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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VII, nº 393, 20 de agosto de 2002

EL LUGAR: ENTRE CANDADOS, REJAS Y MIEDOS

Hernando Uribe Castro
Licenciado en Ciencias Sociales
Miembro del grupo Cámpolis, Universidad del Valle
Colombia


Palabras clave: Colombia, seguridad urbana,  miedo

Key words: Colombia, urban safety, fear


El ser humano reacciona frente a su entorno y esa reacción la refleja y la expresa en su lugar de habitar. Nuestra cotidianidad está llena de miedos y ya hay quienes se aprovechan de tal situación. El miedo está conllevando a que se habite el lugar, entre candados, murallas que son la expresión de un modo de vida represivo, limitado y temeroso.
 

Habitar el lugar: lugar, habitar y miedo

El lugar representa la forma del ser humano en el espacio. En él se simboliza, se construye y se destruye. Se habita en medio de contrastes, divergencias y convergencias, que hacen de la cotidianidad del hombre un fluir con el espacio; por tanto, habitar el lugar es ser en el mundo. Así pues, es a su vez expresión, porque sobre él se expresan cosas, acciones humanas y acciones materiales. En esa relación hombre y lugar, no sólo se evidencia la cotidianidad, sino que a la vez se hace parte de decisiones. En opinión de Milton Santos (2000, p. 274), "el lugar -  un orden cotidiano compartido entre las más diversas personas, empresas e instituciones -, cooperación y conflicto son la base de la vida en común".

En realidad, nuestras ciudades hoy más que nunca representan las más variadas y complejas formas de habitar y la manera como se vive demuestran mucho más que intenciones. C. M. Yori, a quien se citó en un documento anterior, distingue que "el habitar no es una actividad cualquiera al lado de otras, sino que es aquella, precisamente, que define el modo humano de ser en el mundo (...) relación que establece el hombre no sólo con su casa sino con el mundo en general, incluso con el espacio y tiempo, y por su puesto, en principio con el ser en cuanto tal" (C. M. Yori, 1998, p. 141) (2). De modo más concreto, habitar el lugar es por consiguiente entrar - estar en relación con el espacio geográfico, darle sentido, expresar y expresarlo. Para Milton Santos (2000, p.274), el lugar es el marco de una referencia pragmática al mundo, del cual le vienen solicitaciones y órdenes precisas de acciones condicionadas, pero es también el escenario insustituible de las pasiones humanas, responsables, a través de la acción comunicativa, por las más diversas manifestaciones de la espontaneidad de la creatividad.

Pero el lugar es también percibido, se crean ideas y cuestionamientos sobre lo que se piensa, quieren los lugares expresar. Así pues, autores como R. J. Johnston, Derek Gregory y D. Smith (1987), consideran que la percepción del entorno se refiere a "la evaluación subjetiva de la experiencia del entorno fenoménico que rodea a los individuos y que revela su conciencia de este entorno y su intencionalidad hacia los objetos que la constituyen". Estos mismos geógrafos, consideran que la topofilia (3) se define entonces como el vínculo afectivo que se establece entre seres humanos y el entorno material y, particular con respecto a ciertos lugares y entornos. No obstante, ese habitar placentero y el vínculo afectivo parece estar transformándose con el pasar de los tiempos. La topofobia que también es significativa gana presencia, más cuando el habitar se encuentra cercado por espacios del conflicto y del miedo. La relación entre el lugar - el habitar - el miedo, cobra fuerza y adquiere sentido analítico, para lo cual se torna conveniente en ésta diferenciar dos categorías de análisis como resultado de tal relación. Una primera distinción sería, el miedo que expresan algunos lugares; y una segunda distinción sería, el lugar y las expresiones del miedo. Sin duda, ambas situaciones son diferentes y a la vez complejas. Luego de abordar este modo de entender tal triada y ejemplificarlas, se pasará entonces a tratar el agente económico que se aprovecha de esta situación. El miedo vive en el espacio y en muchos casos es el causante del desencuentro, de la fragmentación y de la represión.
 

