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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VI, nº 333, 10 de diciembre de 2001

CUANDO EL MAR SACA SUS ESCRITURAS. Lecciones del reciente temporal marítimo

 
Eugenio L. Burriel de Orueta

Catedrático de Geografía Humana. Universidad de Valencia


Palabras clave: catástrofes naturales/  regeneración de las playas/ equilibrio sedimentario

Key words: natural catastrophes/ seaside regeneration/ sedimentary balance



Paseos marítimos destrozados, playas engullidas por el mar, casas y restaurantes costeros inundados, carreteras litorales dañadas y cortadas, miles de millones de pesetas en daños materiales... Esta es la crónica del temporal marítimo del fin de semana del 10-11 de noviembre de 2001[1]. La pregunta obligada es ¿se trata de una catástrofe natural y por tanto de algo no previsible, inevitable, que tenemos que aceptar con resignación? Toda la información científica disponible nos dice que no, que ha sido un temporal no frecuente, pero sí “normal”, es decir susceptible de producirse cada cierto tiempo en nuestra costa (Sanjaume, 1985; Pardo, 1991); no demasiado lejano está el gran temporal marítimo del 28 de diciembre de 1980 (Sanjaume, 1981)

Si es así, ¿por qué ha producido ahora tantos daños? La respuesta hay que encontrarla en las actuaciones humanas, que han agravado la fuerza destructiva de los temporales: porque se ha invadido el terreno del mar y porque se han alterado las condiciones del litoral, favoreciendo el retroceso de las playas y el aumento de la fuerza del oleaje. El problema no es por tanto de un “exceso” de la naturaleza, sino de ausencia o de inadecuada ordenación del espacio litoral. Se ha actuado ignorando a la naturaleza y, podemos decir -remedando un símil de nuestro mundo rural a propósito de barrancos e inundaciones [2]- que el mar “ha sacado sus escrituras” (de propiedad) y ha reclamado sus dominios.

Los principales causantes de la situación actual son bien conocidos, pero quizás convenga recordarlos. En primer lugar, una legislación mucho tiempo obsoleta, pero sobre todo reiterada y flagrantemente no respetada; la tradicional tolerancia de la ilegalidad –incluso del traslado “con nocturnidad y alevosía” de los mojones de delimitación del dominio público- han ido consolidando kilómetros de edificaciones, carreteras o paseos marítimos en la propia playa, en zonas al alcance de los grandes temporales o sobre los cordones de dunas litorales (Rosselló, 1986).

La destrucción de la mayoría de los cordones de dunas ha roto el equilibrio sedimentario de muchas playas; porque las dunas amortiguan el impacto del oleaje y retienen en los temporales buena parte de la arena, que el viento de poniente devolvía luego a la playa (Sanjaume y Pardo, 1992). Hoy el oleaje fuerte choca con un borde litoral artificial y rígido –sean paseos marítimos, urbanizaciones o muros de diverso tipo- lo que provoca un reflujo que se lleva la arena mar adentro o la lanza sobre el paseo y las casas, perdiéndose para la playa (Sanjaume y Rosselló, 1986, Sanjaume, 1996).

Por otro lado, no debemos olvidar que la arena que el mar mueve y distribuye por la costa le viene fundamentalmente de los ríos; las playas se forman allí donde la acumulación predomina o se equilibra con la erosión. Y desde hace decenios la construcción de embalses en los ríos está impidiendo la llegada al mar de millones de toneladas de sedimentos que antes recibía; a ello se añade la extracción masiva de arena de playas y ríos para diversos usos y la destrucción del cordón dunar [3]. Por ello, el Mediterráneo cada vez dispone de menos arena para aportar a la costa y mantener las playas; las pérdidas de arena causadas por los temporales no se pueden ya recuperar naturalmente y las playas retroceden y aumentan su pendiente. Además, un temporal con menos materia en suspensión y playas de más pendiente supone un oleaje con más energía y que rompe más cerca de la costa y por tanto con mayor capacidad de destrucción.

