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Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XV, nº 851, 15 de diciembre de 2009

[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


DE LA EUGENESIA AL ECOLOGISMO

 

Vicente Casals Costa
Departamento de Geografía Humana. Universidad de Barcelona
vcasals@ub.edu


De la eugenesia al ecologismo (Resumen)

En el artículo se estudia la relación existente entre el pensamiento eugenésico y lo que modernamente se ha denominado ecologismo, mostrando la existencia de continuidades entre estas dos corrientes intelectuales.

Palabras clave: eugenesia, ecologismo, población, medio ambiente


Of eugenics to environmentalism (Abstract))

The article explores the relationship between eugenic thought and what has been called modern environmentalism, indicating the existence of continuities between these two intellectual currents.

Keywords: eugenics, environmentalism, population, environment


En 1935 el Premio Nobel de Medicina Alexis Carrel escribió un libro titulado La incógnita del hombre, en el que se plantean toda una serie de cuestiones relacionadas con el futuro humano desde la perspectiva del pensamiento eugenésico y con una utilización amplia del aparato conceptual desarrollado por la escuela de Galton: raza, herencia, degeneración, entre otros.[1] La obra de Carrel, sin embargo, presenta una característica que la hace diferente, que consiste en el amplio uso que hace de las consideraciones sobre el medio ambiente; hasta tal punto es así que una somera ojeada al índice conceptual que acompaña a la obra pone en evidencia que la palabra "medio ambiente" es la que más veces se menciona, seguida de otras como "eugenesia" o las ya mencionadas "raza", "herencia" o "degeneración".[2]

La lectura de la obra confirma esta primera impresión. El libro pretende resituar el debate sobre la mejora de la especie humana –la "renovación del hombre", dice el autor– tomando en consideración los factores ambientales en los siguientes términos:

"¿Es más importante la herencia que el desarrollo, o viceversa? Watson y los bahavioristas proclaman que la educación y el medio ambiente son capaces de dar a los seres humanos la forma que se desee. En cambio, los genéticos creen que la herencia se impone al hombre como un antiguo destino, y que la salvación de la raza está, no en la educación, sino en la eugenesia. Ambas escuelas se olvidan de que semejante problema no puede ser resuelto con argumentos, sino con observaciones y experimentos."[3] 

De estas consideraciones Carrel concluye su propio punto de vista: la eugenesia sólo puede ser efectiva si se toma en consideración las condiciones ambientales, es decir, que

"la eugenesia -dice-  sólo consigue producir tipos superiores en determinadas condiciones de desarrollo y de educación. No tiene poder mágico, y por consiguiente, sin ayuda, no es capaz de mejorar mucho a los individuos."[4]

El libro de Carrel sería uno más de los que se escribieron en la época si no fuera por la circunstancia de haber conseguido un enorme éxito editorial que se prolonga hasta nuestros días. La edición de la que se han tomado las citas precedentes corresponde a la decimotercera en castellano (1979) y se continúa reeditando en diversos idiomas. La última que se ha podido ojear es la portuguesa del año 1988 y probablemente continuará. Seguramente es el único libro abiertamente eugenésico escrito en los años 30 que continúa vendiéndose en las librerías de medio mundo, lo cual es difícil de explicar únicamente por el interés que la eugenesia pueda despertar actualmente; seguramente su éxito actual es más explicable por el acento que pone en las cuestiones ambientales vinculadas a su interrogación sobre el futuro humano, éstos sí totalmente actuales.

La obra de Carrel no sólo ha sido un éxito editorial sino que ha tenido otras repercusiones. Hace unos años circulaban por ciertos ambientes de eso que se ha denominado la "nebulosa ecologista" folletos del llamado "Centro de Estudios Alexis Carrel" relacionado con la "Gran Fraternidad Universal" fundada al parecer por quien en el folleto se califica de "eminente científico francés Serge Raynaud", dedicado a actividades como esoterismo, cosmobiología, yoga, etc. El hecho de que tales entidades carezcan de proyección social significativa no anula el hecho de que el pensamiento de un autor eugenista haya encontrado un campo de desarrollo entre sectores del entorno ecologista, amalgamando pensamiento científico e irracionalismo -algo bien característico de estos ambientes- cuestión esta por cierto que ya estaba presente en el pensamiento de Carrel.

La euforia eugenista desarrollada en la primera mitad de siglo, con su acento en la importancia de los factores hereditarios y raciales, aparentemente ignora, considerada en su globalidad, las cuestiones relacionadas con el medio ambiente; en este sentido Carrel sería una excepción. Sin embargo, el hecho de que la escuela galtoniana fuera a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX el principal baluarte de las doctrinas darwinistas, gravemente desacreditadas por entonces, y considerando la importancia que Darwin concedía a los factores ambientales, permite suponer la existencia de algún hilo conductor que relacione el pensamiento eugenésico y lo que modernamente se ha denominado ecologismo.


