Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796]
Nº 26. 2 de mayo de 1997.


HALL, P. Ciudades del mañana. Historia del urbanismo en el siglo XX. Barcelona: Ediciones del Serbal, Colección La Estrella Polar, 1996.

Antonio Algaba


Hall nos propone en este libro participar en un viaje organizado por el primer siglo del urbanismo anglosajón (aunque en su oferta también incluye alguna breve excursión por el viejo continente). En las trece escalas (capítulos) programadas nuestro guía pretende mostrarnos el desarrollo del urbanismo desde sus inicios allá por 1880 hasta las infociudades del final del milenio. No obstante, consciente de las limitaciones de estos viajes, centra su oferta según sus propias palabras "más sobre las ideas más que sobre las realizaciones". Hall nos propone un viaje organizado consciente de que la mayoría de su clientela quedará insatisfecha. Todos conocemos las limitaciones de tiempo y espacio de los viajes organizados. No obstante, también debemos reconocer sus virtudes, en este caso cualquier apasionado por el urbanismo, la historia urbana, la geografía, la historia de la política social o la vivienda social sabrá apreciar la labor de Peter Hall como guía en este viaje, no creo que ninguno de sus viajeros presente a la vuelta de la última página de la obra una queja en el libro de reclamaciones de la compañía.

El libro trata sobre las obras de las figuras centrales del urbanismo: Howard, Unwin, Parker, Osborn; Geddes, Mumford, Stein, MacKaye, Chase: Burnham, Lutyens; Le Courbusier; Wells, Weber: Wrught, Turner, Alexander; Friedmann, Castells, Harvey. Lo esencial de las aportaciones de estas figuras paradigmáticas puede resumirse en el caráter visionario y utópico de la mayoría de sus propuestas. Ideas que permanecieron en barbecho porque los tiempos no estaban maduros Y que cuando por fin las visiones fueron descubiertas y resucitadas, se aplicaron, muchas veces, en lugares distintos y en circunstancias muy diferentes, y, a menudo, a través de mecanismos distintos de los que sus autores habían imaginado.

En el capítulo indtroductorio Hall pide al lector un imosible, que lea simultaneamente todos los capítulos, que este en un sitio y en otro al mismo tiempo. El lector no podrá realizar este tipo de lectura, no podrá actuar como la realidad, planteando simultaneamente soluciones e ideas diferentes para la resolución del mismo problema. Y, antes de embarcar nos advierte que no nos extrañemos que al final del viaje el autocar lo devuelva al punto de partida. Hall nos advierte desde el principio de "que en el libro aparece una extraña e inquietante simetría: después de cien años de debates sobre cómo planificar la ciudad, después de repetidos intentos de llevar las ideas a la práctica, nos encontramos allí donde habiamos empezado. Los teóricos han vuelto a los orígenes anarquistas del urbanismo; la ciudad vuelve a ser contemplada como ciudad de degeneración, pobreza, malestar social, inquietud civil e incluso insurrección. Esto no significa, evidentemente, que no hayamos avanzado (...) Pero parece que los problemas vuelven a surgir, quizás porque, en realidad, nunca se solucionaron".

El viaje se inicia en La ciudad de la noche espantosa de finales del siglo XIX, en la ciudad británica victoriana de la década de 1880 donde se situan los inicios del urbanismo. En opinión de Hall fueron las pésimas condiciones de los barrios obreros de las ciudades británicas las que impulsan a las atemorizadas clases burguesas a hacer algo para solucionar el problema de la vivienda obrera, a hacer urbanismo originiariamente como política social. Fue el miedo a que una revuelta socialista brotase de entre las capas de pobres y desempleados la causa del nacimiento de las instituciones británicas dedicadas al ejercicio del planeamiento urbano. La ciudad gigante se había convertido en un problema en sí misma, en ella vivían unos cuantos ricos y la clase media rodeada de millares de pobres. Nunca los pobres habían sido tan conscientes de su pobreza, que en el bucólio campo se difuminaba. Nunca los ricos fueron tan conscientes del riesgo que corrían o de las pésimas condiciones en que vivían us congéneres (los reclutamientos militares pusieron a la luz el declive físico del habitante urbano que no era válido para el servicio militar). Era el momento de hacer algo, de encabezar propuestas. El medio condicionaría al individuo. Un sistema de ciudades jardín proporcionaría habitantes corteses y templados (controlados). No obstante, "la planificación urbana dependió sólo de la alianza de los propietarios del suelo con el votante de clase media dueño de una casa, que no tenía ningún tipo de interés en lo programas de viviendas para pobres". En estos primeros años aparecieron las imaginativas propuestas de los anarquistas británicos encabezados por Howard, sus ideas de reforma social que con los años se quedaron en nada. Pero a pesar de estas ideas confiadas en el género humano, el urbanismo se consolidará como el substituto elegido por los poderosos para no aplicar una política social más directa.

