Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)

Universidad de Barcelona

ISSN: 1138-9796. 
Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. XI, nº 685, 5 de noviembre de 2006

NADAL, F.; URTEAGA, L.; MURO, J.I. El territori dels geòmetres. Cartografia parcel.lària dels municipis de la província de Barcelona (1845-1895). Barcelona: Diputació de Barcelona, 2006. 255 p. [ISBN: 84-9803-119-2]

Joan Capdevila i Subirana
Ingeniero Geógrafo



Palabras clave: Barcelona (provincia); Cartografía catastral; siglo XIX; Historia de la Topografía

Key words: Barcelona (province), cartography, 19th Century, topography history


Es algo habitualmente aceptado que la España del ochocientos careció de la información territorial que hubiera sido necesaria para que se pudieran aplicar las políticas que, desde las Cortes de Cádiz, querían romper con las arbitrariedades del Antiguo Régimen. La convulsa vida política y los planes poco realistas llevaron a que, por ejemplo, se quisiera reformar el régimen tributario sin contar con una estadística territorial suficiente ni con los instrumentos de control necesarios para asegurar los principios del ideario liberal. Es cierto que gobierno tras gobierno se sucedieron proyectos para paliar este déficit, pero no pasaron, a lo sumo, de las primeras pruebas. Sin embargo, trabajos como el que presentamos están empezando a matizar este panorama. Quizás la Administración Central no pudiera acometer un catastro moderno, pero sin duda los documentos que los autores han sacado a la luz, después de una encomiable y dura tarea de prospección archivística en ayuntamientos y otros fondos, son la prueba que en muchos lugares esa necesidad fue sentida y respuesta, tanto por la Administración Periférica del Estado como por la propia Administración Local, de una forma mucho más correcta de lo que cabría esperar.

La presente obra recupera 140 documentos de cartografía parcelaria correspondientes a 103 municipios de la provincia de Barcelona y confeccionados entre 1849 y 1883, ubicándolos en su contexto histórico y administrativo, explicando las circunstancias que los propiciaron e identificando a los actores que los hicieron posibles, desde sus promotores hasta sus autores. El corte temporal corresponde al periodo comprendido entre la reforma fiscal de 1845, pieza clave en los intentos de reorganización del Estado llevados a cabo por los reformistas liberales, y el anuncio de 1895 por parte del gobierno conservador de que se iba a realizar el catastro general del país por masas de cultivo y clases de terreno, dejándolo en manos de la Administración de Hacienda. El marco geográfico se corresponde con la provincia de Barcelona, donde actuó de forma activa una Comisión Provincial de Estadística, órgano de Hacienda, que es clave para comprender buena parte de los trabajos recopilados.

No se trata de un trabajo casual. Francesc Nadal Piqué y Luis Urteaga González, profesores de la Universidad de Barcelona, y José Ignacio Muro Morales, profesor de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, conforman un grupo de investigación ya consolidado sobre historia de la cartografía y de la geografía española contemporáneas [1]. La obra se compone de un completo estudio y de dos catálogos en sendos anexos, uno correspondiente a los documentos cartográficos estudiados y el otro con las reseñas biográficas de los diferentes profesionales que intervinieron en su realización. Al final de esta reseña se relacionan tanto los municipios con cartografía parcelaria catalogados como los geómetras nombrados.

El estudio es de carácter erudito, con profusión de notas a pie de página y citas bibliográficas. Está dividido en siete capítulos, que cubren el periodo abarcado dividiéndolo en tres tramos: entre 1845 y 1848, correspondiente al proceso de implantación de la contribución territorial; entre 1849 y 1854, que es cuando se llevan a cabo la mayor parte de los levantamientos catalogados, y entre 1855 y 1895, espacio de tiempo en el que la producción cartográfica local languidece hasta el anuncio citado pero donde se dan, por otro lado, las obras más completas técnicamente y mejor acabadas formalmente. Se hace especial hincapié en las personas que intervinieron directamente, destacando el papel que tuvo Enrique Antonio Berro Román (1809-1870) como Jefe de Estadística en la provincia de Barcelona; Llorenç Presas i Puig (1811-1875), hombre de ciencia relevante que también realizó algunos trabajos de agrimensura, y Pedro Crisólogo Moreno Ramírez (1819-¿?), verdadero especialista en planimetría catastral y estadística territorial, a lo que dedicó buena parte de su vida.

