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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VI, nº 324, 20 de noviembre de 2001

APUNTES CRÍTICOS SOBRE LA OBRA GEOGRÁFICA DE ALEJANDRO DE HUMBOLDT

Francisco Escamilla Vera
Profesor Emérito de la Universidad Pedagógica Libertador (Caracas, Venezuela)
fescamilla@cantv.net
pacoescamilla@terra.es


Apuntes críticos sobre la obra geográfica de Alejandro de Humboldt (Resumen)

La obra científica de Humboldt ha sido analizada casi siempre desde un punto de vista apologético y enfocando sus numerosas contribuciones hechas en los campos de diversas disciplinas relacionadas con lo que podríamos denominar actualmente como Ciencias de la Tierra. En especial, sus contribuciones en el campo de la geografía sirvieron para que se le considerara a partir de la segunda mitad del siglo XIX, como uno de los padres de la geografía moderna.  Sin embargo, Horacio Capel lo identifica (junto a Carl Ritter) como uno de los "padres putativos" de la geografía, por considerar que el desarrollo posterior de esta ciencia fue distinto de los lineamientos que Humboldt había señalado, particularmente, en su obra culminante, "El Cosmos" (Capel, 1981). En el presente artículo se trata de afianzar esta consideración de Capel, enfatizando en cambio el análisis de la obra humboldtiana en la América Intertropical, realizada finalizando el siglo XVIII y en los inicios del XIX. Tal vez podríamos plantear la idea de que Humboldt sí fue uno de los iniciadores de la geografía moderna, pero de una versión pseudocientífica de la misma. Es decir que, al lado de una concepción científica, seria, explicativa, integral e integradora de la geografía existe una forma distinta de entender a esta ciencia como una disciplina trivial, que hace referencia a detalles exóticos, raros y poco conocidos aunque, por supuesto, atractivos para mucha gente. Podría considerarse a la reseña de su "Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente" (escrito con la colaboración de Bonpland), sin menospreciar los indudables aspectos valiosos que tiene desde el punto de vista científico, un ejemplo de esta última forma de entender la geografía.

Palabras clave: Humboldt/ Historia de la geografía/ Ciencia y geografía/ América intertropical.


Some critical notes about Alexander von Humboldt’s geographical work (Abstract)

Humboldt’s scientific work has been analyzed most of the times from the apologetic point of view, focusing his many contributions made within the field of diverse disciplines related with what we could identify now as Earth Sciences. Especially, most of his writings made him to be named (together with Carl Ritter) as one of the "fathers" of modern geography. However, Horacio Capel considers Humboldt as one of the "putative fathers", not a real "father" of geography, because posterior development of this science had not much to do with Humboldt’s concepts on this science. This paper tries to reinforce Capel’s idea on Humboldt, analyzing Humboldt’s main work on Inter-Tropical America. It would be possible to state that Humboldt was a true "father" of geography, but not of a scientific concept of this discipline. This means that, together with a concept of geography as a truly, explanative, integral and integrative science, there is a different way to see what is geography as a trivial discipline, which makes reference to exotic, rare, queer and less known details and yet, being appealing to most people. Humboldt’s main work on Inter-Tropical America (written with Bonpland) could be considered, without underestimate its many important contributions to science, a good example of the last way to define geography.

Key words: Humboldt/ History of Geography/ Science and Geography/ Inter-Tropical America.


Analizar el trabajo científico del Barón Alejandro de Humboldt desde un punto de vista crítico es bastante delicado, sobre todo porque ello puede acarrear inmediatamente el rechazo y hasta la condena por parte de la comunidad universitaria en aquellos países que tuvieron que ver con la obra del Barón alemán. Por lo general, la figura de Humboldt ha sido ensalzada y defendida y siempre se han tratado de eliminar todos aquellos aspectos cuestionables con respecto a sus aportes científicos, especialmente en el campo de la Geografía.

Sin embargo, cuando se compara su obra con la de otras figuras de su misma época que emprendieron unas tareas de investigación similares, comienzan a aparecer algunos puntos de vista contradictorios con la imagen que, por motivos apologéticos que no vamos a analizar en detalle, siempre ha estado asociada con las contribuciones humboldtianas a la ciencia en general y a la Geografía en particular. A todo ello nos vamos a referir a continuación, con la idea en mente de que el análisis crítico de la obra de Humboldt, que raras veces se ha hecho, no significa el desconocimiento de sus más valiosas contribuciones al mundo de la ciencia decimonónica.

La obra geográfica de Humboldt en América.

Con motivo de haberse cumplido en 1999, 200 años de la fecha en la que se inició el viaje de Humboldt y Bonpland a tierras americanas, se realizaron recientemente varios congresos, coloquios o encuentros preparados para recordar esta fecha con el fin de enfatizar y resaltar los aportes que para la ciencia tuvo dicho viaje y, de paso, ensalzar las figuras de ambos científicos, en especial, la de Humboldt. "Es un tema al que están dedicando también atención los historiadores de los países iberoamericanos, como se tuvo ocasión de ver en el Coloquio sobre "Alexander von Humboldt y la ciencia americana. Bicentenario" organizado por la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y que se celebró en México los días 15 al 19 de agosto de 1999. Unos setenta investigadores se dedicaron en aquella ocasión a una evaluación de la obra de Humboldt en lo que se refiere a las fuentes documentales sobre este autor, sus aportaciones a la geografía y cartografía, a la etnografía, al conocimiento de los recursos económicos, al estudio de la flora americana, a la etnografía y la historia natural, así como al análisis de las repercusiones del viaje y de las publicaciones de Humboldt en Europa y América" (Capel, 2000). Otro de estos coloquios internacionales fue el que se realizó en la Universidad de París-Nanterre los días 17 y 18 de noviembre de 2000 al cual le dedica Horacio Capel su reseña titulada "Humboldt y el mundo hispánico. Un coloquio internacional en la Université de Paris-Nanterre". Capel introduce en dicha reseña un comentario muy interesante con respecto a una nueva evaluación de la obra realizada por Humboldt: "Estamos en un momento en que es posible estudiar las contribuciones científicas de Humboldt sin ánimo apologético. Sin duda no todo lo que él hizo valía entonces ni, mucho menos, vale hoy día. Algo de eso notaron ya sus contemporáneos más lúcidos, como se refleja en unas palabras de Arago en una carta al mismo Humboldt recordadas por la profesora Chenu, "tú no sabes como se hace un libro, tu escribes sin fin, y eso no es un libro sino un retrato sin marco" (Capel, 2000).

