Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
(Serie documental de Geo Crítica)
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9796.
Depósito Legal: B. 21.742-98
Vol. XIII, nº 776, 25 de febrero de 2008

EL ENCANTO DE LO RURAL, LOS TÉRMINOS DEL DEBATE SOBRE LA MIGRACIÓN HACIA ÁREAS RURALES
DESDE LA GEOGRAFÍA BRITÁNICA Y LAS CONTRIBUCIONES ESPAÑOLAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN
[1]

Miguel Solana Solana
Grup de Recerca sobre Migracions (GRM)
Departament de Geografia
Universitat Autònoma de Barcelona
AntonioMiguel.Solana@uab.cat


El encanto de lo rural, los términos del debate sobre la migración hacia áreas rurales desde la geografía británica y las contribuciones españolas. Un estado de la cuestión (Resumen)

Desde la geografía británica hace tiempo que se vienen analizando las migraciones que con origen en las principales ciudades del país se dirigen hacia las áreas rurales. Un reverso del éxodo rural que como tal empezó a detectarse a mediados de los años 60 en los estudios pioneros de R.E. Pahl. El interés de las aportaciones británicas no sólo recae en el análisis sociodemográfico de dicha migración, sino que sus contribuciones ponen de relieve la complejidad de los procesos de cambio en el que se encuentra inmerso el rural británico. Temas como la gentrificación de dichos espacios, el debate sobre el envejecimiento o rejuvenecimiento que comporta dicha migración, los conflictos que acarrea la recepción de nueva población o la aparición del término campo postproductivo, son sólo algunos ejemplos de la ambición de dichos estudios. La situación en España y Cataluña dista de alcanzar la cantidad y la profundidad de estos estudios. Detectado desde hace algunos años el proceso de crecimiento de numerosos municipios rurales, la atención se ha concentrado prioritariamente en poner de relieve la magnitud del fenómeno pero dejando más al margen el estudio de las causas y las consecuencias que está comportando esta migración. Aunque una simple trasposición de las aportaciones británicas al caso español no es ni recomendable ni apropiado –debido a las grandes diferencias entre las áreas rurales de ambos países- sí que aporta sugerentes ideas y temas de discusión que conviene tener en cuenta para el enriquecimiento de los estudios que, desde la geografía y otras disciplinas de las ciencias sociales, se plantean sobre esta temática.

Palabras clave: rural, migración ciudad-campo, Gran Bretaña


The rural idyll, the terms of the debate on migration to rural areas from the British geography and the Spanish contributions. A state of the art (Abstract)

For a long time British geographers have been analyzed the migrations that, with origin in the main cities, goes towards the rural areas. This process was detected in the middle of the sixties from the pioneering studies of R.E. Pahl. The interest of British contributions not only falls to the socio-demographical analysis of this migration, but its contributions put of relief the complexity of the change processes in which is immersed the rural in Great Britain. Subjects like the gentrification of these spaces, the debate on the aging or rejuvenation that brings this migration, the conflicts that carries the reception of new population or the apearance of the term post-productive field, are only some examples of the ambition of these studies. The situation in Spain and in Catalonia is far to reach the amount and the depth of these studies. The growth of numerous rural municipalities has been detected but the attention has been concentrated primarily in putting of relief the magnitude of the phenomenon but leaving more to the margin the study of the causes and the consequences that this migration involves. Although a simple transposition of the British contributions to the Spanish case is neither recommendable nor apropriate - due to the great differences between the rural areas of both countries-, they provide suggestive ideas and subjects of discussion that can enrich the studies.

Key words: rural, urban-rural migration, Great Britain


Las ciudades han sido lugar de destino para una gran parte de la población rural a lo largo de los últimos siglos. La consolidación y extensión del capitalismo ha hecho que la mayor parte de la inversión y, consiguientemente, de los flujos de población se hayan dirigido preferentemente a las áreas urbanas, en lo que habitualmente se denomina como  proceso de urbanización y en el otro extremo, éxodo rural. Este panorama muestra unos primeros signos de agotamiento desde finales de los años sesenta y principio de los setenta, especialmente por lo que respecta a la distribución y a los desplazamientos de la población.

Uno de los aspectos sobre el cual se ha focalizado más la atención ha sido la estabilización y el posterior decrecimiento de población que se observó desde principios de los años setenta en las metrópolis americanas y europeas frente a una reducción de las pérdidas de población y, a veces, un crecimiento poblacional de las pequeñas y medianas ciudades, así como de ciertas áreas rurales, que se habría producido básicamente como consecuencia de un saldo migratorio positivo. Pero en la actualidad hay numerosas dudas respecto al alcance y consolidación en el tiempo de este fenómeno. En los años ochenta el proceso parecía, a partir de diversas evidencias empíricas recogidas en diferentes países, haberse detenido de manera significativa (Champion, 1989; Fuguitt, 1985).

En el caso de España, los desplazamientos masivos –especialmente aquellos de carácter interregional- de la segunda mitad de este siglo constituyen un fenómeno extraordinario, hasta cierto punto aislado, que decae fuertemente en los años setenta perdiendo peso en favor de flujos migratorios más generalizados geográficamente, bidireccionales entre áreas y con un aumento del predominio de los que corresponden a distancias cortas (Cardelús, Pascual de Sans, Solana Solana, 1999; Pujadas, García Coll, Puga 1995).

La ralentización en el crecimiento de las ciudades y las áreas próximas ha dado lugar, por una parte, a un amplio debate sobre el alcance y los factores tanto económicos como sociales que están en la base de estos cambios en la distribución de la población. La migración hacia las áreas rurales y las pequeñas ciudades en entornos cada vez más alejados de la ciudad aparece como una manifestación clara y novedosa en las nuevas dinámicas territoriales. Por otra parte, se hace evidentes la existencia de todo un conjunto de impactos: demográficos, económicos, laborales, políticos, etc., sobre las áreas rurales, que invitan a profundizar y reflexionar sobre su magnitud y dirección.

