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UNIVERSIDAD DE BARCELONA
ISSN:  0210-0754 
Depósito Legal: B. 9.348-1976
Año I   Número: 10
Agosto de 1977

EL DEBATE CUANTITATIVO EN LA GEOGRAFIA BRITANICA

Peter J. Taylor


CONTENIDO

La etapa a partir de la cual se desarrolla el proceso
La industria del conocimiento
Las comunidades “científicas”
El individuo en la comunidad
El proceso de cuantificación
La “Nueva” Geografía
Los dos papeles de las matemáticas
Prestigio por asociación
La respuesta de los tradicionalistas
La ruptura generacional
La línea dura: ¡Esto no es geografía!
Crear límites en favor de la unidad: ¿un nuevo orden establecido?
Conclusión


Nota sobre el autor

Peter J. Taylor realizo el doctorado en la universidad de Liverpool y ha sido profesor en las universidades de Iowa, USA, y Alberta, Canadá. En la actualidad es Profesor (Lecturer) en la universidad de Newcastle upon Tyne, Gran Bretaña, y director asociado del “Centre for Urban and Regional Development Studies” de dicha universidad. Es uno de los más brillantes especialistas británicos en métodos cuantitativos, habiendo sido secretario (1972-74) y presidente (1974-76) del Grupo de Estudio sobre Métodos Cuantitativos del Institute of British Geographers. Es también editor de la serie Concepts and Techniques in Modern Geography (CATMOG), publicada por Geo-Abstracts, Universidad de East Anglia, Norwich; dentro de esta serie se han publicado trabajos de L. Collins (An introduction to Markov chain analysis) D. Clark (Understanding canonical correlation analysis), S. Openshaw (Some theoretical and applied aspects of spatial interaction shopping models), y D. Unwin (An introduction to trend surface analysis), además de un trabajo del mismo P. J. Taylor (Distance decay models in spatial interactions). A esta línea de investigación sobre métodos cuantitativos pertenece su libro sobre Quantitative methods in Geography: An introduction to spatial analysis (Boston, Houghton Mifflin). En la actualidad trabaja sobre temas de geografía política, y en particular sobre la organización espacial de las elecciones, habiendo publicado dos libros sobre esta cuestión: Geography of elections (Londres, Penguin Books) y Seats, votes and the spatial organization of elections (Londres, Pion). Es autor también de los informes periódicos sobre la evolución de la geografía política publicados en la revista “Progress in Human Geography” (Londres, Arnold).
 

Agradecimiento

Agradecemos al Institute of British Geographers el permiso concedido para la traducción y edición en “Geo-Crítica” del trabajo que hoy publicamos.


EL DEBATE CUANTITATIVO EN LA GEOGRAFIA BRITANICA

” Los pequeños desacuerdos entre las distintas“escuelas de pensamiento”. que aparecen en
las revistas académicas, pueden ser realmente divertidos; sobre todo para los estudiantes
graduados y para aquéllos que se entusiasmen con los debates académicos. Pero estos
desacuerdos pueden ser algo más que una simple diversión”.
Schnore ( 1962)


Es evidente para todos los profesionales comprometidos con la geografía británica, que esta disciplina ha experimentado algunos cambios rápidos en los últimos 15 años. Estos cambios han seguido tendencias similares en USA y han sido generalmente identificados con la expresión“revolución cuantitativa”. Este corto ensayo no trata de estas tendencias cuantitativas per se, sino más bien del debate en torno a su introducción en la escena geográfica británica. No es mi propósito enjuiciar las técnicas cuantitativas y los desarrollos asociados con ellas; el principal interés de este ensayo es simplemente describir el debate cuantitativo e interpretar esta descripción, de manera que ayude a la interpretación del funcionamiento general de la comunidad geográfica británica.

Consideremos las tendencias recientes de la geografía británica vistas por un observador exterior:

"... no fue hasta mediados de los años 60, que la revolución cuantitativa empezó a desarrollarse con rapidez en el resto de Europa (fuera de Suecia). Este período vió la aparición rápida de un cambio drástico en la geografía inglesa. Después de un largo tiempo de obsesión con el estudio de las superficies de erosión o los burgos perdidos medievales, los jóvenes geógrafos británicos empezaron a comprometerse plenamente con el enfoque teorético y cuantitativo”. (French, 1971, p. 5).
Muchos geógrafos británicos dirían indudablemente que esta afirmación es objetable, y supone una distorsión de los hechos. Nótese el uso de frases tales como “cambio drástico”,“largo tiempo de obsesión” y “comprometerse plenamente”. Estas frases no parecen muy apropiadas al discutir las actividades de los académicos en su búsqueda de la verdad y del saber. Sin embargo, esta afirmación es típica de la mayoría de los debates académicos, y posiblemente capta lo esencial del “aire” del debate cuantitativo en geografía. De hecho, los sociólogos se han dado cuenta de que los científicos, en general, no responden a la imagen pública de seres humanos fríos y racionales, inmersos en sus investigaciones. Más bien, ven a los científicos como un tipo determinado de personas, que opera en un sistema social particular; lo que podemos generalmente identificar como la “comunidad científica” En este ensayo, quisiera usar las ideas y conceptos de algunos estudios recientes de la “Sociología del conocimiento (o ciencia)“, como medio para estudiar el debate cuantitativo en geografía. En particular, muchas de las ideas contenidas en las obras de Hagstrom The Scientific Community (1965). Andreski Social Science as Sorcery (1972) y Johnson (1971) en su corto análisis de la revolución keynesiana a economía, son aplicadas a estas tendencias recientes de la geografía británica.

El debate cuantitativo, en geografía, se ha desarrollado de manera no continuada, y con distinta intensidad en los diferentes departamentos de geografía de Gran Bretaña. Los datos utilizados para ilustrar las ideas desarrollados en este artículo, se limitan a las afirmaciones y comentarios que han terminado publicándose, generalmente como trabajos explícitamente metodológicos, o como partes de discursos presidenciales al Institute of British Geographers Esta no es una limitación grave, en la medida en que el debate cuantitativo ha “forzado” en cierta manera una discusión abierta en el campo de la geografía. El resultado es una verdadera mina de datos sobre la forma en que los geógrafos de diversas tendencias ven el funcionamiento de sus “sistemas sociales” particulares académicos(1).

El debate que aquí se refleja está presentado en tres fases. en primer lugar, se apunta brevemente la situación de la geografía británica antes del debate cuantitativo, como el “estadio” a partir del cual ha funcionado este proceso de cambio; a continuación, se discuten algunas de las posiciones básicas de los cuantificadores; finalmente, se describe la reacción de la “vieja guardia” ante la cuantificación.
 

LA ETAPA A PARTIR DE LA CUAL SE DESARROLLA EL PROCESO

La sociología de la ciencia supone simplemente tratar el funcionamiento de la ciencia y de los científicos como una área legítima de investigación sociológica. Acerca de ello se han desarrollado dos enfoques de la mayor importancia (Sklair, 1973, cap. 2). el enfoque marxista seguido por Bernal (1939), y el “estructural funcionalista” seguido por . Merton (1938). En este capítulo adoptamos el último enfoque, lo cual supone el tratamiento de la ciencia como un sistema social con sus propias normas y escalas de valores, al igual que cualquier otro sistema social. Nuestro propósito es mostrar el funcionamiento de la comunidad geográfica en una época “normal”, o sea, antes de la revolución cuantitativa.
 