En el golfo de Valencia el viento dominante determina una corriente litoral norte-sur, es decir paralela a la costa: los sedimentos aportados al mar por los cauces fluviales –sobre todo los ríos principales, Ebro, Mijares, Turia, Júcar y Serpis- se trasladaban a lo largo del litoral de norte a sur, reponiendo constantemente la arena que se perdía más hacia el sur o hacia el fondo del mar y manteniendo así el equilibrio de las playas (Rosselló, 1969).  Las obras de ingeniería, puertos sobre todo, han interrumpido esta circulación norte-sur de la arena; ésta se  acumula ahora al norte de éstos obstáculos, formando allí playas cada vez más grandes (MOPU, 1979), mientras que al sur de ellos la línea costera se erosiona con rapidez al no recibir aportes suficientes de arena para reponer sus pérdidas [4] .

Ante este retroceso de nuestras playas, por falta de aportes de sedimentos y por efecto de las obras en la costa, se ha reaccionado con regeneraciones artificiales de playas, aportando arena y construyendo espigones para acumularla y retenerla. Sin embargo, estas actuaciones, que tienen un elevado coste económico, están mostrándose en muchas ocasiones poco duraderas y la arena aportada se pierde pronto (Rosselló, 1986) sobre todo tras un temporal muy violento como el reciente; incluso algunos científicos las consideran perjudiciales tal como se están realizando (Pardo, 1990; Sanjaume, 1998).

¿Cuáles son las alternativas ante esta situación?  Como siempre, son diversas las opciones posibles y la sociedad debe elegir. La Ordenación del Territorio no es una cuestión meramente técnica, sino una opción política: depende del tipo de litoral que deseemos tener, de la valoración que se haga del medio ambiente, de los intereses que se consideren prioritarios... Eso sí, cada opción elegida tiene sus consecuencias.

Hasta ahora se ha elegido el enfrentamiento directo con el mar...y éste “nos ha sacado sus escrituras”; y cada vez lo hará con más frecuencia y más daños. Indudablemente la técnica humana está más capacitada cada día para ponerle barreras al mar o incluso ganarle terreno artificialmente. Pero ¿estamos dispuestos a pagar el precio de esta opción? En primer lugar, su alto coste económico: cada cierto tiempo hay que renovar las barreras al mar o reponer los daños causados en las actividades o infraestructuras por un temporal especialmente fuerte. Pero también un importante coste en calidad de vida: ¿preferimos tener una costa cementada, defendida por muros y escolleras, un paisaje artificial, un muro que nos proteja pero también nos separe del mar?.

Creemos que es posible, más aún diríamos que es urgente, otra opción para nuestro litoral: una ordenación del teritorio que no ignore su dinámica natural, que “pacte con el mar” en lugar de enfrentarse a él, que considere prioritaria la conservación medioambiental, que otorgue la preeminencia al interés de la mayoría y de las generaciones futuras sobre el beneficio a corto plazo de una minoría...

No va a resultar fácil ni se pueden obtener grandes resultados a corto plazo; porque el impacto de los errores cometidos es grave y de difícil reparación; porque hoy no resultaría lógico prescindir de los embalses o puertos existentes, que además aportan riqueza por muchos conceptos; ni va a resultar posible deshacer todos los paseos marítimos o urbanizaciones construidos en terreno del mar. Pero se puede plantear una estrategia que no agrave la situación y que a largo plazo logre reducir los problemas. A nuestro juicio, sus líneas principales de actuación serían:

1. En primer lugar, evitar toda nueva ocupación del terreno del mar y de destrucción de dunas litorales. Resta poco por conservar en primera línea de costa; pero lo que queda debe ser preservado drásticamente. Las “rayas” de protección de la Ley de Costas han de ser respetadas sin excusas, ni excepciones. Y creemos que se debe intentar restaurar la legalidad, liberando de construcciones ilegales el dominio público marítimo terrestre allí donde aún sea posible, pese a los indudables costes  políticos de estos pleitos a escala local [5] . Incluso en algunas zonas costeras hay que plantearse desclasificar suelos urbanizables aún no construidos, a pesar del alto coste económico y político.