El miedo que expresan lugares: calles, barreras y des-encuentro

Si se analiza cualquier lugar es posible enterarse que éste transmite vivencias e ideas humanas. Se está muy de acuerdo con J. Estébanez (1992), para quien "el lugar más que un fenómeno, es también una idea". (4)  En este contexto, uno de los hechos más sorprendentes, es precisamente, el que lugares que representaban barreras para la movilidad diaria de las personas, por inseguro, no estético y delirante, hoy con transformaciones físicas y atrayentes es paso importante para esas mismas personas. La idea de lugar rechazado pasa a lugar atractivo.

En los espacios tanto urbanos como rurales en Latinoamérica y especialmente en Colombia, se tiende a incrementar los lugares del miedo. Desde galerías, plazas de mercado, centro histórico y comercial, hasta parques naturales y sitios turísticos del ocio y la recreación. Barrios populares, distritos y corregimientos que sólo son transitados por sus mismos habitantes mas no por visitantes, muchos de ellos pandillas, milicias urbanas y bandas, que siembran el terror entre los pobladores. En algunos municipios del norte del Cauca, por ejemplo, a los habitantes les es prohibido desplazarse por las calles después de determinado horario. Esta idea no es reciente. Peter Gould, uno de los geógrafos más reconocidos en ésta línea de investigación recordaba en un artículo suyo publicado en la antología de textos del pensamiento geográfico (J.Gómez, J. Muñoz, N. Ortega, 1982, p 479), que "la gente reacciona frente al entorno percibido. Su comportamiento resulta más un reflejo de las imágenes que se forma del ambiente social y físico que de los verdaderos caracteres de éste, sea cual sea y cualquiera que sea la forma de medirlo y definirlo" (5). Últimamente, más que por lo que pueda percibir, las personas se comportan casi por obligación, por mantenerse con vida, es decir, por instinto de conservación. Sólo basta con mirar al otro lado del mundo y observar los miles de desplazados de Afganistán debido a los bombardeos de gringos e ingleses.

Significativamente, el miedo se ha convertido, en gran parte, en el motor que si por un lado moviliza más rápidamente a las personas por el afán de llegar a casa o al refugio, por el otro, aísla la familia de la sociedad. El miedo impide el encuentro en la calle, la plaza y la ciudad. A veces rompe con la afinidad que el poblador tiene con su propiedad o lugar de origen, es decir con su terruño. En este contexto, se reafirma la idea de que el miedo se ha convertido en un elemento con categoría espacial, no sólo por el hecho de que se puede cartografiar, sino que bien puede limitar dinámicas, desmovilizar o limitar intenciones de ocio y recreación, aspectos vitales para el encuentro. Para que haya encuentro no sólo basta con la presencia, ya que debe haber igualmente diálogo (6).

Los habitantes sienten miedo de caminar por las calles, de viajar por carreteras; tal es el caso del tramo Bogotá / Medellín o Popayán / Pasto, de pronto el retén, la toma o la "pesca milagrosa" (término éste común entre los colombianos que refiere al secuestro de un grupo de personas). Salir al Parque Natural de Puracé en el Cauca, ya trajo la muerte a algunos excursionistas en febrero de 2001. Medios de transporte como el aéreo, que parecía excento a esta situación, hoy no lo es.

En este contexto, el lugar que expresa miedo hacer parte de aquellos espacios que también han desarrollado relaciones significativas sobre los cuales se tejen ideas, imágenes y sentires. El hecho de tener un precedente sobre un espacio vivido que ha sido poco transitado y sobre el cual existe una idea de riesgo y peligro contra la integridad humana lo convierte en barrera. Porque seguramente se pensará más de dos veces para transitarlo.

El lugar también en ese mundo de símbolos y significados, además de percibido es también gestualizado. Sólo basta observar el comportamiento y la gestualidad de las personas que transitan en el centro de la ciudad, o por sectores de algunas ciudades como el caso del barrio "el calvario" en Cali, "la playita" en Manizales y "el cartucho" en Bogotá, comparados con la de aquellos que transitan por Unicentro, Exito, bulevares, en esas mismas ciudades (7). Pero el problema no termina aquí. Como se comentó inicialmente, así como existe el miedo que expresan algunos lugares, existe a su vez el lugar como expresión del miedo.
 

