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REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. IX, nº 517, 20 de junio de 2004

JARDINES, HIGIENE Y ORDEN PÚBLICO. UNA PROPUESTA DE LA SOCIEDAD
ECONÓMICA BARCELONESA DE AMIGOS DEL PAÍS EN 1835

Jerónimo Bouza


Palabras clave: Barcelona, higiene pública, jardines

Key words: Barcelona, public hygiene, gardens


En 1835 vivía Barcelona una época de enorme densidad histórica, si se nos permite la expresión. A la turbulencia política en que se desarrollaba la vida nacional -guerra carlista, reformas políticas y económicas, desamortización, asentamiento del liberalismo, Cuádruple Alianza,...- vino a sumarse el estallido de las tensiones sociales acumuladas durante años en el interior de la propia ciudad. Tensiones de origen muy diverso, pero que, esquemáticamente, podríamos ubicar en tres órdenes de acontecimientos. Los que tienen que ver con el sistema económico, en proceso de expansión industrial; los sociales o de relación entre clases durante un largo período si no estrictamente revolucionario, sí de gran agitación; y los urbanísticos, o de redistribución y ordenación del territorio, que creaban enormes tensiones entre los propietarios del espacio, esencialmente los estamentos militares y religiosos, y los grupos más necesitados de ese espacio, no sólo para desarrollar actividades económicas, sino para satisfacer el común anhelo de disponer de una vivienda. Todas estas tensiones estallarían de forma dramática en los sucesos de julio y agosto, con la quema de conventos, la revuelta popular que condujo al asalto al palacio real y asesinato del general Bassa, o el incendio de la fábrica Bonaplata.

A estos órdenes causales habría que añadir la incertidumbre que sobre el futuro de la ciudad enfrentaba a perspectivas contrapuestas sobre cuál habría de ser la función que marcara el desarrollo de Barcelona. Frente al papel estratégico, la consideración de plaza fuerte que venía desempeñando desde el Antiguo Régimen, se abrían las alternativas de convertirla en la "fábrica de España", proyecto que la burguesía catalana venía desarrollando cuando menos desde el Trienio Liberal, o en un centro comercial y financiero del Mediterráneo, función que, con distinto éxito, no había dejado de realizar desde la Edad Media.

El problema fundamental era cómo llevar a cabo estos proyectos que se mostraban incompatibles con la estructura urbana de Barcelona. Habría que esperar hasta los años 40 para que comenzara a plantearse un cambio radical en la concepción de la ciudad[1], proponiendo como premisa imprescindible la supresión de las murallas y el ensanche a través del Pla de Barcelona. Pero en 1835 el planteamiento era todavía de reforma interior, de cómo reordenar la caótica, insalubre e incómoda ciudad medieval para adaptarla a las necesidades de su creciente población y a los requerimientos de la revolución industrial en marcha. Son tan numerosos como interesantes los debates que desde décadas atrás se venían produciendo sobre la ubicación de cementerios, hospitales o fábricas en el interior de la ciudad. En ese año de 1835 se habían culminado ya algunas reformas, como los traslados de cementerios, cuyas antiguos espacios se convirtieron en plazas públicas, o la apertura de calles amplias que permitieran la articulación de actividades y la circulación de mercancías (Ferran, según el proyecto de Mas i Vila; Princesa); comenzaba también a verse como algo inevitable el aprovechamiento de cuarteles y conventos para fines más útiles que los que entonces tenían asignados.

Pero, mientras tanto, no se renunciaba al propósito de intervenir en el espacio público con fines económicos, higiénicos, estéticos o de orden público. Quizás este proceso esté en algunos aspectos relacionado con el desarrollado en Gran Bretaña durante esos mismos años, y que daría origen a los parques públicos[2]. En este sentido puede interpretarse la propuesta, que ahora presentamos, de la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País para el "ornato y arbolaje" de algunas plazas[3].

Esta proposición fue presentada a la Junta de Gobierno por el socio Castellar en la sesión del 30 de marzo de 1835, y para su estudio se constituyó una comisión formada por el propio Castellar, y los socios Gironella y Cabanes; en la sesión del 13 de abril se leyó el dictamen de la comisión, que, según consta en el acta, "puesto a discusión quedó aprobado, con la modificación indicada por el señor Luzuriaga de que el escrito pasase únicamente el Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad(...)".

La proposición que la comisión puso a votación había introducido algunos cambios en la propuesta inicial de Castellar, en su mayor parte para ganar en concisión y claridad expositiva.

En la introducción se constatan los dos hechos sobre los que se fundamenta la propuesta, y que son la causa de la falta de higiene y salubridad. En primer lugar, la barrera insalvable que constituyen las murallas: "Obligados sus habitantes a ganar en elevación lo que les falta en superficie, se cuadruplica o quintuplica su número en la misma extensión, aumentando en igual proporción las exhalaciones mefíticas". En segundo lugar, la falta o la menguada proporción de plazas públicas, la mayoría de las cuales "más bien son encrucijadas de calles o rincones" y este mal antiguo se prolongaba en aquellos momentos, puesto que en toda la mitad oriental de Barcelona- donde huertos y jardines eran más escasos- no se había construido en los últimos años, ni, según la comisión, se iba a construir ninguna plaza.