¿Una eco-eugenista pregaltoniana?

 En 1869 la economista francesa Clemence Royer publicó en el Journal des économistes, de orientación liberal radical, dos artículos donde abordaba la cuestión de la conservación de los recursos naturales. Partía la autora, por supuesto, de la bondad de la existencia de la mayor libertad económica, pero ya de entrada señalaba su intención de "indicar al dogma del laisser faire y del laisser passer algunos límites" resultado de la naturaleza de las cosas y de la ley de los hechos que nadie puede impunemente traspasar. Estos límites vienen dados, dice, por la existencia de ciertas riquezas "dadas directamente por la naturaleza en cantidades limitadas, y que el hombre no puede volver a crear una vez consumidas o arruinadas".

"Entre estas riquezas se encuentran las minas y las canteras, que suministran los metales y los combustibles: los animales domésticos y las plantas cultivadas, la caza y la pesca, las especies forestales, las yerbas y los arbustos de las praderas, de los campos y de los eriales, ó sea, la fauna y la flora actual de nuestro globo, que una vez empobrecidas en sus formas y en sus tipos no pueden recomponerse, pese a nuestra ciencia y á nuestro saber, que no alcanza á llenar aquellos vacíos, aquellas lagunas.

Pero entre ellas figura en primer término la fuerza productiva del suelo, que cuando se agota, no se renueva fácilmente ni con poca lentitud, si es que llega á renovarse."

Ambos artículos se dedican a estudiar estas cuestiones y a esbozar algunas propuestas. Finalmente Royer termina con consideraciones del siguiente tipo:

"La regla que la sociedad debe adoptar en estas cuestiones es la imitación más fiel que sea posible de la naturaleza, para aumentar sin cesar la vida humana. [...] Este porvenir es lejano: pero no importa. Si nuestras previsiones son exactas, servirán de brújula al hombre en las evoluciones de su progreso y contribuirán a la verdadera felicidad de la humanidad."

Sorprende de entrada el catálogo temático esbozado por la economista francesa, que en términos actuales serían el carácter limitado de los recursos no renovables, el conjunto de especies vivas y la capa fértil de la tierra. Su propuesta de imitar a la naturaleza sería lo que se denomina "sociedad ecológica", que presenta nada menos que como futuro modelo de sociedad.

Los artículos debieron tener cierta repercusión puesto que fueron traducidos al castellano y publicados junto con un comentario de los mismos por Francisco de Paula Arrillaga en la Revista forestal, económica y agrícola en 1870[5]. Este destacado ingeniero forestal hizo una valoración muy positiva de los mismos, indicativa del interés con que estos planteamientos eran recibidos entre la comunidad de los ingenieros forestales, sumamente sensibles a la problemática ambiental.

Pero Clemence Royer era más que una destacada economista de la época[6]. En 1862 había traducido por vez primera al francés El origen de las especies y años más tarde, en 1870, publicó su libro L'origine de l'home et des sociétés, adelantándose al propio Darwin en la aplicación de las teorías evolucionistas al hombre.

Royer se sitúa claramente en las posiciones de lo que luego se denominó darvinismo social. La sociedad no debe poner trabas al desarrollo en su seno de la selección natural, evidentemente en la "imitación más fiel que sea posible de la naturaleza", y todo lo que se le oponga es un freno al progreso: la religión o la democracia, por ejemplo, que con su insistencia en la igualdad y la protección al débil traen como consecuencia "d'aggraver et de multiplier dans la race humaine les maux auxquels elle prétend porter remède."[7]

No solamente se opone al igualitarismo, sino que es abiertamente racista. En el prólogo a la quinta edición francesa de L'origine des espèces, no deja dudas al respecto. Darwin, dice Royer, nos suministra las nociones científicas que permiten cuestionar una supuesta igualdad entre los individuos y las razas:

"Rien n'est plus évident que les inégalités des diverses races humaines; rien encore de mieux marqué que ces inégalités entre les diverses individus de la même race. Les donnés de la théorie de sélection naturelle ne peuvent plus nous laisser douter que les races supérieures ne se soient produites successivement; et que, par conséquent, en vertu de la loi du progrès, elles ne soient destinées à supplanter les races inférieures en progressant encore, et non à se mélanger et à se confondre avec elles au risque de s'absorber en elles par des croisements qui feraint baisser le niveau moyen de l'espèce. En un mot, les races humaines ne sont pas des espèces distinctes, mais ce sont des variétés bien tranchées et fort inégales; et il faudrait y réfléchir à deux fois avant de proclamer l'égalité politique et civile chez un peuple composé d'une minorité d'Indo-Européens et d'une majorité de Mongols ou de Nègres."[8]