Sin embargo, como se verá a continuación, las críticas a la actuación de Humboldt no se limitan a las que hicieron sus contemporáneos y también existen algunas bastante anteriores al momento actual. Lo que sucede es que estas críticas han sido sistemáticamente minimizadas o desechadas en las referencias históricas, conformándose así una especie de "historia oficial" en la que los aspectos críticos desaparecen. Además, como más adelante veremos, esas críticas tampoco se limitan a Colombia ya que también en Venezuela (y en otros países hispanoamericanos) aparecieron en varias épocas algunas referencias críticas acerca de la figura de Humboldt y por ello tal vez convendría matizar la afirmación de Capel, en la misma reseña ya citada, de que "Es grande el interés de estudiar la utilización que se hizo de la obra de Humboldt por los distintos países independientes, con un uso que puede ser distinto en cada uno de ellos, e incluso con diferencias entre los dos antiguos países de la Gran Colombia, ya que frente a la valoración positiva que se hace en Venezuela, en Colombia pueden existir reticencias debido a la mezquindad del alemán con Francisco de Caldas". Es cierto que en Venezuela se hizo tradicionalmente una valoración positiva de la figura de Humboldt durante mucho tiempo, pero también lo es el que se cuestionaran algunos aspectos de su relevancia como científico y como geógrafo.

Humboldt y Caldas

Tal vez una de las mejores referencias críticas al rechazo de Caldas por parte de Humboldt es la que Pau Vila realizó en Venezuela con el título de "El encuentro inoperante de dos sabios: Humboldt y Caldas" (Vila, Pablo, 1959), aunque es lícito anotar que el ilustre geógrafo catalán había vivido entre 1939 y 1946 en Colombia, tras su exilio por la guerra civil española y allá tuvo ocasión, probablemente, de analizar una documentación que señalaba aspectos poco conocidos en lo que se conoce como la "historia oficial" imperante sobre la figura de Humboldt. Pablo Vila se refiere a este encuentro como algo negativo para la ciencia, por el hecho de que Humboldt escogió para que lo acompañara a Carlos de Montúfar, joven de 20 años cuyos conocimientos científicos eran muy limitados, en lugar de un sabio de la categoría de Francisco José de Caldas, cuya labor en el campo de la botánica y de otras ciencias ya era muy notable a fines del siglo XVIII. Vila hace una minuciosa comparación entre Caldas y Montúfar sin explicarse la razón por la que Humboldt prefiriera a un joven inexperto, con fama de disoluto y de amante de las fiestas en lugar de, como ya hemos dicho, un científico de la categoría de Caldas. Posteriormente, la preparación en Caracas de un libro publicado por el Instituto Pedagógico Nacional titulado Codazzi, Humboldt, Caldas, precursores de la geografía moderna (Vila, Pablo y Carpio, Rubén, 1960) podría considerarse como una especie de desagravio a la figura de Caldas por el hecho, no solo de colocar a estas figuras juntas en un estudio, sino por considerar también a Caldas como un precursor de la geografía y no como botánico o naturalista solamente.

Los aportes de Humboldt a la geografía constituyen un tema amplia y excelentemente tratado por Horacio Capel en numerosas obras y artículos, por lo que no vamos a insistir en ello (puede consultarse, por ejemplo, su obra de 1981 titulada Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea). Sin embargo, y para concluir con la reseña del Coloquio de la Universidad de París-Nanterre, convendría señalar que el viaje de Humboldt a la América Hispánica coincidió con el período en el que se debatían en el Nuevo Mundo las ideas de la Ilustración, sobre todo en Venezuela, en gran parte por la influencia que ejercieron los navíos de la Compañía Guipuzcoana como difusores de las nuevas ideas y hasta como precursores de la Independencia (Basterra, 1954). Es por ello que la afirmación de que "Después de él (Humboldt) pasaría mucho tiempo antes de que pudiera volver a tenerse una visión homogénea como la que él pudo proporcionar: por ejemplo, los datos demográficos que dio sobre el conjunto de América hispana solo pudieron volver a tenerse a comienzos del siglo XX", que Horacio Capel señala en la reseña citada, debería considerarse como inevitable, por el hecho de que todos los países hispanoamericanos comenzaron a separarse a comienzos del siglo XIX (antes formaban una unidad y eran parte de España) y a tener historias separadas. De hecho, ya antes del siglo XIX existieron muy buenos trabajos de recopilación estadística, demográfica y económica en todo el continente y en partes del mismo (por ejemplo, la de Alcedo para toda la América Hispana y la del Obispo Martí para Venezuela), obras que el propio Humboldt conocía y que utilizó ampliamente, tomando muchos datos que posteriormente fueron considerados como aportes exclusivamente humboldtianos en su obra.

En resumen, la negativa de Humboldt a compartir su trabajo con el de Caldas fue bastante desafortunada, sobre todo para el naturalista alemán, como trataremos de explicar al analizar su relación con los miembros de la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada.

Cavanilles y Humboldt

Es interesante el hecho de que nunca se haya establecido una comparación entre los aportes al campo científico de la geografía desarrollados por estos dos científicos, a pesar de que fueron casi contemporáneos y sus conocimientos sobre lo que hoy llamaríamos las Ciencias de la Tierra eran bastante similares, tal vez con una superioridad de Cavanilles en lo que respecta a la botánica, al estudio de los suelos, de las aguas, de la agricultura, de la geografía, así como de las estadísticas económicas y demográficas, mientras que Humboldt tenía una mejor preparación en lo que respecta a la astronomía y a la geodesia (o más bien, lo que sería la situación astronómica de los lugares) y, probablemente, también en lo que se refiere a la geología. En cualquier caso, no tengo noticia de que se hubiera hecho esta comparación antes de que se asomara dicha posibilidad en un artículo reciente. Dicha comparación surgió al analizar la obra de Cavanilles sobre el Reino de Valencia (Cavanilles, 1795, edición de 1995) en la que podemos darnos cuenta de que, al menos desde el punto de vista geográfico, es muy superior a la obra americana de Humboldt (Humboldt, 1816-26, edición de 1943), tanto en lo que se refiere a la metodología de investigación como a la concepción de la Geografía como una disciplina explicativa, global y exhaustiva de los paisajes, países y regiones (Escamilla, 2001).