La industria del conocimiento

Todas aquellas personas implicadas en el debate cuantitativo de la geografía forman parte de lo que podemos denominar “industria del conocimiento”; ésto implica aquellas actividades cuaternarias que producen y transmiten lo que Sklair ha llamado el “conocimiento organizado”. Esta industria es una de las que ha crecido más rápidamente en el mundo moderno, y este crecimiento ha influído en su misma organización estructural. Así, por lo menos a partir de mediados del siglo XIX, ha sido imposible abarcar en un estudio, todo o incluso parte del conocimiento organizado; la respuesta ha sido una división vertical del trabajo, dividiendo el conocimiento organizado en materias, disciplinas o ciencias distintas y separadas. Este proceso se institucionalizará en las universidades alemanas del siglo XIX, y su producto ha permanecido entre nosotros hasta nuestros días, con sólo cambios de pequeña importancia.

La disciplina geográfica fue una parte de este proceso y se institucionalizó con la creación de cátedras (de las que surgieron departamentos) y la fundación de revistas dedicadas a la geografía. A partir del siglo XIX, ha habido una comunidad de geógrafos que controla una pequeña parte de los trabajos de la industria del conocimiento, los cuales se intercomunican directamente a través de revistas especializadas.
 

Las comunidades “científicas”

La geografía del siglo XX ha sido una de la diversas comunidades científicas existentes. Consideremos algunas de las características relevantes de este tipo de comunidades. Como en todas las comunidades, hay una lucha dialéctica entre integración y desintegración, entre las fuerzas de colaboración y las de conflicto. El hecho de que la geografía exista aún como una institución en los años 1970, indica que las fuerzas de colaboración han sido hasta ahora las más fuertes. Considerémoslas, entonces, en primer lugar.

Todas las comunidades tienen sus “normas” de conducta y presiones que conducen hacia la conformidad. Los miembros que entran en la comunidad científica (estudiantes) pasan a través de un largo proceso de socialización, en el cual, se propagan las normas de la disciplina particular. Tales normas se hallan en la base de los escritos que los estudiantes deben leer, y de las lecciones que deben oir. Algunas veces, las normas están expl ícitamente presentadas en los cursos sobre “metodología”,pero generalmente, la socialización se realiza implícitamente en otros cursos. Así, el propósito de los cursos de licenciatura en geografía es producir “geógrafos”. En toda actividad profesional que ejerza un geógrafo, estas normas se verán reforzadas por la reacción informal de los colegas hacia su trabajo y por sus decisiones formales en términos de selección para darle acceso a un trabajo en esta área de la industria del conocimiento, así como a los medios de comunicación, es decir, las revistas. Como en todas las comunidades, el papel del individualista es, como mínimo, difícil.

¿Cuáles son los factores que contribuyen a esta socialización? Simplemente, cada disciplina ha construído su propia ideología. Esta consiste en las suposiciones que se hacen acerca de la contribución de la disciplina al conjunto de la sociedad; en la evaluación de lo que es y lo que no es interesante; y en otros“importantes” aspectos, tales como los problemas de “delimitación”. Steel (1974, pp. 204-5) nos presenta un buen ejemplo de las contribuciones y  "derechos” de los geógrafos; después de deplorar la subutilización de los geógrafos en comparación con los economistas, dentro del campo del desarrollo económico, sigue preguntándose retóricamente: “¿Puede alguien discutir seriamente el derecho del geógrafo a participar, o dudar de la habilidad particular que aporta a tal trabajo? “. Tales afirmaciones se realizan esencialmente para el consumo interno de la disciplina, y no forman parte de un debate académico que se mantenga con ninguna otra disciplina particular La evidencia empírica para el desarrollo de tales ideologías consiste en lo que Hagstrom ( 1965) denomina “mitos heroicos”; por ejemplo, el mito más común en la ciencia es el de que las motivaciones de los científicos son puras e impersonales, siendo guiados simplemente por el deseo de extender el conocimiento. Sin embargo, la importancia del “reconocimiento personal” para los científicos está muy claramente ilustrada por las numerosas disputas referentes a la prioridad de los descubrimientos, aunque este tema se ha eludido en los estudios sociales más generales de los científicos.

En el caso particular de la geografía, los mitos que se han utilizado han estado relacionados, tanto con las supuestas deficiencias de otras disciplinas (rivales), como con los correctivos que “un enfoque geográfico apropiado” se supone debe aportar. De este modo se describen otras disciplinas como si sus especialistas tuvieran anteojeras o no supieran apreciar plenamente la importancia de la dimensión espacial. En contraste con ello, existe el mito del geógrafo como el “gran sintetizador”, el “capataz” que combina las ideas individuales simples de los trabajadores especialistas cegatos (2). Wooldridge y East (1958, pp. 56) presentan sucintamente este punto de vista, cuando afirman que “la raison d’être de la geografía y su atracción intelectual proceden, en gran parte, de las deficiencias del mundo intelectual no coordinado, que nos han legado los especialistas”. Para demostrar ésto se requieren escasos datos empíricos, en términos del trabajo de otras disciplinas o del trabajo de los geógrafos, en la medida en que estos mitos son grandes generalizaciones que poseen el papel básico de crear un objetivo global y dar cohesión a las, muy obviamente, diversas investigaciones de los miembros de la comunidad geográfica(3).

Finalmente, puede mencionarse el papel de las historias científicas en estecontexto. Cada disciplina posee textos que pretenden demostrar su particular desarrollo evolutivo hasta nuestros días; el propósito de tales trabajos es ilustrar la continuidad y la unidad de la disciplina. Si recordamos que, como hemos dicho, las disciplinas que conocemos hoy fueron tan sólo institucionalizadas en el pasado siglo, se verá que quedan muchas posibilidades para narrar la historia de la disciplina. Freeman (1965) encuentra necesario afirmar que” en muchas generaciones del pasado, si no ha habido geógrafos de nombre, sí los ha habido de hecho” Así, se pueden producir historias especialmente reconstruídas por una cuidadosa selección de los “geógrafos”del pasado. Muchas otras disciplinas se sorprenderían ante las referencias geográficas a Emmannuel Kant o Sir Francis Galton, por ejemplo.

