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Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] 
Nº 289, 4de abril de 2001 

LOWENTHAL, David. El pasado es un país extraño. Madrid: Akal Universitaria, 1998. 683 p.

Óscar Miranda Ontiveros
Licenciado en Geografía Humana
Universidad de Barcelona


Palabras clave:  Geografía histórica/ pasado/ percepción

Key words: Historical Geography/ past/ perception


El geógrafo David Lowenthal ha realizado un extraordinario trabajo que se ha reflejado en la publicación de este interesante libro, el cual, ha tenido un considerable éxito, si este es medido por número de ediciones, ya que se trata de la séptima edición inglesa, de la que se ha traducido la española por Pedro Piedras Monroy.

La trayectoria del autor ha estado marcada por su interés y dedicación en temas como la percepción del hombre sobre el medio y como ésta contribuye a su transformación. Una de las obras que han influido en su carrera ha sido Man and Nature escrita por George Perkins Marsh en 1864, la cual, introdujo al autor en el movimiento conservacionista. El hombre siempre ha sido el objeto de sus estudios, acercándose a los postulados de la geografía cultural. De esta manera puede calificarse a Lowenthal de un auténtico humanista, así, sus investigaciones han sido realizadas dentro de la corriente neohistoricista que surgió en EEUU durante la década de los 70. Como buen humanista, su preocupación por todo lo que rodea al hombre le ha llevado a adentrarse en diferentes disciplinas científicas, obteniendo de esta manera una formación interdisciplinaria muy interesante y que le convierte en uno de los profesionales más prestigiosos dentro de las ciencias humanas.

La propia experiencia profesional de Lowenthal así lo confirma; ha sido profesor de Geografía y de Historia en Berkeley y Wisconsin, ha ocupado el puesto de Secretario de la American Geographical Society, así como la cátedra de Geografía en el University College de Londres y ha desarrollado diferentes proyectos de investigación relacionados con la Geografía y la Historia. También ha impartido clases de Arquitectura del paisaje en Harvard, de Ciencias Políticas en el MIT (Massachusetts Institute of Technology), de Psicología medioambiental en la Ciudad Universitaria de New York. De forma que su curriculum profesional no hace más que confirmar el carácter interdisciplinario de Lowenthal y, por tanto, de su obra.

Ese carácter interdisciplinario es uno de los aspectos que más sobresalen de este libro. En El pasado es un país extraño, Lowenthal trata de realizar un análisis sobre la percepción que tiene y ha tenido el hombre por el pasado a lo largo de la historia y de cómo dicho pasado interviene o afecta al presente.

Por la complejidad que desprende el tema se hace necesario el recurrir a diferentes fuentes de información procedentes de disciplinas (aparentemente) diversas como la Historia, la Psicología, la Arqueología, la Antropología, la Geografía, la Filosofía, entre otras, que mantienen en común un cierto grado de interés por el pasado.

El objetivo que se plantea Lowenthal en la realización de este libro es la síntesis de una cantidad de información considerable (como se refleja en las 2149 citas que contiene) y además bastante heterogénea. El saber conjuntar todos estos datos, sobre una materia de gran complejidad, le permite representarlos en una obra de gran interés para el lector que reflexiona sobre cuestiones de tanta importancia como el ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿adónde vamos? ¿qué dejamos por el camino?, y plantearse las consecuencias que tienen las acciones actuales del hombre en el futuro, de igual manera que nosotros recibimos la herencia de los hombres del pasado. De manera que a uno le hace detenerse, en una coyuntura marcada por la velocidad a la que se suceden los acontecimientos, a pensar sobre las repercusiones que pueda tener la actividad humana sobre el medio, de la misma manera que lo hacemos si damos un repaso a nuestros recuerdos, a la historia u observando las reliquias que quedan como reflejo de los tiempos pasados.

