Recursos Hidráulicos), el Instituto Nacional de Canalizaciones y, sobre todo, de la C.V.G. (Corporación Venezolana de Guayana). Para finalizar, conviene resaltar dos obras muy interesantes de Alfred ZINCK publicadas en 1985, que se refieren a los ríos de toda Venezuela.

Hidráulica, Ingeniería y Navegación

Este es un tema muy amplio, como todos los demás que se han resumido, por la diversidad de problemas que se plantean en una cuenca tan extensa y porque la comunicación con el Amazonas, hace que esos problemas trascienden a la extensión de dicha cuenca.

Los trabajos de BROWN (1905); del U.S. ARMY CORPS OF ENGINEERS (1943, 1949), ARCILA FARIAS (1961); M.O.P.-I.N.O.S. (1971); M.O.P. (1972); STERN (1954); DE LEON, RODRIGUEZ DIAZ y PAZ-CASTILLO (1974) y muchos más, podrían incluirse como ejemplos en lo que se refiere a estos temas.

Fronteras

Los temas que se relacionan con los límites y fronteras, así como los problemas limítrofes y de las zonas fronterizas, son demasiado extensos como para tratarlos aquí con cierta amplitud. El punto trifinio de la frontera entre Venezuela, Colombia y Brasil se encuentra en el río Negro, frente a la Piedra del Cocuy, no en la propia Piedra del Cocuy, como aparece en algunas obras (por ejemplo, en GEORGESCU, 1998, pp. 71-72), ya que ella se ubica enteramente en territorio venezolano. De este punto, y después de dos breves líneas rectas, la línea fronteriza sigue la divisoria de aguas entre las cuencas del Casiquiare y Orinoco en Venezuela por un lado, y la del Amazonas por el otro. En esta línea divisoria establecida (de manera aproximada) a mediados del siglo XVIII con la expedición de límites de Iturriaga y Solano (BECKER, 1920; RAMOS PEREZ, 1946; AMEZAGA, 1963) no se han presentado muchos problemas limítrofes porque la divisoria de aguas puede establecerse con gran exactitud. En cambio, las fronteras con Colombia se encuentran en parte en algunos ríos de los Llanos Bajos que suelen tener modificaciones del curso, lo que ha ocasionado algunos problemas. La obra de Alberto J. Rodríguez Díaz Fronteras de Venezuela constituye un material didáctico complementario para su uso en las escuelas venezolanas, con una presentación objetiva del tema que incluye una buena bibliografía y un amplio apéndice documental (RODRIGUEZ DIAZ, 1995). Varios libros de Rubén Carpio Castillo, geógrafo, discípulo de Pablo Vila, ex-embajador de Venezuela en España, Canadá y las Naciones Unidas, recientemente fallecido, también se refieren al tema de las fronteras venezolanas (CARPIO CASTILLO, 1974, 1981).

Colonización e inmigración

Resulta un hecho interesante que fuera el Padre Bartolomé de Las Casas, obispo de Chiapas, el primero en sugerir un proyecto de inmigración y colonización para la cuenca del Orinoco, como señala, entre otros autores, Manuel José Quintana en su obra Vidas de españoles célebres, al referirse a la "Contrata" de Las Casas con el Rey sobre el establecimiento de Colonias agrícolas en el Nuevo Continente (QUINTANA, 1833). También el Padre Gumilla ideó un proyecto de inmigración para el Orinoco en 1739 (RAMOS PEREZ, 1958).

