Biblio 3W
REVISTA BIBLIOGRÁFICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1138-9796. Depósito Legal: B. 21.742-98 
Vol. XVI, nº 906, 20 de enero de 2011

[Serie  documental de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

Número extraordinario dedicado a

DEBATE SOBRE EL POSIBLE IMPACTO CLIMATOLÓGICO DE LOS DESEQUILIBRIOS ELECTROMAGNÉTICOS

 

(1) Francisco Javier Tapiador: Radiación electromagnética y clima. Un comentario al artículo de Pedro Costa

(2) Pedro Costa Morata: Los campos electromagnéticos no son inocuos ni en lo biológico ni en lo físico. Respuesta a F. Javier Tapiador


 Debate sobre el posible impacto climatológico de los desequilibrios electromagnéticos (Resumen)

Se presenta en este número un comentario crítico al artículo que, con el título "Del posible impacto climatológico de los desequilibrios electromagnéticos de origen antropogénico", se publicó en el número 889 de Biblio 3W , así como la respuesta del autor.

Palabras clave: campo magnético, campo eléctrico, radiación electromagnética, geocampos, magnetosfera


Debate about the possible impact of climate electromagnetic imbalances (Abstract)

One presents in this number a critical comment to the article that, with the title " Of The possible climatological impact of the electromagnetic imbalances of origin antropogénico ", was published in the number 889 of Biblio 3W, as well as the response of the author.

Key words: magnetic field, electrical field, electromagnetic radiation, geocampos, magnetosfera


 

RADIACIÓN ELECTROMAGNÉTICA Y CLIMA. UN COMENTARIO AL ARTÍCULO DE PEDRO COSTA

 

Francisco J. Tapiador
Universidad de Castilla-La Mancha


Recibido: 1 de noviembre de 2010. Aceptado: 15 de noviembre de 2010




En un artículo reciente de esta revista, Pedro Costa sostiene que la radiación electromagnética no ionizante de origen antropogénico podría afectar al clima. El asunto es sin duda de interés por el posible impacto social que podrían tener dicha relación. No obstante, el artículo presenta una serie de serios
defectos que hacen necesario un comentario.

El problema central es que no se ofrece prueba alguna de los procesos que se apuntan. Se trata de un texto meramente hipotético. El artículo habla de efectos que no se encuentran descritos en la literatura científica aportada, ni para los que se establece una relación causal. Al contrario del  artículo de Kirkby sobre los rayos cósmicos y el clima, que propone mecanismos físicos y que presenta datos y experimentos, este artículo no abandona nunca el campo de la especulación cuando habla de los efectos potenciales de la radiación artificial, un hecho que el autor reconoce de principio a fin. Por otro lado, el tratamiento que se hace del tema es parcial y pobre, a pesar de ser un artículo de 'estado de la cuestión y bibliografía'. Más grave aún, uno de los artículos que contradicen lo que opina el autor, el de Sloan y Wolfendale, este sí basado en datos y medidas, es citado sólo para ser descalificado sin aportar ninguna evidencia empírica en su contra.

La estructura del texto no contribuye a clarificar el tema. Se mezcla el debate científico sobre los efectos de los rayos cósmicos sobre el clima con especulaciones, como los efectos de la radiación electromagnética antropogénica sobre aquel. Se confunde además constantemente meteorología y climatología. El recurso a la literatura gris es constante. En un aparente interés por documentar, se aportan hechos que no vienen al caso, como la separación de los polos magnético y geográfico, o se cae en la explicación de hechos extemporáneos a un nivel básico. Se toma además como referencia el asunto de la emisión de gases de efecto invernadero de manera arbitraria para razonar por analogía, pero no en cuanto a mecanismos físicos-químicos, sino con argumentos de tipo evenemencial. La exposición sobre los efectos de los rayos cósmicos se yuxtapone con un comentario sobre los esfuerzos de modificación militar del clima que no tiene nada que ver con el tema, y que introduce al artículo con mayor profundidad aún en el terreno de la

especulación, cayendo hasta un nivel casi panfletario al sugerir conspiraciones científicas en este campo.

