Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie  documental deGeo Crítica)
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. X, nº 648, 30 de abril de 2006

LAS TECNOLOGÍAS DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA:
CRITICANDO AL CRÍTICO. UNA RESPUESTA A HORACIO CAPEL

Francisco J. Tapiador [1]

Departamento de Geografía
Universidad de Cambridge, Reino Unido
Correo-e: ft233@cam.ac.uk


Palabras clave: Epistemología, metodología científica, teoría de la ciencia

Key words: Epistemology, Scientific Methodology, Theory of Science



 
La reciente réplica de Horacio Capel (2005) al trabajo firmado por once profesores de ocho universidades españolas (Chuviecoet al. 2005) que servía, a su vez, como manifiesto/crítica a un trabajo de aquél (Capel 2003), ha iniciado un debate sobre si las denominadas ‘tecnologías de la información geográfica’ (TIG) forman parte del núcleo duro de la Geografía.

El eje de la crítica de los once profesores fue la afirmación de Capel de que “debería ser inaceptable el que a las pruebas de habilitación nacional para profesores titulares de geografía humana puedan presentarse concursantes solamente con un programa de SIG”. Esta opinión ha reavivado una discusión recurrente, no sólo en España, sino también en otros países. El debate es interesante, además de por cuanto tiene de reflejo de la comunidad científica de los geógrafos españoles, por las cuestiones epistemológicas que subyacen al mismo.

 
El objeto de este breve apunte es ofrecer una crítica a la réplica de Capel desde la perspectiva de lo que se ha llamado Geografía cuantitativa, positivista, o, simplemente, Geografía. No discutiré aquí los temas relacionados con la posición institucional de esta ciencia, que ya he tratado en otro lugar (Tapiador 2001), o sobre su lugar en la universidad, ni tampoco detallaré los sociológicos relacionados con las habilitaciones, sino que me centraré en los epistemológicos, continuando así con algunos de los temas que ya he tratado en otras publicaciones (Tapiador et al. 1998, Tapiador y Casanova 2000, Tapiador 2004).
 
La segunda parte de este comentario está dedicada a señalar algunas contradicciones de un uso de las TIG fuera de la tradición cuantitativa.
 
El lugar de las tecnologías de la información geográfica (TIG) en la Geografía. Una perspectiva cuantitativa

La objeción fundamental que se puede realizar a la crítica que realiza Capel es que obvia que las TIG no son necesariamente un mero conjunto de “disciplinas muy variadas” o “aquellas disciplinas que permiten generar, procesar o representar información geográfica”, sino que pueden ser entendidas según una interpretación diferente que entronca directamente con la aplicación del método científico a la Geografía.

En lo que sigue, entenderé la Geografía como la ciencia cuyo objetivo es explicar, comprender y predecir la localización y dinámicas de las diferentes actividades y realizaciones humanas. Entiendo también que el método científico utilizado por esta ciencia es el hipotético-deductivo. Considero también que toda teoría científica ha de ser falsable (en el sentido más refinado de Lakatos (1968) que en el de Popper), y que la evidencia empírica refuerza una teoría. Para otras definiciones y praxis, lo que sigue en esta sección pudiera no ser aplicable [2].

Según este marco, el papel de las TIG en la Geografía sería el de proporcionar medidas objetivas (es decir, repetibles y contrastables), y permitir el tratamiento y la confrontación de hipótesis con esas medidas con objeto de incrementar la evidencia empírica de la teoría. Así, tan TIG serían los SIG como las (buenas) encuestas de campo, los microscopios de fluorescencia, o el satélite TRMM. En este sentido, las TIG serían instrumentales, pero con una característica importante: son el único medio de medida disponible, ya que desde una perspectiva positivista lo único que se puede utilizar para contrastar hipótesis es lo que se puede medir. Lo que no se puede medir, no es objeto de la ciencia (en el sentido del ‘de lo que se puede hablar es mejor callarse’ de Wittgenstein). Y aquello no objetivable (es decir, que no puede ser compartido de manera unívoca) o que no se puede definir, no puede ser utilizado para contrastar una hipótesis (y sin hipótesis de partida, no es posible hacer ciencia, como veremos).

