Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796.
Depósito Legal: B. 21.742-98

Vol. XI, nº 679, 5 de octubre de 2006

EL RASTRO DEL INGENIERO ILDEFONSO CERDÁ EN CUEVAS DEL ALMANZORA (ALMERÍA):
SU INTERVENCIÓN FACULTATIVA EN LA GALERÍA DE CAPTACIÓN DE AGUAS SUBÁLVEAS DEL RÍO ALMANZORA

Enrique Fernández Bolea
Licenciado en Filología Románica


Palabras clave: Cuevas del Almanzora (Almería), Ildefonso Cerdà, aguas subterráneas

Key words: Cuevas del Almanzora (Almería, Spain), Ildefonso Cerdà, subalvean waters



Los antecedentes[1]

Muy a principios de 1842, el Ayuntamiento de la villa de Las Cuevas, en el norte de la provincia de Almería, urgido por la acuciante necesidad de recursos hídricos con los que fertilizar su dilatada y feraz vega, recupera el viejo proyecto de extraer las aguas subálveas del río Almanzora, curso del que tradicionalmente se habían surtido los regadíos de la localidad. No era, sin duda, el primer intento –siempre se había sabido del rico caudal que transportaba en sus entrañas-, ya que desde el siglo XVIII se habían sucedido con mayor o menor empeño los intentos de sangrar esas aguas subterráneas, aumentando así los limitados aportes que proporcionaba la ancestral Fuente de Overa, único manantial de aguas abundantes –aunque insuficientes- y perennes que regaban la huerta cuevana. En efecto, en 1719 Toribio Martínez de la Vega, arquitecto hidráulico de origen murciano, proyectó y realizó una primera galería de captación que, desde entonces, fue conocida como la Mina de Toribio, la cual incrementó considerablemente los recursos disponibles, si bien esta circunstancia no fue en exceso duradera porque en 1728 una devastadora avenida del Almanzora la arruinó por completo [2] .

El proyecto se retomó en 1751, cuando el Concejo de la villa, ante el período de sequía extremo que se estaba padeciendo, decide reunir a los hacendados, tanto laicos como eclesiásticos, para proseguir la gran obra de la “saca de aguas” que ya iniciase Martínez de la Vega unas décadas antes. Por entonces, la jurisdicción administrativa de la villa dependía, como venía aconteciendo desde 1502, del Señorío de los Fajardo, marqueses de los Vélez que ya en aquel momento se hallaban emparentados con la casa de los Villafranca. El alcaide mayor expondrá a su señor la angustiosa situación por la que atravesaba la localidad, con su principal fuente de riqueza, o más bien, de subsistencia, en franca decadencia por la absoluta ausencia de lluvias de los últimos años, lo que amenazaba con provocar el despoblamiento de la localidad si no se ponía remedio [3] . Y la solución pasaba inexorablemente por buscar y extraer los caudales ocultos del Almanzora, para lo que resultaba necesario arbitrar los sistemas de financiación adecuados: los repartos entre los hacendados, las exenciones de impuestos y las recaudaciones de otros tributos con destino a su inversión en esta infraestructura, así como algunos fondos donados por el Marqués, se consideraron suficientes para reiniciar el proyecto. Entre 1754 y 1761, la Junta de Aguas encargada de llevar a término los trabajos, dirigirá todos sus esfuerzos hacia la construcción de la mina de extracción, pero problemas financieros, unas veces, y técnicos, otras, originarán continuas interrupciones que culminarán con el abandono de la empresa en el último año mencionado. Será el murciano fray Pedro de San Agustín [4] , arquitecto de confianza del Marqués, quien, tras un detenido reconocimiento de las obras acometidas hasta ese momento, aconseje su abandono, puesto que reiterados errores en la nivelación y trazado de la galería la hacían prácticamente inútil para el fin que se le había señalado, y la corrección de tales defectos habría supuesto un cuantioso desembolso al que la maltrecha economía de los cuevanos no podía hacer frente.