Incertidumbres conceptuales e imprecisiones sobre la magnitud y dirección de los cambios

El debate sobre la definición y el alcance de estas nuevas pautas de distribución de la población está centrado en los estudios realizados por los investigadores anglosajones –Estados Unidos y Gran Bretaña, fundamentalmente- y, por tanto, focalizado en estos países. Fue en Gran Bretaña donde primero se detectó y estudió este fenómeno (Pahl, 1965, 1966). Pero los primeros autores que teorizaron sobre estas tendencias fueron Beale (1975) y Berry (1976) desde Estados Unidos, el cual utilizó el concepto de counterurbanisation para describir esta nueva situación. Un concepto que hizo fortuna y se expandió rápidamente en el ámbito académico. Berry lo situó como el reverso de la urbanización. Los estudios se centraron en el análisis de los datos de la población y de los flujos migratorios entre las áreas metropolitanas y no metropolitanas, definidas según los criterios establecidos por el Bureau of Census americano.

Toda una serie de conceptos han surgido alrededor de este nuevo proceso: core-periphery migration, dispersal, resurgence, population turnaround, migration turnaround, population reversal, rural renaissance, urban exodus, etc. La definición, como se puede observar es bastante imprecisa, tal como señaló y criticó Cloke (1985) o posteriormente Champion (1989) y Fielding (1990), en una serie de estudios de referencia sobre el tema. En fechas más recientes, Halliday y Coombes (1995) todavía remarcan que el concepto adolece de falta de rigor y de una definición clara.

Una de las precisiones más importantes al debate en términos de definición conceptual, desde una posición de mayor elaboración teórica, fue realizada por Fielding ya en el año 1982 y posteriormente recogida por Champion (1989), Halliday y Coombes (1995), así como por otros investigadores que han analizado las nuevas pautas de poblamiento en diversos países del capitalismo central. Esta precisión toma como elemento básico la creciente movilidad habitual de la población y la consiguiente ampliación del espacio de vida de los individuos y el crecimiento territorial del área de influencia de la ciudad. Esta precisión sobre las áreas de commuting es de gran importancia debido a la constatación del incremento territorial de las áreas metropolitanas por la mejora de las conexiones, las redes transporte y la accesibilidad generalizada a los medios de transporte individual. Uno de los elementos que se suele utilizar para la delimitación de estas áreas metropolitanas –la movilidad entre el lugar de residencia y el lugar de trabajo- mostraría el incremento progresivo de la disociación entre el lugar de residencia y el lugar de trabajo, y las mayores distancias que van alcanzando en las sociedades occidentales. Y es que, tal como indica Fuguitt (1985), las áreas metropolitanas, como las ciudades, crecen o bien  añadiendo población al territorio existente o añadiendo más territorio a las áreas existentes. En este sentido, es importante diferenciar entre la suburbanización o periurbanización, como reflejo de esta migración a áreas rurales próximas a los centros metropolitanos y que constituiría simplemente una extensión territorial de la ciudad, frente a la contraurbanizacion y el reavivamiento y la nueva dinámica de las áreas rurales más remotas.

Tampoco la persistencia en el tiempo de estos cambios desde los años setenta quedaría clara. Los estudios comparativos efectuados entre diversos países y el volumen de literatura científica con el que se cuenta en la actualidad muestran situaciones divergentes entre los países y regiones, y situaciones de cambio a escala temporal. Como ya se ha apuntado anteriormente, en los años ochenta parece que se produce un giro en la situación con el empuje, de nuevo, de un crecimiento superior de las áreas metropolitanas en comparación con el resto del territorio (Blotevogel, King, 1996; Champion, 1989; Fuguitt, 1985) o el desarrollo de una contraurbanización con unas características diferentes (Fielding, 1990). La comparación entre diferentes países tampoco ha ayudado a clarificar las cosas. En parte, por la propia variabilidad interna en cada estado, donde las pautas regionales pueden presentar caminos diferentes (Champion, Coombes, Fotheringham, 1998, Kontuly, 1998; Lewis, 2000). En parte, por la dificultad que supone tener en cuenta la organización territorial de los diferentes países y las diferencias entre éstos a la hora de la recopilación de datos y variables para el estudio de la población y las migraciones.

El reverso de la migración campo-ciudad ha tenido su reflejo en la literatura científica española y catalana a partir de los años ochenta, cuando se reciben las ideas y reflexiones que se formulan a partir del caso americano y de la Europa Occidental. La recepción de dichas ideas se incorpora primordialmente al análisis de los procesos de ralentización del crecimiento urbano, que se comienzan a perfilar en un primer momento en las dos grandes metrópolis del país, Barcelona y Madrid. La situación del resto de las grandes ciudades españolas muestra una situación más dispar y, en no pocos casos, se encuentran todavía en crecimiento. La producción en torno al análisis de estos procesos es abundante. Conceptos como rururbanización, suburbanización, contraurbanización y el mucho más utilizado de periurbanización, dan idea del interés por el estudio de la difusión de la población de las grandes ciudades sobre su periferia, los límites de esta dispersión y la incidencia sobre el entorno más o menos próximo. En los años noventa entra con fuerza el término ciudad difusa (Indovina, 1990, 1998; Nel.lo, 1998a, 1998b).

En el caso de España ya es posible encontrar algunos trabajos pioneros a finales de los años setenta y ochenta, referidos en gran parte al análisis de los procesos de urbanización de los espacios rurales colindantes a la ciudad de Madrid (Estebánez, 1981; Gutiérrez Puebla, 1985; Valenzuela, 1976, por citar algunos ejemplos) o reflexiones más amplias sobre el conjunto de España (Precedo Ledo et al, 1985). Dicha expansión de la ciudad se conceptualiza normalmente como periurbanización, un concepto ampliamente utilizado por los geógrafos españoles y que, en principio, se aplicaría al estudio de la difusión de la población fruto de la emigración desde la ciudad hacia su entorno más próximo, áreas periféricas a las ciudades que en muchos casos ya han perdido gran parte de las características que permitirían conceptualizarlas como rurales. La introducción del concepto de contraurbanización y la aplicación de dicha conceptualización y sus presupuestos teóricos al análisis de las relaciones migratorias campo-ciudad y las nuevas formas de poblamiento en España es posterior, ya en los años noventa y se produce de la mano de pocos investigadores (Arroyo, 2001; Durà Guimerà, 1995; Ferrás Sexto, 1994, 1998a).

