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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. VIII, nº 474, 20 de noviembre de 2003

VILARDELL SANTACANA, Joan Enric. La fundación de Georgetown (1771). Patrick MacKellar y el urbanismo militar británico. Tesis Doctoral dirigida por el Dr. José Luis Oyón Bañales, Barcelona: Universidad Politécnica de Cataluña, Escuela Técnica Superior de Arquitectura, 2003. 471 p.

Horacio Capel Sáez

Universidad de Barcelona

Palabras clave: Urbanismo de la Ilustración, ciudades siglo XVIII, Menorca, Barceloneta, Villacarlos, Mahón

Kew Words: Urbanism of the Enlightment, XVIIIth Century towns, Minorca, Barceloneta, Villacarlos, Mahón


Hace treinta años eran muy escasas las obras existentes sobre la historia del urbanismo español. El Resumen histórico del urbanismo español, editado en su primera edición en 1954 como resultado de un ciclo de conferencias en el Instituto de Estudios de Administración Local, era sin duda la obra más significativa, a las que podían añadirse algunas otras como el volumen III de la International History of City Development (1967) de E. A. Gutkind, que utilizaba de forma muy amplia el citado Resumen. Muy pocas más podían sumarse, entre las que hay que señalar la historia del urbanismo barcelonés que realizó Oriol Bohigas (Barcelona entre el Pla Cerdá i el barraquisme, 1963) y la historia general de F. Chueca Goitia (1968). El urbanismo español de la Ilustración era poco conocido, y entre los enigmas existentes se encontraba el problema de la creación y el significado de un barrio como el de la Barceloneta de Barcelona, fundado en 1753. La génesis del modelo tipológico de este barrio, de diseño ortogonal pero de manzanas muy alargadas y con una plaza generada por el giro de 90º de dos manzanas, era desconocida, y el citado Resumen, le atribuía su origen al diseño previo de Georgetown, la fundación inglesa de la isla de Menorca. La base para ello era el error de atribuir esta fundación, de 1771, al año 1711, seguramente debido a una errata existente en el Diccionario de Madoz, y considerarlo, por tanto cuarenta años anterior a la Barceloneta.

La Tesis de licenciatura de Mercedes Tatjer, presentada en 1971 y publicada dos años más tarde con el título La Barceloneta del siglo XVIII al Plan de la Ribera, estudió la génesis del barrio y puso de manifiesto la originalidad de esa fundación realizada por los ingenieros militares españoles durante la capitanía general del marqués de la Mina. Poco después, en una excursión del Departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona realizada en 1974, Mercedes Tatjer y yo mismo tuvimos ocasión de visitar las fundaciones de San Luis y Villacarlos, y de reconsiderar brevemente el problema del significado de esos núcleos en la historia del urbanismo español (Capel y Tatjer, 1975). Para ello nos apoyamos en la valiosa obra de P. Riudavets Tudurí y en la escasa bibliografía existente sobre el tema.

Treinta años más tarde el panorama ha cambiado radicalmente. El urbanismo del siglo XVIII es hoy muy conocido gracias a los trabajos realizados por Antonio Bonet Correa, Carlos Sambricio, Jordi Oliveras Samitier y otros autores; y en Menorca se han publicado valiosos trabajos que aportan nuevos datos y permiten reevaluar muchos aspectos de la historia de esta isla y del periodo de la dominación británica. A pesar de todo, todavía no existía un estudio español sobre la fundación de Georgetown. Esa es la tarea que ha acometido el arquitecto Joan Enric Vilardell Santacana en esta Tesis doctoral, apoyándose en buena parte en esas publicaciones y en investigaciones propias realizadas en diversos archivos españoles, británicos y franceses.

Hemos de alegrarnos, pues, de la realización de esta Tesis, a cuyo plan de conjunto no hay nada que objetar. La investigación ha sido dirigida por el Dr. José Luis Oyón Bañales, y el texto posee 17 Capítulos y una conclusión, agrupados en cinco grandes partes, dedicadas sucesivamente a la ingeniería y fortificación en el Antiguo Régimen, el examen de algunos ejemplos de nuevas ciudades británicas, el papel de Patrick Mackellar en la guerra de los Siete Años y los orígenes inmediatos de Georgetown, la fundación de la ciudad en 1771, en el marco de la ocupación británica de Menorca, y el análisis formal de Georgetown, con un estudio comparativo con otras fundaciones de la época. La Tesis finaliza con 3 anexos documentales y una relación de las fuentes de la documentación gráfica utilizada. El autor ha realizado un esfuerzo estimable de documentación que da una sólida base a su trabajo[1].

La estrategia del autor es, como se percibe en el plan que acabamos de citar, la de enmarcar la fundación de Georgetown en el desarrollo de la ingeniería militar europea del siglo XVIII y a su autor, miembro del Board of Ordenance y del Military Engineers Corps británico, en el contexto de los trabajos acometidos por los ingenieros militares europeos. A partir del citado plan es posible dividir el comentario de esta Tesis en dos partes, una correspondiente a los capítulos 1 al 8, que alude al contexto de la ingeniería militar europea, y otro correspondiente al análisis específico que se hace de la fundación de Georgetown.
 