En La Ciudad de las vías de circunvalación abarrotadas Hall nos explica como la difusión de los nuevos medios de transporte público (ferrocarril, tranvía y metro) posibilitaron la ampliación de la ciudad. Las nuevas vías de transporte ofrecieron un terreno virgen para la aplicación del urbanismo, un suelo barato que no amplió la oferta de vivienda a precios bajos, sino que se convirtió en un terreno virgen para la especulación immobiliaria. A pesar de las ideas de Unwin o Parker, no hubo vivienda social. La zonificación fue aceptada por los agentes urbanos unicamente porque defendía los intereses creados. Los nuevos transportes posibilitaron la creación de barrios donde se alojaron los nuevos trabajadores cualificados y de "cuello blanco" aumentando el porcentaje de viviendas. Mientras que los sistemas de urbanización y zonificación se utilizaron para mantener a los pobres indeseables fuera de los nuevos barrios suburbanos. Los nuevos tranportes propiciaron la especulación inmobiliaria (los promotores inmobiliarios construían las líneas de tranvía para promover sus operaciones urbanísitca) y la substitución dela ciudad jardín por la ciudad satélite dependiente de la metrópoli. Durante el primer tercio del siglo XX, en Inglaterra unicamente tras la I G.M. el Estado impulsó la construcción de vivienda social en casas unifamiliares, no obstante, el gobierno sólo optó por esta medida ante el peligro que el socialismo supuso en el momento de desmovilización de las tropas.

En el capítulo cuarto, La Ciudad Jardín, Hall explica como el movimiento de la ciudad jardín iniciado por E. Howard fue en origen un movimiento de reforma social cimentado en la confianza anarquista sobre el ser humano. El tiempo y las aplicaciones prácticas de estas ideas consiguieron reducir este movimiento a "simple urbanismo". La ciudad jardín fue ideada por los anarquistas como una tercera vía de desarrollo (al margen del capitalismo y del socialismo estatutario). Una vía basada en el colectivismo, la organización local y el autogobierno. La ciudad jardín perseguía la reforma de la sociedad y recuperar a los pobres, para conseguir este objetivo la receta propuesta era la construcción de ciudades de 30.000 habitantes, donde se evitase la separación de clases, donde se permitiese a los pobres el acceso a una residencia junto al lugar de trabajo, en un intento por salvar la comunidad que junto a la familia eran las cimientos de la sociedad para estos anarquistas. Quizás un exceso de confianza en la "salvación geográfica". No obstante, en seguida se abandonó la construcción de ciudades jardín, las cuales fueron substituidas por las ciudades satélite, capaces de alojar a un numero mayor de familias, que además no requerían de la costosa descentralización de la industria, donde el coste de los desplazamientos diarios al trabajo caían sobre los obreros, y donde se evitaba el peligro de que los obreros tomasen consciencia de clase (pues era más fácil que los trabajadores de una misma factoría residiendo juntos fuesen más conscientes de su situación). Finalmente, el "baby boom" dio el golpe definitivo a las ciudades jardín, que no tenían la capacidad de absrción necesaria. Hoy de la ciudad jardín instrumento de reforma social sólo quedan los barrios suburbanos destinados a las clases acomodadas.