Dentro de la investigación de las nuevas formas de poblamiento y las dinámicas de los flujos migratorios internos cabe enmarcar un conjunto de estudios, bastante recientes, que inciden en la revitalización y recuperación de la población y la sociedad rural (Camarero, 1991, 1993; García Pascual, 2000; García Sanz, 1994, 1997, 2003, Solana Solana, 2006). A partir de estos estudios se constata que a la finalización del éxodo rural masivo se ha sucedido una recuperación significativa de la población en los municipios de menos de 10.000 habitantes, aquellos que la terminología del Instituto Nacional de Estadística define como no urbanos. García Pascual (2000) ofrece unos datos bastante ilustrativos de dicho proceso si se compara la evolución de la población entre 1981 y 1991 frente al período 1991-1998. El primero está marcado por una pérdida de población superior a las 262 mil personas (un -2,6%) mientras que en el siguiente período estos municipios registran un balance positivo, de cerca de 270 mil habitantes (+2,8%). Pero como se remarca en éste y en los otros estudios citados anteriormente, el crecimiento no es homogéneo y aunque sí que se puede apuntar hacia una cierta atenuación generalizada de la evolución poblacional y migratoria de signo negativo, todavía amplias áreas rurales presentan una situación marcada por la pérdida de población producto de saldos migratorios y/o saldos naturales negativos.

En este sentido, Cataluña es una de las regiones en que dicha inversión de tendencias se presenta más claramente. Los análisis toman normalmente como marco de referencia la Región Metropolitana de Barcelona, territorio sobre el cual existe una consolidada tradición en el estudio y evolución de las pautas de poblamiento y la migración interior. Básicamente se toma como centro de referencia el municipio de Barcelona y la conurbación que, como continuum urbano, se articula a su alrededor (Mendizábal, 1995; Módenes, 1998; Nel.lo, Duran, 1998; Pujadas, Mendizábal, 1991; Pujadas et al, 1991; Serra, 1997). Son estudios que evalúan las dinámicas de los flujos migratorios internos y su repercusión en la modificación del sistema de poblamiento dentro de los límites de la RMB, aunque algunos estudios ya señalan y advierten de la necesidad de considerar espacios más amplios, que desbordan claramente las fronteras metropolitanas.

La tendencia general muestra el creciente nivel de difusión de la población sobre el territorio y las dinámicas de mayor crecimiento que se observan no sólo hacia los municipios de menor tamaño sino que también se encuentran cada vez más alejados de la conurbación barcelonesa y los principales núcleos de población. La última década marca una inflexión en este proceso. Inflexión que ya se venía perfilando durante los años ochenta (García Pascual, Larrull, 1998; García Pascual, 2003; Gil Alonso, Pascual i Ruiz, Sánchez Sánchez, Solana Solana, 1995; López Palomeque, 1996). El conjunto de municipios rurales detiene fuertemente sus pérdidas y un grupo cada vez más numeroso muestra una tendencia hacia la estabilidad o el crecimiento de la población. Obviamente, tal evolución está condicionada no tan sólo por el tamaño del municipio, en una suerte de correlación negativa entre tamaño y crecimiento, sino también por la estructura económica y su localización. La heterogeneidad de tendencias marca una situación compleja, variada e interesante (Ajenjo et al, 1993; Arribas, Mendizábal, 1991; Cabré, Pujadas, 1984; García Pascual, Larrull, 1998; García Pascual, 2003; Módenes, Pascual, 1998).

Como se puede comprobar, normalmente el interés se centra en la ciudad, en lo urbano, como marco prioritario de referencia. El estudio sobre la difusión o la dispersión se realiza desde la perspectiva de la ciudad y tomando como referencia las pérdidas y los efectos de estas pérdidas sobre la ciudad central y su entorno más inmediato. Por lo tanto, no es de extrañar el predominio de conceptos que incorporan la palabra urbe y urbanización en el estudio de estos procesos. Esta puntualización intenta poner de relieve la posición secundaria y, hasta cierto punto subordinada, en que ha caído lo rural y, específicamente, el estudio de las dinámicas demográficas y migratorias en el espacio rural.

Factores que explican esta situación confusa: trabajo, preferencias residenciales y calidad de vida

Aparte de intentar llegar a una definición de las nuevas pautas de poblamiento dentro de una situación compleja y heterogénea, es todavía más interesante hacer mención de los intentos por delimitar cuales son los factores que se encuentran detrás de estas pautas de localización de la población. Dos grupos de explicaciones principales han surgido en este debate.

En primer lugar, las que se refieren al trabajo y los cambios en las pautas de localización de la actividad económica (Cloke, 1985; Cloke, Thrift, 1990; Cross, 1990;  Fielding, 1982; Frey, 1993; Halliday, Coombes, 1995, Murdoch, 1998). Según este planteamiento la actual distribución territorial de la economía y la división espacial del trabajo que se deriva de la misma ha tenido como consecuencia una reestructuración no tan solo en la estructura de los mercados laborales sino que ha ocasionado cambios a su vez en la distribución espacial de la ocupación. Por tanto, se habría producido una dispersión del trabajo desde los centros urbanos metropolitanos y su periferia hacia las áreas rurales. La subsiguiente dispersión de la población seguiría estas nuevas pautas en la localización de las oportunidades de empleo.

Otro grupo de explicaciones pone el acento en factores vinculados a la sociedad y la cultura y, de manera más concreta, a las nuevas preferencias residenciales de la población. En este sentido, la población buscaría un nuevo tipo de vivienda que se acomode a unas determinadas características de calidad y localización. En numerosos casos, como respuesta a los cambios producidos a lo largo del curso de vida de las personas y la formación de las familias, con la consiguiente demanda de más espacio y la aparición de otro tipo de aspiraciones residenciales y ambientales (Fielding, 1992, 1993). Este es un planteamiento, sin embargo, en el que a menudo se echa en falta una mayor atención al conflicto y las contradicciones que surgen entre las preferencias de las personas frente a las constricciones que impone el mercado de la vivienda. El planteamiento sólo en términos de expectativas y preferencias residenciales queda sesgado si no se tiene en cuenta cómo actúan los mecanismos selectivos del mercado de la vivienda, los cuales delimitan las posibilidades residenciales a partir del precio de la vivienda y, por tanto, a partir de la clase social.