El ejemplo más Influyente de este proceso en el funcionamiento de la geografía es, desde luego, el Importante trabajo de Hartshorne sobre The Nature of Geography. Este trabajo lleva el subtítulo de“Un estudio crítico del pensamiento actual a la luz del pasado” y es, así, explícitamente histórico. Después de justificar este enfoque en la primera parte del libro, se nos presenta “La Naturaleza de la Geografía en relación con su desarrollo histórico" en la segunda parte.  Tras esta discusión, Hartshorne se siente lo suficientemente seguro para identificar las“desviaciones respecto al curso del desarrollo histórico”. Las implicaciones de este tratamiento del pasado de la Geografía son muy claras. En palabras de Minshull 11970, p. 9) “la mayoría de los artículos sobre la naturaleza de la Geografía se esfuerzan en poner de relieve guías que mantendrán a los geógrafos en el camino correcto” El resultado es que la comunidad de geógrafos se presenta con
una apariencia tanto de continuidad como de unidad en su objeto de estudio. Entonces todos ellos pueden, como mínimo, ensalzar de boquilla la meta última común de sus investigaciones. la síntesis regional
 

El individuo en la comunidad

No podemos olvidar nunca que la comunidad científica, al igual que cualquier otra comunidad, es un conjunto de individuos. Así, a pesar de las normas y de la conformidad señaladas anteriormente, existen también fuerzas de conflicto entre los individuos de dicha comunidad. La comunidad académica se organiza dentro de una jerarquía muy formal, desde los jefes de departamento, hasta los profesores, estudiantes graduados y no graduados. Dentro de cada disciplina, la posición jerárquica depende de la contribución hecha a la producción del conocimiento, tal como es percibido por la comunidad. En el caso ideal, una disciplina es el ejemplo más extremo de una comunidad meritocrática. De este modo, se define el mérito por medio de la cantidad y calidad de las publicaciones hechas por un individuo. El proceso es un simple intercambio. El individuo proporciona .información (trabajos de investigación) a la comunidad dándoselos literalmente como “contribuciones” para las revistas. Aunque ello no implique normalmente un pago monetario, hay sin duda un intercambio, ya que los investigadores esperan, y generalmente obtienen, un reconocimiento de su producción. Es este reconocimiento, el que está en la base de la jerarquía dentro de la disciplina; de este modo, en lugar de acumular directamente dinero en un banco, los artículos se acumulan en el curriculum vitae, el cual se utiliza para obtener mejores posiciones en la comunidad.

El considerar que este proceso produce una jerarquía verdaderamente meritocrática depende obviamente de la definición que se haga del mérito en sí mismo. Todo ésto está estrechamente relacionado con la ideología discutida previamente. Aquéllos que están en la cumbre de la jerarquía tienen, a menudo, el rol de decidir quién participará y se unirá a ellos en su posición elevada lo cual produce, automáticamente, una tendencia a perpetuar la ideología existente. Para aquéllos que están cerca de la base de la jerarquía, la mejor estrategia a corto plazo consiste claramente en estimular y posibilitar el derrumbamiento de la ideología establecida. Obviamente, cualquier grupo de gente, que se encuentre en la base de una jerarquía, tendrá un claro interés en el cambio. Es este aspecto competitivo el que puede dar lugar a que las fuerzas de conflicto impugnen las fuerzas de integración tradicionales como el proceso dominante de la disciplina. Así, algunos historiadores de la Geografía han puesto de relieve que cada generación de geógrafos ha intentado tener su propia “nueva” Geografía. Sin embargo, se acepta comúnmente que el intento hecho por la última generación de geógrafos ha tenido un efecto particularmente traumático en la Geografía.
 

EL PROCESO DE CUANTIFICACION

El proceso de cuantificación en Geografía ha tenido que funcionar; por lo tanto, en la comunidad jerárquica de una Geografía “tradicional” que poseía una ideología distintiva muy bien desarrollada. Stamp (1966) identificó la cuantificación como un proceso social que funciona en este contexto, cuando dibujó la analogía entre la “guerra civil” que estaba presenciando y el comunismo. Desarrollaremos aquí la tesis del conflicto social, basando inicialmente nuestras ideas en el trabajo de Johnson (1971) acerca de la revolución keynesiana en Economía. Harvey (1972) ha mostrado ya lo particularmente apropiado que parece ser el análisis de Johnson para describir la evolución reciente de la Geografía.

A continuación, trataremos de profundizar los comentarios de Harvey y de relacionar el análisis de Johnson con nuestra anterior discusión de la comunidad geográfica.
 

La “Nueva” Geografía

Johnson argumenta que para que cualquier nuevo enfoque tenga éxito, tiene que atacar la vieja ortodoxia en su mismo corazón.  Esto supone identificar la parte más básica de la ideología existente y presentarla como insostenible. Si ésto puede realizarse con éxito, la totalidad del edificio de la vieja disciplina, antes impresionante, se desintegrará. Esta proposición es, desde luego, ampliamente aplicable a la mayoría, sino a todas. las situaciones de conflicto En el caso de la Geografía, ello se consiguió calificando a la Geografía tradicional de esencialmente idiográfica por naturaleza. La exposición explícita y la sustitución de este enfoque por la filosofía nomotética, se puede ver plenamente en el capítulo I de la Theoretical Geography de Bunge. Este capítulo es un ataque directo al corazón de la Geografía tradicional, tal como es presentada en la exposición más influyente de la vieja guardia, Nature of Geography de Hartshorne. El proceso continúa con el capítulo I de la influyente obra Locational Analysis in Geography de Haggett y con el ensayo introductorio a los Models in Geography de Chorley y Haggett. Todo el énfasis de estos escritos está en las regularidades y los modelos, en contraste con la anterior supuesta contemplación de lo único. A pesar de que artículos posteriores mostraron que los argumentos no eran tan claros como se pretendía originalmente (p. ej. Lewis, 1965). el daño ya estaba hecho al menos ante los ojos de los potenciales partidarios de la nueva Geografía.

Llegados a este punto, es preciso hacer notar que dentro de la comunidad no existe ningún interés en aniquilar  completamente la posición tradicional. Un resultado de este tipo podría, obviamente, poner en peligro la posición de la Geografía como una disciplina viable, y comprometería por ello tanto a los revolucionarios como a los tradicionalistas.  Evidentemente, es inútil ganar una revolución a costa de una destrucción total.  Así el propósito de la discusión de Bunge y Haggett es de un orden distinto al criticismo temprano de Tudor David (1957) a la Geografía tradicional, el cual proponía el fin de la Geografía como una disciplina universitaria. Por ello la segunda característica, según Johnson, de la transformación de una disciplina hecha con éxito, consiste en que después de derrocar la proposición central de la vieja ideología, trata de guardar todo lo posible de lo viejo, a ser posible dando a las diferentes partes diferentes nombres. El ensayo hecho Por Haggett y Chorley (1966) es un buen ejercicio en este proceso particular de reorganizar el conocimiento existente. Davies (1972) menciona específicamente este proceso cuando afirma que “aunque los amplios objetivos de la ciencia geográfica siguen siendo los mismos, estos cambios han tenido un efecto profundo sobre la organización del material geográfico”. Sin embargo Gould (1969). en su análisis de estos acontecimientos, habla simplemente de “nuevos caminos de abordar los viejos problemas”, deja claro que la nueva Geografía comparte la herencia de la vieja Geografía, al cual, nos dice, se remonta a dos milenios. Harvey (1969). en la introducción a su tratado metodológico, hace notar que no discute la definición de geografía hecha por Hartshorne. Bunge (1966, p. XV) resume claramente esta posición señalando que “la Geografía actualmente no ha perdido sus viejos intereses, pero los ha dispersado en gran manera”.
 

