SOS-MONUMENTS - Patrimoni en perill

LA FABRICA TEXTIL DE COCOLAPAN EN ORIZABA, MEXICO

Eulalia Ribera Carbó


La Junta Directiva de SOS-MONUMENTS en su sesión del día 9 de junio de 1998 ha acordado solidarizarse con el documento en defensa de la fábrica de Cocolapan de Orizaba, México.


La fábrica de Cocolapan, sin duda alguna, es una de las instituciones más representativas de los primeros esfuerzos de industrialización que se hicieron en el México del siglo XIX.

La edificación de la fábrica se empezó en 1837 bajo los auspicios del Banco de Avío para el Fomento de la Industria Nacional, institución gubernamental, interesante de suyo, que otorgó un préstamo al Ministro de Relaciones Interiores y Exteriores don Lucas Alamán, para llevar a cabo el ambicioso proyecto. Poco tiempo después de que el político e historiador comprara los terrenos de un antiguo molino abandonado junto al río Blanco, al sur de la ciudad de Orizaba, en el estado de Veracruz, Cocolapan ya era una construcción principal en el perfil de la ciudad, y principal también en la geografia mexicana por su grandiosidad y sus funciones.

El edificio de cal y canto tenía un cuerpo central de tres pisos y dos alas con tres naves cada una, sostenidas por columnas de madera pintadas.

Dos grandes ruedas movidas por el agua tenían la potencia capaz de accionar las máquinas de ambas alas de la fábrica. Una máquina para batir algodón, troceles y "mulas" para hilar, máquinas que fabricaban cordones para poner en movimiento a todas las demás. Devanaderas para armar madejas, cardas, estiradores, veloces, máquinas para construir ruedas dentadas, dos magníficos tornos y una prensa para formar tercios de hilaza.

En 1841 Cocolapan era la fábrica textil más grande del país, y en esos años de esplendor, con alrededor de 600 trabajadores, llegaron a estar en funcionamiento 240 telares y 11 500 husos.

Durante el resto del siglo XIX, mexicanos y extranjeros con admiración la describieron imponente, perfecta y hasta arrogante.

Contaba con una bomba para incendios capaz de arrojar agua por todas sus instalaciones y hasta el techo, los diversos niveles se comunicaban con ingeniosos sistemas de cajas y poleas, la iluminación era óptima por sus grandes vidrieras, y de noche se trabajaba con multitud de quinqués de aceite que proyectaban reverberaciones de luz por todas partes. Los techos de láminas de zinc y armazones de fierro permitían absorber las contracciones y dilataciones producidas por los cambios de temperatura.

Tenía una escuela para los hijos de los trabajadores, una capilla, una torre con un reloj y un pararrayos, y para rematar, los tres cuerpos del edificio, con la fachada de puertas y ventanas distribuídas simétricamente, formaban una bella plaza con un enverjado y una magnífica puerta de fierro, de la que salía el paseo que llevaba hasta las primeras casas de la ciudad.

Durante los últimos años del siglo XIX, Cocolapan sustituyó la fuerza hidráulica por la eléctrica y pronto firmó un arreglo con el ayuntamiento de Orizaba para proporcionar la iluminación por el mismo medio a la ciudad.

Cocolapan ha sobrevivido a crisis y altibajos económicos y ha trabaado ininterrumpidamente hasta nuestros días.

Sin embargo, hoy parece amenazada y condenada definitivamente a desaparecer si las autoridades no toman conciencia de la importancia que reviste su salvación.

Rescatar y conservar los edificios e instalaciuones de Cocolapan sería rescatar también parte de la identidad colectiva de Méico, de su identidad histórica. Representaría un logro importante en la autovaloración de los esfuerzos de desarrollo que, como México, han hecho tantos otros países a contracorriente de un orden mundial que les orilla, desde el siglo pasado,a mantenerse en la retaguardia del desarrollo industrial y tecnológico de punta.

Salvando a Cocolapan, se salvará también una parte fundamental del patrimonio de México, y por qué no, del patrimonio del mundo.


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