Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 117, 9 de octubre de 1998 

ECHEVERRÍA, Javier. Cosmopolitas domésticos, Anagrama, Barcelona, 1995.

Adriana Raynal 


Es evidente que estamos viviendo en este final de siglo cambios sociales significativos promovidos por las nuevas tecnologías. Estos cambios se hacen notar no solamente en el ámbito social y público, sino también en los otros privados y particularmente en los hogares.

En su libro Cosmopolitas Domésticos Javier Echevarría analiza el impacto de las "modernas tecnologías de transmisión y de comunicación a distancia" sobre los hogares, promoviendo en éstos transformaciones a punto de si estar experimentando una verdadera ´revolución doméstica´. El autor destaca la importante función de las viviendas en este contexto de profundos cambios y transformaciones. Pronostica una progresiva aparición y difusión de un nuevo tipo de vivienda, que denomina "telecasa" o "casa telemática", caracterizada por la utilización de tecnologías de interacción social a distancia a través del teléfono, televisión, teledinero (por medio de tarjetas), telemática (internet), y otras.

Manteniendo algunas de sus funciones más tradicionales como por ejemplo ser el lugar de reposo y descanso, las telecasas poseen nuevas estructuras tecnológicas, las cuales interfieren no solo en su organización física, sino principalmente en su estructura familiar y social. Esas ´nuevas viviendas´, casi virtualmente superpuestas a las viviendas clásicas, son hogares desterritorializados que promueven un cosmopolitismo doméstico, transcendiendo fronteras territoriales y temporales. En estos hogares habitan personas que se pueden relacionar con otras en locales totalmente distintos: son los denominados "cosmopolitas domésticos".

El concepto de ciudad también está cambiando. El lugar del ´espacio´ público no es ya una ´presencia´ estéticamente aprehensible. El vaciamiento de la esfera pública acompaña el culto creciente del individualismo y de la ´intimidad´. Las plazas se vacían, transformándose en puntos de paso y circulación; no son más un punto de encuentro, tampoco el lugar donde las personas se enteran de los acontecimientos sociales. La vida pública, como se daba en las antiguas ágoras griegas y sus prácticas discursivas, no forman parte de la realidad actual. La vida en la calle es desplazada por el refugio en el ámbito privado.

La estructuración de la vivienda con la delimitación de habitaciones privadas a las cuales estamos acostumbrados, es un reflejo de la sociedad de tipo individualista y burgués, donde cuanto más se consolida la economía capitalista de masa, más se valoriza el dominio privado. Según señala John Luckacs, citado por Witold Rybczynski: "La domesticidad, la intimidad, el confort, el concepto del hogar y de la familia son, literalmente, grandes logros de la Era Burguesa".

El declinar del hombre público debería corresponder de forma directamente proporcional al alargamiento de la esfera privada. Pero mientras más se procura un refugio en el ´interior protegido´, mayor es la sensación contraria, de que ese núcleo está enteramente volcado hacia el exterior. La esfera privada se encuentra desfigurada en su intimidad. El ámbito publico invade el privado y éste a su vez se hace público. Los espacios se encuentran cada vez menos diferenciados, no se distingue claramente lo privado y lo público, por lo menos, no en los antiguos conceptos de doméstico y público.

La aparición de ese individuo, el cosmopolita doméstico, que tiene acceso a las modernas tecnologías de transmisión y comunicación a distancia desde su propia vivienda desconoce los límites físicos de esa casa. Sus vecinos son virtuales y las distancias entre ellos son nulas. Las relaciones entre las personas y el mundo que las rodea están cambiando. Virtualmente hablando, es como si después de la destrucción de los muros que sofocaban las ciudades medievales sea ahora el tiempo de derruir otros muros, muros diáfanos e invisibles. Un muro interno, localizado en lo íntimo de la sociedad, en la propia vivienda familiar, tranformándola en una vivienda sin muros, totalmente abierta al exterior.

Las telecasas habitadas por los cosmopolitas domésticos, transponen la barrera espacial y en cierta forma la del tiempo, una vez que se tiene acceso a informaciones e imágenes producidas en el pasado. Como escribe el autor: " De manera semejante, la escritura que producen los seres humanos puede tener como destinatarios a sus contemporáneos, pero también puede estar destinada a ser leída en épocas futuras y en circunstancias muy distintas. En la medida en que los hogares mantienen ese tipo de relaciones con el futuro y con el pasado decimos que son casas abiertas al tiempo.

En el caso de las telecasas, las posibilidades de mantener ese tipo de interrelaciones con el pasado y con el futuro se han incrementado considerablemente." No obstante esas nuevas puertas de las telecasas hacia el exterior, si por un lado conducen al cosmopolitismo, por otro introducen muchas veces en los hogares una realidad manipulada y distinta.

La extrapolación de los hogares con relación a su entorno físico local, abre sin duda caminos inusitados y fascinantes. La globalización, ya no es una utopía intangible, sino una posible realidad que se concreta en el ámbito económico y de información. No podremos olvidar que esa misma globalización que amplía los horizontes puede provocar consenso y alienación, condicionando gustos a través de la masificación y de los modismos.

La visión es valorizada como órgano privilegiado. Experimentamos en las casas telemáticas el casi monopolio visual, sobre el cual se basan las técnicas de difusión masiva de imágenes. "Un espectáculo no real que tiene lugar en la realidad" como afirma Guy Debord en La Sociedad del Espectáculo. Es posible que las ilusiones de un mundo de imágenes, de representaciones a través de tecnologías avanzadas, pasan a valer más que el mundo real.

Entre los equipamientos de la telecasa, la televisión es lo que más evidencia ese peligro. A través de imágenes fragmentadas está cambiándose la vivencia por la contemplación, se substituye la vida por la representación. Los objetivos en este momento deben estar claros, afirma Javier Echevarría: " Democratizar la televisión es uno de los objetivos prioritarios para los habitantes de las telecasas. Para llevar adelante este programa disponemos de un modelo concreto, que no es otro que el proporcionado por la actual red telefónica internacional. Para que los ámbitos domésticos adquieran una función adecuada en la sociedad del futuro habrá que imitar esa estructura horizontal, bidireccional e interactiva, y convertir las redes televisivas actuales, que son verticales, unidireccionales y jerárquicas, en redes horizontales, multidireccionales e interactivas."

El tema de las relaciones humanas es otro punto importante que se está modificando. La gente no interacciona personalmente, es mediatizada por la tecnología, que también mediatiza los individuos y el mundo alrededor. La sociedad burguesa, que promueve la intimidad, genera individuos aislados entre sí, y intercomunicados en la distancia. ¿Si estarían construyendo, por tanto, nuevos muros?

Se está formando una nueva sociedad con una estructura reticular, de interconexiones múltiples: la ´Telépolis´ Si por un lado esta sociedad se encuentra unida en red, multiplicando los accesos a las informaciones y proporcionando mayor unidad en red, multiplicando los accesos a las informaciones y proporcionando mayor libertad y cosmopolitismos, por otro lado también se puede decir que es un mundo de aislamientos, compuesto por una sociedad fragmentada e inerte frente a un eterno y creciente espectáculo. El libro suscita una icognita: ¿qué dirección estamos siguiendo?
 

Bibliografía complementaria

DEBORD, Guy. La sociedad del espectaculo, Barcelona, ed. Anagrama.

RYBCZYNSKI, Witold. Home. A short history of an idea, Penguin Books, 1986, trad. Esp. La casa. Historia de una idea, Nerea, Madrid, 1989.

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