Estos intentos precedentes no tendrán continuidad hasta 1836, cuando una nueva y prolongada sequía anime al Ayuntamiento al reinicio de esa búsqueda ancestral de recursos hídricos. Desplazará con esta intención a una brigada de peones a las proximidades del sitio de Santa Bárbara, en el vecino término de Huércal-Overa, con el fin de ejecutar labores para el alumbramiento de las aguas subálveas del Almanzora. A tal medida se opuso el ayuntamiento de esta última villa, ordenando la suspensión de los trabajos hasta que los de Cuevas no presentaran una fianza suficiente para hacer frente a los perjuicios que aquellas labores pudieran ocasionar a los hacendados de los pagos ribereños. Una nueva contrariedad que volvió a frustrar las ambiciones del consistorio.

Constitución de la Junta de Aguas de 1842

Aquella sequía que, como hemos sabido ya se hacía sentir con rigor en 1836, se estaba prolongando más de lo que era habitual, superando sobradamente la duración de los ciclos de indigencia pluviométrica precedentes y acentuando por esta causa sus nefastas consecuencias sobre la agricultura de la localidad. El 9 de marzo de 1842 el Ayuntamiento convoca a Cabildo General a los hacendados de la vega en el convento de San Francisco. Debido a la escasez de lluvias de los años anteriores, las feraces tierras de riego se encontraban casi improductivas, por lo que se hacía en extremo urgente emprender “la grandiosa obra de extraer las aguas que el río oculta en sus arenas” [5] , y aumentar así los aportes provenientes de la Fuente de Overa, punto tradicional de abastecimiento desde tiempos inmemoriales.

Coincidiendo con esta aciaga coyuntura para la agricultura, se había producido en 1839 un descubrimiento que, por un lado, iba a contribuir al desmedido y acelerado enriquecimiento de algunos sectores de la sociedad cuevana y, por otro, suponía la diversificación de las fuentes de producción de la localidad, hasta ese momento restringidas a la explotación de la tierra. Nos referimos al hallazgo de un filón de plata y plomo argentífero en el barranco Jaroso de la cercana Sierra Almagrera, considerado por los coetáneos como el Potosí peninsular tal era la potencia del mismo. Y no era para menos, porque los primeros años de extracción de mineral vinieron a confirmar la riqueza que aquella sierra escondía en sus entrañas, tanta que España se convirtió en uno de los principales productores del mundo de plata y plomo, y algunas familias privilegiadas, interesadas en las primitivas sociedades explotadoras, amasaron tal fortuna que lograron constituirse en un grupo de poder con influencia en los principales centros económicos del país [6] .

Pues bien, serán estos mismos agraciados por la fortuna los que deriven una parte de sus sustanciosos beneficios a la compra de predios en los pagos más feraces de la población. No es de extrañar, por tanto, que, adquiridos aquéllos, se empeñasen en revalorizarlos garantizándose el abastecimiento de agua a través de la promoción y ejecución de obras de infraestructura. Entre los hacendados que acuden a la reunión multitudinaria del 10 de marzo de 1842 [7] se encuentran muchos de estos opulentos accionistas de minas, a quienes interesa evaluar las nefastas consecuencias que la falta de precipitaciones está teniendo sobre la población y, particularmente, sobre sus propiedades. De este modo, la primera medida adoptada pasa por la constitución de una junta integrada por siete miembros que se encargue de formalizar las condiciones para principiar y costear los trabajos precisos. Aquella asamblea estuvo presidida por el alcalde, Diego Abellán Flores, y seis vocales, entre los que destacaban algunos de los favorecidos por la riqueza de Almagrera, como los clérigos José Sánchez Puerta, párroco de la localidad, o el presbítero Torcuato Soler Bolea.

La comisión asumirá sus obligaciones con prontitud, reuniéndose al día siguiente con el objeto de abordar el principal escollo para la materialización del proyecto: la provisión de fondos [8] . Conscientes de que los malos años agrícolas precedentes habían supuesto una merma económica para la mayoría de los propietarios, al no poseer dinero en el acto ni poder reunirlo con la urgencia precisa, optan por comprometer a los pudientes de la villa en el adelanto de ciertas cantidades que posibilitasen el improrrogable comienzo de los trabajos. Tras el acuerdo unánime de recaudar entre aquellos adinerados la cantidad de 80.000 reales, la comisión se pondrá manos a la obra, y sólo habrá que esperar al siguiente día para que uno de sus miembros, Soler Bolea, anuncie la disposición de algunas personas influyentes de la localidad al préstamo de ciertas cantidades [9] .