Entre candados y rejas como expresión de miedos

El miedo que expresan muchos lugares también ha sido de interés para algunos autores. Becerra (1999), por ejemplo, en un interesante artículo sobre el miedo a la ciudad y la construcción de identidad, señala que "el desarrollo del tema del miedo- ambiente, en nuestra cotidianidad, y sobre todo su expresión en el espacio físico ambiental, tiene que ver con la historia de la constitución de nuestras ciudades y los procesos de urbanización, con nuestra realidad atravesada en muchos momentos por la agresividad y por lo tanto por el miedo". Años atrás, E. Jones (1965), había apuntado en su Geografía humana a este aspecto, por cuanto para él, en esa historia de la constitución de ciudades, por ejemplo señalaba cómo durante la edad media, el trazado de las ciudades contaba con tres rasgos comunes: la iglesia o catedral, el espacio abierto y la muralla.

Indudablemente, la muralla servía de protección contra los enemigos, era el símbolo de protección pero no menos vulnerable. La muralla desde tiempo atrás a la edad media también era imprescindible en algunos poblados. En el libro de Josué, antiguo testamento, se comenta que:

"levantando pues el grito todo el pueblo, y resonando las trompetas, luego que la voz y el estruendo de ellas penetró los oídos del gentío, de repente cayeron las murallas; y subió cada cual por la parte que tenía delante de sí; y se apoderaron de la ciudad" (Josué, Cap. VI, vv 20) (8).

Esencialmente, en la apropiación que los hombres hacen de su entorno, elaboraron herramientas culturales para hacerle frente y realizar su supervivencia y la de sus cosas; son herramientas que pasan al sistema simbólico y significativo.

Franco (1996), considera que el hombre es, hace, está, tiene y comunica, en el espacio; siente y supera necesidades en el espacio; intercala y se confronta socialmente en el espacio; por tanto, es definitivamente espacial. El lugar del habitar, por tanto, expresa esa necesidad del hombre. El lugar es a su vez también expresión de un sentir y de un vivir en condiciones, formas y estilos. La manera como se construye, los materiales, las herramientas que se utilizan, la organización de la estructura, da indicios de la forma como se está percibiendo el habitar con relación a su entorno. Es la manera como también se hace cultura.

Las calles, los "nuevos barrios" o urbanizaciones, conjuntos cerrados y las fachadas de las casas, pueden dar cuenta de los sentimientos de sus habitantes y del ambiente socio-espacial. Becerra insiste en que las grandes ciudades, "especialmente en Cali, se tiene más candados por metro cuadrado".

Pero el problema no es sólo de candado, ya que la misma estructura física de la casa cambia. Si la muralla fue el símbolo por muchos años de seguridad y miedo, hoy en día lo es la reja. Reja en ventanas, puertas, solares, respiraderos, parqueaderos, antejardines, techos, balcones, jardines, terrazas de las casas. La casa, de espacios amplios y libres que fueron construidos a inicios y mediados del siglo XX en las ciudades y poblados de Colombia, hoy día, además por el valor del terreno, se han convertido en cárceles, jalas humanas. Casas de 25 metros cuadrados, con rejas en todas partes se construyen actualmente. Bertrand Russell ya lo expresaba en su ilustre obra Los caminos de la libertad (1961), cuando hacía referencia sencillamente a que "en la vida cotidiana de la mayoría de las personas el miedo desempeñaba un papel de mayor importancia que la esperanza; están preocupadas pensando más en lo que los otros les puedan quitar que en la alegría que pudieran crear en sus propias vidas y en las vidas de los que están en contacto con ellos".

