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Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 211, 26 de febrero de 2000 

ORGANISATION MONDIALE DE LA SANTÉ: Rapport sur la santé dans le monde 1999. Pour un réel changement. Ginebra: OMS, 1999, xiv-131 páginas.

Antonio Buj



La Organización Mundial de la Salud, institución creada en 1948 bajo el paraguas de Naciones Unidas, es un organismo que tiene como objetivo general la mejora de la salud de la población. Con ese fin, el anuario Rapport sur la santé dans le monde 1999. Pour un réel changement, publicado bajo sus auspicios, pretende lanzar en palabras de su directora, la Doctora Gro Harlem Brundtland, un nuevo desafío a la comunidad internacional, invitándola a examinar lo que debe significar en el futuro la contribución de la salud al progreso de la humanidad. Todo ello tiene lugar en unos momentos en los que la OMS está en un proceso de profundas reformas, después de unos años de falta de verdadera dirección, de ausencia de objetivos claros, de crisis generalizada en muchos de los sistemas nacionales de salud y sobre todo de emergencia y reemergencia de nuevas y viejas plagas que están asolando los recursos humanos y materiales de numerosos países. Muestra de ello fue la creación en octubre de 1995 de un departamento de enfermedades infecciosas y emergentes dentro de la misma Organización Mundial de la Salud(1) .

El Rapport sur la santé dans le monde 1999 empieza con un mensaje introductorio de Gro Harlem Brundtland, en el que se analizan las estrategias de la OMS, desarrolladas a lo largo del siglo XX, y se plantean una serie de desafíos de cara a los años venideros. Según sus palabras, la humanidad aborda el siglo XXI con una mezcla de esperanza e incertidumbre. Por un lado se han hecho progresos notables en el terreno de la salud, en el crecimiento económico general o en la ciencia; por otro, el siglo XX lega también graves problemas al género humano. Por ejemplo, a las dos guerras mundiales le siguieron numerosos conflictos regionales, en el origen de constantes sufrimientos. Asimismo, la miseria más atroz es todavía muy frecuente, y la Declaración universal de los derechos del hombre es un espejo con múltiples rayas. También la epidemia del vih/sida se propaga sin control en buena parte del planeta, y nuevas y mortales amenazas microbianas pueden llegar a actuar si se impone la negligencia en las políticas sanitarias. Como se encarga de recordarnos la directora de la OMS, en 1978 la Conferencia de Alma Atá (antigua URSS) definió que el objetivo para el año 2000 era dar a todos los pueblos del mundo un nivel de salud que les permitiera llevar una vida social y económicamente productiva. Habiendo llegado ya a esa fecha, se puede afirmar que se han producido progresos espectaculares en cuanto a la esperanza de vida de la población mundial, que se ha erradicado la viruela, una de las enfermedades más devastadoras de la historia, y que una parte importante de la población del planeta está ya débilmente expuesta a las enfermedades infecciosas. Sin embargo, la otra cara de la moneda nos indica que más de mil millones de personas entrarán en el siglo XXI sin poderse aprovechar de esa revolución sanitaria y que sus vidas serán breves y estarán marcadas por la enfermedad.

La parte sustantiva del Rapport lo constituye, lógicamente, la información sobre los problemas relacionados con la enfermedad que tiene la población mundial y las soluciones que se proponen desde ese organismo internacional. En este sentido, el Rapport consta de seis capítulos, divididos en tres partes. La primera, titulada Por un cambio real en la vida cotidiana de las personas: éxitos y desafíos, comienza en su primer capítulo haciendo un análisis de la revolución sanitaria registrada a lo largo del siglo XX en todo el planeta, basada especialmente en el declive acelerado de la mortalidad y en un descenso también muy considerable de la natalidad. Como paradigma de la nueva situación se pone el ejemplo de Chile. Ese país tenía hacia 1995 una renta de unos 4.000 dólares USA, es decir una renta media-alta, suficiente para permitir a su población alimentación, alojamiento y asistencia sanitaria adecuada. La esperanza de vida de las mujeres chilenas es hoy en día de 78 años, probablemente unos 25 años más elevada que la esperanza de vida de los países con una renta similar en 1900 (y 45 años más elevada que la de las chilenas de los inicios del siglo XX). Ese cambio que ha tenido lugar en Chile y en muchos otros países se explica, en parte, gracias al incremento de la renta y a la mejora en el grado de instrucción, así como a los progresos en la nutrición y en el saneamiento, pero sobre todo gracias a los nuevos conocimientos científicos, a unos medicamentos más eficaces y a unas vacunas de más calidad. La caída de la mortalidad ha tenido, a largo plazo, efectos de gran trascendencia en todos los aspectos de la existencia humana: la fecundidad ha iniciado un rápido declive en todo el mundo, la población ha empezado a envejecer y la mejora de la salud ha favorecido la propagación de un crecimiento económico acelerado. En estos momentos, la triste excepción a esas tendencias positivas se encuentra en las regiones de África castigadas por el vih/sida y en algunos sectores de población muy empobrecidos de la Europa del Este.