Entre estos doce primeros acreedores, quienes en total adelantaron unos 11.600 reales, más de la mitad poseía intereses en una o varias de las tres sociedades que por entonces operaban con exultante rentabilidad en Sierra Almagrera. Sobresalían, sin duda, los casos del alcalde Diego Abellán Flores, con dos acciones en la Sociedad Carmen y media en Observación, o los de los clérigos Torcuato Soler Bolea, con dos en Carmen y una en Esperanza, y José Sánchez Puerta, que poseía una acción en Esperanza y otra en Observación. Manuel Soler Flores, hijo del fundador de la minería de Almagrera, ostentaba por su parte dos acciones en la sociedad de su padre (Carmen). Es decir, nos encontramos ante un grupo de emergentes acaudalados que ven incrementar sus fortunas a medida que se aplican los sustanciosos repartos de beneficios, pero además se trata de miembros de familias con tradición de propietarios de tierras, cuya única ambición radica en el aumento y mejora de la hacienda como signo de poder económico y social.

Llegada y estancia de Ildefonso Cerdà en Cuevas

En estos comienzos de singladura de la flamante Junta de Aguas, se había superado, aunque sólo fuese de modo provisional, el obstáculo de la financiación. A partir de aquí, la principal preocupación de los comisionados se iba a centrar en la búsqueda de un técnico que proyectase y dirigiese los trabajos concernientes a la galería de captación: “Reunida ya la cantidad de diez mil reales y siendo de esperar que muy pronto se complete la totalidad, no perdiendo un momento el dar principio a los trabajos para extraer las aguas que tanta falta hacen; los Sres. de la Comisión acordaron unánimemente se escriba a las ciudades de Cartagena, Murcia u otro punto para que se persone sin demora un Ingeniero hidráulico que reconociendo el río Almanzora en la parte que comprende este término, designe el punto donde pueda extraerse mayor cantidad de agua con la economía posible, encargándose de la dirección de la obra, contratando antes los honorarios o sueldo que se le ha de señalar” [10] . Esta predilección por la vecina Murcia obedecía no sólo a la cercanía, sino también al hecho de que en aquella provincia existían afianzadas zonas de regadío sobre las que se venía actuando con todo tipo de infraestructuras desde el siglo XVI, y fruto de esa experiencia por allí habían pululado prestigiosos arquitectos hidráulicos, alguno de los cuales –como ocurriese con Toribio Martínez de la Vega o fray Pedro de San Agustín- habían sido requeridos por los hacendados cuevanos en la anterior centuria. Precisamente hasta esta provincia se había desplazado Ildefonso Cerdá en 1841, pues nada más finalizar sus estudios de ingeniería en Madrid ingresa, como solía ser habitual, en el Cuerpo de Ingenieros del Estado siendo destinado como funcionario a Murcia y Alicante [11] .

Para contactar con un ingeniero o arquitecto hidráulico se comisionó a Diego Flores Valero, quien sin pérdida de tiempo viajó a la vecina capital. Desde allí escribirá el 21 de marzo: “Después de haberme sido inútiles todos mis esfuerzos para que marchase a ese el Fraile de Orihuela, me acabo de avistar con D. Ildefonso Cerdá, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, a quien hice presente mi cometido, y después de enterado de todo, me ha contestado: Que para el día 1º al 8 del próximo mes pasará a esa Villa, mediante a que sus ocupaciones no le permiten verificarlo antes” [12] . Es la primera vez que aparece el nombre del ingeniero, pero como sustituto de un primer intento fallido, ya que el Fraile de Orihuela -del que nada sabemos aunque debió ser muy conocido en su tiempo al ser mencionado por este nombre genérico- rechazó el requerimiento de los cuevanos.