Los ingenieros militares y la historia del urbanismo en el XVIII

La primera parte que consideramos es, sin duda, ambiciosa y tiene aportaciones de interés, pero posee también algunas limitaciones de consideración, especialmente dos: se apoya en obras históricas muy generales, que sigue a veces sin crítica de forma muy fiel, y prescinde de manera sorprendente de la historia del urbanismo español y del cuerpo de ingenieros militares de España.

La historia se inicia con los antecedentes romanos y medievales del urbanismo ortogonal  (castra, bastidas), con especial atención a la bastida de Montpanzier (1289) en la que aparecen algunos rasgos que se encuentran luego también en Georgetown, como el giro de 90º de dos manzanas para constituir la plaza central. La alusión al debate sobre los posibles orígenes aragoneses de las bastidas francesas, que ha realizado recientemente Vicente Bielza de Ory en las páginas de Scripta Nova podría ser tal vez de interés para completar esta parte sobre el urbanismo medieval.

Con el Renacimiento, como es sabido, se difunde también, a través de Alberti, el trazado vitrubiano radioconcéntrico, que los ingenieros militares combinarán de diversas maneras con el anterior, hasta llegar al triunfo total del plano ortogonal en el siglo XVIII. Existen numerosos atlas urbanos e historias, además del tratado de A. E. J. Morris, ampliamente usado en el primer capítulo, de los que podrían obtenerse numerosas ilustraciones para completar los aspectos históricos aquí tratados. Entre esos trabajos se cuentan asimismo estudios arqueológicos sobre la Inglaterra romana, que es un aspecto también tratado en el capítulo primero de la Tesis.

En general en esta parte que se refiere a los precedentes la Tesis puede mejorar con una cuidadosa revisión. Hay trabajos importantes que podrían haber sido utilizados en lo que se refiere al conjunto de la historia del urbanismo mundial e iberoamericano. El estudio de la morfología urbana y de su historia, así como el significado de la misma para la proyectación de una ciudad es algo que ha sido objeto de atención en las últimas décadas, tanto por geógrafos (en la estela de los trabajos de M. R. G. Conzen y la influencia hoy de J. W. R. Whitehand, por citar algunos) como por historiadores del arte y arquitectos; entre estos últimos trabajos como los de Manuel Solá-Morales y otros miembros del Laboratorio de Urbanismo de Barcelona o los de G. Caniggia y G. L.Maffei aportan bases teóricas y empíricas para interpretar la historia de las formas urbanas y, en particular, las tipologías de los planos. Esos trabajos han puesto de manifiesto que si la regularidad geométrica es un aspecto importante del planeamiento, debe prestarse atención también al parcelario y tener en cuenta que morfologías poco regulares pueden ser resultado de una cuidadosa planificación realizada con otras preocupaciones (adaptación al relieve, agua, defensa...). En el análisis morfológico el énfasis en el papel de calles y manzanas es indispensable, pero tiene también limitaciones. Por ejemplo, las funciones de las plazas centrales formadas por eliminación de una o dos manzanas del damero, son muy distintas en el caso de la ciudad británica y de la ciudad hispanoamericana, lo que todavía afecta al urbanismo norteamericano como ha observado agudamente Richard Sennet.

En la Tesis el autor compara sistemáticamente las fundaciones de la edad moderna con las de Vauban, por ejemplo Neuf Brisach. Esas comparaciones unas veces están justificadas y otras no lo están en absoluto. No se presta suficiente atención al desarrollo del urbanismo hispanoamericano y lusobrasileño (que recientemente está siendo revalorizado).

Los avances de la artillería tuvieron gran influencia en la transformación del sistema defensivo de las ciudades y fortificaciones, algo sobre lo que existen numerosas historias que pueden ser de interés. El origen y evolución del sistema de bastiones o baluartes ha recibido hoy gran número de aportaciones que muestran ya el refinamiento alcanzado en el siglo XVI, de lo que son un excelente exponente las murallas de Ibiza dirigidas por el ingeniero Gian Battista Calvi en época de Carlos I y ampliadas por Jacobo Paleazzo Fratin en la de Felipe II, y muy bien puestas en valor por el Plan de Actuación impulsado por ese municipio, que ha permitido elegir a la ciudad como Patrimonio de la Humanidad. En cualquier caso, en el capítulo 2 seguramente debería haberse mencionado al menos un aspecto esencial del desarrollo de la urbanística renacentista, como es el que se refiere a las ciudades españolas e hispanoamericanas, y a los tratados de fortificación de la tradición hispana, de gran interés. Obras como las de Gabriel Guarda sobre El Flandes Indiano y sobre el urbanismo chileno, entre otras, pueden facilitar suficientes referencias e ilustraciones para completar lo que se dice en este capítulo.