Además de ser engañoso en su estructura y mezcla de temas, el artículo se muestra argumentalmente débil en toda su extensión, con continuas disculpas por la falta de pruebas de los efectos que se comentan, y un reconocimiento constante de que se navega entre especulaciones, justificables, parece ser, por la importancia de atraer atención pública sobre el tema. La definición de este proceder es propaganda.

Hay argumentos también para sostener que se trata de un artículo de agitación que, bajo un uso más o menos diestro de la terminología científica, presenta una hipótesis que no se fundamenta suficientemente en ningún momento. El objetivo, según el autor, es avisar. Pero las investigaciones sobre riesgo o peligrosidad se construyen sobre ensayos cuidadosamente diseñados, con grupos de control y contrastes de hipótesis. No cabe aquí el argumento de que ese es el método de las ciencias naturales, y que en las ciencias sociales se opera de otra manera. El argumento no es aplicable a este tema, que trata de algo bien material, la radiación electromagnética y sus efectos sobre los seres vivos. En este sentido, sorprende la elección de la revista para publicar el artículo. Dado el tema, hubiera sido mucho más apropiado someterlo a la evaluación de pares en las revistas del IEEE.

Ya que el tema se presta a crear alarma, el tono de artículo debería ayuda a aportar la claridad que constituye una de las funciones sociales de la universidad. Pero es más bien al contrario. Decir que estamos continuamente expuestos a radiaciones electromagnéticas puede sonar alarmante al lego, pero es una obviedad: tan radiación electromágnética son los rayos X, como las microondas, o el color verde. Todos los cuerpos de la Tierra generan radiación en varias longitudes de onda dependiendo de su temperatura. La Tierra emite radiación microondas continuamente. Sin los matices adecuados, el artículo puede que gane en impacto, pero pierde en credibilidad. En este sentido, los científicos tenemos cierta responsabilidad social y no emitimos alertas infundadas, en primer lugar, para evitar el efecto Pedro y el Lobo. Resulta peligroso lanzar hipótesis sin la base adecuada, puesto que al desmontarse con facilidad atraen el descrédito a la investigación, perjudicando a la investigación rigurosa de los hechos. Hay que recordar que a pesar de la montaña de datos, medidas y razonamientos mecanicistas, algunos aún dudan de los efectos para el clima de la emisión antropogénica de gases de efecto invernadero.

Es fácil aventurar la suerte que puede correr la hipótesis de este artículo sin apoyatura de ningún tipo.

El artículo debería ser retractado de la revista. Todos los días se publican artículos innecesarios, redundantes, prescindibles, o carentes de interés, pero estos son inocuos. Este no lo es. Advierte sobre un tema de gran importancia social de manera infundada, y mixtifica el conocimiento  científico del tema mezclando temas bien conocidos como el de la polaridad magnética de la tierra -explicados a nivel de libro escolar- con especulaciones alarmantes, pero sin base material.

El caso de artículo recuerda al affaire Sokal. Con la publicación de un falso artículo en la revista Social Text en 1996, Sokal quería poner de relieve la brecha que existe entre las ciencias naturales y las sociales. El artículo, muy bien escrito, contenía afirmaciones inmediatamente absurdas para un lector con conocimientos de ciencia, pero que eran del gusto de la ideología postmoderna de la revista. El asunto hizo aflorar la pobreza intelectual de la revista, la facilidad con que se puede burlar el proceso de revisión por pares, y la credulidad de los lectores. Biblio3w, sin embargo, es una revista seria en cuyo consejo editorial convergen científicos de varios campos de conocimiento, y que cuenta con una audiencia educada que lee, entiende y valida lo que se publica. Es evidente que existen ocasiones en que un artículo que nunca debería pasar el filtro de los revisores lo consigue, pero para ello existen controles adicionales que aseguran la calidad de lo que se acepta, y que permiten enmendar los errores que se pudieran haber cometido en un proceso que, hay que reconocer, es complejo y costoso.

