Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. IX, nº 493, 20 de febrero de 2004

VALVERDE PÉREZ, Nuria. Instrumentos científicos, opinión pública y economía moral en la Ilustración española. Tesis Doctoral dirigida por el Dr. Antonio Lafuente. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2003. 348 p.

Horacio Capel

Universidad de Barcelona

Palabras clave: prácticas de la ciencia, instrumentos científicos, público de la ciencia, identidad del científico.

Key words: science practices, scientific instruments, public of science, scientific identity


Que haya una relación entre los instrumentos científicos, la opinión pública y la economía moral, tal como el título de esta Tesis doctoral anuncia, resulta de entrada totalmente inesperado. Sin embargo el excelente capítulo 1 permite comprobar la importancia de esta relación, y da sentido a una investigación de gran ambición y de notables aportaciones.

La Tesis ha sido dirigida por el profesor Antonio Lafuente, que desarrolla en el Departamento de Historia de la Ciencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid, un ambicioso programa de investigación sobre historia de la ciencia, y que a través de sus cursos de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, ha conseguido impulsar un importante programa de trabajo que está empezando a dar ya sus frutos. Entre ellos, un libro publicado por el profesor Lafuente y la autora de esta Tesis sobre Los mundos de la ciencia en la Ilustración española, que acaba de ver la luz. Conozco y aprecio desde hace años el programa de trabajo que dirige el profesor Antonio Lafuente, y su esfuerzo por incorporar las aportaciones más novedosas que se están haciendo en la historiografía internacional de la ciencia, así como su apasionada búsqueda de caminos renovadores, que ya están empezando a producir sus frutos. La lectura de esta Tesis, a la que debe unirse la defendida también simultáneamente por Tiago Figueiredo Saraiva, y la de otros trabajos realizados por investigadores que están vinculados de una forma o de otra con ese grupo -como el magnífico libro de Juan Pimentel titulado Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración- no hacen más que confirmar la calidad y el carácter renovador de lo que realizan y el interés del esfuerzo por incorporar perspectivas innovadoras a la historia de la ciencia española.

Estamos ante una Tesis verdaderamente novedosa en España sobre el significado de las prácticas científicas en el siglo XVIII y en particular sobre la generalización del uso de instrumentos  mecánicos para la realización de experimentos[1]. Con ello, y con las estrategias de redacción de textos científicos o el establecimiento de formas sancionadas para recoger datos, entre otros aspectos, "comenzaría la andadura de la historia de la objetividad, la historia de cómo determinado modo de crear información, aún hoy vigente, llegó a cobrar autoridad" (p. 3). La autora destaca de forma especial que "una dialéctica compleja entre persuasión e imposición caracterizará la búsqueda de una autoridad fundada también en el respeto y el reconocimiento, es decir, en un cierto grado de compromiso por parte de la comunidad; pero para que este compromiso encontrase foro había que buscar vehículos a través de los cuales se crease, así como encontrar rasgos estables sobre los cuales formar consensos".

El experimento científico y los textos que lo narran se convierten en aspectos fundamentales en la generación de la autoridad científica. Eso sucede en un momento en que se está creando la identidad del científico, se están definiendo las prácticas y se organizan redes de transmisión de conocimientos, a la vez que el público se va convirtiendo en consumidor del saber científico y, al mismo tiempo, en un factor de legitimación de la actividad científica. Es en ese contexto en el que se plantean cuestiones tales como la ecuanimidad del científico, la preocupación por la exactitud, el conocimiento detallado del instrumental científico y de los procedimientos para su manipulación o la necesidad de tener conciencia de sus límites; lo cual, subraya la autora, "irá involucrando la actividad del científico en una dinámica de restricciones y prácticas". Todo ello era importante para homogeneizar los resultados, como paso previo para hacerlos comparables. Pero eso, a su vez, introduce el problema de los valores morales en la ciencia, lo que permite entender el título sorprendente de esta Tesis, al que nos referíamos al principio.

Es en ese contexto también en el que la creación de redes para la recogida de datos científicos se plantea como un problema, ya que el uso de técnicas especializadas y de instrumentos exige conocimientos compartidos y una utilización que ha de estar cuidadosamente codificada y ejecutada, lo que implica disponer de criterios sobre la confianza en los miembros de la red. Para el análisis de esta dimensión la autora utiliza la teoría de los actores-redes, desarrollada a partir de la obra de Bruno Latour La science en action (1995) y otros trabajos que se han realizado en el campo de la sociología y la semiótica de la ciencia.

En estas redes científicas que reúnen datos en relación con un programa de trabajo científico (por ejemplo, observaciones astronómicas u observaciones barométrico-médicas) se plantean problemas sobre la precisión de los registros, la cual es esencial para sustentar la objetividad del conocimiento científico. En relación con la precisión la autora señala que

"lo más interesante de este concepto es que modula (y se modula en) la formación de redes. Contrariamente a lo que parece dictar el sentido común, el incremento en la resolución y precisión de los instrumentos científicos ha vuelto más laboriosas las conexiones con la realidad, no menos. La precisión crea consensos, moviliza informaciones, pero también introduce nuevos actores y desnaturaliza conexiones, forzando de este modo una constante revisión de los productos que circulan por la red. Al mismo tiempo, la precisión protocoliza acciones y discursos. Pero no lo hace de manera unívoca (...) En el siglo XVIII se crea así la conciencia de que la precisión como eliminación de lo superfluo en el discurso era diferente a la precisión como identificación de elementos discretos" (p. 20).