Otro de los objetivos que Lowenthal se ha marcado en este libro es descifrar las diferentes conductas de los hombres respecto al pasado, qué actitud adoptamos ante el legado de nuestros antepasados. Su estudio se centra en la cultura anglosajona en la que descubre dos posiciones enfrentadas: la cultura inglesa otorga una mayor importancia y valora decididamente todos los restos que les han dejado sus antepasados; sin embargo, la cultura norteamericana no los aprecia de la misma manera. Esto tiene un claro reflejo en los contrastes de sus paisajes respectivos, el paisaje inglés destaca por una mayor presencia de restos del pasado mientras que en Norteamérica es más difícil encontrar alguna huella de la actividad pasada. De esta forma ofrece una posible explicación cultural al tema del conservacionismo, porque es más valorado un edificio antiguo en una sociedad que en otra y se adoptan medidas para conservarlo.

En definitiva, Lowenthal escribe sobre el pasado, sobre las relaciones de los hombres con él y sobre el reflejo del pasado en el presente, de cómo afrontamos estas relaciones, si las aceptamos o las rechazamos, si somos partidarios de conservar aquello que nuestros antepasados crearon o mantuvieron, por las razones que se exponen en la primera parte del libro, o si por el contrario, preferimos un medio, un entorno, prácticamente nuevo, creado a nuestro gusto y necesidad. Y escribe sobre este tema porque, tal como dice al principio de su introducción, "el pasado está en todas partes".

El libro está estructurado en tres partes. En la primera, Lowenthal se encarga de explicarnos cuales son las razones que nos impulsan a recuperar el pasado, qué es aquello que nos incita a recurrir a él. A través de una serie de preguntas, el autor pretende explicarnos las causas que nos llevan a mirar hacia atrás.

Una vez nos ha dicho el qué buscamos, en el capítulo segundo nos explica el porqué. Intenta justificar nuestra actitud mediante una descripción sobre las ventajas y desventajas de recurrir al pasado, mostrando las diferentes conductas ante el mismo durante algunos episodios de la historia; pretende, de esta manera, reflejar que las actitudes respecto al pasado no han variado mucho en el tiempo, exceptuando los dos últimos siglos, en los que sí se ha notado una cambio sustancial en la forma de percibir y tratar al pasado.

Existe una doble postura ante el pasado. Por un lado, se encuentran aquellos que descubren el lado positivo de inspirarse en la tradición de las personas que estuvieron antes y fueron pioneros; normalmente, prefieren recuperar todo aquello relacionado con el pasado al considerarlo de un gran valor. Lowenthal aporta las justificaciones necesarias a esta manera de actuar en el capítulo segundo en la parte dedicada a la exposición de los beneficios y atributos apreciados del pasado. Por otro lado, la conducta más reticente respecto al pasado, aquellos que prefieren partir de cero, menospreciando todo lo que existía antes de ellos; también tiene su explicación en el mismo capítulo en el se exponen las ventajas.

Posteriormente, ejemplifica estas actitudes escogiendo cuatro episodios determinantes de la Historia. A través del Renacimiento, la Ilustración, la Inglaterra victoriana, o la independencia de los Estados Unidos, el autor nos muestra las dos maneras opuestas de atender al pasado. Mientras en el Renacimiento y la Inglaterra victoriana las formas del pasado estaban dotadas de un extraordinario valor, durante la Ilustración en Europa y en los Estados Unidos del XVIII se pretendía romper los lazos que unían el presente con el pasado. Pero el autor avisa de que estas tendencias no son generales, ya que dentro de cada período existían divergencias acerca la interpretación del pasado.

Con estos ejemplos el autor pretende mostrar que el pasado no varía, es el que es y el que los hombres y la Naturaleza han querido que sea; solo la actitud de los hombres puede hacer aparecer un pasado distinto. Pero el pasado es uno y único, a pesar de las diferentes interpretaciones que se puedan hacer de él. De manera que la conclusión extraíble de esta explicación es que la percepción humana es la responsable, en gran medida, de aquello que pueda acontecer respecto las relaciones entre pasado, presente y futuro.