Los proyectos de inmigración con población irlandesa y de otros países europeos en la cuenca del Orinoco no fueron muy exitosos en el siglo pasado (THE LONDON VENEZUELAN MUTUAL EMIGRATION SOCIETY, 1869; PERAZZO, 1982). Correspondía a una idea de la época expresada por el lema de Domingo Faustino Sarmiento de que "Gobernar es poblar" y que se manifestó en la expansión del Brasil con el movimiento de los "bandeirantes" y en Argentina, con la colonización de la Pampa. Pero el medio intertropical en la cuenca del Orinoco no resultó tan favorable para proyectos semejantes y sólo algunas poblaciones del Norte del país (fuera de la cuenca del Orinoco), que recibieron inmigrantes canarios y el caso muy particular de la Colonia Tovar, con colonos del Sur de Alemania, tuvieron éxito. Muy diferente es el caso de algunas colonias agrícolas creadas después de la segunda guerra mundial en la cuenca del Orinoco, como la de Turén (con inmigrantes principalmente italianos y de otros países europeos), la de Chirgua (donde parte de los colonos que se establecieron procedían de la Valencia española, al igual que en otras colonias del Norte del país, para desarrollar el cultivo de la naranja), en la Unidad Agropecuaria del Guárico, en Calabozo, donde se ha venido desarrollando el cultivo del arroz desde hace casi medio siglo y en otras partes, donde el éxito se ha manifestado con el desarrollo económico de las mismas (especialmente en el caso de Turén). El caso de la población principalmente trinitaria que se instaló en torno a las minas de oro de El Callao es distinto, ya que se trató de una inmigración espontánea para una actividad muy específica.

Recursos naturales

Los aspectos que se refieren a los recursos naturales en la cuenca del Orinoco también constituyen un tema cuya investigación exigiría un esfuerzo considerable y que escapa, por su amplitud, a las posibilidades de la presente reseña. La bibliografía que existe en las instituciones oficiales (como en la Corporación Venezolana de Guayana o el Ministerio de Energía y Minas) acerca de los recursos minerales de la Guayana venezolana, como es el caso del hierro, manganeso, oro, diamantes, caolín, granito, bauxita, petróleo (en la faja bituminosa del Orinoco) y otros, es considerable y se debe seguir organizando de manera sistemática con el fin de facilitar la investigación de los temas relativos al Orinoco, para que no se tenga que comenzar siempre desde el principio y con medios excesivamente limitados. Entre los recursos naturales renovables, la siembra de pinos "Caribe" en una extensa superficie de miles de Km.2 del sur del Estado Monagas y del S.E. de Anzoátegui constituye un proyecto muy interesante que emprendió la C.V.G. hace varias décadas y que hace uso de unos suelos de escasa utilidad para el desarrollo de los cultivos y de la ganadería con el empleo de una especie de coníferas originaria de las Antillas (recordemos el nombre de la isla cubana de Pinos) y de la América Central, por lo que procede de un medio casi idéntico desde el punto de vista ecológico.

Manifestaciones artícsticas del la cuenca del Orinoco 

Este es un tema interesante y que se podría sintetizar en la cuestión de si existe, o no, un arte propio, peculiar, en una zona o área geográfica determinada. La respuesta parece ser afirmativa, sobre todo, cuando nos referimos a una literatura o música de épocas ya pasadas, que reflejan un determinismo geográfico que estaba vigente en la sociedad y que se puso de relieve en las novelas de Rómulo Gallegos, como es el caso de Canaima, que se desarrolla en las selvas de la Guayana venezolana en la época histórica de la explotación del caucho, de Doña Bárbara, ambientada en los Llanos ("la vida en el Llano es como un péndulo que va de la sequía a la inundación"), de La Trepadora (GALLEGOS, 1925, traducción al italiano de Michele Castelli, s. f., c. 1973) y de varias otras, o como sucede con la literatura de procedencia indígena (PERAZA, 1946) y la música llanera, tal vez la más representativa y hasta emblemática de Venezuela, en la que los temas relativos al paisaje (los ríos, el clima, la sabana, la vegetación, los animales; el modo de vida del llanero, con los cantos de ordeño y las faenas agropecuarias) y a la vida bastante solitaria y hasta romántica en esta parte del país resultan fundamentales y predominantes. Pero algunas veces, ciertas manifestaciones artísticas no se explican fácilmente: siempre nos llama la atención el hecho de que el Orinoco sea motivo de inspiración de películas, libros o composiciones musicales en los que esa orientación determinista del medio geográfico no resulta tan relevante, como sucede, por ejemplo, en la novela de Daniel Defoe Robinson Crusoe, ambientada en una isla del Delta del Orinoco; la de Sir Arthur Conan Doyle El mundo perdido; la película Green Mansions, basada en una novela de William Henry Hudson con el mismo título; el folklore afro-caribeño del "Calipso de El Callao", que responde a la inmigración de trinitarios que se establecieron en esta población para trabajar en las minas de oro en la segunda mitad del siglo XIX; la composición musical de Enya "Orinoco Flow" y en muchos otros casos, en los cuales, el motivo de inspiración parece deberse a la persistencia de esa idea romántica de la búsqueda de tesoros escondidos, de la exploración de lo desconocido que el Orinoco, con su cuenca de casi un millón de Km.2, supo inspirar en los viajeros y todas las personas en general que lo fueron intuyendo y conociendo desde hace ya 500 años.