El capítulo introductorio de esta Tesis sitúa de forma espléndida los objetivos y el marco teórico que guían su elaboración. Esos objetivos aparecen claramente formulados en este párrafo:

"En concreto, nos interesan los problemas asociados a la visibilidad social de las prácticas en el contexto de creación de redes. Nos enfrentamos a un contexto de innovación social, inestabilidad en las prácticas científicas y confusión en las expectativas y demandas sociales. Necesitamos saber cómo transita la información desde el laboratorio a la opinión pública, y cómo se establecen las pautas para el reconocimiento de la autoridad científica. Pero también cuándo y porqué no se produce esa circulación, y qué consecuencias tiene en la creación de un determinado discurso sobre en qué consiste esa autoridad" (p. 33).

En relación con esos objetivos la autora centra la atención en cuatro situaciones concretas a través de las cuales se sigue el proceso de consolidación de la cultura científica en España. En el capítulo 2 ("Del discurso a la práctica instrumental, 1737-1756") se presentan los distintos espacios científicos que se van abriendo al público durante la primera mitad del siglo XVII, y se analiza en particular la red jesuítica, que según la autora sería decisiva para la imagen del científico. En el capítulo 3 ("Precisión, autoridad y expedición en el contexto imperial español, 1750-1762") se estudia el científico como agente de la corona y su papel "en la reestructuración de las redes de confianza", con el análisis detallado de los debates sobre el reconocimiento y el uso de la quina, y el de los problemas cartográficos planteados por la expedición de límites con Portugal en Brasil. El capítulo 4 ("La participación en redes internacionales y el fracaso de la opacidad") se dedica a la participación en diversos proyectos astronómicos europeos en los que intervinieron científicos españoles, y que plantearon problemas relacionados con la integración en redes internacionales. Finalmente el capítulo 5 ("La construcción de redes populares y los órdenes de la memoria") está dedicado a las redes de popularización de la ciencia, y la relación entre el público de la ciencia y los científicos, y se centra en el periodo posterior a la década de 1760.

La Tesis está muy bien escrita, como cabe esperar de una autora que rescata y cita un texto de Antonio Capdevila en el que se criticaban los Elementos de la Mathemática del padre Wendlingen, en el que se escribía certeramente que "la dejadez del idioma es una ofensa" (p. 210).

El trabajo que ha realizado Nuria Valverde posee aportaciones de gran valor, que tienen que ver, por un lado, con el programa de investigación en que se inserta y, por otro, con el buen conocimiento de la bibliografía general que emplea. La autora aporta muchas ideas nuevas que podríamos destacar. Entre ellas, el presentar de forma excelente los problemas de la conmensurabilidad de los datos obtenidos de las observaciones astronómicas; el plantear los debates sobre la emergencia de la objetividad en relación con la perfección de los instrumentos y la destreza del observador, lo que hizo surgir la necesidad de "solucionar las dificultades que la transmisión de percepciones o interpretaciones de sus variabilidades desembarazándose del cuerpo orgánico que las produce" (p. 191), es decir de la resistencia, la capacidad y las percepciones del investigador; el mostrar que la información creciente, los nuevos instrumentos y el aumento de la precisión generan también una desconfianza creciente, lo que modifica los hábitos retóricos y mentales: aceptando que se poseen códigos y destrezas comunes se plantea el problema de la parte de responsabilidad que corresponde al instrumento y la que corresponde al observador (p. 195). Tiene también gran interés el estudio de las redes jesuíticas de transmisión de la información científica y su descrédito durante el XVIII, en relación con la aparición de "nuevas formas retóricas y prácticas instrumentales", o la consideración de proyectos que devienen plurales por la colaboración de varios corresponsales, aunque no sean todavía colectivos; se alude con ello a proyectos astronómicos como el que impulsó J.N. Delisle a mediados del XVIII (p. 175). Y podríamos añadir otras muchas aportaciones valiosas que no podemos ahora citar en detalle.

Pero la lectura plantea, como siempre ocurre, preguntas, dudas y cuestiones que vale la pena debatir. Es lo que voy a hacer en este comentario, en el que centraré la atención en algunos aspectos concretos: los episodios seleccionados y el hilo argumental; las implicaciones de la cronología adoptada; la relación entre los problemas propios de las disciplinas y los aspectos 'externos'; el público de la ciencia; la identidad de los científicos en un momento en que se empiezan a constituir corporaciones técnicas profesionales y comunidades científicas; y, finalmente, las estrategias posibles para el desarrollo científico.
 

Los diversos episodios o ejemplos seleccionados

La Tesis presenta una serie de cortes temporales precedidos de una introducción teórica general, que constituye el capítulo 1. Los episodios en los que la autora centra la atención son interesantes y seguramente representativos. Están, además, hábilmente integrados en la argumentación, aunque no sabemos el grado de significación que poseen, al no haber sido enmarcados en el contexto de la evolución social del Setecientos.