En el mismo se aborda a la vez el análisis de las contribuciones de Vauban al urbanismo, deteniéndose en la creación de villas fortificadas que trataban de asegurar las nuevas fronteras de Francia, y considerándolas como ejemplos esenciales de las ciudades planificadas ex novo. Se analizan, en particular los casos de Mont-Louis, Huningue (con su plaza central que se crea mediante la supresión de cuatro manzanas centrales, algo que ya se había hecho antes y que aparecerá de nuevo en Georgetown), y Neuf Brisach, al que atribuye la mayor influencia sobre los ingenieros militares de su tiempo. En algunas de ellas (Mont-Louis y Huningue, a las que considera simples ciudadelas) los cuarteles se agrupan alrededor de la plaza central de armas que organiza el conjunto, y en otras (Neuf Brisach), se alejan del área central y se sitúan en la periferia junto a las murallas. La obra de Vauban ejerció, sin duda, una gran influencia en toda Europa, y también en Gran Bretaña a partir del momento en que John Churchill, duque de Marlboroug acometió a comienzos del siglo XVIII una gran reforma del ejército británico, con la creación de compañías permanentes de artilleros.

El autor considera que hasta finales del siglo XVII los ingenieros militares ingleses "apenas disponían de experiencia en el arte de fortificar ciudades, a diferencia de sus colegas europeos" (p. 66). Las operaciones para la conquista de Irlanda y la guerra de Sucesión española fueron el campo de pruebas de nuevas generaciones de ingenieros ingleses, con los trabajos de fortificación desarrollados en las recién conquistadas posesiones de Gibraltar y Menorca. La Board of Ordnance fue el organismo que centralizó las tareas de esos ingenieros, y en 1741 se crearía finalmente la Royal Military Academy de Woolwich para formar oficiales de artillería e ingenieros. En 1757 los ingenieros alcanzarían el grado militar y la integración en el ejército, y en 1787 se creó el Corps of Royal Engineers con lo que se produce la definitiva emancipación de los ingenieros respecto a los artilleros (pág. 67, citando  A short history of The Royal Engineers publicados por la Intitution of R. E., 1993).

En la Tesis la tardía creación de ese cuerpo británico se compara con la existencia de los Ingénieurs du Roi, existentes ya a finales del XVII, y que dispusieron de una Ecôle du Gènie en Mezières a partir de 1748. Comparación justificada, sin duda, pero a la que en una Tesis realizada en una Universidad barcelonesa, tal vez habría que haber añadido una más atenta comparación con el Cuerpo de Ingenieros Militares de España, creado en 1710 y cuya Academia de Matemáticas, heredera de la de Madrid, se creó en 1699 y  funcionó efectivamente en Barcelona a partir de 1720. Tal vez en ese contexto, y en el de los problemas planteados por el dictado del Curso Matemático de Pedro de Lucuce y los debates sobre la modernización de dicho curso (Capel 1987), se podría interpretar el episodio de la traducción que hizo el profesor de dicha Academia Miguel Sánchez Taramas en 1769 del Tratado de fortificación, o Arte de construir los edificios militares y civiles, que se realizó a partir de A Treatise de John Muller, profesor de Artillería y Fortificación y primer director de la Academia de Woolwich (1ª edición 1746). El tema tiene interés, ya que Sánchez Taramas dedica sustanciosos comentarios a las ideas de Muller, y esgrime entre otras, las construcciones que se estaban haciendo a partir de 1753 en la Nueva Población de la Barceloneta, en la que aparece esa curioso giro de 90º en dos manzanas para dibujar la plaza central (figura 1), que también se daría en Georgetown en el proyecto de 1771 y aparece insinuado en el de 1764, aunque con características muy diferentes.

 Figura 1."Plano del barrio llamado la Barceloneta según el ámbito y figura que en el día tiene y en el mismo se expone la extensión que podría dársele en beneficio del público" (sin fecha, sin firma, 1782).Fuente: Mercedes TATJER. El barrio de la Barceloneta, 1753-1782. Mercado inmobiliario y morfología en el centro histórico de Barcelona. Tesis Doctoral. Barcelona: Universidad de Barcelona, noviembre 1987. Vol. II, Atlas Cartográfico, 148 p. ( Plano nº I-21).
 
Desde el Renacimiento y el siglo XVII la publicación de tratados de fortificación difundía ampliamente las innovaciones de las distintas escuelas. Los sistemas defensivos abaluartados se habían ido perfeccionando a partir del Quinientos y todas las escuelas de ingeniería militar contribuyeron a su desarrollo y perfeccionamiento. Entre ellas, naturalmente, también la española, que desde los reinados de Carlos I y Felipe II construyó innumerables fortalezas en todo el imperio con la participación de técnicos de los dominios hispanos (Escrivá, Calvi, Fratin, Spanocchi, Antonelli, Rojas), que fueron modelos para otros países, y con Academias de artilleros e ingenieros que pudieron también publicar tratados que tuvieron sin duda amplia circulación. Los trabajos de Alicia Cámara sobre la ingeniería y el urbanismo hispanos de los siglos XVI y XVII proporcionan suficientes datos sobre la importancia de esos tratados y de las obras concretas a que dieron lugar. En ese sentido, alguna atención a la circulación de los tratados escritos por Sebastián Fernández de Medrano en la Academia de Bruselas para el ejército español de los Países Bajos a fines del XVII, habría sido también de interés.
La impresión que se tiene, y que debería ser más ampliamente investigada, es que los sistemas defensivos a fines del seiscientos eran bien conocidos y similares en los países que se enfrentaban en conflictos bélicos. Lo que pudo ser diferente en cada caso son, aparte de algunas tradiciones específicas, los recursos económicos disponibles para la tarea de fortificación; y es indudable que los que tuvo a su disposición Vauban en la Francia de Luis XIV fueron superiores a los de la Monarquía hispana en el mismo periodo, lo que contribuyó decisivamente al éxito de Sebastián Le Preste.