El primer capítulo, “La implantación de un nuevo impuesto: la contribución territorial en la provincia de Barcelona (1845-1848)”, cuenta como fue planteada la reforma tributaria de 1845 y como se solventó en primera instancia la inexistencia de catastros y censos fiables mediante el sistema de reparto de cuotas, de forma que al final resultaban ser los municipios los responsables del reparto de la carga impositiva, lo que implicaba poseer el conocimiento territorial necesario para ello. Cada ayuntamiento debía solicitar a los propietarios una evaluación general de sus bienes inmuebles y de su ganado, formándose una junta pericial de evaluación y repartimiento para comprobar su veracidad. En las capitales de provincia, donde era de preveer que se recaudaría una parte importante del impuesto, se crearon comisiones especiales con la misma finalidad. El primer reparto de cuotas se hizo en 1845 y pronto las dificultades fueron manifiestas. En Barcelona capital no hubo un Padrón de fincas urbanas y tierras hasta 1847 y en los municipios pequeños las dificultades fueron mayores al faltar organización y recursos, amén de los bajos índices de alfabetización presentes entre la población rural. Cuando hubo trabajos hay que achacárselo a la existencia de una cierta tradición fiscal, relacionada con el catastro de 1715, a la voluntad colectiva de efectuar repartimientos equitativos y a la realización de trabajos de medida sobre el terreno por parte de los funcionarios de Hacienda a partir de 1848. A pesar de las instrucciones dictadas en 1846 para la recogida de información estadística, muchos ayuntamientos optaron por las prácticas habituales de contratar el deslinde catastral a expertos, quienes además debían atender las reclamaciones de los vecinos y conseguir la aprobación del padrón resultante por parte de la administración provincial de Hacienda. Entre 1847 y 1852 se han encontrado 17 libros de medición de tierras en la provincia de Barcelona. A partir de 1849 ya se incluirá representación gráfica.

En el capítulo “La Comisión de Estadística de la Provincia de Barcelona (1848-1854)” se relatan los trabajos llevados a cabo por esta Comisión durante su  funcionamiento. Con el Reglamento de 1846 y el establecimiento de los amillaramientos de 1850, se crearon las comisiones provinciales de estadística, encargadas de aprobar las cartillas de evaluación municipales y de inspeccionar las juntas periciales que presentaran irregularidades. El Jefe de Estadística de Barcelona fue Enrique Antonio Berro Román, quien consiguió en esos seis años de existencia reunir varios oficiales de Hacienda, 31 delegados en juntas locales y un buen número de profesionales encargados de la clasificación de fincas, deslindes municipales y levantamiento de planos parcelarios. En ese periodo de tiempo fueron inspeccionados 138 municipios.

La cartografia parcelaria generada durante el periodo en que Berro estuvo al frente de la Comisión de Estadística se estudia en el tercer capítulo, titulado “Una base cartográfica para el reparto de la contribución territorial: los mapas parcelarios municipales”. A pesar de conocerse la existencia de planos parcelarios anteriores, en el siglo XIX no se conoce ninguno anterior a 1849, momento en el que la Comisión Especial de Evaluación y Repartimiento, la comisión encargada de la capital de la provincia, decide levantar uno de Barcelona ciudad. Es de destacar como dicha medida fue respaldada incluso por algunos de los miembros más poderosos del consistorio barcelonés. El levantamiento fue firmado en 1851 por Joan Soler i Mestres y uno de los principales frutos de esos trabajos es el Libro de repartimento de casas, hoy en día en el Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona, formado por cinco volúmenes con mil folios cada uno y conteniendo la información catastral relativa a las fincas urbanas del municipio en esa época. Fuera de Barcelona los primeros trabajos corresponden a los partidos judiciales de Mataró y Arenys de Mar. Los autores ven en la progresión de los trabajos una clara relación con las líneas férreas que conectaban con Barcelona, permitiendo un fácil acceso a esas zonas. De forma paralela, la Dirección General de Contribuciones Directas y Estadística ordenó, en 1850, la formación de registros generales de fincas en todos los municipios que fuesen capitales de partidos judiciales, entendiendo que serían una muestra representativa de la riqueza territorial. Berro se puso manos a la obra, explicándose así la producción cartográfica relacionada con estas ciudades.