Para terminar, el artículo es contraproducente para los intereses del autor, cuya sincera preocupación por la gravedad del tema excede sin duda a su interés personal, al pavimentar con suposiciones un área de trabajo que investigadores serios podrían tratar, de considerarlo significativo, con un enfoque más adecuado.


[Edición electrónica del texto realizada por Manuel Sánchez-Gómez y Miriam-Hermi Zaar]

 

© Copyright F. Javier Tapiador, 2011
© Copyright Biblio3W, 2011


Ficha bibliográfica:

TAPIADOR, Francisco Javier. Radiación electromagnética y clima. Un comentario al artículo de Pedro Costa. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XVI, nº 906, 20 de enero de 2011. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-906.htm>. [ISSN 1138-9796].




 

LOS CAMPOS ELECTROMAGNÉTICOS NO SON INOCUOS NI EN LO BIOLÓGICO NI EN LO FÍSICO. RESPUESTA A F. JAVIER TAPIADOR

 

Pedro Costa Morata
Universidad Politécnica de Madrid

 

Recibido: 1 de noviembre de 2010. Aceptado: 15 de noviembre de 2010



Tres son los aspectos que debo considerar de la contestación que Francisco J. Tapiador (FJT) ha hecho de mi artículo “Del posible impacto climatológico de los desequilibrios electromagnéticos de origen antropogénico”, publicado en Biblio 3W nº 889 (25 de noviembre de 2010), y todos me han interesado. El primero se refiere a la descalificación global ya que según él presenta serios defectos científicos, tanto de forma como de contenidos y de intención: lo que no le acepto. Del segundo aspecto tomo buena nota sobre su aserto acerca de que el artículo carece de asidero objetivo, es decir, físico-material y también social: tampoco lo acepto, aunque merezca toda mi atención. Y el tercero, no menos sugerente, me hace deducir que considera al menos inoportuno el plantear este tema de la influencia global de los campos electromagnéticos (CEM) y concretamente en el clima. Añadiré que FJT ha redactado su contestación con ira indisimulada y él sabrá porqué. No de otra forma se explica que se desmelene aludiendo con dureza a referencias mínimas e inocuas (como la variación de los polos magnéticos terrestres), a apreciaciones gratuitas (confusión entre meteorología y climatología, crítica del artículo de Sloan y Wolfendale) o a descalificaciones que –como las que van acompañadas de los calificativos panfletario, propaganda, agitación y alarma– siendo más serias me ilustran sin embargo sobre la índole general de su crítica más que sobre su estricto significado. Pero ya digo que todo el texto me ha interesado y que he tomado muy buena nota como suelo hacer siempre: con espíritu científico y, más todavía, ciudadano.

Revisando mi artículo y su introducción compruebo en su realidad textual que yo sólo aludo a la “inquietud social” que despiertan los CEM, lo que después de una quincena de años de estudiar este asunto y de participar en los problemas sociales derivados, me parece indiscutible. Y vengo entrando en el tratamiento del mismo por inquietud científico-técnica, sí, pero sobre todo por responsabilidad social y ética. Que este empeño mío sea considerado por FJT (y otros, que éste es asunto sensible, conflictivo y algo neurótico) como acientífico o panfletario es parte del guión y a ello estoy acostumbrado: no suelo, por otra parte, distinguir en demasía la naturaleza de mis escritos: si son combativos, profesionales o canónicamente científicos; me basta con desarrollarlos con rigor suficiente, y ésta es una medida  que me da la experiencia y la renuncia a la obsesión científico-publicista. (Pero es verdad que son muchos los científicos ortodoxos que distinguen radicalmente entre textos, digamos, propiamente científicos y los de consulta o encargo, generalmente remunerados y en los que yo observo tantas veces, pasmado, la mendacidad o la ocultación al redactarse generalmente pensando en el gusto del cliente.)