Los estudios de procesos a partir de cortes temporales se han empleado en muchas ocasiones y están, desde luego justificados. Pero los episodios que aquí se estudian en los diferentes capítulos, aunque se refieren todos ellos al problema abordado en la Tesis, son bastante diferentes (desde los debates de la observación astronómica más rigurosa a la divulgación popular de la ciencia) y no siempre totalmente comparables. Tal vez el procedimiento debería haberse justificado al comienzo de la Tesis, para evitar que alguien tenga la impresión de que se trata de cuatro ensayos sobre un tema general, pero sin una estructura unitaria clara.

Los problemas de unidad se plantean incluso dentro del mismo capítulo. En especial en el 2, donde se estudian dos episodios muy diferentes y no totalmente comparables, el de las observaciones termométrico-barométricas puestas en marcha por una sociedad científica (la Real Academia Médico Matritense, y el médico Francisco Fernández de Navarrete) y la estrategia de divulgación de la ciencia que pusieron en marcha los jesuitas. Seguramente el uso que hicieron de la ciencia los miembros de esta orden religiosa en el Seminario de Nobles, y que representa la cara más pública de ésta, tiene que ver con sus estrategias de dar visibilidad a sus trabajos con vistas a la obtención de favores y recursos, cuestión a la que tal vez habría convenido hacer alguna referencia.

La opción que se adopta en la Tesis, consistente en poner énfasis, a título de ejemplo,  en algunos episodios relativamente aislados e inconexos entre sí, tal vez impide percibir bien, en algún caso, el contexto general y el cambio, las políticas y las necesidades. No estoy seguro de que sea totalmente adecuado iniciar el análisis con la presentación de las estrategias de legitimación y propaganda de los jesuitas. De hecho el orden de los capítulos parece suponer que el uso de los instrumentos científicos como medio para justificar el papel social de los científicos opera, ante todo, "de cara al gran público", ya que eso es lo que se hace parcialmente en el capítulo 2, mientras que el siguiente se dedica a la actividad de dos instituciones científicas más especializadas (el Observatorio del Colegio Imperial y la Real Casa de la Geografía). A veces al faltar esas referencias a un contexto más general  -al que, desde luego, se alude en notas- o a otras situaciones similares no se acaba de saber el valor y representatividad de los testimonios seleccionados.
 

Cronología corta y larga

En esta Tesis la historia del proceso de creación de redes científicas y de búsqueda de la precisión y objetividad se centra en el siglo XVIII, que es cuando sin duda avanza de forma importante. Adoptar una cronología corta y centrar la atención en un periodo es una estrategia adecuada porque permite profundizar en el análisis. Pero al mismo tiempo tiene también algunos riesgos. En concreto, puede llevar a olvidar la génesis histórica de los procesos y a desconocer el desarrollo de otros que tienen una duración más larga.

El requisito de generar conocimiento preciso -o números y datos fiables- es algo que los dirigentes españoles del siglo XVIII comprendían muy bien, como la misma autora destaca, y se observa en los proyectos económicos como el de la realización del catastro. Pero esa misma observación nos hace conscientes de que lo que culmina en el siglo XVIII es un proceso que tiene una historia más larga y que se remonta a la antigüedad (catastros y censos romanos) y al siglo XVI y XVII.

Seguramente muchas de las prácticas de observación y experimentación que se describen en la Tesis son en realidad el programa de la nueva ciencia galileana y el de la ciencia baconiana, impulsado, por ejemplo, por la Royal Society y otras academias de Seiscientos. Pero seguramente la obsesión por la objetividad y la impersonalidad en las informaciones que se recogían y enviaban al organismo central estaba ya latente en el diseño de las relaciones geográficas por Ovando y López de Velasco, y en el plan de éste último para la observación del eclipse de 1577, para lo que diseñó varios aparatos y elaboró un método que debía garantizar la uniformidad de los datos. Es razonable pensar que el problema de la fiabilidad y de la comparación de las observaciones científicas (astronómicas, geográficas y de historia natural) debieron ya de plantearse en el siglo XVI. Quizás la relación de estas redes científicas con el poder era entonces más intensa o exclusiva, y lo que ocurre en el siglo XVIII es que la preocupación por la precisión y la compatibilidad de los datos se generaliza en el campo de la investigación científica; una investigación que sigue estando en buena parte vinculada a los objetivos del poder pero que, al mismo tiempo, adquiere una dimensión diferente, con actores y público que hasta ese momento no habían tenido autonomía. Es entonces seguramente cuando se hizo posible eso que la autora destaca oportunamente, a saber: que "las dinámicas propias de las redes se impusieron muchas veces a los límites de los intereses gubernamentales, cuando no los dirigieron o reelaboraron" (p. 19). De todas maneras, el lector se queda con las ganas de conocer como se va produciendo el cambio entre el método puesto a punto por Delisle para la observación astronómica del tránsito de Venus y Mercurio con las instrucciones de López de Velasco en el siglo XVI, y sospecha que en medio deberían de existir también otros muchos episodios interesantes.