Las plazas de las que se ocupaba eran la de los Encantes, junto a la Lonja; la de Palacio, hoy Pla del Palau, que desde los años 20, con el proyecto de reforma de Massanés i Mestres, se presentaba como la más importante de la ciudad, pues estaba rodeada por la Lonja, la Aduana y el Palacio Real, quedando al margen de las actividades centrales tras el derribo de las murallas y la construcción del ensanche; la de Junqueras, junto al Hospital militar y el convento del mismo nombre; la parte superior de la Rambla, hoy plaza de Catalunya; la del Beato Oriol, en la actualidad ascendido a santo, junto a la iglesia de Santa Maria del Pi; la de la Catedral y la de Sant Jaume, esta última no considerada en la proposición definitiva, por no aportar novedad alguna a las propuestas para las demás plazas.

En todas ellas se proponía introducir jardines, fuentes y arbolado, principales agentes de higienización, "cuyo influjo en la salubridad de la atmósfera es tan demostrado y sabido que sería ridículo detenerse a hablar de ello". En la continuación de la Rambla o la plaza de la Catedral, se sugerían también algunos elementos ornamentales y de utilidad pública.

Dos notas más para acabar esta introducción. Una es la escasa consideración estética del gótico en los años que nos ocupan, como puede observarse en los comentarios sobre la catedral y la iglesia del Pi. Otra, la reproducción íntegra del último párrafo del borrador original de la propuesta, que no fue incluido en la proposición enviada al Ayuntamiento, quizás por considerarla poco correcta viniendo, como venía, de una institución marcadamente liberal:
 

"Además de la salud del pueblo que es una de las miras de la autoridad benéfica, hay razones políticas que aconsejan la ocupación de las plazas con jardines, arbolados, fuentes, &c. Porque estos grandes espacios que son precisos para la ventilación y aumento de luz, pueden también servir para reuniones que si bien son útiles en ciertos casos, pueden no serlo en otros. Intellegenti pauca".


INDICACIONES SOBRE EL ORNATO Y ARBOLAJE DE ALGUNAS PLAZAS DE ESTA CIUDAD

La ciudad de Barcelona no menos recomendable por su situación topográfica que por su comercio e industria, e igualmente preciosa por su magnífico empedrado que por las obras de ornato que se están construyendo, no puede extenderse tanto como exige el aumento de su población a causa de la estrechez de las murallas. Obligados sus habitantes a ganar en elevación lo que les falta en superficie, se cuadruplica o quintuplica su número en la misma extensión, aumentando en igual proporción las exhalaciones mefíticas. De ahí la necesidad de aprovechar todos los medios de dar salubridad a una población numerosa y compacta, combinándolos con el ornato y hermoseo exterior que contribuye a multiplicar las comodidades de la vida y da una idea de los progresos de la civilización.

Faltan en esta ciudad plazas públicas, y algunas de las que hay, o no merecen llamarse tales por su angustia e irregularidad, o se hallan descarnadas, sin adornos, sin árboles y otros vegetales cuyo influjo en la salubridad de la atmósfera es tan demostrado y sabido que sería ridículo detenerse en hablar de ello. En el barrio de Santa Catalina por ejemplo el hacinamiento de la población y su clase exigen imperiosamente una plaza de capacidad que proporcione ventilación de aire y acceso de luz a sus vecinos. Otras de las llamadas plazas, que más bien son encrucijadas de calles o rincones, reclaman igualmente un ensanche de consideración. Lo que es más reparable todavía, es que en todo el terreno que se está edificando de pocos años a esta parte en el gran trecho que media desde la rambla al poniente hasta la muralla de tierra no se haya construido ninguna plaza ni se sepa que se trate de construirla. Pero dejando todo esto al tiempo y al cuidado de una Corporación municipal electiva e interesada en el bien de sus representados como es nuestro Excmo. Ayuntamiento, se van a suministrar algunas indicaciones para adornar las actuales plazas de modo que contribuyan mejor a la salubridad de sus respectivos vecindarios, de fácil ejecución y poco coste.

Plaza de los Encantes

Esta plaza, llamada también de San Sebastián, es una de las que tienen la figura más regular y va a recibir alguna mayor extensión [de] resultas de las obras que se están haciendo en la muralla del mar. Parece no habría inconveniente en colocar la fuente en el medio, poniendo alrededor un par de filas de árboles coposos como castaños de India u otros alternados con algunos asientos. De esta suerte se lograría dar amenidad y salubridad a dicho sitio y un desahogo a los vecinos, sin perjuicio de dejar un tránsito espacioso para los carros: los corredores y revendedores podrían estar con comodidad en los días de almoneda pública, sin tener que aguantar en verano el rigor del sol, y quedando enteramente expedita la puerta y frente de la Real Casa Lonja.