En el artículo citado se expresa lo siguiente: "Ya se ha señalado que en la época actual prevalecen los objetivos económicos sobre los demás. Sin embargo, este planteamiento no se reduce sólo a los tiempos actuales. Por ejemplo, ya Cavanilles a fines del siglo XVIII, explicaba muy bien este dilema y la preeminencia de los económicos sobre todos los demás objetivos: "vuelva el arroz, aunque yo muera". Hacía referencia el ilustre valenciano a que el cultivo del arroz proporcionaba pingües beneficios económicos al agricultor aún a costa de su salud y de su vida. No sabía la razón causal que relacionaba al cultivo del arroz con la enfermedad y la muerte pero recomendaba, en cambio, una solución excelente: "confínese (el cultivo del arroz) en los sitios naturalmente pantanosos, cuidando que disten media legua de poblado, y muy presto se verán sus saludables efectos" (Cavanilles, 1795, edición de 1995, T. I, p. 183). Esta solución alejaba lo suficiente a los criaderos de mosquitos, el problema real de la población que Cavanilles desconocía. La sugerencia de Cavanilles era una manifestación, entre otras muchas, de su excelente formación para la investigación científica. Su concepto minuciosamente explicativo y global de la Geografía contrasta favorablemente con el que unos años después le sirviera a Humboldt para ser considerado como "el padre de la Geografía Moderna" y con el que han tenido muchos geógrafos posteriores, más preocupados por detalles anecdóticos, exóticos, inconexos y raros, que por un tratamiento exhaustivo de las explicaciones de los problemas o temas de orden verdaderamente geográfico. La Geografía es una ciencia sumamente compleja y completa y no una caricatura de algunos paisajes de la superficie terrestre (Escamilla, 2001).

Por otra parte, mientras que Cavanilles completó un recorrido exhaustivo y minucioso del Reino de Valencia, recorriendo a pie todo lo que ahora compone el territorio de la Comunidad Valenciana (excepto la meseta de Requena y Utiel, que en el siglo XVIII no formaba parte del Reino de Valencia), describiendo minuciosamente el paisaje, el relieve y su origen probable, las poblaciones, las actividades económicas y dando indicaciones y sugerencias sobre la forma como se podían mejorar los cultivos y la economía en general, en el caso de Humboldt, en su relación sobre el viaje que realizó a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, se limitó a visitar algunos puntos donde podía recabar información directa en torno a fenómenos de los que ya tenía una información previa, que pudieran sorprender y maravillar en el mundo académico alemán. Su propósito era, pues, el de impresionar a sus colegas mostrando aquellos aspectos curiosos, exóticos y extraños del Nuevo Mundo, como sucedió en su visita y descripción del circuito del Casiquiare, de los gimnotos o tembladores de los Llanos, de la Cueva del Guácharo y en la descripción de los propios guácharos, de los indios guaraos, de la Silla de Caracas, del río Manzanares, de los volcanes de lodo en las costas de la Nueva Granada, etc.). En aras de este propósito, tuvo ciertas actitudes y actuaciones que, si las analizamos críticamente, están reñidas con el espíritu científico de un investigador de la preparación que Humboldt evidentemente tenía, la cual no se pone aquí en discusión.

Humboldt y Bonpland, taxidermistas

En Venezuela, una obra de teatro de Ibsen Martínez que se titulaba "Humboldt y Bonpland, taxidermistas", hacía una especie de retrato de estos dos científicos, irónico y crítico a la vez, como su propio título nos da a entender y que pone de manifiesto, además de ciertas inclinaciones homosexuales de los ilustres viajeros, su inclinación a exagerar, manipular y tergiversar los datos (sobre todo, en el caso de Humboldt) y a recopilar información con los fines ya señalados de impresionar al mundo académico científico alemán (y europeo en general) a su regreso a su patria. No vamos a analizar la referencia a la supuesta homosexualidad de Humboldt porque resulta difícil probar que este hecho obstaculizara el nivel científico de su obra, en particular, de su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. En cualquier caso, es probable que esas inclinaciones homosexuales le hubieran servido favorablemente en algunas ocasiones (por ejemplo, y aunque parezca extraño, para conseguir permisos y cartas de personas influyentes) y desfavorablemente en otras, como pudo haber sucedido en el Reino de la Nueva Granada (que ahora es Colombia), cuando se encontró con los botánicos y otros científicos de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, incluyendo a Francisco José de Caldas. Si se ha hecho referencia a la obra de teatro sobre Humboldt y Bonpland se debe a que en ella se califica como algo interesante y digno de mención, precisamente, los aspectos que parecen censurables en científicos tan destacados, sobre todo, en el caso de Humboldt. Ibsen Martínez,  realizó en este caso una buena labor de investigación histórica sobre la vida de los ilustres viajeros en los comienzos del siglo XIX en América y  que pasó relativamente desapercibida hace casi dos décadas, y en los comienzos del siglo XIX en América y, aunque es posible que muchos espectadores de dicha obra se escandalizaran y la rechazaran, no cabe duda de que no estaba muy desencaminado en sus apreciaciones, especialmente, en lo que se refiere a una visión de la geografía como de una disciplina que sirve para describir cosas exóticas y sorprendentes y que podemos ver representada al abrir cualquier ejemplar de la National Geographic Magazine, revista que es portavoz de una sociedad (National Geographic Society) cuyos fondos sirven para financiar en gran parte expediciones con el fin de buscar lugares y paisajes poco conocidos, aunque las explicaciones científicas no suelan ser satisfactorias en muchos casos (Rodríguez y Escamilla, 1998). Exagerando un poco, podríamos comparar a esta visión de lo que es la geografía con lo que entre las historietas gráficas norteamericanas se conoce como un mundo "bizarro" (bizarre), teniendo en cuenta que este término no tiene en castellano el mismo significado que en inglés.