Algunas interpretaciones que se hacen en la Tesis merecen mayor discusión. Durante el siglo XVII no solo hubo ciudades nuevas fortificadas; seguramente lo esencial fue la fortificación de plazas ya existentes y la construcción de ciudadelas en ellas. La historia política y militar de ese periodo ha recibido numerosas aportaciones históricas que pueden ser de ayuda para matizar algunos aspectos tratados. Es seguro también que los trabajos ya existentes sobre historia de la ciencia y la técnica europeas (entre los cuales los de la ciencia y la técnica española) pueden contribuir a interpretar de forma más ajustada las relaciones entre la tecnología, el arte militar y el urbanismo.

Los capítulos 4 al 8 se dedican al análisis de las nuevas ciudades británicas construidas en los siglos XVII y  XVIII. Se inicia con el estudio del antecedente que supone la fundación de Londonderry (1610) en el Ulster irlandés, cuyo diseño relaciona el autor con el de la creación real de Vitry-le-François (1560), cerca de París, con Charlleville (1611) y con Philadelphia. También presta atención (capítulo 5) a las fundaciones de Madrás y Calcuta en la India británica. Tal vez debería haberse prestado también aquí alguna atención también a la tradición hispana. El damero fortificado se usó ampliamente en la América española y alguna referencia a ello podría ser de utilidad al lector, que en caso contrario puede obtener una idea inexacta de la evolución del urbanismo a escala mundial. Una historia hecha en España, o al menos en el Estado español, sobre el urbanismo de la edad moderna no puede repetir acríticamente lo que dicen los ingleses o los franceses sobre ello.

El punto de vista de J. R. Vilardell es que la construcción de la ciudadela de Fort Willians en Calcuta cerca de la ciudad y el arrasamiento del territorio circundante tiene que ver con lo que se hizo igualmente en Menorca al construir el nuevo fuerte inglés sobre el de  San Felipe y arrasar el antiguo arrabal. Por otra parte la construcción de dicho fuerte, según el autor, anuncia un nuevo concepto de ciudad, porque Calcuta carece de murallas defensivas que la protejan de un asalto como el que experimentó en 1756 por parte de las tropas del emperador mogol. Eso muestra que "como en tantas ciudades de Europa, los límites de la ciudad se convirtieron en el espacio para la relación social liberada de las estrecheces de los muros defensivos" (p. 106), lo que se relaciona igualmente con nuevas ideas higiénicas.  La pregunta que el autor se hace sobre si "esa tendencia inglesa -que ilustra Calcuta- a liberar la ciudad de las exigencias de la defensa es un hecho específico de la cultura anglosajona o si, por el contrario, se enmarca en un contexto general del propio desarrollo de la experiencia colonizadora de las grandes potencias europeas", le lleva a esta respuesta: "para saberlo, una vez más, giremos nuestra vista hacia la experiencia francesa", en India y Norteamérica, observando las "notables diferencias que le separan del practicado en Gran Bretaña" (p. 108). Una extensión de esa mirada hacia el urbanismo hispano en América y Filipinas tal vez habría permitido descubrir a su autor otras respuestas. Y desde luego encontrar asimismo referencias tempranas a preocupaciones higiénicas en España e Indias a lo largo del siglo XVIII.

En todo caso, el tema de las ciudadelas merece una atención especial, que en la obra no se le presta.  La consideración de las numerosas ciudadelas construidas en Europa desde el XVI y XVII, entre las cuales algunas hispanas, es, sin duda, de gran interés en el análisis de los sistemas de fortificación de la edad moderna. Y las consideraciones que e hacen sobre el desarrollo del comercio y los avances en la navegación podrían fácilmente mejorarse con una rápida consulta a obras de historia de la ciencia.

El papel de las plazas en el diseño del urbanismo anglosajón se refleja en los proyectos presentados para la reconstrucción de Londres tras el incendio de 1666, en alguno de los cuales aparecen una plaza central y otras cuatro periféricas simétricamente dispuestas. El autor (en el capítulo 6 titulado "La plaza como símbolo: Londres y los ejemplos norteamericanos") relaciona algunos de esos proyectos con los métodos proyectuales del urbanismo militar europeo del siglo XVII. Los proyectos presentados al concurso londinense influyeron a su vez, según ha mostrado brillantemente J. W. Reps, en algunas creaciones de la América inglesa como Philadelphia, Savannah y New Ebenezer, en las cuales la ciudad se desarrolla alrededor de una plaza o de sistemas de plazas.

