Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. IX, nº 545, 10 de noviembre de 2004

ARÉVALO, F. La representación de la ciudad en el Renacimiento. Levantamiento urbano y territorial. Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2003, 251 p. [ISBN 84-932542-6-6]

Joan Capdevila i Subirana

Ingeniero geógrafo


Palabras clave: cartografía, Renacimiento, urbanismo

Key words: cartography, Rennaissance, urban Planning


La explosión cartográfica del Renacimiento es un lugar común en la historia de la cartografía. Tal como comenta en una reciente obra David Buisseret[1], de los pocos mapas existentes en 1400 se pasó a una importante producción hacia 1650, momento en el cual los mapas eran considerados tanto útiles de trabajo como bienes de consumo. Los factores explicativos son múltipes y fascinantes, ofrecen la posibilidad de entrever la profundidad de la transformación que se vivió en el occidente europeo durante esos 250 años. Tienen que ver con el renovado interés por la antigüedad clásica, que llevó al redescubrimiento de la Geografia de Ptolomeo; con el giro por parte de los artistas hacia la representación realista del entorno; con el descubrimiento por parte de los gobernantes de la utilidad de la cartografía en un contexto de consolidación de los modernos Estados y de revolución militar; con la proliferación de imágenes a raiz de la introducción de la imprenta, etc.

En el caso de las representaciones urbanas debemos añadir, además, el creciente papel de las ciudades como centros de poder y económicos, y las profundas transformaciones físicas que sufrieron a raiz de los trabajos de los ingenieros militares. Las imágenes de la ciudad fueron utilizadas como reflejo del orgullo de sus habitantes y la gloria de sus gobernantes, pero también sirvieron para planificar nuevas infraestructuras y gestionar la compleja maquinaria urbana, lo que exigió que además de ser imágenes "realistas", es decir, que transmitieran la impresión de ser una descripción fiel de la ciudad, debían ser "precisas", en el sentido métrico del concepto.

La presente obra se preocupa por conocer los métodos utilizados para el levantamiento urbano y territorial en el Renacimiento y que fueron el cimiento de la mayor parte de las vistas y plantas que forman parte de esa explosión cartográfica. El libro de Federico Arévalo Rodríguez, profesor en Sevilla del Departamento de Expresión Gráfica Arquitectónica, fue premiado en el Tercer Concurso de Tesis de Arquitectura que convocó la Fundación Caja de Arquitectos en 2001 y viene prologado por uno de sus directores de tesis, José Antonio Ruiz de la Rosa, que destaca tanto el esfuerzo invertido como la interdisciplinariedad inherente a la temática tratada, siempre fuente de complejidad, aunque también de riqueza.

La obra está dividida en dos partes. En la primera contextualiza el objeto de estudio en tres capítulos: el dibujo anterior al Renacimiento, la sistematización de la representación y la evolución del proceso urbano desde la Edad Media. En la segunda se centra en las técnicas de levantamiento y representación de la ciudad, con dos capítulos que se interesan por los trabajos topográficos de medida y un tercero donde considera la construcción de las perspectivas urbanas y que tanto interés despertaron en su momento.

En el capítulo que se centra en el dibujo anterior al Renacimiento, Arévalo empieza asegurando que, a pesar del vacio intelectual con el que se suele identificar a la Edad Media, los levantamientos fueron de uso común. Dos periodos fueron especialmente fructíferos: el llamado renacimiento carolingio, que se da en Europa Occidental entre el siglo VIII y el siglo IX, del cual han quedado muestras de un cierto interés por la verosimilitud en el arte, el conocimiento de la obra de Vitruvio, coincidiendo con los desarrollos matemáticos aplicados a la topografía de Al-Battani y el llamado protorrenacimiento del siglo XII, en la zona itálica, que se inspira en la antiguedad precristiana y que viene ejemplificado por la obra de Villard de Honnecourt del siglo XIII. De los instrumentos de dibujo anteriores al Renacimiento existe un cierto conocimiento de los usados en época egipcia y griega gracias al Almagesto de Ptolomeo, pero destaca ante todo el gran legado romano, época de grandes trabajos de ingeniería, que continuará durante el medievo, donde se puede citar el uso del compás y la regla para la delineación y del cordel, el plomo, el nivel y la escuadra para la ejecución.