2. Parece difícil tener playas estables sin que nuestro mar reciba más aportes de arena. Si ya no le puede llegar directamente de los ríos, habrá que proporcionársela; pero no directamente a la playa emergida, sino donde debía haber llegado, a la desembocadura de los ríos, para que el mar la redistribuya en equilibrio con la dinámica litoral. Además, creemos que esta arena que circula por nuestro litoral -y que necesitan nuestras playas paras mantenerse- constituye un bien público; y por tanto ninguna actuación en la costa puede apropiarsela y acumularla en su particular beneficio, privando de ella a otras zonas de la costa. Por ello habrá que permitir que la arena circule por toda la costa sin interrupciones, no autorizando nuevos puertos y, sobre todo, obligando a asumir el coste de “by pass” o trasvases de arena del norte al sur de los puertos actuales (Sanjaume, 1998), lo que parece de lógica justicia y técnicamente factible.

3. Allí donde sea posible hay que regenerar el cordón dunar (Sanjaume y Pardo, 1991) y no permitir la construcción de ninguna nueva obra dura y rígida en primera línea –paseos marítimos o similares- ni nuevos puertos deportivos que interrumpan la circulación de la arena. Aunque parezcan menos atractivos porque nos alejemos algo del mar, los paseos sólo deben hacerse detrás del cordón dunar y a ser posible con estructuras “blandas”. Y pensamos que no va a tardar el día en que empecemos a darnos cuenta de la necesidad de retirar construcciones de primera línea para recuperar el espacio litoral, lo que en muchas zonas ya sólo será posible más al interior de la actual línea de costa.

4. Hay que estudiar más a fondo cada regeneración de playa que se aborde: el conocimiento de su perfil de equilibrio completo, y no sólo de la parte emergida, el grosor de arena a utilizar, el tipo de defensa...Y no parece que haya que descartar la instalación de elementos sumergidos disipadores de la energía del oleaje (Sanjaume, 1998).

En cualquier caso, es evidente que el reciente temporal marino ha sido un aviso importante. Podemos seguir como hasta ahora, ignorando “las escrituras” del mar; pero lo pagaremos cada vez más caro en daños materiales y en calidad de nuestro espacio costero. O bien podemos optar por una política de ordenación de nuestro litoral decidida y moderna, que busque reducir los daños futuros y apueste porque nuestros hijos disfruten de un litoral de calidad.
 

Notas

[1]  Este artículo fue publicado originalmente en el periódico Levante de Valencia el 18 de noviembre de 2001. Nos hemos limitado aquí a alguna corrección de detalle y se han añadido las referencias bibliográficas en el texto, las notas  y la bibliografía final.

[2]  En buena parte del mundo rural de las llanuras costeras valencianas se dice cuando un río o un barranco se desborda y ocupa campos u otras instalaciones humanas que “el riu (o el barranc) ha tret les seues escritures”. En Benaguacil existe el dicho de que la rambla Castellarda – temible en sus crecidas, como por ejemplo la de octubre de 1957- “es el notari de Aragó, que de tant en tant baixa i treu les escritures” (información facilitada por Francisca Segura, Profesora Titular del Departamento de Geografía, especialista en geomorfología fluvial). En Almería también se emplea una expresión similar para los desbordamientos de las ramblas (información oral del urbanista Gerardo Roger Fernández).

[3]  Tanto Pardo (1991) como Sanjaume (1998) intentan una cuantificación aproximada del enorme volumen de sedimentos retenidos por los embalses en los ríos valencianos. Respecto a la extracción de arenas y gravas de nuestros ríos y playas, Sanjaume habla de casi 300.000 m3 anuales sacados de los cauces fluviales entre 1980 y 1988 y de un volumen similar de arena de playa al año hasta los años 70.