Los capítulos 7 y 8 son una hábil presentación de la biografía de Patrick Mackellar (1717-1778) enmarcada en los enfrentamientos de Gran Bretaña con otras potencias europeas y en algunos episodios de la ingeniería militar inglesa. En esos dos capítulos se presentan los enfrentamientos que condujeron a la conquista de Menorca en la Guerra de Sucesión española y a los trabajos de fortificación en el puerto de Mahón, en donde, después de pasar por Woolwich, trabajó Mackellar, entre 1736 y 1750, para volver a Londres en esta última fecha. Luego se aborda el conflicto que llevó a la conquista de la Nueva Francia norteamericana, en el que también estuvo presente el ingeniero;  y los sucesos bélicos que aumentaron la presencia inglesa en el Caribe, y llevaron a la conquista de La Habana, con la participación asimismo de Mackellar (1764). El autor utiliza ampliamente la biografía de nuestro ingeniero realizada por Latchman y muestra que esos episodios bélicos en los que estuvo presente Mackellar, le llevaron a tener experiencia y conocimientos amplios sobre urbanismo militar.

Se presentan también algunos casos de creaciones inglesas con manzanas que giran 90º para formar una plaza central, especialmente Prince Town (1768) y, sobre todo, Charlotte Town (1771), en la Ille St. Jean, rebautizada tras la conquista británica como Prince Edward Island (p. 163 y 201). En el contexto de este trabajo tal vez habría sido oportuno señalar que esa disposición aparece ya en el diseño del barrio de la Barceloneta creado en 1753, es decir antes que todos estos ejemplos.

 
El estudio de los modelos urbanísticos británicos y francés en las Antillas del Setecientos ofrece interés, y se alude a las diez poblaciones creadas en las islas francesas siguiendo el modelo de la parrilla cuadrada de Neuf Brisach (p. 205). No existe, sin embargo, en esos dos capítulos dedicados a las fundaciones realizadas en las Antillas la menor alusión a los modelos hispanos (Cuba, Trinidad, Puerto Rico..) que eran manifiestamente superiores y conocidos por británicos y franceses. Algunos de las fundaciones diseñadas en las Antillas francesas, como el de Môle St Nicolas, se parecen a diseños de ciudades hispanoamericanas, incluso en la forma de dividir las manzanas, aspecto al que no siempre se presta atención. Existían, además, también en Francia modelos de diseño ortogonal urbano independientes de la tradición militar, con disposición lateral de la plaza (como en Burdeos), que seguramente habría que tener asimismo en cuenta para interpretar adecuadamente estas fundaciones. De la misma manera que convendría tomar en consideración diversas tradiciones urbanísticas para entender la combinación de las manzanas cuadradas y las rectangulares, entre las cuales, como señala acertadamente el autor, la línea de fundaciones que va de Fort Dauphine a Port au Prince en las Antillas francesas (p. 206).
En relación con todas estas fundaciones, debería prestarse también atención a la estrategia corporativa de los ingenieros y al hecho de que el trabajo del individuo se se encargaba al Cuerpo y se realizaba desde la formación recibida y los modelos impuestos colectivamente. Una comparación de las estructuras de los cuerpos de ingenieros militares españoles, franceses y británicos podría mostrar similitudes y diferencias de gran interés. En todo caso, es seguro que en esa comparación el cuerpo de ingenieros españoles mostraría tempranos desarrollos que tienen interés para interpretar también las creaciones urbanísticas hispanas en un contexto internacional

 

La fundación de Georgetown

Los diez últimos capítulos de la Tesis (partes cuarta y quinta) se dedican a la fundación de Georgetown y a la interpretación de su diseño. Toda esta parte constituye una aportación importante, que avanza en el conocimiento de esta fundación, de tanto significado en el urbanismo de la Ilustración. Una aportación que se esfuerza en situar la nueva ciudad en la perspectiva de la ingeniería militar británica.

Menorca fue tomada en 1704 por una flota inglesa que apoyaba al archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión de España y se convirtió en una preciada conquista por el interés que tenía la isla y, en especial, el puerto de Mahón, en la política británica de expansión naval en el Mediterráneo. El dominio británico se mantuvo hasta 1756, fecha en que Menorca fue conquistada por una flota francesa. En esos años los franceses iniciaron la construcción de la población de Sait-Louis, junto a Mahón. Menorca volvió al dominio inglés por la paz de París de 1763, prolongándose esa situación hasta 1781 en que es tomada por una escuadra hispano-francesa y restituida a España. En 1798 volvería nuevamente a ser tomada por los británicos y devuelta definitivamente a España por el tratado de Amiens en 1803.