Fue otro discípulo y pariente de Darwin, Francis Galton, quien desarrolló a fondo la reflexión sugerida por Royer, levantando todo el edificio conceptual con pretensiones de disciplina científica que se conocerá con el nombre de eugenesia. Y aunque las preocupaciones ambientales de Galton parece ser que fueron bien escasas, lo cierto es que ambas líneas de pensamiento -la eugenésica y la ambientalista- tienen en común las formulaciones de corte evolucionista, relación que nunca se romperá del todo.


De la ecología al genocidio

Cuando se habla de ecología suele citarse a Ernst Haeckel como introductor del término y, en cierto modo, como punto de partida de la disciplina, a la que en su Historia de la Creación Natural definía, siguiendo a Linneo, como "economía de la naturaleza". Al igual que en el caso de Royer, Haeckel era un propagandista radical del darvinismo cuyas teorías evolucionistas creía de aplicación tanto a la vida irracional como a la sociedad puesto que "las reglas sociales son, en el fondo, reducibles a las leyes naturales de herencia y adaptación."[9]

Lo que confiere importancia a Haeckel desde el punto de vista de la historia de la ecología es el hecho de insistir mucho más que Darwin en la importancia de los factores adaptativos, en lo que se muestra seguramente influenciado por Lamarck. Haeckel además fue el principal propagandista de la nueva teoría evolucionista y el responsable de su introducción en Alemania, donde se mostró activo políticamente.

Esta actividad política la desarrolló sobre todo en la "Liga Monista Alemana" creada por Haeckel en 1906 y de la que fue nombrado presidente honorario. El monismo partía de la consideración de que la naturaleza lo era todo y estaba sometido a las mismas leyes, es decir, "la concepción unitaria natural del mundo" basada "en los conocimientos científicos que la razón humana ha obtenido mediante la experiencia crítica".[10] Junto a Haeckel, el personaje más destacado de la Liga fue Wilhelm Ostwald, que la presidió entre 1910 y 1915.

Ostwald es un personaje clave en la gestación del pensamiento ecologista ya que fue el introductor de la energética social: a diferencia de Haeckel, cuyo monismo está basado en la materia, Ostwald da un paso más y sitúa en la cúspide a la energía. Para éste todos los procesos del mundo son explicables en términos energéticos, entre los cuales reviste especial importancia la ley de la disipación de la energía (segunda ley de la termodinámica), base hoy para la explicación de numerosos procesos ecológicos y verdadero fetiche en los ambientes ecologistas.

La "Liga Monista" que se había creado como defensa frente a las tendencias conservadoras que "amenazan nuestra vida científica, cultural y política" desarrolló un programa de fines prácticos entre los cuales tiene interés señalar algunos. Entre ellos:

"La higiene de la raza y la eugénica (medidas para asegurar la descendencia sana), la reforma sexual y la protección de la madre, el feminismo, la reforma agraria, la reforma escolar (petición de la escuela única y de la escuela del trabajo, de una instrucción moral, no confesional, por lo menos para los niños disidentes), el fomento del movimiento de apartamiento de la Iglesia, la abolición del juramento religioso, la separación de la Iglesia y el Estado, el movimiento pacifista, el idioma internacional, el derecho a la euthanasia (la muerte sin dolor de los incurables, a voluntad de ellos), etc."[11]

Se ha señalado que algunas de las ideas de corte biologista de Haeckel fueron asumidas por el pensamiento nacional-socialista. Algo parecido puede decirse del monismo, del cual se difundió una versión política entre círculos pangermanistas y que consideraba las relaciones entre pueblos únicamente desde el punto de vista de la "lucha por la supervivencia" y la necesidad de un "espacio vital."[12] Así pues, de alguna forma puede considerarse al hitlerianismo como un heredero de la doble tradición ambientalista/eugenésica y, sobre todo, quién intentó llevar tales teorías a la práctica.