Los árabes aportaron un instrumento tan importante como el astrolabio, que sería ya utilizado para el cálculo geodésico y topográfico por el barcelonés Savasorda en su Liber Embardorum del siglo XII. Sobre las técnicas de levantamiento quedan muestras en las traducciones de autores clásicos de la época, de tratados como los de Leonardo Fibonacci o el de Villard de Honnecourt y en algunas biografías de santos, donde se habla de la arquitectura gótica. Los conocimientos que exponen se basan en la tradición oral conservada por los gremios de constructores. Por lo que se refiere al levantamiento urbano propiamente dicho, después de los logros romanos tales como la Forma Urbis Romae, no existen desarrollos posteriores más allá de los recogidos en el Corpus Agrimensorum Romanorum, compilado hacia el siglo V y VI y que no volvería a emerger hasta el siglo IX. Durante ese periodo se tendió a la representación simbólica de fuertes connotaciones teológicas. Hasta la vista de Roma (c. 1320) de Paulino de Venecia o la de Pavía (c. 1350) de Opicinus de Canastris no encontramos pretensiones de objetividad.

El periodo de representación simbólica, durante el cual la imagen del mundo toma la forma del mapamundi "T" en "O", mantiene el conocimiento clásico a través de los tratados. Hoy en día se conoce la gran importancia que tuvo para el desarrollo de la cartografía árabe la traducción de la Geografía de Ptolomeo. Los forma circular también tendrá un importante peso en la representación urbana, desde la antiguedad siria hasta las imágenes urbanas medievales de Jerusalén y Barcelona. De esta regla se librarán los llamados portulanos, mapas pensados para la navegación en el mediterraneo y que utilizaban una red de rumbos que bien podría ser el origen de las técnicas posteriores de triangulación. En el ámbito arquitectónico gótico, Arévalo afirma que se daba una cierta pericia gráfica de la que quedan pocas muestras. Vitruvio fue bastante copiado entre el siglo VIII y el siglo XII y a partir del siglo XIII se observa una rápida evolución de la representación gráfica pero de la que estaban ausentes aún reglas y convenciones. Se basaba en una geometría formada a partir de figuras simples, sin la componente numérica del Renacimiento. La planta de Saint Gall (c. 820) es heredera de la tradición romana y tampoco faltaron alzados y secciones. Las causas por las que no han perdurado los dibujos deben buscarse en la estructura gremial del mundo de la construcción, de carácter hermético, y en la escasa profundidad explicativa de los tratados de la época. Las ichnographias, por su lado, deben su origen a los rituales religiosos ligados a la arquitectura y se trataba de simples esquemas compositivos, sin acotamientos.

El segundo capítulo se fija en la sistematización renacentista de la representación arquitectónica y territorial. En sustitución del maestro cantero medieval, surge el arquitecto como profesional liberal con las funciones, entre otras, de trazar las planimetrías previas a la construcción y, en algunos casos, incluso dirigir la obra. Se exige de esas planimetrías que sean lo suficientemente objetivas como para que puedan ser interpretadas por otros. Además de la tradición vitruviana, superviviente al medievo, las primeras referencias al dibujo arquitectónico se deben a Alberti, quien distingue entre la fase de proyecto y la fase de construcción y propone que el disegno se dibuje en planta o se represente en forma de modelo, mientras que las perspectivas las deja para los pintores.

Otros tratadistas, como Francesco de Marchi, distinguen entre arquitecto y pintor. El dibujo arquitectónico queda finalmente sistematizado en la llamada "Carta a Leon X" de 1519 y autor desconocido. Paralelamente, Arévalo destaca que en España y Francia se desarrolló con soltura el dibujo técnico de detalle, en ámbitos como el de la cantería. Junto a este desarrollo, debe considerarse también el que se produjo en el ámbito cartográfico, propiciado sobretodo por la traducción al latín de la Geografía de Ptolomeo: se introduce el uso de coordenadas en una Tierra esférica y se diferencia entre geografía y chorografia. Las posteriores ediciones del tratado se verán completadas y mejoradas con nuevos mapas, las tabula novae. Junto con los desarrollos astronómicos y matemáticos, se propiciará la aparición del cartógrafo como profesional independiente, entre los que cabe destacar figuras como las de Mercator y Ortelius.