De modo que todo lo que hago es “advertir sobre un fenómeno físico novedoso y mal estudiado pero de evidente trascendencia en ‘lógica física’, y que una vez más importantes sectores económicos van a pretender minimizar, sobre todo por su carácter hipotético” (textualmente). Que este aire de hipótesis, de inferencia y hasta de prudencia le parezca a mi interpelador débil y movido por atraer la atención pública es una interpretación personal, tan legítima como innecesariamente inamistosa y bastante ignara. Estoy bien identificado por mis posiciones críticas en el ámbito de los CEM desde hace años y esta actitud no carece, en absoluto, de fundamento científico y de una base material tan consistente al menos como la que fundamenta las posiciones empresariales u oficiosas, que suelen ser acientíficamente conciliadoras. Consideraré como un aspecto importante derivado de este debate el que podamos alimentar una polémica que sigue estando muy desequilibrada por el abrumador predominio del grupo afín al sector de las telecomunicaciones.

De todas formas, no se me hace fácil entrar en la discusión de los contenidos criticados de mi texto dado al ánimo que mueve la crítica, que es descalificarlo radical y globalmente. Porque, ¿cómo no aceptar que no ofrezco pruebas si el planteamiento es declarada y voluntariamente hipotético? ¿Cómo no estar de acuerdo en que hablo de efectos no descritos en la literatura científica si lo que pretendo es impulsar hacia un campo de discusión y reflexión que yo también creo que es inédito? ¿Qué pretende FJT calificando mi artículo de “parcial y pobre” cuando éste es un caso –como yo planteo, aunque él rechace– de apertura de horizontes para la investigación y la polémica? Y sobre que mi hipótesis “no se fundamenta suficientemente”, ¿qué decir? ¿Puede FJT descartarla con fundamento? ¿Lo va a hacer? Le diré que ésta sería muy buena forma de completar su crítica y contribuir al debate y al progreso de la ciencia, y yo le invito a que lo haga, y así la literatura sobre el tema se enriquecerá con un nuevo investigador (a quien no encontré referenciado en los trabajos con los que me he topado).

No sé por qué FJT alude a que mi artículo “trata de algo bien material, la radiación electromagnética y los seres vivos”, si no es así: expresamente digo y me refiero a la influencia en lo abiótico y por eso escojo el ámbito del clima. La polémica sobre CEM y seres vivos está relativamente desarrollada y de ella espero pocas novedades (salvo el cerrilismo de los sectores científicos y técnicos vinculados más o menos al sector). A mí me interesa entrar en ese otro asunto, abiótico en primer grado. Y aquí retomo la consideración del tercer aspecto de su ofensiva: ¿Resulta inoportuno (alarmista, propagandístico, agitador… clama FJT) sacar a colación mediante el lanzamiento de una hipótesis, o cualquier otra, los efectos globales de la recarga de nuestro entorno de energía electromagnética? No lo creo.

Tampoco ocultaré lo curioso de algunas de las afirmaciones de FJT, que muestra un raro interés por acotar (cercenar, en realidad) el tema que yo planteo atacando y descalificando todas mis vías de aproximación; una de ellas me resulta especialmente significativa porque, ¿cree de verdad que no tiene nada que ver en la preocupación por la interrelación de los CEM artificiales con el clima el traer a colación las prácticas militares de modificación del clima por y con CEM artificiales? ¡Sorprendente!