Pero "la conciencia del gobierno de que era necesario encontrar el procedimiento para garantizar la fiabilidad de las informaciones americanas" no solo es patente, como se dice en la Tesis, desde Ulloa, Campillo y Gándara, sino desde el mismo diseño del programa de las relaciones geográficas en época de Felipe II e incluso antes.

En el capítulo tercero la autora trata de mostrar que "los mecanismos de conocimiento a distancia implicados en los proyectos expedicionarios, también vinculados a esa demanda de precisión, fueron protagonistas de la emergencia de un nuevo modelo de adquisición y circulación del conocimiento científico que condicionaría su recepción pública" (p. 99). Todo eso ocurre, según parece mostrar lo que se dice en dicho capítulo, entre 1750 y 1762. Pero sin duda viene de atrás. Solo que la "adquisición y circulación de conocimiento" se hacía antes de forma distinta, a través de los libros de síntesis de geografía y de historia natural y moral. Lo que en las fechas citadas se produciría, según la autora, es la "emergencia de un nuevo modelo".

Los argumentos que se dan en ese sentido son, sin duda, interesantes y en buena parte convincentes. A su vez estimulan dudas y reflexiones sobre los antecedentes de ese nuevo modelo. Sobre todo porque la autora recuerda que "la precisión en el siglo XVIII equivale a la búsqueda no tanto de la exactitud matemática, sino de un lenguaje inequívoco y desinteresado" y añade que  "los medios para alcanzarla se cimentan sobre distintos mecanismos de traslación e inscripción –ya sea a través de la cuantificación y medición, ya de tabulación-, y su finalidad no es tanto realizar una demostración como alcanzar un consenso sobre la comunicabilidad y los modos de compartir el conocimiento; se trata de organizar y valorar el trabajo de tal modo que conduzca a una mayor claridad, movilidad y rigor" (p. 99). Las dudas se refieren al origen de esa actitud. La cuantificación, la medición y la tabulación ya vienen de atrás, como hemos insinuado al aludir a las relaciones geográficas de Felipe II. El cambio de actitud se observaría ahora en "el nuevo lenguaje, el de la precisión", pero al lector le gustaría, otra vez, saber más sobre las diferencias que tiene con lo que se había ido desarrollando desde el Renacimiento; y, con referencia a la dimensión social, tener más datos acerca de lo que significa en el siglo XVIII esa nueva dimensión.

Algunos otros de los procesos que se presentan como característicos del siglo XVIII tienen también seguramente una mayor antigüedad. Vale la pena recordar, por ejemplo, en lo que se refiere a la utilización de instrumentos matemáticos, que el jesuita padre Zaragoza diseñó en 1675 un estuche de instrumentos matemáticos para el rey Carlos II al cumplir éste sus 14 años y que escribió un manual para su uso. Sin duda la autora es consciente de ello, aunque al haber centrado la atención en el siglo XVIII y en las rupturas y novedades que se producen en ese siglo nos quedamos con las dudas acerca de la génesis y el desarrollo de actitudes y prácticas que tienen mas antigüedad. Sin duda la cuestión clave -como la autora destacó en la defensa de su Tesis- es que ese instrumento fabricado para Carlos II era una obra de artesanía y lo que se difundió durante el Setecientos fue la fabricación en serie y la necesidad de tener confianza en los instrumentos utilizados por observadores y experimentadores múltiples que trabajan en red.

La autora considera, acertadamente, que introducirse en la cultura de la precisión requería ciertas dinámicas. Es seguro que desde el siglo XVI se va generando esa cultura. Pero en buena parte se trataba de una cultura de trabajo individual, o en grupos reducidos (como podía realizarse en las observaciones astronómicas o los levantamientos cartográficos durante el XVI). Lo que se va constituyendo lentamente a lo largo del XVII es ya la formación de redes de trabajo y observación, un proceso que culminará en el Setecientos con nuevas prácticas científicas. Es mérito de esta Tesis el mostrar que éstas se difundieron también en España durante el siglo de la Ilustración.

En lo que se refiere a los problemas de unificación de datos generados por redes de corresponsales, lo que se dice en la Tesis deberá ponerse en relación con otras redes que se enfrentaron a problemas de homogeneización de la información, problema planteado una  y otra vez desde el siglo XVI al final del imperio español por decenas de interrogatorios para las relaciones geográficas, y en el siglo XVIII suscitado nuevamente en la elaboración de la cartografía erudita o crítica, como la de D'Anville en Francia y la de Tomás López en España, entre otros.

Por todo ello, que la historia de los instrumentos que fueron a parar al Observatorio del Colegio Imperial y a la Casa de la Geografía forme parte "del relato de las múltiples interferencias que sufren la instauración de los códigos de la precisión y la exactitud en España" y en "como influyeron los valores en la emergencia de un determinado tipo de práctica científica", es una conclusión valiosa, siempre que se acepte que la "emergencia" es un proceso largo, anterior al siglo XVIII y que en este siglo experimenta una notable difusión y, seguramente, reformulación.
 