Además, la invención de la imprenta, la aparición de los fervores patrióticos ligados a los primeros Estados modernos y los nuevos descubrimientos geográficos propiciarán la confección y divulgación de la cartografía de ámbito regional. Arévalo también destaca los nuevos métodos de medida basados en la triangulación geodésica descritos por Gemma Frisius en 1533, pensados en primera instancia para la medida de ciudades. Durante el siglo XVI en España se adoleció de la existencia de cuerpos de especialistas, fruto del desinterés mostrado por los estudios de matemáticas. Las iniciativas de la Corona para suplir estas carencias no fructificaron hasta finales de siglo, con la creación de la Academia de Matemáticas de Madrid y los centros científicos en San Lorenzo de El Escorial y en la Casa de Contratación en Sevilla. Hasta entonces la monarquía tuvo que reclutar tanto técnicos foráneos (Spanocchi, Firrufino, Antonelli, Torriani) como artistas (Wyngaerde, Hoefnagel) súbditos del imperio.

En el capítulo tercero se describe la evolución del proceso urbano de la Edad Media al Renacimiento. Distingue entre ciudad medieval y ciudad renacentista. Las primeras son herederas de las antiguas fundaciones romanas, que resurgen a partir de los siglos X y XI después del colapso del Imperio en el siglo V. También apareceran paralelamente nuevos asentamientos. Con este proceso se dará un interés creciente por la imagen de la propia ciudad. Uno de los elementos que les serán más característicos serán las murallas, que a finales del medievo se convertirán en símbolos de paz y desarrollo económico.

Ya en las Partidas de Alfonso X se señala la importancia de mantener una zona sin construir alrededor de ellas, el guasto, que será de gran utilidad posteriormente para las tareas de medición del perímetro urbano, nítidamente establecido por las murallas, y el establecimiento de triangulaciones topográficas. En España cabe señalar las pautas diferenciadas de crecimiento de las ciudades en función del periodo de dominio musulmán. Las nuevas ciudades cristianas utilizarán un modelo que luego será trasladado a América, mientras que las ciudades musulmanas serán construidas sin ningún plan previo, partiendo de la unidad familiar, la casa individual. El avance cristiano propició el repartimento, es decir, la distribución de las casas y los solares de los lugares tomados entre los que habían intervenido en la conquista. Esas ciudades conservarán el viario y el parcelario hasta la actualidad y crecerán en forma de arrabal. La visión de la ciudad del Renacimiento aparece en Florencia, donde el gobierno de ésta decide establecer normas para imponerse sobre el caos resultante de las luchas de intereses de las familias feudales.

Entre otras cosas, se propiciará el levantamiento de planos para la gestión de la ciudad y el nombramiento de arquitectos municipales. Ello coincide con una época de aumento de la extensión y la población de las ciudades europeas. Sin embargo, no se dieron grandes intervenciones debidas a estos motivos. De hecho, el gran catalizador en la creación de la ciudad fue la fortificación, una intervención que transformaba en muchos casos la ciudad completamente. Partiendo de Vitruvio, los tratadistas de la época buscan definir su ciudad ideal. Alberti propone el esquema de plaza centralizada con calles radiales, delimitado por una muralla poligonal. En esa linea escriben Filarete, De Giorgio Martini, Cataneo, Lorini, Peruzzi, etc. Se llevarán a cabo pocos casos prácticos.

Otra linea partirá de la Utopía de Tomás Moro, más interesado por la reforma social y que valora la forma de damero. En general, hay pocas ciudades de nueva fundación en Europa; en esos casos, se ha conservado algún plano esquemático de la forma propuesta para la ciudad y, con mayor frecuencia, una memoria descriptiva de esa forma. En España, después de las primeras fortificaciones, a finales del siglo XVI aparecerán las ordenaciones centradas en la Plaza Mayor, que unas veces se insertará en el tejido medieval y otras será el origen de una estructura reticular. Estas ordenaciones serán llevadas a América en la forma de las conocidas Leyes de Indias, que, entre otras cosas, establecían que la ciudad debía guardar un plano de lo que se construía. Cabe destacar, además, que los fundadores de ciudades se encontraron con unos sistemas de representación urbana propios de los indígenas, tales como la serie de imágenes que se conservan de Tenochtitlán.