Aunque no son exclusivos de Guayana, es en las rocas graníticas del escudo Guayanés donde se encuentran los petroglifos indígenas más conocidos del territorio venezolano. Los diseños que muestran parecen haber servido de modelo para otras manifestaciones artísticas o artesanales, como es el caso de la cestería Panare (MATTEI MULLER y HENLEY, 1978).

Como en los otros temas, la importancia de las manifestaciones artísticas en el Orinoco exigiría un tratamiento más amplio y realizado por personas especializadas en la materia.

Fotografía, TV

Después de la segunda guerra mundial, comenzaron a proliferar los libros ilustrados acerca de las áreas y temas más interesantes de la cuenca del Orinoco. Exploradores que también han sido fotógrafos aficionados o profesionales, como V. VARESCHI (1959), Charles BREWER C. (1978, 1984), Roberto Colantoni, Yoshiharu SEIKINO (1991), Otto HUBER (1992) y, sobre todo, Karl WEIDMANN (1986), han sabido plasmar en sus cámaras, las imágenes más sorprendentes de la Guayana venezolana y de los Llanos. Y en fechas más recientes, la producción de programas de televisión ha venido mostrando facetas muy interesantes de la naturaleza y del hombre en dicha cuenca. Félix Rodríguez de la Fuente realizó una serie de videos acerca del paisaje y la fauna venezolanos (en especial, de las aves). Y dentro del programa de la TV venezolana "Expedición", por ejemplo, se incluyen numerosos videos documentales de gran calidad que se refieren a la cuenca del Orinoco. Entre ellos podemos citar: "Venezuela, tierra de Parques Nacionales"; "Expedición Fluvial", sobre un viaje de ida y vuelta desde Venezuela hasta la Argentina por vía fluvial (GEORGESCU, 1998); "Donde nace el Orinoco"; "Aratitiyope" (sobre la escalada artificial en un pico de paredes verticales); "Escudo Guayanés, santuario de vida"; "Yanomami" acerca de los indígenas del sur de Venezuela; "Sarisariñama", meseta de arenisca con profundas simas; "Sima Aonda", una de las más profundas del mundo, situada en la meseta del Auyantepuy; "La Gran Sabana"; "Neblina"; "Autana", un tipo de "tepuy" con numerosas cavernas (aunque es una meseta de arenisca, la eliminación del cemento calcáreo por el agua de lluvia la ha convertido en un verdadero "queso de Gruyere", como señalaron Fernando Enrech y otros miembros de la Sociedad Venezolana de Espeleología); "Los Llanos"; "Capanaparo-Cinaruco", acerca del sistema de dunas más extenso del país (Parque Nacional Santos Luzardo, en el Estado Apure); "Cazadoras del Aire" sobre las aves de presa de Los Llanos; "Moradores de la Tierra de Gracia", acerca de la población indígena del Delta, "Paria", "Guácharos" sobre las aves nocturnas de las cuevas (en el Macizo Oriental y en la Guyana), y otros.