Relacionado íntimamente con este segundo grupo de explicaciones, iría ligado el concepto calidad de vida y calidad ambiental como motor principal de los cambios residenciales y el aumento de la migración hacia áreas rurales (Champion, Coombes, Fotheringham, 1998, Findlay, Rogerson, 1993; Halfacree, 1996; Williams, Jobes, 1990). En este sentido, el concepto ambiente no sólo tomado en su vertiente física sino también social. Es habitual encontrar expresiones en la literatura británica, pero en especial desde una perspectiva específicamente inglesa, referidas al idilio rural (Bunce, 1994; Champion, Coombes, Fotheringham, 1998; Cloke, Phillips, Thrift, 1995; Fabes, Worsley, Howard, 1983; Gorton, White, Chaston, 1998; Mingay, 1994), como una parte consustancial de la herencia cultural del país. La construcción histórica de este concepto se ha hecho a menudo desde planteamientos que han primado una visión conservadora, estable y ordenada del mundo rural frente al caos, el desorden y la mezcla, términos que se asocian a las ciudades. En este sentido, lo rural seria uno de los mejores reflejos de la identidad del país y de la conservación de sus valores, una imagen de una Englishness mítica y bucólica, alejada de cualquier tipo de conflicto social o étnico.

Pero en definitiva el debate sobre los factores y motivaciones que producen esta migración hacia el mundo rural no ha encontrado y posiblemente no encontrará una resolución clara y definitiva. Y es que más que de modelos contrapuestos, se habría de tener en cuenta su complementariedad. Las diferencias vienen más marcadas por el énfasis que se hace en una serie de factores sobre los otros. Uno de los puntos que conviene destacar es que la variable trabajo pierde relevancia como factor explicativo para una parte importante de los movimientos internos en los países occidentales (Champion, Coombes, Fotheringham, 1998; Findlay, Rogerson, 1993). Esta afirmación no niega la importancia que los mercados de trabajo y su funcionamiento tienen sobre la dinámica migratoria, pero sí hace conveniente tomar más en cuenta otros elementos de tipo social y cultural para una mejor comprensión de las dinámicas migratorias internas en estos países.

La selectividad de la migración hacia el entorno rural

¿Rejuvenecimiento o geriatrificación de las áreas rurales?

La migración acostumbra ser un fenómeno altamente selectivo en términos demográficos y sociales. Un aspecto importante del proceso migratorio es la edad. Los grupos con una mayor propensión al desplazamiento se encuadran entre los veinte y los treinta años de edad. El acceso a la educación superior, la entrada en el mercado laboral y, especialmente, el matrimonio y la formación de familia son los elementos que explican estas pautas de movilidad comunes a la mayoría de las sociedades (Boyle, Halfacree, Vaughan, 1998). Sin embargo, el estudio de la migración hacia las áreas rurales partió en sus inicios de la suposición de que era un fenómeno compuesto de manera significativa por los grupos de más edad. En muchos casos aparecía la migración ligada a la jubilación, a la retirada definitiva del mercado de trabajo y a la posibilidad de vivir en un ambiente más agradable, pacífico y sano, y de acuerdo con las preferencias residenciales de estos grupos de población, que ya no están atados a una localización específica en función de su trabajo (Stillwell, Rees, Duke-Williams, 1996).

No obstante, esta perspectiva ha sido ampliamente criticada a partir de los estudios realizados en Gran Bretaña. El fenómeno muestra una mayor complejidad por lo que hace referencia a los grupos de edad de las personas involucradas en este proceso (Fielding, 1990; Findlay, Short, Stockdale, 1999). En este sentido, los estudios señalan los diferentes comportamientos migratorios y los espacios de origen y destino de los migrantes en relación a su edad y, por tanto, en relación a su posición en el curso de vida. Londres y las principales áreas metropolitanas británicas muestran una clara situación de expulsión de población en términos netos que, sin embargo, presenta un signo positivo en el caso de los grupos de población entre los veinte y los treinta años (Coombes, Charlton, 1992). Por el contrario, los máximos niveles de pérdida de las principales áreas urbanas del país en términos demográficos se sitúan entre los treinta y los cincuenta años de edad (Champion, Coombes, Foetheringham, 1998; Ford, Champion, 2000). La dirección de estos flujos es predominantemente hacia los suburbios y las áreas rurales. Se trata de una migración familiar que desplaza a grupos familiares completos (Halfacree, 1996).

La recomposición en términos demográficos de la población, tanto en las áreas urbanas como en las áreas rurales, muestra un sentido contradictorio y los estudios señalan esta disparidad en el sentido de la incidencia, ya que los efectos sobre la estructura por edad son diversos en las áreas rurales dependiendo básicamente de su localización y su conexión con las áreas metropolitanas (Findlay, Short, Stockdale, 1999). Por tanto, los efectos demográficos, en términos de rejuvenecimiento (Fielding, 1990, Findlay, Short, Stockdale, 1999) o de geriatrificación (Champion, Coombes, Fotheringham, 1998; Cloke, Phillips, Thrift, 1995) de las estructuras de la población, será diversa según el tipo de área rural.

Los profesionales y los otros: en torno a la clase social 

La otra característica que concentra gran parte del debate sobre la migración hacia el medio rural es de gran interés ya que se relaciona con la diferente participación de las clases sociales en estas migraciones y su incidencia sobre las sociedades rurales de destino. El concepto clase aparece con profusión en estos estudios y no deja de ser paradójico cuando en la mayor parte del análisis que se efectúa entorno al estudio de la migración, este concepto ha perdido vigencia o incluso desaparecido enfrente de otros conceptos como son género, etnicidad o nacionalidad. Tal como indican Cloke, Phillips y Thrift en un estudio fundamental sobre las áreas rurales y la clase media,

"Class formation has all but disapeared from the mainstream of intellectual attention. All the attention now focuses on social divides such as gender and sexuality, ethnicity and ecological consumption, of which the ‘cultural turn’ in so many subjects in the social sciences and humanities is both a cause and a symptom. (…). The theoretical representation of class has changed. Thus, conventionally, class is now read as co-determinant with gender, race and so on: gender, race and so on no longer just produce variations on the basic theme of class (...) but are seen as inextricably involved in class formation. Secondly, it might be argued that class has become ‘more cultural’ for reasons we develop below. Thirdly, given this latter point, the determinants of class may have changed to such a degree that we no longer recognise them" (Cloke, Phillips y Thrift, 1995, p. 220-222)