Geómetras, agrimensores y otros profesionales que se dedicaron a este tipo de cartografía son estudiados en el capítulo 4: “Los contratistas de la estadística territorial”. Aunque los encargos podían venir tanto de Hacienda como de las corporaciones locales,  los expertos contratados fueron siempre más o menos los mismos. Entre ellos, se destaca y estudia la obra de Llorenç Presas i Puig, importante científico catalán, “examinador de agrimensores”, que realizó este tipo de actividades para complementar sus ingresos, y Pedro Moreno Ramírez, un verdadero profesional del catastro del que se conserva una importante producción, representativa de los vaivenes del mercado a lo largo del periodo estudiado. Pese a sus informes –de entre los cuales cabe destacar el volumen titulado Estadística Territorial de la Provincia de Barcelona (1858), donde recoge todo el conocimiento de este tipo de la época, pensado para demostrar la viabilidad de la realización de un catastro “a la francesa”- Pedro Moreno fue ninguneado por los responsables de la Comisión de Estadística General del Reino, creada en 1856, órgano donde se tejieron los grandes planes de información estadística que se fueron proponiendo a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX.

Es a partir de la creación de esta Comisión, que decide formar un catastro por masas de cultivo, cuando la dinámica establecida hasta el momento empieza a decaer. Así se relata en el capítulo 5, titulado “El proyecto pierde ímpetu: una cartografía a remolque de las reclamaciones y las rectificaciones de los amillaramientos”. Los planes de Madrid no prosperan: en 1859 se cambia al sistema de catastro parcelario y en 1865 se aprueba un reglamento especialmente ambicioso al pretender generar simultaneamente la cartografía topográfica y catastral, fruto del cual son las llamadas hojas kilométricas, que corresponden a los trabajos que se hicieron en los alrededores de Madrid a modo de inicio del proyecto. El año 1870 se funda el Instituto Geográfico y con él llega un nuevo enfoque de trabajo: el avance catastral. Todo este movimiento hubiera provocado la paralización de trabajos de cartografía catastral si Hacienda no hubiera llevado a cabo la primera renovación de los amillaramientos a partir de 1858, cosa que degeneró en conflictos lo suficientemente importantes como para que los municipios continuaran confeccionando cartografía parcelaria y Hacienda planos de perímetro municipal con la finalidad de llevar a cabo comprobaciones rápidas. A modo de ejemplo, se describen los casos de Sant Pol de Mar y Sant Sadurní d’Anoia.

Los mejores documentos cartográficos se realizaron, paradójicamente, al mismo tiempo en que desaparecía este tipo de documentación. Así se plasma en el capítulo 6, “Esplendor y decadencia de la estadística parcelaria (1869-1895)”. Hacienda sospechaba de la existencia de una enorme ocultación de riqueza territorial y en 1870 propone otra rectificación de los amillaramientos, que no contó con suficientes recursos. En 1878 se vuelve a rectificar, nombrándose nuevas comisiones provinciales, que tampoco obtuvieron el fruto deseado. Finalmente, en 1895 el nuevo gobierno conservador optó por impulsar un catastro general por masas de cultivo y clases de terreno. Entre los 28 documentos cartográficos generados en la provincia de Barcelona, cabe destacar la presencia de 8 atlas, todos a iniciativa de las autoridades locales, que además de los efectos fiscales también fueron utilizados como instrumento para la planificación del crecimiento urbano que se dio a finales del siglo XIX en muchas ciudades catalanas. El caso de Sant Martí de Provençals es paradigmático. Este tipo de documentos alcanzó un alto grado de embellecimiento y perfección.

El último capítulo, “Una cartografía manuscrita: guía para investigadores”, está dedicado a la explotación de la documentación hallada. Se realiza una revisión bibliográfica de los autores que han utilizado este tipo de documento, se describe la distribución geográfica de la catalogada en el libro, la distribución temporal de producción (donde destaca la correspondiente al periodo de Berro), se comenta la problemática de conservación de este tipo de documento y se describen las técnicas de levantamiento y dibujo cartográfico de la época, tan variadas como los diferentes profesionales que las acometieron. Se lleva a cabo un comentario las características cartográficas de los mapas, distinguiendo los mapas parcelarios de los mapas de perímetros municipales.