Problemas de la relación entre debates internos y aspectos exteriores

La descripción que se hace de las prácticas científicas en el XVIII es interesante siempre, y bien documentada. Pero a veces se tiene la impresión de que no basta, y que un debate que se elevara a cuestiones teóricas habría sido oportuno. Daré un ejemplo en lo que se refiere a la geografía.

Las páginas dedicadas a la Real Casa de la Geografía, y a la inviabilidad de ese proyecto tienen un gran interés. Pero, además de lo que en la Tesis se indica, tal vez esa inviabilidad podría estar relacionada también con los mismos problemas epistemológicos de la definición de la geografía. La cuestión de la posición de ésta en el sistema de las ciencias fue muy grave en el siglo XVIII, ya que era a la vez una ciencia matemática (o mejor, matemática mixta, como escribió Varenio) e histórica (es decir, descriptiva). La división en astronómica, física y política expresa esa diversidad, a la que debe unirse la que existía a la vez entre geografía general y geografía regional. Tal vez desde el punto de vista epistemológico la Real Casa de la Geografía era un proyecto imposible por su misma ambición, sobre todo si, además, estaba unido al Gabinete de Historia Natural.

Es posible que, de manera similar, debería aludirse igualmente a los problemas teóricos que se plantean en otras disciplinas científicas en un momento de especialización. Por ejemplo  a la astronomía, a la medicina, a la historia natural. Sin referencia a esa evolución de las disciplinas es difícil entender los debates y las decisiones que tomó el poder, y los conflictos con los debates que había entre los mismos científicos. Es decir, que me parece que es preciso tener siempre presente la relación entre la lógica interna de la ciencia y las dimensiones externas o sociales, que tan bien consideradas están en esta Tesis.
 

El público de la ciencia

En lo que se refiere al papel del público en la ciencia, en la Tesis parece haber opiniones distintas acerca de la cuestión, sin que se perciba un hilo conductor claro: unas veces se alude a la brecha que se abre entre el conocimiento científico nuevo y la divulgación del mismo (p. 249), y otras a la importancia del público para la ciencia.

En algún momento se dice que "a través de ese público (un público nobiliario y no experto en la ciencia) los distintos interlocutores científicos trataron de forjar sus identidades, justificar su función social y establecer una jerarquía social en torno a la existencia de grados de sensibilidad respecto a la experiencia científica". Por el lugar donde eso se escribe, al final del capítulo 4, da la impresión que supone una vía alternativa a otra que busca más bien el reconocimiento y el debate con otros científicos europeos.

Nuria Valverde alude a la "diferencia peyorativa" que se establece en el siglo XVIII entre "los consumidores de la divulgación y los miembros de la República de las Letras" (219), aunque también "los mismos críticos que desacreditan la literatura popular encaminan sus esfuerzos a la creación de una audiencia", elaborando productos digeribles.

Recuerda también que Sempere y Guarinos al aludir a la publicación del Memorial Literario señala que en él se insertan artículos de pura curiosidad para que se interese el vulgo y se mantenga la empresa. Con ello, dice Nuria Valverde, "se establece la distinción entre erudición y curiosidad, relegándose esta última a una concesión necesaria para alcanzar el éxito y la continuidad de una empresa intelectual" (p. 249); y sigue: "en esa discriminación puede verse el inicio de la apertura de la brecha del conocimiento científico y la emergencia del periodismo como una esfera de mediación de la opinión pública" (p. 249).

La autora detecta que desde principios de los años 1760 se percibe claramente en España el interés de una elite en crear "vías de comunicación con la población que contribuyan a la eficiente consolidación de una determinada cultura científico-técnica" (216). Aunque al mismo tiempo, cuando a fines del Setecientos los expertos quieran reivindicar su intervención hegemónica en el proceso de discriminación entre lo falso y lo verdadero van a encontrar serias resistencias" ( p. 259). Lo que en la Tesis se muestra, en definitiva, es el complejo proceso de creación de un público de la ciencia, y de las funciones que va a tener el mismo en el desarrollo de la práctica científica; es posible que en realidad intervenga de forma no homogénea, sino más bien como públicos diversos y diferenciados.
 

Comunidades científicas y corporaciones profesionales.

La autora subraya que en el siglo XVIII el proceso de creación del público como consumidor del saber científico se produce al mismo tiempo que se está creando la identidad del científico, se definen sus prácticas y se organizan redes de conocimiento. Tal vez convendría completar esa afirmación señalando también que la identidad del científico y la organización de redes se realiza al mismo tiempo que se están constituyendo cuerpos técnicos y comunidades científicas.

Seguramente sería conveniente, especialmente en una Tesis que habla de aspectos sociales que afectan a la práctica de la ciencia, hablar también del proceso de especialización científica y de la formación de comunidades científicas. Así como de las formas de trabajo seguramente distintas, pero también imbricadas, entre científicos y técnicos, y entre comunidades científicas y corporaciones profesionales.