La consolidación física del pasado, sus formas tangibles las describe en el capítulo cuarto; el aspecto de la vejez, cómo podemos saber si una cosa es vieja, si pertenece al pasado. El paso del tiempo como elemento principal del agotamiento de las formas físicas. Sin embargo, retorna a la percepción humana a la hora de conceder el beneplácito a esas formas desgastadas, de valorarlas por la capacidad de permanencia y de supervivencia. Pero, por otro lado, nos encontramos a aquellos que prefieren menospreciar lo antiguo, por diversas razones: inservible, anacrónico, aunque pueden llegar a valorar esa estética de los objetos desgastados, envejecidos por el tiempo, siempre y cuando esté de moda.

Así pues, en la primera parte del libro el autor deja reflejado de manera muy clara que es la percepción el hombre, individual o colectivo, la que marca las medidas que se adoptan en el presente respecto al pasado. Uno puede sentir atracción o rechazo dependiendo del movimiento cultural que le toque vivir.

Una vez realizado el recorrido por la historia de la conducta humana ante el pasado, Lowenthal se adentra en las vías de conocimiento o percepción que posee el hombre para captarlo. En la segunda parte del libro se explican los tres métodos de conocer el pasado. Antes de exponer los tres caminos para acceder al mismo, Lowenthal especifica que existen varios tipos de pasados: el pasado colectivo (referente a un grupo social) y el individual (el de cada persona en particular). Por otro lado, conocemos el pasado experimentado (que puede ser el real, el que ha acontecido) y el pasado creído (que hace referencia a la imaginación de cada uno o de un grupo, que piensa que ha sucedido una cosa de manera diferente a como ha ocurrido).

Los caminos para alcanzar el pasado son tres: la memoria, la historia y las reliquias. Para argumentar los procesos que llevan a la memoria a evocarnos el pasado, el autor ha tenido que descifrar la interpretación subjetiva que las personas realizan partir de sus recuerdos. Sin embargo, se previene de las posibles acusaciones explicando que la memoria solo nos conduce al pasado creído, siempre lo deformaremos a nuestro antojo. De esta manera el camino más personal puede ser el más certero para nosotros, pero, quizá, no se ajuste a la realidad como debería.

Para ajustarnos a ella debemos recurrir a la Historia, aunque con prudencia. La Historia siempre está escrita por alguien. Lowenthal vuelve advertir de la condición humana a la hora de percibir un mismo hecho de diferente manera, por tanto, se pueden escribir historias diferentes de un mismo acontecimiento. De manera que ni los recuerdos ni la Historia nos satisfacen plenamente, por estar sujetos a la subjetividad humana.

La tercera vía de conocimiento del pasado es mediante el conocimiento de las reliquias, los restos del pasado. Las reliquias son la corporización del pasado, son las muestras tangibles del paso del tiempo y de la actividad humana.

Gracias al trabajo de los arqueólogos hemos podido adquirir una serie de conocimientos sobre las civilizaciones pasadas que nos ayudan a comprender la evolución que ha ido siguiendo el hombre a lo largo de la historia. Pero no solo es importante el trabajo de los arqueólogos. Todos los objetos, cuerpos, son parte del pasado. El autor se encarga de destacar que no importa lo viejo que sea sino que sean viejos. Este es un aspecto que el autor quiere subrayar: todos los objetos contribuyen a construir el pasado, no hace falta que sean grandes catedrales, edificios o monumentos, cualquier utensilio cotidiano, aunque pueda parecer insignificante, aporta su grano de arena a la formación del pasado. De hecho, existen museos, dedicados a recoger este tipo de herramientas vulgares y que nos aportan una gran cantidad de detalles sobre la época y las gentes que las hicieron servir. Así que las reliquias producen evocaciones del pasado. Sin embargo, este tercer camino que nos conduce al pasado también tiene sus limitaciones.

Las reliquias, restos físicos del pasado, por ellos mismos no tienen significado, necesitan de una interpretación, de una contextualización que los doten de todo su valor. Es por ello que se requiere una interconexión entre las tres vías para acceder al pasado; solo la combinación entre objeto, Historia y memoria nos conducirá a un conocimiento certero y más o menos preciso del pasado. Lowenthal se encarga, en las dos primeras partes de su libro, de introducirnos en los cambios en el tratamiento del pasado y qué es el que los ocasiona, además de cómo afectan dichos cambios a las reliquias.