Otros temas

Así como la cuenca del Orinoco es el paraíso más importante del mundo para el turismo de aventura, también resulta un excelente escenario para los deportes de alto riesgo: escalada, caza, parapente e ícaro, (desde el Salto Angel, por ejemplo), vuelo en aviones ultralivianos (uno de ellos atravesó el Cerro Autana a través de una cueva que tiene dos breves aberturas a ambos lados), canotaje (como en el desfiladero de Kavak), excursionismo de selva y de montaña (por ejemplo, en el Roraima), etc. Desde hace tiempo se realiza en el mes de agosto en los ríos venezolanos una competencia de velocidad y regularidad de lanchas de diferentes tipos que se denomina "Nuestros ríos son navegables" y que recorre en etapas sucesivas varios miles de kilómetros a lo largo del Orinoco y sus afluentes.

Puerto Ayacucho y el Tobogán de la Selva, en el Estado Amazonas; el Delta del Orinoco y los castillos de Guayana (en el Estado Delta Amacuro); la Gran Sabana, con los saltos del Aponguao, de Kamá, el salto Torón, la quebrada Pacheco, la quebrada del Jaspe; el Auyantepuy con el salto Angel, el macizo de Chimantá y la meseta doble del Roraima y del Cuquenán; los saltos del Caroní, de unos 6 Km de anchura (aunque con algunas interrupciones), y que son visibles a corta distancia de los propios edificios y hoteles de Ciudad Guayana y muchos otros lugares pueden citarse como sitios de interés turístico. Ciudad Guayana es la metrópoli más importante del Sur de Venezuela, con más de 700.000 habitantes y cuyo núcleo, la ciudad de Puerto Ordaz, no existía hace unos 50 años (SCIENTIFIC AMERICAN, 1969). Muchos lugares de interés en el Estado Bolívar constituyen atractivos únicos en el mundo, con una infraestructura turística muy buena si la comparamos con otros países de la zona intertropical: buenas carreteras y otros medios de comunicación, infraestructura hotelera adecuada (especialmente en Canaima, Ciudad Guayana y Ciudad Bolívar) y numerosos lugares donde practicar el verdadero turismo de aventura son grandes atractivos de la región Sur de Venezuela. En los Llanos, la observación de las aves y de otros tipos de fauna y de especies vegetales autóctonas constituye un atractivo turístico muy importante (por ejemplo, en el Hato Piñero, Estado Cojedes).

Problemas geográficos e históricos del Orinoco 

Algunas publicaciones recientes incluyen errores importantes en el tratamiento de temas específicos en torno al Orinoco, como sucede con la obra Imagen de Venezuela. Atlas de PEDEVESA por el hecho de no haber seleccionado la bibliografía más conveniente sobre el tema (PEDEVESA, 1992). Este Atlas es una magnífica obra, a pesar de que varios errores le restan algo de calidad. A manera de ejemplo, señalaremos brevemente tres de dichos errores: la identificación del extenso campo de dunas del Estado Apure como paleodunas que se formaron en una época de clima más seco que el actual; la definición del clima seco tropical en un área del delta del Orinoco (Estado Delta Amacuro) cuya lluviosidad anual se encuentra entre los 900 y los 1.800 mm. y la inclusión de numerosos gráficos climáticos con escalas distintas y hasta disparatadas, como es el caso de escalas pluviométricas que no se inician en 0 mm. en la base.

En el primer caso, la obra ya citada de Pablo Vila (VILA, Pablo, 1960, pp. 306-307) nos da una versión muy distinta pero mucho más acertada ya que se trata de dunas activas, como puede verse en la imagen de satélite del propio Atlas de PEDEVESA. Es un hecho curioso del Orinoco (de tantos que tiene en el campo de la Geografía Física) el que haya desarrollado un campo de dunas muy extenso, de casi 15.000 Km2, en un clima cuya lluviosidad se encuentra entre los 1.500 y los 2.000 mm. anuales. En el segundo caso, el empleo del índice de aridez de Gaussen (o índice xerotérmico de Gaussen) nos explicaría las razones por las que no se puede catalogar de seco tropical a un clima con una lluviosidad semejante (GAUSSEN, 1953). Con relación al tercer caso, y entre muchos trabajos que se refieren a la climatología de Venezuela, los de FOGHIN (1988) y GOLDBRUNNER (1976), además de la propia obra de Pablo Vila, incluyen numerosos ejemplos de gráficos climáticos elaborados con una escala uniforme, lo cual los hace comparables entre sí.