Los dos papeles de las matemáticas

La expresión más utilizada para el“nuevo” enfoque es la de “Geografía cuantitativa”, Aunque este término sólo implica de manera directa la idea de medición -la conversión de conceptos geográficos en cantidades- tales cantidades son expresadas en forma numérica y a partir de aquí, susceptibles de ser tratadas matemáticamente. Para nuestros propósitos, podemos incluir aquí los análisis estadísticos, como parte de las matemáticas utilizadas. En cualquier caso, resulta que es el aliciente de las matemáticas lo que hace de la cuantificación una posición atractiva. Concretamente Harvey (1969) pone de relieve las ventajas de adoptar “lenguajes” matemáticos para resolver problemas geográficos. El rigor lógico y la claridad aparecen de forma destacada:

“El intento de matematizar amplias áreas de investigación en las ciencias sociales es generalmente fructífero, simplemente porque ésto implica una clarificación a priori de los conceptos y las proposiciones acerca de los fenómenos empíricos” (p. 187).
Harvey está seguro de que “en pocos años habrá, sin duda, gran cantidad de puentes entre los lenguajes matemáticos abstractos y la realidad geográfica” (p. 189). Sin embargo, tal como admite Wilson ( 1972, p. 41), en la nueva Geografía se ha dado más énfasis a los enfoques inductivos (estadísticos) que a los estudios matemáticos realmente deductivos. Esta tradición inductiva es en buena parte, el “enfoque cuantitativo”, identificado por Gregory (1971). A pesar de todo el énfasis en términos de rigor y lógica son los mismos. Así, se nos dice (p. 31) que“si alguien deliberadamente evita tales técnicas analíticas, entonces no es posible alcanzar los objetivos geográficos propios en forma que puedan ser validados; ésto se establece independientemente de cualquier interpretación y opinión personal”. De manera clara, el enfoque cuantitativo “puede ayudar a evitar la vaguedad y la imprecisión que ha caracterizado a gran parte de la Geografía en el pasado” (p. 33).

Así, la geografía cuantitativa se presenta de tal manera, que sus objetivos, en palabras de Gregory (1971, p. 31) son “altamente loables desde un punto de vista académico”. Sin embargo, las matemáticas y la estadística tienen un segundo papel a jugar, mucho menos loable, en el debate académico. Johnson apunta que la tercera característica para que una transformación tenga éxito, es la necesidad de incluir un apropiado grado de dificultad de forma que la vieja guardia sea probablemente incapaz de dominarla, pero dejando la puerta abierta a los jóvenes investigadores, con tiempo y  motivación, para que puedan incorporar fácilmente el nuevo enfoque a sus trabajos. Ello supone la aparición de una ruptura generacional y las matemáticas desempeñan aquí un papel clave. Las ideas envueltas en símbolos matemáticos quedan inmediatamente fuera del alcance de los que no están familiarizados con ellos. Ello no es necesariamente un resultado accidental en la búsqueda del rigor creciente que ofrecen las matemáticas. Cuando el rigor no es el propósito principal del uso de las matemáticas Andreski (1972) habla de camuflaje. En esta situación, las matemáticas no son un agente del conocimiento, son un simple agente social dentro de una situación de conflicto. Vale la pena citar el divertido ejemplo de Andreski.  Cuenta la historia de la visita del matemático suizo Euler a la corte de S. Petersburgo donde estaba rodeado por los seguidores de Voltaire. Sin embargo venció en una disensión religiosa al escribir en una pizarra:

(x + y)2 = x2 + 2xy + y2

Luego, Dios existe

En las modernas ciencias sociales, Andreski identifica dos tipos de camuflaje: el primero, implica la utilización de símbolos de tipo matemático en afirmaciones que no tiene nada que ver con las matemáticas en sí. Así la afirmación:

jaguar = oso hormiguero (-1)

de un famoso trabajo de Antropología, no significa que jaguar sea igual a 1 dividido por un oso hormiguero. Estas pseudomatemáticas son presumiblemente de poca relevancia, aparte de su carácter molesto. Sin embargo, el segundo tipo de camuflaje matemático es mucho más problemático. Implica la legitimización y el uso correcto de ciertos aspectos de las matemáticas, aunque sin el propósito de contribuir a ninguna ampliación del conocimiento. En las ciencias sociales, ello está a menudo representado por intentos tempranos de axiomatizar áreas del conocimiento, los cuales se reducen en realidad a representaciones más abstractas de lo que ya había sido dicho verbalmente de manera adecuada. Andreski ilustra este punto usando ejemplos del influyente libro de Simon, Models of Man. En Geografía, podemos citar ejemplos del uso de la teoría de conjuntos y de la topología para poco más que simples propósitos ilustrativos. Ha habido un pequeño debate sobre la utilidad de la teoría de conjuntos en la bibliografía geográfica (Hamill, 1966), aunque nadie ha discutido, al menos que yo sepa, la siguiente definición de geografía hecha por Haggett (1965, p. 15):

donde  es el conjunto de las ciencias de la tierra,   el conjunto de ciencias sociales y  el conjunto de ciencias geométricas, I es un elemento de estos conjuntos -la disciplina geográfica.  Así, la ecuación simplemente dice que la Geografía consiste en algunos elementos comunes de las ciencias de la tierra, ciencias sociales y ciencias geométricas. Otros ejemplos, tales como “hombre en relación con su medio ambiente”, geomorfología, ecología humana, etc.,.. se han presentado también dentro de este marco de la teoría de conjuntos. Las personas versadas en la teoría de conjuntos no hallarán ninguna información nueva útil en estas proposiciones, y aquéllos que no están familiarizados con las matemáticas; simplemente las rechazarán quedando quizás impresionados.

Conviene hacer notar que, básicamente, estas mismas ideas fueron propuestas en 1919, sin hacer ninguna referencia a la teoría de conjuntos (Fenneman, 1919). El uso de la terminología de matrices algebráicas es otro ejemplo de términos matemáticos usados sin que contribuyan al avance del conocimiento. Así, bajo el título de “El debilitamiento del análisis vectorial convencional”(Haggett y Chorley, 1966, p. 31) se realiza una breve discusión de los problema de los enfoques geográficos tradicionales en el mundo moderno. En la matriz geográfica (un inventario locacional, donde a la posición se le da sólo una dimensión, de forma distinta a lo que ocurre en el mapa convencional más útil) los estudios regionales y la geografía sistemática se convierten en“análisis vectorial convencional”. De nuevo, el uso de los términos matemáticos puede sólo servir de camuflaje a los posibles lectores, puesto que parece que es muy poco lo que se añade a nuestro conocimiento.