La cuestión de si es antes la identidad del científico o la de la comunidad en la que se integra tiene hoy una respuesta clara. El proceso de socialización se realiza normalmente en el seno de comunidades científicas, cuyas normas se interiorizan y afectan al trabajo individual. Pero no sabemos bien como sucedían las cosas en el siglo XVIII, cuando se estaban formando al mismo tiempo la identidad de los científicos y las corporaciones técnicas profesionales y comunidades científicas, un proceso que culminaría en los dos siglos siguientes.

El problema es relevante ya que en la Tesis aparecen marinos (como Jorge Juan y Antonio de Ulloa), ingenieros (Carlos Le Maur, Antonio Gilleman, Gaston y French, y otros), jesuitas, organizados también en un cuerpo prácticamente militarizado como era la Compañía de Jesús. Todos ellos tenían relaciones jerárquicas en el interior y de colaboración al exterior de sus cuerpos u órdenes. Todos, además, se formaban dentro de enseñanza reglada (que en el caso de los jesuitas se configuraba en la Ratio Studiorum, seguida en sus propios colegios), y compartían unas conocimientos científicos y prácticas (sobre construcción, realización de cartografía y planos, descripciones territoriales...).

El sometimiento a la autoridad por parte de marinos e ingenieros aseguraba el cumplimiento de las tareas. Los ingenieros eran prácticos, tenían formación e instrumentos, tenían motivación y objetivos. En todo caso, cuando el poder y los científicos más reputados piensan en corresponsales con preparación científica en todo el imperio hispano, pensaron en marinos, ingenieros, profesores universitarios, y otros expertos.

En lo que se refiere a los ingenieros militares, podemos estar de acuerdo en que no buscaban la verdad, ni las leyes del universo o de la naturaleza, aunque a veces también lo hacían. Pero trataban de intervenir en la realidad, modificándola, corrigiendo sus defectos; y eso supone conocimientos científicos y debates. Sus acuerdos o desacuerdos internos eran zanjados por la autoridad, y desde luego, no trataban de consensuar en el marco de la República de las Letras (como hacían otros científicos en el siglo XVIII, según señala la autora citando el trabajo de Lorraine Daston "The ideal and reality of the Republic of Letters in the Enligthtenment"). Pero podemos preguntarnos si estaban formando una comunidad científica como cuerpo; y, sin duda, algunos de sus miembros formaban parte de comunidades científicas, en tanto que astrónomos, naturalistas, o historiadores, al igual que podemos decir de los marinos. En esta Tesis precisamente se dedica amplia atención a la colaboración del ingeniero Antonio Gilleman con el padre Wendlingen en las observaciones realizadas en 1753 del tránsito del Mercurio por el Sol (p. 187) y luego a las de 1761; años más tarde todavía colaboraría en otras muy famosas realizadas en 1787 en la casa de Campomanes con Jovellanos y otros ilustrados.

Tal vez se debería haber hecho alguna referencia a esos cuerpos y en especial al de los ingenieros militares, especialmente en el capítulo 4 en el que se analiza la labor del padre Wendlingen y el "fragor para la docencia de las matemáticas" (p. 206). Sorprende en este caso la ausencia de referencias a la Academia de Matemáticas de Barcelona, sobre la que existe ya algún estudio, a la creación aquellos mismos años de la Sociedad Militar de Matemáticas en Madrid, y a las tensiones entre diversas corporaciones técnicas. Tanto más cuanto que encontramos en la Tesis, además de Antonio Gilleman, a Don Pedro de Lucuce, director de la Academia de Barcelona, animando a Antonio Capdevila a corregir la obra del padre Wendlingen, y que se cita a otros ingenieros como Carlos Le Maur y a Juan Bautista Gaston y French.

También se alude en la Tesis a las conclusiones matemáticas que se tuvieron en el Colegio Imperial. Se trata de un aspecto importante de la visibilidad de la ciencia y la docencia científica y de la creación de una opinión pública de la ciencia. Cuando los estudié en relación con un programa de historia de la geografía, quedé impresionado por su trascendencia. Creo que se trata de un tema que merecería en el futuro mayor atención en relación con los problemas abordados en esta investigación.
 

La divulgación de la ciencia

El capítulo 5 está destinado a mostrar diversos canales a través de los cuales la ciencia se va difundiendo a lo largo del siglo XVIII. Se dan ejemplos de la incorporación de referencias científicas en la literatura religiosa, en los piscatores, en el periodismo científico, en el mundo lúdico de la física experimental y los juegos de salón, en el saber misceláneo; se alude a la utilización de aparatos científicos, como el barómetro, y a las polémicas científicas que aparecen en la prensa, con el ejemplo de la que se produjo entre Antonio Gilleman y Pedro Alonso de Salanova, que acabaron confirmando la autoridad de los expertos en la información científica, en este caso la del ingeniero militar.

La tesis básica del capítulo 5 es que "si las máquinas y las informaciones sobre ciencia llegaron a permear tan profundamente el papel impreso (a fines del XVIII) fue porque previamente se había desarrollado una compleja retórica sobre los posibles modos de participación y acceso al conocimiento" (p. 224.).

No queda suficientemente explicado cual fue esa compleja retórica y porqué era necesaria, ya que en las páginas inmediatamente anteriores se habla de dos cosas distintas, a veces difíciles de unir.