Varios errores que se han cometido con relación al Orinoco son a veces inexplicables o pueden causar un efecto nocivo cuando la información equivocada aparece en obras de gran difusión. Emmanuel De Martonne se refiere al Casiquiare como un río de doble sentido según la época del año (DE MARTONNE, 1951, citado por VILA, Pablo, 1960, p. 364), lo cual es materialmente imposible dada la longitud de este río, e inexplicable, porque ya mucho antes numerosos autores habían aclarado que el Casiquiare estaba formado por una derivación natural de las aguas del Orinoco. En el Libro Atlas de Venezuela (DISCOLAR, 1983) aparece una fotografía del salto Cachamay en el río Caroní (en Puerto Ordaz, Estado Bolívar) y en la información al pie de la misma se lee: "Un aspecto del Orinoco a su paso por Monagas. Este río es, por su extensión y caudal, el quinto en importancia en el mundo". Es decir, no se trata del Orinoco, sino del Caroní, que es un río enteramente localizado, no en Monagas, sino en el Estado Bolívar; y el Orinoco tampoco es el quinto en el mundo, ni por su extensión, ni por su caudal. Por último, la Guía Mundial, un anuario estadístico y geográfico, incluyó al Guaviare y Vichada como ríos venezolanos en las ediciones de 1992 (EDITORA CINCO, 1992, p. 395) y 1993, lo que puede identificarse como un error involuntario y curioso, ya que esos ríos son, precisamente, de Colombia, que es el país donde se editó dicho anuario.

Julio Verne utilizó como base documental, para su obra El soberbio Orinoco (VERNE, 1898), las obras de Chaffanjon sobre dicho río (CHAFFANJON, 1985-87). La inquietud de Chaffanjon por la ubicación de las verdaderas fuentes del Orinoco llevó a Verne a incluir el tema como un problema que se trata de resolver en la propia novela, en la cual se plantean las alternativas de la triple confluencia del Orinoco, Atabapo y Guaviare frente a San Fernando de Atabapo. El problema se presenta debido a que, aguas arriba a partir de esta confluencia, el Guaviare es más largo (1.500 Km) que el propio Orinoco, por lo que la longitud total del río debería considerarse como la del Orinoco-Guaviare, lo que daría un total aproximado de unos 2.900 Km.

En realidad, el problema anterior no es muy relevante, en el sentido de que no se trata de la longitud y el caudal de los ríos sino que es más bien un tema toponímico e histórico. Citando un problema similar, en España el río Miño es más corto y de menor caudal que el Sil, un afluente suyo (se dice que el Miño trae la fama y el Sil el agua). Otro ejemplo muy conocido en el mundo es el del Mississippi-Missouri, en el que también el afluente (el Missouri) es mucho más largo y caudaloso que el río que da nombre a toda la cuenca. Y en el caso de la cuenca del Orinoco, a pesar de que el río Guaviare es de mayor longitud, es de menor caudal (excepto en contadas ocasiones), no tanto por la diferencia de la lluviosidad de las cuencas, sino por las características de los suelos y de las pendientes, ya que el Guaviare es un río divagante, con una pendiente escasa en los Llanos colombianos, lo cual favorece la infiltración y, sobre todo, la evaporación, mientras que el Orinoco corre sobre las rocas impermeables del escudo guayanés, con una pendiente bastante fuerte, lo que hace que la evaporación sea más difícil.