No obstante, la fecha anunciada para la venida del ingeniero catalán les pareció a los responsables de la Junta de Aguas excesivamente tardía, pues les urgía iniciar cuanto antes los trabajos de reconocimiento del tramo del río bajo el que pretendían horadar la galería de alumbramiento; de ahí que se decidan a solicitar los servicios de un técnico local que, sin estar especializado, pudiese anticipar el planeamiento del trazado de la misma: “En la Villa de las Cuevas día veinte y ocho de Marzo de mil ochocientos cuarenta y dos, reunidos los Señores de la Comisión de Aguas que abajo aparecen por sus firmas en el local del Ayuntamiento de la misma, enterados del oficio antecedente remitido por Diego Flores Valero, individuo de dicha Comisión, acordaron: Que se llame inmediatamente por medio de oficio a D. Antonio Piqueras, arquitecto director de la Fábrica Madrileña, para que dé su parecer de lo que debe hacerse provisionalmente en el término se persone en ésta D. Ildefonso Cerdá Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en atención a lo urgente que es dar principio a la grande obra de la extracción de aguas que se pretende” [13] .

Por fin, dos días después del plazo prefijado en aquella misiva a la que hicimos referencia anteriormente, se produce la llegada de Cerdá a la localidad, si bien su estado de salud –posiblemente por causa de los quebrantos del viaje- no era precisamente bueno: “En la Sala Capitular de esta Villa de Cuevas a diez de abril de mil ochocientos cuarenta y dos, reunidos varios Sres. de este Ayuntamiento Constitucional y algunos otros de la Comisión de Aguas con objeto de conferenciar sobre la venida de D. Ildefonso Cerdá, Ingeniero que se va encargar en la dirección de los trabajos que motivan este Expediente, teniendo noticia de que dicho Sr. se hallaba en su casa algo indispuesto, se acordó pasar todos a tener una entrevista con dicho Sr. con el fin de felicitarle y activar dichos trabajos como en efecto se verificó, y seguido [se ha] convenido en que mañana temprano se pase a los puntos de este río donde deben emprenderse los indicados trabajos para que se haga un reconocimiento exacto de todos aquellos terrenos y por él se pueda formar el Plan de cuanto debe practicarse y para que conste se pone por diligencia que firma el Sr. presidente interino de que certifico” [14] .

El joven ingeniero –todavía en los inicios de su carrera profesional- cumplirá con lo convenido, y la mañana del 11 de abril, escoltado por un nutrido acompañamiento, se desplaza hasta los lugares donde se han proyectado los trabajos: “Diligencia por la que se acredita que en este día de la fecha cuasi todos los Sres. que componen el Ayuntamiento Constitucional, acompañados con algunos de la Comisión de Aguas y un gran número de vecinos, el Sr. D. Ildefonso Cerdá reconoció detenidamente los sitios titulados la Terrera Blanca, La Cueva Negra y otros que cita en este río y en los cuales se han de establecer los trabajos que se tienen proyectados, y después de algunos conocimientos que por personas antiguas se le dieron a dicho Sr., y después que éste manifestó alguna idea para la obra de que se trata, inclinándose por ahora a que darán principio los trabajos en dicho sitio de la Cueva Negra, de común acuerdo se retiró la comitiva a fin de no perder tiempo en las operaciones intentadas. Se autoriza en Cuevas a once de abril de mil ochocientos cuarenta y dos” [15] .

Recabados datos precisos sobre los lugares por donde debía verificarse el trazado de la futura galería y realizadas las observaciones previas sobre la orografía y geología de la zona, el facultativo solicitará la convocatoria urgente de una reunión para requerir de la Comisión de Aguas algunos recursos humanos y materiales necesarios para el desarrollo de su labor técnica: “En las Salas Capitulares de esta Villa de Cuevas a doce de abril año del sello, reunidos varios Sres. de este Ayuntamiento y Comisión a solicitud del Caballero Ingeniero, éste hizo presente que para poder formar su plano y presupuesto en forma, le era indispensable proceder a una nivelación general en la caja de este río, dando principio en el punto de la Cueva Negra y finando en la orilla del mar, para lo cual estaba dispuesto a llevarla a efecto en el día de mañana y para ello necesitaba se le pusiese a su disposición por de pronto un maestro herrero y otro de carpintero inteligentes en el arte a fin de que pudiese entenderse con ellos y mandarles hacer los utensilios que para esta y otra cualquier operación pudiese necesitar. Así también que se pusiesen a su disposición seis braceros y que entendiesen la numeración. Y últimamente hizo presente que los Sres. de este Ayuntamiento y Comisión deberían reunirse y acordar un reglamento, capaz de que con facilidad se pueda llevar a efecto todo el mecanismo de esta obra, de tal forma que cuando se necesite tomar alguna disposición no se toque ningún entorpecimiento y se lleve a efecto con la prontitud que se requiere en estos casos. En consecuencia acordaron nombrar por dichos expertos a Joaquín Baldón, herrero, y José Capel, carpintero, a quienes hicieron comparecer en acto y, enterados, aceptaron su encargo; quedando encargados en facilitar a dicho Sr. los braceros que solicita, y en que se forme el indicado reglamento que evite en parte los entorpecimientos que se puedan presentar. Así lo determinaron, de que certifico” [16] .