Sin embargo, el papel de las matemáticas como camuflaje para impresionar ha sido desarrollado rnás naturalmente por los geógrafos en geometría, o mejor dicho en “las geometrías”. Durante la mayor parte de la historia del conocimiento organizado ha habido sólo una geometría, la geometría de Euclides, la cual ha servido, durante varios milenios, a las necesidades prácticas y teóricas en relación con el espacio. Sin embargo, en el siglo XIX, varios matemáticos desarrollaron las nuevas geometrías “no euclidianas” y Einstein fue capaz de usar una de éstas en su teoría de la relatividad. Ahora parece que va a criticarse a los geógrafos tradicionales por no seguir a Einstein y no usar el “espacio relativo”. Así, Harvey nos dice (1969, p. 209) que:

“es quizás irónico que la principal corriente de opinión filosófica en geografía -particularmente la asociada con Hettner y Hartshorne- sigue más a Kant que a Gauss, el cual, en parte, al querer resolver problemas técnicos de la proyección cartográfica, se vió conducido a iniciar un conjunto de descubrimientos matemáticos importantes que culminaron en la Geometría de los espacios Riemannianos”.
Sin embargo, Harvey acepta que “puede parecer, evidentemente, como si tales geometrías, que estuvieron estrechamente asociadas con el progreso del conocimiento en Física, fueran inaplicables en geografía”. De hecho, la única geometría no euclidiana que los nuevos geógrafos han usado, no es la de Riemann, usada por Einstein, sino nociones muy elementales de topología. Se trata, en gran medida, de la utilización de la teoría de grafos para derivar medidas muy simples de conectividad, a la que se puede llegar, sin hacer uso de la topología; y en segundo lugar, consiste en el uso de “transformaciones topológicas”, que son simples cartogramas cuyos orígenes se remontan a épocas anteriores a la última guerra y que, a menudo, sólo mantienen la contigüidad, lo cual pasa a ser una “propiedad topológica”. A pesar de la discusión metodológica de las geometrías no euclidianas, la mayor parte de los tratamientos geográficos del espacio siguen siendo explícitamente euclidianos. El debate euclidiano-no euclidiano en geografía, se reduce a una pista falsa que representa otro nuevo acto de camuflaje contra la gente atemorizada por la discusión de temas tan profundamente matemáticos.

Antes de terminar esta discusión, debo poner énfasis, de nuevo, en el hecho de que la mayor parte de la “nueva” geografía utiliza los conceptos matemáticos o estadísticos en las investigaciones concretas como instrumentos para incrementar el conocimiento y no simplemente para re-escribirlo de una forma nueva, extraña pero potencialmente impresionante. Así, estas críticas deben ser distinguidas de algunas condenas generales de la cuantificación, que están basadas generalmente en una incomprensión del propósito y de las posibilidades del tratamiento matemático. Sin embargo, esta reacción no es del todo sorprendente, dado el camuflaje que ha existido en este campo. Se trata simplemente de mostrar que el criterio de Johnson de la dificultad suficiente dentro del “nuevo” enfoque ha tenido éxito en el contexto de la geografía cuantitativa.
 

Prestigio por asociación

La cuarta y posiblemente más importante condición de Johnson acerca de los “nuevos” enfoques, es la de que deberían incorporar una metodología sugestiva a fin de reemplazar las existentes. En geografía, esta nueva metodología es nada menos que el método científico, tal como aparece explícitamente propuesto en la obra pionera de Bunge (1962). Así, los nuevos geógrafos profesionales podrían estar, e indudablemente estuvieron, atraídos por una nueva geografía, detrás de la cual se hallaba todo el prestigio de la ciencia. Davis (1972) habla de la “realineación de la geografía con la corriente principal de la ciencia moderna”. En los años 60, tales argumentos parecen haber sido casi irresistibles a los investigadores jóvenes, y el éxito de la nueva geografía puede ser, en gran medida, atribuído a su “imagen” científica.

El proceso que actúa en este caso es el del prestigio por asociación. Dentro de la industria del conocimiento existe un orden jerárquico entre las disciplinas. Entre las ciencias, la física se halla claramente en la cúspide de la jerarquía, presumiblemente debido a sus relizaciones teóricas impresionantes, que implican el uso de matemáticas avanzadas. Por ello, todas las otras ciencias tienden a ver a la física como su modelo ideal. En geografía ésto ha implicado la referencia a físicos famosos tales como Newton, Einstein, Max Planck y Heisenberg (Haggett, 1965), esgrimidos como soporte de los argumentos metodológicos. En las discusiones metodológicas, el énfasis se pone, sin lugar a dudas, más en las fuentes “científicas” que en los primeros pronunciamientos geográficos. El ejemplo más explícito de ésto, lo tenemos en la obra de Chorley y Haggett (1966) y en los planteamientos metodológicos de Harvey (1969). La idea es simple: la geografía, como la física, es sólo una de “tantas”(4).

Aunque a Bunge le gustaría crear la geografía como una ciencia de manera espontánea(5), otros geógrafos “nuevos” han preferido invocar a geógrafos anteriores para apoyar su idea. Esto implica la creación de una nueva historia de la disciplina, a fin de reemplazar la anterior. Esta nueva historia tiene dos aspectos. En primer lugar, implica la reinterpretación de lo que los gigantes aceptados del pasado afirmaron. Así, Schaefer (1953) impugna, en gran parte, la interpretación de la geografía alemana hecha por Hartshorne y, de manera parecida, Lukerman (1965) sugiere que la escuela francesa estuvo influida por la teoría de la probabilidad de las matemáticas francesas del siglo XIX. Sin embargo, la nueva historia debe ser algo más que una simple reinterpretación; necesita invocar algunos nuevos gigantes del pasado. La nueva geografía encuentra un mártir ya preparado en Walter Christaller cuyo trabajo fue desconocido durante un cuarto de siglo (Berry y Harris, 1970). Haggett (1965, p. 15) se remonta mucho más lejos; discute brevemente “el olvido de las tradiciones geométricas en geografía”,las cuales, se nos dice, “fueron básicas para la concepción griega original de la materia” (en ciencia, es siempre útil remontarse a la Grecia antigua). Sin embargo, para la historia más reciente, los geógrafos han tenido que ir fuera de la disciplina Alan Wilson (1972) nos presenta la más explícita “nueva” historia, en un corto fragmento de“El desarrollo de la Geografía Teorética”. El reparto por orden de aparición es el siguiente. W. M. Davis, J. H. von Thünen, A. Weber, W. Christaller, A. Lösch, R. M. Haig, H Hotelling, E. M. Hoover, M. L. Greenhut, W. lsard, E. W. Burgess, H. Hoyt, C. D. Harris, E. L. Ullman, R. M. Hurd, H. C. Carey, E. G. Ra-venstein,
S. A. Stouffer, E. C. Young, W. J. Reilly, G. K. Zipf, J 0. Stewart, W. Warntz, R. E. Horton, A. N. Strahler y A. E. Scheidegger. ¿Cuántos geógrafos hay en la lista? Dejo al lector que lo calcule.  Wilson, desde luego, no pretende que todos ellos sean geógrafos por profesión, pero supone obviamente que todos han  contribuído a la geografía teorética. Tenemos aquí una nueva historia para contrastar, por ejemplo, con A Hundred Years of Geography de Freeman (1965). La selección de “geógrafos” hecha por estos “historiadores” no es, desde luego, en ningún sentido arbitraria; la mayoría de los nombres recogidos por Wilson son bien conocidos por los geógrafos modernos y constituyen los antecendentes de muchas de las ideas que vienen siendo desarrolladas actualmente por los nuevos geógrafos(6).