Para asegurar el control de Menorca los británicos reforzaron y ampliaron la fortaleza hispana de San Felipe, que había empezado a construirse en época de Carlos I con diseño de Gian Battista Calvi ante la amenaza berberisca, y acabada en época de Felipe II con la colaboración de Fratin; era por tanto una fortificación que es preciso relacionar con las que contemporáneamente se realizaron en Mallorca (Tous Meliá 2002) e Ibiza (Eivissa 2002) para poner a punto el sistema defensivo de las Baleares. Próximo a este fuerte se fue formando, más allá de la zona polémica, un arrabal que en 1689 contaba ya con 3.000 habitantes.

Desde el comienzo de la ocupación inglesa existen proyectos para el traslado del citado arrabal a mayor distancia del fuerte. En 1757, durante la ocupación francesa, se realizó otra propuesta en el mismo sentido, con vistas a localizar el nuevo asentamiento en un lugar al Este del arrabal existente, en el camino hacia Mahón. Inmediatamente después de la nueva conquista británica el gobierno inglés ordenó el traslado de Patrick Mackellar a Menorca para estudiar la creación de la nueva población.

Mackellar se puso inmediatamente al trabajo y poco después elaboró ya una propuesta formal para el traslado del arrabal, que entonces tenía 942 viviendas, a la nueva población que había de crearse en el mismo lugar que ya había propuesto el ingeniero francés Jacques Gervai, señor de Roquepiquet siete años antes, en un rectángulo teórico de unos 750 por 500 metros junto a la bahía. Los problemas financieros alargaron las discusiones sobre la fundación pero, finalmente, en febrero de 1771 se decidió construirla con el nombre de Georgetown, en honor del rey inglés (figura 2). Se acordó proporcionar una ayuda económica para facilitar el traslado de las familias del Arrabal, compensando a las mismas en proporción a la fidelidad que habían mostrado a los intereses británicos durante el periodo de ocupación francesa.

Figura 2. Plano del castillo de San Felipe y Georgetown, en el puerto de Mahón, por F. A. Asiotti, 1782. Fuente: Joan Enric VILARDELL SANTACANA. La fundación de Georgetown (1771). Patrick Mackellar y el urbanismo militar británico. Tesis Doctoral dirigida por el Dr.José Luis Oyón. Universidad Politécnica de Cataluña, 2003,  (Fig. 14-1, p. 325).

Los capítulos 12 a 16 de la Tesis constituyen el análisis formal de la nueva población de Georgetown. Se estudian variados aspectos urbanísticos, desde la elección del emplazamiento, el diseño de la explanada central o plaza de armas, la parcelación las manzanas tipo, las tipologías residenciales hasta, finalmente, los acuartelamientos construidos. El autor realiza también un análisis comparativo con otras poblaciones y acaba con un capítulo sobre la conversión de Georgetown en Villacarlos, en honor de Carlos III, tras el retorno de la isla a dominio español, y la conversión final en Es Castell, nombre que lleva hoy por la ignorancia histórica y la estulticia ideológica de los políticos isleños (que, si no querían honrar al rey hispano, tenían a su disposición el topónimo Vila Jordi, ya usado por los menorquines durante la dominación británica).
Toda esta parte de la Tesis supone una aportación valiosa y personal, que ha podido apoyarse en documentación inédita y en trabajos realizados recientemente por historiadores menorquines. La práctica urbanística y arquitectónica de Joan Enric Vilardell se refleja aquí en interesantes observaciones sobre la génesis del plano y el proceso de la construcción.

El autor reconoce que "en el momento en que Mackellar se dispone a diseñar la nueva Georgetown, la experiencia urbanística del ejército británico no era especialmente intensa" (p. 293), aunque debido a que los ingenieros militares no tuvieron rango en el ejército hasta 1757 es probable que la experiencia urbanística de los mismos ofreciera "un abanico más extenso de lo imaginado inicialmente" (p. 294).

La interpretación que hace Vilardell es que "con esta perspectiva no es de extrañar que la operación de crear Georgetown entrañe su mayor dificultad en la gestión del coste financiero, donde la inexperiencia de la corona es patente, mientras que la resolución formal, donde la adaptación de un trazado teórico a la realidad topográfica es el nudo de la cuestión, encuentra una satisfactoria respuesta de la mano de un reconocido ingeniero militar" (p. 294). Una atinada observación que requerirá en el futuro un estudio de esos aspectos financieros y de todos los detalles del proceso de construcción.

El autor interpreta la falta de murallas de la nueva población en relación con el hecho de que cuando Mackellar la diseña

"las teorías de Montelamber -detractor de los costosos baluartes auspiciados por Vauban- empiezan a ser consideradas y cobra sentido la renuncia a fortificar una ciudad. Son los mismos años en que los ingenieros militares franceses levantan las ciudades haitianas sin aparejos defensivos, al tiempo que Calcuta crece sin murallas a una respetable distancia de Fort Williams" (p. 294-295).