En el capítulo 5 La ciudad en la región nos recuerda que la planificación regional nació como una teoría revolucionaria de la mano del anarquista Patrick Geddes. Mediante la planificación regional Geddes pretendía la descentralización de la industria y de la población asentada en ciudades jardín. Las grandes ciudades debían extenderse en forma de hojas de arce para posibilitar la cohesión entre lo urbano y lo rural. Las ideas de Geddes atravesaron el Atlántico, la Asociación para la Planificación Regional de América impulsada por Mumford y Stein las adoptaron como suyas. Con la llegada a la presidencia de los EE.UU de Rooselvett defensor de las ideas de retorno de la población al campo como cuna de la pureza social parecía que las reformas sociales que impulsaba la planificación regional iban a poder plasmarse. No obstante, ni en la fuerte intervención que el Estado Federal realizó en el Valle del Tenesse la política social llego más lejos de programas sanitarios o educativos. Finalmente, se puede sostener que durante el proceso de divulgación de las originales ideas de Geedes se perdió su aspecto radical. Y al final, se utilizaron los métodos de la planificación no para la descentralización, sino para conseguir una centralización más eficiente. El crecimiento de las ciudades se consideró un mal inevitable, pero se utilizaron los métodos de la planificación para evitar las deseconomías impuestas por el gigantismo urbano. El resultado fue una dignificación de las ciudades sin la realización de un cambio en la sociedad.

El capítulo sexto está dedicado al "movimiento de la ciudad bella" un urbanismo carente de carácter social, que tiene su origen en la reconstrucción de París ejecutada por Haussmann. Es el ámbito del "urbanismo de exhibición" que se concentra en lo monumental y lo superficial. Sus realizaciones se utilizaron para superar complejos colectivos de inferioridad estimular empresas o expresar el dominio colonial o racial. Sus obras se limitaron al diseño de los centros, sin preocuparse de las operaciones de realojamiento de la población pobre desplazada que se encomendaba a la sabiduría del libre mercado. Fue un urbanismo centrado en el fasto y lo monumental, olvidado de lo necesario. Tuvo adeptos entre el capitalismo financiero, los fascismos y los imperios coloniales. Su aplicación colonial no reconoció al habitante indígena (inexistente en sus planes) estaba hecha para el dominio y el dominador. Ante los gobiernos fascistas o ante el stalinismo "los urbanistas trataban de impresionar al pueblo; o, lo más probable, a su dueño".

El capítulo séptimo, La ciudad de las torres, está dedicado a la influencia de las ideas de Le Courbusier. Quizás este apartado no sea del agrado de los urbanistas que han subido a un pedestal a este autor, pues para Hall toda la obra del Gran Arquitecto es criticable. A Hall (más próximo a las ideas de los urbanistas anarquistas como Howard o Mumford) le horroriza que con Le Courbusier las casas pasen a ser máquinas para vivir que deben producirse en serie y cambien de nombre para pasar a llamarse celdas o unidades de habitación en un claro intento de asesinar el concepto del hogar y la personal idiosincracia de cada individuo; tampoco le convencen los intentos de descongestionar los centros urbanos aumentando su densidad mientras en sus planes olvidaba intencionadamente las deseconomías que comportaban sus proyectos; también denuncia que inicialmente en los proyectos del maestro la zonificación estuviese orientada a segregar las clases sociales, hasta que sus ideas fueron aceptadas en la URSS, momento en que adaptó sus teorías a la construcción de una sociedad sin clases. Pero la principal crítica de Hall a la obra de Le Courbusier está basada en su autoritarismo centralizado, un urbanismo que debía ser conducido por los expertos y en el que la gente corriente sólo tendría el poder de elegir al experto. Esta crítica al autoritarismo de los rbanistas es uno de lo ejes centrales del libro, aplicable a toda una serie de planificadores que tratan de "imponer sus propios sistemas de valores a gente que los tiene diferentes". La manera de vivir promulgada por Le Courbusier y sus seguidores no respetaba la ideosincracia y las necesidades de una gente que no conocían. Fueron diseñadas sin humildad desde el concepto de belleza y bien burgués. A pesar de todo, las ideas de Le Courbusier divinizadas por los arquitectos han tenido una plasmación mucho menor de lo que la leyenda haría suponer. Unicamente el bloque de alta densidad ha sido universalmente reproducido. No obstante, fuera del contesto para el que Le Courbusier lo ideó. Este bloque ha sido sufrido como una mala enfermedad por sus habitantes mayoritariamente pobres, mientras la clase media que fue la inspiración para su creación ha huido de él como si se tratase de la peste.