En la Tesis se considera que a partir de 1760 un cierto número de personas (lectores de libros, de periódicos...) estaban "accediendo a la mirada científica". Pero eso no suponía hacer bien los experimentos u observaciones sino "disfrutar de la dimensión lúdica y moral de las prácticas científicas" (221). Se establece la diferencia entre "el ojo científico y analítico' y el 'meramente receptor' del público general (aunque no estoy seguro de que eso sea lo mismo que la diferenciación entre 'el ojo unido al conocimiento teórico' y el 'ojo puramente empírico', de que se habla también en esas mismas páginas). Todo eso se va produciendo a la vez que se modifica la tendencia previa a utilizar confiadamente la información científico-técnica recibida", y contribuye a ello (p. 222).

Luego se añade que "esta nueva cultura material despertará suspicacias". Concretamente:

"A partir de la segunda mitad del siglo se cobra conciencia de que la acumulación de objetos y máquinas supone una amenaza para el universo simbólico y axiológico tradicional. Su sola presencia despierta el desasosiego ante la posibilidad de que se produzca una desestabilización" (p. 224).

Pero los argumentos que se dan son limitados. Se dice que la iglesia manifestaba su incomodidad y se cita el texto Epiphania Mariana de 1753, es decir, anterior al proceso narrado (que es posterior a 1760). Y no sabemos hasta qué punto son representativos, ya que al mismo tiempo podrían darse otros testimonios favorables a las máquinas y a la ciencia, incluso entre los producidos por la iglesia (empezando por Feijóo).  En el mismo capítulo se da a continuación un claro ejemplo de ello con la celebración de la concesión del título de patrona de España a la Inmaculada Concepción en 1761 y la celebración que se hizo en Sevilla. Hay en ese texto eclesiástico alusiones a los avances de la astronomía, a la observación del tránsito de Venus el 6 de junio y al interés real por ello. Es cierto que en el mismo se añade que con ello "no se puede averiguar la verdad, por ser imposible preguntárselo a las estrellas", pero es normal que se diga. Lo que se defiende en ese texto barroco no es que los astrónomos hayan invadido el espacio de la religión sino que hay aspectos que no pueden descubrirse solo con la ciencia.

En relación con todo ello, tengo la impresión de que falta aludir en ese contexto a la incorporación de la ciencia a los textos eclesiásticos, a los esfuerzos por racionalizar la Biblia y las creencias religiosas aprovechando los descubrimientos científicos, a la lectura del libro de la Naturaleza que lleva al Supremo Hacedor y a la incorporación de argumentos físicos en obras de teología, como se hizo en un género "físico-teológico" que tuvo amplia difusión en toda Europa y que está representado en España, entre otras obras, por El Filoteo español (1776) del cisterciense Antonio José Rodríguez.

El tema de la autoridad en la ciencia y de las alusiones a la autoridad, que aparece repetidamente en la Tesis (p. ej. 258) necesita también de una perspectiva histórica. Era una práctica corriente desde el siglo XVI, al menos. Si ahora la autoridad que se esgrime es otra y lo son los mecanismos de afirmación de la autoridad, eso requiere una explicitación clara, y no solamente implícita.
 

Una bibliografía valiosa

La autora ha consultado una bibliografía secundaria muy amplia y valiosa. Se apoya en una rica documentación de archivos. Cita con gran cuidado las fuentes que ha empleado, muy ricas, variadas y difíciles de detectar y consultar.

La documentación nueva que aporta a partir de archivos españoles y extranjeros es relevante. Por ejemplo la que se ha encontrado acerca de las observaciones astronómicas del padre Wendlingen y su integración en un proyecto internacional coordinado por Delisle. La visión que yo mismo tenía sobre la labor del padre Wendlingen, y que reflejé en alguna publicación, era la que se proporciona en los Diálogos de Chindulza, y resultaba bastante desfavorable, aunque hubiera tenido entre sus discípulos ocasionales al mismo Tomás López. Ahora se puede comprobar que había un esfuerzo científico relevante y una tensión entre la investigación y la docencia. A partir de la correspondencia con Delisle conservada en los archivos del Observatorio de París se tiene una imagen nueva y muy interesante del funcionamiento de una red científica a mediados del XVIII.

Tal vez exista una cierta sobrevaloración de los trabajos de historia de la ciencia y una infravaloración de los que se realizan dentro de disciplinas específicas. Por ejemplo, con referencia al catastro de Ensenada, parece difícil escribir hoy algo sin citar los trabajos de Concepción Camarero Bullón. Y es difícil hablar de los problemas de la homogeneización de la información y no aludir a los miles de interrogatorios realizados a ciudades y pueblos en relación con el citado catastro, y que con referencia a las ciudades más importantes han sido publicados por la colección Alcabala del Viento, en más de cien volúmenes.

Las ilustraciones están muy bien elegidas, aunque en alguna ocasión no correspondan exactamente al periodo considerado; por ejemplo, el capítulo 3, que se sitúa cronológicamente entre 1750 y 1760, se inicia con un grabado de la expedición Malasia, seguramente para poner énfasis en el tema de las observaciones y experimentos realizados en ese tipo de campañas científicas.
 