La información estadística que Humboldt incluyó en la relación de su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo no es, en general, de su autoría y se limitó a copiar los datos existentes en muchas obras a las que, desafortunadamente, casi nunca cita. Y en la obra de teatro de Ibsen Martínez se señala la tendencia de Humboldt de incluir datos estadísticos por él manipulados y exagerados con el fin de vanagloriarse y destacarse ante los ojos de sus compatriotas. En general, Humboldt incluyó en su obra algunas referencias a hechos curiosos o sorprendentes que procedían de otros autores de las que no se tomó el trabajo o la preocupación de investigar y verificar. A manera de ejemplo, algunas descripciones de Humboldt sobre los guaraunos o guaraos del Delta del Orinoco, como la de que viven sobre las copas de los árboles, adonde los misioneros no los pueden seguir, constituyen errores que perduraron durante más de un siglo en obras como la Geografía de Codazzi y la Enciclopedia Espasa-Calpe, tal como se señala en la obra de Fray Angel Turrado Moreno (Turrado, 1945, citado por Rodríguez y Escamilla, 1998) y en las de Pau Vila (Vila, 1952, 1969). Al respecto, es justo señalar que Humboldt nunca visitó el Delta del Orinoco (donde aún viven los guaraos), y que la falsa referencia que hizo de este pueblo fue tomada de una obra del navegante, escritor y corsario inglés Sir Walter Raleigh (Raleigh, 1595), que estaba lejos de ser una fuente seria y confiable, ya que contenía bastantes falsedades y exageraciones. De hecho, la obra de Raleigh es una especie de compendio de descripciones fantásticas y maravillosas de la región bañada por el Orinoco. Y de nuevo nos encontramos con un escritor, en este caso, de un aventurero, a quien no le interesaba la exactitud de lo que describía, sino maravillar y entusiasmar a sus compatriotas con fines que iban dirigidos, básicamente, a justificar los fondos que obtuvo para financiar sus expediciones o para conseguir los que necesitaba para nuevos viajes. Raleigh fue ejecutado en 1618, pero su obra acerca de El Dorado significó un incentivo para muchos otros aventureros, obsesionados en torno a la idea de un mundo en el que todo era de oro. De manera que las descripciones sobre los indígenas del Delta del Orinoco vigentes en obras del propio siglo XX, en lo que respecta al detalle señalado se remontan, gracias a Humboldt, no a siglo y medio sino a casi cuatro siglos.

Cumaná y la Nueva Andalucía.

El primer contacto con tierras americanas lo realizaron Humboldt y Bonpland a través de la ciudad de Cumaná la cual, dicho sea de paso, está considerada como "La primogénita del continente" ya que su fundación, con el nombre de Nueva Toledo de Cumaná, data de comienzos del siglo XVI (1521), poco después de que los españoles se asentaran en las islas de Margarita y de Cubagua. La ciudad de Cumaná, refundada en 1569 con el nombre de Nueva Córdoba de Cumaná, se convirtió en la capital de la Nueva Andalucía, y tuvo una gran importancia durante el siglo XVI ya que las aguas del río de Cumaná podían usarse para el abastecimiento de agua potable en las salinas de Araya y en la isla de Cubagua, que carecían del vital líquido. Este río fue posteriormente bautizado como Manzanares, y Humboldt lo describe en estos términos: "Las orillas del Manzanares son muy placenteras y están sombreadas por Mimosas, Eritrinas, Ceibas y otros árboles de porte gigantesco. Un río cuya temperatura desciende, en época de las crecidas, a 22 grados, cuando el aire está a 30 y 33 grados, es un beneficio inapreciable en un país en que los calores son excesivos durante el año entero, y en donde se desea bañarse varias veces al día. Los niños pasan, por decirlo así, una parte de su vida en el agua: todos los habitantes, aun las mujeres de las familias más ricas, saben nadar; y en un país en que el hombre está todavía tan próximo al estado natural, una de las primeras preguntas que se dirigen en la mañana al encontrarse es la de saber si el agua del río está más fresca de la víspera".

La descripción anterior es un buen ejemplo de algunos de los comentarios que podríamos calificar de altamente improbables, por decir lo menos. Es prácticamente imposible que los cumaneses a fines del siglo XVIII (Depons señala para Cumaná una población de 24.000 habitantes en 1804) preguntaran al encontrarse en la mañana si el agua del río estaba más fresca que en la víspera. Simplemente, esa pregunta carecía de sentido, lo mismo que sucedería hoy en día. Si la temperatura media atmosférica en la ciudad de Cumaná varía apenas 2,3 grados centígrados a lo largo del año (Escamilla et al., 1987, 1994, T. I, p. 321), la temperatura de las aguas del río deberá tener una variación aún más pequeña. Lo que sucede es que las variaciones diurnas de la temperatura son mucho más grandes (tanto del aire como de las aguas) y ello ocurre durante todo el año. Incluso en el río Manzanares, el agua resulta demasiado fría en las mañanas para bañarse, especial y precisamente, en "época de las crecidas", ya que el mismo nace a 2.600 metros de altitud y este descenso de 70 kilómetros hasta su desembocadura lo realiza en apenas unas horas, por lo que en la mañana, la temperatura de sus aguas debe ser bastante más baja de lo que señala Humboldt (y la temperatura atmosférica, de unos 22 ó 23 grados, también es mucho más baja en las mañanas de la que señala Humboldt). Además, el Manzanares en su parte baja se convierte en un río divagante, con meandros y lagos en herradura, apenas en un trecho de unos cuantos kilómetros, cuando sale de su curso montañoso en un lugar denominado Corozal, donde atraviesa una larga falla para entrar en la llanura aluvial próxima a su desembocadura. Es lógico que un río de estas características presente grandes diferencias de temperatura según sea la mayor o menor velocidad de las aguas de acuerdo con las características del lugar: donde las aguas estén casi estancadas o tengan poca velocidad serán, a mediados de la tarde, mucho más calientes.