Según la visión cuantitativa, el objeto de la ciencia no es el conocimiento de la realidad[3], sino de aquello que es a priori mensurable de una realidad que presuponemos que existe. Un ejemplo clarificará este proceder en Geografía: es muy diferente sostener que Europa ha sufrido una progresiva concentración de la población a nivel regional desde 1870 –una afirmación cualitativa que aparecía en varios manuales desde los años 60, y que puede parecer obvia -que hipotetizarlo primero y verificarlo después con medidas objetivas como son los datos censales, dotando además a la verificación de una fiabilidad. Esto es algo que tuvo que esperar hasta 2005 (Martí-Henneberg 2005), y que ofrece una muestra de cómo a partir de la aplicación de principios básicos se puede lograr un conocimiento contrastable, a partir del cual –además- se pueden extraer nuevos resultados, ya que las excepciones son capaces de revelar procesos inaccesibles al discurso.

Otros métodos para otras preguntas

 
Es posible relacionar el debate en el marco de la geografía con otros campos de conocimiento. Siguiendo la lógica de suponer que los desarrollos metodológicos son ajenos al núcleo de las ciencias, podría argüirse que los estudios sobre predictibilidad deberían ser competencia exclusiva del matemático, al ser su práctica casi totalmente formal en la actualidad. Pero lo cierto es que estos estudios surgieron al intentar resolver un problema de una ciencia bien establecida, como la Meteorología. La evolución posterior de esta rama condujo a territorios bastante alejados del intento de Lorenz de modelizar la convección, dando lugar a una nueva disciplina, la física del caos, que se puede aplicar a diferentes campos, desde la dinámica de poblaciones en ecología hasta el estudio de las migraciones.

Una de las claves de la discusión es que la aplicabilidad de los métodos de otras disciplinas a la Geografía es limitada, porque los problemas a los que se enfrenta la Geografía -si es que es una ciencia con objeto propio- no son los mismos que los de aquellas: es inútil (o al menos, decepcionante) aplicar la teoría clásica de gases -en la que se estudian las propiedades de gases con trillones de componentes isomorfos- a la sociedad, en la que cada uno de esos componentes cuenta con una voluntad. Se trata de un problema nuevo al que ninguna disciplina se ha enfrentado, y que debe ser resuelto con métodos propios que dimanen del propio planteamiento del problema. Es probable que sólo mediante la investigación de una nueva manera de tratar con el problema a partir de primeros principios (método hipotético-deductivo) pueda aparecer una solución de sentido geográfico. Así, podría darse el caso de que abordar un problema geográfico aparentemente insalvable con los métodos actuales diera lugar a nuevos métodos e incluso a nuevas ciencias, como en el caso citado de la Meteorología y la subsiguiente ciencia de la complejidad. Tampoco es descabellado suponer que el estudio de problemas geográficos siguiendo estos métodos pudiera dar lugar a la aparición de nuevos problemas generales (como sería una dinámica de entidades distinguibles, no indistinguibles como los átomos).

Es por ello que las TIG, aún siendo instrumentales, son centrales a la Geografía: porque, entre otras razones, el desarrollo de los métodos propios sólo pueda ser llevado a cabo si se pretende resolver un problema geográfico. Dado un problema concreto, y la voluntad de abordarlo desde la perspectiva cuantitativa, la necesidad de desarrollar nuevas técnicas surge de manera natural, puesto que las técnicas de otras ciencias (dedicadas a otros objetivos, con otras hipótesis, separadamente físicas y humanas), no son casi nunca del todo aplicables. Pero es obvio que el desarrollo de esta metodología netamente geográfica sólo será posible si, en primer lugar, se dejan de considerar inaceptables los programas puramente metodológicos.

No se trata de una apuesta en un mercado de futuros, puesto que ya existen varios ejemplos de avances en esta dirección. Una de las constantes de progreso ha sido la utilización del lenguaje de la ciencia, las matemáticas. La formalización completa de la Geografía es posible, como ya he apuntado en otro lugar (Tapiador y Casanova 2000). No se trata de una vía estéril, ni tampoco de un intento de introducir una jerga incompresible para los legos (crítica que, por cierto, ya se lanzó al comienzo de la Física Matemática). De hecho, en un campo como el nuestro en el que la componente social es muy importante, la matematización puede ser beneficiosa: la formalización no se presta a malentendidos culturales, lingüísticos, ni sociales: cada signo es unívoco, denotativo, y cada afirmación es explicitada y demostrada por lógica formal.