La eugenesia reformista y la "nave espacial Tierra"

 En 1942, en La Charte d'Athènes, Le Corbusier señalaba que después del estudio de treinta y tres ciudades en el C.I.A.M. de Atenas se llegaba a la conclusión de que en todas partes se daba el mismo fenómeno:

"El desorden que ha introducido el maquinismo en un estado que hasta entonces implicaba una relativa armonía, y también la falta de todo esfuerzo serio de adaptación. En todas estas ciudades se molesta al hombre. Cuanto le rodea le ahoga y le aplasta. No se ha salvaguardado ni construido nada de lo necesario para su salud física y moral. En las grandes ciudades reina una crisis de humanidad, que repercute en toda la extensión de los territorios."[13]

Este párrafo refleja la toma conciencia  –limitada a aspectos muy formales en un principio–­­ que a partir de los años 1940 se irá desarrollando en algunas esferas del poder y que conducirán a la articulación de ciertas medidas de protección de la naturaleza a escala planetaria. En efecto, si bien las sociedades proteccionistas tienen su origen en el siglo XIX es solamente a partir de la Segunda Guerra Mundial que empiezan a articularse medidas globales, mas allá de los límites nacionales, en un cierto espíritu de lo que se ha denominado una "ética de la conservación del paisaje"[14]. En cierta forma tiene razón el italiano Darío Paccino cuando señala que al alba del sol ecológico puede ser datada a partir de Hiroshima y Nagasaki[15]: en 1948, por iniciativa de la UNESCO, se constituyó en Fontaineblau la "Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza", cuyos fines declaraba ser garantizar la "perpetuación de la naturaleza salvaje y de los recursos naturales sobre una base mundial"[16]. El impulsor de la iniciativa fue Julián Huxley, un ilustre darwinista y eugenista, que en los años 30 escribía:

"Cuando la eugenesia se haya convertido en práctica corriente, su acción [...] estará enteramente dedicada, al principio, a elevar el nivel medio, modificando la proporción entre los buenos y los malos linajes, y eliminando en lo posible las capas más bajas, en una población genéticamente mezclada."[17]

Huxley formaba parte del grupo de biólogos de orientación más o menos izquierdista (Huxley, Jennings, Haldane, Muller,...) que a partir de los años treinta se habían distanciado de la corriente eugenésica principal, cuyos presupuestos consideraban que no eran conciliables con los nuevos aportes de la ciencia en relación a la herencia. Las observaciones de que individuos pertenecientes a la misma clase económico-social presentaban disparidades en cuanto a la inteligencia les llevaron al rechazo de la noción de "raza", paulatinamente sustituido por la de "población":

"Según la reforma eugenésica, la sociedad solicitaba la contribución reproductiva de todos los componentes. La preocupación de la corriente principal por "la raza" daba paso al interés por "la población". La terminología denotaba algo más que un simple cambio de palabras; reflejaba la creencia de los reformadores de que los atributos más valiosos se daban en la mayor parte de las clases sociales, y que debía estimularse lo mejor que ofrecía la variedad humana."[18]

De este modo, la introducción de la noción de "población" en el pensamiento eugenésico representa en cierta manera la completa generalización de la problemática, paralelamente a como se había mundializado la problemática ambiental, y sintonizaba claramente con los nuevos planteamientos neomalthusianos que se estaban desarrollando en relación con la problemática del medio ambiente. Efectivamente, la que es seguramente la principal -aunque no la única- corriente medioambientalista a partir de los años 60 pondrá el énfasis en el problema del control del crecimiento demográfico, uno de los temas clásicos del pensamiento eugenista.

El más importante de los teóricos de esta corriente ambientalista, Paul Ehrlich, autor de dos libros clásicos, La bomba P y Población, recursos y medio ambiente, y principal defensor de la concepción de que los problemas ecológicos se deben al crecimiento demográfico, se muestra partidario, con alguna reserva, de las propuestas para el control poblacional contenidas el la obra Famine, 1975!: America's decision: Who will survive? de William y Paul Paddock y que, sintéticamente, consisten en propugnar que la actitud de los países desarrollados en relación a los problemas del Tercer Mundo debe consistir en aplicar el concepto de triage, tomado de la medicina militar napoleónica: los países del Tercer Mundo deberían ser clasificados en tres categorías, en la primera de las cuales estarían aquellos en que cualquier ayuda no les serviría de nada, en el segundo los que con ayuda podrían llegar a una situación de autosuficiencia, y en tercer lugar aquellos que fácilmente pueden sobreponerse a su situación[19]. Otro colega de Ehrlich, Garret Hardin, destacado medioambientalista, elaboró otra propuesta aun más explícita denominada "ética del bote salvavidas":

"Cada nación rica –dice Hardin– equivale, metafóricamente hablando, a un bote salvavidas tripulado por gentes relativamente acomodadas, mientras que los pobres del mundo se encuentran embarcados en otras lanchas mucho más abarrotadas. Por así decirlo, los pobres caen continuamente de sus embarcaciones al agua y, durante cierto tiempo, nadan en la esperanza de ser salvados por un bote rico y de beneficiarse así de los "bienes" que este último transporta a bordo. ¿Que deben hacer los pasajeros de una embarcación rica?; éste es el problema central de la 'ética del bote salvavidas'."[20]