Schindel (1999), considera que la nueva frontera de la ciudad está asociada al instinto de seguridad, asociado a su vez al territorio, al lugar propio y a las culturas humanas. Estas han tendido a establecer una tensión entre el espacio doméstico protegido y el exterior desafiante pero prometedor. (Schindel, 1999). Esta investigadora señala que "en los últimos tiempos, lo que se ha dado en llamar culturas larocéntricas, o centrada en el hogar, parece adquirir un rol predominante ante los temores de una vida urbana exterior caótica, ruidosa y percibida como insegura. ocio claustrofólico en opción a hábitos agorafílicos (espacios abiertos)". (Schindel, 1999). En éste último sentido, Yori, acierta al opinar ante este panorama, que la casa será entendida como le lugar del ser, "desde la cual evidencia su manera de ser en el mundo y pone en juego su mirada, y con ella, su manera de hacer" (Yori, 1998:14). En palabras de G. Bachelard (1993, p. 34), "porque la casa es nuestro rincón del mundo" "la casa es, más aún que el paisaje, un estado del alma", el lugar de la intimidad, la que no se puede tener en la selva de asfalto.

Pero este rincón del mundo hoy día parece estar adquiriendo un nuevo panorama, motivado no sólo por los cambios arquitectónicos, sino en esencia en gran medida por el miedo, que conlleva a crear formas de construir lugares. García Canclini (1989) (9), alude de que vivir en una gran ciudad no implica disolverse en lo masivo y anónimo. Para éste autor, "la violencia y la inseguridad pública, la inabarcabilidad de la ciudad... llevan a buscar en la intimidad doméstica, en encuentros confiables, formas selectivas de sociabilidad" (N. García Canclini, 1989, p. 265 - 266). Esta situación no ha escapado a los ojos de aquellos que ven en la más mínima de las acciones del hombre, un lucro. E. Galeano (1998), apunta al afirmar que "muchos de los grandes negocios promueven el crimen y del crimen viven". Se crea el miedo como necesidad social, como lucro económico y como motivo para desarrollar tecnología que le haga, paradójicamente, frente al miedo.
 

El miedo como negocio multinacional: entre cámaras, candados y circuitos cerrados

Sólo falta comentar lo incomentado, aunque Eduardo Galeano y Oscar Becerra ya lo han señalado: El miedo como negocio de las multinacionales. Las multinacionales que se especializan en la vigilancia privada, circuitos cerrados de televisión, alarmas por monitores que controlan en pantalla a las personas y a la empresa (Galeano, 1998:109), entre otros tipos de avances tecnológicos en este campo.

La multinacional del miedo se vio favorecida con la llamada tercera revolución industrial donde el factor clave es la información y la microelectrónica. Según Méndez (1997), esta tercera revolución puede caracterizarse por el desarrollo de "la técnica para el diseño y producción de circuitos electrónicos en miniatura mediante el uso de elementos semiconductores, su rápido desarrollo en las últimas décadas tiene como punto de partida el descubrimiento del transistor (1947), para atravesar una serie de etapas sucesivas marcadas por la aparición del circuito integrado (1957), el procesador planar (1959) y el microprocesador (1971)" (Méndez, 1997, p. 164)

Toda persona es sospechosa; cámaras ocultas en medio de edificios, paredes, postes, bancos, comercios, industrias, plazas, almacenes y hasta en los más humildes negocios. Rejas eléctricas, puertas y ventanas operadas mediante computadoras, son parte de nuestra cotidianidad. Detrás de cada uno de los ciudadanos existen cámaras ocultas y ojos que no pierden detalle alguno. El espacio público y privado, del tumulto y del orden son expiado. Cada uno de los ciudadanos es objeto de vigilancia, esto hace entender que todo ciudadano es potencialmente culpable. La tienda se atiende detrás de las barras y las rejas y candado tras candado.

Eduardo Galeano cita una frase de empresario "Nuestra mejor publicidad son los noticieros de la televisión" dice, y bien sabe lo que dice, uno de los especialistas en la venta de seguridad. Recuerda Galeano "que en Guatemala, hay 180 empresas del ramo, y ha 700 en México; En Perú, mil quinientas. Hay tres mil en Colombia. En Canadá y Estados Unidos, la seguridad privada gasta el doble de la seguridad pública; al filo del siglo, habrá dos millones de policías privados en los Estados Unidos" (Galeano, 1998, p. 108).