Pero más importante aún que su carácter unívoco es que una formalización completa permite que la disciplina no sólo no se asiente en el aire desde el punto de vista epistemológico, sino que se la puedan aplicar toda una panoplia de teoremas matemáticos ya bien demostrados y que, y esto es muy importante, no son accesibles al discurso (cfr. Egenhofer y Franzosa, 1991). Los resultados que permite la matemática son mucho más potentes que los se pueden producir en una secuencia discusiva: formular un problema geográfico en un espacio de 18 dimensiones en que se conoce una solución, y después proyectarlo en el Euclídeo para visualizar de manera familiar el resultado es algo que no es posible, de ninguna manera sensata, mediante un razonamiento con palabras [4].

La práctica cuantitativa

El debate sobre el lugar de las TIG contiene también elementos troncales a la propia organización académica de la disciplina, pero que inciden sobre la definición y práctica de la misma.

Desde el punto de vista de la práctica, las tareas de los científicos se pueden dividir en dos áreas principales: formulación de teorías (científicos teóricos) y contrastación de hipótesis (científicos experimentales). Los teóricos plantean las hipótesis, y establecen las teorías. Einstein, por ejemplo, era un teórico: nunca realizó una medida. Los experimentales, por otro lado, intentan validar las hipótesis mediante medidas objetivas: Eddington, para validar la relatividad, midió el desplazamiento aparente de las estrellas en un eclipse, que era una predicción efectuada por la teoría de Einstein, incrementando así la evidencia empírica de la misma. La obra de Newton en óptica aúna ambas esferas: planteó una nueva teoría sobre la composición de la luz, y la intentó validar. La “Tecnología de la Información Física” [5] que utilizó para ello fueron dos prismas.

Un hecho de importancia práctica es que la división administrativa de la Geografía en física y humana (y regional en España), no se adapta bien a la práctica cuantitativa. La división es artificial, como sabemos, y ésta no está ligada a razones epistemológicas sino sociológicas. El problema para la Geografía cuantitativa es que para ésta, la Geografía es única. Un posible modelo de la ciudad de Barcelona sólo puede ser llevado a cabo atendiendo a elementos físicos (relieve, clima, localización relativa, etc.) y antrópicos (patrones de ocupación histórica, cultura, etc.). Sólo teniendo en cuenta todos los factores se podrá, para el cuantitativo, validar una hipótesis en forma de modelo, y realizar predicciones [6]. Un geógrafo cuantitativo podrá decantarse por la vertiente metodológica o por la experimental, pero en cualquier caso, deberá aunar el estudio de las componentes físicas y humanas [7].
 

El problema de esta situación, que aciertan a reflejar los once profesores en su artículo, es que los que se deciden por esta vía se ven obligados a publicar en revistas que en rigor no pertenecen a ninguno de los ámbitos tradicionales de la Geografía (IJGIS, IJRS, IEEE Trans.Geosc. & Rem. Sens. etc.), pero en las que se tratan problemas geográficos (y no sólo de metodología geográfica). Esto no sería un problema real si toda la carrera científica y la evaluación profesional no estuvieran ligadas a sumar décimas en revistas anglosajonas, pero en la coyuntura actual, es un hecho que merece la atención de quien esté en condiciones de proponer algo al respecto, puesto que incide sobre los problemas a los que un investigador debe (es decir, puede) dedicar su atención, y con ello a las líneas de investigación que se van a explorar. Sería deseable que el divorcio administrativo de la Geografía no afectara a su raíz epistémica, lo que no debería resultar difícil en un marco de investigación nacional que se dice pluridisciplinar. Sólo es necesaria cierta voluntad para facilitar a aquellos que quieran dedicarse a esta manera de entender la Geografía puedan ser evaluados de manera coherente, permitiendo, por ejemplo, una evaluación general en Geografía en la que se valorasen contribuciones a revistas de Geografía humana, física, regional y las citadas arriba. Otra opción sería entender la práctica cuantitativa dentro del área regional, aprovechando la particularidad española, pero esto debería ser explicitado.