Como principal conclusión se puede afirmar que sí existió una cierta estadística territorial e incluso una cartografía catastral en muchos casos. Parece ser que en otras provincias, salvo Baleares, la cosa no fue así. Con seguridad, estudios como el presente en otras zonas españolas aportarían más conocimiento de las razones últimas sobre esta distribución tan desigual y, sobretodo, podrían sacar a la luz documentos tan valiosos como los aquí catalogados. Cierta tradición en las operaciones de medida, de acanamiento, explicarían la poca oposición por parte de las oligarquías locales a este tipo de trabajos, como sí pasó en otros lugares. Incluso por parte de algunos pequeños propietarios fueron considerados como una prueba de acreditación de propiedad, como fue el caso de los rabassaires. A partir de 1845, con la puesta en marcha de los mecanismos institucionales para la verificación y la correcta aplicación de cuotas y de la riqueza imponible, estos documentos fueron tanto un instrumento de control por parte de la Administración, como una herramienta para la reforma de Hacienda y un mecanismo de defensa por parte de los contribuyentes ante posibles arbitrariedades. Desgraciadamente, este impulso no tuvo la continuidad necesaria para completar, aunque fuera de forma desconexa, fragmentada y heterogénea, una verdadera estadística territorial. A buen seguro, el ahorro por el coste derivado de los trabajos de medida que debieron ser emprendidos fue superado, con creces, por el gasto provocado por su carencia.

El libro está magníficamente editado por la Diputació de Barcelona, con abundantes ilustraciones y tablas. Se remata con el listado de fuentes y bibliografía y dos índices, uno onomástico y otro toponímico.

Queda evidenciado, además, que la prospección documental en fondos municipales y semejantes puede deparar muchas sorpresas, matizando, perfilando, los gruesos trazos de la Historia más o menos oficial, más o menos aceptada. Como en Geografía, también hay escalas en el deambular de los hechos.

Municipios con cartografía parcelaria

1 Alella; 2 L’Ametlla del Vallès; 3 Arenys de Mar; 4 Arenys del Munt; 5 Avinyó; 6 Barcelona; 7 Cabrera de Mar; 8 Cabrera d’Igualada; 9 Calaf; 10 Caldes de Montbui; 11 Calella de Mar; 12 Campins; 13 Canovelles; 14 Canyelles; 15 Capellades; 16 Cardedeu; 17 Castellar del Vallès; 18 Castellbell i el Vilar; 19 Castellbisbal; 20 Castellcir; 21 Cerdanyola del Vallès; 22 Collbató; 23 Collsuspina; 24 Corbella de Llobregat; 25 Cornellà de Llobregat; 26 Dosrius; 27 Esparraguera; 28 Fogars de la Selva; 29 La Garriga; 30 Gavà; 31 Gràcia; 32 Granollers; 33 Horta; 34 Lliçà d’Amunt; 35 Llinars del Vallès; 36 Malgrat de Mar; 37 Manlleu; 38 Manresa; 39 El Masnou; 40 Mataró; 41 Moià; 42 Molins de Rei; 43 Monistrol de Montserrat; 44 Montmany de Puiggraciós; 45 Montnegre; 46 Olzinelles; 47 Palafolls; 48 Palau de Plegamans; 49 El Papiol; 50 Piera; 51 Pineda de Mar; 52 La Pobla de Claramunt; 53 Polinyà; 54 Prats de Lluçanès; 55 Premià de Mar; 56 Puigdàlber; 57 Rellinars; 58 Ripollet; 59 La Roca del Vallès; 60 Roda de Ter; 61 Rubí; 62 Sallent; 63 Sant Andreu de Llavaneres; 64 Sant Boi de Llobregat; 65 Sant Cebrià de Vallalta; 66 Sant Celoni; 67 Sant Cugat del Vallès; 68 Sant Esteve de Palautordera; 69 Sant Feliu de Llobregat; 70 Sant Feliu Saserra; 71 Sant Fruitós de Bages; 72 Sant Hipòlit de Voltregà; 73 Sant Iscle de Vallalta; 74 Sant Joan Despí; 75 Sant Llorenç Savall; 76 Sant Martí de Provençals; 77 Sant Martí Sescorts; 78 Sant Pere de Terrassa; 79 Sant Pere de Vilamajor; 80 Sant Pol de Mar; 81 Sant Sadurní d’Anoia; 82 Sant Sadurní d’Osormort; 83 Sant Vicenç de Montalt; 84 Santa Creu d’Olorda; 85 Santa Eugènia de Berga; 86 Santa Maria de Corcó; 87 Santa Maria de Palautordera; 88 Santpedor; 89 Sentfores; 90 Sentmenat; 91 Sitges; 92 Teià; 93 Tiana; 94 Tordera; 95 Torrelles de Llobregat; 96 Vacarisses; 97 Vallgorguina; 98 Vic; 99 Viladecans; 100 Vilafranca del Penedès; 101 Vilanova i la Geltrú; 102 Vilassar de Dalt; 103 Vilassar de Mar.