No se demoró mucho Cerdá en llevar a término los trabajos de nivelación y en tan sólo dos días los había concluido, ofreciendo de inmediato los resultados a la Comisión de Aguas: “En la Villa de las Cuevas a quince de abril de mil ochocientos cuarenta y dos reunidos en el oficio del Ayuntamiento los Sres. que lo componen y los de la Comisión de Aguas con el fin de conferenciar sobre dar actividad a los trabajos de las aguas, hallándose también el Caballero Ingeniero D. Ildefonso Cerdá, después que éste hizo relación de la nivelación que había practicado y que iba a formar el presupuesto para los gastos que debían ocurrir, se acordó (…)” [17] . Es esta la última presencia constatada del facultativo catalán en una junta de la empresa de aguas, pues tres días después, cuando se eleve a la Comisión el presupuesto confeccionado por Cerdá, será su ayudante quien se ocupe de exponer los pormenores del mismo: “En la Villa de las Cuevas a diez y ocho de abril de mil ochocientos cuarenta y dos, reunidos en las Salas Capitulares los Sres. del Ayuntamiento Constitucional e individuos de la Comisión de Aguas para conferenciar y resolver lo conducentea esta empresa, previa citación al efecto, se personó D. José María de Prado, profesor de Arquitectura y ayudante de Ingeniero, y en representación de D. Ildefonso Cerdá, encargado y director de las obras hidráulicas, que ha partido en la mañana de este día para Almería, presentó el presupuesto que copiado a la letra dice así: Presupuesto de gastos que podrá ocasionar en la apertura de la Zanja y construcción de la ataguía que debe cortar transversalmente el río de Cuevas de Vera en el sitio llamado la Cueva Negra, con arreglo al precio de los materiales de esta Villa según lo que me han informado los maestros mandados por el Ayuntamiento y Junta de Aguas en los diferentes ramos que comprende (…)” [18] . Tras referir con detalle las inversiones y gastos en materiales, herramientas y trabajos de excavación, concluye: “Asciende el anterior presupuesto a la cantidad de setenta y nueve mil novecientos setenta y dos reales cuatro maravedíes vellón, próximamente en atención a que en esta clase de obras no pueden calcularse los varios accidentes que pueden tener lugar durante su ejecución según ya tengo manifestado. Cuevas de Vera 16 de abril de 1842 = El Ingeniero Ildefonso Cerdá” [19] . En esta misma sesión se fijan los honorarios tanto del ingeniero como el de su ayudante: “Los Sres. D. Torcuato Soler y D. Diego Flores Valero, individuos de la Comisión de Aguas y comisionados para contratar el sueldo u honorarios con los Sres. D. Ildefonso Cerdá, Ingeniero, y D. José Mª de Prado, arquitecto y ayudante de Ingeniero, pasaron en el día de ayer a las casa de su alojamiento y conferenciando con dichos Señores se convinieron en la asignación de honorarios al primero ochenta reales diarios, y al segundo cuarenta, que es la misma cantidad que se acostumbra en otras obras hidráulicas, pero sin perjuicio de satisfacerles y remunerarles los trabajos que inviertan en las nivelaciones, levantamientos de planos, proyección de las obras y demás detalles que sean necesarios, como igualmente la formación de los presupuestos y demás antecedentes que deban conducir al buen éxito de las obras, pues que los referidos sueldos sólo se les asignan por la dirección de la obra; todo lo cual manifiestan a la Corporación para que en su vista resuelva lo que crea conducente; de todo lo cual instruida la Corporación, por lo que a ésta corresponde, aprueba en todas sus partes la Contrata, pero que en la reunión de hacendados se les haga presente para los efectos oportunos” [20] .