La pregunta que deberían responder aquellos en condiciones de hacerlo, como Capel, es dónde encaja esta manera de entender la disciplina en la estructura de la Geografía española. Si de ninguna manera, asistiremos a la diáspora de los geógrafos no sé si más dinámicos, pero al menos más convencidos, a departamentos varios (ambientales, geomática, ciencias de la información, etc.), como Chuvieco et al. (2004) han señalado en su artículo.
 
El uso de las TIG fuera de la tradición cuantitativa

Como he señalado, las TIG no son sino lo que utiliza el geógrafo para medir. Es en este sentido en que las TIG son centrales a la Geografía. Tan centrales como que sin ellas –y siempre desde la perspectiva cuantitativa- la práctica geográfica es dudosa. Si bien se ha propuesto que la utilización de las TIG es bastante independiente de la ideología del usuario, el uso de las TIG fuera del marco epistémico cuantitativo puede incurrir en algunas contradicciones. Sin ánimo de ser exhaustivo, se pueden citar varias.

1) Uso desde la concepción metafísica de la Geografía

Si no se está de acuerdo con que la ciencia trata sobre lo mensurable (lo físico), la postura epistemológica correspondiente es la metafísica. La Geografía trataría entonces sobre unas entidades que se postulan como existentes, pero sin correlato con la realidad. Una TIG como los SIG, por ejemplo, que sólo puede manejar información digital, no podría tratar con entidades metafísicas puesto que son incapaces de almacenar lo que no es físico: un SIG puede almacenar una medida sobre la intención de voto, pero no la intención de voto en sí. Lo mismo para los satélites, que sólo pueden medir radiaciones. Las TIG dentro de esta concepción serían pues accesorias al conocimiento geográfico, en cuanto sólo servirían si sus resultados estuvieran de acuerdo con unos postulados a priori que no se pretenden verificar con observaciones. Serían, pues, innecesarios.

2) Uso siguiendo el método inductivo

El famoso problema de la inducción, es decir, si es posible establecer una ley general a partir de la observación de casos particulares, es viejo, pero de solución conocida: no es posible, al menos según la lógica formal. En primer lugar, porque la inducción sólo puede ser demostrada inductivamente –argumento de Hume-. Por otro lado, porque un razonamiento inductivo es por necesidad lógica deductivamente falso, ya que en lógica formal un argumento es válido si y sólo si es imposible que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa: aceptada pues la inducción, se niega la deducción.

La consecuencia es que no es posible utilizar las TIG para deducir lo general a partir de lo particular, sino que se requiere una hipótesis previa. En el caso de los SIG, sin esta hipótesis, de hecho, no es posible construir ni el modelo de datos del SIG (no puedo establecer qué campos son relevantes en mi base de datos si no sé que estoy buscando; la realidad geográfica no habla por sí misma). En el caso de la teledetección, el ejemplo es más claro aún. La elección de uno u otro sensor lleva a elegir unas longitudes de onda en detrimento de otras: no puedo esperar que a partir de una colección amplia de imágenes Meteosat en el infrarrojo surja una explicación directa de los procesos de precipitación, puesto que a esas longitudes de onda la precipitación es invisible: debería haber elegido las microondas.

Hay que señalar aquí que el uso descuidado de la estadística en los SIG conduce a un tipo de razonamiento inductivo, y por lo tanto, sujeto a este problema (aunque, afortunadamente, existe la probabilidad axiomática para solventarlo).

3) Imposibilidad de establecer leyes generales en ciencia

Si estuviéramos seguros de que no existen leyes generales, o, en sentido restringido, de que el comportamiento humano es impredecible, podríamos utilizar el principio cero de Popper para predecir: bastaría con buscar todo lo predecible, y descartarlo, para llegar a lo que va a suceder. La ciencia sería una criba de lo imposible (lo que no va a suceder, porque es previsible y lo previsible no sucede) que dejaría lo que es posible (lo imprevisible –no confundir con caótico- que es lo que va a suceder). En este caso, las TIG sí que podrían ser usadas en, por ejemplo, simulación de Monte Carlo, con objeto de descartar todos los resultados aleatorios que surgieran, porque aún estando sujetos a sensibilidad a las condiciones iniciales, son posibles porque son simulables. Lamentablemente, no podemos estar seguros de que sea imposible establecer leyes generales (ni de lo contrario).