La realidad es que esa fortificación de Georgetown resultaba innecesaria, ya que el punto estratégico para la defensa era el viejo castillo reforzado de San Felipe y no la nueva ciudad. Por las mismas razones, y al amparo de la Ciudadela y de las murallas de Barcelona, la fundación dieciocho años antes de la Nueva Población de la Barceloneta se había hecho también sin murallas. Por otra parte, los cambios en las doctrinas militares que se habían producido desde la Guerra de los Siete años, y que fueron objeto de amplios debates en España, y sin duda también en Gran Bretaña, tal vez contribuyan a explicar las decisiones que entonces se tomaron.

En todo caso, si se piensa que Georgetown es un "nuevo modelo de urbanismo, más atento a la higiene y a la naturaleza, a la vez que menos obsesionado por la seguridad", no se pueden esgrimir solamente las fundaciones francesas e inglesas del mar Caribe (como se hace repetidamente, por ejemplo en la pág. 208). Puede aludirse asimismo a numerosos ejemplos hispanos, además del de la Barceloneta (Santander o San Carlos de la Rápita, por citar solamente fundaciones del Setecientos más o menos contemporáneas).

Es indudable que durante los siglos XVII y XVIII los británicos miraron también hacia España, y que tenían informaciones precisas sobre lo que se iba haciendo en este país a través de la cartografía que obtenían de los barcos españoles capturados, de la labor de numerosos espías, y de los viajeros británicos que circularon por este país y que luego publicaban sus observaciones en Gran Bretaña. El libro de Consol Freixa sobre Los viajeros británicos y el arte de viajar nos proporciona un buen panorama de esta actividad y del interés de las noticias que difundieron los libros de viajes que se publicaron sobre España por viajeros británicos.

Como ocurre siempre en las biografías, en ésta sobre Patrick Mackellar y sobre la fundación de Georgetown el autor se siente muy ligado al tema y trata de ensalzar a toda costa a su objeto de estudio, aunque sea a costa de descalificar a otros. Se observa esto cuando Vilardell trata de la fundación francesa de Saint-Louis. A diferencia de Georgetown, San Luis es solo "un sencillo caso de reparcelación de suelo rústico para la creación de un poblado" (p. 232). Los aspectos que le sirven para desvalorizar a esta fundación son varios, aunque algunos puedan estar en contradicción con lo que se dice en otro momento. Uno de ellos es que la fundación francesa surge como "centro neurálgico para la consolidación de actividades comerciales ligadas a la producción agrícola", sin que ello le merezca el menor comentario; el trazado ortogonal, que ha sido valorado como algo positivo en la colonización británica de la América inglesa y la India es ahora percibido como excesivamente simple. Al mismo tiempo, la "ausencia de cualquier tipo de muro o valla que limite el área urbana" no se valora para nada, a pesar de que antes y después se reitera el interés de los nuevos trazados antillanos y norteamericanos con preocupaciones higiénicas, y de que poco más adelante el autor recordará la aceptación de las teorías de Montelambert, en un párrafo que acabamos de citar.

Que la nueva fundación de San Luis pudiera "alargarse indefinidamente a lo largo del territorio perteneciente a la corona francesa, de acuerdo con el desarrollo de las necesidades sociales o económicas" es visto de forma negativa, a pesar de que también podría considerarse como un ejemplo de adaptabilidad. Que las manzanas tengan "dimensiones notables y superiores a cualquier manzana que pudiéramos elegir en el variado abanico de piezas residenciales que nos ofrece Georgetown", es también objeto de desvalorización; y que la base social campesina de San Luis que conduce a "una estructura parcelaria de contrastada profundidad para la aparición de huertos en el interior de la población y al servicio de las viviendas", que el lector esperaría ver muy valorado por sus positivas consecuencias higiénicas, no merece ningún comentario. Finalmente, el que no haya cuarteles en la población y que el único conjunto no residencial en la plaza sea la iglesia es también objeto de crítica (las críticas en las páginas 232 y 233). En definitiva, en San Luis la organización interna resalta "su simplicidad extrema, casi esquemática", siguiendo el modelo más elemental de las nuevas poblaciones de la Ilustración. No extraña que concluya afirmando que pocas relaciones se pueden extraer entre San Luis y Georgetown "más allá de la proporción coincidente en el tamaño de sus piezas-base, dado que la elemental simplicidad de San Luis ofrece escasos recursos ante la complejidad y magnitud del asentamiento llevado a cabo por Mackellar; la centralidad religiosa de la operación urbanística francesa poco puede oponer ante el poderoso despliegue de cuarteles y pabellones en la Explanada de Georgetown" (p. 233). No cabe duda de que Vilardell es decididamente un anglófilo y está enamorado de la fundación británica.

No extraña que con esa actitud el autor busque y encuentre bellezas en Georgetown (figura 3). Su análisis se inicia con la interpretación del proceso de elaboración del plano a partir de la plaza y orientando las calles contra los vientos dominantes de dirección norte-sur, lo que explica la orientación general NE-SO del callejero (p. 297). También presta atención al papel del viejo camino que unía desde el siglo XVI el Fuerte de San Felipe con Mahón, convertido ahora en eje generador con calles paralelas y perpendiculares. Vilardell trata de descubrir la racionalidad de la fundación, inscribiendo el conjunto en un rectángulo teórico, en cuyo baricentro se encontraría la plaza, y de interpretar la razón del tamaño variable de las manzanas. Para el diseño de la plaza con la "sustracción a la edificación de cuatro piezas urbanas" encuentra numerosos precedentes, aunque el giro de unas manzanas 90º, que tiene -como hemos visto- su antecedente en la bastida medieval de Montpenzier y en la creación de Huiningue por Vauban  tiene luego "escasa frecuencia en siglos posteriores", olvidando, como hemos señalado, la creación de la Barceloneta.