El concepto de clase social no es fácil de estudiar y utilizar en ciencias sociales. A su redefinición actual y a la confusión que se produce al intentar definirlo (Murdoch, 1995; Phillips, 1993) se añaden los problemas de encontrar datos que se relacionen con esta variable. De manera generalizada, desde la geografía y la sociología británica se ha considerado la variable ocupación o profesión como una de las claves para delimitar los diferentes grupos sociales. La migración hacia las áreas rurales estaría protagonizada –algunos autores llegan a utilizar el termino de capturada (Hoggart, 1997) o colonizada (Cloke, Phillips, Thrift, 1995; Murdoch, 1995; Phillips, 1993)- por los dos primeros grupos: managers y professionals, que se agrupan bajo el concepto ampliamente difundido de service class, pero que no es infrecuente encontrar en relación o como sinónimo de la middle class o de la new middle class. Una equivalencia no del todo bien resuelta y que escondería una serie de matices que confunden y distorsionan el sentido de ambos conceptos. La service class sería un segmento de la clase media y su delimitación vendría caracterizada básicamente por su posición en el mercado de trabajo, en el cual contaría con una mayor consolidación y estabilización. Y, a la vez, un mayor nivel de cualificación profesional, la cual legitima su posición en la sociedad a través de la utilización de capital simbólico y cultural, debido a su menor capacidad económica que la burguesía o las clases propietarias (Bourdieu, 1984; Cloke, Phillips, Thrift, 1995; Halfacree, Johnson 1992,  Murdoch, 1995; Urry, 1995)

"A key factor that distinguishes the professional and managerial workers who comprise the service classes from other middle classes, such as clerical workers and the self-employed, is a contractual relationship that gives more work autonomy, comparatively easy promotion, generally higher remuneration and relatively secure career structures. Given relatively rapid job changes and comparative residential freedom, service class members are well placed to achieve their life goals (...). The rural dimension is that (fractions of) the service classes are said to have a particular interest in enhancing their cultural capital by acquiring a rural home or moulding the countryside to their tastes" (Hoggart, 1997, p. 256)

El protagonismo de estos grupos sociales ha llevado a considerar la existencia de un intenso y extenso proceso de gentrificación o elitización social en gran parte del territorio rural británico. En este sentido, planteado como el desplazamiento de la población autóctona, en su mayoría agricultores o pertenecientes de manera amplia a la clase trabajadora, working class, por esta service class. Pero según Phillips (1993), la aplicación del concepto al medio rural adolece de suficiente reflexión teórica, en contraposición a los numerosos estudios que se han centrado en el medio urbano y que han dado lugar a una definición plural y amplia, que debería servir de referente para su aplicación en el rural, donde a menudo falta una mayor reflexión sobre los procesos que subyacen a este fenómeno y la complejidad social de los grupos implicados (Phillips, 2005).

La magnitud de estos flujos migratorios hacia las áreas rurales pone sobre el tapete la siempre espinosa cuestión del desplazamiento de los trabajadores, en sentido estricto, por otros grupos sociales. Y lo hace centrando el estudio sobre el medio rural e intentando establecer los paralelismos y diferencias que dicho proceso de elitización social tiene sobre éste en contraposición/relación con la ciudad (Champion, Coombes, Fotheringham, 1998; Cloke, Thrift, 1990; Cloke, Phillips, Thrift, 1995; Phillips, 1993).

La preeminencia de esta perspectiva, que pone el acento en el estudio y la consideración de ciertos grupos sociales, ha tenido como consecuencia el que algunos autores la hayan calificado como la nueva ortodoxia de los estudios sociales del ámbito rural (Phillips, 1993, Cloke, Phillips, Thrift, 1995, Halfacree, 2001). Y ha ocultado a su vez algunos de los problemas y conflictos subyacentes producto de esta recomposición social del medio rural. En primer lugar, se ha dejado al margen el estudio de la migración hacia el ámbito rural desde una perspectiva que ponga de manifiesto la complejidad del fenómeno y la complejidad que presenta la recomposición social de las áreas rurales (Halfacree, 1991, 2001; Hoggart, 1997; Philips, 1993; Urry, 1995).

"Our research suggests that such marginalised dwellers, the marginal gentrifiers and the petit property dealer should be added to the list of significant rural colonisers alongside the more classical middle-class occupationally sustained rural colonist (...). The image makers in the service class produce images that express an idyllic cultural texture of the rural that is then disseminated by the mass media and marketing agencies; this image of the countryside is bought and accepted by people from a wide range of class backgrounds; the culture (and arguably thereby power) of the service class has become hegemonic" (Cloke, Phillips, Thrift, 1995, p. 232-233)

El postmodernismo, en este sentido, ha dado una mayor importancia al estudio de los otros en el mundo rural, de los que no son blancos, pertenecientes a la clase media, con una educación media y superior y heterosexuales (Cloke, Phillips, Thrift, 1995; Halfacree, 1991, 1997; Phillips, 1993; Halfacree, 2003).

Otra de las críticas se centra en el supuesto, que aparece en gran parte de los estudios, que considera la clase media o la service class como una unidad que actúa de manera conjunta y unitaria, sin considerar los conflictos internos (Cloke, Thrift, 1990; Cloke, Phillips, Thrift, 1995; Savage et al, 1992; Urry, 1995). Unidad que se acentúa al considerar de forma dualizada la actuación de los recién llegados frente a la población autóctona. Numerosos estudios revelan la complejidad social y las estrategias diferenciadas que no sólo los recién llegados tienen entre sí, sino la creación de alianzas en torno a los intereses comunes que permeabilizan y ponen en contacto los diferentes grupos sociales y que rompen las fronteras entre inmigrantes y autóctonos (Cloke, Thrift, 1990).

Incidencias en el medio rural: debates y conflictos

Uno de los apartados que ha acaparado una mayor atención por parte de los investigadores británicos ha sido el impacto que estos flujos migratorios tienen sobre diversas esferas del mundo rural. Tres han sido los aspectos que han llamado más la atención y a los cuales se han dirigido la mayor parte de las investigaciones. En primer lugar, la incidencia en los mercados de trabajo; en segundo lugar, el impacto sobre el mercado de la vivienda y, por último, la incidencia en el poder político local y, en especial, en relación a los ámbitos de la planificación territorial.

El impacto sobre el mercado de trabajo rural, en general y contra lo que se podría esperar, ha sido un ámbito poco estudiado y considerado desde la geografía británica. La consideración de que estos migrantes continuaban manteniendo su puesto de trabajo en las ciudades hacia las que se dirigirían cotidianamente a trabajar no ha favorecido un estudio en mayor profundidad de la incidencia directa e indirecta que la migración ha tenido sobre el mercado de trabajo rural (Findlay, Short, Stockdale, 1999, 2000; Findlay, Stodkdale, Findlay, Short, 2001).