4) Argumento a favor de la pluralidad epistemológica

Para acabar, apuntar que si afirmamos que todas las epistemologías geográficas son respetables porque son igualmente válidas, también caemos en contradicción: puedo concretar fácilmente una epistemología que se tenga por la única y verdadera. Por la afirmación primera, ésta sería también válida, lo que llevaría a una contradicción.

En otros casos, no queda garantizado que el uso de las TIG no incurra en contradicciones lógicas. Lo que sí está claro es que es difícil justificar el uso de unos métodos muy concretos fuera de su marco conceptual.

 
Reflexiones finales. La afirmación epistemológica de las TIG

Para acabar, enlazaré con el tema central de la polémica entre Capel y los once profesores, el del entronque de las TIG y las habilitaciones.

Lo que, a mi juicio, se debería entender cuando alguien acude a un tribunal con un programa de TIG, es que está realizando una afirmación epistemológica que le sitúa en una posición diferente al que concursa con un programa de Geografía urbana o de la población. Las afirmaciones implícitas son: la unidad de la Geografía, el uso de la matemática como el lenguaje de la geografía, y la aceptación del método hipotético-deductivo como el método científico a seguir. Estos tres pilares de la Geografía entendida como ciencia sitúan al candidato en una posición totalmente diferente, -y se puede argüir que dotada de un conocimiento mucho más profundo de la Geografía que el que le supone Capel-, a la de un profesor que concurriera con un programa de, por ejemplo, una Geografía del turismo calcada de un manual anglosajón.

Si lo que se presenta como programa de TIG no es sino un conjunto de técnicas instrumentales de segunda mano, que el profesor ha aplicado con mayor o menor fortuna a un área, coincido con Capel en que la aportación del candidato debería ser minorada. Pero si lo que se presenta es el desarrollo de una técnica nueva, no digamos un análisis o descubrimiento de un nuevo proceso geográfico realizado gracias a esas técnicas, no parece razonable que deba ser así, y menos debido a un nominalismo radical que, a mi entender, parte más de malentendidos lingüísticos que de verdaderas discrepancias de fondo.Si un geógrafo ha desarrollado un nuevo método de análisis de bases de datos n-dimensionales, que es algo que contribuye al desarrollo global de la capacidad analítica de esta ciencia en todas sus áreas, no parece razonable que su investigación deba ser penalizada, aún cuando no lo haya aplicado a otro problema geográfico concreto que el usado para validar su método [8].

El lugar de honor de Edwin Jaynes en la física del siglo veinte reside en que su método de entropía máxima es tan general que se puede aplicar por igual a la mecánica cuántica o a la meteorología. Nadie se atrevería a decir que el carácter aparentemente instrumental de la técnica no le convierte en un físico notable. Tampoco es razonable, ciertamente, que alguien se presente como experto en Teledetección y no sea capaz de describir de manera formal la ecuación de transferencia radiativa y mostrar cómo se soluciona en la práctica, pero es sensato suponer que a los tribunales de habilitación –o del castigo que le suceda en el BOE- no les pasará desapercibido tal extremo [9].

 
En cualquier caso la situación actual no es inaceptable, por cuanto esta práctica es -además de legal- un método habitual de avance en otras ciencias. Lo que sí que tal vez fuera inaceptable es que un geógrafo se presentara con un programa de SIG a la habilitación y manifestara que su quehacer no se inscribe dentro de los presupuestos de la Geografía cuantitativa. Ello supondría una apropiación espuria (y desde el punto de vista cuantitativo más acendrado –y que no comparto-, un intento de confirmar unos prejuicios subjetivos con un barniz técnico). Creo apreciar que es por ahí por donde discurre una línea sutil de argumentación en el artículo de los once profesores, la mayoría de los cuales son miembros del grupo de trabajo en métodos cuantitativos, SIG y teledetección de la AGE (recientemente renombrado como grupo de trabajo en TIG).
 
Lo ideal para satisfacer a aquellos miembros del establishment que piensan como Capel sería que el candidato que se presenta con la etiqueta de TIG desarrollara el programa de una asignatura desde la perspectiva cuantitativa [10]. Pero para que ello ocurriera deberían darse unas condiciones que impidan que el intento mismo se convirtiera en un casus belli para el tribunal: la noción de que la Geografía cuantitativa es una corriente histórica de los años sesenta, aún prevalece, aunque se encuentre al mismo nivel discusivo que sostener que el método que siguen los físicos de hoy es algo que inventó Galileo.
 