Los estudios de la OMS indican que esa revolución en la salud, operada en el siglo XX, y la transición demográfica resultante, ha llevado inexorablemente a una evolución radical en los cuadros de la morbilidad. Así, en el curso de esa transición, entre las principales causas de muerte y de incapacidad han empezado a ser más corrientes las enfermedades no transmisibles que las infecciosas. Y éste es el tema que se examina en el capítulo dos del Rapport. De todas maneras, también es cierto que esa mejora de la situación sanitaria no ha afectado por igual a todo el mundo, y en amplias regiones del planeta se sufren los dos pesos, el de las enfermedades no transmisibles y el de las enfermedades infecciosas que todavía no han podido ser controladas. A los ejemplos ya señalados anteriormente hay que añadir las grandes desigualdades que persisten en los países ricos, en los que unos mil millones de personas padecen deficiencias médicas. Así, el Rapport indica que la diferencia entre la esperanza de vida entre mujeres y hombres de algunos condados estadounidenses llega a los 22,48 años a favor de los segundos, todo ello sin consideración de las diferencias entre razas. En este caso las diferencias superan los 41 años, la misma diferencia entre la esperanza de vida de uno de los países más pobres de la tierra, Sierra Leona, y uno de los más ricos, Japón(2).

La segunda parte del informe propone algunos pasos para provocar en el siglo XXI un cambio real en la salud de las personas. Así, el capítulo tres plantea una cuestión esencial a la que se enfrentan las autoridades sanitarias en numerosos países: teniendo en cuenta las deficiencias manifestadas en el pasado, y de cara a las necesarias reformas en el sector, ¿se puede extraer algún provecho de las experiencias médicas de otros países o bien deben inspirarse sistemáticamente en la propia experiencia? A la vista de los conocimientos más recientes, en el informe se indica que la primera de las opciones parece la más acertada; así, apoyándose en los resultados registrados de varios países, se preconiza un "nuevo universalismo" que debe servir para desarrollar los sistemas de salud en el futuro inmediato. El modelo positivo que se señala en el Rapport es el de Canadá, país que introdujo entre 1962 y 1971 la seguridad social. Los datos empíricos han demostrado que, en contra de las teorías liberales sobre organización de la salud, además de mejorar la situación sanitaria de las personas, también progresó su productividad al tiempo que aumentó el número de empleos en ese país. Este nuevo universalismo, más eficaz y equitativo según la filosofía asumida por la OMS, debe tener en consideración también los límites del Estado, aunque eso sí éste debe seguir asumiendo la dirección, la reglamentación y la financiación de los sistemas de salud. Esta doctrina debe implicar al sector privado tanto en el abastecimiento de medicamentos como de materiales.

Los capítulos siguientes están consagrados a dos de los problemas más graves para la salud de la población mundial, el paludismo y el tabaquismo. Para el primero, la OMS ha proyectado un programa específico para hacerle frente llamado Hacer retroceder el paludismo, una de las denominadas enfermedades de los pobres, con el objetivo de conocer los datos del mal, de movilizar a los científicos para combatirlo y generar los necesarios recursos, a fin de hacer retroceder la mortalidad y la morbilidad que provoca esta enfermedad. Para conseguirlo se señala que es necesario asegurar la colaboración de la industria, de los gobiernos, de los técnicos y de la población afectada. El problema es grave, pues más del 40 por ciento de la población mundial se encuentra en zonas expuestas a los riesgos del paludismo. Esta enfermedad provoca muchas muertes prematuras y padecimientos, e impone una pesada carga financiera a hogares sin recursos, ralentizando el crecimiento económico así como la mejora en el nivel de vida de las gentes afectadas. Las crisis sociales y las agresiones medioambientales, así como los sistemas sanitarios ineficaces y las comunidades sin recursos son los factores que favorecen su propagación. Esta epidemia y el subdesarrollo, se indica reiteradamente, están estrechamente relacionados.