El relevo de Cerdà

El ayudante de ingeniero, José Mª de Prado, continuó ocupándose durante los meses sucesivos de las tareas de dirección a pie de obra, así como de la redacción de las bases para la contratación de la madera y el hierro necesarios para la apertura de la galería. Puntualmente asistía a las reuniones de la Comisión de Aguas, a cuyos miembros mantenía informados sobre las incidencias de los trabajos y las dificultades que, ya por entonces, comenzaban a ralentizar la marcha de los mismos: el principal, sin duda, lo provocaba la abundancia de agua que impedía el avance en la construcción de la cimbra al no dar abasto los sistemas de desagüe. Todo ello era conocido por Cerdá, el cual mantenía una fluida comunicación tanto con su ayudante como con los miembros de la Comisión. Es probable que el surgimiento de estos primeros inconvenientes técnicos y la imposibilidad del ingeniero de inspeccionar aquellas obras con la debida asiduidad lo animaran a tomar una decisión: “Así mismo determinaron oficiar a D. Juan Ibáñez para que se persone en ésta a la mayor brevedad como director principal de la Empresa referida según el encargo que le dejó D. Ildefonso Cerdá como consta del oficio remitido por éste con fecha veinte y dos de abril último (…)” [21] . Es decir, Cerdá depositaba su confianza en este arquitecto murciano, profesional muy experimentado en obras de captación de aguas [22] .

Lo cierto es que una semana más tarde, ya se encontraba en la villa el arquitecto hidráulico con el objeto de llevar a cabo el trabajo de campo preciso para confeccionar el plano definitivo: “En la Villa de Cuevas siendo las nueve de la noche de este día siete de junio de mil ochocientos cuarenta y dos, el Licdº. D. Juan de castro Soler, Abogado de los Tribunales nacionales, Alcalde Constitucional y Presidente del Ilustre Ayuntamiento y de su Comisión auxiliar de aguas dijo: Acaba de llegar en esta noche de la ciudad de Murcia el Ingeniero o Arquitecto D. Juan Ibáñez que substituye al Ingeniero hidráulico D. Ildefonso Cerdá durante su ausencia con el objeto de reconocer y practicar las diligencias conducentes a la Empresa de aguas de la Cueva Negra y ha manifestado que a las cuatro de la mañana siguiente ha resuelto pasar a dicho reconocimiento (…)” [23] . Y efectivamente, la madrugada del 8 de junio ya se halla el técnico murciano recorriendo los lugares por donde ha de discurrir la galería en una primera inspección de los terrenos, para ello exige que lo acompañen personas entendidas de la misma Comisión con el fin de servirle de orientación. De esta primera visita no extrae Ibáñez las suficientes nociones, por lo que decide practicar un reconocimiento más amplio para el día siguiente. A la Junta general del 10 de junio presentará ya plano de la inspección que ha llevado a término: “En la Villa de Cuevas a diez de junio de mil ochocientos cuarenta y dos, reunidos en las Salas Capitulares previa citación los Sres. del Ayuntamiento y de la Junta de Aguas con los interesados hacendadosen la empresa para la extracción de las [aguas] de la Cueva Negra (…), tenida esta reunión a consecuencia de lo acordado en el día de antes de ayer se presentó el Arquitecto Hidráulico D. Juan Ibáñez que sustituye al Ingeniero D. Ildefonso Cerdá presentando un plano de reconocimiento que ha practicado desde el sitio de la Cueva Negra hasta el denominado Peñón de Panes, y manifestando que el referido sitio de la Cueva Negra presenta abundante caudal de aguas que puede cuasar la riqueza y fertilidad de este Pueblo si hubiese continuidad y metálico para continuar esta obra tan grandiosa (…)” [24] .