En todo caso, la presunción de caducidad de una corriente epistemológica histórica porque después se hayan descrito otras filosofías del conocimiento que se opusieron a ella no cuenta con una base firme, ni historiográfica, ni científica. Más viejo que el positivismo es el historicismo –que viene de los griegos, como Popper se encargó de recordarnos- y sus mistagogos aún se consideran en la vanguardia de un saber sólo apto para seres escogidos.
 
Para los que pensamos que la Geografía es una simple ciencia, la opción epistemológica representada por las TIG no debería ser penalizada, puesto que de ella pueden surgir respuestas (y mucho más importante, preguntas) que una aplicación de los métodos de otras ciencias pudieran no conseguir. El desarrollo metodológico orientado a resolver problemas geográficos que no comparten otras ciencias puede conducir a una metodología geográfica propia. De hecho, ya lo está haciendo. Pero el que esta manera de hacer Geografía se fortalezca en un futuro inmediato en España dependerá de si hoy se dan unas condiciones mínimas para la práctica cuantitativa en el mundo académico, aunque sea en su modo más tradicional.

 
Bibliografía
 
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CAPEL, Horacio.  Las TIG en los concursos de habilitación para profesores titulares de geografía humana. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. X, nº 620, 15 de diciembre de 2005. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-620.htm>. [ISSN 1138-9796].
 
CHUVIECO, Emilio, Joaquín, BOSQUE, Xavier PONS, Carmelo CONESA, José Miguel SANTOS, Javier GUTIÉRREZ PUEBLA, María Jesús SALADO, María Pilar MARTÍN, Juan DE LA RIVA, José OJEDA, y María José PRADOS. ¿Son las tecnologías de la Información Geográfica (TIG) parte del núcleo de la Geografía? Boletín de la Asociación Española de Geógrafos, 2005, nº 40, p. 35-55

EGENHOFER, M.J. y R.D. FRANZOSA.Point-set topological spatial relations. International Journal of Geographical Information Science, 1991, 15(1), p. 1-6.

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TAPIADOR F.J.,J.L. CASANOVA y A. ROMO. Los SIG como herramienta básica de la geografía. Primera conferencia de Sistemas de Información Geográfica. Valladolid, 1998.

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TAPIADOR, F.J. Wittgenstein y la geografía cuantitativa contemporánea. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, 2004, Vol. IX, nº 529. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-529.htm>



Notas

[1] Filiación permanente: Departamento de Ciencias Ambientales, Universidad de Castilla-La Mancha, Toledo. Correo-e:francisco.tapiador@uclm.es

[2] El objeto de este artículo no es defender ni la definición de Geografía que se hace ni los puntos de vista sobre el método, sino señalar que, con estos presupuestos, la crítica de Capel pudiera estar injustificada.

 
[3] Que bien podría ser incognoscible, o, de no serlo, ser incomprensible; o de ser comprensible, ser inefable.

[4] Desde luego, es difícil intentar convencer de esto a los críticos como Capel mostrándoles operaciones banales como las que integran en la herramienta de Geoprocessing de ArcView. Viene a ser como intentar convencer a alguien de la riqueza de recursos del castellano con una cartilla de párvulos. Pero lo cierto es que también detrás del ma-me-mi-mo-mu, aunque lejos, se encuentra Garcilaso.

[5] En el fondo, el término TIG es un eufemismo para referirse a los métodos de medida de la información –en el sentido de Shannon, no en el del diccionario- geográfica. Y en esa acepción, es difícil mantener que no sean centrales a la geografía.