Humboldt se ocupó en medir cuidadosamente la temperatura atmosférica de los lugares por él visitados. Desafortunadamente, el tema de las temperaturas de la zona intertropical es algo que, incluso hoy en día, se encuentra tratado de manera muy deficiente. El estereotipo derivado de la denominación de "zona tórrida" a las latitudes que se encuentran entre los dos trópicos todavía está firmemente arraigado en la población y está reforzado por la interpretación de los datos ofrecidos por los medios internacionales de información (periódicos y televisión). Como ejemplo de esta última consideración podríamos citar las temperaturas de Caracas, que suelen indicarse en los canales internacionales de televisión entre 7 y 15 grados centígrados por encima de las que realmente se registran en dicha ciudad y, por lo tanto, de las que Humboldt midió e indicó en su obra.

Si me he detenido en estas explicaciones se debe a que Humboldt fue considerado el "inventor" del concepto de isotermas, aunque no lo utilizara como herramientas en el sentido de señalar regularidades de tipo general o global, como sería el caso de científicos o meteorólogos más recientes (por ejemplo, Goldbrunner, 1976), sino como una forma de ofrecer una prueba científica de que estaba acertado en sus estudios científicos particulares. Las isotermas, junto con las isóbaras, constituyen hoy en día una herramienta sumamente valiosa y de uso cotidiano en nuestro conocimiento y análisis del tiempo meteorológico a distintas escalas. Sin embargo, gran parte de la obra de Humboldt no fue original, de manera que mucho de lo que tradicionalmente se le atribuye, y específicamente, el empleo de las isotermas, puede ser anterior a su obra, como nos da a entender Broek en una obra clásica sobre la naturaleza de la geografía (Broek, 1967, p. 22).

Röhl indica una cita de Humboldt donde se critica la inexistencia del nombre de Cumaná en dos cartas famosas del siglo XVIII y comienzos del XIX: "Cumaná. Capital de la Nueva Andalucía, fundada en el año de 1521, se ha convertido en una plaza importante para el comercio. Sin embargo, el nombre de Cumaná no se halla en la gran carta española del Golfo de México, trazada por don José de S. Martín Suárez, basada en todos los materiales que el general Solano pudo reunir en La Habana. Lamentablemente los pilotos han considerado esta carta como la obra hidrográfica más perfecta, no obstante estar plagada de toscos errores. Es todavía más sorprendente que la gran carta de América, publicada por Arrowsmith en 1803 no se encuentra ni el nombre de Cumaná, ni los de La Guaira y Caracas (Humboldt, 1810, Tomo I, p. 42. In: Röhl, 1990, 149).

El comentario de Humboldt parece relevante y resulta apropiado, pero de nuevo tenemos un ejemplo de una información que, aunque fuera cierta, estaba destinada a sorprender a sus colegas europeos al contrastar las carencias de cartas geográficas supuestamente importantes con su mención del hecho. En realidad, en el primer caso, se trataba del Golfo de México: aunque se identificaran las costas orientales de Venezuela, el nombre de Cumaná no tenía por qué aparecer, y este detalle era algo que muchos de sus colegas alemanes no tenían por qué conocer. En el caso de Aaron Arrowsmith, sus mapas eran excelentes desde el punto de vista cartográfico, con indicación cuidadosa del trazado de los ríos y de las costas, con una relativa escasez de nombres: simplemente, se trata de la obra de un cartógrafo para quien la toponimia tenía menor importancia. Tulio Chiossone, señala, en su obra sobre Toponimia venezolana, entre un total de 25 referencias cartográficas de la ciudad de Cumaná, las siguientes: Cumaná, 1600; Cumaná: 1623; Cumaná, 1634; Cumaná, 1647; Cumaná, 1661; Ciudad de Cumaná, 1704; Ciudad Cumaná, 1736; Cumaná, 1736; Ciudad de Cumaná, 1752; Cumaná, 1762; Cumaná, 1774; Cumaná, 1778 (Chiossone, 1992). A estos mapas o cartas geográficas debe agregarse uno excelente de Tomás López, de 1787.

Muchas de estas referencias cartográficas debían haber sido conocidas e incluso utilizadas por Humboldt o, por lo menos, las más importantes y conocidas como sucede con la última que se señala. ¿Por qué señalar dos obras cartográficas en las que no aparecía ubicada la ciudad de Cumaná y no señala en compensación algunas en las que sí aparecía, como son las de Jefferys de 1794 y la del propio Tomás López o la de los capitanes Cosme de Churruca y Joaquín F. Fidalgo de 1793, todas ellas muy importantes y que Humboldt utilizó frecuentemente?. Y el propio Röhl señala que las coordenadas geográficas de Cumaná indicadas en el mapa de Arrowsmith de 1803, eran de 66 grados 56 minutos de longitud (al oeste de París) y de 10 grados 22 minutos de latitud norte (Röhl, 1990, p. 256). ¿Dónde está la verdad?. En realidad, buscar fallas en obras de hace 200 años no tiene mucha importancia, cuando hay tantas actuales que presentan errores mucho más significativos que los de aquellos tiempos. Se trata solamente de fundamentar una conclusión lógica que surge del análisis crítico de la lectura de esas obras.

En resumen, una interpretación cuidadosa de la obra americana de Humboldt produciría la impresión de que enfatizaba muchos aspectos irrelevantes, pero que servían para confirmar y resaltar el concepto que la gente iba a hacerse de su persona, en especial, del que llegó a formarse la nobleza europea y, más concretamente, la alemana, que llegó a considerarlo como uno de los científicos más importantes de su tiempo.

Humboldt y la Silla de Caracas

El dibujo (figura 1) que Humboldt hizo de la cascada de Chacaito, la cual visitó cuando comenzaba su ascenso a la Silla de Caracas, es otro ejemplo bastante claro de un tipo de procedimientos que no se deberían emplear en una obra científica. En efecto, aunque dicha cascada apenas tiene unos tres o cuatro metros de altura y su caudal es reducido (sobre todo en enero, cuando Humboldt la visitó), en este dibujo, tanto su altura como su caudal aparecen muy exagerados, lo que se debió al empleo de una perspectiva deformante en la que se eliminó casi toda la vegetación, que en dicho lugar es muy espesa y frondosa, mientras que las rocas metamórficas e ígneas del lugar, que no son rocas estratificadas, fueron reemplazadas en el dibujo por numerosas capas de unas rocas similares a la arenisca las cuales, al no contar con los árboles que allí existen y que permitieran tener un punto de referencia comparativo en cuanto al tamaño, mostraban, como ya se ha dicho, muy exageradas las dimensiones reales de este salto (Humboldt, ed. de 1991, Tomo 2, p. 341).