La nueva historia es parte de la nueva ideología, habiendo sido creada para reemplazar la tradicional. El geógrafo es transformado de un sintetizador regional en un “científico espacial”. La nueva utopía parece ser una “teoría general de localización” profundamente abstracta, a la cual se adaptarán los diversos modelos de localización. Bunge (1966) concluye la segunda edición de su Theoretical Geography especulando sobre la naturaleza de esta teoría, la cual se ha visto parcialmente retrasadaa causa del fracaso de las matemáticas para adecuarse al ritmo de nuestras necesidades. Haggett (1965), en un tema similar, llega a la misma conclusión, poniendo énfasis en la necesidad de axiomatizar el conocimiento geográfico. La metodología básica para llevar a cabo esta utopía es presentada por Harvey (1969). De nuevo, un trabajo de Wilson (1972) sobre geografía teorética apoya claramente los argumentos aquí presentados. En la sección final, titulada “algunas especulaciones sobre el futuro de la geografía teorética”, se dibujan líneas prácticas para la investigación y y la enseñanza, y se cierra con la entusiasta conclusión: “me siento extraordinariamente emocionado ante los éxitos de la geografía teorética en las dos o tres últimas décadas; pienso que es posible que el futuro sea incluso más emocionante, y que podemos estar al borde de éxitos substanciales”. ¿Quién se atrevería a censurara los jóvenes geógrafos por su incorporación al mundo emocionante de la nueva geografía?

En la práctica, la mayoría de las investigaciones de la nueva geografía, no han buscado ni una teoría general, ni axiomas, ni de hecho, teorías de ninguna clase. Se ha
puesto el énfasis en lo empírico, lo que supone el uso de distintas técnicas cuantitativas para analizar datos espaciales de varios tipos. Por ello, los términos “geografía cuantitativa” y “análisis espacial” son descripciones correctas de la mayor parte de los trabajos recientes en geografía. Aunque este predominio empírico contrasta con la ideología antes citada, se corresponde con el último requisito de Johnson para un cambio afortunado de orientación en una disciplina; significa simplemente que el nuevo enfoque debe proporcionar conceptos nuevos que medir e interrelaciones que calibrar. Como Harvey (1972, p. 6) ha apuntado ya, la geografía cuantitativa ofrece precisamente ésto a sus nuevos adheridos, en forma de asociaciones espaciales, descenso de curvas con la distancia, ecologías
factoriales, análisis de mallas, análisis de puntos o nodos, etc. . ..Así. para los nuevos aspirantes geógrafos, hay infinidad de trabajo que realizar. Justamente es dentro de esta atmósfera donde una nueva comunidad de participantes activos puede emerger. Precisamente tal comunidad emergió como “geografía cuantitativa” en los años 60.
 

LA RESPUESTA DE LOS TRADICIONALISTAS

Miremos ahora la posición de los viejos miembros de la comunidad de geógrafos. Homer Hoyt (1962) ha diagnosticado el dilema con el que se enfrentan los científicos sociales de la “vieja escuela” como un caso de esquizofrenia; describe su posición de la siguiente forma:

“Los viejos científicos sociales se ven atormentados entre alternativas conflictivas. ¿Deben abandonar sus conceptos, revisar sus ideas anteriores, y empezar un curso de matemáticas que les capacite para comprender los artículos que aparecen en economía, en estadística, en econometría y en las revistas sociales? ¿Deben mantener su formación y seguir sosteniendo la validez de las concepciones a las que han estado adheridos durante largo tiempo? o ¿deben intentar mantenerse con un pie en el mundo de sus viejos conceptos y otro en un universo de matemáticas superiores?” (p. 199).
En el caso de la geografía, la esquizofrenia puede ir acompañada de un shock. Stamp (1966), por ejemplo, admite haberse sorprendido con el crecimiento de la cuantificación. No hay duda de que ello es debido a la rápida tendencia hacia la cuantificación, señalada por Gould (1969) Así, las respuestas dadas a la cuantificación por los geógrafos orientados más tradicionalmente han consistido en comentarios y críticas realizadas después de los acontecimientos. No existen pruebas, o por lo menos pruebas escritas, que muestren una resistencia a estas tendencias en los primeros momentos (digamos hacia 1960). Sin embargo, a finales de los años 60, los discursos presidenciales a las reuniones del Institute of British Geographers incluían normalmente un capítulo sobre la actitud del conferenciante ante las nuevas tendencias, las cuales, por aquel entonces, eran evidentes a la comunidad entera. Estas actitudes parecen relacionarse con las dos últimas
respuestas sugeridas por Hoyt: la de mantenerse firmes o la de buscar un compromiso. En cualquier caso, todas las respuestas tienen una característica común: la percepción de una ruptura generacional que los tradicionalistas ven abrirse claramente ante ellos.
 

La ruptura generacional

La existencia de una ruptura generacional parece ser el resultado casi inevitable del proceso descrito en la última sección. En particular, el énfasis puesto en la dificultad inicial que deriva de la cuantificación. parece provocar la aparición de dos grupos de geógrafos: los viejos geógrafos con escasas técnicas cuantitativas, y los jóvenes con algunos conocimientos en técnicas estadísticas. La estrategia de hacer creer que la nueva geografía es difícil, parece haber actuado. Stamp (1966, p. 18) escribe que “la misma naturaleza de la materia le priva de ser leída fácilmente” y Farmer (1973, p. 8) admite francamente que “hay mucho que yo no llego a entender”. En otros casos, la falta de comprensión debe deducirse de las críticas a los enfoques cuantitativos. Así, la “dificultad de la materia”en las nuevas tendencias, no ha impedido una fuerte reacción por parte de los geógrafos tradicionales. El resultado es desde luego de una extrema importancia ya que se
refiere al futuro de sus propias posiciones personales. Consideremos primero la segunda cuestión.

La generación más vieja de geógrafos ha dedicado, generalmente, toda una vida de trabajo a su disciplina, y ha alcanzado un estadio en el que pueden esperar recibir la recompensa de su servicio a través del reconocimiento general del resto de la comunidad de geógrafos. Esto es evidentemente, uno de los propósitos que se tienen al conceder honores de “presidentes” a algunas personas. Sin embargo, esta recompensa se convierte en algo falso si la mayor parte de la comunidad les niega su respeto. Esto es, de hecho, lo que ocurre cuando una revolución en el pensamiento conduce a una bibliografía que hace referencia -y por consiguiente reconoce- un pasado distinto de aquél del cual han emergido los tradicionalistas. En esta situación, los tradicionalistas han criticado a los jóvenes cuantitativos en dos frentes: por una parte, ponen objeciones a su comportamiento, y por otra, a su supuesta ignorancia del pasado de la geografía. Así, los “jóvenes cuantificadores”son acusados, no sólo de irrespetuosos, sino también de arrogantes. Farmer (1973, p 8) nos dice que“está inquieto por la arrogancia y la pretensión de algunos, y sólo algunos, de los ‘Nuevos Geógrafos‘”. Steel (1974, p. 205) comenta que el interés social es“otra vez algo que acaban de descubrir los jóvenes colegas (ellos se
imaginan, según parece, que por primera vez)“. Steel incorpora aquí un tema muy común; los intereses del grupo más antiguo consisten obviamente en mostrar y proclamar que estas nuevas tendencias no son tan nuevas como los que las proponen pretenden demostrar, Edwards (1974, p. 4) apunta que la cuantificación ha permitido a los geógrafos “crear modelos para diferentes tipos de problemas; esta es una vieja idea resucitada y multiplicada”. Farrner (1973) puntualiza que ya existieron varias nuevas geografías en el pasado (por ejemplo, la nueva geografía de Mackinder), y Henderson (1968, p. 4) nos dice que “la concepción de la construcción de modelos se remonta a tiempos lejanos aunque, por aquel entonces, tenía otro nombre” En general, podemos decir que la vieja guardia no querrá admitir que se ha producido una revolución. Stamp (1966) sugiere que el término“guerra civil” puede ser una descripción más precisa, mientras que Edwards
reconoce con mucho cuidado las ideas evolucionistas a lo largo de la revolución. Esta posición está reflejada con más claridad por Steel y Watson (1972) en el análisis de la geografía en el Reino Unido entre 1962 y 1972. El trabajo se escribió para dar una imagen de la geografía británica a los colegas de la Unión Geográfica Internacional. Sin embargo, la imagen presentada tiende a poner énfasis en los trabajos (generalmente libros de texto) de los geógrafos británicos viejos. Podemos imaginar cuan diferente hubiera podido ser el análisis si, por ejemplo, Chorley y Haggett hubieran sido invitados a su realización. Quizá el trabajo más general de Chisholm (1971) nos da alguna indicación de este punto de vista alternativo sobre la geografía británica. Steel y Watson (1972, p. 144) resumen muy claramente su posición:

“Hay una tendencia a acentuar los contrastes entre los enfoques y los métodos de la segunda mitad de los años 60 y todo lo ocurrido anteriormente, pero tal punto de vista puede ser ineficaz e ignorar los fundamentos sociales y Ias tradiciones del desarrollo de una materia que tiene una larga y honrosa historia... El Interés central de los geógrafos sigue siendo el mismo”.
Hay algo paradójico entre la discontinuidad descrita más arriba y la necesidad similar de los cuantificadores de relacionar sus estudios con una “larga y honrosa historia”. Ambos grupos ven la historia como algo muy importante, aunque aluden a una historia diferente.

Si los tradicionalistas fueran capaces de demostrar la continuidad y, por tanto, hacer sus propias investigaciones anteriores aún relevantes para la comunidad, ésto les permitiría ocupar su lugar “natural” en la cúspide de la jerarquía de la comunidad con un consentimiento unánime. Esto produce una imágen de una comunidad con pocas figuras importantes (viejos profesores) dirigiendo la investigación de sus menos experimentados, pero entusiastas, discípulos jóvenes. Smailes (1971, p. 11) fomenta particularmente este ideal: “Estoy seguro de que si el más antiguo de entre nosotros es capaz de formular las preguntas correctas en nuestras especialidades, no faltarán en el Instituto, jóvenes geógrafos enérgicos para buscar las repuestas”. De cara a lograr esta feliz posición, el tradicionalista debe superar la falta de respeto del jóven, usando una de estas dos estrategias: o bien debe desterrar a los herejes o bien debe integrar a todo el mundo dentro de una nueva unidad. La elección entre estas dos alternativas conduce al geógrafo a un interés general por su disciplina.
 

La línea dura: ¡ Esto no es geografía!

El punto de vista de la línea dura consiste simplemente en sugerir que estas nuevas tendencias, no forman parte, de hecho, de la geografía; en la medida en que parte de la estrategia de los “cuantificadores”consistió en mantenerse dentro de la disciplina establecida, este intento de expulsión es una reacción opuesta natural.  La declaración más explícita en este sentido procede de Minshull (1970, p. 136) el cual escribe: “Algunos de los cambios en los enfoques y propósitos son tan extremos, tan diversos, que podría sugerirse que ya ha llegado el momento para que algunas nuevas disciplinas se separen de la geografía, antes de que el trabajo hecho por los “geógrafos” bajo el nombre de “geografía” se haga tan diverso que sea imposible de definirlo”.

El núcleo de estos dos tipos de argumentos consiste en criticar la inclinación de las tendencias recientes a incorporar líneas de razonamiento más abstractas y, a menudo, deductivas. Esto contrasta con el interés de la geografía tradicional en, literalmente, el “mundo real”.  Balchin (1972, p. 186) se refiere al“análisis espacial, el cual es frecuentemente o bien un análisis no cuantitativo o bien un espacio artificial en modelos teoréticos(7). Steel (1970, p. 2) es incluso más rotundo en su crítica “...si a nosotros, los geógrafos, nos concierne enteramente el proceso y no del todo el lugar... debemos cerrar la tienda como geógrafos e irnos a casa”; y en fecha más tardía, Steel (1974, p. 200) lamenta el hecho de que la geografía“se está volviendo más y más académica, y en algunos aspectos, mucho menos relacionada con el mundo real”.

Sin embargo, la disertación más extensa que concierne a la mala nueva geografía y a la buena vieja geografía, procede de Smailes (1971) . En su discusión de los “sistemas urbanos“encontramos desafíos directos a la nueva generación de geógrafos. Hay simplemente un intento de resucitar la geografía tradicional sobre la base de los defectos de la nueva geografía, tales como:“Esta geografía de vanguardia no reconoce suficientemente el peso del pasado” (p. 3); (tiene una) “preocupación por la mera manipulación de los nuevos instrumentos encontrados” (p. 11); (implicando) “el traslado a un lenguaje nuevo, esotérico y algo intoxicante” (p. 11). Sin embargo, éstos son argumentos periféricos. Si en la nueva geografía la estrategia fue a herir al adversario en lo más profundo de su corazón, este mismo método es usado por Smailes como contrapartida. En este caso, el ataque se realiza al razonamiento deductivo y a la idea de la generalización. Así, se nos dice que “lo universal no es geografía y debe parecer banal a los geógrafos” (p. 11).  Esta conclusión sigue a la crítica de los modelos de ecología urbana y quizás a la más apreciada
de las teorías de la nueva geografía -la teoría de los lugares centrales-. La naturaleza implacable del ataque de Smailes (que se puede equiparar el lenguaje de Bunge (1962), puede verse en esta última cita:

Smailes se pregunta si “Walter Christaller encuentra un pequeño reconocimiento entre los geógrafos alemanes, y sólo apareció como un gran profeta entre los teóricos sociales lejanos de un nuevo país donde el interés por la teoría ha sobrepasado el interés geográfico, y el interés por la topología y geometría ha sobrepasado el interés por la topografía y la geografía”.
Para poner a Christaller dentro de una perspectiva histórica “apropiada” se nos informa de “un trabajo más masivo y profundo” realizado en 1841. En conjunto, el trabajo es una rigurosa reafirmación del punto de vista tradicional en el campo supuestamente derrumbado de la revolución cuantitativa: “La geografía es idiográfica al enfocar la atención en la singularidad de los lugares” (p. 12) así que“hay una contradicción interna en la aplicación de los modelos matemáticos en geografía” (p. 12).