También en este mismo capítulo Hall nos explica la historia de las operaciones de la Agencia de Renovación Urbana durante los años 30 y 40 en la ciudades de EE.UU. La Agencia que reunió a diversos agentes urbanos consiguió con subvenciones públicas destinadas a renovar los barrios degradados del centro y construir viviendas sociales cerrar su libro de ejercicios expulsando la población pobre del centro de las ciudades, facilitando el retorno de la clase media, incrementando el precio del suelo y haciendo desaparecer al menos la mitad del número de viviendas que estos barrios albergaban, al tiempo que se incrementó el número de comercios y oficinas; todo un éxito para la planificación urbana, aunque un poco alejado a los objetivos originales con que se había creado la agencia. El dinero público enriqueció al rico, mientras embelleció los centros urbanos.

Y para finalizar el capítulo más denso de esta obra Hall nos presenta la tercera vía que abrió la obra de Jane Jacobs Death and life of Great Americam Cities en la década de los años 60. En esta obra Jacobs criticó el movimiento de la Ciudad Jardín por considerar a la ciudad cmo la cuna de los males de la sociedad y atacó a los courbusianos por su empleo indiscriminado de la zonificación y el bulldozer. Su propuesta abogaba por ciudades densas con servicios y soportes subterráneos, barrios que albergaran a todos los usos posibles, abiertos las veinticuatro horas. Desafortunadamente, con el tiempo, sus ideas darían lugar a la ciudad yuppie de los ochenta repleta de comercios de diseño adecuados al poder adquisitivo de unos pocos.

En el capítulo octavo, La Ciudad de la Difícil Equidad, Hall nos explica como en los años 60 aconteció un cambio de mentalidad decisivo en la historia de las realizaciones urbanas; con anterioridad a esta década, "planificadores y planificados estaban de acuerdo en derribar para conseguir nuevas viviendas y vías de acceso pero a partir de 1968 la gente defendió la renovación (que los financieros descubrieron como negocio)'. No obstante, la renovación era una idea vieja, ya en 1914 Geddes la propuso para reemplazar las destrucciones masivas, pues consideraba la ciudad contemporánea como el resultado de una adaptación de centenares de años. Era el fruto de un saber milenario que no se debía destruir sino mejorar. Pero en la práctica las operaciones de renovación de los centros urbanos tuvieron el mismo efecto que el método bulldozer: se expulsó a sus humildes habitantes y se convirtieron los barrios del centro en una ciudad-boutique destinada al consumo de los yuppies.

En este capítulo también se nos relata la aventura de la Autoconstrucción: de los importantes Barrios Esperanza iniciados por Turner en Perú para la clases pobres iberoamericana; pero también de la experiencias singulares en el mundo occidental como la Broadacre City de Frank Lloyd Wright.