Planteadas las cosas así, la respuesta de Hardin es la que se puede esperar:

"Es improbable que la civilización y la dignidad humana sobrevivan en cualquier parte, pero es mejor que esto ocurra en alguna en vez de que desaparezcan de todas. Las minorías afortunadas deben actuar como depositarios de una civilización amenazada por las buenas intenciones de los ignorantes."[21]

No es demasiado difícil encontrar una cierta filiación intelectual entre tales ideas y las de los primeros eugenistas: de la "degeneración" de la "raza" por causa de la multiplicación de los débiles, se ha pasado a los problemas medioambientales causados por la explosión demográfica que amenazan a la Humanidad. De los problemas de la "raza" se ha pasado a los problemas de la población del globo; de la "degeneración racial" a la "degradación del medio ambiente". Podría decirse que entre los eugenistas la variable independiente era la "raza", mientras que entre los ambientalistas neomalthusianos es la "población". En otro sentido podría decirse también que mientras los eugenistas asignaban a la idea de "raza" un cierto contenido clasista en el seno de los respectivos marcos nacionales, los ambientalistas sitúan el análisis de los problemas poblacionales en el marco global de las relaciones Norte/Sur, países ricos/países pobres. Es la adecuación de un cierto esquema mental a las nuevas condiciones de la "nave espacial Tierra", como la denominó el economista Boulding.

Tal forma de plantear la cuestión es seguramente forzado, pero en todo caso contribuye a poner de manifiesto la continuidad de una línea de pensamiento que presenta conexiones entre eugenismo y ambientalismo, una línea que se puede rastrear en documentos ecologistas realmente importantes. Tal es el caso del más significativo de ellos, El Manifiesto para la supervivencia, elaborado por un grupo de redactores de la revista británica The Ecologist, encabezados por su editor Edward Goldsmith.[22]

El Manifiesto fue publicado en 1972, unos meses antes de la aparición de La Humanidad en la encrucijada, el informe elaborado por el equipo de los Meadows para el Club de Roma, obra con la que tiene evidente parentesco. Es un texto de corte típicamente neomalthusiano, donde la población tiene el principal papel causal.

La importancia del mismo viene dada porque, a diferencia de otros trabajos parecidos, no se limita a denunciar los males de la sociedad industrial -en este caso la británica- sino que hace una propuesta detallada de organización de una sociedad ecológica y representa, si no el manifiesto fundacional del movimiento ecologista sí al menos el más importante de sus panfletos programáticos.

En lo que se refiere a la población su propuesta es radical: reducción del número de habitantes de Gran Bretaña a la mitad, para lo cual plantea un conjunto de estrictas medidas de control demográfico, entre las cuales se encuentran "un conjunto de restricciones socio-económicas eficaces a la par que humanas"[23] y la "terminación de toda inmigración".[24] El énfasis sobre el problema poblacional y las conclusiones implícitas que conlleva su modelo de "sociedad estable" es tal que algunos científicos ecologistas de renombre que no comparten los presupuestos neomalthusianos consideraron que "tal manera de ver deja el concepto ecológico abierto a, digamos, un uso fascista"[25], afirmación en la que desde luego no hay que ver una mera descalificación.

Lo que dio, sin embargo, mayor repercusión al Manifiesto fue las adhesiones que recibió, 37 en total, de los más distinguidos científicos de diferentes disciplinas del Reino Unido, entre ellos tres Premios Nobel, y entre los que predominan biólogos y genetistas; lo son, por ejemplo, los mencionados Premios Nobel: Macfarlane Burnet, Peter Medawar y James Watson. Junto a estos nombres cabe destacar a Julian Huxley, del que ya se ha hablado, y el economista Erza Mishan, cuya influencia en el Manifiesto es evidente.

Tiene interés detenerse en dos de estos personajes, concretamente en Burnet y Mishan, representantes de las dos disciplinas claves que intervienen en el debate, la biología y la economía.