Seguramente, las multinacionales que se lucran del miedo, las que hoy día se han visto favorecidas por los acontecimientos acelerados después del la caída de las torres gemelas. El significado de lugar que representaba vivir en Kabul o Nueva York hace del terrorismo un fenómeno que también es espacial, además de político y militar. Las multinacionales del miedo están haciendo su fortín con la venta de máscaras antigás, la venta de medicamentos contra el flagelo del bioterrorismo e insumos para la desinfección de lugares que aparentemente han tenido contacto con el ántrax. La más alta tecnología no solo para crear sino también para detectar nuevas armas biológicas y químicas son una importante fuente de ingreso multinacional. Se sabe que la lección es que no sólo se debe mirar al frente, también hay que hacerlo al suelo, los lados, la espalda y sobre todo al aire. El miedo a movilizarse por aviones y subterráneos ha conllevado al ingenio multinacional de elaborar nuevas formas de hacerle frente al riesgo y al miedo.

Con el miedo se logra rentabilidad; hoy más que nunca es fuente de grandes capitales. ¿Por qué entonces, querer desaparecer el miedo de la sociedad? Se podría preguntar un empresario de cámaras vigilantes. Como lo dice Galeano(1998, p. 107), "el miedo es la materia prima de las prósperas industrias de seguridad y del control social".
 

Entre la cotidianidad y el miedo

En el último fin de semana de febrero de 2001, en un mismo periódico colombiano aparecen dos reportajes: El primero, una entrevista con el Nobel José Saramago, autor del libro La caverna; y la segunda, sobre parques naturales. El común de estos reportajes es que sin lugar a dudas, el miedo está presente y concuerdan con la idea de que el miedo se aferra cada día más a la sociedad a su espacio.

Saramago opina en entrevista, que "el centro comercial es el mundo organizado hasta el último detalle. Es el único espacio público seguro. Allí no pasa nada, todo es retráctil. Curiosamente en los últimos años los jubilados dejaron de caminar por los parques y jardines, como era su costumbre, y se fueron al centro comercial", prosigue "allí existe una vida que tiene muy poco que ver con la de afuera, que es insegura y sucia". (Tiempo, 2-3). Aunque no se puede negar, de que existen tantas personas que aún luchan por no dejarse atraer de las llamativas vitrinas del centro comercial Parque Caldas en Manizales y otros que siguen todavía sentados en la plaza de Caicedo de Cali.

El Nobel de literatura coincide con lo que aquí se ha afirmado en cada momento: el miedo ha desplazado al hombre de su entorno social tradicional (calle, plaza, mercado) y lo aglutina en otros espacios, más consumistas y más "seguros" (10). Al fin y al cabo, son los centros comerciales quienes con sus entidades bancarias, almacenes, restaurantes y pasillos, poseen más cámaras que el mismo Holliwood. Cámaras que se convierten en ojos vigilantes. Son los principales consumistas del mercado del miedo.

Ahora bien, el segundo reportaje, inicia con el siguiente párrafo "La muerte de siete excursionistas en cercanías de Puracé, destapa inseguridad en estos territorios. El ministro del medio ambiente dice que este no es un caso normal" (El Tiempo, 2001). ¿Cuál sería el caso normal?. El artículo informa que muchos son los parques que se encuentran en medio del fuego abierto, desde la Sierra Nevada de Santa Marta, uno de los principales templos naturales al norte de Colombia, hasta la frontera con el Ecuador.

El miedo ante estas situaciones ha conllevado a que universidades, colegios e institutos, cancelen indefinidamente las prácticas de trabajo académico. Parques como los Farallones de Cali, uno de los más visitados del país ha presenciado varios secuestros en pescas milagrosas. Un caminante ante tal panorama escribe en ese mismo diario "Hay que tenerles miedo a los hombres, no a la naturaleza. Ella es inocente" (El tiempo 2-3).