En el capítulo noveno, La Ciudad en la Autopista, Hall nos explica el nacimiento y evolución de los barrios suburbanos del automóvil. Una historia que se inició en los años veinte en EE.UU. pero que no pudo generalizarse hasta la década de los 50, momento en que los empleos empezaron a abandonar el centro urbano. El automóvil extendió una vez más el alcance de la ciudad permitiendo el nacimiento de barrios residenciales (suburbios) a gran distancia del centro; pero a su vez incrementaba la capacidad de atracción de los centro urbanos, los cuales tuvieron la necesidad urgente de dotarse de las autopistas y plazas de aparcamiento suficientes para poder subsistir a los nuevos tiempos. Los sistemas de tráfico se convertieron en la estrella de la planificación urbana; al tiempo que los suburbios fueron críticados con dureza, basicamente por el despilfarro de suelo que suponían, los traslados diarios, o los elevados costes de los sevicios. No obstante, en el fondo, los arquitectos los despreciaban por carecer de forma, negándose a aceptar una forma nueva, totalmente diferente, ajena a la tradición más academicista. También culparon al urbanismo de la cultura consumista de los habitantes de los suburbios, una crítica basada en un exceso de ego arquitectónico; finalmente los estudios sociológicos demostraron que la arquitectura no condicionaba los comportamientos humanos, que el consumismo no estaba vinculado al suburbio. En EE.UU. el automóvil era claramente egemónico y las ciudades y sus centros tuvieron que adaptarse a las autopistas. Pero ¿qué pasaba en Europa donde las ciudades se planificaron sobre las redes de metro? (París, Estocolmo o, incluso, Londres). En Europa el automóvil también condujo irremediablemente a la suburbanización, a pesar de la mejor accesibilidad, la gente prefirió las casas a los pisos.

En el capítulo décimo, La Ciudad de la Teoría, Hall se detiene ante la institucionalización del urbanismo como disciplina científica. Explica, que aunque el urbanismo se empezó a institucionalizar tempranamnte durante los primeros años 20, no se produjo el divorcio entre profesión y método hasta la década de los 50, momento en que también se olvidó el "urbanismo utópico" y el objetivo social que originariamente había guiado al urbanista. El Urbanismo que se había venido desarrollando como un saber artesanal con teorías prestadas de la geografía y la sociología tuvo que adaptarse a una "ciudad rapidamente cambiante" sacudida por el bienestar económico de postguerra y por el "baby boom". En la década de los 50, la Revolución Cuantitativista ofreció a los urbanistas modelos teóricos y objetivos para dominar los sistemas urbanos.Aunque, en la práctica, al planificador le fue más difícil acercarse al bien, que se empeñó en ser imposible de determinar cientificamente. En los años 60 los radicales y humanistas atacaron al cuantitativismo despiadadamente (1º) por planificar de arriba a abajo, (2º) por su imposición de un pseudocientificismo arbitral y (3º) por su ineficiencia a la hora de dar soluciones a las necesidades urbanas. El nuevo urbanista radical de los años 60 volvió al saber artesanal basado en la intuición; buscó su sitio en la escena aliándose con los habitantes para mejorar el entorno urbano. Pero, finalmente, tras el compromiso de los años 60, el divorcio entre teoría y praxis se consolidó. En la práctica los urbanistas se olvidaron de los grandes problemas, se volvieron pragmáticos, aceptaron los encargos; mientras, los teóricos, desde las universidades, se preocuparon de solucionar las grandes contradicciones del sistema más allá del ámbito del urbanismo. En resumen, la útopia de intervención práctica ideada por los primeros urbanistas anarquistas había sido olvidada.

En el capítulo undécimo, La Ciudad de los Promotores, Hall nos explica el impacto que tuvo la crisis económica de los años 70 sobre el urbanismo. La crisis provocó un cambio de orientación, el urbanismo dejó de preocuparse por el control y planificación del crecimiento, para fomentar el crecimiento fuese como fuese. El terrible estancamieno del crecimiento hizo desaparecer las subvenciones para crear nuevas ciudades, todo el dinero se destinó a sacar del ahujero de la crisis a las ciudades ya existentes. En los 70, las ciudades estaban en reconversión, se tuvieron que adaptar a la desaparición de la base industrial de la economía urbana; todos los esfuerzos se orientaron a dar un nuevo papel a la urbe como centro de servicios. El principal objetivo fue atraer a las entidades financieras, el turismo y el dinero de los yuppies. "La idea que predominaba era que la ciudad era una máquina de crear riqueza y que la función del urbanismo era engrasar la maquinaría". La deserción de la industria dotaba a las ciudades con nuevos espacios a los que se debía encontrar nuevos usos. Fue el periodo de las grandes operaciones de renovación urbana (de los Dolls londinenses). El centro de la ciudad se convirtió en una boutique para el consumo de los yuppis y en un señuelo para atraer a los turistas. Para las políticas de vivienda social no corrieron buenos tiempos durante el periodo de las administraciones Reagan y Thatcher.