Macfarlane Burnet, Premio Nobel de Medicina en 1960 por sus trabajos de microbiología, es autor de un libro publicado en 1970, pero cuyo borrador original data de 1947, titulado El mamífero dominante[26], en el que se abordan en clave estrictamente biológica la mayor parte de los temas del Manifiesto y de la literatura ecologista posterior. Pero a diferencia de ésta, que suele soslayar la temática genética, Burnet la aborda abiertamente. Su actitud al respecto es declaradamente eugenista, lo cual tiene la virtud de explicitar claramente qué hay detrás y cuáles son las consecuencias de ciertos supuestos poblacionales. En su libro, en el capítulo significativamente titulado "La ética de un biólogo", pueden leerse cosas de este tipo:

"En una sociedad sana cabe esperar que se llegue a diagnosticar, desde el mismo momento del nacimiento, cualquier defecto importante de tipo bioquímico o cromosomático. Después de una confirmación independiente de la diagnosis, aquellos para los que no haya ninguna posibilidad de una vida tolerable serán eliminados tan discretamente como ahora se hace con los que padecen alguna anormalidad anatómica grave. Actualmente, cualquier forma de matar, ya sea un niño deforme o a un enfermo de cáncer en sus últimos momentos, es legalmente asesinato; así pues, será necesario un largo proceso de educación pública antes de que se adopte cualquier política de este tipo."[27] 

Y al tratar de las dificultades genéticas que pueden surgir como resultado de una baja natalidad:

"Hay dos posibilidades que vale la pena considerar. La primera es aumentar la variedad de genes humanos disponibles  aumentando el número de cruzamientos interraciales. La segunda, llevar a cabo estudios muy extensos y prolongados sobre los aspectos médicos de la herencia humana, incluidos los defectos relativamente pequeños que hemos mencionado. [...] Es posible que sobre la base de tales estudios a largo plazo, se pueda iniciar un programa para minimizar la deterioración genética. Este programa quizá tome la forma de una tabla de incentivos a la vista de los cuales las parejas, de acuerdo con sus posibilidades genéticas, decidirían tener los 0, 1, 2, 3 ó 4 hijos que el Estado o sus expertos considerasen más apropiados para mantener la calidad genética."[28]

Posteriormente, en 1978, Burnet publicó otra obra aún más explícita titulada Endurance of life. The implications of genetics for human life donde reconoce las simpatías por Galton, disculpa las medidas raciales de Hitler, se muestra partidario de medidas de selección entre individuos "inferiores" y "superiores" con el recurso a la ingeniería genética, la neurocirugía y la castración, y termina proponiendo como forma de evitar la catástrofe para la Humanidad la constitución de una meritocracia de sabios detentadores del poder[29], en un planteamiento muy parecido al de Alexis Carrel cuando en los años 30 proponía la sustitución de la "democracia" por la "biocracia".

El otro autor que nos interesa, el economista Mishan, tuvo una influencia  bastante más directa en la redacción del Manifiesto, como pone de evidencia la lectura de su obra más conocida, Los costes del desarrollo económico[30], cuya primera edición data de 1967. La obra es una dura crítica a las concepciones económicas dominantes, tanto entre los especialistas en economía como a nivel popular, sobre el desarrollo económico poniendo especial énfasis en lo que denomina "efectos de rebosamiento". La propuesta social de Mishan, basada en las pequeñas comunidades y la vuelta a formas de vida tradicionales, de un cierto sabor medievalizante, son de hecho las que luego se desarrollaron más ampliamente en el Manifiesto.

Lo que nos interesa aquí es su actitud en relación a la población. De hecho no se ocupa del tema en general sino en uno de sus aspectos concretos, el referente a la inmigración. Se ha señalado que en el Manifiesto se propugna la prohibición de toda inmigración, pero sin entrar en más detalles. El libro de Mishan aclara lo que hay detrás de tal actitud.

Su razonamiento al respecto no abandona en ningún momento el campo estrictamente económico, sin entrar en otro tipo de consideraciones que se pudieran calificar, digamos, de tipo racial. Para Mishan la inmigración es desaconsejable por el hecho de que al provenir de países con unos niveles de vida, confort e higiene inferiores a las del país receptor están dispuestos a aceptar vivir en peores condiciones que el resto de la población, contribuyendo de esta forma a hacer descender el nivel medio de la calidad de vida del país que los ha acogido:

"Existe –dice– un punto en la escala de inmigración a partir del cual esta posee un impacto perceptible sobre el carácter del país de destino: no sólo en su economía, sino en su vida política y en su bienestar social general; todos ellos asuntos que despiertan un interés legítimo en la población indígena. El más ardiente internacionalista no puede dejar de reconocer que la ampliación de oportunidades económicas para los inmigrantes potenciales, una cosa buena en sí misma, puede entrar en conflicto con las oportunidades económicas de la población indígena; que un mayor bienestar para los primeros puede conseguirse tan solo a expensas de estos últimos; y que, en especial en las localidades que reciben a los inmigrantes, la alegría inicial y las elevadas esperanzas de un grupo pueden dar lugar a arrepentimiento y resentimiento en el otro."[31]

Además indica que al dar lugar a un aumento de los beneficios (se supone que de los que utilizan mano de obra inmigrada) en relación con los salarios, tienen como consecuencia una redistribución negativa de la renta y por tanto al incremento de las desigualdades.