Directa en el sentido de la creación de nuevos puestos de trabajo o el desplazamiento de los puestos de trabajo desde la ciudad al campo, e indirecta en el sentido del impacto que a través del consumo de productos y servicios tiene esta población en la generación de nuevos empleos (Fielding, 1990).

Uno de los pocos estudios en Gran Bretaña que ha analizado en profundidad esta interrelación entre el mercado de trabajo y la migración ha sido realizado por Findlay, Short y Stockdale (2000). En él se muestra como la migración hacia áreas rurales ha promovido la creación y establecimiento de nuevos puestos de trabajo, en especial por parte de los ocupados autónomos, que han trasladado su trabajo desde las ciudades hacia el ámbito rural y que, en algunos casos, a partir del establecimiento de negocios y pequeñas empresas, han promovido una nueva dinámica económica que ha dado lugar a la generación de puestos de trabajo. Por otro lado y de una manera indirecta, el incremento de la demanda provocada por la llegada de esta nueva población ha tenido un efecto multiplicador de la ocupación, pero en este sentido especialmente ligada al consumo de cierto tipo de servicios de poca cualificación y escasa remuneración (Fielding, 1990; Findlay, Short, Stockdale, 2000).

El debate de fondo se encuentra en si esta migración puede llegar a suponer una revitalización y la generación de un nuevo dinamismo económico en las áreas rurales o, por el contrario, su impacto positivo sobre el mercado de trabajo es escaso, circunscrito a ciertas actividades muy concretas y, en todo caso, el espacio rural se configura cada vez más como un espacio simplemente residencial, en definitiva un espacio de consumo pero no de producción.

El mercado de la vivienda también ha acaparado una gran atención. El análisis se ha centrado en el impacto que en términos de incremento de precios ha tenido la vivienda en las áreas rurales, fruto de este persistente flujo inmigratorio (Fielding, 1990, 1993; Findlay, Short, Stockdale, 1999). La creciente presión de la demanda ha elevado los precios y, en este sentido, no es de extrañar que se hayan generado en numerosos casos conflictos con la población autóctona, que observa como el acceso a la vivienda es cada vez más difícil para ellos, en contraposición a la mayor capacidad de compra que muestran los nuevos grupos de población que se instalan en las áreas rurales. Un ejemplo prototípico de gentrificación, pero en este caso en el medio rural. La mayor preocupación surge a la hora de determinar la dirección de estos impactos. ¿Puede llegar a suponer este incremento de la vivienda una mayor emigración, especialmente de los jóvenes que encuentran grandes dificultades para acceder a la emancipación y la adquisición de una nueva vivienda en estas áreas rurales? Si se da este caso, la espiral de emigración y despoblación en el medio rural continuaría ya que se dificulta el proceso de reemplazo generacional. Los jóvenes no sólo encontrarían dificultades para desarrollar su carrera profesional debido a la escasez de oportunidades en el medio rural, sino que esta circunstancia se vería agravada por una situación de expulsión como consecuencia de los procesos selectivos del mercado de la vivienda (Champion, Coombes, Fotheringham, 1998; Fielding, 1990).

Por otra parte, el incremento de los precios promueve a su vez una acusada selección de la población basada en la clase y el poder adquisitivo que puede llevar hacia una creciente homogeneización social, tal como apuntan algunas investigaciones (Murdoch, 1998; Phillips, 1993, 2000; Smith, Phillips, 2001; Smith, 2002).

El tercer conflicto se centra en el control de los órganos institucionales y de poder local y, en especial, en aquellos ámbitos directamente relacionados con la planificación territorial, donde los conflictos de intereses pueden llegar a ser más contrapuestos. Por una parte, entre una población autóctona que desea una mayor promoción de la vivienda, y en especial de la vivienda social, y la implantación de nuevas actividades económicas, que ayuden a crear lugares de trabajo y doten estas poblaciones de un mayor dinamismo económico, frente a los intentos por parte de los recién llegados por preservar las características paisajísticas y mantener la baja densidad de población y actividad económica, como base esencial para preservar el ambiente natural y social que les atrajo (Cloke, Little, 1990; Cloke, Phillips, Thrift, 1995). Obviamente, esta dualidad es reduccionista respecto a una realidad mucho más compleja en la que los intereses y alianzas se mezclan, confluyen y divergen por encima de la división autóctono-inmigrante.

La producción de estudios que planteen la incidencia social, laboral o económica que comportan estas transformaciones en Cataluña y en la Región Metropolitana de Barcelona es escasa. Por una parte, Nel.lo (1994, 1998a, 1998b, 2001) incide en los problemas sociales y medioambientales que está comportando dicho proceso de dispersión de la población. No sólo se acentúa la insostenibilidad de un modelo de poblamiento basado en un creciente consumo de recursos (agua, electricidad y especialmente derivados de la presión de la movilidad cotidiana) y de territorio, sino que incide, según Nel.lo (2001) –y este aspecto es más relevante para el estudio que se lleva aquí a cabo- en una creciente polarización y desigualdad social con la salida de las clases medias de las ciudades y la concentración territorial de la población en determinadas localidades según su nivel de renta[2].

Otro grupo de estudios inciden en la vivienda y la evolución del mercado residencial en Barcelona y la RMB. Normalmente se centran en el análisis de las características de la vivienda y en la evolución del precio de la misma, pero son más escasos sin embargo los estudios que inciden en analizar la vivienda y su interrelación con las dinámicas de poblamiento y migración. Algunos estudios destacables en este sentido son los de Jané Renau y García Almirall sobre el precio de la vivienda en Barcelona, como incentivadora de la emigración (Jané, 1989; Jané Renau, García Almirall, 1991, 1992a, 1992b). Pero como se puede comprobar por las fechas de publicación, son trabajos que ya quedan relativamente lejanos en el tiempo, superados ampliamente por unas dinámicas nuevas. Los análisis más recientes, sin embargo, son pocos (Carrera, 1998; Roca Cladera, 1998, Módenes, 2001; Vergés, 1998) y siempre centrados en los límites de la Región Metropolitana de Barcelona. Fuera de ésta, nos encontramos con una situación de poco análisis y gran desconocimiento por lo que respecta a las dinámicas residenciales si exceptuamos algunas aportaciones destacables sobre la incidencia territorial de las segundas residencias (Fraguell, 1993).