En el capítulo duodécimo, La Ciudad de la Eterna Pobreza, Hall inicia el retorno de nuestro viaje hacia "los eternos barrios bajos". Este capítulo está dedicado a la historia de los estudios sobre la pobreza y la marginalidad urbana en EEUU. Estudios que se remontan a los años 20, época en que los sociólogos de la Escuela de Chicago (Park, Burgess y compañía) localizaron la pobreza urbana en los ghettos que acogían a los inmigrantes. Para los de Chicago la ciudad robaba al recien llegado la protección y autodefensa que le brindaban las comunidades tradicionales, la ciudad tentaba al indefenso hijo del inmigrante hacia la marginación. La marginación llegó a ser considerada como un problema transitorio, pues en los años cuarenta los ghettos blancos habían desaparecido, sólo quedaban ghettos negros en las ciudades americanas, ghettos que se hacían cada vez más profundos. ¿Que diferenciaba a los negros? Los estudios de Frazier substituyeron las xplicaciones racistas por los hechos, en esencia tres diferencias: partían de una pobreza más extrema, la familia negra estaba descentralizada y habían llegado más tarde a la ciudad, cuando los trabajos no cualificados habían comenzado a desaparecer o estigmatizaban, y por si esto fuera poco aún se debía sumar el racismo blanco. Finalmente, a partir de los 60 la extensión de la pobreza a los blancos (aunque siempre en menor medida) arrabató la razón a los sociólogos de Chicago, no se trataba de un problema transitorio. Hall no facilita ninguna solución ante la persistencia de la pobreza en las ciudades, sólo una pregunta ¿dónde ha estado el urbanismo? ¿qué ha hecho? La respuesta no puede satisfacernos. Es cierto que el porcentaje de pobres es menor que en 1880, pero también es cierto que son muchos los pobres de nuestras ciudades a los que no se les ha querido ofrecer una vivienda digna.

El viaje de la mano de Peter Hall termina en el capítulo decimotercero, La Ciudad a lo Belle Epoque, un número para muchos de mal agüero. En este capítulo Hall se pregunta cuál es el papel del urbanismo en el futuro, en la época de la globalización y de Internet. Un futuro que el urbanismo debe tener pues la ciudad no está muerta ni mucho menos, al ser aún la sede del bien más demandado, la información. Pues, aunque se descentraliza la producción, la ciudad aún acoge a las finanzas, al I+D y al turismo. El urbanismo tiene trabajo para realizar una ciudad sostenible, preocuparse por el ahorro de energía y dar una solución a los problemas del transporte. El urbanismo inluso puede responder a las exigencias de aumento de la calidad de vida de sus habitantes. Preocuparse por la competición interciudadana por el atractivo turístico. Incluso el urbanismo tiene que responder a un problema grave, pues el incremento de las familias uniparentales implica un incremento próximo de la necesidad de vivienda que no podrá satisfacer la ciudad a la escala actual.

No obstante, existe un problema más grave, aún no mencionado. Un problema que no ólo afecta a esta disciplina, pero por el que se creó el urbanismo hace más de cien años: la pobreza. Sin duda la noción actual de pobreza no es la misma que la de la Inglaterra Victoriana, ni las características de los barrios pobres de las ciudades son las mismas, pero tampoco el urbanismo es el mismo. Hoy, según Hall, la situación se caracteriza por la desaparición de los trabajos tradicionales, el aumento del paro y el incremento de la polarización de la sociedad "entre los informados y los infraeducados". El miedo a que estalle la violencia que bulle bajo la superfície, que estalle la revuelta vuelve a apoderarse de las clases medias. Los disturbios de Los Angeles fueron entendidos como un aviso. A finales del siglo XX hay una Ciudad de la Noche Espantosa más insostenible que nunca al estar rodeada por la ciudad de la luz. Hay pobres. Hay problema, la pregunta que se hace Peter Hall es si este problema afecta a los urbanistas.

© Copyright Antonio Algaba

© Copyright Biblio3W


Volver al índice de Biblio3W

Menú principal