Nómina de geómetras

1 Arola i Tatger, Josep; 2 Ballester, Lluís; 3 Bladó, Narcís Josep M.; 4 Blat i Oliveras, Jacint; 5 Botiñà i Ponsa, Francesc; 6 Caballol, Ignasi; 7 Camps i Prats, Ignasi; 8 Casacuberta, Domingo; 9 Casanovas i Rabanalls, Vicente; 10 Casanova i Llurdellas, Antoni; 11 Casassas, Josep; 12 Castro, Miguel de; 13 Codina, Ramon Antoni; 14 Cortès i Pla, Josep; 15 Déu i Torres, Josep; 16 Forasté, Francesc; 17 Garriga i Roca, Miguel; 18 Gauran, Carles; 19 Guix, Pelegrí; 20 Inglada i Estrada, Josep; 21 Julià, Josep; 22 Laur, Jean-Antoine; 23 Maymó i Llimona, Antoni; 24 Mestres i Esplugues, Josep Oriol; 25 Moliner, Albert; 26 Moreno y Ramírez, Pedro Crisólogo; 27 Murinot, Joan; 28 Orta, Joan Antoni; 29 Pench, Alexandre; 30 Pié i Bové, Josep; 31 Pons i Dalmau, Leandre; 32 Presas i Parellada, Emili; 33 Presas i Puig, Llorenç; 34 Puigrefagut, Josep Jaume; 35 Quera i Torras, Ramon; 36 Renom, Francesc; 37 Reventós i Amiguet, Isidre; 38 Ribalta, Nicolau; 39 Ribas i Parellada, Pere; 40 Sabater i Palet, Medir; 41 Salichs i Valls, Josep; 42 Sallent, Fèlix; 43 Sallent i Feliu, Francesc; 44 Sans, Daniel; 45 Serra i Bonet, Joan; 46 Soler, Josep Francesc; 47 Soler i Linés, Tomàs; 48 Soler i Mestres, Joan; 49 Sorrarain, Rafael de; 50 Sureda i Deulovol, Martí; 51 Torras i Espigulé, Josep; 52 Torrents, Sebastià; 53 Vallcobra i Campmany, Dimas; 54 Vendrell, Tomàs; 55 Vidal, Lleonard; 56 Vila, Esteve; 57 Vilardebó i Moret, Salvador; 58 Zaragoza, José Romualdo.

Notas

[1] Los trabajos de este grupo han sido reseñados en CAPEL, H. Un ambicioso programa de investigación sobre Historia de la Cartografía española contemporánea. Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. X, nº 564, 10 de febrero de 2005. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-564.htm].


© Copyright Joan Capdevila i Subirana, 2006

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Ficha bibliográfica
 
CAPDEVILA i SUBIRANA, Joan. Nadal, Francesc; Urteaga, Luis; Muro, José Ignacio. El territori dels geòmetres. Cartografia parcel.lària dels municipis de la província de Barcelona (1845-1895). Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XI, nº 685, 5 de noviembre de 2006. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-685.htm>. [ISSN 1138-9796].