Finalizados los reconocimientos, el facultativo Ibáñez marchará a Murcia el 14 de junio y la dirección, en ausencia de aquél, volverá a recaer sobre el ayudante José Mª de Prado. Unos meses después, para el 24 de agosto, el arquitecto habrá concluido el trazado del único plano completo –remitido a la Comisión de Aguas el 4 de septiembre-que se conserva de la galería de captación, sobre el que fundamentarán sus trabajos, sin apenas alteraciones, los distintos facultativos que a lo largo de un dilatado período de más de 35 años dirigieron las obras. Aquel plano iba acompañado de una Memoria, en la que, después de introducir los diversos intentos de alumbramientos de aguas durante los siglos XVIII y XIX, establecía las condiciones idóneas de construcción de la futura galería, con las obras de fábrica necesarias, y un presupuesto cuya cuantía ascendía a la nada desdeñable cantidad de 887.913 reales de vellón [25] . Que Ibáñez tuviese en cuenta las observaciones, nivelaciones y otras operaciones ejecutadas por Cerdá en su visita a los lugares de los futuros trabajos, es algo que sólo puede aventurarse, aunque sería lógico considerar que el murciano, convertido en depositario de la confianza del ingeniero catalán, insertase en su estudio técnico los datos y conclusiones de aquél.

Notas

[1] Para profundizar más, consúltese Fernández Bolea, Enrique: Agua y vida en Cuevas del Almanzora. Una historia de luchas y anhelos. (Siglos XVI-XXI), Cuevas del Almanzora, Arráez Editores, 2006, p. 115-126.

[2] Expediente formado para la prosecución de los trabajos de las minas de Toribio para la saca de aguas, 1753, Archivo Municipal de Cuevas del Almanzora (en adelante AMCA), leg. sin inv.

[3] Ibídem.

[4] Fernández Bolea, Enrique: Op. cit., 2006, pp. 124-125.

[5] Expediente para la saca de aguas en el río de esta villa de Cuevas, año de 1842, Acta de 9 de marzo de 1842, Archivo del Sindicato de Riegos de Cuevas del Almanzora (en adelante ASRCA), leg. sin inv.

[6] Sobre este período de apogeo económico en Almería, consúltese Sánchez Picon, Andrés: La minería en el Levante almeriense 1838-1930, Almería, 1983; y La integración de la economía almeriense en el mercado mundial(1778-1936). Cambios económicos y negocios de exportación, Almería, 1992.

[7] En Expediente para la saca de aguas…, Acta de 10 de marzo de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[8] Ibídem, Acta de 11 de marzo de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[9] Ibídem, Acta de 12 de marzo de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[10] Junta General de 12 de marzo de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[11] Estapé, Fabián: Vida y obra de Ildefonso Cerdá, Barcelona, 2001. En las páginas 38 y 39 se reproduce su hoja de servicios en el Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en el que había ingresado a finales de 1839, nada más acabar los estudios, y en el que permanecerá hasta finales de 1849 cuando presenta solicitud de excedencia voluntaria.

[12] Correspondencia de la Junta de Aguas, ASRCA, leg. sin inv.

[13] Junta de la Comisión, 28 de marzo de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[14] Diligencia, 10 de abril de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[15] Diligencia, 11 de abril de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[16] Diligencia, 12 de abril de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[17] Junta de 15 de abril de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[18] Junta de 18 de abril de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[19] Ibídem.

[20] Ibídem.

[21] Junta de 30 de mayo de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[22] Al comienzo de su Memoria y Presupuesto sobre la saca de aguas del Almanzora, se incluye un breve currículum profesional en donde destaca la obtención del título de arquitecto en la Academia Nacional de San Fernando, así como su pertenencia en calidad de socio numerario al Liceo Artístico y Literario de Murcia, miembro de número de la Academia de Nobles Artes de la misma ciudad, director de su Sala de Arquitectura y capitán comandante de la Sección de Zapadores de la Milicia Nacional. En Expediente con los trabajos que se están practicando en este río para el alumbramiento de las aguas, ASRCA, leg. sin inv..

[23] Auto, 7 de junio de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[24] Junta general de 10 de junio de 1842, ASRCA, leg. sin inv.

[25] En Expediente con los trabajos que se están practicando en este río para el alumbramiento de las aguas, ASRCA, leg. sin inv.

 

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© Copyright: Biblio 3W, 2006

Ficha bibliográfica

 
FERNÁNDEZ BOLEA, E. El rastro del ingeniero Ildefonso Cerdà en Cuevas de Almanzora (Almería). Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XI, nº 679, 5 de septiembre de 2006. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-679.htm>. [ISSN 1138-9796].