El capítulo cuarto, ya en la segunda parte de la obra, describe el sistema de triangulación óptica para el levantamiento en planta. Este tipo de representación era ya conocido por las civilizaciones preclásicas, entre los agrimensores egipcios y, como se ha dicho, entre los romanos. Los renacentistas vieron en el dibujo en planta, la icnografía de Vitruvio, una alternativa a "la vista del natural" imperante hasta entonces. La cualidad que más les fascinó fue su objetividad en la medida. Para estudiar los métodos de levantamiento, Arévalo distingue entre los métodos directos, midiendo físicamente el objeto a representar, y los indirectos, que permiten medir a grandes distancias o salvando obstáculos.

En el presente capítulo se va a tratar de los segundos y el punto de partida va a ser la obra Ludi Matematici (c. 1451) de Alberti, una recopilación de saberes medievales centrados en la resolución de problemas de medida topográfica a partir de unas cuantas nociones de geometría: medir la altura de una torre (de la que existen diversas variantes), determinar la anchura de un río, averiguar la profundidad de un pozo, obtener el norte de una brújula, construir una escuadra y medir campos, determinar desniveles, usar el círculo graduado para llevar a cabo triangulaciones, medir grandes distancias y uso del odómetro.

Otros tratados relacionados con el tema son los escritos por Francesco di Giorgio Martini, Reiner Gemma Frisius, Walter Ruyff, Oronce Finé. Los métodos descritos se desarrollaron de forma paralela con la instrumentación, de la que a lo largo del siglo XVI se escribieron numerosos tratados y estudios recopilatorios, donde se informaba de nuevas invenciones o de perfeccionamientos de los existentes. Fuera de la Universidad, los instrumentos llegaron a popularizarse de tal manera que incluso fueron coleccionados por las clases más pudientes, que los tenían como elementos de decoración. Arévalo repasa los instrumentos renacentistas que son de interés para el levantamiento indirecto: el anillo astronómico, el astrolabio, el báculo mensorio o de Jacob, el cuadrado geométrico, el cuadrante de círculo, la escala altimétrica, la escuadra móvil, el espejo, la groma o escuadra de agrimensor, el horizonte graduado, varios niveles (de tranco, de grados, corobate o nivel de agua), la plancheta, el planisferio, el radio astronómico, el radio latino, el semicírculo, la tavoletta pretoriana, el teodolito, el trigómetro y la vara.

Como levantamiento moderno de interés, Arévalo comenta el de Roma mediante radiación conocido como Descriptio Urbis Romae de Alberti, del que no queda mapa pero si la descripción del trabajo, escrita entre 1443 y 1448. No se conoce el motivo de la obra, aunque Arévalo hipotetiza que bien podría ser un encargo del papa Nicolás V. Al final de la obra viene una relación de los puntos tomados en forma de coordenadas polares referidas al centro de la ciudad, lo que ha hecho suponer a muchos autores que las medidas debían haber sido hechas de esa forma. Arévalo argumenta otra explicación, basada en la medida de esos puntos a partir de su radiación a partir de dos o más bases, la distancia entre las cuales seria conocida, y donde las tablas que acompañan al texto serían una especie de resumen de los resultados. A partir de este trabajo se dieron bastantes más, donde destaca la serie de medidas que se hicieron en Florencia, primero por Sangallo el Joven (c. 1526), el de Nicolo Tribolo (c. 1530) hecho con brújula, los trabajos de Vasari o la triangulación de Cosimo Bartoli, publicada en 1564.

Ejemplos de levantamientos por métodos indirectos en España son el de la segregación de El Garrobo de la villa de Gerena (1553), el bosque de El Pardo (1567), el plano del barrio de Triana de Sevilla (1620) y el plano de Mula realizado entre 1534 y 1539.

El capítulo quinto se dedica al levantamiento urbano por polígonos, el cual se solía apoyar en los puntos obtenidos por el método de radiación y permitía acabar de definir el viario y el parcelario a partir de la medida directa de los elementos a dibujar, bien fuera tomando su longitud o bien, más tarde, tomando medidas tanto longitudinales como angulares mediante brújula, en lo que sería llamado levantamiento por polígonos o método del rodeo. El primer ejemplo de levantamiento de un plano con detalle del viario y parcelaria es el plano de Imola dibujado por Leonardo da Vinci (c.1502), que además cuenta con un estudio preparatorio que describe las operaciones realizadas por el maestro renacentista. Se trata de un plano de gran detalle e inscrito en un círculo, lo cual sugiere algún paralelismo con los trabajos de Alberti.