[6] Creo que Capel tiene razón en mantener que las TIG son métodos, pero no puedo estar de acuerdo en su afirmación de que un programa metodológico por sí sólo no sea suficiente para demostrar el domino de la disciplina, por varias razones. Primero, el proceso de medida es tan importante como el deteorización para el desarrollo científico. Ramas enteras de otras ciencias como la Astronomía se han desarrollado al realizar medidas más precisas que contradecían las teorías existentes (Tycho Brahe es un ejemplo clásico). En segundo lugar, para una ciencia que aún está en sus comienzos, como la Geografía, el desarrollo de nuevas técnicas de medición puede abrir nuevas líneas de investigación: hasta que se generalizó la medición de trazas isotópicas en la precipitación, nadie podía pensar en establecer con precisión el ciclo del agua, y con ello, de las climatologías. En último lugar existen ya ejemplos concretos de desarrollos metodológicos que han conducido al desarrollo de la geografía humana. En este ámbito, en el que existen un gran número de entidades que estudiar, cada una dotada de muchos grados de libertad, el uso de técnicas probabilísticas permite establecer diferentes funciones de distribución que caracterizan poblaciones y permiten, a partir de una estimación a macroescala como es el censo, establecer el comportamiento estadístico a microescala (individuos).

[7] Lo que nos retrotrae a la para algunos vieja cuestión de la síntesis geográfica o síntesis regional, que, enmarcada en un ámbito más amplio, es como preguntarse si el físico atmosférico debe orientar su investigación a la consecución de una explicación racional y matemáticamente formulada de la naturaleza en su conjunto, que es lo que persigue la física actual. Claramente, no es así. El avance hacia el objetivo se produce mediante logros en sus partes: Hall y Hänsch, premios Nobel de Física 2005, avanzaron en su campo mediante el desarrollo de una nueva técnica espectroscópica láser que permite realizar mejores medidas. El equivalente geográfico sería el de un par de geógrafos de la población que desarrollaran una nueva técnica objetiva que les permitiera calcular el porcentaje de falsedades que cometemos más o menos conscientemente los censados.

[8] Entiendo que impedir que alguien se pueda dedicar a desarrollar unos métodos que, por otra parte, ninguna otra ciencia necesita es retrasar el desarrollo de áreas enteras de la Geografía. El nivel de especialización metodológica puede hacer que se pierdan de vista los problemas geográficos que se pretenden resolver, pero ello no es óbice para que no se deba valorar el desarrollo de metodologías, sobre todo cuando estas puedan ser de aplicación general en ramas no sólo de la geografía sino de otras ciencias. Es tal vez difícil para los que no se dedican en exclusiva a esta tarea percibir la dificultad y conjunción de habilidades que se requieren para desarrollar técnicas fiables y rigurosas, unas técnicas que en su aplicación primera pueden ser acusadas de rigor mortis, es decir, de esterilidad, pero que son importantes puesto que permiten obtener modestas, pero nuevas y precisas medidas del medio físico y antrópico.

[9] Lo que es sin duda urgente es un consenso sobre si el desarrollo de metodologías es o no útil para acceder a la carrera académica. Es de agradecer que Capel haya sacado a la luz este tema y que otros se hayan aprestado a contestar vigorosamente sus argumentos. No hay que olvidar que la carrera científica en España representa un sacrificio personal notable, más aún en un campo como la Geografía en el que incorporarse a la empresa privada a una edad madura es casi imposible. Sería lamentable que una buena parte de los geógrafos que están trabajando de buena fe en el desarrollo de metodologías se vieran abocados a un callejón sin salida al exigírseles unos conocimientos que nunca han necesitado para realizar, por otra parte, excelente investigación a nivel internacional. Sería deseable, en todo caso, que se cumpliera la ley.

[10] Creo que se equivoca Capel en que el conocimiento histórico de la disciplina deba ser explicitado por los candidatos a habilitarse. Al profesor de Física no se le pide que conozca la evolución de su disciplina desde Newton, o que discuta el sistema de epiciclos Ptolemaico en la pizarra, sino que conozca el estado actual de los conocimientos en Física, y que sea capaz de resolver los problemas actuales de la disciplina. Conocer la tradición y las escuelas del gremio pueden ser un criterio para profesores de historia de la geografía, pero parece dudoso que lo pueda ser para los que estudian con éxito las trazas isotópicas en la precipitación cuaternaria.
 

© Copyright: Francisco J. Tapiador, 2006
© Copyright: Biblio 3W, 2006
 

Ficha bibliográfica

TAPIADOR, F.J  Las Tecnologías de Información Geografica: Criticando al crítico.  Una respuesta a Horacio Capel. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. X, nº 646, 20 de abril de 2006. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-646.htm>. [ISSN 1138-9796].


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