Diferentes estrategias científicas

El tratamiento displicente y ligero, e incluso despreciativo, que a veces otorgaron ingleses y franceses a los científicos españoles o que trabajaban en la órbita hispana (como Wendlingen) creo que puede reconocerse hoy, con los conocimientos que tenemos de la historia de la ciencia española, como manifiestamente injusto. En la misma Tesis encontramos un ejemplo de ello, con el trato que dio Delisle a Wendlingen en relación con las observaciones del 6 de mayo de 1753, a lo que se alude en el capítulo 4.

La impresión que se tiene es que los científicos españoles a mediados del siglo XVIII tenían un buen conocimiento del panorama de la ciencia europea, o por lo menos de las prácticas científicas exigentes que se iban aceptando como indispensables (rigor precisión, desinterés...); es decir, habían interiorizado el ethos de la práctica científica del momento. A pesar de ello siguieron siendo mirados con displicencia.

En general se insertaron de forma subordinada en redes europeas y en programas diseñados en otros países, tratando siempre de ser aceptados y reconocidos por los científicos extranjeros. Eso tiene que ver sin duda con la debilidad de las instituciones científicas  españolas, de las comunidades y de las redes científicas hispanas, a la falta de revistas científicas en nuestro país. Pero también, en ocasiones, a un cierto complejo de inferioridad.

Podemos preguntarnos si eso se repite hoy respecto a trabajos de calidad realizados en España en la actualidad. Aludo con ello a un debate que planteé en un seminario reciente organizado por la Fundación Española de Ciencia y Tecnología con mi comunicación "Libelo contra el inglés", y que dio lugar a una réplica de Antonio Lafuente, en la que aludió a la calidad de la ciencia y al alto nivel de exigencia de las prácticas científicas en el mundo anglófono.

La obsesión por ser reconocidos publicando en inglés, lleva a veces a valorar más esas publicaciones en lugar de poner el énfasis en el reconocimiento de la comunidad propia y en las publicaciones en nuestra lengua.

Como ha señalado la autora de esta Tesis, a mediados del siglo XVIII había problemas claros reconocibles y estrategias diferentes posibles. El padre Wendlingen se encontró con el grave problema de que "no disponía de un público sólido para su discurso" (p. 202). En esa situación, y en relación con el estado de la ciencia española, existían dos estrategias diferentes. Lo diré con las palabras de Nuria Valverde. Por un lado, Jorge Juan "desarrolló su propio programa de trabajo orientado a fines concretos, seleccionando las informaciones y técnicas de las que pudiera servirse para ello". Por el contrario, "la estrategia de Wendlingen para acceder a este círculo de reconocimiento fue construir su propia experiencia como científico siguiendo los pasos de otros" (p. 206).

Tal vez si reflexionamos en las conclusiones de esta Tesis podríamos obtener nosotros mismos alguna enseñanza de todo ello. Me parece evidente que la creación de ese público pasa por reforzar las instituciones propias, las revistas propias y, en la situación actual, formar un frente común con los científicos de los países hispanoamericanos e iberoamericanos en general, apoyándonos en el instrumento común de la lengua. Y respecto a las estrategias posibles también me parecen claras a la vista de los resultados que la ciencia española obtuvo de la labor de Jorge Juan y la que consiguió con el padre Wendlingen. Creo que hemos de crear nuestras propias redes científicas, y publicar esencialmente en nuestra lengua, teniendo la confianza de que si el trabajo es de calidad, la comunidad científica internacional acabara por descubrirlo.
 

Notas
 

[1] El acto público de lectura y defensa de la Tesis se celebró en la Universidad Autónoma de Madrid el día 21 de enero de 2003 ante un tribunal presidido por el Dr. Francisco Javier Ordóñez, Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia  de la Universidad Autónoma de Madrid; y, como vocales, los Drs. Horacio Capel Sáez, Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona, Javier Echevarría Ezponda, Profesor de Investigación del Instituto de Filosofía, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Alberto Elena Díaz, Profesor Titular de  Lógica de la Universidad Autónoma de Madrid, y Juan Pimentel Ygea, Investigador del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid. Obtuvo la calificación de Sobresaliente cum laude.




Bibliografía

CAPEL, Horacio. Libelo contra el inglés. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales nº 490. Universidad de Barcelona, febrero 2004. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-490.htm>

LAFUENTE, Antonio y Nuria VALVERDE. Los mundos de la ciencia en la Ilustración española. Madrid: Fundación Española de Ciencia y Tecnología, 2003. 251 p.

PIMENTEL, Juan. Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración. Madrid: Marcial Pons, 2003. 342 p.

SARAIVA, Tiago Figueiredo. Dinámica urbana de la ciencia. Lisboa y Madrid (1851-1900). Tesis Doctoral dirigida por el Dr. Antonio Lafuente. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2003. 380 p.
 

 
© Copyright: Horacio Capel, 2004
© Copyright: Biblio 3W, 2004.

Ficha bibliográfica

CAPEL, H. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. IX, nº 493, 20 de febrero de 2004. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-493.htm]. [ISSN 1138-9796].


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