En cada segmento de cada polígono viene reflejada la longitud. Arévalo sospecha que también se tomaron medidas angulares, posiblemente en otro papel. Otros trabajos de da Vinci son similares, como los trabajos preparatorios de Urbino y Cesena o los esbozos de Milán de 1493. Otra importante fuente de información la constituye la llamada "Carta a Leon X", atribuida habitualmente a Rafael, que hace referencia al encargo de poner en dibujo la antigua Roma. En su segundo apartado habla del levantamiento, hecho con planisferio con brújula o brújula topográfica, instrumento de medida directa ya descrito por Rafael, que luego sería mejorado por distintos autores, como Maggi y Castrioto, Philibert d'Orme, Cataneo y Capra. En España ya es citado por Cristobal de Rojas. Los trabajos más antiguos e interesantes preservados en Florencia son los correspondientes al taller que dirigió Antonio da Sangallo el Joven, que coincidió con Rafael en las obras de San Pedro. Llevaron a cabo numeros lenvantamientos e incluso establecieron algunas normas de trabajo y convenciones al distribuir partes del trabajo entre varios operarios.

De los planos estudiados por el autor, el más antiguo es el que corresponde a la fortificación de Rocca en Parma (1526), donde aparecen escritas tanto medidas angulares como longitudinales. La mayor parte de los trabajos están dedicados a la fortificación, por lo que no suele aparecer la trama urbana. Destacan los planos de Roma hechos en 1536, que incluso aportan la medida del grosor de la muralla. El método del rodeo también fue empleado por Bartolomeo de Rocchi, Baldomero Peruzzi y Bernardo Buentalenti. El primer plano en planta de Roma (1551) fue realizado por Leonardo Buffalini por encargo de Pablo III. Al mismo tiempo, Viena fue representada de esta forma primero por Wohlmuet (1547) y por Hirschvogel (1552), quien relató con gran cantidad de detalles el procedimiento utilizado: medida del polígono definido por la muralla, establecimiento de estaciones, obtención de direcciones, traslado gráfico de estas al papel y toma de datos del viario.

Pese a estos trabajos pioneros, durante el siglo XVII predominó la representación en forma de vista sobre la de la planta, que no acabarán imponiéndose hasta fines del siglo XVIII gracias a las nuevas teorías higiénicas y a los proyectos urbanísticos expansionistas. En España el tratadista Cristobal de Rojas comenta que este fue el método empleado por Spannochi para sus trabajos. Aunque el tratado es de 1613, se sabe que se utilizó un levantamiento de esta índole para la traza de Bujía en 1543.

Existe una gran cantidad de planos de estas características en el Archivo General de Simancas, aunque sólo disponemos de dibujos acabados, no de croquis o acotaciones que pudieran ser más ilustrativos del método de levantamiento. En estos dibujos finales suelen aparecer sólo las longitudes de los tramos de los polígonos, ya que era el dato relevante para las tareas de construcción o renovación de las defensas urbanas. Arévalo observa algunos convencionalismos interesantes, como el uso del color, la orientación al norte y la presencia de escala gráfica. Otro tipo de planos son los que ponen en relación la ciudad con el territorio circundante. En estos casos la ciudad aparece representada de forma convencional, simbolizada o a través del dibujo de algunos elementos representativos.

La mayor parte de los documentos existentes están relacionados con la fortificación, por lo que sólo dibujan el perímetro, ya que el levantamiento del viario era una operación costosa e innecesaria en muchos casos. El plano más completo de los comentados por el autor es el de Palma de Gran Canaria, realizado por Próspero Casola en 1599 y el de mayor escala es el de la zona donde se iba a construir la catedral nueva de Cádiz, seguramente dibujado por Cristobal de Rojas hacia 1595. Existe un importante legado de planos relacionados con las ciudades americanas: planos fundacionales, en cumplimiento de lo establecido por las Leyes de Indias; planimetrías pensadas para la intervención y dibujos de carácter informativo.