[4]  Rosselló (1996) describe con gran detalle las ganancias de la costa producidas al norte de cada obra de ingeniería ejecutada en la costa valenciana. Pardo (1991) da datos impresionantes del fuerte y rapidísimo retroceso de las playas al sur del puerto de Burriana o de los espigones de Nules o Moncófar. Albertos (1989) calcula en 150 metros el retroceso de la línea de costa al sur del puerto de Puebla de Farnals en apenas 3 años tras la construcción de éste.

[5]  Es difícil, por ejemplo, entender cómo a finales de los años 80 se pudieron llegar a promover, construir y vender hasta 8 torres de apartamentos en la costa de Orihuela, en suelo calificado como no urbanizable ¡y dentro de los 20 metros de la línea marítimo terrestre protegidos en la antigua legislación de costas! Conseguir derribarlos – y tan sólo los 3 bloques que no estaban todavía habitados- costó a los responsables autonómicos de urbanismo, a principios de los años 90, varios años de pleitos e incluso soportar varias querellas criminales presentadas contra ellos ¡por el promotor de tamaña ilegalidad!.
 

Bibliografía

ALBERTOS PUEBLA, Juan Miguel. Alteraciones de la línea de la costa entre Valencia y Sagunt. Valencia: Diputació Provincial de València, 1987, Apunts d’Ecología, nº 4.

MOPU. Estudio de la dinámica litoral en la costa Peninsular mediterránea y onubense. Provincias de Valencia, Castellón y Tarragona. Madrid: MOPU, Laboratorio de Puertos Ramón Iribarren, 1979.

PARDO PASCUAL, Josep Eliseu. Les regenerations a les platges valencianes. Cuadernos de Geografía, Universitat de València, Departament de Geografía nº 48, 1990, p. 251-253.

PARDO PASCUAL, Josep Eliseu. La erosión antrópica en el litoral valenciano. Valencia: Generalitat Valenciana, Consellería d’Obres Públiques, Urbanisme i Transports, 1991.

ROSSELLÓ VERGER, Vicenç.  El litoral valencià. Valencia: L’Estel, 1969, 2 vol.

ROSSELLÓ VERGER, Vicenç.  L’artificialitzación del litoral valenciano. Cuadernos de Geografía, Universitat de València, Departament de Geografía nº 29, 1986, p.224-226.

SANJAUME SAUMELL, Eulalia. Temporal de levante en las costas del país Valenciano (diciembre 1980). Cuadernos de Geografía, Universitat de València, Departament de Geografía nº 29, 1981, p. 224-226.

SANJAUME SAUMELL, Eulalia. Las costas valencianas, sedimentología y geomorfología. Valencia: Universitat de València, Sección de Geografía, 1985.

SANJAUME SAUMELL, Eulalia y ROSSELLÓ VERGER, Vicenç. Evolution and man’s impact on the País Valencià coast Peniscola-Sagunt-Albufera de Valencia.  Thalassa, Universidad de Santiago de Compostela vol. 4, nº 1, 1986, p. 163-173.

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SANJAUME SAUMELL, Eulalia y PARDO PASCUAL, Josep E. The dunes of the Valencian coast (Spain): past and present. In CARTER, CURTIS & SHEELY-SKEFFINGTON (Eds.). Coastal dunes. Rotterdam: Balkema, 1992, p. 475-486.

SANJAUME SAUMELL, Eulalia et al.  Recent coastal changes in the Gulf of Valencia (Spain). Zeist Geomorph. Suppl.  Bd. nº 102,  februar 1996, p.  95-118.

SANJAUME SAUMELL, Eulalia. La erosión costera ¿causas naturales o consecuencia de la erosión antrópica?. In RUBIO, J. L. Y PINDER, G. Riesgos naturales y cambio climático: prevención y mitigación ante el III Milenio. Valencia: UIMP, 1998, p. 8-19. Ej. mecanografiado.

 

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