El estudio de la población indígena es otro tema muy importante en la cuenca del Orinoco, importancia que se acentúa por tratarse de una población poco numerosa ya que, en esencia, es un problema de supervivencia de unos grupos humanos dignos de mejor suerte. La posición de muchos antropólogos es la de no intervenir en la modificación cultural de ese futuro: para ellos, los indígenas viven en un equilibrio perfecto con la naturaleza y seguirían así indefinidamente si la población "civilizada" no tratase de dirigir su futuro. Para otros, muchos de los procesos culturales que se han producido y siguen ocurriendo son irreversibles, por lo que la transculturación parece ser inevitable. La adopción de modos de vida nuevos para los indígenas, como ha venido ocurriendo desde hace mucho tiempo con los kariña del sudoeste del Estado Anzoátegui (que se dedican a la ganadería, como la población criolla de los Llanos), o como la introducción del motor fuera de borda en el Estado Amazonas, son soluciones más acordes con la segunda posición que se ha indicado. La medicina tradicional de los indígenas es otro tema en el que existen muchos aspectos que requieren ser investigados. A manera de ejemplo, se cita la obra del padre MATALLANA (1938) sobre la medicina Taurepán. La enorme variedad de especies vegetales que existen en la cuenca del Orinoco hace de la investigación de muchas sustancias terapéuticas existentes en ellas sea casi un tema virgen, en el que todavía queda mucho por descubrir.

En general, los estudios indigenistas se han hecho con un enfoque de superioridad y de prejuicio (expresado en la dicotomía civilizado-salvaje) por parte de muchos autores y solo recientemente han aparecido investigaciones más objetivas. A manera de ejemplo, algunas descripciones de Humboldt sobre los guaraunos o guaraos del Delta del Orinoco (como la de que viven sobre las copas de los árboles, adonde los misioneros no los pueden seguir) constituyen errores que perduraron durante más de un siglo en obras como la Geografía de Codazzi y la Enciclopedia Espasa-Calpe, como se señala en la obra de Fray Angel Turrado Moreno (TURRADO, 1945).

En resumen, el desarrollo que podríamos llamar "explosivo" de las ciencias particulares y el interés por especializarse que tienen muchos científicos debido a dicho crecimiento da origen, en oposición, a una creciente necesidad de las ciencias que, como la Geografía, suelen dar una imagen más integradora del conocimiento científico, cuando éste se refiere a un área o región determinadas. Sin embargo, como se indica en el análisis del Atlas de PEDEVESA (1992), las fallas más evidentes de la obra se presentan, precisamente, en el campo de la Geografía. Y una revisión de la bibliografía como la que se indica en la presente reseña nos haría resaltar la importancia de las obras de Pablo Vila, por la cuidadosa documentación que preparó para fundamentarlas y por el hecho de dar esa rara imagen integradora del espacio, una visión de "síntesis" que se había hecho posible por el previo análisis detallado de la información disponible. Cuando observamos las conclusiones de Pablo Vila sobre la hidrografía del Orinoco y de sus afluentes (por ejemplo, cuando se refiere al río Sipapo, o al trazado de los ríos Mavaca y Siapa, mucho más acertado que en el Atlas de Venezuela en su edición de 1969) y comparamos la información que había obtenido con la que ahora podemos obtener de los satélites, nos damos cuenta en seguida del extraordinario valor de esas conclusiones y de una Geografía "que entra por los pies", como el mismo solía repetir, a pesar de que contaba 65 años cuando llegó a Venezuela para encargarse del recién creado Departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico de Caracas, una edad que no fue obstáculo para que continuara trabajando en Venezuela durante 30 años más (alternando este trabajo con el que reanudó en Cataluña en los últimos tiempos de su larga y productiva vida). Y si nos hemos extendido mucho en estas consideraciones es porque en una obra titulada "El mundo de los geógrafos" (PEÑA y SANGUIN, 1984), no se hace ninguna referencia a su labor, ni en Venezuela, ni en Colombia, ni en Cataluña. Creemos que una obra actualizada y objetiva acerca de la Geografía de la cuenca del Orinoco (o de todo el territorio venezolano) tendría que reconocer, en su justa proporción, el extraordinario valor de la labor geográfica de Pablo Vila.

 

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