Figura 1
Cascada de Chacaito. Dibujo de Humboldt

Lo escaso del caudal del río o Quebrada de Chacaito se debe a su corto curso de unos 3 Km. de longitud desde su nacimiento, ubicado precisamente junto al Hotel Humboldt, hasta el sitio de la cascada, al final de la avenida Principal de La Castellana. Para cualquier habitante de Caracas es muy sencillo visitarla los domingos en horas de la mañana, cuando se cierra al tránsito automotor la avenida Boyacá para convertirla en un paseo peatonal, ya que se ubica unos 300 metros aguas arriba a partir de dicha avenida, siguiendo un sendero del Parque Nacional del Ávila. Algo parecido podría decirse de su dibujo de la Silla de Caracas (figura 2), en el que se ven muy exageradas las dos "jorobas" que forman una silla de montar imaginaria (característica que le da nombre a la montaña), debido a la perspectiva empleada, de nuevo deformante y que distorsionaba la realidad (Humboldt, id, p. 315).

Figura 2
La Silla de Caracas, según Humboldt






El ascenso a la Silla de Caracas por parte de Humboldt constituye otro hecho que tampoco se ha analizado desde un punto de vista crítico. He realizado numerosas ascensiones a esta hermosa montaña, así como al Naiguatá, que es la cumbre más elevada de toda la Cordillera y siempre me he podido dar cuenta de la diferencia de altura entre esos dos picos, algo que se puede comprobar a simple vista desde cualquiera de las dos cumbres y desde muchos puntos del Valle de Caracas (bastaría con observar que el macizo del Naiguatá se ilumina primero al amanecer y permanece iluminado después de que el sol se ha ocultado en la Silla de Caracas, durante el atardecer). Por ello resulta muy extraño, por decir lo menos, el hecho de que no se diera cuenta de que el Naiguatá tiene la máxima elevación (2.765 metros contra 2.640 del Pico Oriental de la Silla). Al parecer debió de darse cuenta de que existía otro pico más elevado pero no dijo absolutamente nada, para seguir siendo la persona que realizara la primera ascensión al punto más alto de la Cordillera.

¿Cuáles son los hechos que permiten establecer estas afirmaciones?. Ante todo, si su ascenso se produjo en los primeros días de enero de 1800 (fue el 2 de enero según indica Röhl, aunque Humboldt indicara que fue el 1 de enero, tal vez con el propósito de darle un mayor peso simbólico a la fecha de la ascensión. En realidad, leyendo la propia obra de Humboldt nos podemos dar cuenta de que Röhl tenía razón), es casi imposible que estuviera nublado todo el día, ya que estas fechas se encuentran en plena época de sequía. Desde luego, pudo haberse dado el caso de un elevado nivel de nubosidad si se hubiera presentado un frente frío como el que dio origen a las intensas precipitaciones de mediados de diciembre de 1999 (Cárdenas, 2000) pero éste no fue el caso en aquella ocasión. Incluso en el caso de la presencia de días nublados, bastaría con esperar apenas unos minutos para poder ver en cualquier dirección, dado el extraordinario dinamismo del viento en unas cumbres tan sobresalientes como las de la Sierra del Ávila, como se identifica a la alineación montañosa que separa a Caracas del Mar Caribe.

Además, Humboldt hace referencia a la enorme pendiente de la Silla de Caracas por su vertiente norte (es un precipicio casi vertical de unos 800 metros de desnivel) que podía verse cuando llegó a la cumbre del Pico Oriental, el más elevado de las dos "jorobas". Si podía observarse la vertiente septentrional de la Silla de Caracas, que es la de barlovento (los alisios, bastante fuertes en esta época, proceden del noreste), es indudable que ambas vertientes, la del mar y la de Caracas, estaban libres de nubes, por lo que el Naiguatá, que queda a unos seis kilómetros al este del Pico Oriental, estaría visible. Y cuando Humboldt compara las altitudes por él calculadas con las de Boussingault (quien hizo la segunda ascensión histórica a la Silla de Caracas) señala:
 

"En El Salto, en La Venta y en la Cumbre, los resultados del señor Boussingault y los míos difieren poco: en la medida de la Silla, que es la más alta montaña de estas comarcas, la concordancia (accidental, sin duda) es de una toesa" (Humboldt. In Röhl, 1990, p. 301).


Resultaba curioso, por ser innecesario, que Humboldt volviera a repetir su consideración de que el pico Oriental de la Silla fuera el más elevado, cuando muchos de los habitantes del valle de Caracas y, sobre todo, de la costa, podían observar la mayor altura del Pico Naiguatá (por ejemplo, desde Petare y los alrededores de El Hatillo, Los Guayabitos y, sobre todo, desde los caminos de Los Altos, de El Junquito y de Los Teques).  En la costa, en un tramo ubicado unos kilómetros al oeste de la población de Naiguatá, fundada en 1710, también puede observarse y diferenciarse las distintas alturas de los picos Naiguatá y de la Silla (especialmente, al este de Tanaguarena, donde el Naiguatá y el Pico Oriental de la Silla de Caracas se encuentran a la misma distancia del observador). En el Valle de Caracas y sus sierras circundantes, la mayor altura del Naiguatá puede observarse fácilmente. Ello se debe a que la visual entre las dos cumbres tiene una pendiente de un 2 por ciento, aproximadamente. Si estamos en el Naiguatá y dirigimos una visual al Pico Oriental de la Silla, la pendiente que forma esa visual nos haría ver un punto situado a unos 30 kilómetros de distancia, 600 metros por debajo de la horizontal, lo cual resulta una clara evidencia de la mayor altura de dicha cumbre. Y en sentido contrario, esos 600 metros quedarían por encima de una línea horizontal, que también sería fácil de distinguir por la distinta coloración del horizonte a unos 3000 metros sobre el nivel del mar (es decir, que la visual hacia el Naiguatá desde la Silla de Caracas se proyectaría por encima de la troposfera y, desde luego, por encima de las nubes a una distancia suficientemente larga).