No me sorprende, sin embargo, que ponga sobre el tapete el que “algunos aún dudan de los efectos para el clima de la emisión antropogénica de gases de efecto invernadero”, ni de que dude él mismo –como deduzco y no creo equivocarme– que los CEM puedan tener algún efecto sobre el clima o los seres vivos. Pero debe dejar que la inquietud se abra paso porque muy bien podría suceder que en los CEM encontremos un agente inductor de importantes cambios físicos y ambientales, aunque siempre queden científicos que lo duden: que el causalismo a ultranza ha favorecido que importantes grupos humanos se hayan visto abocados a sufrir, inanes, peligros que han acabado produciendo un daño inmenso. El caso del trabajo en atmósferas con amianto es uno, el del tabaco otro, e incluso el de las radiaciones ionizantes, que llegaron a predicarse como indiscutiblemente benefactoras, casi milagrosas; pero ha habido y hay muchos más casos, y entre ellos yo vengo incluyendo el de los campos electromagnéticos, sobre los que dispongo –y FJT, si quiere, también– de pruebas suficientes acerca de su no inocuidad en relación con su influencia en la materia viva. A partir de aquí me resulta lógico interesarme por sus efectos sobre lo abiótico y, concretamente, sobre la dinámica atmosférico-climatológica.

Ese causalismo riguroso será metodológicamente irreprochable pero también muchas veces es estéril y no siempre leal con el impulso científico. No me convencen los científicos que ni salen ni dejan salir del análisis ortodoxo y la lógica inductiva, olvidándose de todo lo demás (¡que es mucho, incluso cuando se redactan artículos destinados a engrosar los méritos académicos!), y aunque no quiero sobrevalorar la intuición, recuerdo a FJT que muy notables científicos en la historia la han considerado elemento clave en su trabajo más trascendental y en el hallazgo científico en general. Por razones semejantes me opongo a la reacción que refuta lo que, expresado en forma de intuición, contiene además la verosimilitud que le confiere su encuadre en la física ordinaria (que dista mucho, por cierto, de estar debidamente explicada cuando se enfrenta a los numerosos retos procedentes de una sociedad cada día más perpleja y angustiada). Valga esta apreciación por si FJT es de los que creen que cabe alguna clase de “ciencia sin conciencia”.

De mi experiencia al combatir los problemas y las consecuencias a escala social de una ciencia y una tecnología tantas veces perversas e irresponsables no he podido encontrar nunca más allá de media docena de científicos o ingenieros activos que se expresaran en relación a esos conflictos con independencia de criterio; sí han sido muy abundantes los que, por el contrario, han figurado y figuran en las filas –mucho más confortables– de los que trabajan por el “conformismo social”, por caucionar la gran mayoría de los productos científico-técnicos (incluyendo los de evidente daño humano y social) y por señalar como acientíficas las posiciones de los críticos. Este es el caso actual, persistente y escandaloso de la polémica sobre los CEM y su enorme trascendencia a escala fisiológica, ambiental y física. Y en esas estamos.

Pero estoy seguro de que en este proceloso asunto de los campos electromagnéticos a Francisco J. Tapiador le mueve la misma inquietud de fondo que a mí, tanto en lo científico-natural como en lo científico-social; aunque haya dejado en evidencia un estilo crítico algo agresivo. Por todo ello resumo el plan que propongo en esta contestación, que quiere ser positivo, activo y, por supuesto, científico: (1) continúese la discusión sobre el problema de los CEM de origen artificial en todas sus manifestaciones que no carezcan de alguna lógica y, por supuesto, en sus posibles interferencias con la máquina atmosférica terrestre, (2) elabórese una guía, o similar, para realizar una aproximación hacia ese problema que lleve a saber más y, si es posible, a desentrañar repercusiones y (3) discútase sin reservas la eficacia social de la ortodoxia rigurosa en los textos científicos que rozan problemas y conflictos de repercusión ciudadana. 

 

[Edición electrónica del texto realizada por Manuel Sánchez-Gómez y Miriam-Hermi Zaar]



© Copyright Pedro Costa Morata, 2011
© Copyright Biblio3W, 2011

 

Ficha bibliográfica:

COSTA MORATA, Pedro. Los campos electromagnéticos no son inocuos ni en lo biológico ni en lo físico. Respuesta a F. Javier Tapiador. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XVI, nº 906, 20 de enero de 2011. <http://www.ub.es/geocrit/b3w-906.htm>. [ISSN 1138-9796].