Otro tipo de documentos de interés para el autor son los destinados a la determinación de la superficie de términos municipales y terrenos en general, provocados por agregaciones o segregaciones y todo tipo de pleitos. La primera parte del trabajo consistía en la delimitación de la zona mediante mojones, al mismo tiempo que se medían los segmentos entre ellos. Poseriormente se calculaba la superficie a partir de dividirla en elementos geométricos sencillos. Arévalo describe tres: división del área en rectángulos y triángulos rectángulos, divisón del área en triángulos con un vértice comun y uso del método de coordenadas, consistente en dividir el área en rectángulos delgados según un eje de abscisas.

El sexto capítulo está dedicado a la problemática, de gran interés para el mundo renacentista, de representar la ciudad con la mayor verosimilitud, lo que requiere plantearse su dibujo en forma perspectiva. La primera obra que se desliga de la tradición medieval buscando representar la realidad puede datarse entre 1338 y 1339, cuando Lorenzetti pinta su fresco Efectos del Buen Gobierno en la ciudad, en Siena. Arévalo la describe como un adelanto a las proyecciones que posteriormente serán usadas en las perspectivas. Estas imágenes urbanas se convirtieron en una moda y también en un recurso publicitario para las ciudades representadas. La forma más temprana fue la llamada "vista al natural", hoy en día conocida como perspectiva cónica, la más próxima a tal como ve el ojo humano. Hasta mediados del siglo XVI cabe reasaltar las obras de Jacopo Foresti, Hartman Schedel y Sebastian Münster. La mayoría de sus vistas tienen un carácter meramente informativo, donde cada monumento es representado desde un punto de vista diferente para admirarlo mejor. A partir de principios del siglo XVI aparecen publicaciones centradas en las vistas urbanas, donde durante un tiempo convivirán las imágenes convencionales y simbólicas de corte medieval con las más realistas, que irán ganando terreno con el tiempo. Su finalidad es meramente didáctica. Posteriormente, se introducirán también las vistas de las ciudades contando algún suceso, desde batallas a peregrinaciones.

A finales del siglo XVI aparece el Civitates Orbis Terrarum de Georg Braun y Franz Hogenberg, de gran éxito, formado a partir de láminas de vistas de ciudades, realizadas por diferentes autores, y a las que se les añade cierta animación en forma de figuras con trajes tradicionales o viñetas con curiosidades de la zona. En esta linea se pueden clasificar proyectos posteriores como los de Eberhard Kieser y Matthaüs Merian, ya de mediado del siglo XVII.

A partir de este momento las obras del tipo Theatrum son reemplazadas por obras de cartografía territorial y urbana. Otro tipo de representaciones que se dieron fueron las vinculadas con el interés humanista por el pasado clásico, de la que apareció una importante tratadística. En sus cuadernos de viaje se encuentran tanto vedutas o retratos urbanos como levantamientos dirigidos a la mejor comprensión del organismo estudiado. Arévalo destaca entre estos a Giovanni Antonio Dosio. En las perspectivas son elementos comunes la elección de un punto de vista elevado, la visión panorámica y el encuadre de la totalidad de la ciudad. En cambio, no se percibe un especial interés por la exactitud, ya que el artista no duda en ensanchar calles, disminuir la altura de viviendas y girar edificios según su criterio. Podemos conocer la forma de trabajo de los perspectivistas a partir de los bocetos que han sobrevivido al tiempo. Es el caso de Wyngaerde, que dividía el trabajo en dos partes. La primera en el campo, donde tomaba apuntes y notas del natural, primero de las murallas y después de la configuración de los edificios del interior.

Luego, en el taller, ensamblaba los apuntes, pasándolos a limpio. Tomó varias vistas españolas, que junto a las de Hoefnagel, son las que nos han llegado del siglo XVI.

Un avance técnico sobre las vistas al natural son las perspectivas cónicas construidas a partir de la planta. Una de las más excepcionales es la de Venecia, realizada por Jacopo de Barbari en 1500. El proceso es similar al explicado pero, además, se sabe que Barbari se apoyó en una planta de la ciudad en escorzo, aunque no disminuyó la altura de los edificios con la distancia. Aunque existen muchas imágenes difíciles de clasificar, Arévalo considera bastante probable que el uso de plantas fuera frecuente para la construcción de perspectivas, tal como lo demuestran las ilustraciones de William Cunninghm, algunos comentarios de Cristobal de Rojas o de Ludovico Cordi.