Más aún, desde las montañas de El Junquito y desde otras partes ubicadas al oeste del valle de Caracas, el Pico de Naiguatá se puede ver más alto a pesar de encontrarse más lejos. Resulta asimismo curioso que Boussingault tampoco se diera cuenta de que el Pico Naiguatá es más elevado ya que su ascensión tuvo lugar el 12 de enero de 1823, de nuevo en plena época de sequía. ¿Acaso se dio cuenta de que el pico Naiguatá era más elevado y no dijo nada para no contradecir a Humboldt, quien lo había ayudado en la realización del viaje y hasta le había facilitado sus propios instrumentos astronómicos y meteorológicos?. En realidad, todo cae dentro de la especulación y probablemente carece de importancia. Sería necesario consultar algunos estudios y artículos (varios de los cuales están identificados) que arrojarían una luz definitiva sobre este problema.
 

La despedida de Humboldt de tierras venezolanas se hizo el 26 de noviembre de 1800, cuando identifica a la Silla de Caracas como la última porción de la tierra visible desde el buque que lo llevaba a Cuba: "El domo de la Silla de Caracas, divisándose al S 62 grados oeste, atraía largo tiempo nuestra atención. Uno contempla con placer la cima de una alta montaña, la cual se ha escalado no sin cierto peligro y que desaparece lentamente sobre el horizonte del mar". Todavía el 29, a la salida del sol, podían ver Humboldt y Bonpland con claridad el domo de la Silla de Caracas rasando sobre el horizonte del mar:

"Nosotros nos suponíamos estar entre 39 y 40 leguas de distancia; lo cual indicaría, considerando bien determinada la altitud de esta montaña (1350 toesas), su posición astronómica y la del navío, una refracción un poco fuerte para esta latitud, entre 1/6 y 1/7" (Humboldt, 1819, III, X, XXVII, 325. In Röhl, 1990, 292).

Pues bien, es imposible que se tratara de la Silla de Caracas por el hecho de que el Naiguatá, que es más elevado y se encuentra más hacia este y hacia el norte, lo oculta parcialmente (sobre todo por el espolón hacia el noreste en la Fila que enlaza al Pico Oriental de la Silla con el Macizo del Naiguatá) y lo hace ver más pequeño. El buque en el que viajaba Humboldt venía de Cumaná y se dirigía a Cuba, de manera que el pico identificado como el domo de la Silla hubiera quedado oculto y minimizado por el Naiguatá que, además de ser más alto, estaba más cerca. Es probablemente debido a ello por lo que Röhl observa una discrepancia en la longitud geográfica de la Silla según Humboldt y la que el mismo Röhl calculó (Röhl, 1932).

En resumen, es probable que tanto Humboldt como Boussingault se hubieran equivocado en sus apreciaciones y no se hubieran dado cuenta de que el Naiguatá es más elevado que la Silla. También puede ser que yo esté equivocado en mis apreciaciones y pudiera haber ocurrido que las nubes les impidieran realmente darse cuenta de la mayor altitud del Pico Naiguatá. Lo que casi resulta imposible de creer es que entre el 2 de enero de 1800 y el 23 de abril de 1872 (fecha de la primera ascensión al Pico Naiguatá por el inglés James Mudie Spence) se realizaron 13 ascensiones al Pico Oriental de la Silla de Caracas y ninguno de los numerosos científicos, geógrafos cartógrafos y botánicos (al menos un centenar de personas de numerosas nacionalidades) que subieron en esas expediciones se diera cuenta de la diferencia de altura entre los dos picos. ¿Acaso daban por sentado la validez de las apreciaciones de Humboldt y no se atrevían a cuestionarlas?. Afortunadamente, existen registros de esas ascensiones. Lo que probablemente falla o ha fallado, es la interpretación o el análisis de dichos registros.

Humboldt y Mutis. La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada

José Celestino Mutis, sacerdote, médico, astrónomo y naturalista (en el campo de la botánica en especial) nació en Cádiz en 1732 y murió en Santa Fe de Bogotá en 1808. "El hecho de acompañar a América, como médico de cámara, al Virrey de Nueva Granada, Pedro Messía de la Cerda (1760) hizo que se desarrollara su afición a la botánica en aquel país, sobre todo como jefe de la "Expedición botánica" de 1783, cuyo resultado fue la gigantesca obra Flora de Bogotá o del Nuevo Reino de Granada, que quedó en parte inédita a la muerte de Mutis. Los tesoros científicos acopiados en ella fueron trasladados a Madrid y depositados en el Jardín Botánico; constan de 6.840 láminas, destinadas a formar el Atlas de la citada Flora, 4000 folios de manuscritos sueltos y (en el herbario) más de 20.000 plantas. Desde 1954 en curso de publicación en la que colaboran los gobiernos de Colombia y España. El volumen III aparecido en 1958, trata de las Quinas, cuyas cualidades terapéuticas fue Mutis el primero en conocer a fondo (Arcano de la quina, 1793). La valía de Mutis como naturalista la reconocieron, entre otros, Humboldt y Bonpland, que le dedicaron el libro Voyage aux régions equinoxiales y Humboldt, además, Pflanzengeographie, llamándole "Ilustre patriarca de los botánicos". Linneo le dio el nombre de Mutisia a la "flor de singenesia y hierba de clemátide" (Diccionario Enciclopédico Salvat, 1967).

La inclusión de la cita anterior obedece a que es necesario resaltar, en este caso, la larga y fecunda obra realizada por José Celestino Mutis en el Reino de la Nueva Granada desde 1760 hasta el momento en que recibió la visita de Humboldt en 1801: esa obra estaba representada hasta entonces, por 41 años de una labor fecunda y callada, por lo que el reconocimiento de Humboldt y Bonpland estaba más que merecido. El comentario de este reconocimiento en el Diccionario Salvat se justifica como una explicación de la importancia de Mutis para la Historia de la Ciencia ya que Humboldt fue, posteriormente, un científico mucho más conocido que Mutis: casi con seguridad, existen, entre los que leen dicho diccionario, muchas más personas que conocen a Humboldt que las que conocen a Mutis. Sin embargo, existe un problema de interpretación histórica: no cabe ninguna duda de que en 1801, hace exactamente 200 años, Mutis era un científico de una talla intelectual muy superior a la que tenían Humboldt y Bonpland y, en el campo de la botánica, los ilustres "viajeros" no llegaron a superar nunca al naturalista gaditano.