Pero no es eso lo más importante, según Mishan. A lo que realmente concede mayor consideración es

"al impacto de la inmigración sobre los efectos de rebosamiento existentes en una población, ya de por sí demasiado grande para no crear problemas, y sobre el ya intratable problema del tráfico. Estos rebosamientos se agravarán necesariamente y con frecuencia se localizaran, debido a la inmigración en esa pequeña isla de población ya bastante densa."[32]

He aquí un catálogo de los perjuicios económicos de la recepción de inmigrantes: hace descender el nivel de vida, reduce el espacio per capita disponible, hace descender los salarios, acentúa la inflación, deteriora la balanza de pagos y, sobre todo, aumenta los efectos de rebosamiento. Es evidente que planteadas las cosas así se comprenda que no la considere "en el momento presente, un objetivo social claramente deseable".[33] Ni, desde luego, en la sociedad "estable" futura que propugna.

Mishan afirma no tener prejuicios raciales. Pero su planteamiento puede calificarse de "racismo económico" de la misma forma que a los planteamientos de Vandellós[34] sobre la misma cuestión se han calificado de "racismo demográfico". En una sociedad donde lo económico lo impregna todo es evidente que la xenofobia debe necesariamente manifestarse en primer lugar en este ámbito. En este sentido, el planteamiento de Mishan representa una argumentación de primera línea.


Conclusión

Sería injusto considerar que el ecologismo fuera únicamente esto o se moviera exclusivamente en esta línea. Sus influencias son mucho más variadas y heterogéneas y por lo general sus tomas de posición no responden a las concepciones anteriormente señaladas. Pero una cosa son los posicionamientos formales y otra la lógica de las ideas.

Cabría señalar finalmente algunas características de ámbito muy general compartidas por el eugenismo y el ecologismo que quizás ayudarán a comprender el porqué de estos puntos de contacto más allá de compartir algunas tradiciones intelectuales comunes. Estas son:

Catastrofismo.— Ecologismo y eugenismo tienen una visión catastrófica del futuro de la Humanidad. Degradación racial o empobrecimiento del pool genético en un caso; degradación ambiental y catástrofes naturales inducidas por la acción antrópica sobre el medio en otra.

Cientifismo.— La ciencia, concretamente la biología, como instrumento crítico que al mismo tiempo señala el modelo de sociedad deseable en el futuro y la línea de actuación práctica en el porvenir. En los casos extremos la biología se presenta como el único conocimiento que puede garantizar la supervivencia humana.

Heterogeneidad.— En los aportes a sus formulaciones teóricas y sobre todo en la interpretación que se hacen de sus planteamientos. En ambos casos el abanico ideológico recoge todas, o prácticamente todas las diferentes tendencias presentes en la sociedad.


Notas

[1] Este texto fue escrito a finales de la década de 1980, en un contexto muy diferente del actual. Entonces me pareció poco conveniente publicarlo, al considerar que podía dar pie a malas interpretaciones. Sin embargo, los cambios de todo tipo que se han dado con posterioridad, con el resurgimiento de problemas relacionados con aspectos tratados en el artículo, como el racismo, o el desarrollo de técnicas con base en la genética con  posibilidades reales de llegar a ser un instrumento de manipulación y control social, me han llevado al convencimiento de que quizás ahora sí era un buen momento para que el texto saliera a la luz. Se publica con las mínimas correcciones que el paso del tiempo han hecho imprescindibles.

[2] El desarrollo del pensamiento eugenésico se halla vinculado a la figura de Francis Galton, primo de Charles Darwin, cuyo objetivo declarado era la mejora de la especie humana. En su obra pionera El genio hereditario (1869), afirma que «como es fácil [...] lograr mediante la cuidadosa selección una raza permanente de perros o caballos dotada de especiales facultades para correr o hacer cualquier otra cosa, de la misma forma sería bastante factible producir una raza de hombres altamente dotada mediante matrimonios sensatos durante varias generaciones consecutivas».

[3]  Alexis Carrel. La incógnita del hombre. Barcelona: Editorial Ibérica, 1979, p. 273.

[4] Op. cit., p. 275.

[5] Francisco de Paula Arrillaga. De la protección de las riquezas naturales. Revista forestal, económica y agrícola, vol. 3, Madrid, 1870, p. 60-73, 307-321, 466-477. Las citas corresponden a las páginas 61 y 321.