La tercera parte está dedicada a analizar los motivos que impulsan esos cambios, es decir, las transformaciones que padecen las reliquias, como señales del pasado. Existen dos tipos de transformaciones. Una que afecta de manera directa a las antigüedades, sería aquella donde el añadido y reutilización, la protección o la iconoclastia contribuyen a alterar la sustancia de las reliquias. El segundo tipo de transformación, que afecta de una manera más indirecta y está más relacionado con la condición humana consistiría en la manera en que percibimos esas reliquias, es decir, cómo nuestra mente y nuestros sentidos captan los restos del pasado y deciden comportarse ante ellos, en cierta forma, este tipo de transformación afectaría más al espíritu de las reliquias que a su cuerpo.

En definitiva, Lowenthal plantea en esta tercera parte los modos que tenemos de modificar el pasado, entiéndase; las formas del pasado, es decir, las reliquias y los motivos que nos impulsan a actuar de esta manera.

La arquitectura es la disciplina que interviene con más fuerza en esta fase del libro, las obras que se realizan ya sea para realzar o para alterar las reliquias tienen a los arquitectos como protagonistas, respaldados por una corriente cultural de moda que les permite justificar sus actos y actuar de la manera que lo hacen.

El último capítulo (el séptimo), Lowenthal lo reserva para hacer una reflexión sobre la conducta humana respecto el pasado, sus consecuencias en el espacio, las tradiciones y los movimientos culturales de cada momento que nos influyen, ya sea para bien o para mal.

Centrándose en el siglo XX, analiza la situación del urbanismo y la arquitectura en el mundo anglosajón, una situación poco agradable, teniendo en cuenta su declarado conservacionismo, ya que la corriente modernista, surgida a finales de siglo XIX, acabó con toda la formación clásica de los encargados de llevar a cabo las transformaciones, antes mencionadas, de los restos del pasado, y se tendió por una continua innovación en el campo de las artes a pesar de no saber muy bien hacia donde se dirigían.

Es consciente de la dinámica en la que se encuentra el mundo, sin embargo, esto no es inconveniente para hacer balance sobre las actitudes negativas y positivas respecto al pasado; evidentemente, la balanza se decanta hacia las segundas. Él prefiere que el pasado siempre se tenga presente porque nos puede enseñar y ofrecer aún muchas cosas. El pasado es un país extraño es un libro sobre temas que están presentes constantemente en la vida cotidiana de cada uno, pero que por su obviedad pasan desapercibidos. Por ejemplo, es conocida la afición de algunas grandes empresas a localizar sus oficinas en edificios históricos de las ciudades porque de esta manera se asocia el prestigio de la construcción al de la empresa. Por otro lado, están aquellas empresas que prefieren asentarse en un edificio totalmente innovador y que destaque por ser un símbolo de modernidad y progreso, aunque no necesariamente de prosperidad. Es decir, las actitudes del Renacimiento o de la Ilustración, que se plantean en la obra, son totalmente extrapolables al momento actual. La lectura de este libro puede hacer reflexionar sobre estas cuestiones, que si bien son conocidas, no son tratadas con detenimiento.

El mismo título del libro hace que profundicemos un poco en el tema; el pasado actual es tan desconocido, conocemos tan poco de él como de un país al que no sabemos ni ubicar en un mapa. No me refiero a la Historia, ya que todos la hemos aprendido en el colegio, sino a situaciones cotidianas como la identificación de un edificio histórico o el significado de cualquier monumento. Solo leyendo el título nos hacemos una idea de lo que Lowenthal reivindica en el libro. Necesitamos conocer nuestro pasado. Una vez conocido lo podemos conservar, mejorar, empeorar, o simplemente ignorar, podremos actuar sobre él sin que haya lamentaciones producidas por la destrucción de algún resto del pasado que por desconocimiento haya desaparecido y cuya recuperación posterior sea imposible.

Un aspecto que resalta el autor es la formación clásica que deben adquirir los profesionales dedicados al estudio y realización del diseño territorial. Supongo que sin esta base es como empezar a construir pisos por el tejado. Es importante conocer lo que ya existía, porque por alguna razón se había construido eso y en ese sitio. No debemos subestimar el trabajo de nuestros antepasados. La arrogancia con la que nos enfrentamos a los restos del pasado en numerosas ocasiones nos conduce al error.