El miedo está carcomiendo la socialización, y el sentir del lugar adquiere nuevas connotaciones. Sin lugar a dudas, los días pasan y el miedo cobra mayor materialidad. Parece que el miedo religioso o ideológico no es menos real que el hecho por humanos para humanos. Parece también que pesa más el miedo que siento por una sociedad excluyente y atiborrada de injusticia, que el mismo miedo a la muerte.
 

1 heruribe52@latinmal.com

2 Véase el artículo de mi autoría La humanización del espacio geográfico. Revista de Investigación Geográfica, Universidad de Nariño, que plantea la artificialización del espacio geográfico según el sentido del habitar.

3 Comentan además, que fue el mismo Yi-Fu Tuan, quien acuñó el término.  La topofilia acompasa el sentimiento del lugar. (R. J. Jhonston, Derek Gregory y D. Smith, 1987); Mientras tanto, para J. Ortega Varcárcel (2000), "la reivindicación del lugar como espacio diferenciado y como área, con sus específicos caracteres, con su singularidad, aparece a muchos geógrafos, como el futuro de la geografía, en la medida que se percibe como el elemento que pueda permitir articular la geografía sobre un objeto definido" (1999, p. 501).

4"el lugar no es sólo un fenómeno, sino que también es una idea" (..) "El significado define la que el lugar es socialmente contingente y los significados son más cambiantes que el espacio edificado". Puyol, Rafael; Estébanez, José y Méndez, Ricardo (1992).

5 El artículo que se comenta aquí se titula "Las imágenes mentales del espacio geográfico" y refiere al problema de la percepción del espacio geográfico, donde Gould logra detectar seis líneas de investigación que, según él, no están del todo desconectadas de los problemas geográficos, las cuales son: percepción de los recursos potenciales aprovechados y utilizados por diversas culturas con niveles tecnológicos; la percepción de los paisajes y el análisis de la configuración espacia; riesgo ambiental; la capacidad de comprensión espacial por parte de los niños; el medio ambiente humano y por último, la evaluación espacial en la ciudad y ámbitos aún más reducidos, como el barrio o el espacio personal. geográfico (J.Gómez, J. Muñoz, N. Ortega, 1982, p 479).

6 Santos nos recuerda que para Luijipen, las expresiones encuentro y diálogo serían , en el vocabulario de la fenomenología, sinónimos de la noción de presencia en Merlau-Ponty o de participación en G. Marcel. Santos (2000, p. 76).

7 Aunque por ejemplo, recientemente en un centro comercial de la ciudad de Medellín, una bomba en un parqueadero mostró que éstos lugares no están del todo exentos.

8 La Biblia. Libro de Josué, versión Reina Valera, p. 194.

9"La violencia y la inseguridad pública, la inabarcabilidad de la ciudad... llevan a buscar en la intimidad doméstica, en encuentros confiables, formas selectivas de sociabilidad. Los grupos populares salen poco de sus espacios periféricos o céntricos; los sectores medios y altos multiplican las rejas en las ventanas, cierran y privatizan calles del barrio. A todos la radio y la televisión, a algunos la computadora conectada a servicios básicos, les alcanzan la información y el entretenimiento a domicilio" (N. García Canclini, 1989, p. 266)

10 Al inicio ya se había comentado lo del centro comercial en Medellín, donde recientemente un carro bomba causó muchos estragos.

 

Bibliografía
 

BACHELARD, Gastón. La poética del espacio. Brevedarios. Santa Fe de Bogotá: Fondo de cultura económica. Primera reimpresión (FCE Colombia), 1993.

BECERRA, Oscar. El miedo a la ciudad y la construcción de una identidad. In Ssimposio pensar a Cali: contextos urbanos. Cali: Bellas Artes, 1999.

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© Copyright: Hernando Uribe Castro, 2002.
© Copyright: Biblio 3W, 2002.

Ficha bibliográfica

URIBE CASTRO, H. El lugar: entre candados, rejas y miedos.  Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VII, nº 393, 20 de agosto de 2002.  http://www.ub.es/geocrit/b3w-393.htm [ISSN 1138-9796]



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