Así, la cuantificación y sus tendencias asociadas son señaladas como ajenas a la geografía. Evidenternente, se sigue de ello que la cuantificación es mala para la geografía, en la medida en que aparta a los geógrafos de sus verdaderas tareas. Así, esta reacción puede justificarse como algo positivo, ya que se hace en bien de la geografía. Prescott (1972, p. 52) reconoce en particular este punto: “Si los geógrafos no identifican y critican los trabajos que utilizan una técnica por el mero deseo de usarla, o los que no consiguen alcanzar los rigurosos niveles, exigidos por dicha técnica, en su disciplina original, la materia será rechazada de forma innecesaria si la crítica está hecha por un profesional de otra disciplina”.
 

Crear límites en favor de la unidad: ¿Un nuevo orden establecido?

No todos los geógrafos tradicionales han estado totalmente en contra de la nueva geografía. En la medida en que parte del propósito de la revolución cuantitativa consistía en hacer que la geografía fuese más ampliamente respetada entre las disciplinas hermanas, se sigue de ello que este objetivo puede ser consideradocomo un bien para la geografía en general. Este es el punto de vista de los geógrafos viejos que han seguido la segunda estrategia consistente en tratar de incorporar lo nuevo dentro de la geografía existente. Así, Henderson (1968, p. 4) nos dice que “doy la bienvenida a la gran expansión de los enfoques analíticos y de las técnicas espaciales ahora disponibles para nosotros”, mientras que Farmer (1973, p. 8) asegura que acepta “plenamente que la geografía se ha reforzado y se ha hecho más rigurosa”. Probablemente, la afirmación más explícitamente favorable a la geografía cuantitativa desde las fuentes tradicionales, ha sido hecha por Edwards
(1974). quien de hecho afirma que la cuantificación“hace salir a la geografía del estadio puramente descriptivo de análisis de cada situación” (p. 5).

Esta estrategia de aceptación e integración fue propuesta originalmente por Stamp (1966, p. 18): “nosotros, con lo cual quiero decir los viejos geógrafos ortodoxos, necesitamos crear lazos con los cuantificadores, y establecer un modus vivendi o tregua de coexistencia”.Como French (197 1, p. 7) hizo notar en fecha más tardía “sólo a través de la comunicación entre las distintas partes interesadas, puede garantizarse el futuro desarrollo de la geografía como una materia unificada coherente, y que merezca la pena”. El mensaje es claro -todos los geógrafos tienen un gran interés en el éxito continuado de la geografía como disciplina, de manera que deben unirse fuerzas para asegurar esa eventual meta común-.

Esto es, desde luego, una estrategia general muy común en todos los tipos de comunidades sociales fuera del mundo académico. El resultado es la incorporación de la vanguardia dentro de la institución. Esto parece haber ocurrido en USA, donde los primeros cuantificadores “controlan”probablemente en la actualidad, la producción de la mayoría de los geógrafos graduados, y ésto puede repetirse perfectamente en Inglaterra, especialmente si el Social Science Research Council sigue al N.E.R.C. y desarrolla una política de concentración de becas para postgraduados. Al igual que la institución, o al menos parte de ella, también a los cuantificadores les ha llegado el turno de recibir el ataque de los nuevos geógrafos jóvenes (Harvey, 1972).
 

CONCLUSION

¿Cuál es el propósito del tratamiento hecho aquí sobre los recientes debates en geografía? Aunque se hayan utilizado conceptos e ideas de la sociología de la ciencia, este ensayo no ha sido concebido como una contribución a este campo. Mientras se acepta que la sociología de la ciencia tiene un lugar dentro de las ciencias sociales por derecho propio, nosotros podemos también sugerir, que tiene un segundo papel peculiar, ayudando a los científicos sociales a entender su propia conducta. De este modo es como yo he entendido aquí el uso de la sociología de la ciencia, y ésto sigue muy de cerca la iniciativa de Andreski (1972). Así, este ensayo ha sido escrito para su utilización por geógrafos y no por sociólogos.

La reacción inicial a este tipo de ejercicios es inevitable: “sería preferible no ahondar en ciertas cuestiones”; como apunta Andreski “por qué buscar tres pies al gato”. Su respuesta consiste en decir que tenemos un deber intelectual de conocernos a nosotros mismos y de saber cómo trabajamos. Nuestros debates no son una discusión fría y racional hecha por intelectuales objetivos, que viven en un vacío social; al contrario, se puede fácilmente mostrar que son discusiones previsibles realizadas por un conjunto de personas que operan en una comunidad jerárquica particular. No puede surgir ningún perjuicio por valorar plenamente este hecho elemental.
 

Notas

1. La mayor parte de la bibliografía citada será de origen británico, con dos grandes excepciones -Hartshorne (1939) y Bunge (1962). las cuales pueden considerarse dos afirmaciones “típicas” en el corazón del debate que se viene discutiendo aquí

2. Esta analogía entre capataces-trabajadores y geógrafos-especialistas, se me presentó en mi primera tutoría de geografía como estudiante no graduado.

3. Probablemente, la mejor disección crítica de la ideología de la disciplina es el esetudio de la bibliografía de la planificación de Davis (cap. 12 y 13). En la medida que los “mitos” de la planificación son similares a los mitos de la geografia, esta referencia es particularmente interesante en el presente contexto. En muchas partes de la declaración, la palabra “planificación” puede ser sustituida por “geografía”, y la critica de Davis es particularmente apropiada.

4.Este tema está representado muy claramente en la simple identificación de las tendencias recientes en geografía, como una “revolución científica” (Khun. 1962). Esto proporciona inmediatamente prestigio por asociación, en la medida que las revoluciones de Kuhn proceden casi todas de la física. Todos los “nuevos”geógrafos aceptan estar involucrados en una revolución, aunque el “tipo” pueda variar; por ejemplo, revolución cuantitativa (Burton, 1963), revolución metodológica
(Gould, 1969), revolución conceptual (Davis, 1972), revolución estadística y de “modelos” (Wilson, 1972), más las subsecuentes revoluciones de la “conducta” y “radical”, que también se han citado algunas veces. ¡Siete revoluciones en una generación, hacen a la geografía, la América Latina de la comunidad científica! Hay, evidentemente, otros tipos de cambio e innovación identificados por los científicos sociales (por ejemplo Mulkay, 1972), pero éstos tienen,  evidentemente menos atractivos.

5. Bunge (1962, p. 1) empieza su tratado reaccionando al enfoque histórico de Hartshorne, así “No son utilizados los argumentos históricos que apoyan o atacan las posiciones metodológicas. Más que la bibliografía de épocas pasadas, se cita la contemporánea porque contiene la acumulación del saber geográfico. Además, no se cita la literatura geográfica más temprana, porque los grandes hombres de nuestro pasado podrían mantener ahora, a la vista de los acontecimientos más recientes, opiniones distintas de las que sostuvieron”

6. Pueden mencionarse otros aspectos de la nueva historia. Gould (1972). por ejemplo, identifica un nuevo gigante del pasado, y Berry y Marble (1968) realzan las conexiones entre la geografía del siglo XIX y las “sociedades estadísticas”.

7. La crítica de Balchin es de interés, en la medida en que se inspira en el pasado para proponer una alternativa futura para la geografía. La importancia de las letras y los números en geografía deben ser dominados por el objeto de su verdadero interés: la “grafía”. “Creo que ya existen serios entusiasmos en el ámbito de lo gráfico y ésto puede ser una buena noticia para los geógrafos”.
 

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