En la búsqueda de transmitir la máxima información con una sola imagen, ya a principios del Renacimiento se empezó a utilizar de forma intuitiva la perspectiva militar o cilíndrica oblicua. La utilizó Leonardo da Vinci en sus dibujos arquitectónicos, pero fue Francesco de Giorgio quien la popularizó en su tratado. Se utilizó para funciones más concretas que las anteriores, tales como la del control catastral o urbanístico.

Su codificicación científica no se llevaría a cabo hasta el siglo XVII por parte de Gérard Desargues. Su uso es una muestra del interés por la verosimilitud. Hubo un cierto debate a su alrededor al considerarla una construcción artificial en comparación con la vista al natural, pero predominó hasta principios del siglo XVIII en Italia, en el resto de Europa no decayó hasta mediados de ese siglo, donde lo verdadero empezará a ser sustituido por lo exacto. En España sólo se dan perspectivas militares bien entrado el siglo XVII, como las de Valencia de Antonio Mancelli y Tomás Vicente Tosca (a principios del siglo XVIII), las de Madrid de Frederick de Witt y Pedro Texeira o la de Granada de Ambrosio de Vico. Lo que si existen son ejemplos de vistas urbanas parciales. En las ciudades españolas de ultramar se da mucho la proyección de Hejduk, lo que Arévalo explica por la distribución en damero de la trama urbana.

Un comentario aparte merece el uso de maquetas o modelos por parte de arquitectos e ingenieros en el Renacimiento. Ya en el siglo X, Gerbert en su Géométrie indicaba su utilidad. Fueron de uso habitual para Alberti y Filarete, tal como han reflejado en sus escritos, pero han perdurado pocos debido al material y a su carácter provisional, pues estaban pensados para convencer a los patronos y para guiar a los constructores. Un caso diferente son los modelos votivo-religiosos, también de uso extendido pero por otras razones y de los cuales se tienen ejemplos desde las tumbas egipcias.

El libro se cierra con un epílogo donde se resumen las principales ideas desarrolladas, ligándolas a desarrollos posteriores tales como la cámara oscura de Canaletto, que acabaría dando lugar a la fotografía y. finalmente, a la fotogrametría, uniéndose de nuevo, tal como señala el autor, planta y perspectiva. Siguen varios apéndices donde se hace una relación de la tratadística prerenacentista, la tratadística renacentista y los tratados específicos de cartografía, geografía e historia. Además de la bibliografía utilizada, se ha incluído un índice onomástico y la relación de fuentes gráficas.

El libro está bellamente editado y profusamente ilustrado, aunque el tamaño de la publicación no permite que las ilustraciones sean lo grandes que sería deseable. Contiene numerosas notas al margen de cada página que permiten la profundización en estos temas. La sensación que se tiene a lo largo de su lectura es que estamos ante el fruto de un trabajo ingente de documentación y que se nos sirve lentamente cocinado a partir de una lógica constructiva original: plantas levantadas a partir de métodos indirectos, luego plantas donde se ha utilizado la medida directa para el detalle y como colofón las vistas perspectivas configuradas a partir del escorzo de esas plantas y el uso de varios trucos visuales.

Se trata de una aportación consistente, a tener en cuenta ante el discurso más establecido de la secuencia en la que primero se habla de vistas, como resultado de una tradición pictórica que nace con los primeros estudios de perspectiva del Quattrochento italiano, para luego hablar de plantas ligadas a las necesidades de la arquitectura militar de principios del siglo XVI. No sabría decir cuan lejos estamos de comprender el fenómeno de la explosión cartográfica renacentista, pero si quedo con la impresión de estar más cerca.
 

Notas
 

[1]BUISSERET, D. The mapmakers' quest. Depicting new worlds in Renaissance Europe. Chicago: Oxford University Press, 2003

 
 
© Copyright: Joan Capdevila i Subirana, 2004
© Copyright: Biblio3W, 2004

Ficha bibliográfica

CAPDEVILA i SUBIRANA, J. Arévalo, F. La representación de la ciudad en el Renacimiento. Levantamiento urbano y territorial.  Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. IX, nº 545, 10 de noviembre de 2004. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-545.htm]. [ISSN 1138-9796].


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