Figura 3. Vista aérea de Es  Castell, antigua Georgetown. Fuente: Joan Enric VILARDELL SANTACANA. La fundación de Georgetown (1771). Patrick Mackellar y el urbanismo militar británico. Tesis Doctoral dirigida por el Dr.José Luis Oyón. Universidd Politécnica de Cataluña, 2003,  (p. 3)

En la citada plaza central se sitúan los equipamientos fundamentales, muy bien analizados. De todas maneras, el debate sobre la posición de la iglesia podría recibir alguna matización. Aunque el autor destaca que "el urbanismo militar europeo ya había ensayado modelos anteriores en los cuales la iglesia quedaba emplazada en posición ajena al espacio central" (p. 317), y que eso explica que el templo católico quede aquí desplazado de la plaza, en realidad la iglesia sigue teniendo esa posición central en la plaza, al lado del palacio del gobernador, aunque se trata naturalmente de la iglesia anglicana (como se observa en la figura 14-2), no de la católica, como corresponde a las funciones atribuidas al centro de la población, reservado "para el poder colonial" (p. 318).
La posición de los cuarteles en el espacio urbano fue objeto también de una cuidadoso planeamiento, y a ello y a las tipologías cuartelarias dedica el autor un interesante capítulo lleno de datos y sugerencias. También aquí una alusión a la historia de los cuarteles españoles, sobre lo que existen magníficos precedentes del Seiscientos, como el Cuartel del Conde-Duque en Madrid, y estudios como el de Lluis Cortada sobre la poliorcética en Cataluña, habría sido de interés.

La Tesis está muy bien escrita y se lee con agrado. Desde el punto de vista formal tiene una presentación impecable, en lo que se refiere a texto, aparato crítico, fuentes y bibliografía. Posee una excelente colección de ilustraciones, tres de las cuales reproducimos en este artículo con autorización del autor. Algunos defectos que pueden encontrarse en el texto pueden ser atribuidos a problemas informáticos y son fácilmente subsanables. Estamos, en definitiva, ante un trabajo meritorio que nos permite descubrir una parcela muy interesante y casi desconocida del urbanismo de la Ilustración.
 

Notas
 

[1] La Tesis fue defendida el día 6 de noviembre de 2003 ante un tribunal presidido por el Dr. Horacio Capel Sáez, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona y constituido por los Drs. Carlos Sambricio Echegaray, Catedrático de Composición Arquitectonica de la Universidad Politécnica de Madrid; José Laborda Yneva, Cátedra de Arquitectura y Urbanismo de la Institución Fernando el Católico, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Zaragoza; Jordi Oliveras Samitier, Profesor Titular de Composición Arquitectónica, Universidad Politécnica de Cataluña; y Manuel Guardia Bassols, Profesor Titular de Composición Arquitectónica de la Universidad Politécnica de Cataluña. Obtuvo la calificación de Sobresaliente cum laude.


Bibliografía

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CAPEL, Horacio. Cursos manuscritos y textos impresos en la enseñanza científica de los ingenieros militares. (Comunicación al Coloquio "La Ciencia y la Técnica en América, siglo XVIII. Casa de Velázquez, Madrid y CSIC), Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, Madrid, CSIC, vol. XXXIX, nº 2, 1987, p. 161-169.

CAPEL, Horacio, y TATJER, M. Dos ejemplos de urbanismo dieciochesco en Menorca: San Luis y Villacarlos. In Miscel.lània Pau Vila. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans/Societat Catalana de Geografia, 1975, p. 209-214.

CORTADA COLOMER, Lluis. Estructures territorials, urbanisme i arquitectura poliorcètics a la Catalunya preindustrial. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans, 1998.

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FREIXA, Consol. Los viajeros británicos y el arte de viajar. Una visión de las ciudades españolas en el siglo XVIII. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1993.

TATJER, Mercedes. La Barceloneta del siglo XVIII al Plan de la Ribera. Barcelona: Los Libros de la Frontera, 1973. 220 p.

TOUS MELIÁ, Juan. Palma a través de la cartografía (1598-1902). Palma: Ajuntament de Palma, 2002.
 
 

© Copyright: Horacio Capel, 2003
© Copyright: Biblio 3W, 2003.

Ficha bibliográfica

CAPEL, H.  Vilardell Santacana, Joan Enric. La fundación de Georgetown (1771). Patrick MacKellar y el urbanismo.  Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VIII, nº 474, 20 de noviembre de 2003. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-474.htm>. [ISSN 1138-9796].


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