Plaza de Palacio

Esta plaza cuando esté construida, será de las más hermosas, pero intransitable en el estío por los ardores del sol. Parece no habría inconveniente en que estuviese adornada de dos grandes jardines colocados simétricamente en las dos mitades de la plaza con algunos árboles no de grande altura sino de los que proporcionan sombra. La estatua que hay en el día está rodeada de una especie de prado que hecho en grande en el centro de la plaza sería también muy vistoso, sin tapar el enverjado con cipreses, sino rodeándolo con otros árboles de mejor vista y más sombra colocados en filas proporcionadas.

Plaza de Junqueras

Esta plaza es muy irregular y pequeña, pero sin grande perjuicio podría agrandarse cortando unas cuantas varas de la cerca del hospital militar. La fuente podría plantarse en medio, rodeándola de árboles cuyas emanaciones contrabalanzarían los miasmas hospitalarios, aumentarían la salubridad del barrio y adornarían la plaza sin perjuicio del tránsito.

Continuación del paseo de la Rambla

No se puede comprender por qué llegando los árboles de la Rambla hasta la Portaferrisa, siempre ha quedado sin ellos lo que resta hasta los Estudios, cuando aquella parte es la que más especialmente los reclama, en razón de que las paredes del Seminario tridentino y de los jardines y torres de la acera opuesta presentan tan poco atractivo y causan una especie de soledad. No parece sería difícil idear alguna cosa bonita además del arbolado, como por ejemplo unas barracas chinescas en los extremos, en donde se tuviesen y pudiesen leerse con poco coste los papeles públicos, o se vendiesen licores, bebidas refrescantes, &c.

Plaza del Beato Oriol

Esta antiguamente fue cementerio y entonces tenía árboles sin duda para que absorbiesen las exhalaciones pútridas. En el día está empedrada, y es tan triste y tan solitaria sobre todo de noche, que realmente pide no se eche en olvido. No sería poco conveniente ponerla agua en el centro con algunos árboles y asientos que proporcionasen poder respirar a la sombra aire más puro y disminuyesen el fúnebre aspecto de las paredes del templo parroquial del Pino.

Plaza de la Catedral

Con muy poco gasto podría adornarse, contrarrestando el mal aspecto que presentan un principio de frente gótico y unas larguísimas escaleras. Deberían éstas dividirse en tres partes, quitando la del centro que podría aprovecharse para alguna barraca u otra cosa que produjese utilidad, poniendo a las laterales una baranda de mampostería con jarrones en los extremos, reuniendo estas dos por la parte superior por medio de un asiento que tuviese una configuración vistosa y diese a la puerta principal del templo, plantando algunos árboles bien distribuidos y colocando una fuente; todo lo que ocasionaría cortísimos dispendios, hermosearía aquella localidad y proporcionaría mayor comodidad a los que transitasen por las escaleras expuestas ahora a desgracias sobre todo de noche.

Los mismos principios podrían aplicarse a otros puntos, y muy particularmente tomarse en consideración cuando se proyecten nuevas plazas, medida tanto más urgente a proporción que desaparecen los grandes huertos y jardines que existían dentro de esta población.
 

Notas
 

[1] Sagarra, 1995
 
[2] Capel, 2002, p. 299 y ss.
 
[3] Arxiu de la Societat Económica Barcelonesa d'Amics del País, Capsa 10, 1835.
 

Bibliografía

CAPEL, Horacio La morfología de las ciudades. I: Sociedad, cultura y paisaje urbano. Barcelona: Ediciones del Serbal, 2002.

GRAU, Ramón. La metamorfosi de la ciutat emmurallada: Barcelona, de Felip V a Ildefons Cerdà, en TARRADELL, M., y otros: Evol­ució urbana de Catalunya. Barcelona: La Magrana, 1983, p. 65-81.

MESTRE CAMPI, Jesús Una ciutat emmurallada al temps de la Revolució Industrial. Barcelona: ciutat, societat i política (1823-­1859). Barcelona: Publicaciones de la Universidad de Barcelona, 1988.

SAGARRA i TRIAS, Ferran Barcelona, ciutat de transició (1848-1868). El projecte urbà a través dels Treballs de l'arquitecte Miquel Garriga i Roca. Tesis Doctoral. Barcelona: Institut d'Estudis Catalans, 1996.

SAGARRA i TRIAS, Ferran. Barcelona i el naixement de la teoria urbanística. In GABRIEL, Pere (Dir.) Història de la cultura catalana, vol. IV: Romanticisme i Renaixença (1800-1860). Barcelona: Edicions 62, 1995, p. 182-204
 


© Copyright: Jerónimo Bouza, 2004

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Ficha bibliográfica


BOUZA, J.Jardines, higiene y orden público. Una propuesta de la Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País.  Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. IX, nº 517, 20 de junio de 2004. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-517.htm]. [ISSN 1138-9796].


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