Pero aún hay más: Humboldt y Bonpland eran portadores de documentos emitidos por la corona española en los que se solicitaba de las autoridades americanas que les prestaran toda la asistencia y ayuda que necesitaran para las investigaciones que iban a realizar en su viaje. A ello se debe que Humboldt se presentara ante Mutis y recibiera una asistencia que, al parecer, nunca reconoció de una manera directa: "Es cierto que muchas láminas de la Expedición fueron a parar a otras partes: por ejemplo, Mutis regaló a Humboldt en su visita a Santa Fe en 1801 "cien de las más bellas láminas de (su) Flora" (Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, Tomo XXVII, p. 85). La obra citada, en 51 volúmenes bellamente ilustrados, constituye una especie de monumento a lo que significa el trabajo fecundo de toda una vida de Mutis y sus colaboradores, entre los cuales hay que contar a Francisco José de Caldas, sobre todo, a comienzos del siglo XIX. En la edición que se publicó a mediados del siglo XX aparecen algunos comentarios, además del que se ha indicado, que son indicios de una actitud inconveniente por parte de Humboldt en lo que se refiere a eliminar los aspectos en los que recibió ayuda y a que indicó en algunas ocasiones varias contribuciones ajenas como si fueran propias: "Cuando en las monografías de las especies hago mención del botánico (se refiere a Humboldt) que las encontró, me refiero a quien las dio a conocer al mundo científico.

En realidad, los verdaderos descubridores de las begonias que figuran en este tomo fueron Mutis y sus colaboradores de la Expedición Botánica, como lo atestiguan sus láminas" (Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, Tomo XXVII, nota de pie de página, p. 102). Por último, dos comentarios incluidos en esta monumental obra: "Karl Sigismund Künth (Nova Genera et Species Plantarum, 1825, págs 178-188) cita un ejemplar de Begonia foliosa de Humboldt y Bonpland, ya antes conocida por Mutis" (Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, Tomo XXVII, p. 102). "El ejemplar Tipo (Pasiflora Lanata (Juss.) Poir.) está rotulado por Humboldt "in Andibus Quindiensibus", lo que indicaría la presencia de P. Lanata en la Cordillera Central; pero parece probable una equivocación del barón al etiquetar su ejemplar (vid. KILLIP, op. cit., pág. 266). De hecho no se ha vuelto a encontrar en esa región" (Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, Tomo XXVII, p. 85).

Analizando objetivamente las acotaciones anteriores podemos darnos cuenta de que Humboldt hizo uso de las láminas que Mutis le regaló, las presentó como si fueran de su autoría y, lo mismo que sucedió con respecto a la descripción de los guaraos, no se preocupó mucho de investigar y analizar la información y documentación recibida tan generosamente, tanto de Mutis como de otras personas e instituciones.

Para terminar, una referencia, no a la descripción de América por parte de Humboldt, sino a su comprensión de nuestro continente: "Destaca el estudio realizado a los monumentos precolombinos, vistos por Humboldt, sólo por su importancia histórica y menos por su armonía o belleza. Para él, son manifestaciones "groseras" y "bárbaras". Así, explica Labastida, ubica a los pueblos americanos "en un determinado lugar en la escala que va de los pueblos más primitivos a los más civilizados", es decir, observa a las civilizaciones antiguas como escalones que van de lo inferior a lo superior (p. 143). Con tal concepto evolutivo, Humboldt es incapaz de comprender la mentalidad específica de las sociedades precolombinas, la de un mundo y otro" (Mendoza Vargas, 1998).

A manera de conclusión

Alejandro de Humboldt es una de las figuras intelectuales de la ciencia decimonónica que más se han ensalzado durante esos dos siglos que han pasado desde que iniciara su viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo. Este hecho, más que servir para tener una imagen objetiva y fiel de su valor como científico ha contribuido a oscurecer y a desfigurar esa imagen. Hanno Beck y Peter Schoenwald se refieren a este problema: "Lamentablemente, la relación original de su viaje y sus obras posteriores –si se exceptúan Vistas de la Naturaleza y Cosmos- sólo se encuentran en unas pocas bibliotecas; muy pocos las conocen realmente aún hoy. Sin embargo, como su importancia siempre estuvo fuera de toda duda, se ha etiquetado a Humboldt con los más exagerados y curiosos apelativos, fruto de la ignorancia: "Humboldt: Prometeo de nuestros días" (1829), "El más grande de los grandes" (1858), "Sacerdote de la ciencia" (1869); se dijo que sus conocimientos "cubrieron prácticamente todos los ámbitos de las ciencias naturales" (1930), se le llamó
"el último erudito universal" (1969) y el "fundador de las geociencias modernas" (1970) Y también: "¿Qué disciplinas dominaba Humboldt?. Se puede decir que todas" (1989) y el colmo, todavía en 1997: "Humboldt es el Dios Padre de todas las ciencias naturales" (Beck y Schoenwald, 1999, p. 7).

Evidentemente, una imagen de Humboldt mucho más objetiva se alejaría por igual tanto de todos aquellos aspectos exclusivamente negativos del naturalista alemán como también de los panegíricos y exageraciones que señalan Beck y Schoenwald. Lograríamos así una imagen más objetiva del sabio alemán. No obstante, indicar tanto los logros como los aspectos negativos de una figura tan ensalzada como la de Humboldt sirve asimismo para alcanzar un mejor y más objetivo conocimiento de su personalidad, que no es ni la de un "superhombre" ni la de un diletante o de un simple taxidermista. Tendremos así una imagen mucho más precisa y, sobre todo, mucho más humana, de un científico del siglo XIX tan destacado como lo fue Alejandro de Humboldt.

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