Por otro lado, su capacidad para generar resistencias a los fármacos la está haciendo particularmente temible. Las intervenciones eficaces disponibles hoy en día, como el empleo de mosquiteras de cama, impregnadas de insecticida, no son accesibles a las poblaciones que soportan un ataque palúdico repentino. La capacidad de combate en los países donde el mal es endémico y con unos sistemas de salud muy mermados es insuficiente. Para luchar con éxito contra el paludismo es necesario reforzar unos sistemas sanitarios ineficaces. Por otro lado, indica el informe, las iniciativas dirigidas desde el exterior, sin pasar por los sistemas de salud nacionales y locales, no son viables ni favorecen la lucha antipalúdica ni el desarrollo sanitario. Si se alcanza esto último se conseguirá reducir drásticamente el número de muertes que provoca la enfermedad. Afortunadamente, según los datos que maneja la OMS, la voluntad de colaboración por parte de los organismos internacionales es real. Así, la Organización para la Unidad Africana, el Banco Mundial y el Comité regional OMS para África han planificado para los próximos años una vasta iniciativa contra la epidemia en África, el continente más afectado, basada en el refuerzo de los sistemas sanitarios de los países más castigados.

El capítulo quinto está dedicado al tabaquismo, un factor de riesgo que agrava los problemas impuestos por las enfermedades no transmisibles. Esta epidemia es responsable cada año de un elevado número de muertes prematuras, y además en rápido aumento. Según estimaciones de la OMS, el tabaco provocó en 1998 alrededor de 4 millones de defunciones en el mundo, la mayoría en los países en vías de desarrollo. Además, cuando se franquee el umbral del siglo XXI se convertirá en la principal causa de muerte. Con ese objetivo se puso en marcha, a mediados de 1998, la iniciativa Por un mundo sin tabaco, que se propone aportar ayuda jurídica, política y financiera a los países y organizaciones que luchan contra la epidemia. Este problema golpea especialmente a los países en vías de desarrollo, pues más del ochenta por ciento de los fumadores se encuentran en sus territorios. Esta lucha podría evitar decenas de millones de muertes en las próximas cinco décadas. Al hacer un repaso a las estrategias más eficaces para luchar contra esta plaga, el organismo internacional propone cuatro principios de actuación. En primer lugar, difundir los problemas sanitarios que acarrea el consumo de tabaco desde los medios de comunicación y desde las escuelas, y prohibir la publicidad y la promoción de su consumo. En segundo lugar, utilizar de manera sistemática los impuestos y una reglamentación severa para reducir su consumo. Igualmente, favorecer la desintoxicación del tabaco adoptando métodos de consumo de nicotina menos nocivos y costosos. Por último, ayudar a las asociaciones antitabaco a llevar a cabo sus campañas de lucha.

En el sexto y último capítulo del Rapport se describen brevemente los desafíos con los que se va a enfrentar la salud de la población mundial en el corto plazo, al tiempo que se enumeran los ámbitos en los que los limitados recursos del organismo internacional se van a invertir. La tercera y última parte del informe es el anexo estadístico, con los indicadores básicos de todos los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud. Para concluir, vale la pena volver a las propuestas que Gro Harlem Brundtland, como directora de la OMS, lanza a la comunidad internacional. Así, para los próximos años, los retos sanitarios más importantes a los que se enfrenta la humanidad se encuentran en la reducción de la carga que supone la sobremortalidad y sobremorbilidad que pesa sobre los más pobres. Es imprescindible luchar contra el paludismo, el vih/sida y la tuberculosis, considerados como los mayores obstáculos para el crecimiento económico. En segundo lugar, es necesario oponerse a las amenazas que para la salud suponen las crisis económicas, los ambientes malsanos o los comportamientos de riesgo, como por ejemplo la dependencia del tabaco. En tercer lugar, escribe Harlem Brundtland, es básico hacer más eficaces los sistemas de salud en numerosas regiones del mundo. En cuarto lugar, es necesario invertir en el desarrollo de la ciencia sanitaria. Para llevar a buen puerto esos objetivos debe contarse, en primer lugar, con recursos humanos y financieros de las naciones afectadas. La implicación de éstas es fundamental, pues los principales activos de la OMS no son los recursos económicos sino los humanos y los científicos.
 

NOTAS

1.  BUJ, Antonio. Los riesgos epidémicos actuales desde una perspectiva geográfica. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona (ISSn 1138-9788), nº 39, 1 mayo 1999, 21 pp. (http://www.ub.es/geocrit/sn-39.htm).

2.  Véase el artículo de VALENZUELA, Javier. La brecha entre ricos y pobres se ensancha en EEUU pese a la bonanza. El boom económico no reduce las diferencias. El País, 24 de enero 2000, p. 67.
 

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