Una temática especial dentro de este marco lo constituyen las aportaciones que han estudiado el fenómeno neorrural, entendido no como una mera instalación en el espacio rural, si no con la voluntad expresa de vivir ligado a la producción agraria o las actividades artesanales, que han caracterizado y definido hasta hace unas décadas el territorio rural. Forma de vida que asimismo intenta romper con los ritmos impuestos por la industrialización y la creciente urbanización de las sociedades occidentales. Aunque se iniciaron algunos estudios ya a mediados de la década de los ochenta, el análisis de dicho fenómeno ha tenido un escaso desarrollo posterior (Martínez Illa, 1986a, 1986b) Un excelente estudio de contexto en que se une trabajo empírico y reflexión teórica y conceptual lo constituye el trabajo de Nogué (1988). Nogué especifica como el movimiento neorrural mantiene una fuerte afinidad ideológica con los movimientos alternativos que surgen a finales de la década de los setenta en Europa. La crisis económica y su consiguiente repercusión en la ciudad no harán sino aumentar el volumen y las motivaciones ideológicas de un movimiento reducido pero heterogéneo.

En la base de toda experiencia neorrural se encuentra un proyecto de trabajo autónomo, alternativo, a corto o a largo plazo. (...) el trabajo autónomo ligado a la tierra o a la artesanía pretende romper con la lógica de la compartimentación del sistema urbano, a través de una mayor relación con el entorno, a través del control de todo el proceso de producción, a través de la dimensión comunitaria del trabajo, que restituye su función social. Todo ello conlleva unas diferencias de concepción notables entre los neorrurales y los no neorrurales respecto a actividades realizadas por ambos. (Nogué, 1988, p. 155).

Una nueva geografía de la producción: ¿hacia un campo post-productivista?

En último lugar nos encontraríamos con la cuestión de como la nueva geografía de la producción afecta a la interrelación entre los diversos espacios y más concretamente a las relaciones entre la ciudad y el medio rural. El tema central gira en torno al mantenimiento o no de la jerarquización territorial que sitúa a la ciudad como centralizadora de la capacidad de control y dirección de la actividad económica, con todas las consecuencias que esta situación tiene, por ejemplo, respecto al desplazamiento y el asentamiento de la población, por una parte, y los diferentes tipos de actividad económica y lugares de trabajo que se distribuyen territorialmente. En este sentido, Fielding (1989, 1990) apunta a que la nueva división espacial del trabajo (a la que denomina NSDL) sustituiría a la especialización regional y sectorial vigente (RSS) hasta los años sesenta. Ésta última suponía la especialización de cada ciudad y región en la producción de ciertos productos y servicios, y de esta manera cada rama de la economía estaba concentrada en regiones específicas del país. La nueva geografía de la producción, actualmente en desarrollo y solapada con la anterior, estaría produciendo no una especialización sectorial de cada región en la producción de unos determinados bienes, sino que la especialización derivaría del tipo de funciones que sobre el proceso de producción tendría cada región.

En este caso, la ciudad no perdería capacidad de dirección y control sino que centraliza cada vez más ésta y se centraliza, a su vez, en ciertas áreas metropolitanas tal como expone el investigador italiano Francesco Indovina (1990, 1998).

Por tanto no se podría hablar propiamente de un declive urbano que afectaría a las ciudades occidentales, derivado de la perdida de todo tipo de actividades productivas con independencia de su nivel de cualificación (Frey, 1988). La pérdida de población de las ciudades no se traduciría en una inmediata pérdida de poder y control sobre la actividad económica y el papel que ejercen sobre el resto del territorio. Los procesos en la actualidad incidirían a su vez en una creciente competencia mundial entre áreas metropolitanas por asumir esta capacidad de direccionalidad de la economía y  se asistiría a la progresiva creación de una jerarquía de ciudades en cuya cúspide se encontrarían las llamadas ciudades globales (Sassen, 1991, 2000).

Por lo que hace referencia al medio rural, por tanto, nos encontraríamos con una situación que tiende a reforzar su posición de subordinación respecto a las áreas urbanas (Bontron, 1993; Brun, 1993). La dispersión de población no supondría una dispersión de la capacidad económica y, en todo caso, el tipo de actividades que se descentralizan son básicamente de bajo nivel de cualificación, rutinarias y mal pagadas, lo que algunos autores han denominado como los servicios banales -concepto en este caso procedente de los estudios que desde Italia, Indovina (1990), realiza sobre la ciudad y los sistemas urbanos occidentales-. La ciudad conservaría los empleos de mayor nivel de cualificación, pero a su vez todavía conservaría la capacidad de generar y localizar gran parte de la ocupación. De nuevo, el debate remitiría hacia la interrelación entre la migración hacia las áreas rurales y los impactos sobre el mercado de trabajo. El campo se convertiría en un espacio residencial, de predominio del consumo sobre la producción y por tanto quizás ya se podría conceptualizar el medio rural como un espacio post-productivo (Fielding, 1990; Halfacree, 1997).

El planteamiento del medio rural como un territorio post-productivo ya ha pasado a ser objeto de debate en España y, en particular, por parte de los geógrafos españoles. En el año 1996, en un encuentro entre geógrafos españoles y británicos especializados en el estudio del espacio rural, se planteó por primera vez la posible aplicación de dicho concepto a ciertos procesos que se suceden en el campo español (AGE, 1996). Posteriormente, en el IX Congreso de Geografía Rural organizada por el grupo de geógrafos rurales de la AGE, se dedica toda una ponencia, bajo el título El postproductivismo en los espacios rurales, a debatir y situar las características de dicho proceso en España. Las comunicaciones versaron en líneas generales en poner de relieve, por una parte, la pluriactividad de la población que reside en los espacios rurales y, por otra parte, destacar el creciente papel que desempeña el campo como espacio residencial y espacio de ocio, en los que se destaca la inversión en numerosos casos de los tradicionales flujos rural-urbanos por los urbano-rurales (Farré Sahún, García Pascual, 1998; Ferrás Sexto, 1998;  Majoral, Sánchez Aguilera, 1998; Tort Donada, 1998).