Esto no quiere decir que permanezcamos en un estado anacrónico constante. Hemos de ser conscientes del momento en el que vivimos con todas las ventajas (sobre todo técnicas) de las que disponemos, y no podemos renunciar a ellas, estaríamos cometiendo un error de igual tamaño que los que rechazan toda huella del pasado. Hemos de intentar conjuntar esa capacidad tecnológica con una perspectiva histórica. Una de las conclusiones que se extraen de la lectura de este libro es que la historia se repite una y otra vez. La mayoría de los problemas recientes han sucedido en algún periodo de la historia, evidentemente con diferentes formatos pero sustancialmente parecidos. El periodo que estamos viviendo de continua innovación en el terreno de las comunicaciones nos conduce a un tipo de sociedad que nos asusta por desconocida y por la velocidad a la que suceden los cambios a los que no tenemos tiempo para adaptarnos. Situaciones como ésta encontramos muchas a lo largo de la historia; la Revolución Industrial supuso un cambio comparable al que estamos asistiendo, el automóvil significó una nueva concepción del espacio y también tuvo grandes efectos sociales. Por esta razón no debemos preocuparnos ante el progreso, siempre y cuando el hombre sepa mantener una actitud de respeto hacia el presente y el pasado.

Es cierto, como bien se señala en el libro, que esta vorágine de cambios se han dado en un periodo concreto de la historia. Más o menos la sociedad fue evolucionando a un ritmo lento, pero a partir del siglo XVIII-XIX la velocidad de los cambios se incrementó. Por esta razón, los acontecimientos no se percibían antes de la manera como se hace actualmente; así, debemos ser más cuidadosos con el pasado porque a esta velocidad no hay tiempo para rectificar.

Antes todo lo que sabían los hijos era porque se lo habían enseñado sus padres o abuelos, y por esta razón, el pasado siempre se estaba actualizando y nos parecía cercano. Actualmente, en lugar de actualizarlo se abandona, los conocimientos de nuestros padres han quedado obsoletos, , los hijos no necesitan de la experiencia de sus padres, más bien sucede al revés; que los padres aprenden de sus hijos. El resultado de estas transformaciones será la sensación de lejanía temporal que ofrecen las formas del pasado, cuando, posiblemente, no haya transcurrido ni una generación desde que esos mismos edificios, objetos, estaban de actualidad.

En definitiva, es esta dinámica la que nos hace mantener una actitud distante hacia el pasado y no la falta de insensibilidad hacia este. En el momento en el que alguien se pare a mirar hacia atrás en lugar al frente va quedar descolocado y fuera de las pautas sociales establecidas. Pero no debemos temer mirar hacia delante manteniendo siempre esa perspectiva y la memoria histórica que nos pueden ayudar a entender mejor hacia donde nos dirigimos.

Se trata de un libro destinado a un público muy diverso, las disciplinas científicas a las que pueda interesar son numerosas. Básicamente trata sobre el hombre y son muchos los profesionales que tienen al hombre como centro de sus investigaciones. Entre los estudiosos del hombre también encontramos a los geógrafos, la principal ocupación geográfica es el estudio de la superficie terrestre, en la que el hombre representa el elemento más vital y transformador. Se trata de una obra de lectura recomendable para todos los públicos, por el interés que despierta en sí misma o por la cantidad de información que ofrece en forma de notas. Las 2149 notas que contiene el libro, ofrecen un gran abanico de posibilidades para todos aquellos que estén interesados en la materia. Nos encontramos, pues, ante un trabajo extraordinario en el que se refleja la gran erudición de David Lowenthal. Esta obra debería considerarse como una obra de lectura obligatoria, especialmente para los geógrafos, historiadores y arquitectos.

Como punto final, cabe destacar en el aspecto formal, la abundante bibliografía e ilustraciones que hacen la lectura más interesante. Sin duda alguna, la editorial Akal Universitaria ha acertado de lleno con la publicación de El pasado es un país extraño.