[6] Años después de escrita la primera versión de este artículo dediqué una mayor atención a la obra de Clemence Royer en: Anna Vila-Nardi y Vicente Casals Costa. Itinerarios al Paraíso. Elementos para una historia de las relaciones entre género y praxis ambiental.  Astrágalo, núm. 5, Madrid, 1996, p. 31-51.

[7] Clemence Royer. Prólogo a la quinta edición francesa (1872) de L'origine des espèces, de Charles Darwin. Reproducido en: Pierre Thuillier. Les biologistes vont-ils prendre le pouvoir? Bruxelles: Editions Complexe, 1981, p. 309-312. La cita corresponde a la página 309.

[8] Op. cit. , p. 311.

[9] La cita está tomada de Luis Lemkov y Fred Buttel. Los movimientos ecologistas. Madrid: Mezquita, 1983, p. 4, que a su vez la toman de: D. Gasman. The Scientific Origins of National Socialism. Social Darwinism and Ernest Haeckel, p. 7.

[10]  E. Haeckel. Treinta tesis sobre monismo, X Congreso Internacional de Librepensadores, Roma, 1904. Reproducidas parcialmente en: Augusto Messer. La filosofía en el siglo XIX. Empirismo y naturalismo. Madrid: Revista de Occidente, 1936, p. 160.

[11] Augusto Messer. La filosofía en el siglo XIX. Empirismo y naturalismo. Madrid: Revista de Occidente, 1936, p. 186.

[12] Op. cit. , p. 153-154.

[13]  Le Corbusier. Principios de urbanismo. Barcelona: Ariel, 1981 [original 1942], p. 114.

[14]  Manuel de Terán. Una ética de conservación del paisaje. En Pensamiento geográfico y espacio regional en España, Universidad Complutense de Madrid, 1982, p. 105-120.

[15] Darío Paccino. El embrollo ecológico. La ideología de la Naturaleza. Barcelona: Avance, 1975, p. 75.

[16]  Op. cit. , p. 76.

[17]  J. Huxley. Essais d'un biologiste (traducción francesa Stock, 1946). La cita está tomada de: Pierre Thuillier. La tentación de la eugenesia. Mundo Científico, 38, Barcelona, 1984, p. 778.

[18] D. J. Kevles. La eugenesia ¿ciencia o ideología?. Barcelona: Planeta, 1986, p. 149.

[19]  Paul R. Ehrlich y Anne H. Ehrlich. Población, Recursos y Medio Ambiente. Aspectos de Ecología Humana. Barcelona: Omega, 1975, p. 444.

[20] G. Hardin. Living on a lifeboat. BioScience, 24, 1974, p. 561. Citado en: The Ann Arbor Science for the People. La Biología como arma social. Madrid: Alhambra, 1982, p. 206.

[21] G. Hardin. Editorial. Science, 172, 1971, p. 1297.

[22]  E. Goldsmith, R. Allen, M. Allaby, J. Davoll, S. Lawrence. Manifiesto para la supervivencia. Madrid: Alianza, 1972.

[23] Op. cit. , p. 57.

[24] Op. cit. , p. 55.

[25] Por ejemplo el ecólogo norteamericano Barry Commoner en la entrevista publicada en: W. L. Oltmans. Debate sobre el crecimiento. México: Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 198.

[26]  Macfarlane Burnet. El mamífero dominante. Madrid: Alianza, 1973.

[27] Op. cit. , p. 149.

[28] Op. cit. , p. 149-150.

[29] Una amplia recensión crítica de esta obra puede encontrarse en:  Pierre Thullier. Le genética y el poder: o los "sueños" locos de un Premio Nobel. Mundo Científico, 2, Barcelona, 1981, p. 132-134.

[30] E. J. Mishan.  Los costes económicos del desarrollo económico. Barcelona: Orbis, 1983.

[31] Op. cit., p. 114.

[32] Op. cit., p. 115.

[33] Op. cit., nota al pie de la página 114.

[34]  Josep Anton Vandellós, economista y estadístico catalán, discípulo de también estadístico, demógrafo y teórico fascista Corrado Gini. Desempeñó un muy destacado papel en la organización de los Servicios de Estadística de la Generalitat republicana. Dos de sus obras más importantes llevan significativos títulos: La immigració a Catalunya y Catalunya, poble decadent, ambas de 1935.

 

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[Edición electrónica del texto realizada por Miriam-Hermi Zaar]

 

© Vicente Casals Costa, 2009
© Biblio3W, 2009

 

Ficha bibliográfica:

CASALS COSTA, Vicente. De la eugenesia al ecologismo. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XV, nº 851, 15 de diciembre de 2009. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-851.htm>. [ISSN 1138-9796].


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