En este sentido, y en relación con el caso de Cataluña, Farré Sahún y García Pascual (1998) plantean que no cabe hablar de una expansión demográfica y socioeconómica del campo producto de un novedoso y fuerte dinamismo endógeno, sino que más bien estamos ante la urbanización del espacio rural en Cataluña (…), pensamos que en el fondo lo que está sucediendo es una expansión del fenómeno urbano a la globalidad de Cataluña, lógica dentro de las pautas actuales del funcionamiento del sistema capitalista; con unas formas diferentes a las que se habían producido hasta ahora, creándose realidades territoriales de profunda interrelación entre lo urbano y lo rural, pero en un contexto de claro predominio de lo urbano. Ello se pone de manifiesto claramente una vez realizado el análisis de las nuevas funciones que las áreas rurales desempeñan, como espacios residenciales y como espacios de ocio (p. 86-87).

Pero la recepción y el debate entorno al concepto postproductivismo no puede ser realizado de manera acrítica fuera de la sociedad y el medio rural en que se ha creado. Por ejemplo, Tort Donada expone el fundamento economicista implícito en dicho término que olvida por otra parte el significado cultural que el campo sigue teniendo en Europa y especialmente en la Europa Mediterránea,

Desde nuestro punto de vista, detrás de este planteamiento genérico que ha permitido hablar, sin falta de lógica, de postproductivismo agrario se esconde una falacia digna de ser tenida en cuenta: la que se deriva de ignorar las profundas implicaciones culturales que el modo de vida agrario tiene en nuestro contexto geográfico. En otras palabras, se impone un tratamiento de la problemática del medio rural desde unos parámetros exclusivamente economicistas, e incluso econométricos, sin tener en cuenta que este medio rural tiene, detrás de sí, una profunda carga de significados acumulados a lo largo de la historia. Se olvida que en Europa el campo es, y ha sido, antes que nada, el fundamento de toda una civilización; algo así como el soporte necesario para un modo de entender la vida (Tort Donada, 1998, p. 193-194)

Reflexiones finales: la investigación en torno a las nuevas dinámicas de la población y la migración en las áreas rurales de Cataluña y España

El estudio de la migración que toma como referencia las áreas rurales en Cataluña y, de manera general, en el conjunto de España ha abordado básicamente el tema del despoblamiento, fruto de los intensos flujos migratorios campo-ciudad durante el siglo XX. Es un tema que cuenta con numerosas y notables aportaciones. Los cambios en la agricultura y, en especial, la aparición de nuevas actividades económicas en el campo también ha sido un objetivo prioritario de la investigación. Sin embargo, el incremento de la migración en las áreas rurales es un fenómeno que cuenta con escasas aportaciones, fuera de la inmigración de extranjeros en la agricultura española o la inmigración de extranjeros procedentes de países europeos y que se instalan en zonas turísticas o rurales del país. Los procesos de migración desde las áreas urbanas hacia el medio rural también cuentan con aportaciones, especialmente centradas en los estudios sobre el fenómeno de la periurbanización y contraurbanización. De manera general se trata de estudios de casos y ciudades concretas, que se enfocan fundamentalmente sobre el análisis del impacto demográfico y los volúmenes de los flujos migratorios, pero en los que no se suele plantear un análisis global de los procesos migratorios en el conjunto del espacio rural catalán. Asimismo el impacto y los cambios producidos por esta inmigración, más concretamente sobre la vivienda, la estructura social así como los procesos de gentrificación social o la interacción política entre autóctonos y recién llegados son algunos temas que cuentan con una escasa atención.

Estas pautas de migración y asentamiento de la población han sido poco analizadas en el caso español, si exceptuamos el espacio constituido por los ámbitos metropolitanos de las principales ciudades, ligados normalmente a los procesos de periurbanización. Fuera de sus límites nos movemos todavía en un terreno de mayor incertidumbre. Tampoco en el caso específico de Cataluña se ha estudiado esta migración hacia las áreas rurales. Los estudios sobre la migración interior se han centrado mayoritariamente en el crecimiento y la redistribución de población dentro de los límites del área metropolitana de Barcelona, actualmente ya configurada a partir de la Región Metropolitana de Barcelona. Los estudios sobre el resto del territorio son más escasos y con una aproximación que prima los aspectos demográficos: los flujos y la aportación en forma de saldo migratorio que dicha población tiene sobre las dinámicas demográficas del territorio. Pero con un mayor desconocimiento por lo que respecta a la incidencia de la migración en la dinámica económica, laboral y social de los municipios, pueblos y ciudades, y poco desarrollado respecto a los aspectos personales, las motivaciones y los factores que interactúan en esta migración.

Como ya se ha señalado, estos temas han tenido una aportación notable de literatura científica por parte de los grupos de investigación europeos, especialmente británicos y franceses, que cuentan con una larga y fecunda tradición en el desarrollo de estos temas. Las aportaciones en forma de ideas/conceptos, metodología y estudios de casos constituyen una aportación clave para entender estos procesos de transformación territorial de las áreas rurales. Obviamente no es posible ni deseable hacer una transposición mecánica de las mismas sin tener en cuenta las particularidades históricas, económicas y sociales del campo español, pero sí que puede orientar y aportar reflexiones útiles para el estudio de estos procesos en nuestro país.

Notas

[1]Este artículo forma parte de un estudio más amplio, ¿La constitución de una nueva ruralidad? Migración y cambio sociodemográfico en áreas rurales de Gerona: el caso del Empordanet, que fue financiado por el Centro de Estudios sobre Despoblación y Desarrollo en Áreas Rurales en la convocatoria correspondiente al año 2003.

[2]No obstante, esta hipótesis que Nel.lo ha lanzado en diversos artículos ha sido matizada por el propio autor en el libro Ciutat de ciutats, ya que se constata una igualación creciente en los niveles de renta de los municipios de la Región Metropolitana de Barcelona. El factor que apunta es esta salida de las clases medias de Barcelona que contribuye a homogeneizar el nivel de renta del territorio. Por tanto, y como el propio Nel.lo indica, estamos ante fenómenos complejos y contradictorios cuyo estudio requeriría datos e investigaciones específicas.

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Ficha bibliográfica

SOLANA SOLANA, M. El encanto de lo rural, los términos del debate sobre la migración hacia áreas rurales desde la geografía británica y las contribuciones españolas. Un estado de la cuestión. Biblio 3W Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol.XIII, nº 776, 25 de febrero de 2008. [http://www.ub.es/geocrit/b3w-776.htm]. [ISSN 1138-9796].